Emanuelle 2: La transformación

La situación me inquietaba, en realidad nunca me había sentido así, era como si hubiera descubierto una parte de mí totalmente desconocida: La excitación.

El resto del fin de semana, no pude sacar de mi mente la imagen de la rubia siendo penetrada, su cara permanecía en mi mente, era de total satisfacción, se veía feliz. La situación me inquietaba, en realidad nunca me había sentido así, era como si hubiera descubierto una parte de mí totalmente desconocida: La excitación.

El día lunes, fui a la oficina como de costumbre, después de pensar mucho decidí que iba a “olvidar” el incidente y regresaría como si no hubiera pasado nada, tal vez fue solo un error (pensaba). Se había vuelto una especie de ritual, mi jefe y yo llegábamos antes que todos, y nos íbamos al final, a mí no me importaba, así que fui al trabajo como de costumbre.

El jefe llegó aproximadamente cinco minutos después que yo, no era raro porque en la ciudad siempre pasan cosas que te retrasan. Lo que me pareció raro fue que llegó sin portafolios, solo con una botella de champagne en una mano y dos copas de vidrio cortado en la otra, cuando me vio solo sonrió.

-A mi oficina Ema!- Dijo con un toque de determinación y otro más fuerte de autoritarismo, como él era, desde siempre.

No dije nada, solo dejé lo que estaba haciendo al momento y me directo a su oficina, tenía muchas ganas de verlo, de platicar con él, había olvidado lo de la computadora, mejor dicho, quería olvidarlo,  y no me importaba, todos tenían sus gustos y no debía importarme.

-Siéntate- Me dijo con su mejor sonrisa, viéndome a los ojos, irradiaba luz, estaba de muy buen humor y eso me gustaba mucho.

Cuando me senté el empezó a servir las copas, justo en frente de mí, parecía como un cuento de hadas verlo hacer esas cosas.

-Con el contrato del pasado fin de semana superamos las metas que nos pusimos para este año, es un gran logro para la compañía. Y en gran parte depende de ti.- Me dijo mientras ponía una copa frente a mí y bebía un pequeño sorbo de la suya.

-Para mí ha sido un honor participar en la operación de la empresa, estoy poniendo lo mejor de mí y me encanta que ese negocio haya tenido una conclusión tan satisfactoria.- Le dije mientras sonreía. Después bebí un poco y brindamos.

-De eso estoy muy complacido, tu esfuerzo es invaluable, todo sin contar que has hecho lo que te he pedido, y de la mejor manera posible, superando en la mayoría de los casos, mis expectativas.-

-Y lo seguiré haciendo, sin dudarlo. Amo mi trabajo-Y lo amo a usted, quise decir- y sabe que puede pedirme lo que sea.-

-Eso me complace Ema, tu entusiasmo nunca decae y eso ha hecho de la oficina un lugar muy agradable para trabajar, otra vez. – Hizo una pausa y luego sonrió.- Por todo lo anterior, te considero una persona muy valiosa tanto para la compañía como para mi persona.- Sonrió y de dio un sorbo a su copa, terminó con su bebida y me vio directo a los ojos, con una sonrisa.

Yo estaba completamente fuera de mí, lo veía, lo que me decía, me hacía sentir bien, no me preocupaba nada, había desarrollado un gran afecto por ese señor, hacía muchas cosas por él, y me encantaba, siempre agradecía, con bonos económicos y con algunos detalles, como chocolates o cenas a lugares muy agradables, pero el mejor de sus agradecimientos era su confianza, su compañía, su enseñanza, me sentía muy bien y parecía que el sentía un gran afecto por mí. El silencio no duró mucho, el señor De La Torre continuó al mismo tiempo que se servía otra vez.

