Emanuelle 3: Mi primera vez
Tras unos instantes irónicamente cortos acerco su boca a la mía. Era mi primer beso. Me encantó sentir su lengua tibia entrar a mi boca, desesperadamente tierno. Nuestras lenguas se rosaban recíprocamente al ritmo de la música mientras su respiración se agitaba, al igual que la mía.
Esa noche no pude sacar de mi mente a Don Antonio, mi imaginación me engañaba pero fantaseaba con un gran pene, me inquietaba. Dormí por partes, despertando cada dos o tres horas. Tuve varios sueños y en todos estaba involucrada con don Antonio, ya sea en una aventura en el coche o simplemente fornicando salvajemente en el departamento. Él estaba allí, en mi mente y no sabía cómo había entrado ni cuándo ni que tenía que hacer para sacarlo de allí.
Cuando amaneció me sentía cansada, había terminado una noche larguísima, tenía la sensación de querer levantarme y hacer cosas. Y lo hice, me bañé y arreglé la habitación, luego con toda la calma del mundo que me proporcionaba la hora escogí mi ropa. Opté por un conjunto de brassier y tanga color purpura, de encaje, con un fondo rosa claro que los hacían ver llamativos y sexis. Acomodé mis senos postizos y me día media vuelta en el espejo, me gusto como se veían en mi esos senos. También me puse una blusa entallada color morada, con casi 5 centímetros de piel en el escote me parecía perfecta, pues no tenía que preocuparme por dejar a la vista mis implantes. Y por último una minifalda de mezclilla, me parecía cómoda, puesto que hoy no saldría del departamento, y convine con unas zapatillas altas, de tacón ancho, para seguir la línea, en color morado.
Por fin terminé y puse manos a la obra, empecé a maquillarme como me habían enseñado un día antes, puse sombras color purpura y un poco de base y rubor, luego una pasada a mis labios con un tono en rosa, y otra de gloss con brillitos. Para finalizar alisté mi cabello poniéndole algo de crema para peinar y cepillándolo hasta dejarlo como en el estudio de imagen.
Me gustó mucho mi imagen, pero había tardado casi dos horas y media en el proceso, empezaba a entender porque tardaban tanto las mujeres en arreglarse. Cuando terminé tuve problemas con los zapatos, caminaba como un caballo bebé, me pareció divertido, pero poco a poco empecé a adquirir más equilibrio y dominar los zapatos altos, sin parecer nada femenina, pero sin correr ningún peligro al caminar.
Tenía hambre y decidí solo tomar pan tostado y algo de jugo de manzana. Afortunadamente el refrigerador y la despensa estaban muy bien surtidos, nada exagerado pero lo suficiente para una sola persona por aproximadamente un mes.
Eran como las nueve de la mañana y había terminado, el plan del día sería esperar a una maestra que me enseñaría a caminar, a practicar una vos femenina (más que la mía, que seguía pareciendo a la de una niña) y a algunas otras cosas como sentarse y comer. Me parecía gracioso, pero eso decía el documento de itinerario y eso iba a suceder. Cuando estaba esperando decidí que era momento de saber algo de mis compañeros de casa, los estudiantes, revisar el correo y distraerme un poco en internet.
Marqué a la casa de los estudiantes pero nadie me contestó, sólo se me ocurrió mandarles un mensaje de texto por celular explicándoles que saldría una semana, tal vez dos, que estaba bien. Luego prendí mi computadora (las únicas dos cosas que me había llevado a ese departamento eran mi teléfono celular y la computadora).
Revisé mi correo y puse un poco de música. Al ritmo de “And I love her” me dispuse a revisar mi correo. Solo lo usaba para el trabajo, así que pude ver todos los pendientes que Diego estaba atendiendo mientras yo estaba afuera. Decidí marcarle, tal vez tendría suerte y él no había empezado a trabajar a esas horas de la mañana.
