Embarazada y tentada por un adolescente – Parte 3

Me llamo Laura y tengo cuarenta años. Estoy embarazada de cuatro meses y mi marido sigue varado en España. El novio de mi hija vino a casa cuando ella no estaba y por accidente pude ver lo que tenía debajo de los pantalones. No me pude resistir y le cumplí la fantasía de pajearse entre mis tetas.

13 de Abril de 2020 (diecisiete semanas de embarazo)

Pasé varios días angustiada y con mucha culpa después de lo que había hecho con Lucas, pensaba en Sebas, que seguía varado en España y todavía me llamaba todos los días y me pedía fotos de la panza, y me sentía mal por él. Toda la excitación sexual que había sentido durante el mes anterior había disminuido y ahora hacía varios días que no me tocaba ni pensaba en sexo. Afortunadamente Lucas era muy maduro y había entendido la situación a la perfección, si bien él pasaba mucho tiempo en casa con Gigi, nunca habíamos vuelto a hablar de lo que había pasado, incluso las cosas entre nosotros estaban mucho menos tensas: ya no me miraba tanto, y conversaba con nosotras sobre cualquier tema cuando cenábamos. Esto me ayudó a dejar la situación atrás, después de todo, había sido apenas un jugueteo, y nada más.

Por otro lado, la semana anterior Gigi me había acompañado al ginecólogo a hacerme la ecografía y confirmamos que se trataba de una nena. Todo estaba muy bien, aunque le conté al doctor sobre las contracciones dolorosas y me dijo que estuviera atenta por si se repetían. Sebas se alegró muchísimo al enterarse de la noticia, y Gigi le mandó un montón de fotos de la ecografía. Esa misma noche Gigi se mudó a mi casa de nuevo después de pasar unos días en lo de su papá, y junto con ella llegó Lucas. Ya casi no iban a la casa de él, y Gigi me decía que en mi casa estaban más cómodos porque solo estaba yo y a mí no tenían que darme explicaciones de nada, y en cambio Lucas vivía con sus padres, su abuela y dos hermanos menores. Yo aprovechaba para negociar las autorizaciones a cambio de que ella hiciera las tareas de la casa y las compras, y al final del día todos estábamos contentos. A decir verdad, la presencia de Lucas en la casa me empezaba a resultar agradable.

Después de cenar con los chicos me fui a mi habitación porque estaba muy cansada, pero a eso de la una me desperté escuchando que Gigi gritaba y gemía, me imaginé lo que pasaba, pero me llamó la atención que los gritos esta vez eran tan fuertes que se oían desde mi cama. Yo tenía tanto sueño que a pesar del ruido me volví a quedar dormida.

14 de Abril de 2020

Como me había acostado temprano, me levanté bastante temprano y, contenta por la presencia de los chicos, decidí sorprenderlos y prepararles una torta para el desayuno. Busqué en internet una receta que siempre usaba pero cuando abrí la heladera me di cuenta de que no había manteca. Estuve un momento con la heladera abierta buscando por todos lados, estaba completamente segura que el día anterior había comprado un pan de manteca en el supermercado, pero estaría volviéndome loca porque ahora no estaba. Finalmente terminé cambiando de receta y preparé una torta que no llevaba manteca. Cuando Gigi y Lucas bajaron a desayunar la torta estaba a punto de salir del horno y se sentía el aroma por toda la casa. Desayunamos los tres de muy buen humor, y cuando me levanté a sacar los platos terminé sentada en el piso. Otra vez las contracciones. Gigi y Lucas me llevaron como pudieron y me acostaron en el sillón grande del comedor mientras yo lloraba de dolor. Mi hija parecía más asustada que yo, y como pude le dije que era algo normal, que me ayudara a levantarme la ropa. Lucas miraba desde unos pasos más atrás como Gigi me llevaba el vestido hasta la altura del pecho y me dejaba con la panza al aire y en bombacha. Empecé a masajearme el vientre despacio con las dos manos y a respirar profundo para ver si me aliviaba, pero las contracciones no paraban. Lucas seguía inmóvil en la misma posición pero noté que me miraba fijamente como pidiéndome autorización para algo, y entonces entendí y asentí disimuladamente con la cabeza.

-Gigi, si me dejan puedo probar algo que aprendí una vez… hay que aplicar calor - A pesar de estar muerta de dolor, me fascinó la inteligencia de Lucas para simular toda la situación y no dejar en evidencia que ya habíamos hecho eso antes.

-Si amor, pero ¿Cómo? Si sigue así vamos a tener que llamar a un médico… – Lucas ya estaba frotándose las manos con fuerza

-Tranquila, vas a ver que esto va a funcionar – Quizás mi cuerpo ya estaba condicionado por la vez anterior, pero fue increíble el alivio instantáneo que sentí cuando las dos manos fuertes y calientes se deslizaron por mi vientre. Después de repetir un par de veces el proceso, Gigi miraba a su novio con incredulidad pero lo dejaba hacer.

