Embarazada y tentada por un adolescente – Parte 4

Cinco meses de embarazo y mi marido sigue varado en España. Ya van dos veces que le hice sexo oral al novio de mi hija cuando ella no estaba, no puedo resistirme al tamaño de lo que lleva entre las piernas. Intento no pensar más en él pero cada vez que viene a dormir con Gigi me pongo muy nerviosa.

03 de Mayo de 2020 (veinte semanas de embarazo)

Con casi cinco meses de embarazo ya tenía una panza redonda y muy formada que parecía de nueve meses, o de mellizos. Mis pechos habían crecido un poco más y mis pezones estaban más hinchados y más oscuros. Había ido la semana anterior al ginecólogo y le conté que las contracciones seguían y que eran muy fuertes, me mandó a hacer unos estudios y me dijo que volviera a visitarlo en unos días, pero su cara de preocupación me dejó un poco asustada. Mientras tanto, ya no hablaba con Sebas todos los días porque no teníamos nada nuevo para contarnos, pero cada dos o tres días hacíamos una videoconferencia y yo le mostraba como crecía mi pancita. Él había superado la angustia y me decía que estaba bien en lo de su hermana mientras esperaba novedades del consulado, y que en el fondo lo único que le importaba era llegar a tiempo para ver nacer a nuestra hija. Gigi se había ido a la casa del padre a mediados de abril y recién había regresado dos días atrás, por lo tanto yo no había vuelto a ver a Lucas desde aquella última vez, algo que en el fondo era un alivio, porque últimamente había vuelto a perder el control y no sabía lo que podría pasar en caso de que volviera a quedarme a solas con él.

Cuando esa tarde Gigi vino a avisarme que Lucas venía para quedarse a dormir tuve que falsear una sonrisa de aprobación para ocultar los nervios. Por algún motivo, la idea de volver a verlo me producía una excitación que no podía evitar. Más tarde, mientras cenábamos los tres juntos, me sentía como una adolescente tímida que está frente al chico que le gusta pero no puede decírselo delante de nadie. Me avergoncé de mi misma. Cada vez que Gigi se levantaba a buscar algo tenía la sensación de que Lucas me miraba fijo, y para terminar con esa situación decidí que lo mejor era retirarme a mi habitación temprano. Casi me quedé dormida viendo una película en mi cama, y en un momento pude escuchar pasos en la escalera y la puerta de la habitación de Gigi que se cerraba. Pocos minutos después empezaron los gritos, pero esta vez no parecían de placer. Preocupada, agarré mi vaso y corrí a apoyarlo en la pared del vestidor para escuchar lo que sucedía.

- Bastaaaa, basta, por favor, ya te dije que no vamos a poder… - Mi hija lloraba y gemía muy afligida, por un momento pensé que Lucas la había agredido, pero eso era imposible.

-Amor por favor, ya estamos cerquita, te prometo que voy a tener mucho cuidado – El tono de Lucas era muy cariñoso, y de a poco empecé a hacerme una idea de lo que podía estar sucediendo entre ellos.

- Me venís diciendo eso cada vez que lo intentamos desde hace un mes, y nunca llegamos a nada.

-Ya lo sé hermosa, pero déjame probar de nuevo… por favor, te prometo que si te duele esta vez no lo hacemos más.

-Ufa, sos un pesado, está bien. Pero tenés que ponerme mucha más manteca y dilatarme más con los dedos.

-Claro que sí, ya te dije que por ese culito hago cualquier cosa.

