Embarazada y tentada por un adolescente – Parte 5

Mi marido aún no puede volver de España por el Covid-19 y ya no puedo aguantar más. Me masturbo todos los días pensando en el novio de mi hija, y finalmente le mandé un mensaje para invitarlo a casa, pero antes Gigi me acompaña en otra visita al ginecólogo.

Embarazada y tentada por un adolescente – Parte 5

07 de Mayo de 2020 (veinte semanas de embarazo)

A las cuatro de la tarde tomamos un taxi con Gigi y nos fuimos hasta la clínica justo a tiempo para el turno con mi ginecólogo. Aunque esta vez no habría ecografía, mi hija estaba preocupada y entró conmigo a la consulta. El doctor me examinó un poco y puso mis estudios sobre su escritorio, le conté que no había vuelto a tener contracciones en los últimos días y me dijo que entonces la cosa no era para inquietarse, pero que dada la situación iba a ser mejor tomar algunas medidas preventivas. Me recetó vitaminas y dijo que era recomendable que evitara la penetración vaginal por unas semanas, Gigi con una sonrisa cómplice dijo que eso seguramente no sería un problema dado que mi marido estaba varado en España. La situación me dio un poco de calor y me puse colorada.  El doctor nos saludó a ambas a la distancia y dijo que tenía que volver a verlo en dos semanas. Cuando salí paré un taxi y me despedí de mi hija, que se fue en otro taxi a la casa de su padre. En el camino de regreso pensé que no tenía sentido preocupar a Sebas contándole de la visita al ginecólogo, porque en principio todo estaba bien. Con respecto al tema del sexo, tal vez era una señal del destino para que no hiciera la locura que estaba a punto de hacer con Lucas. Iba a escribirle para decirle que al final no iba a poder verlo pero entonces miré mi celular y me di cuenta que tenía un mensaje de él que no había visto, decía “A las ocho estoy ahí”.

A las ocho y cuarto estaba una vez más arrodillada frente al sillón con la pija de Lucas latiendo entre mis tetas. Me di cuenta que en las tres semanas que habían pasado desde la última vez que la tuve la había añorado tanto que se había convertido en una obsesión. Ahora que la tenía toda para mí la besaba, la lamía y la acariciaba con una pasión que me asustaba. La mayor paradoja era que, ahora que estaba dispuesta a todo, tenía que privarme de sentirla adentro mío por una indicación médica, que por cierto no pensaba desobedecer. Todavía no le había contado nada a Lucas sobre eso, pero me dio la sensación de que a él le resultaba suficiente con lo que estábamos haciendo, y que la idea de penetrarme le era lejana, después de todo, mientras no cruzáramos ese límite, ambos podíamos considerar que esto apenas era un juego. Después de que se descargó sobre mis tetas y fui al baño a limpiármelas pudimos tener la primera conversación de la noche, ya que cuando había llegado yo no le había dado ni tiempo de cruzar la puerta y ya tenía su verga en mi mano. Le propuse cenar algo conmigo y los dos nos vestimos y nos sentamos a la mesa de la cocina. Me pareció un muy buen momento para poner las cosas en su lugar.

-Lucas quiero que hablemos algo directamente. Es cierto que yo fui la que te llamó y te agradezco que hayas venido, pero antes que nada quiero aclararte que para mí vos seguís siendo el novio de Gigi, y eso me encanta. Hacen una pareja muy linda y me pongo muy contenta cuando los veo juntos. Yo no estoy enamorada de vos ni nada parecido y espero que vos tampoco de mí, y te digo esto porque si algo de lo que estamos haciendo va a perjudicar tu relación con Gigi prefiero que lo terminemos ahora mismo.

-Yo a tu hija la amo Laura…

-Me alegra mucho escuchar que digas eso, y me tranquiliza. Ahora, aclarado este punto, quiero que entiendas que yo estoy sola, con mi marido lejos y con un embarazo que a veces me tiene con ciertas urgencias… no voy a negar que me calentás muchísimo, y desde el primer día me di cuenta que yo a vos también te despierto algo. Pensé que lo íbamos a poder aguantar pero ya ves que no pudimos y acá estamos – Lucas me miraba fascinado desde el otro lado de la mesa, parecía que la situación lo excitaba.