-Noté que estabas distraído el sábado, incluso te noté distraído cuando te llamé por la madrugada, y no sabía cuál era la razón.- Se había dado cuenta, después de todo, el me conocía mucho, tal vez más que nadie en esa ciudad, mi gesto cambió de uno de orgullo, a uno de angustia.- Pensé y pensé que pudo haber sido y creo que descubriste algo que te hizo estar distante.-

-No, no se preocupe- Tartamudee- Yo no tengo ningún problema con eso, lo sigo queriendo sin importar nada.-

Lo había dicho (que lo quería), enrojecí pero era demasiado tarde, lo había escuchado y con todas sus letras. Su rostro cambió a uno de comodidad, de confianza, como siempre estaba pero ese día no.

-Claro que me preocupo- Interrumpió- Usted es una persona a la cual respeto mucho, y nunca he tenido la intención de incomodar. – Sentenció.

-De mi parte el asunto está olvidado, no quiero ningún problema y de mi parte solo tengo respeto hacia usted.- Le dije mientras sonreía otra vez.

-De esa forma quiero pedirte otra cosa Ema.- Dijo con el tono de siempre, el mismo que me encantaba.

No contesté, solo lo vi directamente a él, sonreí y ascendí con la cabeza

-Quiero que me acompañe a la Expo Empresas, que empezará el siguiente jueves en la ciudad de Puebla, tal vez cerremos el otro negocio importante con los japoneses.- dijo momentos antes de beber el contenido de su copa.

-Me encantaría.- Respondí con mucho entusiasmo.

Se trataba de una gran oportunidad, de ver como se cerraban los negocios a gran escala, de conocer otra clase de personas y por supuesto, de estar con mi querido Diego De La Torre.

-Solo hay un problema, quiero que seas una señorita.-Dijo mirándome a los ojos, muy despacio, como asegurándose de que entendiera el mensaje.

Entré en shock, no sabía que contestar, la manera en que veía el mundo y en que veía a mi jefe habían cambiado. Nunca en la vida había sido puesta a prueba mi sexualidad como hasta ahora, inclusive ni siquiera yo estaba seguro de quien era, o qué genero me gustaba. Pero las preguntas estaban siendo contestadas, rápidamente, en mi mente se planteaba la posibilidad de ser una mujer, como nunca había pensado, pero siempre había querido.

-Aquí están las cosas que tiene que hacer para alistarse, debería alcanzar el tiempo de aquí hasta el miércoles por la tarde para hacer todo esto que se necesita.- Dijo el señor De La Torre sin si quiera dudar de lo que yo contestaría.

Era un documento totalmente formal, con una tabla de actividades como depilación, maquillaje, pruebas de peinado, cambio de look, compra de ropa, etcétera. Lo leí cuidadosamente, no podía decir que no, incluso no podía decirle que no a nada de lo que él me pidiera.

-De acuerdo, solo prométame que si no me gusta esto, no volverá a insistir.- Dije aunque estaba totalmente convencido de que ese lado desconocido de la vida me traería muchas satisfacciones.

-Es un trato.- Digo el señor De La Torre estrechando mi mano.-  Desde este momento tienes asignado a un chofer de la compañía, que será el señor Antonio Martínez, te está esperando en el estacionamiento, y  un departamento, en el cual habitarás, como medida de discreción.

Me levanté como hipnotizado, aún no podía creer lo que me estaba pasando, me fui de la oficina con el corazón palpitante casi al límite, bajé por el elevador sin cruzar palabra con nadie, solo abrazando la carpeta donde estaba la lista de cosas que tenía que hacer en los próximos días.

Cuando llegué al estacionamiento, salí del elevador y encontré de frente a un señor elegantemente vestido con un traje gris, camisa azul cielo y corbata azul marino, se trataba de un señor alto, moreno, con signos de la edad y experiencia en su rostro, muy amable, no muy atractivo, con una vos familiar, me recordó mucho a mi papá por su estilo de hablar, notorio de la provincia.

-Buenos días, ¿la señorita Emma?- Preguntó formalmente, sin ningún rasgo de juzgarme o intención de hacerme sentir avergonzado.

Pero lo hacía, me sentí muy apenado, al contrario con lo que había pensado, se sentía muy extraño ser tratado como una mujer, aparte de que ni siquiera lo parecía. Claro, tenía una apariencia semi andrógina de toda la vida, pero no tanto como para parecer una niña, más con el pantalón gris y la camisa rosa que traía puestos. Solo atiné a contestarle con la cabeza, a lo que el amable señor contestó abriendo la puerta de un lujoso Cadillac CTS color negro.

