Emelie en el metro
Emelie y yo jodimos en el metro, sin conocernos. Minutos después, descubrí que era posible tropezar dos veces con la misma piedra.
Emelie en el metro.
Seis y media de la mañana. Metro. Una estructura de gusano hueca, de vagones interconectados, de silencio en forma de trikiteo. Vemos gente a lo lejos, entrando y saliendo, pocas unidades de figuras en la profundidad. Eso vemos, yo y ella. Ella enfrente mío. Desconocida. Ambos solos de lejanía de algunos casuales. Nos miramos de soslayo. A veces las miradas se rozan. Ella lee un libro. Digo una estupidez sobre el libro, en alto; y la pregunto su nombre. Se llama Emelie. Hablo a Emelie sobre su libro, mientras fijo mi mirada en su entrepierna, en la sensualidad de su dibujo, acabado en costuras forzadas que marcan su sexo con precisión. Emelie descubre mi mirada, abre las piernas, un poco en principio, para acabar forzada en su eje, en la apertura. Emelie está bien abierta. Sonríe. Altiva. Levantando la cabeza, el mentón, con propósito vacilante; un desafío. Hablamos. La gravedad lleva su cuerpo hacia abajo, en inercia. Ella recostada, adquiriendo comodidad, deslizándose en su asiento por pura inercia gravitatoria. Sus piernas cada vez mas cerca de mí, cada vez mas abiertas. Ella, se dirige a un famoso centro comercial, a comprar muebles de los que se montan en casa. ¡Que casualidad! Allí he quedado yo para desayunar. Iremos juntos, decidimos. Pero no dejo de mirarla, nordica teñida de moreno, con ese acento... Bien dotada de pechos... Delgada; fuerte, de anchas caderas... Esa entrepierna... Ella sonríe a mi mirada, y decide abrirse del todo de piernas, acompañando con un suspiro.
Solo quedan tres paradas; nadie cerca. Extraigo de mi cartera un condón, como indirecta. Emelie se asusta. Un breve sobresalto; una impresión. Su sonrisa se torna en mirada ambigua. Sus piernas se cierran, y entre ellas, se posicionan las manos, apretando entre medias. De nuevo sentada.
El condón sigue en mi mano. Se lo enseño a Emelie, sin decir una palabra. Ella me observa; lo observa. Emelie indaga en su entorno. Mira alrededor. Miro alrededor. Gente a lo lejos, ni tan cerca como para advertinos, ni tan lejos como para pasarnos por alto. Ella me mira; me mira... Emelie abre un poco las piernas, léntamente, de nuevo. Emelie, desabrocha el boton de su vaquero, lentamente. Me bajo la bragueta. Saco mi polla dura. Emelie mira a ambos lados, escrutando la lejanía. Emelie mira mi polla. Emelie muta la delicada y palida piel de su rostro, en rojo de sorpresa, de verguenza, y trasgresión. Me levanto. Me acerco a ella rápidamente, tambaleante en el trikiteo. Agarro la piernas de Emelie. Ella respira fuerte y profúndamente; su biorritmo recibe el impacto. Emelie se agarra donde puede; su cuerpo reacciona con un espasmo de huida, en contra de otro que procura aferrarla fuertemente. Sus ojos se tornan petición de clemencia, cuando levanto sus piernas.Tengo su pantalón y su braguita en mis manos, bien agarrados; no tengo mas que subirlos hasta sus rodillas. Piernas bien elevadas. Emelie agarra sus muslos, y los atrae hacia su pecho. Subo el pantalón y la braguita hasta las zapatillas, y sus rodillas golpean sus propios hombros. Emelie esta bien abierta de piernas, sentada, con el coño al descubierto, en el asiento de un vagón de metro vacío. Por un momento creo estar violándola. Ella observa el entorno, a derecha e izquierda, mientras me agarra con fuerza, y exclama con acento `Hazlo rápido... Hazlo rápido...´.
