Embarazada y tentada por un adolescente – Parte 12

Ya llevo más de seis meses de embarazo. Mi marido pudo volver de España después de estar desde marzo varado por la pandemia y yo me siento culpable por haberle sido infiel con el novio de mi hija. Desde que Sebas volvió no pudimos tener sexo y las cosas están un poco tensas.

13 de Julio de 2020 (treinta semanas de embarazo)

Después de haberme metido una mano en la concha y de compartirme la carpeta de videos íntimos que tenía con su novio (que yo preferí no abrir), Gigi no volvió a dormir en casa: se repartía las noches entre lo de su papá y la casa de Lucas. Sebas había agarrado varios turnos juntos de consultorio y durante la semana se iba a las ocho de la mañana para volver recién a las siete de la tarde. Llegaba cansado y apenas tenía fuerzas para cenar, bañarse e irse a la cama, tenía siempre mala cara y hablaba poco. Me daba la sensación de que algo le pasaba además del cansancio. Por mi parte, yo me sentía tan pesada que pasaba varias horas acostada viendo televisión. A pesar de todo eso, había tenido unas semanas relativamente tranquilas y debí imaginarme que era la calma antes de la tormenta.

Con Sebas no habíamos vuelto a intentar tener sexo y supuse que había un acuerdo tácito de que no volveríamos a intentarlo hasta después del parto, sus motivos eran que tenía miedo de dañar al bebe, o quizás no le atraía mi cuerpo hinchado por el embarazo, y los míos eran más complejos: después de lo que había sentido al ser penetrada por el novio de mi hija, la idea de tener sexo con el pene en miniatura de mi marido me causaba rechazo. El problema era que los motivos de Sebas desaparecerían después del parto, pero los míos no: su miembro no iba a volverse más grande nunca.

A pesar de todo, mi apetito sexual se había calmado bastante y habíamos estado todo el fin de semana en la cama viendo películas y sintiendo patear a nuestra bebé. Como no me había sentado a la computadora en ningún momento, el lunes a la mañana, cuando Sebas se fue al consultorio, abrí Facebook y encontré una solicitud de amistad de una tal Mariana Oviedo. Jamás había escuchado ese nombre ni visto su cara, pero la acepté, e inmediatamente recibí una notificación de que tenía un mensaje de ella:

“Estimada Laura. Antes que nada quiero aclarar que no te conozco y no tengo nada contra ti, pero como mujer necesitaba escribirte porque me he sentido muy mal en estos últimos días. Tengo treinta años y vivo en Tres Cantos, una ciudad aledaña a Madrid. A mediados de abril, en medio del caos por la pandemia, me crucé en el mercado con un argentino que me llamó la atención y nos pusimos a conversar. Era médico y se había quedado varado en España, y a la tercera vez que nos cruzamos en el mercado terminamos liándonos y lo invité a mi casa. Él me dijo que era soltero, y que estaba alojándose en casa de su hermana, apenas a unos minutos de la mía. Tuvimos un romance que duró hasta hace un mes, y un día él me dijo que había conseguido pasaje para volver a la Argentina, pero que seguiríamos en contacto. Desde entonces no supe nada más de él. La semana pasada descubrí que se había dejado unos papeles de la aerolínea en uno de mis cajones y con su correo electrónico pude rastrear su Facebook que me llevó inmediatamente al tuyo. Imagina mi cara cuando vi todas sus fotos contigo, y descubrí que me había engañado como a una niña. Dude en contactarte, pero no podía soportar más el peso de esta carga. Espero que no me guardes rencor, ya que yo no sabía que Sebastián tenía una esposa en Argentina. Un saludo. Mariana.”

Sentía que me faltaba el aire a medida que iba leyendo el mensaje, y cuando lo termine estaba llorando y temblando. Ahora entendía porque el muy desgraciado había demorado tanto en conseguir un vuelo cuando ya la mayoría de los varados habían podido regresar. Pensé en llamarlo al consultorio y decirle que sabía todo, quizás insultarlo un poco, decirle que desde ahora tendría que dormir en otro lado, o en el sillón, pero dejé el teléfono antes de terminar de marcar y me acorde de que yo también había engañado a mi marido varias veces con el novio de mi hija, habíamos hecho cosas innombrables, y ahora no tenía derecho a enojarme por descubrir que Sebas también me había engañado. O quizás sí lo tenía por el simple hecho de que yo lo había descubierto y él a mí no, pero de todas formas decidí que por el momento no diría nada. Esa noche cenamos casi en silencio y hice todo lo posible para disimular mi malestar: a pesar de todo no podía evitar sentirme traicionada.