-Yo soy Antonio Martínez, seré su chofer, espero ser de utilidad.- Dijo con un tono de voz bastante amigable y con su ritmo habitual, parsimonioso, que te hacía sentir en completa paz.

-Muchas gracias, es usted muy amable, supongo que está enterado de las cosas que haremos los siguientes días. – Investigué.

-Sí, es correcto, y tendrá mi absoluta discreción en todos los aspectos.- Dijo mientras sonreía y me ayudaba a subir al automóvil.

Don Antonio subió al auto después, lo encendió y lo puso en movimiento, se sentía muy bien la textura de los asientos forrados en piel, el coche no hacía ruido alguno, era muy placentero viajar en ese auto.

Primero fuimos a una clínica de depilado permanente, me examinaron y trataron muy bien, el diagnostico era de que dadas las condiciones de mi vello corporal, era casi seguro que solo tendría que estar allí una sesión. Después tuve un largo tratamiento en el spa de la misma clínica, tratamiento exfoliante, luego otro hidratante seguido de una sección de un baño en una especie de barro con olor a frutas tropicales.

Era un sueño para mi piel y para mi cuerpo estar allí, teniendo los tratamientos diseñados especialmente para hacerme sentir bien y claro que lo hacían. Terminaron con los tratamientos ya entrada la noche, como a eso de las nueve treinta.

Don Antonio me llevó al departamento prometido, estaba a unos minutos de la empresa, pero muy lejos de la clínica donde estábamos y el trayecto fue como de una hora. Cuando por fin llegamos, noté que era un edificio no muy grande. Don Antonio estacionó el coche y me abrió la puerta, me ayudó a bajar y me guió hasta el elevador. Una vez allí pude ver el resultado de los tratamientos en el espejo del elevador.

Mi ropa era la misma, de hecho del cuello para abajo nada se veía diferente, pero mi rostros parecía el de otra persona, con las cejas totalmente definidas, delgadas y delineadas perfectamente, bien separadas y muy femeninas. Mi piel parecía ser otra también, se veía notablemente más clara, si bien era morena, parecía nunca haber sido maltratada por el sol. Ciertamente la forma de mi rostro nunca fue masculina, pero ahora resaltaba más esa cualidad, mis pómulos se veían redondos y más grandes que de costumbre, mis ojos pequeños, nunca más me parecieron más expresivos, y mis labios eran más grandes, sobre todo el de abajo, que tenía una forma redonda bastante atractiva, por el efecto del tratamiento.

-Es usted muy linda señorita.- Dijo Don Antonio, después de sorprenderme viéndome al espejo, en todos los ángulos posibles.

-Muchas gracias.- Dije entusiasmada, sonriendo.- La verdad es que aún no se si esto es para mí.- Confesé pues nadie en el mundo lo sabía, aparte de él.

-Ya tendrá tiempo para pensarlo, pero de momento, los resultados hablan por sí mismos, usted se ve muy bien.- dijo sonriendo también.

Apenas alcanzó a decir eso, cuando el elevador se abrió, delante de nosotros se vio un pasillo totalmente iluminado cada metro por una lámpara que parecían candelabros. La alfombra parecía nueva, se sentía suave solo por caminar con los zapatos puestos.

Avanzamos por el pasillo, al llegar a un extremo de él, don Antonio abrió una fina puerta de alguna madera exótica que tenía muy buen aspecto. Me cedió el paso y vi el interior, era un lugar espectacular, a la derecha había una mesa circular, con cubierta de cristal y cuatro sillas azules, de aspecto futurista, al fondo un sillón color chocolate en forma de L, enmarcando un ventanal enorme en el cual  se podía ver la avenida principal de la ciudad. Estaba perfectamente iluminado, se veía acogedor y muy lujoso.