…
-¿Te pasó algo Emma?- Dijo al contestar el teléfono, así solía ser Diego, abrupto, temerario, algo atrabancado en todos aspectos.
-Solo quería saludarte Diego- Le dije lo más tranquila y pausada que puede.
-¡Ah! Es un honor para mí, princesa.- Dijo tratando de alagarme. Al mismo tiempo mi corazón empezó a acelerarse, me emocionó mucho con solo decirme eso.
-¡Ji ji ji!- Dije mientras sonreí.- ¿Cómo va el trabajo?- Pregunté tratando de cambiar el tema, la verdad es que estaba muy nerviosa, emocionada, no podía hablar mucho.
-Hay mucho y para variar, como todo en la oficina, es urgente. – Suspiró- Estoy pensando en contratar un nuevo asistente.- Bromeó un poco.
-Tal vez sea lo adecuado, pero dudo mucho que encuentres a alguien más lindo que el que tenías antes.- Le dije en tono jocoso, solo él me tenía en emociones tan diferentes como una montaña rusa.- Ya tengo ganas de verte.- Cambié por un tono suave, como de niña mimada.
-Yo también, tengo mucha curiosidad de ver como dejaron a mi Emma esos excéntricos, espero que hayas aprendido bien y seas una hembra excepcional, como siempre lo haces en todo.- Su voz cambió al tono de las noches, entre siniestro y desesperado.
-Ojalá no te decepcione- Le dije mientras pensaba que tenía solo un día más para transformarme en lo mejor que haya visto el señor De La Torre, quería deslumbrarlo.- Pero ya te dejo para que termines los pendientes, ¿nos vemos mañana a las nueve cierto?- Pregunté.
-No, hubo un cambio de planes, yo te veré a las cinco de la tarde en el hotel, tengo que dar la conferencia a esa hora así que no puedo llegar un segundo más tarde. De la manera de llegar no te preocupes, te va a llevar Antonio.- Hizo una pausa y mi corazón se aceleró de repente, recordé lo que mi imaginación creó y enrojecí.- Quiero que solo te preocupes por hacer lo que sabes hacer mejor: aprender.- Dijo categóricamente, sin dejar alguna duda de que era lo que quería y al mismo tiempo lo que yo iba a hacer.
-Claro no se preocupe, haré lo posible por no decepcionarlo.- Dije sumisamente, mientras el color me regresaba al rostro.
-Muy bien Emma, pues te dejo para que hagas lo que tengas que hacer que tengo un día largo y ocupado.
No dejó que contestara, colgó como siempre lo hacía en todas las llamadas sin importar el asunto que trataran. Yo me quedé sentada en la pequeña sala con el teléfono en la mano y el corazón a punto de salirse de mi pecho por la impresión de solo escucharlo.
Pero, ¿era cierto que estaba enamorada de un tipo que ni siquiera esperaba una respuesta, que parecía que el mundo no le importaba en absoluto? No supe decirlo, solo me quedé allí recuperando el aliento mientras leí en internet algunas páginas de información de transexuales y lo más importante según yo: el sexo anal.
Como buena estudiante había separado la información por importancia y utilidad. Había leído por cerca de dos horas, mi cabeza tenía mucha información reunida, cuando llegó mi maestra del día. Abrí la puerta cortésmente y la vi, era notablemente más alta que yo, de tés morena y con solo abrir la puerta su presencia llenó el lugar. Tés clara y cara simétrica, labios carnosos y boca pequeña, su nariz parecía muy perfecta, como si hubiera pasado por el quirófano. Sus ojos eran negros, pero grandes y muy expresivos. Su cabello era largo, llegaba a la mitad de su espalda, de color negro azabache. Su figura era envidiable, se podía ver por el vestido blanco con vivos rosas, negros y grises, entalladísimo que vestía, parecía una muñeca, senos redondos y levantados, vientre plano y cintura estrecha, su trasero no era del todo grande, pero si redondo y bastante firme.