No veo el chocho de Emelie. Siento el chocho de Emelie. Siento como entra mi pene erecto en su humeda vagina. Escucho, en alientos a mi oído, los primeros jadeos de la chica al sentirse penetrada. Pero ella me golpea en el costado, y me agarra fuerte, insistiendo `Más rápido... Más rápido... Aprieta fuerte...´.
No tengo más remedio. La follo fuerte, y rápido. Emelie jadea alzando la voz, cada vez más alto. El túnel del metro apaga su emisión de placer, de momento. He de darme prisa: correrme, y correrla a ella. Acelero, cada vez más. La fricción al follarla, al meterla la polla y sacarla, se transforma en empuje, en golpeo. Agarro bien las piernas de Emelie y la jodo. Estamos jodiendo, en un vagón de metro en marcha, de madrugada.
Insiste de nuevo, mirando a los lados: `más rapido... aprieta...´. La follo. Voy a correrme. No puedo correrme; no sin correrla a ella. Aguanto. Voy a aguantar. Me contengo, y acelero al maximo de mis fuerzas y habilidad. Emelie se vuelve loca; grita de placer. Emelie se corre, y yo descargo en ella.
Emelie relaja las piernas, que por su peso dejan caer sus pies al suelo. Mi polla dura aun está dentro de ella. Estamos exhaustos. Aún no ha acabado. Mis ultimos extertores. Empujo, cada vez mas despacio. Penetro en ella, me mantengo en ella. Descargalo todo, me digo, aguanta un poco más, nadie te ve. Al fondo, hay varios chavales percatándose de algo extraño. Por la otra parte, un viejo se nos ha quedado mirando, intentando vislumbrar que son esas dos extrañas figuras que se mueven juntas. Yo sigo descargando, disfrutando su dulce vagina; mi pene mengua, en el interior de Emelie, poco a poco.
Emelie tiene los ojos cerrados. Pienso, que podría dormirse, con las bragas bajadas. Está roja como un tomate. Relajada, totalmente abierta, despreocupada, del todo ída. Espero hasta que vuelva en sí; he de aprovechar el calor de su vagina todo el tiempo posible. Es una marvilla; ¡ que sensación! Emelie comienza a despertar. Nos miramos fijamente, sorprendidos. Comienzo a sacar mi pene de su interior. Aun rozo su pared vaginal al extraerlo, y aún ella, siente esto, y exclama un `ah...´.
Emelie se sube la braguita, y luego el pantalón, a toda prisa. Yo hago otro tanto, volviendo a mi sitio, guardando el condón usado en su funda original. Emelie fija su mirada en el condón; se lo enseño. Emelie observa el semen. Prefiero guardarme el condón usado, ante las lejanas miradas furtivas.
Queda una parada. Emelie se dirige a mi: `¿nos han visto?´. Mi respuesta solo es una negativa tranquilizadora.
Durante el trayecto de nuestra última parada, no nos miramos. Emelie mira al vacío: el pasar de los fluorescentes. El tono colorado sorpresa de su tez se torna rosa calmado. La observo: ¡que guapa es! ¡que chica mas bonita! He jodido con ella. Me pregunto, si volveré a joder con ella. Salimos del metro juntos, sin hablarnos. Fuera nos preguntamos, y decidimos seguir juntos, como habíamos pactado. Ella va a comprar muebles. Yo voy a desayunar con mis hermanos, al mismo sitio. No follaremos más. Me da su e-mail. No consigo más de ella en ese momento. Nos despedimos en la entrada. Ella va a comprar muebles, yo voy a a la cafetería, a desayunar.
Mentira. Emelie no quiere comprar muebles. Emelie trabaja allí. No quiere contarmelo, porque la da verguenza.
