Embarazada y tentada por un adolescente – Parte 2

Me llamo Laura y tengo cuarenta años. Estoy embarazada de tres meses, y por el Covid-19 mi marido está varado en España. Mi hija a veces trae a su novio a dormir a casa, y por un olvido él vino una noche en que ella estaba en lo de su padre. Por accidente pude ver lo que tenía bajo los pantalones.

02 de Abril de 2020

Me desperté temprano con una sensación extraña, enseguida vi sobre la cama el consolador gigante cubierto por mis jugos secos y recordé la escena de la noche anterior. Me había propasado un poco al tocar así al novio de mi hija, pero no me pareció que a él le hubiera molestado demasiado. Me puse de pie y abrí el vestidor para buscar qué ponerme, normalmente me hubiera puesto un short cortito de algodón y una remera blanca cómoda y estirada, pero con Lucas dando vueltas por la casa no podía vestirme así. Mi cuerpo se había hinchado tanto que todos mis sostenes me quedaban chicos y, sin sostén, casi todas mis remeras transparentaban mis pezones, que en las últimas semanas se estaban volviendo oscuros y grandes. Por un instante pensé en darle el gusto a Lucas y ponerme una remera blanca de tela finita, pero después recordé que Gigi podía llegar en cualquier momento. Finalmente terminé sacando del fondo del armario un vestido strapless sin hombros que nunca había usado porque me quedaba enorme y se me caía. Descubrí que ahora la tela del vestido me marcaba la pancita de una forma bastante sexy, y la parte de arriba se sostenía sola contra mis pechos, que habían subido un par de talles en muy poco tiempo. Si de por sí ya los tenía muy grandes, con ese vestido daba la sensación de que eran aún más grandes y que en cualquier momento saltarían hacia afuera.

Bajé a la cocina a prepararme el desayuno y miré el noticiero casi durante una hora. Gigi me mandó un mensaje de texto diciéndome que llegaría a las dos de la tarde, que por favor le avisara a Lucas. Escuché pasos en el piso de arriba y por los ruidos supuse que el chico se estaba dando una ducha. Cuando por fin bajó las escaleras se quedó petrificado al verme sentada a la mesa de la cocina: al parecer mi vestido había causado la impresión esperada, pero eso no era todo, por algún motivo Lucas todavía llevaba el short deportivo que usaba para dormir. No pude entender si era una cuestión de exceso de confianza o si con eso estaba intentando darme algún mensaje, pero de cualquier forma no quité la vista del bamboleo de su pene fláccido bajo la tela de algodón mientras caminaba hacia la mesa.

-Buen día Laura – Dijo Lucas.

-Buen día, sentate. Te preparé unas tostadas. ¿Tomás café con leche?

-Sí, muchas gracias – Durante algunos minutos comió y tomó su café mientras miraba la tele conmigo y comentábamos algunas cosas sobre la continuidad de la cuarentena. Era como si lo de la noche anterior no hubiera sucedido, y en algún punto de mi inconsciente eso me habrá molestado. Una vez más no pude evitar meter la pata.

- Lucas, no sé cómo decirte esto… pero la verdad es que yo… ayer… bueno ya sabés, fue un accidente, no era mi intención sacarte… eso… y después, bueno… perdón… Más allá de todo, te quiero agradecer, porque lo que hiciste para aliviarme el dolor de las contracciones fue mágico.

-De nada… - Se quedó callado unos segundos y luego siguió hablando - Yo también te quería pedir disculpas, la verdad es que… me puse así y no pude evitarlo.

-No Lucas, vos no tenés que pedir disculpas por nada, yo fui la que estuvo fuera de lugar, y ahora no hablemos más del tema, ¿sí? – Nos quedamos los dos en silencio mientras Lucas se terminó su café con leche. Yo pensaba que dentro de todo había sabido controlar la situación y ponerle paños fríos, pero entonces Lucas volvió a hablar y esta vez fue sin filtros.

