Embarazada y zoo (2)
Reanudando mis locas aventuras con Bobby
Embarazada y zoo (2)
Antes que nada quiero agradecer a todos los lectores por los comentarios recibidos, por mi relato anterior, incluyendo a aquellos que lo trataron de aberrante, que de alguna manera, si lo leen es porque les atrae el tema. Solo intento expresar mis vivencias de la misma manera que muchos lo hacen en este portal.
Manteniendo el hilo de lo anterior, iré comentando los sucesos más interesantes con mi querido Bobby. La practica con mi canino amante, la mantuve casi hasta mis 7 meses de embarazo, por previsión a producir algún daño a mi bebe, cese en la relación periódica, con la intención de darle un fin definitivo. Aparentemente Bobby no debía de opinar igual, pues notaba como mi mascota me buscaba, con el propósito de tener algún acercamiento físico conmigo, oliendo mi sexo y hasta saltarme con el intento de penetrarme, al que con un simple grito, terminaba paralizando su deseo. No puedo negar que me atraía la actitud de mi Bobby y hasta sentía una estimulación saber que en su natural instinto me deseaba, o más bien que deseaba, sosegar su fogosidad canina con su ama.
Con el nacimiento de mi beba, las cosas fueron cambiando para mi, dado que me llevaba gran parte del día, su cuidado y alimentación. Por consiguiente Bobby paso a segundo término o más bien a tercero, dado que mí marido tomo ese lugar. Mi cuerpo había aumentado de volumen y mis tetas parecían dos melones, como consecuencia de la lactancia para mi pequeña. Me daba la sensación como que mi esposo había perdido algo de interés por mí, y que en cambio Bobby todo lo contrario, pero creo que fue solo mi imaginación.
Una tarde después de dar de mamar a mí bebe, cambiarlo y acostarlo, estaba Bobby observando mis movimientos, al finalizar, me miraba moviendo su cola, me daba la sensación que deseaba que pusiese interés en él, así que comencé a efectuarle una serie de caricias para contentarlo. Se tiró boca arriba, esperando mis mimos en su panza, a lo que realicé hasta llegar cerca a su bulto, no tardó mucho en comenzar a surgir la punta de su roja verga. Sentí un deseo natural de tocársela, y muy suavemente comencé a masturbarlo, se quedó quieto disfrutando de lo que le estaba proporcionado, mientras su verga crecía conjuntamente con mi exaltación. Mi boca se acercó a su punta, para iniciar una suave chupada, cuando el lloro de mi beba, me trajo a la realidad, dejando súbitamente lo que hacía para ver a niña.
Después de lo sucedido pensé que ya no debería implicarme nuevamente con mi perro por distintas razones, además estaba feliz con mi familia, y no veía la necesidad de continuar practicando la zoofilia.
Si bien, hasta el momento no había pasado nada con Bobby, una mañana mientras amamantaba a mí beba, mi querido perrito observaba la escena, le hablé mientras continuaba mi tarea, y se acercó a mi lado, moviendo su cola. En un momento dado metió su hocico entre mis piernas, tocándome mi vagina, fue como una descarga eléctrica que invadió a mi cuerpo. Lo dejé un poco y sentí algunos lambetazos a través de mi tanga, sumado a las chupadas de mi beba, hizo que llegase a excitarme, pero a pesar de eso aparté a mi perro y continúe con la alimentación de mi pequeña.
Durante un tiempo no paso más nada, hasta que un día (siempre el diablo mete la cola), hacia poco que había dado de tomar a mi bebita, pero a pesar de eso seguía produciendo leche que seguía emanando de mis abultadas tetas. Comencé a desnudarme para lavarme y cambiar mi ropa, Estaba por quitarme mi tanga, cuando Bobby salto sobre mí, tan bruscamente que perdí el equilibrio y desplomándome sobre la alfombra. Mi cuerpo casi desnudo, humedecido por mi leche, fue lo suficiente atrayente, para que mi mascota comenzase a lamerlo. Mi primera intención fue sacarlo de su tarea, pero no fue fácil, al sentir una sensación muy placentera, a lo que me volqué sobre la alfombra, entregándome a disfrutar de su golosa lengua.