Mis hermanos avisan que llegarán tarde al desayuno. Decido dar una vuelta por el almacén, entre expositores del hogar. Emelie cruza a mi lado, vestida de uniforme de vendedora. Me reconoce, pero decide no pararse, decide ignorarme. Es lógico, es su trabajo. La busco, durante horas. Es dificil dar con ella, en una superficie tan amplia. La encuentro en una de las casas de muestra, en una habitación, explicando a los clientes. Emelie me mira de reojo, mientras sonríe a la pareja de turno, que busca una cama doble a juego con ellos. Cuando la pareja ya se ha marchado, catálogo en mano, Emelie espera en el interior.
Entro en la casa de exposición. Entro en el dormitorio; el baño tambien está recreado, es pequeño. Encuentro a Emelie en la esquina, escondida, mirándome. Ella está parada allí. ¿Qué hace? ¿Qué espera? ¿Va a decir algo? Sin una palabra, la sigo hasta el falso baño escondido. Sin una palabra, Emelie se da la vuelta a mi; la agarro. Se zafa. La agarro. Se queda.
El uniforme de Emelie es de sport, un pantalón azul de tela fina. No me resulta dificil sentir la raja de su sexo al agarrar su entrepierna. Me vuelvo temerario. La bajo el pantalón y la braguita, de nuevo. La doy el condón, y ella misma se procura abrirlo de un mordisco. Quiere prepararmelo. Vuelvo a ver ese color en su rostro, ese rubor tan exagerado: la transgresión. Desnuda de coño, he de llevarla hacia la pared, si no quiero que los compradores nos descubran en la puerta. Meto mi corazón en su vagina, mi dedo corazón. Después meto mi dedo anular, también dentro de ella. Ambos dedos bien adentro. No para mastrubarla, que ya he procurado darla su ración brevemente, sino con el fin de agarrarla bien. Con mis dos dedos en el interior de su vagina, la agarro bien, y la levanto. LLevo a Emelie agarrada del coño, en volandas hasta la pared. `Àaaaah...´ es su grito de guerra; su agradable sorpresa en el viaje. Nadie la había agarrado así del coño nunca. La escena, es un simil sexual de la entrada de casados en la suite numpcial.
En la pared del baño (no más que una pared prefabricada), yo
quiero follarla de frente, de pie. Ella me frena: ¡no! no... Espera...
Espera...´. Emelie se da la vuelta; se agarra a los útiles colgados, toalla
incluida, y se abre un poco de piernas. Mirando de perfil, mirándome a mí,
concreta:
fóllame rápido... dos minutos y te corres, ¿vale?´, y ante mi
indecisión replica `¡ venga!, si no nos pillarán... Fóllame fuerte...
Rápido...´.
Agarro la cadera de Emilie. Me recreo en su culito desnudo,
en sus muslos y la oquedad entre sus piernas. Mi polla dura se pierde entre el
volumen de sus dos nalgas perfectas; rosadas... Penetro a Emelie. La follo por
detrás, despacio. Emelie se estremece, me mira de soslayo, mientras se esfuerza
en reprimir unos jadeos apagados amf... amf... amf...´. La estoy jodiendo. Ella
me busca con la mirada, de espaldas a mi. Se agarra donde puede con fuerza, y
aun así no parece contenta:
fóllame fuerte... Tienes que correrte rápido...
Fóllame rápido... Mas fuerte´. La follo fuerte, muy fuerte. Es la segunda vez
este dia. La follo por detras. Mi polla entra y sale. Mi pelvis golpea sus
nalgas violéntamente, a toda velocidad; no son sus jadeos sordos lo que me
preocupan, sino el choque con la carne, que emite una sonora palmada, a cada
embestida. La estoy embestiendo salvajemente. Pienso, que cuanto mas fuerte y
rápido, al igual que en el vagón de metro, antes podré correrla, antes se
correrá ella. Yo quiero que se corra ella. Aprieto, acelero, empujo, golpeo,
llego muy dentro de ella, y cada vez la aprieto mas contra mi. Los jadeos de
Emelie son cada vez mas evidentes: ahmfff...´. Empieza a ser evidente que una
vendedora esta siendo follada. Entran un par de chicas en el baño. Apenas puedo
verlas de reojo, pero ahí se plantan, observando por un breve instante la
follada. Las chicas dan media vuelta velozmente, con un
¡oh!´; escuchamos sus
risas a traves de la pared prefabricada. Que nos importa. Estamos jodiendo.
