Emanuelle

Mi corazón palpitaba fuertemente, como si quisiera salir de mi pecho. Apenas podía creer que después de cuatro meses de auto prohibirme salir y hacer mi vida normal estaba allí, listo para la "verdad".

Mi corazón palpitaba fuertemente, como si quisiera salir de mi pecho. Apenas podía creer que después de cuatro meses de auto prohibirme salir y hacer mi vida normal estaba allí, listo para la "verdad". El calor era insoportable y apenas te dejaba respirar, ese calor húmedo que odiaba de mi pueblo natal hacía estragos en mi persona en el día más importante en meses.

Y por fin lo encontré, mi nombre estaba en la lista de las becas este año, en mí cara se dibujó una sonrisa, salí rápidamente del local donde se publicaban los resultados de los exámenes como flotando, era una sensación sin igual: Lo había logrado.

Como pude llegué a mi casa, mi madre estaba en la cocina, como siempre y con esa mirada y actitud de siempre saberlo todo, me abrazó, sus ojos se llenaron de lágrimas en segundos.

-Así que te vas hijito mío- Dijo con una mezcla de alegría y melancolía.

-Si mamá, voy a ser el orgullo de la familia.- Sonreí

Mi madre me vio por primera vez partiendo de aquella casa rustica en medio del campo, yo vestía mis mejores prendas para ir a la gran ciudad en mi país a empezar mi sueño de ser profesionista, al final de cuentas yo nunca había pertenecido a ese lugar, todos mis amigos e incluso hermanos eran diferentes a mí.

Me sentía orgulloso de salir de allí con la frente en alto, después de cuatro meses de preferir estudiar antes que hacer cualquier cosa. Lo había logrado, me iba a la gran ciudad a estudiar, completamente solo y con los estudios pagados.

La despedida en la terminal de autobuses fue breve, cuando por fin abordé el autobús por fin me sentí nervioso, tal vez más de lo que había estado toda mi vida, me vi allí, un chico de campo viajando hacia la ciudad, con todas mis pertenencias en una pequeña maleta, no sabía que iba a pasar, incluso ni siquiera conocía la ciudad, todos en el pueblo, hablaban de ella con familiaridad, que  si era insoportable el sonido de los automóviles, que allí si había oportunidades, que la gente no era buena, que esto, que el otro.

Las horas pasaban y cuando desperté era de noche, abrí la pequeña cortina del autobús y vi las luces de la ciudad encendidas. Eso era espectacular, estaba lloviendo ligeramente y por fin llegamos, dieciséis horas de camino habían terminado, ahora era de noche y la ciudad parecía dormir, iluminada como si fuera de día, pero durmiendo tranquilamente.

En la terminal me esperaba uno de mis roomates, era un estudiante extranjero, para ser exactos era español. Al igual que yo, pero un año antes, había llegado a la ciudad a estudiar negocios internacionales, era muy atractivo diría yo, más alto que yo, de tés morena y un rostro espectacularmente varonil, mandíbula ancha, mentón pronunciado, cejas bien pobladas, barba de tres días y unos espectaculares ojos color aceituna, que se veían espectaculares, sin contar con su físico impresionante, parecía haber vivido una vida en el gimnasio.

Me quedé embobado viéndolo, apenas reconocí su enorme letrero con mi nombre, ni siquiera me importó que estuviera mal escrito (mi nombre).

-Hola- Le dije con una voz dulce que salió naturalmente, me sorprendí a mí mismo. Apenas podía moverme enfrente de ese monumento de persona.

-Emanuelle?- Preguntó, clavando su mirada en la mía, sonreí levemente.

-Ese mismo- sonreí aún más tratando de dejar de ver su mirada, tan penetrante.

-Mi nombre es Javier, mis amigos me dicen solo "Javi" y seré uno de tus compañeros de apartamento, soy el encargado de enseñarte cómo funciona esto y bueno, espero que seamos buenos amigos.- Dijo el, mientras estrechaba mi mano y sonreía al mismo tiempo.