Me erizaba la piel sentir su rugosidad lamer mis pezones que comenzaban a erguirse ante cada lamida. Me daba la sensación que mamaba mis tetas, lactando mi leche materna, me excitaba con desesperación y ansias de sentir más y más, su contacto en mi voluptuoso cuerpo.
Me quité mi única prenda, para ofrecerle la totalidad de mi cuerpo, ya no era yo, era mi ser totalmente deliberado, al sentir su lengua, en mi húmeda vagina, ya no razonaba, solo quería gozar, el rocé de su lengua en mi clítoris, me enloquecía, gemía como una perra en celo, pronta a ser servida por su macho. Al ver su punta roja bastante crecida, mi boca la buscó con ahínco, para introducirla totalmente en mi interior. La mané desesperada, mientras notaba como adquiría la totalidad de su volumen, la introducía suavemente, para desplazarla lentamente disfrutando con mis labios su textura. Así lo continúe, gradualmente, Bobby se quedó quieto disfrutando de la mamada de su amante-dueña. Seguía fascinada con mi labor, cuando oí unos llantos de mi bebita, pero a pesar de eso proseguí, la venida de un orgasmo, hizo que enfatizase mi mamada, hasta que un cuantioso chorro de esperma, inundó mi boca, era la primera vez que me sucedía, y realmente me encantó.
Estaba impregnada de distintos fluidos, sumado a los flujos que había emanado de mi sexo. Me incorporé como pude, me limpie con la toalla y fui a ver a mi pequeña calmándola de su queja.
Mientras me bañaba, pensaba en lo que había hecho, no podría decir que estaba feliz, pero había disparado mis llamados bajos instintos, para envolverme con mi perro en otro fogoso encuentro sexual, con el que realmente disfruté.
A pesar de mi intención de no volver a repetirlo, mi mente trabajaba para que lo hiciese, una noche, no recuerdo el motivo, pero mi esposo no dormía esa noche en casa, cosa que no me hacía muy feliz quedarnos solas. Después de haber alimentado a mi hija y acostarla, sin haberlo previsto de antemano, llamé a Bobby y lo llevé a la alcoba de huéspedes. Comencé a jugar con él, alzando mi falda, ofreciéndole mi sexo, sentia su hocico rozar mi vagina, así poco a poco me quité la ropa, hasta quedar desnuda frente a él, que parecía entender que le acontecía.
Volví a apretujar mis senos, hasta hacer surgir leche, mi vagina emanaba flujo producto de mi excitación. Me acosté sobre la alfombra, para disfrutar la vigorosa lengua de mi mascota, que inicio una minuciosa incursión por mi lascivo cuerpo. De mis tetas brotaba mi leche, que gustosamente deglutía mi Bobby, provocándome un estado total de excitación. Abría mis piernas para permitir a su lengua una mayor penetración en mis cavidades, al punto de que sin pensarlo, me giré, colocándome en posición de perrita, ni lerdo ni perezoso me montó asiduamente, para iniciar su eminente bombeo en búsqueda de mi raja.
No tardé en sentir su propósito, su verga me había penetrado nuevamente, me poseía con pasión, sus patas se aferraban fuertemente a mi cintura, mientras su verga rozaba vertiginosamente las paredes de mi cavidad sexual. Era suya nuevamente, me excitaba esa situación, no sé por qué, seria la manera en que un animal tomaba posesión de mi cuerpo, o por la manera alocada y salvaje que me penetraba. Su jadeo cerca de mi nuca me exaltaba, mientras su baba humedecía mi desnuda espalda.
Su verga crecía en mi útero con rapidez, hasta introducirlo totalmente en su máxima solidez, gemía como su perra al sentirlo en mi interior. Sentía sus palpitaciones como prontas a esparcir su simiente en mi claustro, eso me produzco un fuerte orgasmo. Estaba fuera de sí, hasta que sentí su eyacular sus flujos, eso me llevó a otro violento espasmo que sacudió todo mi cuerpo, pegué un grito que temí de despertar a mi hija.