-Hola, soy Luciana, vengo a enseñarte un par de trucos para tu vida cotidiana.- dijo con un tono familiar, bastante dulce y agradable, y un acento que no pude distinguir exactamente, pero parecía de algún lugar de Sudamérica.
Me presenté cortésmente, como siempre lo hacía con cualquier desconocido y Luciana entró al departamento. Pusimos manos a la obra porque si hacía mucha falta, caminar con tacones era mucho más difícil de lo que parecía, yo no sabía trucos como rayar la suela del zapato o caminar con los hombros hacia atrás.
Caí al suelo algunas veces, Luciana solo movía la cabeza, pero con paciencia y dulzura me motivaba a levantarme y a seguir intentándolo. Tras unos cuarenta y cinco minutos mi instinto empezó a fluir y empecé a caminar cada vez mejor, primero con seguridad, tanto rápido como lento, al final de la lección ya podía contonearme al caminar con naturalidad, manteniendo la posición correcta y sin ver hacia el suelo. Cuando por fin pide recorrer toda la sala sin problemas me abrazó y me felicitó. Me sentí bastante bien con el avance.
Eran casi las seis de la tarde cuando decidimos salir a comer algo, por supuesto era la oportunidad perfecta para caminar en la naturalidad y hacer de la lección del día un instinto. Fuimos a una cafetería cercana al departamento, allí comimos algo, Lucí pidió por las dos, cuidando mi dieta. No reclamé solo comí y salimos del lugar aproximadamente una hora y media después.
Ya en la casa, conversamos sobre el aspecto de la vos, ella dijo que no parecía tener algún problema con ella, que mi voz parecía la de una adolescente, pero aun así practicamos para que saliera un tono más femenino. Practicamos hasta ya entrada la noche, solo cambiamos un poco el tono, apoyando la voz a la nariz un poco y listo, el resto era práctica. Prometí practicar mucho el resto del día y parte del otro, era complicado adaptarse tan rápido.
Luciana se fue del departamento como a las once de la noche. Había sido el día más pesado de lo que llevaba de la semana, pero había tenido sus frutos, Luciana fue como un modelo de feminidad y frescura, y me ayudó en mi transformación más de lo que ella había creído. Estaba cansada y con ganas de terminar el día lo más rápido posible. Aun así tomé una ducha rápida, me cambié, poniéndome una pijama de conjunto de bikini y top color lila de algodón, discretos pero sexys, cepillé mis dientes e hice un poco de aseo en la casa. Cuando terminé estaba muerta, solo alcancé a llegar a la cama y dormir encima de las cobijas.
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Al día siguiente amanecí de excelente humor, ese día vería otra vez a Diego, estaba ansiosa, desperté temprano y vi mi celular, tenía un par de llamadas perdidas de Diego, tras ellas un mensaje: “que tengas una linda noche princesa”. Solo sonreí al verlo, me levanté tomé un baño largo y con mucho vapor, luego salí a buscar algo de comer, esta vez solo fue un yogurt para beber y me fui a escoger la ropa, tenía que empacar para tres o cuatro días y eso me tenía algo preocupada. Opté por algo conservador, sencillo pero atractivo, un conjunto blanco liso, de brassier con tirantes delgados y algo de relleno, y abajo algo que en la tienda llamaron “corte brasileño” que no era más que un bóxer chiquito, y la tela del trasero solo cubría media nalga. Como ya era costumbre hice el ritual de esconder mi pene, acomodar mis senos postizos y verme a mí misma en el espejo, dando vueltas y admirando lo que parecía un cuerpo de mujer.