16 de Julio de 2020

Después del shock por leer la carta de la amante de mi marido me decía a mí misma que debía sentirme mortificada, pero habían pasado tres días y paradójicamente estaba cada vez mejor. Por algún extraño motivo, saber que Sebas también había sido infiel me liberaba de la culpa que sentía por todo lo que había pasado con Lucas. Tal vez impulsada por eso, o quizás porque ya habían pasado más de veinte días desde mi último orgasmo, empecé a sentir unos ataques de calentura y excitación que al principio intenté controlar, hasta que no aguante más. Entonces recordé la carpeta que mi hija había compartido conmigo hacía unos días y encendí la computadora.

Una subcarpeta con mi nombre tenía fotos y videos míos. Estaban los que mi hija me había tomado hacía pocos días: nuestros culos pegaditos mostrando los tatuajes, yo en cuatro sobre el sillón con su bracito hundido en mi vagina; también estaba la que Lucas me había sacado aquella vez en que habíamos tenido sexo en mi habitación luego de dormir juntos por primera vez: mi concha abierta a medio penetrar por su verga y dos dedos metidos en mi culo. Había otras fotos de las que yo ni siquiera sabía, como las de aquella vez que Lucas me había cogido en mi cama delante de mi hija: al parecer mientras yo estaba entretenida ella se había dedicado a hacer primeros planos de mi vagina abierta chorreando semen de su novio. Pero las fotos más fuertes eran las de la noche del cumpleaños de Lucas, y cuando las vi sentí una electricidad que me recorrió el cuerpo de punta a punta: había toda una serie de imágenes en primer plano de mi esfínter dilatado chorreando semen y la pija de Lucas semi fláccida apoyada en mis nalgas junto al tatuaje de “Putita anal…”, en otra foto de la que en su momento no me percaté que habían sacado, aparece mi culo abierto, sobre una nalga la verga de Lucas y sobre la otra la cara sonriente de mi hija.

En otra subcarpeta encontré docenas de fotos de Lucas y Gigi teniendo sexo en todas las posiciones imaginables, también había videos pero estaban bastante mal filmados y solo se veían un par de bultos borrosos y se oían los gemidos y los gritos de mi hija. Estuve unos minutos abriendo y cerrando videos hasta que finalmente encontré uno que se veía bien, al parecer habían colocado el celular sobre el escritorio y la habitación estaba iluminada. El video duraba unos diez minutos, y cuando lo vi empezó a latirme el corazón muy fuerte. Lucas de pie frente a la cámara, parecía un monstruo de tres piernas con su verga en un perfecto balanceo que se cortó cuando se puso de rodillas para untarle manteca en el ano a Gigi, que estaba desnuda y en cuatro patas en el suelo. Después de algunos segundos de manoseo y gemidos, mi hija se abría las nalgas con las manos mientras su novio le penetraba el culo con dos dedos hasta el fondo. Los gritos me hicieron acordar que, aquella noche, mientras Lucas intentaba dilatarle el culo a mi nena, yo estaba arrodillada en el vestidor de mi habitación escuchándolos atentamente. Ahora estaba viendo en el monitor de mi computadora lo que en ese momento hubiera pagado por ver, y no pude evitar llevarme una mano a la entrepierna y empezar a acariciarme mientras veía como Lucas acomodaba su verga entre las nalgas de mi hijita para presionar suavemente esa herramienta descomunal sobre un orificio al que yo ya sabía que no podría entrar. Así y todo, los gemidos ahogados de Gigi y la situación en general me excitaban tanto, que fui al vestidor y saqué del fondo del armario el consolador que con tanta vergüenza había escondido de mi marido pocos días antes.