Me quedé admirando el lugar mientras Don Antonio se despedía, era tarde y tenía que irse para llegar a su casa, me despedí de el con un apretón de manos y seguí explorando el lugar.

La cocina era grande, un refrigerador grandísimo, de dos puertas, como en las películas, cromado, una estufa gigante de seis quemadores y toda clase de accesorios parecidos. Tenía una especie de barra, en la pared que apuntaba al comedor, allí estaba servida mi cena, apenas recordé que no había comido nada en todo el día, solo mucha agua que me dieron en la clínica.

Se trataba de un perfecto omelette con zanahoria, una pequeña porción de arroz y una gelatina de limón, cortada estrictamente en cubitos que parecían perfectos. Comí mi cena y después tomé un par de vasos de agua, dejé los platos en el fregadero, ya tendría tiempo yo de lavarlos mañana, ahora tenía sueño. Apagué la luz de esa parte del lugar y me fui a la cama.

Fui por un pequeño pasillo del departamento, que conducía a las dos habitaciones, entré a la primera y vi mi habitación, pintada de color blanco parecía amplísima, con una gran ventana parecida a la de la sala ésta estaba con las persianas cerradas, tenía un enorme closet de madera, en un extremo de la pieza, cerrado y lucía muy elegante. La cama era muy grande, calculé que cabría yo unas 10 veces, sonreí, y al terminar de examinar la cama, descubrí lo que sería mi pijama, era un conjunto de dos piezas de seda color rosa, un top de tirantes y apenas un escote que estaba enmarcado con encaje purpura. Combinado con un pequeño bóxer sin costuras, bastante femenino, de la misma tela y el mismo color que el top.

De buena manera entré al baño, tenía el lavabo en un rincón, montado en una plancha en forma de triángulo, una especie de vasija, un gran espejo del tamaño de la pared. El grifo del agua y las llaves estaban empotradas en la pared, hechos de aluminio daban la sensación de tener ganas de utilizarlos. A un lado del lavabo estaba el WC, era redondo, parecía sacado del futuro, por su forma. Y del otro lado, estaba la regadera, metida en un cubo de vidrio, daba una sensación de profundidad.

Ya estando a dentro, me desvestí y por primera vez me di cuenta de lo que todos solían decirme: tenía el cuerpo de niña. Piernas alargadas, algo delgadas, vientre plano y metido en el final, mi silueta imitaba ligeramente un reloj de arena, apenas podía ver en el espejo mi pequeño pene, sin un solo vello, estaba inmóvil, diminuto en relación con mi cuerpo, parecía inerte. Me di vuelta y vi mi trasero, no era exactamente el más atractivo, pero era redondo en forma de corazón invertido, imitaba perfectamente el de una chica, sin parecer el de una súper modelo, pero si el de una chica cualquiera, con sus imperfecciones.

Mi espalda se veía delgada, alargada, un pedazo de piel casi pegado al hueso. Subí la mirada y me vi directo al rostro femenino que tenía, me sonrojé. La depilación había sido impresionantemente efectiva y mi piel parecía muy suave, incluso la toqué y me gustó mucho, sonreí mucho.

Luego de un rato de verme por todos lados me vestí con mi pijama asignada para ese día, fue un placer el roce de esa fina tela con mi piel que parecía muy receptiva a cualquier nueva sensación, noté una erección, pero mi pene era demasiado pequeño para que se notara, incluso con esa prenda tan ajustada, me pareció divertida la situación y reí por un rato, me lavé la cara y salí del baño directo a la habitación.

Ya en la habitación me recosté, la tela del edredón en la cama se sentía como una caricia en mis muslos, en las pantorrillas, era como una avalancha de sensaciones nuevas y bastante placenteras, como si el pelo recién retirado de mi cuerpo hubiera sido una especie de barrera invisible que me privaba de cosas tan ordinarias como placenteras.

Mis ojos se cerraban, había sido un día de consentir mi cuerpo pero igualmente cansado, de lugar en lugar, subiendo a mesas y luego bajando de ellas, conociendo a gente y muchas cosas más, mi cuerpo estaba relajado e inerte, cuando empezó a sonar mi teléfono.