Después de gastar algo de minutos viéndome en lencería y admirando el trabajo de depilación me vestí, esta vez escogí trabajaría, así que me puse lo mejor para esa ocasión, un traje sastre color azul marino de tres piezas, pantalón acampanado y arriba de la cintura, chaleco y saco justo, de el mismo estilo que el pantalón, con detalles llamativos como las bolsas de diferente color ligeramente más claros. La blusa era azul cielo y rayada, estilo camisa pero con un corte muy femenino, el cuello salía por fuera del saco y las mangas también, ligeramente. La piel de mi pecho casi no estaba a la vista, como en toda la ropa que había comprado, así que me sentí bastante cómoda. Los zapatos fueron de plataforma pequeña, tacones altos y delgados, color azul marino igualmente, con correas delgadas y bien asegurados a mis pies.
Al final arreglé el maquillaje, algo de base y rubor discreto, delineado en los ojos y pinté mis pestañas, la sombre fue una combinación entre lila y azul cielo, terminé el maquillaje con un gloss color rosa claro. Sonreí al ver mi rostro simétrico con el toque encantador y fresco que dejó el maquillaje arreglado de esa manera.
Casi estaba lista, solo faltaba el cabello, mismo que arreglé de manera sencilla: con una raya en medio de mi cráneo y cepillándolo con crema para peinar para dejarlo perfecto. Mi pelo parecía haber sido cambiado por otro de mucha mejor calidad, brillaba y se movía de una manera increíble, como en un comercial de televisión. Puse un poco de perfume en mis muñecas y en el cuello, se trataba de algo que parecían ser cítricos, me gustaba mucho, pues me hacía sentir confortable y confiada por como olía.
Por fin terminé de arreglarme y fue justo a tiempo, don Antonio quedó de llegar a las diez treinta de la mañana, y el reloj marcaba diez veinticinco cuando terminé con lo que ya se había convertido en el ritual de las mañanas. Empaqué rápidamente la ropa que iba a utilizar, estaba casi lista: ropa interior, blusas y dos trajes similares la que traía puesto y un vestido de noche que según el francés que lo escogió, sería la cereza en el pastel.
Zapatos, medias y cosméticos, eran casi cuatro maletas grandes para menos del mismo número de días. Todo era indispensable así que como pude puse todo el equipaje en el elevador y lo bajé para esperar a don Antonio.
Cuando abrió la puerta me sorprendí, don Antonio estaba listo, como a tres metros frente al elevador estaba recargado en el CTS negro esperándome, vestido con un elegante traje negro de saco y pantalón, camisa blanca y corbata en negro también, había puesto notorio cuidado a su aspecto, rasurando su rostro estrictamente y sus zapatos brillaban muchísimo. Cuando me reconoció cambió su rostro, dibujó una sonrisa en su rostro y de inmediato corrió a ayudarme.
-¡Ay señorita!- Exclamó con un tono de reclamo.- Para bajar las cosas estoy yo, usted solo tenía que llamarme.- Dijo mientras se acercaba a mí y sin quitarme la vista de encima tomó tres maletas para meterlas a la cajuela del coche.
-Pensé que había sucedido algo y para no atrasar el recorrido decidí bajar a esperarlo.- Le dije con mi nueva voz, que pareció agradarle pues sonrió y giró su cabeza hacia la derecha.
-Nada de eso, tenemos buen tiempo para estar allá.- Parecía molesto con mi atrevimiento.
-Discúlpeme, no tenía intensión de molestarlo.- Hice una mueca como una niña sorprendida en medio de una travesura.
-No se preocupe señorita, pero tenemos que irnos.- Dijo y abrió la puerta para que entrara.
Cerró la puerta y entró por el otro lado, me encantaba su trato como de un caballero, aunque sabía que era parte de su trabajo, nada me sacaba de la cabeza que lo hacía con gusto. Cuando iba a encender el coche asomé mi cabeza por entre los sillones delanteros, nuestros rostros quedaron a centímetros y don Antonio se alejó de mí.
-¿Puedo viajar adelante?- Pregunté curiosa, pues no conocía la ciudad de Puebla, aparte esta lo bastante nerviosa y aburrida para ir atrás.
-Si usted lo desea, solo déjeme abrirle la puerta.- Dijo cortésmente don Antonio.