Entregados. Los dos. Yo y ella.
Ya hemos pasado dos minutos jodiendo. No puedo mas; he sido demasiado rápido, y lo expreso en la violenta forma de agarrar a Emelie. Voy a correrme.
Voy a correrme´ susurro a Emely.
Más rápido... Más
rápido... Por favor...´ me dice ella. Acelero hasta donde nunca antes había
llegado. Me corro. Me corro. Me corro, y sigo acelerando. `Uuuuoooooh...´ suelta
Emelie, entre estertores de orgasmo, piernas inquietas y manos aferradas a la
pared como garras. Noto como Emelie se corre; noto su vagina contrayéndose en
espasmos. De repente, Emelie se viene abajo, se derrite; sus piernas ceden, y la
chica no cae al suelo porque su cuerpo esta clavado en mi polla dura. Tengo que
agarrarla bien por delante, para que no se caiga, pero sigo follándola, aún no
he acabado de correrme; y seguiré jodiendola hasta que la ultima gota de mi
semen este fuera, y mi polla haya dejado de emitir pulsaciones. Es más, pienso
dejar mi polla dentro un buen rato después, para prolongar la experiencia. La
aceleración, con mi orgasmo, se convierte en golpes certeros al interior de su
coño; agresivos. Emelie tiene espasmos, y su pie golpea la pared de una patada.
Ella no se sostiene; soy yo quien la sostiene mientras la meto la polla hasta el
fondo. Rompo el condón, y sigo follando; ya da igual. Me fijo en la cara de
Emelie en ese justo momento, su cara es roja; su boca esta muy abierta, y sus
ojos están cerrados, en fase REM.
Poco a poco, mi polla baja de revoluciones, y la pulsación de la carne desciende. La yemas de los dedos de mi mano derecha notan contracciones en los labios mayores del chochito de Emelie. Ella todavía no ha acabado. No viene nadie, menos mal. Las risitas de las chicas de fuera se han intensificado. Putas. Jodeos, que no sois vosotras. Abrazo a Emelie desde su espalda, la agarro bien fuerte contra mi, con mi polla aun en su interior. Emelie apoya sus pies en el suelo, y procura recuperar el equilibrio en sus temblorosas piernas. Saco mi polla; el condón está roto, pero el semen esta en el pitorro. Nos vestimos rápidamente; no me da tiempo ni a qitarme el condón. Emelie casi no puede andar: sus piernas siguen temblando, y tarda varios minutos en recuperarse. Esperamos sentados en la cama. Las chicas se asoman, nos ven, y se marchan riendo avergonzadas.
Emelie me dice `se ha roto el condón...´ La tranquilizo. El condón se ha roto en mis últimos golpes de orgasmo, los ultimos embistes, ya no había más semen que eyacular, y el condón parece haberse roto por la mitad: si, es cierto que media polla, y en especial el glande, ha entrado hasta el fondo sin la envoltura; pero, no, no es posible. Emelie me cree. Yo tengo dudas, pero... Extranjeras... La digo que quiero verla más. Que quiero conocerla, follarla en una cama, joderla en una ducha, que me folle en una silla. Me da su teléfono.
Dudo en llamarla, durante semanas; no me atrevo. No contesta mis mails. Me entero que ha vuelto a Suecia. ¿Cuando vuelves Emelie? Llámame Emelie. Déjame follarte Emelie. Déjame joder contigo Emelie. Y por primera vez, déjame hacerte el amor Emelie.