-¿Puedo hacerte una pregunta?... ¿Te masturbás con ese consolador porque extrañás a tu marido? – La pregunta me cayó como una tonelada de roca en la cabeza, pero la inocencia de Lucas para preguntar y su carita que apuntaba todo el tiempo a mis tetas me obligaron a ensayar una respuesta.

- Bueno… mirá, eso es algo bastante privado. Pero ya que lo viste, sería tonto negarlo. Así que sí. La respuesta es sí.

-Entiendo, y… cuando lo haces, ¿Pensás en él? – Ahora el mocoso me preguntaba con un tono casi infantil, como si el sexo fuese para él un lenguaje desconocido, como si pocos días antes no le hubiese cogido las tetas a mi hija pensando en mí. Hubiera podido dar por terminada la charla diciéndole que sí, que pienso en él, pero esa inocencia impostada me molestó un poco, así que decidí darle vuelta la pregunta.

-A veces sí y a veces no. Dentro de nuestra cabeza somos libres de pensar en quien queramos, ¿No te parece? Contame, ¿Vos nunca pensaste en otra chica mientras tenías sexo con Gigi?

-Bueno… puede ser… es… - Lucas volvió a quedarse sin palabras, y yo terminé por mostrar todas mis cartas.

- Nene – Cuando dije la palabra nene apoyé los codos en la mesa, me incliné hacia adelante y el vestido se me fue un poco para abajo acentuándome el escote – Por algo yo tengo varios años más que vos, ¿No?, o te creés que no noto como me mirás las tetas cada vez que venís – Me incliné más hacia adelante y mis pezones empezaron a asomarse por la parte de arriba del vestido. Lucas intentó hablar pero no lo dejé – O creés que no me doy cuenta de que bajaste a desayunar con ese shortcito para seguir paseando esa pija gigante delante de mi cara – Ahora sí me había excedido, y la cosa no parecía tener vuelta atrás. Lucas había levantado la cabeza y me miraba a los ojos en silencio, incliné mi cuerpo un poco más hasta que el borde del vestido cedió y mis tetas saltaron hacia afuera - ¿Esto es lo que querés ver?

-S-si… pero… - Sus ojos habían vuelto a mirarme el pecho, y su boca abierta y sus mejillas rojas delataban que no podía creer lo que estaba pasando.

-Levantate, quiero que te sientes en ese sillón y te quedes en silencio un rato – Dije.

Mi tono de voz se había vuelto autoritario, como de una profesora. No hizo falta decir más, Lucas se sentó en el sillón de mi marido y apoyó las manos sobre sus rodillas como quien no sabe qué hacer con ellas. Yo caminé despacio desde la cocina hasta el comedor con mis tetas por fuera del vestido, bamboleándolas a propósito para obligarlo a seguirlas con la mirada, y finalmente me arrodillé en la alfombra frente a él, tiré del elástico del short igual que como lo había hecho por accidente la noche anterior, pero esta vez me encontré con un pene fláccido que descansaba sobre la pierna izquierda de Lucas. Imaginé que a esa altura ya estaría tan duro como ayer, pero por otro lado, entendí que lo había puesto un poco nervioso con todo lo que le había dicho. Levanté la verga suavemente y la miré por todos los costados, era pesada, muy pesada, y ni siquiera así, muertita, me entraba en las palmas de las dos manos. Se sentía como levantar una serpiente dormida que podía despertar en cualquier momento. Deslicé un dedo por su uretra y lo fui bajando hasta sus testículos y de a poco pude notar como se levantaba. Lucas se había relajado un poco y me miraba en silencio desde arriba, con sus manos aferradas a los apoyabrazos del sillón.

Levanté las tetas con las dos manos y las apoyé alrededor de la pija que ya estaba cerca de su tamaño máximo, lentamente comencé a moverme hacía arriba y hacia abajo. Me había prometido a mí misma que las cosas no pasarían de eso, de una buena turca para cumplirle la fantasía al nene, pero la fricción de su glande seco contra mi piel no se sentía agradable, y entendí que había un paso que no se podía saltear, ¿a quién quería engañar?