-Para nada.- contesté al mismo tiempo que me colaba con dificultades entre los sillones.
-¡A señorita!- Dijo don Antonio lamentándose por mi manera de actuar. Encogió los hombros y encendió el coche.
Durante el trayecto platicamos de muchas cosas, don Antonio era más interesante de lo que a simple vista parecía, era un tipo inteligente que le gustaba leer cuanto libro se le cruzara. También escuchamos música y me explicó algunas cosas del camino, sonrió al verme sacar el torso por el quemacocos y gritar. En general fue un trayecto agradable, el más agradable de todos los que llevaba con don Antonio.
Llegamos a la ciudad de Puebla y buscamos el hotel donde sería celebrada la feria de empresarios, era dirigida a estudiantes y empresarios de todo tipo, había muchas cosas y ya se había inaugurado cuando llegamos, don Antonio se quedó en el coche y yo curioseé por todos lados. El lugar era amplio y bastante lujoso.
Sin embargo era raro, ahora llamaba la atención un poco, en la zona donde había meseros repartiendo cosas la mayoría se acercaron a mí para ofrecerme botanas o algo de beber, tomé algunas y hasta abusé un poco con las muestras de atención.
Revisé el programa y me auto asigné la tarea de entrar a un par de conferencias sobre marketing, y al salir aún tenía de veinte minutos para entrar a la que daría el señor De La Torre. Así lo hice, salí con un buen sabor de boca y me adelanté para obtener un buen lugar en la próxima.
Lo logré, quedé justo en primera fila y como su hubiese sido planeado, fui el centro de las miradas de el señor De La Torre. Parecía un embrujo, se notaba espectacularmente guapo en color negro, elegante y educado al hablar como siempre había sido, con su toque de sadismo y desespero que colgaba de su cuello.
Al finalizar, después de que mi Diego recibiera su merecido reconocimiento escrito y una gran ovación, el lugar de fue vaciando poco a poco y él se quedó en su lugar platicando con el maestro de ceremonias y bebiendo un poco de agua. Subí al escenario y llamé su atención, apretando su hombro y cuando cruzamos miradas sonreí.
-¡Felicidades maestro De La Torre!- Exclamé mientras abrí los brazos, como para recibir un fuerte abrazo.
Al señor De La Torre se le iluminó el rostro, se disculpó con la persona con quien estaba hablando, se levantó y me tomó de la mano, me hizo dar una vuelta y sonrió maliciosamente.
-¡Valla sorpresa Emma!, Jamás creí que esos excéntricos hicieran tan buen trabajo contigo.- dijo sin ningún tipo de discreción.
-Y no ha visto nada.- Le dije retadoramente, levantando una ceja y sonriendo ligeramente.
Me tomó de la cintura y me abrazó, le respondí mientras flexionaba una rodilla, me sentía feliz, única, apreciada y querida por quien era, como me veía y lo que representaba. No pude reprimir el llanto y mientras el señor De La Torre me secaba las lágrimas, supe que era lo que quería ser el resto de mi vida.
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La tarde terminó rapidísimo, el señor De La Torre me presentó con todo el gremio poblano de empresarios, como su asistente. Recorrimos la feria, el rodeando mi cintura con tu brazo y yo caminando lo mejor posible. Pasamos el resto de la tarde extraordinariamente bien, como lo hacíamos en la oficina.
Cenamos a las diez de la noche con la mayoría de los empresarios que aún estaban en el edificio. Diego me hizo sentir su trofeo, presumía tanto mis atributos físicos como mentales sin reparo alguno delante de esos hombres tan importantes. Nos retiramos a las habitaciones casi a las once treinta. Fuimos casi los últimos en retirarnos. Estaba cansada. Diego me despidió en la puerta de mi habitación con una sonrisa.
