Embarazada y tentada por un adolescente – Parte 11

Mi marido aterrizó en Buenos Aires. Se había ido en marzo a un congreso en un viaje que debía durar diez días, y por culpa del Covid-19 terminó varado en la casa de su hermana cerca de Madrid por más de tres meses. Lo recibo con de seis meses de embarazo y mortificada por lo que hice en su ausencia.

22 de Junio de 2020 (veintisiete semanas de embarazo)

Sebas llegó a Ezeiza a la noche y me llamó para avisarme que había aterrizado. Se había ido en marzo a un congreso en un viaje que debía durar diez días, y por culpa del Covid-19 terminó varado en la casa de su hermana cerca de Madrid por más de tres meses. El vuelo había aterrizado tarde, y mientras esperaba con mi hija la llegada del Remis que traería a mi marido a casa, me mortificaba y culpaba por todas las cosas que habían pasado en los tres meses de su ausencia. Gigi debió haber percibido algo en mi cara, y se sentó a mi lado en el sillón del living.

- ¿Pasa algo ma?, ¿No estás contenta de que vuelva Sebas?

-Sí, hija. Claro que estoy contenta, pensé que no volvía más. Me faltan un par de meses para parir, si llegaba a nacer la beba con él allá en España no sé qué hubiera hecho.

-No seas exagerada, no iba a pasar eso, para el parto todavía faltan como tres meses.

-Ahora que está acá ya puedo poner turno para la próxima ecografía, la estaba demorando porque quería que Sebas viniera conmigo.

-Que bueno, pero entonces, ¿Por qué esa carita triste?

-Bueno, creo que no hace falta que te explique. Me siento muy culpable por todo lo que pasó con Lucas, Sebas no se merece esto, y ahora que está por llegar no sé cómo lo voy a mirar a los ojos – Gigi bajó la cabeza y por un momento pensé que no iba a tener nada para decirme al respecto, pero entonces me puso una mano sobre el hombro y me habló con un tono casi maternal.

-Tranquila mami, lo que pasó ya pasó. Fue una circunstancia especial en un momento especial. Yo te prometo que Lucas y yo vamos a hacer como si no hubiera pasado, y vos por tu bien y por tu embarazo tenés que hacer lo mismo, ¿No te parece?

-Sí, claro. Gracias por entenderme, así las cosas van a ser mucho más fáciles.

-Claro que te entiendo, aunque ahora a Luqui lo voy a tener que atender yo solita…

-Como corresponde. Y hablando de atender, ¿Al final que paso con eso que nos mostraste el otro día?

-¿Qué cosa?

-No te hagas la tonta jeje, no me digas que lo tenés puesto ahora…

-Ahhh,¿El plug?, no, me estaba doliendo bastante y Lucas me dijo que no hacía falta que pasara por eso, que ya se había sacado las ganas de probar como se sentía el sexo anal y que no quería verme sufrir.

-Ufff, tu novio es todo un caballero.

-Si, bueno, la verdad es que no logro entender como hiciste para aguantar que te meta…

-Shhhhhh, hija, ¿No acabamos de decir que eso nunca pasó?

-Tenés razón ma, perdón.

Las dos nos reímos y Gigi me dio un abrazo cálido que me puso de buen humor y me hizo olvidar la culpa. Unos minutos después, Sebas me mandó un mensaje avisando que estaba a dos cuadras de casa, y las dos abrimos la puerta para verlo llegar. Entonces, cuando lo ví bajar del coche y buscar sus valijas en el baúl, me di cuenta de que en verdad lo extrañaba, y que, más allá de todas las cosas innombrables que había hecho en su ausencia, todavía lo quería. Corrí a la vereda y nos abrazamos como probablemente nunca lo habíamos hecho, pero era entendible porque jamás desde que nos habíamos conocido habíamos estado separados tanto tiempo. Cuando mi marido se puso cómodo y dejó las valijas en nuestra habitación nos sentamos con él a la mesa de la cocina para acompañarlo mientras comía algo, ya que nosotras ya habíamos cenado más temprano. Después, nos quedamos casi una hora en el sillón del living, Sebas estaba fascinado con mi barriga y la tocaba y la acariciaba ilusionado con que la beba pateara, pero finalmente el cansancio lo venció y nos fuimos a dormir.

