Embarazada y tentada por un adolescente – Parte 13

Tras descubrir que mi marido me fue infiel, veo las cosas de otra forma, y cada vez me siento más tentada de volver a ver a Lucas. Mi embarazo está muy avanzado y, aunque debería concentrarme en eso y en nada más, la tentación es cada vez mas fuerte.

22 de Julio de 2020 (semana treinta y uno de embarazo)

El intercambio de fotos que mi hija y yo habíamos tenido con Lucas el día anterior me había excitado mucho, pero una montaña de trabajo atrasado por la tarde y la llegada de Sebas por la noche, me habían dejado con las ganas de desquitarme con mi consolador. Había dormido mal, con la sensación de tener una bola de fuego ardiendo entre las piernas, y al levantarme en lo único que podía pensar era en que mi marido se fuera para poder encerrarme en mi habitación a masturbarme. Cuando por fin me quedé sola, encendí mi computadora y saqué mi consolador del cajón. Desde que había estado con Lucas buscaba videos pornográficos en donde los actores tuvieran la pija muy grande, ridículamente grande. Me había vuelto toda una experta en las categorías sexuales de las páginas porno y no tardaba en encontrar videos de jovencitos que se parecieran a Lucas, tanto físicamente como en el tamaño de su entrepierna. Estuve más de veinte minutos sin ver nada que me llamara la atención y finalmente volví a abrir la carpeta que mi hija me había compartido con sus videos y fotos con su novio. Las fotos de la verga de Lucas me producían un placer casi instantáneo, y hubiera deseado que aquel archivo no se terminara jamás. Entonces recordé las fotos que Lucas nos había mandado el día anterior como reacción a las fotos en tetas que me había sacado con mi hija, y lamenté que todo aquel intercambio se había dado desde el teléfono de ella y no desde el mío.

Con la concha totalmente húmeda repetí el procedimiento ya habitual de sentarme lentamente sobre el consolador y moverme en círculos, pero la imagen de la verga de Lucas con mi nombre escrito sobre ella volvió a ocupar mi cabeza y no pude resistirme: agarré mi teléfono y sin pensar le escribí un mensaje a Gigi, que había salido a encontrarse con unas amigas en la plaza: “¿Habrá alguna posibilidad de que me reenvíes las fotos de ayer? ”, y no tuve que esperar nada para darme cuenta de que mi hija no me iba a dar el gusto tan fácilmente, porque recibí inmediatamente la respuesta: “ ¿Las fotos de la pija de mi novio?, ¿Para qué las querés? ”. No supe que contestar, pero al parecer el enorme pedazo de silicona que tenía enterrado en mi vagina respondió por mi: “ Me muero de ganas de verla de vuelta… ”. Sonó el teléfono y era mi hija.

-Hola mami, ¿Qué andabas haciendo?

-N… nada… - Me acomodé sobre el consolador para sentirlo un poco más adentro.

-¿Así que querés que te mande las fotos de Luqui?, mmmhhh, ¿Qué irás a hacer con eso?

-No es asunto tuyo, además, tienen mi nombre, ¿No?

-Bueno, técnicamente si, pero resulta que la superficie sobre la que está tu nombre escrito es de mi propiedad – Las dos nos reimos – Además, si tantas ganas tenés de verla… ¿No preferirías verla en vivo y en directo?

-¿Qué querés decir?

-Y… si querés podría arreglar para que un día de estos Luqui nos visite en casa a las dos para jugar un ratito…

-No se hija… pensé que… - los labios de mi vagina abiertos y dilatados palpitaban sobre la verga falsa que me abría por completo y me remitía al irrefrenable deseo de sentir que ese plástico se convirtiera una vez más en carne - ¿Puedo responderte más tarde?

- Si ma, claro. Más tarde hablamos, un besito.

Apenas cortamos la comunicación, entraron a mi teléfono las cinco o seis imágenes de la perfecta verga de Lucas, húmeda, brillante y con mi nombre escrito sobre el glande. Sin dejar de verlas, me moví furiosa sobre el consolador hasta llegar al orgasmo, y minutos después, agotada y abierta de piernas sobre mi cama, estiré la mano para buscar el celular y escribirle otro mensaje a mi hija: “ Me doy por vencida, arreglá con Lucas para que venga a casa lo antes posible ”.