“Así se siente ser una princesa” me dije a mi misma mientras estaba recargada en la puerta de la habitación, sola pero feliz, me sentía querida y respetada por el hombre, según yo, más maravilloso, lindo e incomprendido del mundo.
Tenía la impresión de flotar, estaba completamente agotada y sin muchas ganas de hacer algo más, pero como ya era una costumbre, tomé una ducha nocturna. Luego me vestí con una pijama especial, era un fin de semana que empezaba y que yo creía que nunca se iba a repetir, así que me puse lo más sexy con lo que contaba. Un baby doll con brassier integrado, una sola pieza, con brassier purpura y estampado de bolitas, el resto semitransparente, con un gran moño rosa en el frente, justo donde se juntan las copas del brassier. De largo hasta las caderas. Era un combinado con tanga del mismo color y semejante textura y transparencia. Cepillé mi cabello ligeramente me preparé para dormir. Una voz en mi interior que no estaba basada en ninguna razón lógica me decía que Diego me iba a ver esa noche. No hice mucho caso y me metí entre las cobijas. Me quedé dormida rápidamente.
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La noche era placentera y yo estaba en medio de un profundo sueño, cuando me despertó mi teléfono vibrar en el buró de mi habitación al mismo tiempo que sonaba. Era el señor De La Torre.
-¿Estás despierta?- Dijo con esa voz siniestra que me encantaba, que me volvía loca y me hacía acelerar el corazón en un instante.
-Si.- Respondí tratando de normalizar mi voz, no quería que supiera que estaba dormida.
-Muy bien princesa, quiero que vengas a mi habitación, estoy en la 256, justo al lado derecho de la tuya, quiero brindar contigo.- Propuso con esa característica de él, sabía y exigía un si.- Te espero en 5 minutos.- Colgó el teléfono.
Mi corazón se aceleró al límite, no sabía cómo reaccionar, sabía lo que iba a pasar y me gustaba la idea, pero temía en decepcionar a mi jefe, a mi hombre, a ese ser extraordinario del que me había enamorado perdidamente.
Me levanté de la cama en automático, mientras cepillé mi cabello para dejarlo listo busqué un gloss color cereza y lo aplique tan rápido como pude. Iba a salir cuando recordé haber quitado mis senos postizos, regresé por ellos para acomodarlos rápidamente. Me puse encima una bata satinada color blanco que llegaba a las rodillas y unas pantuflas con una especie de peluche del mismo color, salí de la habitación, no sin antes revisar el pasillo en busca de extraños. No encontré a nadie.
Caminé lo más rápido que pude, sin poder evitar azotar levemente la puerta de mi habitación, lo que me puso más nerviosa. Toqué la puerta indicada con el número doscientos cincuenta y seis con mi corazón a punto de salir de mi pecho.
Diego abrió a los pocos segundos y me invitó a pasar. Cerró la puerta tras de mí poniendo el seguro, me asusté un poco. La habitación olía a alcohol penetrantemente. El solo vestía un pantalón azul marino, de una tela como de seda, mismo que hacía notar sus pectorales marcados pero con signos de la edad y su pelo en el pecho con algunas canas, cosa que me gustaba mucho. Me pareció desconcertante ya que nunca había visto al señor De La Torre ingerir alguna gota de alcohol.
-Siéntate princesa.- Dijo extendiendo la mano.
Se dirigió hacia un extremo de la habitación, donde tenía una botella de Johnnie Walker Blue Label. Sirvió dos copas y las trajo. Me dio una y me observó a escasos setenta u ochenta centímetros.
No tuvo que pedirlo, bebí el contenido de la copa. Sonrió, fue por la botella y llenó otra vez mi copa.
Bebimos un par de rondas más en un lapso de cinco minutos por mucho, se alejó otra vez, esta ocasión para encender un reproductor de música justo a unos pasos de la cama. Me tomó de la mano y me levantó, estaba mareada, cuando me levanté casi me caigo, él me tomó de la cintura jalándome hacia su cuerpo.