Me quedé helada y con la boca abierta sin poder despegar la oreja del vaso ni el vaso de la pared. Mi hijita, mi chiquita que apenas había dejado de ser una niña estaba en la habitación de al lado luchando para meterse por el culo un pedazo de carne inmenso que ni siquiera a mí me habría entrado. En toda mi vida jamás me habían metido algo así de grande por atrás (y por adelante tampoco), aunque las veces en que había accedido a tener sexo anal se contaban con los dedos de una mano. Por un momento sentí la determinación de ir a golpearles la puerta para decirles que eso iba a ser imposible, que jamás iba a entrar, o al menos interrumpirlos con cualquier excusa y así salvar a mi hija. Entonces mi mente hizo una conexión y tuve que taparme la boca para no reírme fuerte cuando caí en la cuenta de lo de la manteca. Recordé todas las veces que había desaparecido a la noche y vuelto a aparecer en la heladera al día siguiente. Ahora se escuchaban gemidos de Gigi y algún quejido muy suave. Todo este tiempo Lucas había estado usando la manteca para lubricarle el culo a mi hija.

-Ahhh, ahhh… amor más despacio… ahhh – Ahora los gemidos eran de placer.

-Te estoy metiendo dos dedos hasta el fondo y entran super fácil, ¿sentís? – Lucas ponía el tono más amoroso posible para intentar convencerla, pero yo sabía que esa pija no le entraría ni aunque usara cinco dedos para dilatarla.

- Ufff, ayyy, ¿cómo no los voy a sentir?, me estas revolviendo toda por dentro…

-Me parece que ya estas lista, vamos a probar de nuevo, déjame que me ponga un poco de manteca yo también. – Pasaron varios segundos del silencio más absoluto y de a poco empecé a escuchar un quejido que fue aumentando el volumen hasta convertirse en un llanto.

-AAAYYYY, basta Lucas basta, esto no va más. ¿No te das cuenta que es imposible? ¿No ves que ni siquiera pudiste meterme la punta? Me vas a lastimar en serio, no hay forma de que me pueda entrar eso por el culo – Sentí pena por Gigi, que hablaba con la voz quebrada por el llanto y el dolor, pero tampoco podía responsabilizar a Lucas, él era un adolescente y no tenía la culpa de la verga monstruosa que le había tocado en suerte.

- Perdón amor… no quería lastimarte, pero vos sabes que a mi…

-Sí, ya lo sé, ya sé que tu fantasía sexual más fuerte es el sexo anal y etcétera etcétera – Ahora Gigi sonaba muy enojada – Pero yo te cumplí todas las fantasías siempre, te mostré las tetas en la escuela el día que nos conocimos, te la chupo todos los días cada vez que me lo pedís y me trago todo, me puse a tomar pastillas para que no tengas que usar preservativo, y a veces hasta te dejo que fantasees con que soy mi mama mientras cogemos, me parece que tengo derecho a decir que no a algo… - La enumeración me dejó shockeada, había tantas cosas de mi hija que no sabía, empezando por los anticonceptivos y siguiendo por… bueno, ya sabía de ese jueguito de ellos que me involucraba, pero escucharlo así de la boca de ella fue demasiado. Casi sin darme cuenta me estaba acariciando por encima del camisón.

- Tenés razón en todo amor, prometo no insistir más con esto, en serio.

-Está bien… en todo caso, lo siento mucho por tu fantasía, pero el sexo anal va a tener que esperar, a menos que quieras probarlo con otra – El tono de Gigi se había vuelto cariñoso y juguetón - Y ahora me vas a tener que recompensar por esto.