Era el señor De La Torre, no dudé en contestarle, quería decirle con urgencia lo bien que se sentía todo esto nuevo y mi experiencia del día.

-Buenas noches.- Dije con la voz más dulce y cortés que pude.

-Me dijeron que pareces más hembra ahora.- Dijo el señor De La Torre con una voz lasciva, parecía un rugido.

-Eso dicen, puedo mandarle fotos…- Me arriesgué, pues solíamos mandarnos fotos cuando no estábamos juntos, del desayuno, o de nosotros en el lugar donde estábamos.

-Ni lo pienses Ema, no quiero que me arruines la sorpresa.- Dijo rápido y muy siniestramente, como las voces en las películas de terror.

Me sentí por primera vez querida, deseada. Se dibujó una sonrisa enorme en mi cara, había sido divertido y al mismo tiempo excitante.

-Solo te marco para dos cosas. Para preguntarte ¿cómo te sientes con esto? ¿Quieres continuar?-

Me devolvió a la realidad, yo no era más que un experimento para él, me sentía muy bien pero al mismo tiempo confundida, la vida había sido rara, sin identidad para mí, olvidada y bastante aburrida en el contexto sexual. Era una sensación de incomodidad, como de rareza.

-Claro, con un día más viviendo este sueño no hay ningún compromiso ¿verdad?- Tenía que preguntar, aún no me convencía del todo pero me agradaba estar así, ser considerada una chica.

-De ninguna manera Ema, siempre serás libre de elegir cuando terminar con esto.- Dijo con una voz de confianza.- Y la otra era para desearte buenas noches, descansa porque mañana será agotador.- dijo sin esperar respuesta, colgó.

Y en efecto, el día había sido pesado, mi cuerpo se sentía como de piedra y ya no pude moverme, me dormí así, con el teléfono en la mano, la luz prendida y una gran sonrisa en el rostro.

A la mañana siguiente, desperté como de costumbre, la noche había sido cálida, así que no necesité alguna cobija o algo para cubrirse. Me sentía igual, de hecho aún no asimilaba lo que me había pasado hasta que abrí los ojos.

La habitación impecable, la luz prendida y yo vestida como una señorita me dibujaron una sonrisa, no había sido un sueño. Me levanté y apagué la luz, eran casi las ocho de la mañana, muy tarde para mi rutina diaria, pero muy temprano para mi itinerario del día, porque el horario empezaba hasta las once.

Decidí alistarme y tratar de desayunar algo, así lo hice, entré al baño, me desvestí y admiré lo que era mi nuevo cuerpo con más detalle, encendí la regadera y me divertí un poco jugando con mi pequeño pene, estirándolo y acomodándolo hacia atrás de manera que simulara una pequeña vulva. Estuve así un buen rato hasta que el baño se llenó por completo de vapor.

Me bañé suavemente, primero lavé mi cabello, que por cierto estaba ya algo largo, más o menos como a la altura de la nuca, pues el señor De La Torre un día insinuó que se veía bien un poco más largo, desde ese día no volví a cortarlo significativamente. Encontré un shampoo y luego me tallé con mucho jabón y un estropajo. Me gustaron mucho las sensaciones nuevas, en agua caliente, la espuma resbalando por mi vientre, por mis piernas. Cuando salí me puse una toalla en el cuerpo y otra en la cabeza como ya acostumbraba desde hace meses en la casa de estudiantes.

Salí del baño a buscar mi ropa, la verdad sentí que no quería vestir ropa de hombre, al menos en esos próximos días, me sentía bien y estaba realizando un sueño que siempre había tenido, aunque nunca me había percatado de ello. Abrí el closet y busqué por algo interesante que me gustara y me hiciera sentir femenina. El mueble estaba lleno de ropa femenina, casi el noventa por ciento de la ropa era interior y muy provocativa. En cuanto a la ropa normal (que no fuera interior) no encontré nada que me interesara, solo vestidos largos y elegantes, pero parecía ser del siglo pasado. Justo cuando estaba decepcionada y pensando en ponerme la ropa de niño del día anterior, encontré algo que parecía de esta época, unos jeans grises deslavados de algunos lugares y una blusa mitad color rojo entablillado y mitad blanco de arriba a abajo, con algunos holanes con terminación gris que hacían de eso algo lindo.