Solo el olor de su cuerpo hacía que mi cuerpo se moviera solo, casi al límite me pegué a él como por instinto, tratando de sentirlo más cerca. El calor de mi interior se propagó a todo mi cuerpo, cuando sentí sus labios rozar mi cuello, tan despacio y a la vez tan eufóricamente que hizo que inclinara mi cabeza para facilitarle el trabajo.
En ese momento escuché las primeras notas de “ I Do It For You” de Bryan Adams. Suspiré al sentir esas sensaciones tan fuertes y agradables en mi cuerpo. Diego se retorcía frotando su pene endurecido bajo su pantalón contra mi vientre. Todo era como un instinto. Lo abracé sintiendo su espalda desnuda con las palmas de mis manos.
Tras unos instantes irónicamente cortos acerco su boca a la mía. Era mi primer beso. Me encantó sentir su lengua tibia entrar a mi boca, desesperadamente tierno. Nuestras lenguas se rosaban recíprocamente al ritmo de la música mientras su respiración se agitaba, al igual que la mía.
Me tomó de la cintura con una mano, alejándome a su antojo, mientras con la otra soltaba un listón en su pantalón, lo que hizo que la prenda cayera al suelo. Enseguida, soltó mi bata con la misma habilidad, y mi prenda también cayó al suelo. Su pene llamó mi atención, parecía reventar, estaba muy hinchado, su pequeña cabeza estaba al aire libre, víctima de la circuncisión. No pude hacer otra cosa más que tomarlo con mi mano, con mi pulgar pegado a su vientre, abrazando ese lindo pedazo de carne. Diego sonrió al verme tocándolo.
Tras un rato de acariciar levemente su pene, el empezó a gemir de manera animal, una mezcla entre rugido y bramido. Utilizando su fuerza tomó mi cabeza y me empujó hacia abajo, obligándome en segundos a arrodillarme enfrente de él. El olor de su pene me embriagaba, mientras seguía acariciándolo, ahora en forma de masturbación. Abrí la boca fascinada y metí la cabeza de su pene a mi boca. El sabor era extraordinario, con un toque salado, no pude compararlo con nada, solo lo disfruté.
Empecé a succionar despacio su cabeza, mientras con mis manos acariciaba tiernamente sus pelotas. No tenía vello alguno, y así mis caricias parecían surtir mejor efecto. Empecé a meter y sacar su pene de mi boca, primero la cabecita y luego aumentando la profundidad y velocidad poco a poco. Justo cuando estaba en el límite de clavar su pene en mi garganta, Diego me tomó de la cabeza, con las dos manos y empezó a bombear salvajemente mi boca, clavándome su pedazo de carne hasta la garganta. Tuve la sensación de querer vomitar y el aire me faltaba ligeramente, empezó a escurrir algo de mi propia saliva por los lados de mis labios, deslizándose por todo el tronco de su pene.
No duró así mucho tiempo, justo antes de que la canción terminara y el sonido cambiara a los “glp glps” de mi garganta siendo penetrada, sentí algunos chorros de líquido muy caliente saltando hacia mi garganta. Diego metió su pene en mi boca, introduciéndolo en mi garganta, lo que no me permitía respirar. Al contrario de lo que hubiera podido pensar, estaba excitada, mi cuerpo parecía querer seguir con el contacto con su pene. Mi diminuto pene estaba duro como una piedra, más hinchado que nunca.
Pero su pene no perdía volumen, no podía respirar, mi visión comenzaba a obscurecerse cuando sacó su sexo de mi boca. Aspiré cuanto aire pude, mientras algunos hilitos de saliva colgaban de mi boca hasta todas partes de su verga. Me tomó de la cintura cargándome, poniéndome en cuatro patas.
-¿eres virgen?- Pregunto lascivamente, como si quisiera que yo se lo confirmara aunque ya lo sabía.
-Si.- Le contesté con mi voz notablemente alterada, el corazón al límite y una ganas tremendas de seguir experimentando sensaciones intensas.