-¿Puedo preguntarte que te gusta de mí? Digo… físicamente.

-Bueno sos un muchacho joven, con un cuerpo fuerte, musculoso, estilizado. Pero tampoco tiene sentido que oculte lo que más me sorprendió porque ya lo sabés.

-¿Tanto te gusta mi pija? – La respuesta directa de Lucas no me tomó desprevenida, después de lo que había pasado entre nosotros él había perdido todo rastro de timidez y hablaba conmigo como si fuéramos iguales.

-Sí, ¿está mal? Cuando terminemos de comer te voy a decir por qué me resulta tan atractiva, pero antes te quiero contar algo muy importante. Hoy a la tarde fui al ginecólogo por el tema de las contracciones y me dijo que no era para preocuparse, pero por precaución tengo que abstenerme de tener sexo por un tiempo. Solo quiero que lo sepas...

-¿Eso significa que ibas a coger conmigo?

-Bueno… supongo que sí, pero ya no. Perdón, pero con eso no se juega, y tengo que hacerle caso al médico.

-Entiendo… Lucas parecía un poco decepcionado, así que me levanté de la silla, rodeé la mesa y me senté en otra silla junto a él para empezar a acariciarlo por encima del pantalón.

-No te preocupes Luqui, todavía podemos hacer un montón de otras cosas.

Dejamos la mesa sin levantar y subimos la escalera. Era la primera vez que Lucas entraba a mi habitación después de aquel incidente con el consolador del que ya había pasado más de un mes. Nos desnudamos los dos y me acosté en la cama boca arriba con las piernas abiertas. Cuando vio mi concha depilada lo primero que hizo fue empezar a acariciarla, yo lo agarré del cuello y le guie la cabeza hasta mi pecho. Durante un buen rato estuvo sobándome todo el cuerpo, haciendo círculos con su lengua alrededor de mis pezones y metiéndoselos enteros en la boca. Cada tanto yo intentaba alcanzar su pija con las manos pero me quedaba demasiado lejos. Entonces se arrodilló junto a la cama, se inclinó sobre mí y empezó a jugar con su cara entre mis piernas. Me tembló el cuerpo en el momento que sentí su aliento tibio, y empecé a gemir cuando su lengua recorrió y separó mis labios vaginales. Estuve un rato largo con la cara de Lucas enterrada en mi concha y su lengua acariciándome por dentro, él, con sus dos brazos en alto, se agarraba de mi panza, y yo, con mis dos brazos hacia abajo, lo agarraba del pelo y empujaba su cabeza tratando de hundirlo en mí todavía más. Tuve un orgasmo casi a los gritos pero no fue suficiente, le pedí que se acostara boca arriba en la cama y con un poco de esfuerzo me monté sobre él con una rodilla a cada lado de su cadera. Me incliné hasta que sentí su verga rozarme los labios empapados y los presioné sobre su tronco para luego empezar a moverme hacia arriba y hacia abajo. Estuve un rato largo así, moviendo las caderas y frotando su pija contra la parte de afuera de mi vagina, y luego me acosté boca arriba en la cama para que él se montara sobre mí. El placer que me daba sentirlo resbalar de esa forma me tenía al borde de otro orgasmo: cuando llegaba hasta abajo del todo posicionaba su glande en mi entrada, empujaba suavemente y suspendía la presión justo a tiempo antes de que mi vagina cediera. Yo ya no podía resistir las ganas de agarrarlo de la cintura y metérmelo todo adentro, pero por suerte los dos llegamos al orgasmo antes de perder el control. Entonces se arrodilló en la cama y mientras se masturbaba con fuerza se vació por completo sobre mi panza. Fui al baño y cuando volví se había quedado dormido. Apagué el velador, me recosté junto a él y me quedé algunos minutos en la penumbra viendo el contorno de su pene fláccido descansar sobre sus piernas.