-La voy a tener que humedecer un poco para que se deslice mejor – Dije como si se tratara de un arreglo de un coche en un taller mecánico.

-Lo que vos digas Laura – La voz de Lucas ya se oía más firme y relajada, al parecer el pendejo estaba entrando en confianza.

-Salvo que no quieras cogerme las tetas… en ese caso mejor las guardo y hacemos de cuenta que no pasó nada – Redoblarle la apuesta me encantaba, no iba a parar hasta hacerlo confesar que se había pajeado pensando en mí.

-NO, claro que quiero, tenés razón, si… hay que humedecerla, si querés podemos usar alguna crema tuya…

La respuesta me enterneció, y arrodillada como estaba levanté el cuello hasta encontrar sus ojos, puse mi mejor cara de puta y me mordí el labio inferior, le sostuve la pija hacia arriba, junté saliva y se la esparcí con un lengüetazo muy lento que arrancó en la base de sus huevos y terminó en la cabeza con mi lengua jugueteando en el agujerito. Volví a repetir lo mismo tres o cuatro veces hasta que pude resbalar con facilidad, entonces le apoyé una mano en su abdomen y lo empuje un poco hacia atrás, abrí mi boca por completo y empecé a meterme el glande poco a poco. A medida que me entraba ese monstruo en la boca intentaba lubricarlo con la lengua y los labios, pero no era tan fácil como con el consolador, si bien era del mismo tamaño exacto, la pija de Lucas era mucho más dura, y si no tenía cuidado podía rasparlo con los dientes. Tuve que prácticamente dislocar la mandíbula para poder metérmela hasta el fondo, y al final sentía como su cabeza chocaba contra mi campanilla, se hundía en mi garganta y me obligaba a reprimir las arcadas. Con mi mentón casi apoyado sobre sus huevos y mis labios rodeando la base, levante un poco la mirada para ver la cara de placer de Lucas y casi tuve un orgasmo sin siquiera tocarme. Me quedé todo el tiempo que pude con ese brutal pedazo de carne en la boca y me di cuenta de que comerme esa pija era lo que internamente deseaba desde que la había visto la noche anterior, pero al contrario del efecto relajante que me generaba hacer esto con Sebas, ahora estaba frenética y ansiosa, sentía que quería tragármela entera, y tenía que reprimir las ganas de tocarme para evitar que las cosas pasaran a mayores. Después de todo, había puesto un límite y ya lo estaba rompiendo.

Cuando por fin libere a mi mandíbula de aquella tortura placentera, la verga emergió de mi boca completamente viscosa, cubierta por capas y capas de saliva tan resbaladiza como el aceite. Era el momento ideal para hacer lo que en realidad íbamos a hacer originalmente. Lucas se había tomado en serio mi orden de guardar silencio, pero ahora se había llevado las manos atrás de la nuca y sonreía con los ojos entrecerrados y un gesto triunfal. Volví a tomar con las dos manos mis tetas y esta vez las usé para envolverle la pija por completo. Las apretaba hacia adentro con las palmas para dar una sensación de estrechez, y al mismo tiempo subía y bajaba mi cuerpo lentamente para que todo el miembro resbalara contra el canal de mi pecho. La saliva había hecho su efecto y nuestras pieles se deslizaban entre sí suaves como la seda. Aumente un poco la velocidad y el rango de movimiento y me encontré con algo que, a pesar de todas las veces que había hecho esto con mi marido, jamás me había sucedido: cuando mi cuerpo bajaba hasta abajo, la cabeza de la pija quedaba tan alta que chocaba contra mi barbilla, obligándome a echar el cuello hacia atrás y viéndola pasar por delante de mi cara. Primero saqué la lengua para intentar alcanzarla, pero después de acomodarme un poco logré metérmela en la boca: era la primera vez en mi vida que un hombre me cogía las tetas mientras al mismo tiempo yo llegaba a chuparle la pija.