-¿Mami te sentís mejor?

-Sí, tu novio es un genio, tendría que ser masajista - Lucas mantenía las dos manos sobre mi panza y las movía en círculos. A diferencia de la vez anterior, mi panza estaba algo más grande, y mi piel era muchísimo más sensible a los masajes – Chicos ahora que estoy mejor creo que me voy a recostar un rato, avísenme a la hora de almorzar.

Me saqué el vestido, me tiré en la cama y me di cuenta que tenía la vagina húmeda. Aunque no quería reconocerlo, me había excitado con los masajes en mi panza y ahora me volvía a la mente la pija de Lucas y mis tetas cubiertas por su semen. Me acomodé los dedos para masturbarme, pero enseguida cambié de idea. Pretendía creer que podía controlarme a mí misma, y por una vez lo había logrado. Me quedé dormida.

Más tarde ese día, Gigi me dijo que Lucas iba a quedarse una noche más, y que después de lo que había hecho por mí no podía negarme. No me quedó otra opción que aceptar. En la cocina, abrí la heladera para buscar un vaso de agua y ahí estaba la manteca, solo que no estaba entera, alguien la había abierto y usado una parte. Realmente me está fallando la cabeza, pensé. A la noche desde la cama volví a escuchar los gritos de Gigi, pero últimamente me acostaba cada vez más cansada, y otra vez no les di importancia.

15 de Abril de 2020

Me levanté excitada. Había soñado algo relacionado con Lucas pero no recordaba qué. Pensé en masturbarme antes de bajar a desayunar pero lo descarté enseguida. Cuando abrí la heladera en la cocina vi otra vez que la manteca no estaba, ese asunto me estaba empezando a poner nerviosa. Desayuné y me puse a ver televisión hasta que los chicos bajaron, y le recordé a mi hija que había prometido que iría a hacer las compras al levantarse. Gigi protestó un poco y Lucas la convenció diciéndole que esperaría a su regreso para saludarla antes de volver a su casa. Por el Covid-19 los supermercados solo dejaban entrar a un número de compradores limitados y sin acompañante, y por lo general hacer las filas para ingresar podía llevar un buen rato.

Gigi acababa de salir y era la primera vez que me quedaba a solas con Lucas desde… bueno, desde aquella vez. Me senté en el sillón grande mientras contestaba unos mensajes en el celular, Lucas se había ofrecido a lavar las cosas del desayuno, y unos minutos después, cuando salió de la cocina, se paró junto al sillón de Sebas.

-Laura, ¿te molesta si me siento acá? – Algo en el tono de la pregunta me incomodó, pero no podía juzgarlo, la pregunta era la más inocente del mundo, y en todo caso era yo la que tenía una fijación con ese sillón.

-No Luqui, claro que no me molesta – Me di cuenta de que le había vuelto a decir Luqui, y la única vez que había hecho eso estaba parada frente a él, en tetas y con toda su acabada sobre mí. Me prometí no volver a llamarlo así.

-Me acaba de mandar un mensaje Gigi, dice que en el super hay mucha fila y que tiene para más de dos horas.

-Uy que mal… bueno, si la vas a esperar ponete cómodo. Contame, ¿cómo te estas llevando con mi hija?

-La verdad es que nos llevamos muy bien, nos encanta estar juntos, creo que estamos muy contentos los dos y… bueno, es mi primera novia de verdad…

-Que lindo lo que decís. Cuando decís de verdad te referís a que…

-Sí, claro. Perdimos la virginidad juntos – Me imaginaba a Lucas con algo más experiencia sexual, pero por momentos me olvidaba que todavía ni siquiera era un adulto.

-Wow, que romántico. No te rías, de verdad me parece romántico, debe haber sido un momento muy lindo, ¿no?

-Bueno, la verdad es que no. Para ella fue muy doloroso, y tuvimos que intentar muchísimas veces hasta que… hasta que entró – A esa altura de la conversación yo esperaba que ya se hubiera inhibido un poco, pero ahora Lucas me hablaba con soltura y confianza de cómo había desvirgado a mi hija. Una vez más volví a meterme sin querer (o queriendo) en ese jueguito que siempre termina mal.

- Es que, yo no sé si vos sos consciente, pero tenés ahí abajo algo que no tiene cualquiera – Cuando dije ahí abajo le apunté con los ojos al bulto en sus pantalones – y aunque eso te va a traer muchos placeres en la vida, también trae responsabilidades. Si no sos cuidadoso podrías hacerle daño, porque… ¿Sabés que es muy poco común tenerla así de grande, no?