08 de Mayo de 2020 (veinte semanas de embarazo)

Había dormido profundamente toda la noche y cuando abrí los ojos me costó unos segundos ubicarme. Estaba acostada de lado, desnuda, con un brazo musculoso que me abrazaba desde atrás y descansaba debajo de mis pechos. La pija de Lucas se apoyaba tibia en mi cola. Me quedé quieta durante un rato sintiendo su respiración, sus latidos y todo su cuerpo presionado contra el mío. De a poco me fui excitando y empecé a contraer y relajar las nalgas muy despacio, en una caricia suave que de a poco fue dejándolo semierecto. Escuché un gemido muy cortito justo detrás de mi oreja y sin darme vuelta lleve un brazo hacia atrás para agarrarle la pija.

-Mhhh, buen día Luqui. ¿Siempre te levantás así?

-Buen día… casi siempre.

-Que divino. Si pudiera te guardaría en mi mesita de luz para tenerte siempre a mano – Ahora yo me había puesto boca arriba y con mi mano más cercana le acariciaba los huevos.

-No te podés quejar, por lo que me mostraste la otra vez, en ese cajón tenés una copia de mí pija bastante buena. ¿Te puedo hacer una pregunta? – Yo ya había aprendido que cuando Lucas decía eso no podía esperar nada bueno – Ayer en la cena me dijiste que me ibas a decir porque te gustaba tanto, y al final no me dijiste nada.

-Tenés razón. No te lo voy a decir, te lo voy a mostrar – Lo que estaba a punto de hacer no estaba para nada bien, pero la idea que se me había instalado en la cabeza era mucho más fuerte que yo. Me levanté y fui hasta el escritorio para buscar un marcador negro. Me senté en la cama al lado de Lucas y le quité las sábanas de encima.

-¿Qué vas a hacer con eso?

-Vos confiá en mí – Le agarré el pene por el glande, lo sostuve contra su abdomen, apoyé la punta del marcador destapado sobre sus testículos y empecé a dibujar un circulo.

-Jajaja, está frio, me hace cosquillas…

-Esperá y vas a ver – Subí el marcador trazando una línea por el tronco, que ahora estaba erecto, y enseguida volví a bajar hasta llegar al otro testículo – Listo, ahora mirate en el espejo.

- ¿Qué me hiciste? No entiendo – Lucas se miraba en el espejo, sobre el tronco de su pene y sus testículos le había dibujado un pene mucho más pequeño, de la mitad de su diámetro y apenas un poco más de un cuarto de su longitud.

- Eso que tenés ahí es la pija de mi marido. ¿Ahora entendés porque la tuya me llama tanto la atención?

Lucas se quedó mudo mirando la miniatura dibujada sobre su piel, ver la comparación así tan cruda me sorprendió un poco también y por un momento sentí pena por Sebas, la naturaleza era demasiado injusta con algunos hombres. Cuando saqué la vista de mi pequeña obra de arte me enfoqué en lo que había usado como lienzo: la pija de Lucas ahora me parecía más grande que nunca, y me acordé de lo que él me había contado sobre todo lo que tuvo que intentar para poder desvirgar a Gigi. Me pregunté si dejarme penetrar por eso no se sentiría para mí como una segunda perdida de la virginidad, pero enseguida me acordé de las indicaciones del ginecólogo y me fui a desahogar mi frustración con una ducha caliente. Cuando salí Lucas estaba parado frente al espejo mirándose la verga que seguía igual de dura que antes. Con un tono bastante frio le dije que tenía que vestirse y volver a su casa porque yo tenía que trabajar.

-Sos mala…

-¿Mala?, ¿Por qué?

-Mirá como me pusiste y ahora me querés echar.

-¿Me prometés que si te la chupo vas a acabar y después te vas?

-Con una condición.

-Epa, ahora con condiciones el mocoso, ¿A ver?

-Quiero que te la tragues toda como la otra vez – Con solo oír esas palabras sentí que algo en mí se transformaba. Era la primera vez que Lucas me pedía algo directamente, sin rodeos, sin preguntas.

-Uf, parece que alguien se está poniendo exigente, ¿con mi hija también sos así? – En realidad ya tenía una idea de las cosas que hacía con ella, pero quería oírlo de sus palabras.