24 de Julio de 2020

Después de mi momento de debilidad, Gigi había arreglado con su novio para que nos visitara en casa al lunes siguiente, y aunque recién era viernes, yo solo podía pensar en eso. De todas formas, todavía tenía por delante un interminable y aburrido fin de semana a solas para compartir con mi marido, porque Gigi se había ido a pasarlo a la casa de Lucas. Pero a eso de las tres de la tarde todos los planes cambiaron de repente: mi hija me llamó para contarme que su abuelo, que vivía en Rosario, estaba internado con Covid. El hombre tenía setenta y dos años y era el abuelo de mi hija por parte del padre, había vivido toda su vida en Rosario y ahora, con algunos problemas de salud esporádicos, se negaba a marcharse de allí para estar en Buenos Aires cerca de su familia. En la clínica donde estaba internado decían que estaba estable, y aunque la cuarentena no hubiera permitido que nadie lo visitara en la sala de terapia intensiva, sugerían que un familiar estuviera disponible en la ciudad por cualquier eventualidad. El padre de Gigi había tenido serios problemas cardiacos y era considerado población de riesgo, y por este motivo mi hija terminó siendo la designada para viajar y hacerse cargo del abuelo. En apenas unas horas, su padre había movido algunos contactos y le había conseguido una autorización para circular y un coche que la llevaría en tres o cuatro horas hasta la ciudad de Rosario.

25 de Julio de 2020

Gigi llegó a la casa de su abuelo en Rosario el sábado por la tarde y me llamó por teléfono para decirme que todo estaba bien y su abuelo se encontraba estable. El viejo desde hacía algunos años había optado por mudarse bajo el mismo techo junto a dos amigos de toda la vida, tal como si se tratara de un departamento de solteros, solo que en este caso los tres eran viudos y tenían más de setenta. En la casa cada uno tenía su habitación, y mi hija aprovechó la ausencia de su abuelo para instalarse en la suya mientras este se encontrara en la clínica. Con la excusa de mantenerse en contacto y no tener que contar todo dos veces, Gigi armó un grupo de Whatsapp en el que estábamos ella, su novio y yo, y fiel a su estilo provocativo, puso como imagen de perfil del grupo la fotografía de nuestras tetas que nos habíamos tomado días antes.

26 de Julio de 2020

Las cosas con Sebas seguían igual que siempre y el domingo me resultaba un día particularmente aburrido. Él se había pasado media tarde con su oreja pegada a mi barriga esperando escuchar al bebé, y aunque yo le había insinuado algunas veces que quería tener sexo, ni siquiera se dio por enterado. En el grupo de Whatsapp, Gigi nos contaba a Lucas y a mí que, con suerte, su abuelo saldría en pocos días de la clínica, y que ella estaba bien en su casa, que don Marcos y don Fernando, los amigos con los que vivía su abuelo, eran muy simpáticos, aunque estaban un poco viejos, y que al parecer don Marcos no paraba de preguntarle si ya había tenido relaciones sexuales, y don Fernando, aún más desubicado, directamente le había pedido que le mostrara las tetas. Como respuesta, Lucas mandó un mensaje que decía: “ ¿Y por qué no se las mostraste? ” y Gigi terminó la conversación con una carita pensativa.

27 de Julio de 2020 (semana treinta y dos de embarazo)

Finalmente llegó el lunes, pero el encuentro con Lucas que yo había estado esperando no sucedería porque mi hija estaba en Rosario. Sebas se fue después de desayunar y volví a la cama para ver una película, pero no habían pasado veinte minutos cuando recibí un mensaje en el teléfono: “¿ Te gustaría que vaya igual ?”. Era Lucas. Un estremecimiento me recorrió de la cabeza a los pies y no supe que contestar, escribí y borré varios mensajes: “ Podría ser… ”, “ ¿A vos te parece? ”, “ Quizás deberíamos esperar que Gigi regrese ”, hasta que finalmente le envié un único mensaje que decía “ SI ”.