23 de Junio de 2020

Durante todo el día me dediqué a trabajar y Sebas hizo algunos llamados a los consultorios donde trabajaba para avisar que estaba de regreso y que podría empezar a tomar turnos desde la próxima semana. A la tarde, nos despedimos de Gigi, que se iba a pasar unos días a la casa del padre, cuando nos quedamos solas un instante mi hija me guiñó un ojo y me dijo que había arreglado irse para que Sebas y yo estuviéramos tranquilos y pudiéramos ponernos al día. Hasta el momento las cosas habían ido demasiado bien y el sentimiento de culpa parecía haberse esfumado, aquello de hacer como que nada había sucedido estaba funcionando bien. A la noche con Sebas decidimos preparar una cena romántica: pedimos Sushi y abrimos un vino, aunque yo prometí que apenas iba a mojarme los labios. Nos pusimos al día con tonterías sobre los tres meses que habíamos estado separados, aunque los dos coincidimos en que no había pasado nada digno de mención en todo este tiempo de encierro.

Cuando terminamos de comer Sebas me tomó de la mano y me llevó hasta el sillón, estuvimos un rato largo besándonos y toqueteándonos, pero me di cuenta de que él estaba concentrado más en mi panza que en el resto de mi cuerpo, y se lo veía un poco inhibido. Me corrí los breteles del vestido y lo dejé caer como quien muestra un arma secreta: mis tetas estaban muchísimo más grandes desde la última vez que Sebas las había visto, y me moría por ver su cara al verlas, pero fue una decepción enorme: en lugar de tocarlas o al menos mirarlas, se arrodillo frente a mí para poner su oreja sobre mi panza y se quedó más de quince minutos intentando sentir a la beba. En un último intento por rescatar un clima completamente muerto, lo empujé hasta su sillón y le bajé los pantalones, me arrodillé en la alfombra y quedé por primera vez en mucho tiempo cara a cara con su masculinidad, que todavía estaba fláccida. Me pareció entonces más pequeña que nunca, la agarré con una mano y la lamí de abajo hacia arriba en un recorrido que se me hizo corto, mientras hacía un esfuerzo para no pensar en la verga de Lucas, venosa, brillante, interminable palpitando sobre mi lengua, llenándome la boca. Pero ya era tarde. Ahora me había metido la pija de mi marido en la boca pero en mi cabeza corría una película diferente: cerré los ojos y me froté la concha húmeda mientras imaginaba a Lucas llevando la elasticidad de mis labios vaginales al límite.

Después de unos minutos así Sebas tuvo una erección, y yo, otra vez culposa y arrepentida, pude borrar a Lucas de mi cabeza y me abrí de piernas sobre el sillón grande para que mi marido me penetre, pero algo no estaba del todo bien: en el tiempo que tardamos en acomodarnos y intercambiar un beso o dos, su pene minúsculo se había puesto completamente fláccido otra vez. Se arrodilló para disimular lo que yo ya había percibido y volvió a poner su atención en mi panza: caricias, besos cerca del ombligo, silencio.

-¿Qué pasa amor? – Pregunté

-Nada… Es que me cuesta un poco viéndote así…

-¿Así como?

-Así… embarazada, con toda esa panza.

-¿No te gusto?, ¿No te parezco sexy?

-No es eso… es que ahí adentro esta nuestra hija y… además, tengo miedo de lastimarte... - Las palabras de Sebas me cayeron como una tonelada de ladrillos encima y me senté en el sillón ya sin ganas de nada.

- Está bien Sebas, entonces supongo que no vamos a hacer nada hasta después del parto.

-No seas tan extremista amor, para mi esto es muy nuevo, pero te prometo que vamos a volver a intentar otro día.

