Emerger de la soledad. (1)

Emerger de la soledad (secuela de pensamientos pecaminosos)

Emerger de la soledad.  I

David, tú rostro puro e inocente que ocultaba su lado apasionado, con ojos que observaban y quemaban, despertaron en mí el amor y la pasión para siempre. Han pasado fuertes tormentas, pero hoy te miró y eres todo un hombre, tal vez el mismo que adivine al mirarte la primera vez...

El solo hecho de ver a Nicolás sincerarse, rodeado por la desesperación y tratando de excusarse por tanto tiempo perdido, despertaban en David las más fascinantes sensaciones. Todo lo ocurrido entre ellos o como intentaron olvidarse el uno del otro, ya no interesaban. El joven se aproximó más cerca del sacerdote, rozó con su mano el contorno de su rostro. Los ojos de Nicolás se agrandaron, como intentando penetrar  en el interior de aquella imagen bondadosa que lo contemplaba. Éste colocó su mano sobre los cálidos dedos del joven y apretó fuertemente mientras sus miradas se entrelazaban sin mediar una sola palabra, todo estaba más que aclarado.

.- Debo retirarme, por favor ven esta tarde a mi oficina, quiero charlar contigo.

.- No sé si  podré ir David, las tareas de la iglesia, demandan mucho tiempo y estoy muy ocupado.

.- Más tiempo del que estuvimos separados, no lo creo. Me voy, te espero. No me decepciones.

.-Tú si, que sabes, como ponerme en un dilema. Espera, te acompaño.

Ambos se retiraron de la oficina,  encaminandose hacia la salida. Cerca de la entrada un coche estacionado lo esperaba. Antes de ingresar en el interior, las voces de dos entusiastas mujeres, podían escucharse, al acercarse al vehiculo.

.- David cariño…

Esa voz chillona le resultaba conocida al sacerdote.

.- Eh… ¿Padre Nicolás? ¿Qué hace usted aquí?

.- Mi querida señora Keller, me honra volver a verla, soy el representante legal de la arquidiócesis, aquí en Tilcara.

.-  Pero mire que coincidencia padre,  nosotros nos erradicamos en el pueblo.

La mirada inocente de una joven lo observaba desde el interior.

.- Buenos días padre.

.- Oh… discúlpeme, buenos días, señorita Keller. Un placer volver a verla.

.- Creo que ya estamos atrasados. Por favor Ricardo, encienda el coche. – expresó David al chofer.

.- Si señor.

El coche arrancó y se perdió en la lejanía. La incertidumbre de pensar si ir o n ir al encuentro de esta tarde incomodaba al sacerdote.

Una vez llegados a la residencia Keller el joven matrimonio y la madre de este, se dispusieron ingresar al interior de la casa. David dejó su saco sobre el sillón de pana que se encontraba decorando, aquella la sala de estar, de estilo irlandés e ingresó a la habitación, detrás de él la madre del muchacho siguió sus pasos.

.- Hijo, cariño ¿puedo hablar contigo?

.- Sí,  pero de que quieres hablar.

.- No me comentaste nada, sobre el sacerdote.

.- Y porque debía de contarte, yo mismo me enteré hoy, al concurrir a la reunión de presentación.

.-Creo que era justo que me contaras, si sabias con anticipación. Después de haberte visto tan afectado por su partida.

.- Ya ni recuerdo lo sucedido, además por ser un jovencito, era natural que me afectara la partida de una persona a quien consideraba mi amigo y consejero.

.- Lo sé,  solo espero que no te vuelva a afectar su mera presencia.

.- ¡Pero que estas diciendo! ¡Por que sacas esas conclusiones raras!

.- Por que soy tu madre y te conozco más que a nadie, no te olvides que he vivido contigo por más de veinte años. Así que no seas irrespetuoso.

.- Lo siento, madre.

.- No importa, solo espero que tu matrimonio siga como hasta ahora.

.- ¿Y porque, no ha de hacerlo?

.- Por nada, pero no te olvides que tu esposa está en cinta y debes cuidarla. Eso comprende no darle disgustos.

.- Gracias por tu concejo. Pero sé como manejar a mi familia.

La constate presión por descendencia que ejercía la familia Keller, como así la de su esposa, sobre los hombros de David, habían logrado obrar, en realizar el maravilloso milagro de la concepción de un hijo. Algo perfectamente natural en una pareja joven y saludable. Solo la mera idea de sentir el asqueroso malestar, de pensar en como le contaría a Nicolás, que en cierto modo lo estaba traicionando, preocupaba demasiado al joven muchacho.

Con el correr de las horas y en continuo movimiento, Nicolás trataba vanamente de terminar con su trabajo. Estuvo pensando toda la mañana, sobre si ir o no al encuentro con David. Pero las ganas de estar a solas con el joven, le quemaban en el interior. Justo en el preciso momento en que Tomás apareció.

.- Padre puedo ayudarlo.

.- Sí Tomás, necesito terminar la corrección de estos documentos y debo revisar el cronograma de los próximos seminarios. Me retirarè por un momento.

.- Puedo hacerlo, déjemelo a mí.

.- Gracias, debo hacer algo importante en el pueblo.

.- Retírese tranquilo.

.- Ah... la verdad no estoy seguro de dejarte encargado de todo,  justo a ti, el rey del desastre.

.- Padre que poca confianza, me deja la autoestima por el suelo.