-Claro, vámonos- Pensé que podíamos ser lo que fuese que él quisiera, incluso me extrañe a mí mismo pensando ese tipo de cosas, al cabo de unos minutos de caminar junto a Javi, pensé que era por la emoción de todo esto que pasaba en mi vida.

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Vivíamos en un departamento cerca de la escuela, de hecho si caminaba justo tomaba cinco o seis minutos llegar a la escuela, era lindo y acogedor, con tres habitaciones, una sala-comedor-cocina y el problema es que solo había un solo baño. Compartía casa con Javi, el español y otro europeo más, Antoni, el italiano, que estaba a punto de terminar la escuela y parecía saberlo todo.

En pocos meses, pude adaptarme completamente a mi nuevo estilo de vida, salíamos cada fin de semana, los chicos tenían aventuras con chicas del campus, incluso me molestaban un poco por mis citas casi nulas con compañeras de salón, pues según ellos, era joven y tenía que vivir la vida. Yo siempre salía por la tangente, y me hacía bromas de eso, pero de hecho en esos meses allí había descubierto muchas cosas de mí que aparentemente no sabía antes, que no me gustaba el alcohol, ni las drogas, que me encantaba leer revistas "de niñas" (como decían en el pueblo), que no me atraía para nada la formalidad y todo aquello que se necesita para salir con las mujeres, que me gustaba la tecnología más que cualquier otra cosa en la ciudad, y que extrañaba cada vez menos a mi familia en el campo.

Cada vez mejor me iba mejor, mis notas eran mejores, incluso algunos de mis maestros solían decirme que era un gran prospecto para los negocios, solo que siempre sería bueno tener experiencia laboral, así que decidí buscar empleo, no solo como fuente de ingresos, sino también como una manera de distraerme y hacer de todo, al fin y al cabo no tenía novia, y solía pasar las tardes en algún cibercafé perdiendo el tiempo.

Encontré una vacante en una empresa de seguros, no era grande pero tampoco pequeña, solicitaban una persona de medio tiempo, joven, que estuviera estudiando y con disponibilidad de tiempo y responsable, era perfecto para mí. Sin dudarlo, concerté una cita de trabajo y fui a la entrevista. No pagaban mal e iba a estar ocupado durante las tardes, aparte de que tendría experiencia.

Después de las pruebas psicométricas y una entrevista previa, me llamaron para ir con la persona que sería mi jefe inmediato, nunca habría de imaginar que se convertiría en una persona muy importante en mi vida.

Ese día, me vestí con lo mejor en cuanto prendas que tenía, traje elegante color gris y una camisa color rosa, zapatos negros, tenía el pelo un poco largo, así que solo lo peiné con mucho gel. No tenía barba aún, ya con dieciocho años seguía pareciendo un niño, con rasgos delicados: nariz respingada y pequeña, boca pequeña, labios ligeramente carnosos, ojos un poco grandes, color miel y una sonrisa encantadora.

Llegué al edificio de la empresa y me hicieron esperar por cerca de dos horas, el señor Diego De La Torre atendía una llamada con un cliente canadiense, me habían hablado de ese señor, que era una persona con un carácter fuerte y que a veces solía ser demasiado estricto, que sus asistentes (puesto que estaba solicitando) no duraban mucho, por el ritmo de trabajo frenético y su escaso o nulo trato con sus subordinados. En fin, no lo conocía y ya tenía un profundo miedo y respeto por el señor De La Torre.