Después que mi hija terminó de hablar no se escucharon más voces, pero los gemiditos ahogados de ella me hicieron imaginar que él le estaría haciendo sexo oral, o algo similar. Yo ya no aguantaba más arrodillada en ese vestidor. Volví a mi cama, me acosté y me di cuenta que todo mi cuerpo hervía de calentura, y de algún lado se me ocurrió la idea loca de que esta vez mi consolador no iba a ser suficiente. Enseguida agarré mi ordenador portátil, lo abrí sobre mi panza y me puse a buscar videos en internet, algo que no había hecho en muchísimos años. Escribí en el buscador de un sitio pornográfico las palabras “Embarazada” y “Adolescente” y enseguida me aparecieron decenas de opciones. Abrí varios videos y miré un poco de cada uno hasta que uno me convenció: un jovencito de la edad de Lucas le sacaba la ropa a una mujer embarazada que tenía una panza enorme y luego le ponía la pija delante de la cara para que ella se la chupara. La pija del actor del video era bastante grande, y aunque no estaba ni cerca de ser tan grande como la de Lucas, tenía que conformarme con eso. Después de unos minutos la chica se puso de pie delante de él, se inclinó hacia adelante y él la penetró desde atrás por la vagina mientras le manoseaba la panza y las tetas. El chico la embestía cada vez con más fuerza y yo coloqué mi consolador con la ventosa adherida a la pared que está cerca de mi cama, me paré adelante y me incliné imitando a la mujer del video, acomodé la pantalla sobre mi almohada para poder ver bien y di un paso hacia atrás enterrándome la pija de silicona lentamente en la concha. En pocos segundos ya me estaba moviendo al mismo ritmo que los actores, y creo que hasta tuve un orgasmo al mismo tiempo que ella. Cuando apagué el ordenador y volví a la cama rendida por el esfuerzo me di cuenta de que no podía seguir así, habían pasado dos meses desde la última vez que había tenido sexo y mi cuerpo era un hormiguero. Si en los próximos días no había novedades del regreso de Sebas, tomaría una medida drástica.

06 de Mayo de 2020

Con Lucas y con Gigi ya éramos una especie de familia. Por tercera noche consecutiva el novio de mi hija se había quedado a dormir, y por tercera noche consecutiva me acalambré las piernas arrodillada en el vestidor escuchándolos coger para luego masturbarme en mi cama con mi consolador viendo videos porno de jovencitos y embarazadas. Más allá de eso, el día anterior Sebas me había dicho que estaban a punto de confirmarle el cupo en un vuelo de repatriación que saldría en una semana. La alegría por la posibilidad de su regreso y la calentura que arrastraba de los últimos días me animó a hacerle un pedido especial: quería tener sexo por videollamada con él. Lo calenté diciéndole que me moría de ganas de verlo desnudo y tocándose para mí, y que yo le iba a mostrar todo lo que él me pidiera, y él con un poco de frialdad me contestó que sí aunque con la condición de que él me avisaría cuando.

A eso de las cinco de la tarde Sebas me mandó un mensaje al celular que decía “Acá ya se fueron todos a dormir, ¿nos vemos?” y otro con un emoticón guiñando un ojo. Me encerré en mi habitación, me desnudé, encendí el ordenador, y en segundos ya estaba viéndome cara a cara con mi marido.

-Hola linda, te extraño mucho, no sabés las ganas que tengo de estar con vos .

-Hola amor… y yo ni te cuento, últimamente estoy caliente todo el tiempo, ojalá puedas venir en ese vuelo de la semana que viene, me muero de ganas de que vengas y me cojas, – Miré a la cámara con cara de traviesa y le tiré un besito para calentarlo .

-Te prometo que cuando llegue vamos a coger durante una semana sin parar.

-Mhhh, y para ir ganando tiempo, ¿Querés adelantarme un poquito por acá?

-Pero amor… estoy en la habitación de huéspedes, y me da un poco de miedo de que alguien golpee la puerta y…

-No seas tonto bebé, no va a entrar nadie, además, estoy segura de que vos también te morís de ganas de verme – Poco a poco me fui alejando de la cámara, que hasta el momento solo enfocaba mi cara, y me levante las tetas con las dos manos para mostrárselas.

-Las tenés divinas, están enormes… cuando pienso en lo lejos que estoy… – Por más que intentaba no lograba que Sebas se enganchara en mi jueguito, y sus palabras seguían tan frías como antes. De todas formas él nunca había sido demasiado entusiasta de mis tetas, rara vez las tocaba y cuando le hacía turcas siempre era por iniciativa mía. Tenía que buscar otra estrategia.