Acordamos con Lucas que llegaría en media hora y que no le diríamos nada a Gigi para que no se pusiera celosa. Aproveché los minutos que me quedaban para arreglarme un poco, peinarme, sacarme algunos pelitos con la pinza de depilar y ponerme una vez más las portaligas con la minifalda que Lucas ya conocía tan bien, obviamente sin nada abajo. Cuando sonó el timbre yo ya estaba casi al lado de la puerta esperando, y Lucas apenas esperó a entrar para abalanzarse sobre mi y besarme como un amante apasionado. Después de un beso que mantuvo nuestras lenguas entrelazadas durante varios minutos, me tomó por la cintura y me puso de espaldas a él. Sentí su verga crecer y crecer entre mis nalgas a través de la tela de su pantalón de jogging mientras él acariciaba frenéticamente mi barriga. Acomodó su mentón sobre mi hombro derecho, corrió mi cabello y me habló dulcemente al oído.

- Hola Lau… te extrañé…

- Y yo a vos Luqui… - Miré hacia atrás para intentar buscar su rostro pero él lo hundió en mi cuello para besarlo, y con la mano derecha me levantó el top hasta dejarme las tetas al aire.

-Y a ellas también las extrañé – Me agarró las tetas con las dos manos y las apretó con mucha suavidad – Están enormes, es increíble lo que crecieron desde la última vez que las toqué.

-Es que pasaron casi dos meses, y me parece que todavía van a crecer un poco más, ¿Te gustan? – Le agarré las dos manos con las mías y las usé para levantarme las tetas.

-¿Se nota que me gustan? – Dijo, y me apretó la verga aún más contra la cola, estaba completamente dura.

-Ufff, creo que yo también extrañé algo tuyo – Refregué mis nalgas contra él para sentirla mejor.

-¿Ah sí?, ¿Qué podrá ser? – Al parecer lo excité porque perdió un poco el control de sus manos y empezó a apretarme las tetas con más y más fuerza.

-¡Nene! Si me las apretás así me las vas a arrancar, además están muy cargadas y… - No pude terminar de hablar y un chorro de leche salió disparado a presión de mi teta derecha salpicando toda la alfombra.

-Me encanta que estén cargadas, estuve todo el fin de semana soñando con esto Laura – La mano derecha de Lucas ahora jugaba con mi pezón erecto y con su otra mano me apretó la teta izquierda hasta hacerme disparar otro chorro.

-¿Así que te gusta ordeñarme? – Me liberé de sus manos y me dí vuelta apoyando mis tetas mojadas sobre su remera – Si querés puedo ser tu vaquita… pero vas a tener que hacerme otras cosas además de ordeñarme…

Volvimos a besarnos, lo empujé hasta el sillón y me senté a horcajadas sobre sus piernas. Entonces, algo vibró en el bolsillo de su pantalón. Hubiera esperado que apagara su teléfono y lo guardara, pero los jóvenes de su generación tienen una conexión con la tecnología que me cuesta comprender, y tuve que hacerme a un lado mientras revisaba el mensaje que había recibido. Era de Gigi, y le preguntaba si, a pesar de su ausencia, iba a venir a verme. Lucas me mostró el mensaje y los dos nos sentimos culpables por estar viéndonos a sus espaldas, pero enseguida llegó otro mensaje: “Amor, mi mami necesita una buena cogida, si tenés la tarde libre sería genial que la visites ;)” . Nos reímos aliviados y entonces Lucas apoyó su mejilla contra mi teta izquierda y se sacó una selfie para mandársela a su novia. Al parecer sacarse selfies con mis tetas se les había vuelto un pasatiempo. La respuesta de Gigi llegó enseguida: “¡Son malos, se juntaron y ni siquiera me avisaron! Me voy a poner celosa, ¿y yo acá que hago?” , y Lucas, para seguirle el juego respondió: “No te quejés, vos tenés a don Fernando y a don Marcos, seguro te harían el favor encantados” . Ahora la respuesta de Gigi demoró un poco más, y me pareció ver un gesto de preocupación en Lucas, quizás se había excedido, pero a los pocos segundos entró otro mensaje y sonrió, parecía que mi hija le seguía el juego: “Les mostré las tetas a los dos y me dijeron que eran las mejores que habían visto en su vida… y eso que tienen más de setenta” , a lo que Lucas respondió con una carita sonriente y un: “Eso porque no vieron las de tu mamá” .