Yo ya no quería saber más nada del tema y me fui a la cama bastante enojada. Mientras me adaptaba a la idea de que no volvería a tener sexo por un largo tiempo, recordé el miedo de mi marido a lastimarme y no pude evitar una sonrisa: si el supiera el tamaño de lo que me había penetrado en su ausencia entendería que ese miedo era totalmente ridículo.

24 de Junio de 2020

Me levanté temprano y Sebas todavía dormía. Fui al baño con la idea de darme una dicha, me saqué el camisón y cuando pasé junto al espejo vi algo raro detrás de mí que me hizo mirar de vuelta. En mi espalda, con letras bastante nítidas todavía se leía “Feliz cumpleaños amor” y en mi nalga derecha estaba el tatuaje de “Putita anal de Lucas”. Me quedé helada sin saber qué hacer. El revuelo por la llegada de mi marido nos había hecho olvidar a mi hija y a mí de remover esos tatuajes, y había sido un milagro que él no los hubiera visto. Si, por ejemplo, hubiésemos llegado a tener sexo la noche anterior, las cosas podrían haberse vuelto desastrosas. Cuando se me pasó el shock empecé a pensar en todo lo que iba a decirle a Gigi cuando la tuviera enfrente, pero me di cuenta de que no podía esperar, faltaban varios días para que ella volviera y yo necesitaba sacarme esos tatuajes urgente. Me duché rápido y me volví a poner el camisón asegurándome de que mi espalda y mis nalgas quedaban bien tapadas, y salí a buscar mi teléfono. Sebas todavía dormía, bajé a la cocina y llamé a mi hija.

-Hola ma, ¿Cómo estás?

-Mal, te voy a matar…

-¿Qué pasó?

-Los tatuajes. Nunca me los sacaste, y Sebas no los vio de milagro – Del otro lado de la línea Gigi se quedó en silencio varios segundos, y después pude escuchar cómo se reía – No te rías estúpida, ¿Vos querés que yo me separe?

-Perdón… bueno, sacarlos es muy fácil, hay que frotarlos bien fuerte con un algodón empapado en agua oxigenada, si necesitás en mi pieza tengo.

-Hija, apenas puedo moverme con esta panza y vos querés que me frote la espalda con un algodón. ¿Qué se supone que tengo que hacer?, ¿Pedirle ayuda a Sebas?

-Bueno, hagamos una cosa. Intentalo. Si no podés yo te prometo que mañana vuelvo y te los saco.

-No. Te espero mañana para sacármelos si o si. Chau.

Corté la comunicación enojada, aunque sentí cierto alivio porque entendí que, como estaban las cosas con mi marido, no había chance de que tuviera que sacarme la ropa frente a él. Además, al día siguiente Sebas iba a salir a una reunión en la clínica y sería el momento ideal para sacármelos sin que sospeche nada raro.

25 de Junio de 2020

A pesar de que me había puesto mi camisón más largo y pesado, pasé toda la noche boca arriba por miedo a que Sebas se diera cuenta de los tatuajes. Gigi llegó a casa a las diez de la mañana y a eso de las once mi marido se despidió para ir a la clínica. Cuando nos quedamos solas me descargué contra mi hija por no haberme quitado esos tatuajes cuando se lo pedí por primera vez y por exponerme así con mi marido. Aunque no parecía muy preocupada por mi enojo, me pidió disculpas y me dijo que la esperara en el living mientras subía a buscar algodón y agua oxigenada para quitármelos. Cuando volvió, me bajé la parte de arriba del camisón y me senté de costado en el sillón para darle la espalda.

-Perdón ma. En serio. Nunca me hubiera perdonado si te separabas de Sebas por mi culpa – Gigi empezó a frotarme el algodón empapado en agua oxigenada por la espalda a la altura de los omóplatos – Menos mal que no los vio…

-No, de milagro no los vio…

-¿Entonces no tuvieron sexo?, ¿o tuvieron pero no te puso de espaldas?

-Eso no te importa. No te pienso decir – Volvió a mojar el algodón y empezó a frotarmelo más fuerte por toda la espalda.

-Bueno está bien, no me cuentes. Pero el tatuaje de la cola te lo vas a tener que sacar solita jeje.