Puse la computadora en el escritorio y reinicié el video para verlo completo mientras me masturbaba, el consolador, sin uso desde hacía un mes, quedó adherido con su ventosa en una silla, y yo empecé a balancearme lentamente por encima, mojando la silicona con la humedad de mi concha y abriendo suavemente mis labios con la idea de bajar muy de a poquito, recordando mi primera vez con Lucas. Pero después de estar un rato suspendida en el aire metiéndome y sacándome la cabeza del consolador, mis piernas dejaron de responder y caí de lleno sobre él, hundiéndomelo hasta el fondo en un solo movimiento. Vi las estrellas. Mi primera reacción fue preocuparme por mi bebé, y me llevé las dos manos a la panza, pero más allá del dolor, que ahora cedía, todo parecía estar bien. Me quedé un par de minutos sentada acariciándome la barriga con el consolador adentro, en la pantalla Lucas empujaba con fuerza su verga contra el esfinter de mi hija, y ella finalmente se hartaba y empezaban a discutir. Recordaba perfectamente aquella discusión, y cuando llegó la parte en que Gigi le reprochaba y decía “ a veces hasta te dejo que fantasees con que soy mi mama mientras cogemos”sentí un estremecimiento que me recorrió todo el cuerpo. Después de eso terminaron la discusión, se besaron y, frente a la cámara, Gigi se arrodillo para empezar a chuparle la pija con lamiditas cortas y sensuales. La escena me excitó tanto que empecé a moverme en círculos con todo el peso de mi cuerpo sobre el consolador hasta que tuve un orgasmo casi al mismo tiempo que Lucas soltaba tres gruesos chorros de semen sobre las tetas de mi hija y tomaba la cámara para hacerles un primer plano y terminar así la filmación. Satisfecha mi urgencia, aún con mi vagina totalmente rellena por el consolador y acariciándome la panza y las tetas, recordé la carta de la amante de mi marido y me largué a llorar amargamente durante varios minutos. Quizás producto de la sensibilidad y la inestabilidad emocional del embarazo, el llanto se convirtió de nuevo en una sonrisa cuando volví a poner el video que Gigi había filmado mientras Lucas me cogía. Entonces me di cuenta de que mi vagina aún estaba empapada y en pocos segundos me descubrí a mí misma bailando acompasadamente arriba y abajo sobre mi amante artificial hasta que llegué nuevamente al orgasmo.

Me desperté con el ruido de la puerta de calle a eso de las siete, los dos orgasmos me habían sacado toda la energía y prácticamente me había desmayado sobre la cama. Me vestí y bajé para saludar a Sebas que se estaba sacando el abrigo y los zapatos en la entrada. Cenamos algo rápido y vimos televisión en el sillón hasta que se hizo la hora de ir a dormir y subimos a la habitación los dos juntos. Yo fui al baño primero y me acosté a leer mientras él se daba una ducha, cuando salió se agachó para levantar algo del suelo a los pies de la cama.

-Laura, ¿Y esto?– Con las yemas de los dedos índice y pulgar Sebas había levantado mi consolador y lo sostenía con asco, como si se tratara de una rata muerta, o algo mucho peor.

-Jeje… bueno…- Mi cara se puso de todos los colores y me subió un calor por todo el cuerpo, ya era la segunda vez que ese maldito consolador me delataba, tenía que haberlo tirado a la basura antes de la llegada de mi marido, pero ahora ya era demasiado tarde y no había muchas excusas para dar –Es… es mi consolador, lo compré porque estaba solita y te extrañaba.

-¿Te compraste un consolador? Pero amor esto es gigante, ¿De verdad pudiste meterte semejante cosa?

- ¡ No! Nunca me lo metí –Mentí– Lo que pasa es que lo compré por internet y me equivoqué con el tamaño, pensé que era chico– Eso último sí era cierto.

-¿Y entonces para qué lo usaste?

-Es que, uff, me muero de vergüenza… últimamente estuve un poco excitada y… no se… me lo frotaba por fuera un poquito cuando me masturbaba, solo eso.

-Está bien amor– Sebas parecía estar conforme con mis respuestas y su voz ahora sonaba más relajada –Y hoy… ¿Lo usaste?

-Sí Sebas… Perdón. Es que te dije que estaba excitada todos estos días y vos no quisiste hacer nada.

-Está bien linda, te entiendo. Pero vos también entendeme a mí. Tenés un embarazo avanzado, y con la penetración y todo eso… no sé… me da un poco de miedo. Pero si vos solita podes aliviarte es bueno para vos, y quizás aunque no tengamos sexo podríamos… bueno, jugar un poquito, ¿No? -Sebas hablaba y yo iba sintiendo una bronca interna que crecía a medida que recordaba a su amante española y el descaro con el que ahora se excusaba para no tener sexo conmigo.