Por fin me llamaron para la "entrevista final" y entre expectante, la oficina era grande y espaciosa, elegante, todas las paredes de blanco excepto la de la entrada, que era de vidrio, un gran escritorio en el centro de madera, con una computadora que parecía muy avanzada en el escritorio, junto con el teléfono y muchos papeles regados encima del mueble, dos sillas negras de piel para los que visitaban. Tras del escritorio, estaba sentado en una silla ejecutiva el señor De La Torre, de inmediato supe que dé él se trataba, tenía una presencia indescriptible, casi hipnotizarte, vestía con un traje en negro, camisa azul cielo y una corbata azul marino, era realmente guapo, con rostro simétrico con muestras de la experiencia en forma de arrugas en su cara, tés clara y unos ojos que si bien eran muy penetrantes, tenía un toque de tristeza, mismo que inmediatamente escondió poniendo un gesto de molestia.

-Es usted Emanuel Ríos?- Dijo con una vos áspera, casi un gruñido.

-S... Si- Tartamudee un poco mientras un gesto de desilusión apareció en mi rostro.

-Siéntese, vamos a ver...- Me quitó la mirada de encima y la clavó en mi CV, sin mirarme empezó con sus cuestionamientos...

-Así que estás estudiando ¿cierto?- Preguntó y el mundo empezó a dejar de importar, solo él y lo que preguntaba.

-Sí, y necesito saber si en realidad sirvo para lo que estudio- Bromeé pero el señor no se rió, solo puso un gesto de sorpresa y continuó...

-Es todo, ¿tienes alguna pregunta?- Me dijo con un gesto de desidia, pensé que había sido todo y me sentí aliviado, aunque la presencia del señor De La Torre era magnética, no era nada agradable convivir con alguien así. Solo moví la cabeza en forma negativa.

-Muy bien, empiezas el próximo lunes, la secretaria le indicará a qué hora tendrá que venir mañana para darla de alta en el seguro social y todo lo referente al trámite, prepárese para empezar a trabajar y a olvidarse de la holgazanería, lo veo el lunes.-

El señor se levantó y me dio la mano, me retiré y recibí indicaciones, sin duda era la cosa más extraña que alguna vez había pasado. Esa noche no pude dormir, tampoco toda la semana que terminaba, la presencia del señor me tenía impactado, pero al final tenía un reto: mantener el empleo y hacerlo de la mejor manera posible.

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El trabajo era peor de lo que todos decían, había mucha exigencia por parte de mi jefe, cada vez veía menos a mis propios compañeros de casa e incluso al final del semestre era complicado ir a clases y mantener mis notas altas. Pero la actividad me gustaba y cada vez que aumentaba la cantidad de actividades en la oficina, lo hacía con más gusto, con más entrega. Cuando terminó el ciclo escolar, mi primer año en la escuela el trabajo aumentó, al tal grado de ir todo el día y salir en algunas ocasiones a la media noche, pero a medida que aumentaba el trabajo y las exigencias de mi jefe, a mi gustaba más trabajar, pasábamos más tiempo juntos y empezamos a interactuar.

Supe que él había tenido una familia, que habían fallecido en una carretera al este de Paris en unas vacaciones hace años, que fue por culpa de un conductor que estaba en estado de ebriedad, también supe que amaba el deporte (se notaba) y que a veces sentía que su vida no tenía sentido. Yo siempre lo animaba, la confianza crecía y yo también le confesaba cosas, como que tenía dos meses que no hablaba con nadie de mi familia, que el trabajo y la escuela le daban sentido a mi vida, incluso una tarde que comimos comida china en la oficina (para ahorrar tiempo) le confesé que creía que era totalmente asexual, porque no me sentía atraído por nadie y que nunca me había sentido así (estaba en un error).

Nuestra confianza seguía incrementándose, al principio comíamos en la oficina mientras el resto del personal salía a comer, pero después de días empezamos a salir también, los objetivos de la compañía se cumplían y se tenía tiempo hasta para salir a comer. También, en ese periodo de tiempo el señor De La Torre, empezó a dejarme en mi casa al terminar la jornada, como una especie de cumplido. Éramos cercanos, incluso los fines de semana nos reuníamos para concertar algunas citas y a veces hasta jugábamos al golf (cosa que nunca entendí pero me encantaba sentir que compartía algo con mi jefe). Fue uno de esos fines (yo de vacaciones, trabajo fuerte) que hice un descubrimiento que cambiaría mi vida y mi manera de ser para siempre.