Me vestí poco a poco, poniendo especial atención al roce de las prendas con mi piel, se sentía bien, suave, agradable, nada que ver con las texturas de la ropa de hombre. Acomodé mi pene jalándolo hacia atrás, emulando una vagina y me puse primero una tanga color negro, parecía hecha especial para mí, era un delgada tira de encaje que rodeaba mi cadera y una tira más gruesa que se perdía entre mis nalgas y cubría la zona de mi pubis.

Arriba me puse un brassier de la misma textura que la tanga, aunque no lo necesitaba, pues no tenía busto, me lo puse porque me ajustó perfecto a la espalda, me puse un relleno que encontré en una pequeña caja de cartón, parecían unas “fundas” de senos, ajustaban a mi cuerpo y al brassier perfectamente. Después de la ropa interior me puse los jeans que parecían ser como unos guantes, ajustaban mi figura a la tela y al mismo tiempo presionaban y levantaban mis carnes. Se formó una linda figura, mi trasero redondo y levantado se veía muy atractivo en el espejo, mis piernas eran abrazadas de manera casi perfecta por los jeans y me gustaba la sensación de vestir ajustado pero que se formara algo lindo.

Luego me puse la blusa, misma que se sentía rara, mis pechos de plástico se amoldaron perfectamente a la prenda y al mismo tiempo en el espejo mi cintura parecía más estrecha, la blusa no tenía escote pronunciado, solo dejaba ver algo de piel por debajo de mi cuello.

Me sentí confiada y muy atractiva, me vi en el espejo y caminé viendo fijamente mi cuerpo, me gustaba, parecía lindo sin llegar a ser un imán de miradas. Solo faltaban los zapatos, hacía calor así que escogí unas sandalias sin tacón, color negras con vivos en rosa y verdes, caminé un poco de puntitas, mi figura se estilizaba cuando hacía eso. Estaba maravillada por cómo me veía y como podía caminar para ser más atractiva cuando el hambre me distrajo.

Fui a la cocina y busqué por allí, decidí comer solo un poco de cereal con leche antes de irme a lavar los dientes y cepillar mi cabello.

No me maquillé, pues no sabía cómo y no encontré ningún cosmético, y no hacía falta, estaba en los últimos toques del cepillo para el cabello cuando escuché el timbre de la puerta, se trataba de don Antonio que puso una cara de total sorpresa y agrado cuando me vio con esa ropa.

-Se ve muy diferente señorita Emma, le ofrezco una disculpa por llegar tan tarde pero la mera verdad me quedé dormido.- Dijo y se disculpó, había llegado por muchos 20 minutos tarde.

-No se preocupe, el día es largo y sobrará tiempo, usted verá.- Le dije con una sonrisa en la boca- Cuando quiera podemos irnos, hoy tenemos una cita con un asesor de imagen y es exactamente en 45 minutos.-

-Claro que si señorita, pase usted.-

Me guió cortésmente hasta el coche, abrió la puerta del elevador y del coche, me gustaba mucho que me tratara así, me hacía sentir más mujer. Subimos al coche y platicamos de muchas cosas durante todo el camino, me enteré que Don Antonio había sido el chofer de una de las tías del señor De La Torre, misma que había fallecido unos cuantos meses atrás, también de que el departamento pertenecía a la señora y había sido heredado y modificado en los últimos meses por el señor De La Torre.

Yo le conté una parte de mi vida, porque estaba allí y del amor que sentía por “el patrón” como el nombraba a Diego, y como me estaba sintiendo con tantos cambios. Don Antonio se alegró por mis sentimientos pero no dijo ninguna opinión al respecto.

Por fin llegamos a la cita, era un edificio modernista, con colores vivos en la fachada, Don Antonio se quedó afuera y yo entré. Apenas dije mi nombre y el trato fue como de una reina.