-¿A qué te réferis?

-Y… Veo que vos hoy ya tuviste lo tuyo, pero yo no jeje. Si vos tuvieras ganas de chupármela un ratito no me negaría amor… ¿Qué decís? –Aquel pedido tras no haberme tocado en casi un mes terminó de enfurecerme, pero por algún motivo mi rostro sonriente no transmitía el volcán en erupción que eran mis pensamientos en ese momento. Sonreí levemente y por más que intenté no pude reprimir la maldad que estaba a punto de hacerle a mi marido. En ese momento no tenía ninguna duda de que merecía eso y mucho más.

-Vení Sebas, parate al borde de la cama.– Le saqué el toallón que se había anudado en las caderas y quedé con mi cara a pocos centímetros de su verga –Te la voy a chupar como me pedís, pero antes quiero sacarme una duda– Le acaricié un poco los huevos como sabía que a él le gustaba y tuvo una erección en pocos segundos.

-No sabés como extrañé esto –Dijo- Te voy a confesar que mientras estaba en España me masturbé varias veces pensando en este momento– Apreté los dientes y le agarré la pija bien fuerte con la mano, cubriéndola por completo.

-Mhhh, amor, no sé por qué, pero la recordaba un poquito más grande. Quizás es porque me acostumbré a jugar con este chiche –Levanté la mirada, le dediqué una sonrisa maliciosa y agarré el consolador que él había dejado sobre la cama para apoyarlo en su cintura junto a su pene.

-No me podés comparar con ese coso enorme. Además, la mía es de carne y hueso. No creo que exista un tipo en el mundo que la tenga así de grande –Me acordé de la noche en que había descubierto que el consolador y la verga de Lucas eran exactamente iguales y me aguanté las ganas de responderle que no sabía de lo que hablaba.

-No pasa nada Sebas– Puse mi tono más tierno –Aunque la tengas chiquita yo te quiero igual -Finalmente no me pude resistir más, y mientras con una mano sostenía el consolador sobre la ingle de mi marido tomé mi teléfono celular y abrí la cámara de fotos.

-¿Estás loca Laura?, ¿Me estás sacando fotos?, ¡ Salí!

-Solo una o dos, así la próxima vez que me masturbe con esto puedo ver la foto y imaginarme que sos vos amor –Lo que le dije no tenía ningún sentido, pero Sebas me dejó hacer y obtuve algunas tomas interesantes de su pija, que se veía extremadamente minúscula e insignificante junto a semejante monstruo.

Dejé el consolador y mi teléfono sobre la mesita de luz y me decidí a terminar rápido con todo ese circo, abrí directamente la boca y me comí el pene erecto de Sebas entero para chuparlo frenéticamente durante varios minutos. Como él sabía que no me gustaba tragar, tenía la obligación de avisarme siempre cuando estaba por llegar al orgasmo y, según mi estado de ánimo, lo dejaba acabar sobre mis tetas o le recogía el semen sobre la palma de mi mano, pero esta vez, cuando recibí el aviso me dediqué a chupar con más ganas hasta que finalmente, entre lamentos, gritos y exclamaciones de mi marido, sentí el chorro de semen caliente sobre mi lengua. Lo conocía demasiado y sabía que no disfrutaría ni un poco de ver a su esposa así de desenvuelta, ni siquiera cuando él mismo era el beneficiario de aquella mamada. Entonces lo miré a los ojos con mi mejor cara de puta, abrí la boca para mostrarle su propio semen, y me lo tragué con un gesto de placer. Pude adivinar por su expresión que la situación lo había puesto extremadamente incómodo.