-¡Gigi basta!

-Bueno… ¿Tan malo fue que no me querés contar?

-Es que no pasó nada. No tuvimos sexo porque Sebas estaba preocupado por la bebé y se arruinó todo el clima.

-Aww, que tierno. Igual no entiendo cómo puede aguantarse después de tantos meses. ¿Y te dejó así?, ¿Caliente?

-Y… si.

-Al menos podría haberte… atendido… no sé, una chupada de concha, algo…

-¡Gigi!

-¿Qué? Además, ¿No dijiste que la tiene muy chiquita Sebas? Después de las cogidas que te pegó Lucas es imposible que te lastime a vos o a la bebe, ¿No?

-Basta o me voy a enojar en serio. ¿No dijimos que todo eso había quedado atrás?

-Ufa. Es un chiste. Perdón. Bueno el de la espalda ya se borró, ahora falta el otro. Bajate más el vestido.

-¿Así está bien? – Me puse de pie y dejé caer el vestido al piso, la cara de mi hija quedó a la altura de mi cola.

- Sí, inclinate asi es más fácil. Eso. Uy, me había olvidado que este me había salido tan prolijio. Me da una pena borrarlo…

-Basta Gigi, en serio…

-En serio. “Putita anal de Lucas”, mhhhh eso me trae recuerdos jiji. ¿Nos podemos sacar una foto las dos con los tatuajes?, Yo todavía tengo el mio.

-¡NO!

-Dale mami, porfa. Te prometo que no salen nuestras caras, además, necesito documentar los trabajos que hago - Gigi se bajó los pantalones y me mostró su cola con el tatuaje que decía “Putita anal de Lucas II”.

-Ufff, bueno, pero que sea rápido – Mi hija apoyó su cola contra la mía y estiró el brazo con el teléfono hacia atrás para sacar varias fotos, finalmente me mostró una en donde nuestras nalgas salían juntas con los dos tatuajes.

-Ahora una más a vos solita. Inclinate hacia adelante, si, y ahora abrite bien la cola con las dos manos. La mano derecha un poco más arriba que tapás el tatuaje. Eso, quédate quieta ahí – Me sacó varias fotos y otra vez me mostró la pantalla. Yo tenía puesta una tanguita finita y se me había corrido un poco dejando ver mi esfínter, que parecía mucho más abierto de lo normal. Me acorde de las culeadas que me había dado Lucas, pero ya había pasado casi una semana desde la última.

-Ya está hija. Ya me hiciste todo un portfolio. Ahora borrame eso del culo por favor – Volví a inclinarme hacia adelante y esta vez sentí el frio del algodón empapado en la nalga derecha. Gigi frotaba con una mano y me agarraba con firmeza la cola con la otra. En un momento tuve la sensación de que me la abría más de lo necesario, pero no dije nada.

- ¿Puedo mandarle estas fotos a Luqui? Es para que las tenga de recuerdo…

-No Gigi, no podés. Y basta con ese tema. No quiero que me lo menciones más.

-Bueno ma, es que me estás dando un mensaje un poco ambiguo.

-¿Qué querés decir?

-Que desde acá atrás puedo ver como se te mojó la tanguita… - Gigi dejó de frotar el tatuaje y levantó la parte de arriba de mi bombacha haciendo que la tira se me encaje entre los labios vaginales. Me tomó por sorpresa, y apenas atiné a levantar la cabeza y morderme los labios, pero no me moví del lugar.

-¿Qué haces?, ¿Estás loca?

-¿Alguien se mojó mientras se acordaba de algo?, ¿O me parece? – Con la tela todavía encarnada en mi vagina, Gigi me abrió con dos dedos los labios y me sacó otra foto para mostrármela: mi concha abierta y rosada estaba cruzada por espesos hilos de fluidos, en el medio, mi tanga empapada partía mi carne en dos. Entonces sentí los dedos de mi hija resbalar por mi vagina hacia arriba y hacia abajo, era verdad que me había mojado con lo de las fotos, y aunque tenía que hacerla parar, mi cuerpo buscaba otra cosa.

