Embestida por el conductor de autobús
. Sentía cómo me escocía, sentía cómo me ardía, pero no me importaba, aquello me excitaba más. No podía parar de jadear, de gritar, de retorcerme de placer, de morderme el labio inferior. Sentía que me iba, sentía que iba a correrme abundantemente sobre él, sentía cómo algo bajaba desde mi estómago.
Aquel conductor de autobús ya me había llevado de viaje alguna vez. Tenía algo, no sé el qué, que a mí me volvía loca. No sé si era su largo cabello, su barba, sus ojos azul cristalino, esa seriedad que tan interesante le hacía, la gran diferencia de edad que se hacía tan evidente entre nosotros, o todo en general; pero aquel hombre me excitaba mucho.
Era viernes, y yo me dirigía a Madrid a ver a unos amigos. Y cuando se acercó el autobús que me llevaría hasta mi destino, observé que era él quien volvía a llevarme de viaje.
Jamás había hablado nada con ese hombre, ni siquiera se produjo un cruce de miradas entre nosotros, pero yo llevaba dos años fijándome en él.
Tras dejar mis maletas y sentarme en mi asiento le observaba desde la ventanilla del autobús. Sentía la necesidad de quedarme a solas con él y de poder mostrarle todo lo que yo sabía de sexo; pero aquello era imposible entre tantas personas que también iban a hacer el mismo viaje.
Cuando arrancó el autobús, no podía dejar de mirar cómo conducía. Estaba en los primeros asientos a la derecha del conductor, y podía observar perfectamente cada uno de sus movimientos.
Tenía unas manos grandes, y unos dedos largos y gruesos. Unas manos preciosas, bastante cuidadas, y sin vello alguno.
Él comenzó a poner música, y pude reconocer una canción, que además me encanta: “How you remind me” de Nickelback. Así que me dispuse a cantarla muy bajito para no molestar a nadie, pero él me estaba escuchando, y podía ver cómo buscaba a la persona que la cantaba por el retrovisor, hasta que por fin su mirada se centró en mí. Me sonrojé, pero seguí cantando tímidamente, y pude ver la sonrisa que me dedicó por el reflejo del cristal.
Al poco después me quedé dormida y noté como una mano en el hombro me zarandeaba levemente, y cuando abrí los ojos vi que era él con una sonrisa.
-Vamos a hacer una parada de quince minutos, ¿quieres bajar para ir al baño o comer algo?.- me dijo él.
-Sí, gracias.- Le dije tímidamente. Así que bajé del autobús y me dirigí al baño. Me estaba mirando al espejo y en aquel momento me odiaba a mí misma, recordaba las dos palabras tan estúpidas que había dicho: “sí, gracias”, cuando lo que quería no era precisamente sólo hablar con él, así que me armé de valor y decidí acercarme a aquel hombre.
Salí del baño y ahí estaba él, sentado en una de las mesas de la cafetería, sólo y con su café con leche. Así que me compré un batido y algo de bollería y me dirigí hacia él.
-¿Siempre almuerzas tan sólo?- pregunté.
-Sí,- río él.- es lo que tiene trabajar en un autobús y no conocer a nadie.
En aquel momento se me abrieron los ojos, y me presenté, le di dos besos y decidí quedarme en la misma mesa de él almorzando juntos. Estuvimos hablando un poco de lo básico de cada uno, pero yo sentía que conforme le iba hablando a él le entraban más ganas de desnudarme, al igual que a mí.
Sentía cómo sus ojos me analizaban detenidamente, tan serio, y que su mirada no paraba de hacer el mismo movimiento, de mis ojos a mis labios, de mis labios a mis ojos, y de mis ojos a mis labios otra vez, y así durante esos diez minutos que estuvimos hablando.
Cuando me levanté de la silla para subir al autobús, tuve la suficiente sutileza de agacharme ligeramente para que mi escote se hiciera visible ante sus ojos, y efectivamente conseguí lo que quería. Sus ojos se fueron directamente hacia mis tetas, y se dio cuenta de que le había pillado haciéndolo. El tragó saliva y carraspeó con disimulo, pero yo me reí y le adelante andando dejando caer mi mano sobre su trasero como “por accidente”. Él no reaccionó, se puso las gafas de sol y siguió caminando. ¿Acaso le habría molestado?
