Embarazada y puta 2

La calentura me llevó a probar con una madura

Efectivamente cuando llegué a casa mi marido se había preocupado mucho pero le di una excusa y quedó todo bien. Tenía olor a hombres pero ni se dio cuenta o no lo relacionó.

Justo llegó el fin de semana y no tenía excusas para salir así que la pasé a puro pepino y recuerdo de esos hombres. Pero  llegó el lunes y aproveché que mi marido empezaba a trabajar y salí rumbo a la galería donde trabajaba mi guardia. Lamentablemente ese día estaba en otro lado pero entré de todas formas a la casa de lencería porque me quería comprar algún conjunto de lo más puta. Ese día se encontraba solamente una vendedora y la dueña quien fue la que me atendió.

Era una mujer entrada en años de casi 60, alta, rellena pero muy fina y delicada, se llamaba Ana. Empezamos a hablar y me preguntó qué tipo de ropa interior buscaba y fui muy directa “quería verme lo más perra posible”. Ella se empezó a reír y me dijo que tenía todo el tiempo para mí. Le dio instrucciones a la otra chica y empezó mi show. Entré al probador y me desvestí completamente con las cortinas abiertas. Primero me pasó un conjunto blanco con cola less que me quedaba bien pero no era lo que buscaba.  Ana me fue pasando de todos los tipos y colores y cuando me probaba alguno le pedía su opinión. No me había dado cuenta que estaba excitando a esa mujer hasta que me puse un babydoll blanco con una tanga diminuta y sus ojos se desorbitaron y su voz sonó temblorosa. Jamás había tenido fantasías con otras mujeres pero esa situación me calentó demasiado. Le pedí me ayudara a quitarme el babydoll y levanté mis brazos. Ella mientras lo subía rozó con sus manos mis pechos y yo a través del espejo la miré y sonreí. Le había dado vía libre con mi cuerpo. Desde ese momento fue ella la que subió y bajó cada tanga que me probé y cada vez sus dedos se fueron acercando más a mi concha. Tocaba mis nalgas con muchísima suavidad y olía cada centímetro de mi piel.

Separé un conjunto y ella otro. Cuando me dirijía a pagar le dijo a la empleada que no me los cobrara y que se iba por un rato. Le agradecí y ella salió pero me esperaba afuera.

Vivía en un departamento sobre la galería y me invitó a subir. Lo hice sin preguntar. Llegamos y me pidió que me pusiera el que ella había elegido, por supuesto que el babydoll blanco. Cuando me vio se sacó los anteojos y se fue acercando lentamente sin dejar de mirarme con mucha lascivia. Se paró frente a mí y me dio un beso al cual yo respondí con total fogosidad. Nuestras lenguas se trenzaron en un baile obsceno. Su mano fue en busca de mi pecho y lancé un gemido, luego la llevó a mi concha y en un par de frotadas le acabé en su mano con un grito ahogado por su boca. Me tomó de una mano y me llevó a su habitación. Todo estaba en perfecto orden y se notaba que vivía sola. Me desnudó y acostó en una cama enorme como nunca había visto y extremadamente cómoda. Me abrí de piernas para ella. Ana se empezó a desvestir lentamente y yo no aguantaba más la calentura. Se lanzó directo a mi concha, me la chupó como nunca antes alguien lo había hecho. Sabía exactamente donde lamer. Subía suavemente por mis labios vaginales y luego se detenía en mi clítoris para succionarlo y lamerlo hasta que me hizo estallar en otro orgasmo pero a este se lo tragó entera. Empezó a subir por mi cuerpo dando pequeños besos a mi cuerpo hasta que nuestras bocas se volvieron a juntar. Estando así me metió dos dedos en la concha y luego un tercero; era tal la lubricación que tenía que entraban con mucha facilidad así que se animó y metió un cuarto. Esa fue otra experiencia inicial, jamás tuve tantos dedos dentro.  Le ofrecí un pecho al que se prendió como sanguijuela y su mano consiguió otro orgasmo. Se acostó a mi lado acariciando mi cara y solo me decía cosas lindas de mi cuerpo y que jamás había estado con una mujer que acabara tanto. Dicho esto me lamió suavemente un pezón y me volví a calentar pero esta vez me dio vueltas y me puso en cuatro, se colocó por detrás y empujó mi cabeza en la almohada dejando mi culo en pompa. Dijo que era la única parte que le faltaba probar y hundió su cara en él. Su lengua era un paraíso, consiguió que quisiera ser penetrada en ese instante por mi aún virgen agujero. En tanto sus dedos se encargaron de mi clítoris hasta que volví a explotar.

Ella quedó rendida a mi lado. Le conté que era mi primera vez y se sorprendió. Le pedí probar su concha porque nunca lo había hecho. Ella se quiso negar al principio porque decía que no podía ser mi primera concha la de una vieja. Le di un beso y bajé a su entrepierna. No tenía la experiencia pero esa mujer me había dado una infinidad de orgasmos y yo le iba a retribuir con uno al menos.

Abrí sus piernas y coloqué mi cara cerca de su concha. La tenía con un poco de pelos, apenas. Abrís sus labios con mis dedos y pasé mi lengua tal como ella lo hacía. Ana se tomó de los pechos y empezó a gemir. Le empecé a chupar el clítoris y le metí dos dedos. La tuve así hasta que empezó a convulsionar del orgasmo que le hice venir. Me confesó que hacía años que no tenía uno así. Descansamos un rato y cuando me estaba despidiendo me dijo luego de darme un beso que el regalo se lo había hecho yo a ella y que por favor volviera otra vez.

Otra vez me pasó que tenía todo tipo de sensaciones menos culpa. Me iba sonriendo sola por los pasillos de la galería. La experiencia había sido maravillosa pero eran pijas lo que necesitaba…continuará