17 de Julio de 2020

Desde que me había levantado había mirado la foto de la noche anterior varias veces sin atreverme, hasta que finalmente, después del mediodía, un impulso y mi dedo sobre el botón de enviar dirimieron la cuestión. Le había mandado la foto de la pija de mi marido junto al consolador por Whatsapp a Lucas con un mensaje que decía “Te extraño”. Me sentí mal unos segundos por Sebas, pero cuando recordé lo que había hecho en España la culpa volvió a ser suplantada por odio. La respuesta de Lucas no se hizo esperar, decía: “¿Te gustaría ver cómo está la mía en este momento?”.Ni siquiera tuve tiempo de entusiasmarme con la idea porque inmediatamente llegó una foto en donde salía Gigi tomada desde arriba, desnuda y arrodillada. Tenía todas las tetas mojadas y desde el medio de las dos el tronco duro y venoso de la verga de Lucas se erguía en diagonal como un mástil que indica la conquista de un territorio. La cabeza de mi hija estaba inclinada hacia un costado y apoyaba con ternura su mejilla sobre la punta endurecida del pene de su novio. Sin pensarlo ni un segundo, me saqué el vestido y con el teléfono en mi brazo estirado y mi otra mano acariciándome un pezón, tomé una foto de mis tetas y se la mandé con el mensaje: “Para que te inspires mientras le acabás en la cara a la puta de mi hija”. Tres minutos después recibí una última foto de la cara de Gigi completamente cubierta de semen.

20 de Julio de 2020 (semana treinta y uno de embarazo)

Durante el fin de semana había tenido algunas contracciones leves y el lunes temprano hice una consulta virtual con el ginecólogo. Sebas fue a trabajar un poco más tarde para poder estar él también y mi doctor aprovechó que estábamos los dos para acordar una nueva ecografía y calcular la fecha de parto, que sería alrededor del quince de septiembre. También me dijo que me veía muy bien, que mis brazos y tobillos estaban menos hinchados de lo habitual y que eso era bueno porque podría seguir haciendo vida normal sin sentirme tan pesada. La barriga ya me había bajado casi por completo, algo que es normal a esta altura del embarazo. Por último, el doctor se despidió con un guiño que a mi marido no pareció causarle mucha gracia. “Aproveche”, dijo, “El embarazo le sienta muy bien al cuerpo de su mujer y está más hermosa que nunca”.

21 de Julio de 2020

Gigi llegó a la mañana con el plan de instalarse en casa durante al menos una semana. Parecía de muy buen humor y al mediodía nos preparamos una ensalada y nos sentamos juntas a almorzar.

-Mamá, ¿Podemos hablar de lo que pasó la semana pasada?

-¿Qué pasó?

-No te hagas la tonta, le mandaste a Lucas esas fotos y yo justo estaba con él. ¿No era que teníamos que olvidarnos de lo tuyo con Lucas?

-Sí, es verdad, pero quería compartir eso porque alguna vez hablamos sobre ese tema y no pude resistir el impulso…

-¿Sobre qué tema?, ¿El micro-pene que tiene Sebas?– Asentí con la cabeza y nos quedamos las dos en silencio mirándonos con una sonrisa hasta que Gigi se puso seria de vuelta -¿Está todo bien entre ustedes, ma?

-Ya que lo preguntás te lo voy a contar. Pero me tenés que prometer que no vas a decir nada porque todavía no tomé ninguna decisión…

-Prometido, ¿Qué pasó?

-Mirá – Abrí el mensaje de la amante de mi marido en mi teléfono y se lo di a Gigi, que durante un par de minutos leyó incrédula y con un gesto de bronca que se fue acentuando poco a poco.

-¡Es un hijo de puta! – Gritó cuando terminó de leer - ¿Cómo te puede hacer una cosa así cuando están a punto de ser padres?

-Bueno hija, yo tampoco fui la mejor esposa del mundo, ¿No? Supongo que esto lo único que hace es emparejar las cosas.

-Tenés razón. No lo había pensado así. ¿Y ahora qué vas a hacer?, ¿Él sabe que sabes?

-No, creo que no sabe, y por ahora no voy a hacer nada, me voy a hacer la tonta y me voy a tomar mi tiempo para ver como quiero que siga todo. Además, quiero concentrarme en el embarazo.

-Está bien mami, de todas formas no entiendo que tiene que ver todo esto con las fotos que le mandaste a mi novio… - La sonrisa volvió al rostro de Gigi y me dedicó una mirada inquisidora.

-Es que… Ahora que las cosas están parejas tengo derecho a hacer lo que yo quiero, ¿No te parece? – Gigi soltó una carcajada y dio la vuelta a la mesa para abrazarme y darme un beso en la mejilla.

-Tengo una idea ma. ¿Y si le mandamos una fotito a Lucas?

-¿Vos decís?