Me hicieron pasar a una especie de consultorio en el cual un tipo muy afeminado solo saludó y empezó a examinarme mientras hablaba con una chica que era su asistente en otro idioma, yo creí que era francés.

El tipo tomaba mi pelo, lo hacía hacia arriba y luego decía algo que la chica anotaba, el tipo parecía un maniático diciendo cosas, como uno de esos artistas que creen haber encontrado la inspiración y actúan desesperados. Después de un rato el tipo dejó de hacer todo, solo me sonrió por el espejo y se fue. A mí me pareció divertido, estaba viéndome al espejo cuando el tipo regresó.

Me explicó que él era un diseñador de imagen y que iba a cortar mi cabello en un estilo asimétrico, después lo iba a teñir solo para aclararlo medio tono, iba a maquillarme y luego a me enseñaría a hacerlo, para terminar con una prueba de ropa y me acompañaría a una boutique a comprar algo más.

Pensé que el día iba a ser largo, así que me resigné y cerré los ojos, empezó el proceso, solo traté de tomar la postura más cómoda posible y comí uvas que me ofrecieron en un platón.

En efecto, el día fue largo pero antes de lo que me imaginé habían terminado el proceso con el cabello, abrí los ojos y me vi en el espejo, mi rostro parecía muy pálido comparado con el brillo y color de mi pelo y ojos, el cabello de la nuca estaba notablemente más corto y en los lados, el derecho estaba más largo que el otro, se formaba una V invertida en mi frente lo que hacía lucir mi rostro más delgado, me encantó.

Luego llegó la maquillista, era una chica bastante extravagante con el cabello color rosa. Hizo su trabajo sin decir una sola palabra, como el equipo del cabello. Lo hizo en colores claros, poniendo especial atención a la sombra de ojos. Me enseñó por un par de horas y como siempre fui un gran estudiante practiqué un poco, lavamos mi cara y ahora lo hice yo, con resultados no tan buenos, pero bastante atractivos. Sonreímos juntas al ver mi progreso y comimos más fruta pues eran casi las 5 de la tarde.

Cuando terminamos con el maquillaje y fui aprobada por mi maestra regresó el francés y empezó a sacar ropa por doquier, misma que me hizo probar una tras otra, fueron largas las pruebas, mismas que terminaron, en un pizarrón, anotó las combinaciones de colores y de prendas, mismas me memoricé y traté de tenerlas siempre presentes.

Salimos de ese lugar y fuimos a una tienda, eran casi las ocho de la noche, allí probamos más ropa, compramos algunos trajes sastre, para trabajar, algunas faldas y un par de trajes de noche, eran más o menos treinta prendas y servirían solo para un fin de semana según el francés.

Terminamos dejando a ese tipo en su consultorio cuando eran casi la una de la madrugada, me sentía cansadísima, mis pies estaban un poco hinchados de estar de pie por muchas horas, mi espalda estaba adolorida, pero tenía hambre.

Don Antonio se ofreció a llevarme a un lugar donde vendían tacos a esa hora, fuimos y me parecieron exquisitos, tenía que cuidar mi cuerpo pero no importaba, había sido un día largo y cansado y era una manera de consentirnos.

Llegamos al edificio casi a las 3 de la mañana, bajamos y el don Antonio me escoltó otra vez, haciéndome sentir una princesa, una vez más. Cuando se abrió la puerta del elevador noté en el espejo algo que nunca antes había visto, era yo y parecía otra persona.

Mi piel estaba notablemente más clara, mi cara en nada se parecía a la de Emanuel, mis ojos parecían más grandes y resaltaban por el color naranja de mis parpados, mis labios se notaban grandes y redondos, muy apetecibles, el maquillaje parecía perfecto, la ropa era diferente y mucho más llamativa, parecía una joven linda, con una presencia jovial que resaltó mucho más cuando sonreí al vernos.