Lucas empezó a gemir, y yo podía sentir como su uretra palpitaba sobre mi lengua cada vez que subía hasta mi cara. Mientras subía y bajaba cada vez más rápido mis tetas chocaban con fuerza contra sus muslos haciendo un PLAF, PLAF, PLAF que llenaba todo el comedor. Pero una vibración seguida de un ruido familiar me detuvo en seco: en el bolsillo de mi vestido estaba sonando mi teléfono celular. Eran las once de la mañana en Argentina y las cuatro de la tarde en España. Pude haber ignorado la llamada diaria de Sebas, o pude haberle pedido a Lucas que me esperara ahí mientras me iba a hablar a mi habitación, pero eso no fue lo que me salió hacer.

-Es Sebas – dije – si me prometés que te quedás muuuuy calladito, yo te prometo que cuando termine de hablar con él vamos a terminar con esto, pero no podés hacer ni un ruido, ¿de acuerdo? – Lucas parecía un poco asustado y eso me resultaba bastante divertido, pero aun así asintió con la cabeza, y yo saqué el celular de mi bolsillo mientras seguía arrodillada con su verga prisionera entre mis tetas. Atendí.

-Hola hermosa, ¿Cómo va todo por allá?

-Muy bien amor, me levanté bastante tarde, y recién ahora estoy desayunando – Mientras decía eso, agarré la pija de Lucas con mi mano libre, levanté a cabeza y le guiñé un ojo.

-Jeje, bueno, aprovechá que estás en casa. Que envidia, me encantaría estar ahí desayunando con vos… pero acá las cosas siguen igual, ayer llamé de vuelta al consulado y me dijeron que no hay novedades – Las llamadas de Sebas se habían vuelto un poco repetitivas en los últimos días, y las novedades siempre eran que no había novedades.

-Bueno Sebas, no te preocupes, lo importante es que estamos todos bien, vas a ver que las cosas pronto se van a acomodar y vas a volver a casa – Mientras hablaba, deslizaba mi dedo índice por cada rincón de la pija húmeda de Lucas, le acariciaba los testículos y le pellizcaba la piel, como quien juega con el cable de un teléfono fijo mientras habla.

- Si linda, ojalá tengas razón. Te extraño mucho y no veo la hora de estar ahí con vos para ver cómo crece nuestro bebé – Normalmente, me hubiera carcomido la culpa por hacer lo que estaba haciendo, pero por supuesto que esa no era yo, y la excusa de siempre venía a rescatarme de aquella culpa: las hormonas del embarazo, la soledad y el encierro estaban haciendo estragos en mi cabeza, y en lugar de calmar las cosas y terminar con la situación lo antes posible, solo podía pensar en echarle más leña al fuego.

-Bebé – A Sebas sólo le digo bebé cuando tenemos sexo – Yo también te extraño muchísimo… cada vez que paso por el comedor y veo tu sillón me dan ganas de sentarte ahí y comerte todo, no sabés lo mojadita que me pongo… - Ahora había agarrado la pija de Lucas con firmeza y subía y bajaba mi mano por toda su extensión.

-Jeje, bueno amor… - Del otro lado de la línea Sebas se había puesto nervioso, era bastante acartonado para este tipo de conversaciones y no me lo imaginaba teniendo sexo telefónico, pero me gustaba provocarlo – Acá te manda muchos saludos mi hermana.

-Ahhh, estás con tu hermana, ¿y ella cómo está?