Gigi no volvió a responder por varios minutos y Lucas y yo volvimos a encender los motores, yo le había sacado la pija afuera del pantalón y me había arrodillado en la alfombra frente a él para empezar a chupársela, pero entonces me di cuenta de que ahora sí tenía cara de preocupado. Entonces volví a sentarme a su lado y le sugerí que quizás no debía decir más que mis tetas eran mejores que las de mi hija, o al menos no decírselo a ella. Antes de que pudiera responder, sonó su teléfono celular, y esta vez era una videollamada de Gigi. Lucas atendió y sonrió al saludar a la cámara, pero no había nadie del otro lado, no en primer plano. Lo que se veía era una especie de living comedor con un sillón gastado y dos hombres de pelo blanco encorvados viendo televisión, al parecer Gigi había colocado el celular sobre un estante que daba una vista panorámica de toda la habitación. Lucas intentó saludar varias veces pero no había respuesta, seguramente el teléfono del otro lado estaría silenciado. Finalmente, Gigi apareció de espaldas a la cámara y enseguida captó la atención de los dos hombres, que dejaron de ver la televisión para ver con ojos como platos como mi hija se levantaba el top y sacaba sus tetas afuera. Lucas se había quedado paralizado frente a la pantalla del teléfono, y parecía que la situación no le causaba gracia porque su verga, que segundos antes estaba dura y a punto de estallar, se había achicado tanto que se había vuelto irreconocible. Intenté hacer algún comentario pero no sabía que decir. Gigi se había ofendido con su novio y esta era la forma de hacerle pagar. Si conocía bien a mi hija, las cosas no terminarían ahí.

Durante algunos minutos, los dos ancianos con voz cascada y excitada elogiaron las tetas de mi hija hasta el infinito mientras ella las levantaba, apretaba, juntaba y separaba para ellos. Entonces Gigi, con el descaro que la caracteriza, les preguntó si todavía podían tener una erección. Uno de los viejos dijo que dependía del momento y de la ayuda de alguna pastillita, entonces ella se acercó, se inclinó sobre el sillón con las tetas colgando casi sobre sus ojos y les dijo en voz baja algo que no llegó a escucharse. Después de eso salió de la habitación y los dos viejos se desabrocharon el pantalón y sacaron sus vergas fláccidas afuera. Aunque uno de los dos era bastante más dotado que el otro, ninguno llegaba a tener el tamaño de Lucas. Mientras en la pantalla del teléfono los viejos se tocaban, decidí que tenía que hacer algo para distraer a Lucas de su desengaño por lo que estaba viendo, así que suavemente puse una mano sobre su pija y empecé a acariciarle el glande de abajo hacia arriba hasta que logré ponérsela dura nuevamente. Recién entonces Gigi volvió a aparecer en pantalla, miró a la cámara y guiñó un ojo. Llevaba en sus manos, a la altura del pecho, una bandejita de plata con dos vasos de agua y dos pastillas azules, sus tetas seguían al aire y estaban prácticamente apoyadas sobre la bandeja. Se dio vuelta y, llamándolos por su nombre, le dio a cada hombre una pastilla y un vaso, que ambos tomaron de inmediato. Recién entonces descubrimos que don Fernando era el de la derecha, y don Marcos, el que tenía el pene un poco más grande, el de la izquierda. Sin dejar de mirar le agarré la verga a Lucas con toda la palma de la mano y me incliné sobré el para morderle el lóbulo de la oreja, le saqué su teléfono de las manos y lo configuré para transmitir la video llamada en la televisión del living. Ahora en la pantalla gigante, mi hija había dejado la bandeja y había hecho mover a los viejos para sentarse en medio de los dos.

-No hay nada que puedas hacer para evitar esto Luqui, vas a tener que aguantarte la venganza de Gigi y aceptar que tenés una novia a la que le gusta demasiado el sexo.

-Pero…

-Pero nada, hacé de cuenta que estás viendo una porno y disfrutala conmigo...