Era un caluroso sábado de mayo en la oficina, era pasado de medio día, iríamos a comer algo y después él se iría a una ciudad cercana a cerrar un negocio, estábamos por salir y a él se le olvidó la computadora portátil en su escritorio, yo fui por ella y entré en shock: Al tratar de apagar el aparato quitando el protector de pantalla vi que estaba abierta una página de transexuales, era una foto de una rubia latina transexual estaba en cuatro patas recibiendo una embestida de un espectacular miembro por el ano. Al ver el detalle de la alta definición me asusté un poco, lo cerré como pude y apagué la computadora cuan rápido pude, mi jefe estaba entrando a la oficina y se notaba algo ansioso por irse...

-Tanto tiempo para apagar la maquina Ema?- Me reclamó, el me llamaba así cuando estábamos en confianza y yo lo llamaba Diego.

-Está listo, vámonos.- Contesté de manera nerviosa, estaba aún en shock pero me moví rápido y nos fuimos

Comimos en un restaurante argentino, después me tocaba irme a mi casa y el saldría. No hablamos casi, algunas veces sucedía así, pero ahora el ambiente estaba tenso. Nos conocíamos mucho y casi podíamos adivinar lo que pensaba el otro. El señor pudo haber preguntado cualquier cosa, pero no lo hizo, solo nos despedimos como siempre y yo me fui a mi casa. En ella, me encerré en mi cuarto y pase horas tratando de asimilar lo que había visto, lo que eso significaba y lo que haría.

Pensé en muchas cosas, en renunciar, en continuar como si nada, en tratar de cambiar de departamento, en dejar de convivir con Diego, pero nunca salió de mi mente la imagen de la latina siendo penetrada. Esa noche de sábado me soñé siendo aquella hembra y el señor De La Torre penetrándome, me sentí extraño pero me encantaba esa sensación, rara y extraña, de insuficiencia.

Desperté con una erección tremenda, mi pequeño pene de 5 centímetro estaba duro, después de años de ni siquiera notarlo fuera de orinar. Estaba duro e hinchado como nunca antes, apenas lo toqué y tuve un orgasmo, sacando algunos chorros de semen, mi cuerpo se erizaba y mi espalda parecía tener vida propia, un par de minutos y estaba durmiendo otra vez, mi pene flácido como siempre y yo con una mancha de semen en la pijama.

Eran casi las dos de la mañana cuando mi teléfono sonó... Me desperté algo rápido, sintiendo la humedad de mi pijama y contestando al mismo tiempo...

-¡¡LO LOGRAMOS EMA!! ES UN HECHO.-

Era el señor De La Torre, notablemente emocionado, yo solo reaccioné un poco indiferente.

-Era de esperarse, hiciste un gran trabajo.-

-¡¡HICIMOS!! ¡¡LO HICIMOS JUNTOS!! PERO ESTÁS ACTUANDO MUY RARO ¿Qué te pasa?-

-Nada, solo, me llamas en medio de la madrugada, y bueno...- No se me ocurrió nada más, estaba algo confundido con lo que había pasado y no quería hablar.

-Discúlpame- Dijo algo arrepentido - Te veo el lunes en la oficina, y celebramos este éxito.

-Claro, nos vemos el lunes.

Mi corazón palpitaba al límite, no quería hablar con nadie, pero tenía una erección otra vez, esa emoción en su vos me tenían al límite otra vez. Me había encantado el orgasmo hace unas horas, así que empecé a tocarme por encima de la ropa, no tardé ni dos minutos y había tenido otro orgasmo, solo así pude dormir.

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