-Bien, acá están todos bien, en el pueblito no pasa nada, pero en Madrid parece que las cosas están bastante complicadas…

Sebas se puso a hablar del Covid-19, de España, de las estadísticas de infectados en Europa, de las medidas de la cuarentena y de un montón de cosas más que tengo que admitir que ni siquiera escuché, porque mientras hablaba, había empezado otra vez a ocuparme de la verga de Lucas. Al principio subía y bajaba por el tronco con la punta de la lengua, pero enseguida me animé a meterme la cabecita en la boca y a recorrerla con los labios. Me moría de ganas de metérmela más adentro pero los ruidos podían delatarme. Estuvimos así durante uno o dos minutos en los que Sebas no paró de hablar, y yo mientras tanto emitía un ‘MMHH’ sin sacarme el pene de la boca, para dar a entender que estaba ahí escuchando. Entonces pasó lo inevitable: Lucas puso los ojos en blanco, se llevó las manos a la cara, y todo su cuerpo se retorció en un espasmo. Yo, rápida de reflejos y sin dejar de masturbarlo, apunté su pija a mis tetas. El primer disparo dio de lleno sobre mi pezón izquierdo, se sintió como un chorro caliente lanzado a presión, y después llegaron varios más que se dispersaron desordenadamente por mi pecho. Por la cantidad de líquido me había dado la sensación de que el orgasmo había sido intenso, y cuando bajé la vista vi que tenía las tetas cruzadas por chorros y chorros de un semen viscoso y blanco, muy espeso. Cuando dejó de eyacular solté suavemente la pija, pero Lucas la agarró y empezó a masturbarse hasta lanzar sobre mi otra oleada de chorros todavía más cargados que los anteriores. Ahora sí tenía las tetas completamente cubiertas de semen, era como si varios hombres juntos hubieran acabado sobre mí. El orgasmo había sucedido en el más completo silencio, y había estado sincronizado con el monólogo de mi marido al teléfono, al que por fin logré interrumpir cariñosamente para decirle que se me enfriaba el café con leche, y que lo llamaría de vuelta más tarde.

Después de cortar la comunicación, me puse de pie frente a Lucas, que estaba despatarrado en el sillón, casi desmayado.

-Uy, que pena que no pudiste aguantar hasta que cortara con mi marido Luqui. Mirá como me dejaste… ¿siempre acabás tanto? – Lucas asentía con la cabeza desde el sillón y ahora tenía el pene fláccido otra vez, parecía que el orgasmo lo había inhibido y se había vuelto a poner nervioso – Bueno, ahora que tenés lo que querías, te voy a decir dos cosas: primero que nada, está claro que esto nunca pasó ni va a volver a pasar, y segundo, me olvidé de avisarte que Gigi me mandó un mensaje, va a llegar en poco más de una hora, así que tenés tiempo de darte otra ducha, vestirte y esperarla en la pieza de ella viendo la tele.

Con eso, Lucas obedeció sin decir una palabra, agarró su short y, sin ponérselo, se fue corriendo a la pieza de Gigi. Yo, con el vestido por el ombligo, subí las escaleras y me encerré en mi habitación dispuesta a darme una buena ducha. Cuando me vi en el espejo del baño no podía creer la cantidad de semen que tenía encima, y también me di cuenta que un par de gotas me habían salpicado en las mejillas y en la nariz. Iba a agarrar un poco de papel higiénico para limpiarme, pero en lugar de hacer eso salí del baño y me fui directo a la cama, me acosté boca arriba y saqué el consolador del cajón de mi mesita de luz. A pesar de todo lo que le había hecho a Lucas, mi vagina no había recibido atención en toda la mañana, y yo estaba excitadísima. La idea de masturbarme con toda esa leche sobre mí me excitaba aún más, le di una lamida al consolador para lubricarlo, con el apuro había olvidado que después de la sesión de la noche anterior no lo había lavado, y me llamó la atención el sabor intenso de mis propios fluidos. Me hundí lentamente la pija de silicona en la concha mientras me acariciaba las tetas esparciendo el esperma de Lucas y untando toda mi piel. Terminé teniendo un orgasmo demoledor, y con el cuerpo pegajoso me di una ducha caliente. Cuando me vestí y bajé, mi hija ya había llegado y charlaba con su novio animadamente mientras preparaba el almuerzo.

FIN DE LA SEGUNDA PARTE