Sin darle tiempo a responder, volví a arrodillarme en la alfombra y esta vez me metí todo lo que pude de su verga en la boca. Cada tanto me daba vuelta para mirar la pantalla y lo que veía era a mi hija aún sentada entre los dos hombres, con una mano a cada lado, masajeándoles muy suavemente los testículos. Don Marcos los tenía gigantes y Gigi apenas podía sostenerlos con una mano. Mientras tanto ambos le miraban fijamente las tetas y, cada tanto, las acariciaban y manoseaban hasta que ella los echaba hacia atrás. Lo más cómico es que la conversación entre don Marcos, don Fernando y mi hija no tenía nada que ver con lo que estaba sucediendo, sino más bien con preguntas sobre la familia, anécdotas de cuando Gigi era pequeña o recuerdos sobre su abuelo. De todas formas, cada tanto uno de los dos exigía más o menos velocidad en su masaje testicular, a lo que Gigi obedecía inmediatamente, como si se tratara de una enfermera aplicada. Mientras tanto en mi sillón, Lucas lentamente empezaba a responder con gemidos a mis besos y lamidas, aunque parecía atento a la pantalla.

Después de casi veinte minutos de chupar, logré que se olvidara de la pantalla por un momento y, para consolarlo, dejé que me acabara en la boca. Ya con la experiencia anterior de haberlo hecho un par de veces, me esmeré para tragar de inmediato los chorros de semen sin atragantarme, y hasta pude guardar el último disparo bajo mi lengua para volver a sentarme en el sillón y mostrárselo antes de tragarlo. En la pantalla ahora Gigi masturbaba con sus manos las vergas de don Fernando y don Marcos, que habían crecido considerablemente y ya parecían estar bastante duras. El orgasmo parecía haber relajado a Lucas, que miraba más atento y menos preocupado, y hasta se rió cuando le comente que la pija de don Marcos parecía muchísimo más grande ahora que estaba erecta. Cuando el Viagra hubo hecho todo su efecto, Gigi se arrodilló frente a don Fernando y se metió su pija completa en la boca. Los viejos se pusieron a hablar entre ellos mientras mi hija intercalaba lamidas y chupadas y, después de un par de minutos, se arrastró de rodillas hasta quedar entre las piernas de don Marcos para detenerse fascinada frente a sus testículos descomunales.

- ¡Guau! – Dijo Gigi con una vocecita inocente mientras sostenía los huevos sobre la palma de su mano – Son por lejos los más grandes que vi en mi vida.

-Me alegro que te gusten nena, cuando era un poco más joven podía eyacular varios litros por día.

-¿Y ahora?

-Ahora… jeje, ahora vas a tener que averiguarlo.

-Mhhh, me encanta - Con eso, Gigi sacó la lengua y se ocupó cuidadosamente de pasar por cada rincón del escroto de don Marcos acariciándolo y humedeciéndolo al mismo tiempo.

-Al final resultó tan buenita la nietita de Julio que no sé qué vamos a hacer cuando se vuelva a Buenos Aires – Los viejos seguían hablando entre ellos como si nada, hasta el momento ninguno de los dos había soltado siquiera un gemido, a pesar de las lamidas frenéticas que les daba mi hija, que ahora había abierto grande la boca para tragarse toda la pija de don Marcos de un golpe.

-Si Marcos – Respondió el otro – será una pena que se vaya, quizás podemos convencerla para que se quede unos días más, ¿Tenés a alguién en Buenos Aires nena?, ¿Tal vez algún noviecito?

-No seas maleducado Fernando, ¿No ves que ahora está ocupada y no puede responder? – don Marcos puso su mano derecha sobre la nuca de Gigi y la empujó hacia su vientre hundiéndole su verga hasta la garganta – Además no tengo duda que una chica tan bonita seguro tendrá novio.

-Mhhh no creo Marcos, si tuviese novio no estaría haciendo estas cosas por ahí, no sería decente… ¿Qué diría el pobre chico si supiera lo que está haciendo su noviecita?

-¿Y quién dijo que las chicas de ahora son decentes? - Los viejos hablaban de mi hija como si ella no estuviera presente, y ahora don Marcos subía y bajaba suavemente con ambas manos la cabeza de mi hija para penetrarle rítmicamente la boca – Además, como dicen ahora, lo que sucede en Rosario queda en Rosario, así que el pobre chico no tiene por qué enterarse de que su novia jugó un poquito con dos pobres viejos que lo necesitaban.