-Y también tengo otra cosita para mostrarte… - Me alejé más y me acosté en la cama dejando que la cámara me apunte entre las piernas abiertas. Ahora Sebas parecía un poco más entusiasmado, pero cuando vi mi propia imagen en la pantalla se me bajó toda la excitación: mi vagina se había convertido en un bosque peludo y espeso sin que me diera cuenta. Decidí intervenir antes de que Sebas dijera algo sobre el tema – Perdón amor, es que todos los locales de depilación están cerrados por la cuarentena.

-No me importa, estás increíble igual linda, a mí me excitas siempre de cualquier manera, ¿Te vas a tocar un poquito para mí? – Tenía que aceptar que Sebas había hecho un esfuerzo por remontar la situación, y eso me levantó un poco el ánimo.

-Voy a hacer todo lo que vos me pidas, ¿te gusta mi conchita hinchada por el embarazo? – Intenté correr el vello como pude y empecé a frotarme con los dedos.

-Me vuelve loco… quiero que te toques pensando en mí.

-Mhhh, ya lo estoy haciendo y me excita un montón, pero quiero que vos también te toques para mí amor.

-Me imagino que lo que querés es esto, ¿no? – Mi marido había cambiado el ángulo de su cámara y en la pantalla podía ver su pija que ya estaba erecta.

-Siiii amor, siiii, no sabes como la extraño todas las noches. Mhhhh.

Aunque la exclamación de placer me había salido bastante creíble, la realidad era que estaba decepcionada. Lo que veía en la pantalla no me excitaba ni un poco, y por más que intentaba simular placer, mis dedos refregando mis labios vaginales secos estaban empezando a molestarme. Después de tanto tiempo de no ver a Sebas me había olvidado de lo pequeño que era su pene, y todo lo hermoso que yo siempre decía que me parecía ahora se había desvanecido en una simple cuestión de tamaño. Por otro lado, era cierto que yo en mi vida tampoco había sido penetrada por pijas mucho más grandes que la de Sebas (la de mi exmarido era apenas unos centímetros más larga) y en realidad no sabía a ciencia cierta si un mayor tamaño me proporcionaría un mayor placer, pero después de haber jugueteado con el soberbio pedazo de verga que el novio de mi hija llevaba entre las piernas, ahora no podía evitar ver que mi marido portaba algo muy parecido al pito de un nene pequeño. Sebas siguió masturbando su miniatura en cámara y yo tuve que juntar saliva y disimular para llevármela con los dedos a la concha que a esa altura estaba totalmente seca. Por un momento pensé en Lucas para ver si eso me excitaba, pero cada vez que escuchaba los sonidos que venían del ordenador perdía la concentración, y aún con los ojos cerrados no podía borrar las imágenes de aquel pene diminuto. Después de un rato escuché unos pocos gemidos y vi que dos o tres chorros de semen cayeron sobre sus manos y su vientre, entonces subí el tono de mis suspiros y moví un poco mi pelvis para simular un orgasmo. No tenía recuerdos de haber simulado un orgasmo con Sebas, pero siempre hay una primera vez para todo.

Un minuto después ya estábamos los dos nuevamente cara a cara con nuestras cámaras. Sebas se puso muy serio y dijo que tenía que decirme algo importante: se había enterado esa misma tarde de que no iba a poder volver en el avión de la próxima semana, y del consulado le habían dicho que por el momento no había fecha para un nuevo vuelo de repatriación. Yo me enojé muchísimo y le grité que eso era lo primero que me tenía que haber contado, y que era un idiota por haberse pajeado frente a mi guardándose una noticia tan importante, pero en el fondo lo que me molestaba era otra cosa. Le corté la comunicación y por primera vez en muchos días sentí que tenía la libido por el piso y que el sexo era lo último que me importaba. Lamentablemente esa sensación no duraría más que unos minutos.