Seguí todo el viaje dándole vueltas al tema hasta que me quedé dormida, y cuando me desperté, esta vez fue por mí misma. Ya estaba llegando a mi destino.
Al parar el autobús en la estación, empezaron a bajar todos los pasajeros, pero yo me quedé sentada para poder bajar la última tranquilamente. Cuando me incorporé para bajar, él me hizo un gesto como señal de que esperase. Bajó a abrir el maletero hasta que todos cogieran sus pertenencias y volverlo a cerrar. Subió de nuevo y se me quedó mirando seriamente, yo creía que estaba molesto, así que abrí la boca para pedirle disculpas pero él no me dejó apenas empezar, me puso su dedo índice en los labios y añadió un “no digas nada, sé lo que buscas”.
Comenzó a quitarse el abrigo del uniforme, y seguidamente el jersey. Para mi sorpresa, aquel hombre no estaba cómo imaginé, tenía algo de músculo desarrollado, pero no era nada exagerado. Cogió mis manos y las puso sobre su pecho; yo empecé a acariciarle despacio por todo el torso hasta que me apartó las manos y comenzó a desabrochar cada uno de los botones de mi chaqueta de punto. Su expresión cambió en cuanto se dio cuenta de que debajo de aquella chaqueta sólo quedaba el sujetador, por lo que me cogió y me tumbó en el suelo del pasillo del autobús.
Tiró de mis pantalones fuertemente y me los bajó hasta abajo, al igual que con mis zapatos.
Él miraba atentamente mi conjunto de lencería de encaje negro y yo veía cómo su pene iba haciéndose más grande debajo de sus pantalones.
Estaba muy excitada, no podía aguantar más sin ver su miembro; pero él todavía no lo dejó al descubierto. Se inclinó sobre mi pubis y comenzó a besarlo sobre el tanga, hasta que lo enganchó entre sus dientes y tiró de él con la boca, bajándomelo por completo; y volvió a subir a mi pubis y siguió besándolo, pero esta vez al desnudo.
Notaba cómo mis caderas hacían movimientos involuntarios de arriba abajo, y acto seguido noté como mi clítoris se encontraba entre sus labios; él jugueteaba haciendo una pequeña succión y meneando ligeramente la lengua, y después bajo hasta mi vagina. La besaba y la acariciaba con dos de sus dedos; comenzó a lamerla externamente, muy despacio, mientras con sus dos dedos estimulaban lento pero intensamente mi clítoris. Comenzó a hacer círculos con la lengua dentro de mi vagina, después la metía y la sacaba, la metía y la sacaba, la metía y la sacaba… sin parar. Después comenzó a combinar los círculos con el meter y sacar. Yo me moría del placer, no paraba de retorcerme del gusto en el suelo.
Paró en seco, y comenzó a lamerme alrededor del ombligo, subiendo hasta mi escote, besándome entre los dos pechos, subiendo por el cuello y finalmente besándome en la boca.
Sentía cómo el sabor de mi flujo se inundaba por mi lengua, no me disgustaba, no me resultaba desagradable, incluso me excité más.
Mientras él seguía besándome, le iba desabrochando el cinturón y bajándole aquellos pantalones de uniforme llevándome con ellos sus calzoncillos, dejando al descubierto algo que ansiaba ver de una vez por todas, pero todavía no podía verlo, la postura de tenerlo encima de mí me impedía ver su verga.
Él intuyó que deseaba verla, pero se hizo de rogar y la apretó contra mi abdomen. Sentía lo hinchada y dura que estaba, sentía que era enorme, incluso podía sentir una vena que parecía estallar en cualquier instante.
Mientras seguía besándome me dispuse a tocarla, de arriba abajo, de abajo arriba, con firmeza y seguridad, y la fui bajando hasta mi vagina sin llegar a introducírmela.
Estaba húmeda, muy húmeda, y yo seguía haciendo que se pusiera más húmeda jugueteando con ella entre mis labios mayores.