- Mhhhhh, Gigi por favor no… - Involuntariamente, dejé escapar un gemido profundo.

- No podés estar así mami. Dejame que te ayude. Además, me imagino lo frustrante que debe haber sido lo de Sebas. A esta altura de tu embarazo no es bueno que te quedes caliente – Dicho esto, presionó suavemente mi vulva hasta que me metió dos dedos completamente lubricados con mis propios fluidos.

-Ahhhhh, hija no… no… - Mis caderas empezaron a moverse tímidamente hasta que agarraron el ritmo de sus dedos que entraban y salían. Aunque ya había pasado algo raro entre nosotras, solo había sido para hacer excitar a Lucas, pero esta vez era diferente, estábamos solas.

-Shhhhh, disfrutalo y no pienses. Quiero verte sentir placer como el otro día cuando te cogió mi novio. Para mi ver disfrutar a mi mami es tan importante como disfrutar yo. Uy, tenés la concha super dilatada, nunca me hubiera imaginado que el embarazo te podía poner así. Ahora vamos a ver si te entran un par de deditos más, ¿Si?

-Mhhh… ahhh… no hace falta… si seguís moviendo los dedos así en seguida voy a tener un…

-¡No!, por ahora no quiero que tengas ningún orgasmo – Los dedos de Gigi se detuvieron en seco y lentamente los sacó para un momento después volver a meterlos, pero esta vez algo había cambiado.

-¿Qué me estas metiendo?

-Jeje, ahora me dio curiosidad y quiero ver que tan grande y dilatada estás – Con las yemas de los dedos juntas, Gigi me abrió la concha con la mano derecha y se detuvo cuando todos los dedos estuvieron adentro y el punto más ancho de la mano hacía tope contra mis labios estirados.

-Ahhhh…. Pará… por favor… - Aunque todavía intentaba frenarla, estaba demasiado agitada y no podía hablar. Necesitaba tener un orgasmo a cualquier precio.

-Increible ma, tu concha me absorbe la mano – Aunque la mano de mi hija era pequeña, a medida que la metía yo sentía como mi cuerpo tenía que adaptarse para recibirla, entonces empujó con un poco más de fuerza y cerró el puño al tiempo que lo hundía por completo dentro mío.

-Mhhhhh, ufff, Gigi… ¿Qué hiciste?... ¿Me metiste toda la…? – Giró el puño estirándome aún más y todo mi cuerpo se dobló en un espasmo que de a poco se volvió incontrolable. Tuve un orgasmo monumental mientras sentía como mi vagina se contraía alrededor de la muñeca de mi hija.

- ¿Y?, ¿No te sentís mejor ahora? –Con mucha lentitud, fue sacando de mi vagina su mano empapada y cubierta de fluidos. Cuando pude recuperarme me di vuelta y me di cuenta de que, con el teléfono en su otra mano, Gigi me había estado filmando todo el tiempo, y ahora me hacía un primer plano de la parte de adentro de mi concha completamente abierta y estirada.

-¿Estás loca? Apagá la cámara y borrá eso ya.

-Tranquila mami, no lo va a ver nadie, solamente Lucas y yo. Tenemos una carpeta compartida donde subimos todos nuestros videos…

-Basta hija, en serio, si le mostrás esto a Lucas me muero, por favor no…

-Él ya te vio en situaciones peores, además, le va a encantar verte así, con mi  mano adentro… el otro día me lo quiso hacer a mí y le dije que no, yo soy mucho más apretadita que vos.

-Entonces, ¿otra vez me estás usando para cumplirle las fantasías a tu novio?

-Bueno, no parece haberte molestado mucho, ¿Querés que ponga el video para ver cómo gemías?

-NO

-Tengo una idea, te voy a compartir la carpeta así la ves solita cuando tengas ganas. También hay unos videítos que hicimos Lucas y yo.

Con eso, Gigi terminó de borrarme el tatuaje y se fue a su habitación, y yo me quedé todo el día tratando de borrarme de la cabeza lo que había pasado.

FIN DE LA ENÉSIMA PARTE