-Pues vamos a remediar esa situación.- Bromeó jocosamente mientras apartaba la tela transparente de mi baby doll y bajaba mi tanga hasta la mitad de mis muslos.
Voltee a verlo asustada, había leído en internet que dolía bastante, Diego solo sonrió y amasó mi trasero con sus dos manos, separando mi trasero, luego clavó su morbosa vista en mi pequeño agujerito y escupió lubricándolo.
Enseguida acomodó su pene entre mis nalgas, movió su pelvis a manera de masturbarse y lo sentí, estaba nuevamente duro como una piedra, listo para dar pelea, pero me inquietó, se sentía grande, grueso.
No tardó mucho en apuntarlo directo a mi colita, sentí su cabeza tocar firmemente mi entradita. Tras eso, empezó a empujar con su pelvis. Yo solo pude cerrar los ojos y estirar mis manos, apoyándome en las rodillas, la mejilla y el pecho. Me dolió mucho cuando entro, un dolor inexplicable que empezaba justo en mi cola y se extendía por todo el cuerpo. Quise levantarme y correr, pero Diego me tomó de la cintura con fuerza y me jaló hacia él, incrementando la presión y el dolor sobre mi esfínter.
No dije una sola palabra, solo salió un quejido de mi boca, Diego entraba centímetro a centímetro, dolía sentir como me habría desde adentro. Abrí la boca y apretando la mandíbula contra la tela que cubría la cama sentí como mi colita se abría al límite. Tras unos momentos sentí sus pelotas rosar mi ano. Y tras eso, empezó a sacarlo despacito, lo que incrementaba el dolor.
Aumento la velocidad de una manera tan dolorosa como desesperante, pero mi colita cedía poco a poco, tras tres o cuatro embestidas empecé a sentir rico, mi colita se amoldaba perfecto y la mezcla de dolor placer me parecía cada vez más placentera.
La velocidad creciendo al mismo tiempo que el placer y el morbo hacían chocar sonoramente nuestras pieles. Salían poco a poco gemidos de mi boca, mientras el ritmo se convertía en frenético. Diego tomaba mi cintura, se movía rápido y sudaba más y más cada vez. Mi cuerpo también transpiraba y me sentía tan bien, sabía que venía un orgasmo de enormes dimensiones de él que ni siquiera me había atrevido a soñar.
Su pene entraba y salía con fuerza, mi colita estaba completamente dilatada y lo abrazaba como nunca, de mi boca salían gemidos, casi gritos. De la nada, sentí su enorme mano abrazar mi pequeño pene, para apretarlo con mucha fuerza, haciendo que empezara a sentir el orgasmo esperado. Mis piernas temblaban, grité tan fuerte como mis pulmones me permitieron mientras mi semen salía expulsado con fuerza sobre la alfombra de la habitación. Diego también se venía al mismo tiempo, sentí su esperma hirviendo inundar mi cola.
Después solo sentí su cuerpo caer al lado mío, Diego respiraba profundo e intenso, cerró los ojos mientras su respiración volvía a lo normal. Yo me tumbé acostándome en posición fetal, con el trasero apuntando hacia el otro lado de la cama, podía sentir el líquido espeso escurrir por entre mis nalgas. Mi pene regresaba a la normalidad junto a mi respiración.
Tras unos minutos, Diego empezó a roncar suavemente, como si estuviese tomando el mejor descanso de su vida. Tuve sueño también, pero me levanté, acomodé mi tanga, mientras el esperma escurría a lo largo de mis piernas. Tomé mi bata y me la puse, escapando de la habitación sin hacer ruido.
Llegué a mi habitación y solo atiné a tirarme en la cama, mi colita estaba totalmente adolorida y aún no se había cerrado por completo. Me dormí con una sonrisa mientras sentía como salían las últimas gotas del esperma de Diego escurrir por mi trasero.
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