Se bajó, y de un brusco tirón sacó su verga acoplada a mi vagina, me dolió pero me agrado, después de lamer su verga, se ocupo de mis cavidades, devolví su atención mamándole su miembro, aun bastante erguido. Me tiré sobre la alfombra, abrazando a Bobby disfrutando de su pelaje sobre mi desnudo cuerpo, me fui adormeciendo hasta perder conciencia del tiempo.
Unas lamidas en mi rostro me despertaron, para continuar por mi cuerpo, bastante impregnado por los flujos ya secos. Debían ser muy atractivos mis olores, porque su lengua exploraba todos mis rincones. Parecía prepararme para un nuevo encuentro, no tardé en entrar en su juego, me volví a colocar en cuatro, para complacer su deseo y a la vez el mío. Estaba impaciente para volver a cogerme, me monto rápidamente, tratando de introducirme su aparato carnal. Cuando su punta buscó o mejor dicho encontró mi orificio anal, instintivamente traté de impedirlo, pero cada vez que penetraba un poco, me agradaba produciéndome una sensación distinta, a pesar de no haberlo practicado nunca, solo permitirle a mi esposo introducir su dedo, opté por dejar todo al azar, era su perra caliente, dispuesta a contentar a su macho.. Mi corazón latía apresuradamente y mi cuerpo empezaba a llenarse de transpiración.
Notaba que cada vez se introducía mas, cosa que me estimulaba a permitir su intromisión, me dolía pero era soportable. Poco a poco, se fue adueñando de mi recto, el roce contra las paredes de mi canal era más intenso e insaciable, su crecimiento paulatino comenzaba a dilatarse en mi interior. Sus patas se aferraban fuertemente como para poder meterme la totalidad de su miembro, sus uñas arañaban mis muslos. La verga de Bobby, comenzó a penetrarme abruptamente, rozando las paredes de mi conducto, sintiéndola crecer como veces anteriores, pero por otro canal..
Sentía que mi culo se partía, estaba siendo desvirgada por una bestia insaciable e incontrolada, dispuesto a satisfacer su instinto animal, no importaba porque conducto. Lo sentía entrar dolorosamente centímetro a centímetro, a través de mi recto. Supongo que cada vez más enrojecido por ese taladro de carne, el esfínter parecía latir para tolerar mejor la incursión. Aprecié sus primeros infusiones regar mi interior, me excitaba, disfrutaba eso, a pesar del dolor, su bombeo era implacable y lleno de violencia, en donde mi culito era forzado sin mayor contemplación.
En ese momento me sentí como vejada por su bestialidad, me dolía bastante, sentía como que era castigada por lo que estaba haciendo. Cuando logró meterla totalmente, su pelota totalmente dilatada, apresada en la salida de mi recto, para finalizar totalmente abotonados, me vino una especie de temor, esperaba que mi hijita no llorase para ir a socorrerla. En ese instante sentí como que Bobby era mi dueño, que era el macho poseedor de su sumisa ama, permitiéndole todo, con tal de gozar de sus penetraciones. Sentía como palpitaba su verga dentro de mi recto, cuando de repente Bobby se giró y por primera vez quedamos abrochados, culo con culo, sentía palpitar su verga, que me producía una serie de espasmos, pero al sentir evacuar su simiente por mi culo, fue el súmmum, gemía como una perra, conteniéndome para no ser escuchada por mi bebita. Trataba de retenerle las patas para evitar que me arrastrase y llegase a producirme algún desgarro en la zona enganchada.
Mis tetas estaban infladas, no sé si por mi excitación o por la leche, o por ambas cosas, mientras mis pezones estaban totalmente erectos, emanando parte de mi leche. Mi estado hormonal, parecía estallar, produciéndome una serie de convulsiones, ante esa morbosa penetración anal.
Permanecimos como 20 minutos acoplados, y Bobby logro eyacular dos veces en ese tiempo, a los que acompañe con varios orgasmos. Cuando se fue aplacando su calentura pudo quitar su miembro recto. No podía creer que mi perro fuese el encargado de desvirgar mi culo. Realmente estaba totalmente extenuada, me levanté para bañarme, al hacerlo, noté algo de sangre entre mis piernas, y varios rasguños, pautas del fogoso encuentro.