Lucas y yo seguíamos en el sillón concentrados en lo que pasaba en la televisión, y aunque él por su cara no parecía demasiado conforme con lo que estaba haciendo su novia, su verga, que se había vuelto a poner dura y bien grande mientras la veía, no expresaba lo mismo. Se la agarré con una mano y le pregunté si quería seguir viendo o hacer otra cosa, y entonces Lucas, siempre tan atento, me dijo que ahora me tocaba disfrutar a mí, me abrió de piernas se arrodilló en la alfombra y puso su cara entre mis piernas. Mientras su lengua me separaba lenta y tímidamente los labios vaginales empapados, en la pantalla Gigi se había vuelto a arrastrar hasta don Fernando, pero ahora tenía su verga aprisionada entre las tetas y por fin podía hablar.

-Para su información les cuento que sí tengo novio, se llama Lucas y lo amo, pero ahora estoy haciendo esto porque él estuvo con otra mujer – Parecía que Gigi hablaba más para la cámara que para los viejos, y mientras hablaba levantaba sus tetas hacia arriba y las dejaba caer con un ruido seco alrededor de la pija y sobre los huevos de don Fernando - ¿Acaso yo no tengo derecho a divertirme también?

-Claro que tenés derecho a divertirte hermosa – dijo don Marcos mientras los miraba y se pajeaba – el pobre Lucas no sabe lo que se está perdiendo ahora…

Con esos comentarios, Lucas atinó a incorporarse, pero yo, más para distraerlo que por placer propio, lo agarré de las orejas y hundí su cara en mi vagina con fuerza sin dejarlo hablar. Gigi siguió masturbando intercaladamente a los viejos con las tetas, en silencio, y Lucas por fin se concentró en chuparme la concha como dios manda. Los viejos ahora miraban de reojo la tele y cada tanto manoseaban un poco las tetas de Gigi y le pellizcaban los pezones o le tiraban fascinados de los piercings, pero a pesar de los esfuerzos que Gigi hacía parecía que no iban a llegar jamás al orgasmo. Entonces sucedió algo que excedió los pocos límites que yo pensaba que mi hija todavía podía llegar a conservar: se puso de pie de espaldas a don Fernando, se bajó los pantalones y la bombacha y sin aviso se sentó en su verga clavándosela hasta el fondo. Por la cara de sorpresa y la boca abierta de los dos viejos, ellos tampoco esperaban que las cosas fueran más allá de una mamada, pero Gigi ya cabalgaba furiosa sobre la pija de don Fernando, que en la posición en la que estaba solo podía abrazarla desde atrás y apretarle las tetas.

Lucas, que todavía hacía remolinos con su lengua dentro de mi concha, no se había dado cuenta de nada, y yo lo agarraba con fuerza de la nuca para que no se diera vuelta a ver la pantalla, pero después de un rato los gemiditos entrecortados de Gigi y el Plaf, Plaf que sus muslos hacían al bajar sobre la falda del viejo alertaron a Lucas de que algo distinto estaba pasando, y finalmente se dio vuelta para ver.

-¿Qué? ¡No puede ser! Esto ya es demasiado – En la pantalla, las piernas totalmente abiertas de mi hija dejaban ver a la perfección como los huevos cubiertos de pelos blancos de don Fernando subían y bajaban y la base de su verga se deslizaba entre sus labios vaginales.

-Shhhh, tranquilo Luqui – Le agarré la cabeza y la apoyé contra mi pecho – Dejala que se saque las ganas…

-Pero Laura... encima se la están cogiendo sin forro…

-Tranquilo, no pasa nada, Gigi toma pastillas, y además estos hombres no tienen relaciones hace años, no creo que tengan nada malo.

-Es que… - Lucas se quedó sin palabras y parecía a punto de llorar, y aunque me resultaba conmovedor, en el fondo pensaba que tal vez mi hija se había excedido un poco en su venganza.

-Basta Luqui, pensá en otra cosa, si querés apagamos la tele y jugamos nosotros. Después de todo para eso viniste, ¿No? Contame, ¿Qué tenés ganas de hacerme? Hoy por ser un buen chico te voy a dejar elegir… Lo que quieras…

Sabía que darle ese cheque en blanco a Lucas era un error. Se quedó pensativo durante algunos minutos mientras por la tele veíamos la tremenda cogida que le daban a mi hija. Lucas finalmente pareció recuperarse y se puso de pie, de espaldas a la tele y con su verga completamente erecta casi tocando la punta de mi nariz.