-Si… en realidad es la primera vez que una mujer me lo dice, pero me fui dando cuenta, viendo videos… o comparándola con la de mis compañeros. Bueno, en el vestuario del colegio me vieron una vez y desde ahí me quedó el apodo de anaconda – Los dos nos reímos mucho con el comentario, pero yo inmediatamente me puse seria.

-Te voy a confesar algo – dije – a veces, especialmente las últimas dos noches, escucho desde mi pieza como la haces gritar y gemir a mi hija – Por un instante Lucas se puso tenso y se incorporó en el sillón – Esperá, no te preocupes, no me molesta el ruido, y quiero que lo sigan haciendo. Hagan de cuenta que están solos en la casa. Pero solo te pido que tengas mucho cuidado porque ella es chica y frágil.

-Jeje, es que Gigi a veces, bueno, hace bastante escandalo ¿no? – Ahora había recuperado la compostura y hasta se reía, pero también se había sonrojado un poco, no había señales de los nervios de conversaciones anteriores.

- Mhhh, entiendo… Y vos, ¿no hacés nada de escándalo? – Sin darme cuenta me había puesto de costado en el sillón con las piernas casi cruzadas y mi pecho apuntando hacia él, y lo miraba mordiéndome suavemente el labio inferior.

- A veces sí… pero bueno, vos te perdiste la oportunidad de comprobarlo porque estabas hablando por teléfono y había que hacer silencio – Obviamente la respuesta me dejó muda, ahora era él quien me redoblaba el juego, y todo el autocontrol que me había prometido se iba por la borda mientras sentía un calor intenso que me subía por las piernas.

-Y si volviésemos a repetirlo… ¿Entonces sí gemirías mucho?

-Sí, te prometo.

-Bueno, pero esta vez va a ser diferente. Porque voy a querer que me devuelvas el favor.

Dicho esto, me puse de pie y solté los breteles del vestido para dejarlo caer al piso, y me acordé de que esa mañana había decidido no usar bombacha. Los ojos de Lucas, por una vez, no fueron directo a mis pechos, y en cambio me miraba la concha como si fuera un tesoro imposible. Me dio un poco de vergüenza porque a esta altura ya tenía un arbustito pequeño, y a mí me gustaba tenerla toda depilada (y obviamente a Sebas también), de todas formas mis piernas estaban impecables porque ahí tenía hecha la depilación definitiva. Todo eso a Lucas no parecía importarle demasiado, y esta vez por iniciativa propia se desabrochó el pantalón y liberó su pija, que tardó apenas unos segundos en quedar completamente erecta. Me arrodille frente a él, en ese que ya era mi lugar favorito, y se puso a gemir al instante en que mi boca hizo contacto con sus huevos.

A medida que fui subiendo la lengua por el tronco sentí un sabor muy fuerte, entre ácido y dulzón, que me resultaba familiar, y no tardé en entender de qué se trataba. Era el mismo gusto que había sentido al lamer mi consolador días atrás, y no necesitaba un análisis químico para darme cuenta de que la pija de Lucas estaba cubierta por los fluidos secos de mi hija. Mi primera reacción fue de asco y enojo, me detuve por un momento y pensé en decirle que lo que había hecho era muy desagradable, pero eso lo avergonzaría tanto que seguramente hubiera arruinado las cosas definitivamente y hasta era probable que no quisiera volver a pisar mi casa. Además, él no tenía la culpa: de haber previsto que íbamos a terminar así, probablemente se habría duchado. Ya era demasiado tarde para volver atrás, así que preferí hacerme la tonta y tratar de sacar adelante la situación lo mejor posible y sin hacerlo sentir mal. Volví a lamerlo, pero ahora no podía sacarme la idea de que estaba limpiando con mi lengua los jugos que habían salido de la vagina de mi nena la noche anterior. Durante un buen rato seguí pasándole la lengua por la verga, que ahora se había vuelto muy pegajosa por la mezcla de mi saliva con los fluidos secos de Gigi.

Los gemidos de Lucas me excitaban y lamía cada vez con más ganas, pero esta vez yo también quería disfrutar, así que mientras le sostenía la base de la verga con una mano, empecé a acariciarme el clítoris y a esparcir con dos dedos toda mi humedad. Abrí la boca bien grande y, a diferencia de la vez anterior, pude tragármela hasta la garganta con mucha más facilidad. Después de unos minutos sin sacármela de la boca yo ya no podía más, estaba toda despeinada y una cantidad impresionante de baba me chorreaba por la barbilla, el cuello y las tetas. Entonces lo solté y me fui a acostar con las piernas abiertas al sillón grande.

-Vení Luqui – No solamente estaba rompiendo con lo de no llamarlo así, que me había prometido hacía apenas unos minutos, sino que también estaba traspasando otra barrera que me había propuesto no pasar – Quiero que me hagas un masaje como el de antes, pero un poco más abajo.