Él volvió a cogerme en brazos, y me llevó hasta los asientos traseros para poder penetrarme de forma más cómoda. Y así fue, yo allí estaba sólo con el sujetador puesto, abierta de piernas y con su cabeza entre ellas. No paraba de jugar con su lengua en mi vagina, y yo comenzaba a marearme de placer. Todo se me volvía borroso y yo no podía aguantar más las ganas de gemir estrepitosamente, así que comencé a jadear desesperadamente, a cogerme del cabello, el cual estaba empapado en sudor. Agarré su larga melena y comencé a dirigir su cabeza de forma más rápida. Él paró, y empezó a introducirme dos dedos de una manera extremadamente rápida. Sentía cómo me escocía, sentía cómo me ardía, pero no me importaba, aquello me excitaba más. No podía parar de jadear, de gritar, de retorcerme de placer, de morderme el labio inferior… Sentía que me iba, sentía que iba a correrme abundantemente sobre él, sentía cómo algo bajaba desde mi estómago, cómo bajaba por mi vientre, sentía cómo algo vibraba dentro de mi vagina, y allí estaba. Solté un gran chorro de agua sobre su polla, dejándola empapada por completo, lo cual hizo que él parara de masturbarme.
Me arrancó el sujetador por completo y me la puso entre mis pechos, moviéndola de abajo a arriba. Yo junté mis pechos todo lo que podía y más para hacerle una buena cubana.
Me metí su glande a la boca, le daba ligeros lametones, y aquello sabía exageradamente a mí. Me encantaba, y no podía dejar de saborearlo, de lamérsela de mil maneras posibles.
Me excitaba la textura de su glande, era suave y duro a la vez, y era enorme, no quería ni pensar cómo aquello iba a caberme allí abajo, así que no pude esperar más. Le empujé hacia atrás, agarré su polla con seguridad y me la metí rápido dentro de mi hasta el fondo de lo excitada y lo sobradamente lubricada que estaba.
Umm... aquello me encantaba, era enorme, sentía cómo mis paredes vaginales se ensanchaban y se moldeaban a su gran tamaño.
Él comenzó a embestirme rápidamente, y cada vez más rápido… Joder, era increíble lo excitada que estaba, los gritos, jadeos y gemidos que estaba soltando en aquel momento. Él comenzaba a sudar por la frente, sus gotas de sudor caían sobre mis pezones, y yo empecé a agarrármelos, a pellizcármelos… No sabía dónde poner mis manos, así que las dejé sobre su espalda, pero no pude evitar arañarle fuertemente la espalda. Estaba penetrándome tan duro que le arañé como si de una pantera se tratara.
Volvió a cogerme en brazos, esta vez para sentarse él donde yo estaba sentada. Y comencé a botar sobre él de arriba abajo, sentía los movimientos tan exagerados que estaba dedicándole a aquel hombre por el peso de mis tetas de arriba abajo. Él no quitaba la mirada de ellas, y yo me sentía en la gloria. Tenía a aquel hombre contemplando mis pechos, y yo tenía aquel pedazo de polla dentro de mí, frotándome sin parar con ella dentro de mi vagina.
Oh, sentía cómo no aguantaba más, mis glúteos comenzaban a dormirse, pero yo no paraba, seguí de adelante a atrás moviendo la cintura, poniéndole su cara entre mis tetas, y yo jadeaba desesperadamente, sudada, jadeante… No podía más sentía que volvía a correrme, me iba, me iba, volvía a marearme y me incorporé hacia arriba para volver a empaparle por completo.
Había vuelto a correrme y esta vez apenas me quedaban fuerzas.
Él me cogió de nuevo y esta vez me puso contra los cristales de la ventanilla a cuatro patas. Tenía miedo de que alguien nos viera, pero estaba tan excitada que ya nada me importaba más que sentir correrse a ese hombre sobre o dentro de mí.
Comenzó a follarme más rápido que antes, era impresionante. Mi pelo iba de un lado para otro, mis tetas me hormigueaban de aquel temblequeo y fue entonces cuando sentí cómo aquella sustancia tan ardiente inundaba mi coño por dentro…