- Te quiero romper el culo de nuevo – Dijo, y se quedó en silencio esperando mi respuesta.

-Pero Luqui… ya pasó mucho tiempo desde la última vez… tengo miedo de que me duela… además, el embarazo está muy avanzado y…

-Está bien Laura, entiendo. Pensé que como me dijiste que me ibas a dejar elegir ibas a… - No pudo terminar la oración porque un grito muy fuerte de Gigi lo interrumpió, volvimos a prestar atención a la transmisión y nos dimos cuenta de que ahora se había cambiado de lugar y se había sentado sobre la verga de don Marcos, que la sostenía sobre su falda agarrándola de las tetas y penetrándola hasta que sus huevos enormes quedaban apretados contra sus labios vaginales. Lucas parecía a punto de deprimirse otra vez.

-Bueno Luqui está bien… te voy a dejar que me cojas por la colita… pero vas a tener que ser muy suave y cuidadoso, y además, vas a tener que subir a buscar el lubricante, que creo que está en el cajón del escritorio de Gigi.

Sin decir más, Lucas se dirigió a la escalera, pero se quedó paralizado en el primer escalón y se dio vuelta para ver como en la tele mi hija seguía cabalgando la verga de don Marcos con gritos cada vez más fuertes. El viejo ahora la tenía agarrada por la cintura y la hacía subir y bajar mientras sus tetas rebotaban descontroladas. Miré a Lucas que todavía seguía ahí y me incliné sobre el sillón acariciándome las nalgas con las dos manos, al parecer el incentivo funcionó porque subió las escaleras corriendo. Mientras Lucas demoraba en encontrar el lubricante, que probablemente no estaba en el lugar que yo le había dicho, aproveché para sentarme en el sillón abierta de piernas y tocarme mientras disfrutaba de la cogida que le estaban dando a mi hija, pero la cosa no duró mucho, porque don Marcos, con un grito ahogado que parecía propio de un infarto, se echó hacia atrás con los ojos en blanco y descargó su orgasmo en la concha de Gigi. Pasaron un par de minutos hasta que volví a escuchar los pasos de Lucas en la escalera, y para ese entonces Gigi había cambiado de lugar otra vez y con sus muslos chorreando semen se había vuelto a sentar en la verga de don Fernando. Don Marcos, apenas recuperado de su orgasmo, estaba de pie y forzaba su verga todavía dura por el Viagra en la boca de Gigi. Apagué la tele.

Cuando Lucas bajó con el lubricante se quedó quieto frente a la televisión apagada y me preguntó qué había pasado, yo puse la cara más seria que pude y le dije que si quería quedarse en casa conmigo tenía que olvidarse de lo que estaba haciendo su novia y concentrarse en mí, y después de decir eso me arrodillé en el sillón con la cola hacia afuera. Aunque dudó un instante, no demoró mucho en pararse detrás y empezar a acariciarme las nalgas.

- Mhhh Luqui, ¿Me vas a volver a coger la colita con esa verga gigante? – Intenté poner la voz más sexy que pude y me di vuelta para mirarlo.

-Si Laura, pero te prometo que voy a tener mucho cuidado – Me abrió las nalgas con las dos manos y me las acarició por un instante antes de agarrar el tubo de lubricante y apuntarlo a mi agujerito.

-Ay, está frio jeje – Me agarre la parte alta de los muslos con las dos manos y los abrí hacia afuera para ofrecerle una mejor vista y ayudarlo a maniobrar y ahí me di cuenta de que tenía todas las piernas chorreadas de fluidos – Me parece que estoy empapada Luqui, mirá como tengo la concha.

-¿Qué pasó?, ¿Te excitó ver como esos dos viejos se cogen a la puta de tu hija?

-Bueno un poco… Pero también me excitas vos… ¡AY! – Mientras hablábamos Lucas se había puesto también lubricante en la mano y ahora, sin previo aviso, me estaba metiendo dos dedos juntos en el culo.

-¿Te gusta?