Nicolás sonrió y apoyo su mano en la espalda del joven, de forma cariñosa. Se despidió y concurrió a la salida. Subió al coche, dio indicaciones al chofer y condujo a la dirección que David le había suministrado. Unos minutos después llegó al destino que figuraba al reverso de la hoja. Una modesta casa, casi en el centro del pueblo, era utilizada como oficina de empleo. En èsta los peones de campo concurrían a cobrar sus salarios y los trabajadores ad honórem se registraban. David llevaba toda la contabilidad  y la administración de la empresa familiar.

Una vez en la entrada de la casa, Nicolás llamó a la puerta. La silueta de una mujer se divisaba vagamente a través del vidrio. Ésta abrió la puerta e invito a pasar al sacerdote.

.- Adelante por favor. Enseguida lo atenderán.

Nicolas fue guiado a otra sala, la mujer arrimò la puerta e ingresó en el interior de la oficina contigua.

.- Señor Keller, el sacerdote representante ya esta aquí.

.- Gracias María Clara, puedes retirarte, te doy la tarde libre.

.- Gracias señor Keller, iré por mis cosas.

Al salir de la oficina, se dirigió al sacerdote.

.- Por favor espere aquí en la sala, el señor Keller lo atenderá enseguida.

.- Gracias, señorita.

.- De nada, hasta luego, que tenga una agradable tarde.

La secretaria, corrió las cortinas y bajó la persiana que se encontraba sobre el vidrio de la puerta, no sin antes, dar vuelta el cartel de cerrado que allí se mantenía colgado. David saliò de su oficina, despidiò a la joven, cerrò con llave  y puso el pasador.

El silencio de aquella sala fue, reemplazada por una llamada que provenía de la otra habitación.

.- Nicolás ven aquí.

Nicolás cruzó la puerta de la sala, como un pirata desertor, èse que camina sobre la plataforma de madera que lo llevara a caer al mar. Eso sentía en su interior, una constante tormenta en el océano. Una que lo desequilibraba, que lo hacia sentir vulnerable y con miedo. Pero a la vez era tan hermosa que  todo su poderío demostraba cuan afortunado era por presenciar ese momento.

David lo esperaba en la oficina principal, apoyado sobre el escritorio. Tenìa puesta una camisa blanca y arrugada con solo tres botones prendidos, mostrando una imagen totalmente desprolija y provocativa. El cabello claro, húmedo y despeinado, dejaban al descubierto las hermosas facciones del muchacho. Aùn conservaba intacto su aire juvenil. Nicolás estupefacto por tanta belleza, no podía ser guía de sus propios movimientos. David extendió su mano e incitò al sacerdote a acercarse. Este un poco tímido, se arrimó al joven. Ambos aproximaron sus cuerpos, en el momento en que Nicolás sintió sus piernas temblar. Todo su ser se estremeció y perdió control de si mismo. Estas no respondieron e hicieron que esta caiga de rodillas sobre el cuerpo del joven.

El sacerdote abrazó sus piernas y en un acto casi bestial e inconciente comenzó a besar los miembros inferiores de David. Éste solo rió y acarició su nuca. La forma desesperada por la cual Nicolás rozaba y palpaba a David, no hacían más que confirmar el deseo acreciente que poseía el sacerdote por estar con el joven muchacho, ese que solo lograba reprimir recurriendo a la autosatisfacción.

Sin darse cuenta de su comportamiento, Nicolás comenzó a desabrochar el pantalón del joven, ferozmente, mientras su boca propinaba de mordiscos y sutiles besos al entumecido miembro del muchacho. Su rostro se levantó a la altura del abdomen, subiendo delicadamente la camisa y lamiendo los contornos de aquel cuerpo. Era como una bestia que estuvo mucho tiempo aprisionada, sus manos no alcanzaban a tocar todos los lugares y sus movimientos lo hacían ver torpe y descuidado. David se quitó la camisa y la arrojó al suelo, tomando por las mejillas a Nicolás, lo besó apasionadamente. Ambos se miraban y relamían sus labios con cada bocanada de aire que inspiraban al sentirse ahogados.  Sus lenguas se entrelazaban como así sus piernas. Se tomaban de los cabellos y se apretaban fuertemente. La saliva se deslizaba por sus mentones mezclándose con la transpiración. El joven ayudo al sacerdote a quitarse sus vestiduras. Casi desgarrándolas estas volaban por los aires. Sus cuerpos desnudos, sobre el suelo de aquella oficina, no entendían de horarios, ni siquiera les importaba si alguien venia, el deseo de estar juntos nuevamente y de sentir sus partes en unión les era más importante, casi enceguecidos solo podían verse el uno al otro.

David sentado sobre el cuerpo de Nicolás, serpenteaba, extasiado. Los aromas conocidos y los quejidos casi ensordecedores, inundaban la habitación. Con cada gemido de placer el miembro de Nicolás sentía crecer en el interior del muchacho. Al acostarlo de espaldas sobre el suelo,  el sacerdote tenía una imagen panorámica del joven. Con cada envestida, Nicolás observaba el miembro enrojecido y palpitante de su compañero,  y así mismo el líquido  tibio que se derramaba por la punta. Cómo en una comunión, tomó con los dedos, cada gota, de la viscosa sustancia y se los llevo a la boca, chupándolos, en un acto casi santo. Luego se agachó y abrazó al joven. Ambos se quedaron quietos y arremetieron en un total descontrol. Casi llegando al clímax, Nicolás sostuvo el rostro de David y mirándolo a los ojos le dijo:

“Te quiero como no quise nunca, porque fuiste y eres mi sueño de amor más perfecto. Te amo David...”

Continuarà…