A eso de las ocho bajé para empezar a preparar la cena y lo que me encontré fue a los chicos besándose apasionadamente en el sillón del comedor. Como yo estaba descalza no me habrían escuchado bajar y aproveché para espiarlos un rato desde el rellano de la escalera. Gigi tenía puesta una falda cortita y estaba sentada en las piernas de Lucas con una mano dentro de su pantalón de jogging, él a su vez le hacía algo con sus dedos debajo de la falda y la besaba con pasión metiéndole casi toda la lengua en la boca. Los dos suspiraban rítmicamente y me pareció una pena no dejarlos terminar, así que los espié en silencio hasta que llegaron al clímax, luego esperé unos segundos y bajé los últimos escalones haciendo un poco de ruido con las plantas de los pies. Gigi salió corriendo a lavarse las manos en la bacha de la cocina y Lucas, sentado en el sillón, cruzado de piernas sin poder disimular el bulto y la enorme mancha húmeda que le había traspasado la tela del pantalón, me miraba con cara de susto mientras yo desde el último escalón le guiñaba un ojo y me pasaba la lengua por los labios. Después de cambiarse Lucas volvió a su casa, y esa misma noche, mientras me masturbaba, decidí que no podía esperar más para cogérmelo.

07 de Mayo de 2020

Me desperté muy temprano a la mañana y mi idea de la noche anterior seguía firme. Para demostrarme a mí misma mi determinación decidí que daría el primer paso inmediatamente después de salir de la cama. Busqué en el fondo del armario mi vieja maquinita para calentar cera, la preparé y la conecté en el baño. Mientras esperaba que la cera estuviera a temperatura me senté desnuda sobre la tapa del inodoro y me revisé la vagina peluda con un espejo de mano, ya que de otra forma hubiera sido imposible porque mis pechos y mi barriga se interponían en el camino. Me excité un poco mientras imaginaba las manos calientes de Lucas tocando mi vulva recién depilada, y pensé que así iba animarme a pedirle que me la recorriera con la lengua, estuve a punto de masturbarme pero decidí esperar. Además, la cera ya estaba lista. Intenté aplicármela con una mano mientras sostenía el espejo con la otra, pero después de unos minutos de luchar, quemarme y agotarme por la posición me di cuenta de que estaba encarando una tarea imposible. Mi panza me estorbaba y no me dejaba ver, y mis brazos cortos se cansaban por el esfuerzo. Frustrada y sin haber logrado nada, me puse un vestido y bajé a desayunar con la idea de probar nuevamente en un rato. Cuando Gigi se despertó me recordó que esa tarde tenía turno con el ginecólogo, que ella me acompañaría y después se iría a pasar unos días a lo de su padre.

-Me había olvidado por completo del turno de hoy, menos mal que me lo recordaste.

-No se adonde tenés la cabeza ma, después me decís a mí que soy olvidadiza.

-Sí, ya lo se. Encima con esto de la cuarentena no pude ir a depilarme y estoy super desprolija, me da una vergüenza…

-Uy, ¿Y porque no te depilás con cera?, ¿No tenías la maquinita?

-Sí, intenté hace un rato, pero me fue imposible, me cuesta bastante moverme para llegar.

-¿Y si yo te ayudo? Dale ma, porfa, estuve viendo unos tutoriales por internet y creo que lo puedo hacer bien. Dale, yo te depilo, ¿Sí?

Al principio dudé, pero después pensé que si no me daba pudor que lo hiciera la depiladora entonces podría dejar a mi propia hija. Le pedí que por favor trajera la maquina con la cera del baño de mi habitación y que buscara un par de guantes del botiquín de primeros auxilios. Pusimos una toalla sobre el sillón grande del comedor y en pocos minutos estaba abierta de piernas con Gigi sentada en una silla frente a mí aplicándome la cera caliente. No era la primera vez que mi hija me veía desnuda, así que la situación era bastante natural, aunque no recordaba haber estado tan expuesta frente a ella.

-Guau mami, tenés los labios super gruesos, siempre los tuviste así, ¿o se hincharon por el embarazo? – Por el lugar adonde apuntaban sus ojos claramente no se refería a los labios de mi boca.