-Mhhhmmm… - Lo que pensé que me iba a provocar dolor en realidad me estaba dando bastante placer, y me mordí los labios para ahogar un gemido profundo mientras Lucas movía sus dedos lentamente adentro y afuera de mi recto. Yo estaba tan caliente que era capaz de cualquier cosa – Ahhh…. Luqui… ¿Cómo le dijiste recién a mi hija?

-… - Lucas demoró en responder, parecía descolocado por mi pregunta - ¿P… puta?

-Y te parece bien llamar así a… ¡AYY! – Ahora tenía sus dos dedos metidos en lo más profundo de mi culo y los giraba como intentando agrandarlo - …llamar así a tu novia, que además es mi hijita… ¿Si ella es una puta entonces yo que soy?

-Bueno… perdón… es que… - Detuvo sus dedos y los dejó palpitando dentro de mí. En el fondo todavía era un adolescente inocente que no había podido captar la indirecta de lo que yo estaba buscando.

-Ufff… perdón nada Luqui… - Para asegurarme de hacerlo entender, le hablé con una voz susurrante que era casi un gemido, y di vuelta la cabeza para mirarlo a los ojos sin dejar que sus dedos se escapen de su posición – Quiero que me lo digas, quiero escucharte decirlo muchas veces…

-S… sos una puta Laura… una puta muy puta – No lo había dicho muy convencido, y hasta había sonado gracioso, pero para darle confianza empecé a mover las caderas y a gemir mucho más fuerte. Ahora sus dedos habían recuperado el movimiento y yo ya no sentía el más mínimo indicio de dolor.

-Ahhh… así quería escucharte… ahhh…. y ahora quiero que me cuentes como te vas a culear a esta put… ¡AAYYYYYY! – Me había metido un tercer dedo en el culo y ahora intentaba abrirse camino a la fuerza.

- ¿Te gusta putita? – Ahora si había sonado muy convincente, y me excité tanto que empujé mi cadera hacia atrás enterrándome sus dedos por completo - ¿Te gusta que el novio de tu hija te meta cuatro dedos en el culo, puta viciosa?

-¿C…Cuatro?

Lucas había entrado en confianza y ahora me penetraba el culo con cuatro dedos mientras me nalgueaba y me recordaba que era una puta, perra, trola, y otras palabras que ni siquiera escuché, porque tenía mi cara hundida en el respaldo del sillón y estaba muy concentrada en acariciarme el clítoris con mi mano derecha. Finalmente me sacó los dedos y escuché el ruido del pomo de lubricante. Acto seguido, la cabeza enorme y durísima de una verga que se sentía mucho más grande de lo que de por sí ya era empezó a abrir mi esfínter, que demoró en ceder un poco más de lo que a mí me hubiera gustado, y apenas unos segundos menos de lo que mi umbral de dolor hubiera podido resistir. Con su cabeza ya adentro, el resto fue empujar, gritar, aguantar, suplicar suavidad, y luego gemir y gritar un poco más. Perdí la cuenta de cuánto tiempo estuvo así, cogiéndome el culo, primero suavemente y después a toda velocidad, y cuando finalmente sentí su semen caliente en mis entrañas, yo ya había tenido dos orgasmos tan intensos, que tuve miedo de que los vecinos escucharan mis gritos. Lucas sacó su pija de mi culo y me quedé un rato en la misma posición mientras él sacaba fotos de mi ano abierto chorreando semen y las mandaba a nuestro grupo de Whatsapp para que Gigi las viera más tarde. Era su forma de vengarse de la venganza. Quise decirle que así las cosas no dejarían de escalar, pero estaba tan agotada que me di vuelta y me desplomé sobre los almohadones. Lucas todavía tenía la verga dura, y se acostó al lado mío para chuparme las tetas. Yo estiré un brazo y agarré el control de la mesita para prender la televisión, el celular nunca había dejado de transmitir y en la pantalla ahora se veía a Gigi inclinada, lamiendo el pene de don Marcos mientras don Fernando, de pie, la penetraba desde atrás, parecía totalmente agotada, pero por algún motivo seguía y seguía. Lucas miró la tele de reojo sin desprender sus labios de mi pezón derecho y levantó las cejas tan sorprendido como yo, al parecer el Viagra hace milagros. Entonces abrí las piernas, agarré la verga de Lucas y la coloqué en la entrada de mi vagina para empezar otra vez.

FIN DE LA PARTE 13