Y qué decir de don Antonio, que tenía una luz en los ojos, la verdad nos habíamos llevado muy bien desde que nos conocimos, pero este día fue como un encuentro entre personas que tenían mucho en común, incluso, por el espejo parecía muy atractivo, solo lo tomé por el brazo y lo abracé pegando su extremidad a mi cuerpo y apoyando mi cabeza contra su hombro.

_----

Caminamos por el pasillo y entramos al departamento, nadie dijo nada, Don Antonio pareció despedirse pero clavé mi mirada en la suya, trate de decirle que no quería que se fuera, y era verdad. Don Antonio pareció entender el mensaje y me abrazó por la cintura, cargándome, poniendo su nariz a la altura de mi cuello.

Solo suspiré, intenté decir algo pero las palabras no salieron, le di un pequeño besito justo antes de la oreja, el empezó a retorcerse, no sabía porque hacía eso pero me encantaba. Él empezó a besar mi cuello a un ritmo hipnótico, con cada exploración lo hacía más lejos del límite, sus manos exploraban mi cintura y me encantaba, mi mente se nublaba cada vez más, al grado de levantarme en puntitas y besarlo en los labios, despacio, sintiendo sus labios de una manera curiosa, pero no por eso menos excitante.

Traté de pensar, de controlar mi cuerpo, incluso en un intento desesperado por parar intenté pensar en el dilema moral, pero nada funcionó, de hecho cuando sentí sus manos rosando la parte baja de mi espalda estiré una de las mías hacia su paquete, como instinto. Había visto y leído tantas cosas en los últimos días sobre sexo que parecía un reflejo, un instinto.

Lo toqué por encima de el pantalón, tenía un cilindro que se sentía muy bien, no lo dudé y busqué su cierre, metí mi mano, en no paraba de besarme y ahora toqueteaba y amasaba mi trasero, abría mis nalgas al tiempo que mi mano abrazaba la cabeza de su pene, por encima de su ropa interior.

Me separé como pude y empecé a agacharme, quería verlo, olerlo y probarlo, era todo morbo con ese extraño tan ordinario para mí, me vio allí y el mismo sacó su pene de la ropa interior.

Era muy notable, obscuro, duro como una piedra y con las venas bien marcadas, colgaba apuntando hacia abajo aunque estaba en plena erección, lo vi a los ojos y él sonrió, no pude hacer otra cosa más que tomar ese pedazo de carne e instintivamente pelarle la cabecita para meterlo a mi boca, y succionar, lo más delicadamente que podía, aunque estaba locamente excitada.

Lo hice así por unos segundos, mientras mi mano abrazaba el tronco de su pene, el solo aspiraba y exhalaba cada vez más fuerte, su pene se ponía más duro y grande en mi boca, al grado de abrirla al límite, sintiendo sus venitas duras e hinchadas en mis dientes, en mis labios.

Mi cuerpo estaba excitado, mientras aumentaba el ritmo sentí mi erección, es decir, mi miembro era muy pequeño, pero lo sentía duro, muy sensible a cualquier cosa, decidí no pensar en él y concentrarme con uno mucho más grande y que me producía más sensaciones, me encanta ese pedazo de carne caliente que tenía en la boca.

Él, empezó por poner su mano en la parte de arriba de mi cabeza, y lentamente empezó a empujar con la pelvis para que entrara más y más su pene a mi boca, sentía como presionaba mi garganta. Pero no duró mucho, sentí como unos chorritos de semen casi hirviendo brincaron hasta mi boca, al mismo tiempo que escuché el tono de llamada de mi celular.

Era el señor De La Torre, sonreí y dejé aquel hermoso pene en el aire al voltear para tomar mi teléfono. Contesté.

-Buenas noches.- Dijo con la misma vos misteriosa de la noche anterior, tras eso, colgó.

Y en ese momento me vi a mi misma sola en el departamento, con una tremenda erección pero ningún rastro del don Antonio. Busqué algo que me ayudara a comprobar que no había sido un sueño pero no lo encontré.

_____________

Hola amigos, gracias por leer hasta acá. Me agrada que lean lo que publico y me encantaría que me dejaran sus sugerencias o comentarios al respecto. De antemano gracias otra ves y trataré de seguir con esta serie.