-Bueno siempre los tuve un poco gruesos, pero ahora con el embarazo obviamente están mucho más grandes, todo está mucho más grande

-¿En serio?, ¿Qué otras cosas sentís que te cambiaron en el cuerpo?

-Bueno, me crecieron un montón los pechos, los pezones se oscurecieron, y me da la sensación de que estoy hinchada por todos lados, en un par de meses voy a estar horrible.

-¿Estás loca? Estás divina, un montón de hombres darían todo por estar con una mujer embarazada con un cuerpo como el tuyo – Hasta el momento era una conversación íntima normal entre madre e hija, y yo estaba tranquila porque Gigi se manejaba con la cera como una profesional, pero cuando dijo eso no pude evitar pensar que se refería específicamente Lucas.

-No seas tonta nena, además no necesito un montón de hombres, ya tengo el mío y bien lejos está.

-Y si ma, no sé cómo haces para aguantar ¿No es que con el embarazo las hormonas se revolucionan y una está excitada las veinticuatro horas del día? – Me estaba poniendo un poco incómoda, pero la culpa era mía, mi mente era la que estaba contaminada por la idea de cogerse al novio de mi hija y todo lo relacionaba con eso. Pensé una respuesta ambigua para ver si podía salir del tema.

-Bueno depende, a algunas mujeres les pasa, pero eso no siempre es así, a otras les pasa lo contrario y no piensan en sexo durante todo el embarazo.

-¿Y a vos te pasó eso?

-Bueno… no exactamente – Podía haber mentido y dicho que el sexo no se me pasaba por la cabeza, pero era una mentirosa muy mala, y Gigi me miró a los ojos y me arrancó una sonrisa cómplice que más que una sonrisa era una confesión.

-Ma a mi podés decirme la verdad, ¿Nunca fantaseaste con la idea de acostarte con otro hombre ahora que Sebas no está? – Debí haberme sonrojado mucho, porque Gigi sonrió satisfecha y siguió con su trabajo sin esperar una respuesta. Entonces me sentí la peor del mundo: mi propia hija me estaba depilando para que pudiera seducir a su novio. Tenía que salir de esa conversación a cualquier precio, pero salir de las situaciones incómodas no es mi especialidad.

-¿Qué es esa pregunta? ¿A vos se te cruza la idea de acostarte con otro que no sea Lucas?

-Bueno no es lo mismo, vos a Sebas no lo ves hace dos meses, yo a Lucas lo tengo acá conmigo cuando quiero, a veces hasta no sé cómo hacer para que me deje sola por un rato... cuando se pone pesado podría prestártelo a vos, y problema solucionado ¿no? – Las dos nos reímos con la ocurrencia, pero a mí me corrió un escalofrío por la espalda. No tenía muy en claro si Gigi entendía lo que en verdad implicaba ese chiste, o si por el contrario ella también jugueteaba con la idea de ver a su novio cogerse a su mamá, después de todo ya le había permitido ratonearse conmigo mientras tenían sexo.

Cuando Gigi terminó me puso un espejo de mano enfrente para que pudiera verme. Había hecho un trabajo perfecto y no me reconocí cuando me vi totalmente depilada con mis labios doblemente hinchados por el embarazo y por los tirones de la cera. Después de almorzar me fui a recostar un rato, me pasaba la mano entre las piernas fascinada por la suavidad de mi piel. Pronto olvidé la conversación con mi hija y empecé a pensar en Lucas. Habían pasado tres semanas desde que me había tragado su orgasmo y todavía me parecía que podía sentir su glande chocando contra mi garganta. La charla con mi hija en lugar de acobardarme me había dado más coraje. Agarré mi celular y busqué a Lucas en la agenda, por seguridad la había obligado a Gigi a pasarme su contacto cuando fue por primera vez a dormir a su casa. Le mandé un mensaje que decía “Hoy a la noche me gustaría que vengas a hacerme un masaje”. Ahora ya no había vuelta atrás, o eso pensaba yo.

FIN DE LA CUARTA PARTE