-Dale, por favor, se va a volver loco. Tengo una idea, sacá las tetas afuera…

Dicho esto, ni siquiera me dio tiempo a desatarme la parte de arriba del vestido y ya estaba tirando del elástico. Mis tetas rebotaron libres y Gigi se agachó un poco al lado mío para apoyar su perfil contra mi pecho y se sacó una selfie con el celular como si mi teta derecha fuera la cara de su mejor amiga, la levantó suavemente con una mano y giró la cabeza para sacarse otra foto posando sus labios justo al lado de mi aureola y sacó una foto más con su lengua estirada tocándome la punta del pezón que a esa altura ya estaba duro y parado. Después de eso me ayudó a subirme el vestido y volvió a sentarse en su silla.]

-Ya se las mandé todas – Dijo después de un par de minutos de escribir en su teléfono – y le dije que mi mamá quiere una dedicatoria…

-¡Gigi!, ¿De verdad le pusiste eso?

-Obvio. Además a esta hora debe estar solito en su pieza, no creo que tenga mejor plan que hacerse una paja viendo tus tetas. Hablando de ver fotos, ¿Alguna vez miraste la carpeta que te compartí?

-La miré por encima… – La pregunta me puso un poco nerviosa y prefería hacerme la tonta, no pensaba confesarle que me había masturbando viendo el video de como su novio intentaba desvirgarla analmente.

- Ya llegó la respuesta de Lucas – Me interrumpió Gigi – Me parece que le gustaron mucho las fotos, ¿No? – Dio vuelta su celular para mostrarme una foto de la pija de Lucas totalmente erecta y con mi nombre en mayúsculas escrito en marcador negro a lo largo del glande: “LAURA”, abajo había un mensaje que decía: “ Las tetas de tu mamá son las mejores del mundo. Esta es mi dedicatoria para ella ”.

- Gigi tu novio es un sacado… - No pude evitar morderme el labio inferior mientras miraba mi nombre escrito sobre aquella verga perfecta.

-Si. Y tiene la pija muy grande, ¿No? Pero esta vez es culpa nuestra, nosotros lo provocamos. Igual me molesta un poco que siga elogiando tus tetas como si las mías no existieran.

-Bueno… Quizás deberías mandarle una foto de las tuyas… - La miré con una sonrisa cómplice porque sabía exactamente lo que mi comentario iba a provocar.

Gigi se sacó la remera, se desabrocho el corpiño y se hizo varias fotos de las tetas. Yo aproveché para mirar en detalle el piercing que tenía en los pezones, me daba muchísima impresión que mi hija se hubiera hecho una cosa así. A los pocos segundos de enviadas las nuevas fotos, la respuesta de Lucas fue contundente: “ Amor las tuyas son hermosas, pero no podés competir con las de tu mamá, perdón ”, y enseguida otro mensaje: “Igualmente me encantaría verlas a las dos juntas para poder comparar mejor”. A Gigi la propuesta parecía divertirle y cuando me miró por un instante para ver cuál sería mi reacción tiré resignada de mi vestido hacia abajo dejando mis pechos afuera una vez más. En la primera foto que le mandamos a Lucas estábamos las dos de pie, de frente, pegadas una con la otra, sosteniéndonos las tetas hacia arriba con el antebrazo. La respuesta fue una foto de una verga hinchada y mojada con saliva que parecía a punto de explotar. Para la segunda foto mi hija me tomó por la cintura y me hizo girar hacia ella, quedamos frente a frente con nuestros pechos aplastados unos contra otros y mirándonos a los ojos. Sentí el calor de su piel y el frio helado de sus piercings clavados en cada uno de mis pezones. La respuesta de Lucas fue bastante esperable: “Como me gustaría estar ahí en el medio”, pero no podíamos culparlo por no ser original, supongo que cualquier hombre hubiera dicho lo mismo. Estaba por vestirme de vuelta pero Gigi me pidió que hiciéramos una más, y por sorpresa me apretó las tetas con las dos manos hasta que dos chorros de leche salieron disparados sobre las suyas, que quedaron cubiertas de gotitas blancas. Al parecer la foto de mis tetas regando con leche las de mi hija fue demasiado para Lucas, que apenas un minuto después respondió con una foto en la que agarraba firmemente por la base su verga completamente cubierta de semen, que se escurría en espesos chorros por encima de la tinta negra que todavía formaba mi nombre sobre su tronco.

FIN DE LA PARTE 12