-¿Y qué vamos a hacer con esto? – Lucas se había sacado la remera y señalaba su pija totalmente dura y empapada con mi saliva, verlo así me excito muchísimo, pero el pendejo se había vuelto un descarado, así que iba a tener que ponerle límites.

-¿Te pareció poco lo de recién? Lamento decirte que esto es lo más lejos que vamos a llegar, ni siquiera hace falta que te explique por qué. Pero si tu masaje es bueno voy a pensar en chupártela un poquito más - Lucas se acercó, se arrodilló a la altura de mi cintura y empezó a frotarse las manos. Después de unos segundos las apoyó sobre mi vientre y bajó lentamente por mis caderas y mis muslos sin ni siquiera rozarme la vagina.

-Tenés una piel perfecta como la de tu hija – Me quedé pensando que no sabía si el hecho de que mencionara a Gigi en un momento así me enfriaba o me excitaba todavía más, pero de todas formas el piropo me resultó halagador.

- Mhhh gracias, tus manos son increíbles, quiero que me toques la concha… - Con mi mano izquierda abrí mis labios vaginales hinchados por el embarazo y con la derecha tomé su muñeca y dirigí su mano hacia la zona de mi clítoris, estaba empapada.

A partir de ese momento cerré los ojos y me dediqué a masajearme los pezones mientras Lucas me exploraba la vagina. Al principio parecía un poco perdido, y yo no podía ayudarlo demasiado, porque con mi barriga de por medio ni siquiera veía lo que pasaba ahí abajo, pero enseguida encontró el ritmo y se defendió bastante bien: mientras me acariciaba con el dedo gordo de una mano me penetraba con dos dedos de la otra, los metía hasta el fondo, los hacía girar y los volvía a sacar. Yo tenía la vulva tan mojada y dilatada por el embarazo que estuve a punto de decirle que podía probar con más dedos, pero preferí dejarlo así, ya estaba suficientemente excitada como para agregar más. Entonces mire a un costado y vi a Lucas desnudo con sus brazos y torso musculosos y su carita de ángel, con sus dos manos jugando entre mis piernas y concentrado como si fuese un niño con un juguete nuevo, esa visión me mató y, mientras le gritaba que no dejara de hacer lo que estaba haciendo, exploté en un orgasmo que hizo temblar las paredes.

Cuando me recuperé le pedí que se moviera un poquito hasta que quedó arrodillado a la altura de mi cara. Su verga seguía igual de dura que antes y todavía estaba mojada, así que se deslizó fácilmente entre mis labios, levante un brazo para acariciarle los huevos y la base de la pija mientras se la chupaba, y él empezó a manosearme las tetas, al principio con mucho cuidado, pero a medida que se excitaba me las apretaba más fuerte y me pellizcaba los pezones. Ya hacía mucho tiempo que Sebas no jugaba así con mis tetas, quizás para él habían dejado de ser una novedad, y entonces me di cuenta de que las tenía muchísimo más sensibles y esos pellizcos me estaban volviendo loca. Lucas gemía como un condenado y entre los gemidos tuvo la cortesía de avisarme que estaba por acabar. Saqué la verga de mi boca y me di cuenta de que si eyaculaba como la última vez, dejaríamos el sillón y la alfombra hechos un enchastre, y tuve miedo de no llegar a limpiar antes de que Gigi volviera de hacer las compras, o de que ella notase el sillón mojado y preguntara que había sucedido, o que al limpiar se me pasara por alto una gota de semen en algún rincón, o que el tapizado quedara impregnado con algún olor. Todo eso pasó por mi cabeza en apenas una fracción de segundo, y entonces la urgencia me obligó a hacer algo que jamás hacía con mi marido. Volví a meterme la cabeza de la pija en la boca justo a tiempo para recibir el primer chorro de semen sobre mi lengua, al principio fui ingenua y pensé que podría conservarlo para escupirlo después en el baño y no tener que tragarlo, pero después de varios disparos ya tenía la boca completamente llena, y para empeorar la situación, un espasmo hizo que Lucas, involuntariamente, me empujara su pija varios centímetros hacia adentro haciéndome tragar una parte y atragantándome con el resto. Ahogada, me senté tosiendo y chorreando leche sobre mis tetas y mi panza, hasta me dio la sensación de que me había salido un poco por la nariz. Me vi en el reflejo de la televisión apagada, estaba hecha un desastre, pero al menos el sillón y la alfombra se habían salvado. Le dije a Lucas que se vistiera y me fui a mi habitación para darme una ducha y lavarme los dientes, pero eso no sirvió para quitarme del paladar el sabor del sexo de mi hija mezclado con el del semen de su novio.

FIN DE LA TERCERA PARTE