Embrujado por la mirada de sexo

Tenemos que empezar a sacarle partido a su rabo. Vas a empezar a hacer realidad tus sueños. Ahora ve con tus compañeros y a ver como disimulas la erección.

La segunda vez que vi a Dita empecé a pensar que me había embrujado. En mis placeres de mirón nunca he desechado a mujeres que no encajan en el canón de belleza. Todas las mujeres tienen algo hermoso y son pocas las que, si la situación se presta, no me generan alguna fantasía. Dita, desde luego, estaba muy lejos de ser un bombón. Caderas anchas, ya os lo conté, un pecho normal, no muy abundante y algo caído. Incluso algo de celulitis en las piernas. Una mujer normal, salvo por esa mirada llena de sexo. Al menos eso era lo que yo veía.

Estaba tomando una cerveza después del trabajo y me acerqué a la barra a pedir una segunda ronda. Como os digo no llama la atención, así es que aunque llevaba en la barra un buen rato, no me había percatado de su presencia. Cuando la vi me quedé algo cortado, incluso creo que un leve rubor me subió al rostro. De estas cosas no se da cuenta nunca nadie, pero yo era consciente de que en mi mente había tenido algún escarceo sexual con ella. Incluso me había hecho una paja imaginando un encuentro con mi vecina. Esto me ha pasado otra veces y como sé que yo no voy a contar nada, disimulo y punto.

Aunque no nos conocíamos, salvo por el fugaz encuentro en la piscina en el que me dejó ver una teta bajo el agua y me lazó aquella frase turbadora, me sentí en la obligación de saludarla.

-Hola, vecina. Tomando una cervecita, ¿no?

-Estaba esperando a que te acercaras a saludarme. Tengo que darte algunas indicaciones. Si quieres conseguir lo que te prometí debes empezar a currártelo.

Esta mujer tenía la facultad de desarmarme. Me quedé sin palabras durante más tiempo del que hubiera sido adecuado para parecer una persona con cierta capacidad de reacción. Al final, sólo supe contestar: ¿Qué quieres que haga? En ese momento no té que su mano de deslizaba con suavidad por mi paquete y me sobaba con descaro la polla.

-Tenemos que empezar a sacarle partido a su rabo. Vas a empezar a hacer realidad tus sueños. Ahora ve con tus compañeros y a ver como disimulas la erección.

Llevaba razón. Me había puesto como una moto y mi polla buscaba liberarse de la opresión del pantalón. Lo malo del verano es que los pantalones suelen tener telas muy livianas y con las manos cargadas de cervezas resultaba imposible disimular mi situación. Como Dita vió que dudaba volvió a agarrarme la polla, esta vez con fuerza y se acercó a mi oído. “Ve, no esperes o te la sacó aquí mismo y te la chupo”.

No dudé de que su amenaza era real y me di la vuelta con las manos llenas de cervezas (cinco) y la bandera izada por delante de mi. Era imposible que mis compañeros no se dieran cuenta de mi situación. Solté las cervezas en la mesa y me senté lo más rápidamente posible. Nadie dijo nada, pero, quizás fue mi imaginación, las dos chicas me miraron sonriendo, no sé si con complicidad o preguntándose que coño me habría pasado por el camino.

Al cabo de un rato, me di la vuelta para mirar hacia la barra, buscando a mi vecina pero ya se había marchado. No me había dado ninguna indicación,… o sí….