-¿De verdad querés que hablemos de Gigi ahora?

-No veo por qué no, sigue siendo tu novia… - Ni siquiera yo podía creer el cinismo de mi respuesta.

-Bueno, si de verdad te interesa, tu hija me deja que le acabe en la boca y se la traga toda.

-Que golosa resultó mi nena… A ver, quiero que me vuelvas a pedir lo que querés que haga. No sabés como me excita que me pidas cosas – La verdad era que no estaba acostumbrada a hacer eso que Lucas me pedía y la última vez no me había resultado agradable atragantarme y ahogarme con su semen, pero me encantaba oírlo con tanta confianza, y después de lo que acababa de decirle hubiera sido feo negarme.

-Quiero que me la chupes y te tragues toda la leche…

Me arrodillé frente a la cama y me metí el glande en la boca de una sola vez. Quería que las cosas fueran rápidas porque en verdad tenía que sentarme en el ordenador a hacer cosas del trabajo, pero me llevó casi diez minutos hacerlo acabar: su verga llegaba hasta mi garganta y salía empapada de entre mis labios cada vez más rápido y con más fuerza. Ahora el sabor que sentía al chupársela era el de mis propios fluidos de la noche anterior, y la tinta del dibujo de la pija de mi marido se había borroneado con mi saliva. Las manos de Lucas empujaron mi cabeza y empezó a mover sutilmente sus caderas provocando pequeñas embestidas dentro de mi boca. Finalmente, cuando llegó al orgasmo, yo ya estaba preparada para lo que venía, le agarré la verga con las dos manos, me metí en la boca solo la cabeza y dejé que los chorros de semen bajaran directamente por mi garganta, era la primera en mi vida vez que tragaba así, intencionalmente, sin pensar en escupirlo, y lo sentía tibio y espeso bajando hasta mi estómago. A pesar de mi esfuerzo, la cantidad era tanta que algunas gotitas se filtraron por la comisura de mis labios y cayeron sobre mi panza. Cuando nos vestimos Lucas volvió a su casa, yo me quedé sola y trabajé durante el resto del día.

18 de Mayo de 2020 (veintidós semanas de embarazo)

Me levanté tarde, me salté el desayuno y hablé un rato con Sebas mientras preparaba el almuerzo: España, la cuarentena, la repatriación que no llegaba, y lo mismo de siempre. Después de comer me tiré a dormir una siesta pero terminé entretenida con el teléfono durante un rato largo y no dormí nada. Con Lucas no nos habíamos vuelto a ver pero cada tanto intercambiábamos mensajitos, la cosa no pasaba de alguna provocación suave, un recordatorio mío de cómo me fascinaba lo grande que la tenía o un halago de él a mis tetas, de las que decía ser el fan número uno, algo que a mí me hacía reir mucho. A las cuatro de la tarde Gigi llegó de lo del padre para quedarse unos días conmigo, y no tuvo que contarme que estaba menstruando, ni que le dolía la panza, ni que Lucas no iba a venir, porque él ya me lo había adelantado con un mensaje: “Pensé que hoy iba a ir para allá pero Gigi me pidió que lo dejemos para mañana porque le vino y está con un poco de dolor de panza”. Se pasó toda la tarde tirada en el sillón y recién se recuperó un poco para la hora de la cena: yo ya estaba sentada a la mesa pero ella dijo que subía a buscar un analgésico porque había tomado el último al mediodía. A los dos minutos la vi bajar por las escaleras con una pastilla en una mano, mi consolador gigante en la otra, y la mandíbula abierta en un gesto de incredulidad.

-Fui al cajón de tu mesita de luz a buscar un analgésico y mirá lo que me encontré…

-¡GIGI!, ¿Qué haces con eso? – Grité lo primero que me salió, me moría de vergüenza.

-No pasa nada ma, es lo más normal del mundo, ¿Desde cuándo tenés esto? – Increible, mi propia hija me tranquilizaba y me decía que era lo más normal del mundo tener un consolador en la mesita de luz.

- Lo encargué por internet después que Sebas se fue… Con esto del embarazo y las hormonas, bueno, necesitaba desquitarme con algo, el problema fue que vi la foto así nomás y no me di cuenta que era… extra large – Gigi había adherido la ventosa del consolador a la mesa y en medio de los platos y los vasos parecía un pimentero extravagante. Cada tanto golpeaba la parte de arriba con el dedo índice y la verga de silicona se balanceaba hacia un lado y hacia el otro.

-¿Esto te parece extra large? ¿De verdad? – No supe si se estaba haciendo la entendida o lo decía en serio, después de todo su único parámetro de comparación era la verga monstruosa de Lucas.

-Bueno nena, para lo que yo estoy acostumbrada te diría que esto es aún más que extra large…

-¿La de Sebas es mucho más chica?

-¿De verdad tengo que contarle esto a mi hija? – Las dos nos reimos pero Gigi siguió mirándome y esperando una respuesta, entonces yo levanté los índices de las manos y hice un gesto para marcar el tamaño minúsculo de mi marido. Ella puso cara de sorprendida y se tapó la boca para ocultar una risita - ¿Te parece gracioso?

-Perdón… es que a Sebas me lo imaginaba más… masculino…

-Un hombre no deja de ser masculino por tener el pito chico querida – Ahora era yo la que daba por sentado directamente que el pito de mi marido era chico.

-Si ma, supongo que tenés razón. Yo solo conozco la de mi novio, y Lucas… bueno… - Exhaló un suspiro largo y suspendió los ojos en el techo, obviamente yo no tenía otra opción que simular sorpresa y curiosidad.

-¿Qué tiene Lucas? ¿La tiene muy grande?

-Y… es más o menos igual que este consolador. La próxima vez prestale atención y vas a ver que tiene un bulto imposible de ocultar.

Me fui a dormir bastante confundida, por un momento llegué a pensar que mi hija sabía lo que yo había hecho con su novio y me provocaba a propósito con esos comentarios. Pero eso era imposible. Simplemente sucedía que Gigi tenía confianza conmigo porque sabía que yo era una madre abierta con la que podía hablar de cualquier cosa, incluso sobre el tamaño del pene de su novio. Todo lo demás eran bromas, me dije y me convencí.

19 de Mayo de 2020

A eso de las dos de la tarde llegó Lucas y se sentó con Gigi a ver una película en el comedor. Yo me fui a descansar a mi cama y cuando salí de mi habitación un par de horas después los chicos seguían frente al televisor. A medida que bajaba los últimos escalones me di cuenta que había bajado demasiado rápido, sentí un agotamiento intenso y tuve que sentarme en el sillón. Gigi me escuchó suspirar y me preguntó si habían vuelto las contracciones, pero enseguida le respondí que no, que simplemente estaba cansada y que la panza me estaba por explotar. Sin siquiera consultarme a mí Gigi le ordenó a Lucas que me diera un masaje como el de la otra vez, y en menos de un minuto ya tenía el vestido levantado y sus manos hirviendo sobre mi piel. Entonces sentí que algo se movía dentro de mí y dí un grito de alegría: la beba estaba pateando por primera vez. Emocionada, Gigi apagó la televisión y se acercó para tocarme la panza y sentir a su hermanita. Después de un rato de buscar al bebe con sus manos y su oreja apoyada junto a mi ombligo, puso la mano de Lucas sobre mi barriga para que sintiera él también las casi imperceptibles pataditas. Con la excusa de buscar los movimientos de la beba, la mano guiada por Gigi recorría mi panza en una caricia que la abarcaba completamente, y poco a poco bajó por mi vientre hasta que sentí los dedos rozar la parte de arriba de mi vagina a través de la tela finita y transparente de la bombacha. Gigi llevó la mano de su novio un poco más hacia abajo y luego la soltó. Nos quedamos los tres en silencio durante algunos segundos incómodos hasta que finalmente Lucas sacó la mano de entre mis piernas y yo me acomodé el vestido para que los chicos pudieran seguir con la película.

Esa noche, cuando ya estaba en mi cama a punto de dormir, oí que llamaron a la puerta, y apenas tuve tiempo de responder antes de que se abriera para dejar paso a Gigi, que estaba en bombacha y corpiño y arrastraba por el brazo a su novio en calzoncillos hacia adentro de mi habitación.

-¡Hija! ¿Pasó algo?

-No ma, pero… me acordé de lo mal que te sentías hoy y de lo bien que te hacen los masajes de Luqui, y lo convencí para que te hiciera uno antes de dormir. Estuve leyendo en internet y vi que para aliviar y prevenir las contracciones es bueno aplicar calor. Además, te va ayudar a dormir mejor y no sentirte tan pesada.

-N-no creo que… - Iba a decir que no me parecía necesario, pero mi hija estaba demasiado decidida. Además, ver a los dos adolescentes en ropa interior tomados de la mano frente a mí me había puesto un poco nerviosa.

-No es ninguna molestia, ¿No Lucas? A él le encanta darte esos  masajes. Bueno, yo voy a estar en mi cama viendo un capítulo de mi serie. Amor cuando termines te espero en la cama – Sin decir más, le guiñó un ojo a su novio, se retiró y cerró la puerta dejándonos solos.

Me quedé con Lucas sin saber qué hacer. Los dos estábamos en silencio y el seguía parado en el mismo lugar donde Gigi lo había abandonado. Sus calzoncillos ajustados tipo bóxer le marcaban tanto el bulto que hasta podía distinguir las venas a través de la tela de algodón. Yo todavía estaba en la cama, por debajo de las sábanas no llevaba nada puesto.

- ¿Podés explicarme de que se trata esto Lucas?

-Es que… estábamos en la cama con Gigi y de golpe me arrastró hasta acá. No sé qué le agarró…

-¿Vos no le habrás contado nada de que nosotros…?

-No, juro que no. Lo que pasa es que ella… bueno alguna vez fantaseamos con que vos y yo… teníamos sexo.

-Me querés decir que mi propia hija se calienta con la idea de que yo me acueste con su novio, entonces un día me lo tira en la pieza y espera que yo abra las piernas como si nada ¿Qué pretende?

-Perdón Laura… no fue mi intención… - Había bajado la cabeza y se tapaba la entrepierna con las dos manos.

-Esta bien Luqui, vos no tenés la culpa, vení – Di dos golpecitos en el colchón junto a mí para indicarle que se sentara, me incorporé en la cama y lo abracé contra mi pecho, su cara rozando mis pezones a través de las sábanas – Ustedes tienen que entender que esta para mi es una situación difícil, no es un juego. Me siento bastante sola. Yo sé que Gigi tiene buenas intenciones, y que es una chica muy abierta y moderna, pero esta no es una buena idea.

Se quedó en silencio recibiendo mi abrazo y me pasó una mano por la espalda. La sabana que separaba nuestros cuerpos se fue corriendo de a poco y cuando me quise dar cuenta los labios de Lucas me recorrían las tetas de lado a lado y se detenían en mis pezones para besarlos y lamerlos. Su cabeza fue bajando poco a poco por mi panza hasta colocarse entre mis piernas, me abrí los labios con dos dedos para dejar expuesta la humedad de mi vagina y sin dudarlo ni un segundo él se zambulló con su lengua adentro mío. Lucas me estuvo chupando la concha durante más de veinte minutos, sin decir una palabra, sin quejarse, sin sacar la cara de entre mis piernas. Yo gemía, me acariciaba el cuerpo y no podía dejar de pensar en la extraña idea de que el orgasmo que estaba a punto de tener era un regalo que me había traído mi hija. A pesar del temor a que Gigi estuviese escuchando al otro lado de mi puerta, tuve un orgasmo muy ruidoso mientras aferraba mis manos a la cabeza de Lucas, que después de eso me siguió dando besos y lamidas durante algunos minutos. Cuando terminó me miró con toda la cara cubierta por mis fluidos, me dio las buenas noches y volvió a la habitación de Gigi. Los escuche coger hasta las cinco de la mañana.

FIN DE LA QUINTA PARTE