Ema y el erudito señor M

Ema da rienda suelta a sus instintos más bajos fantaseando sobre el señor M.

Con un semblante ausente, Ema observa la imagen a través del espejo. Se halla cara a cara frente a sí misma, con las pupilas apagadas mirándose sin parpadear perdida en el paisaje de su propia reflexión.

- “Arrgh, otra vez divagando” -

sacude la cabeza al oír la vibración del teléfono.

Con ilusión revisa si alguna de las notificaciones le pertenecen a él, al señor M, con quién planea reunirse hoy.

Descubre que no hay mensajes nuevos en su chat pese a que aparece en línea. Titubeante y en un arranque de valentía opta por escribirle primero.

“Hola Matteo,

¿Al final nos vemos hoy?

Quedo al tanto,

Ema”

Arroja el aparato al costado y regresa al espejo para continuar su aturdida elección de vestimenta. Esta vez prestando atención a los ropajes escogidos. La blusa ajustada revela un escote, que aunque discreto, podría ser delator.

- “Demasiado obvio” -

repara con desaliento.

Un poco hastiada se quita rápidamente la ropa para contemplar otras opciones. Al encontrarse semi-desnuda frente al espejo nota que además escogió ropa interior sugerente. Casi nunca combina cada pieza, pero hoy sí. Parte de ella deliberaba si realmente era necesario tomarse tantas molestias.

Y es que, en efecto, este hombre le importaba. Había algo acerca de él que le llamaba, más allá del fugaz intercambio de palabras y chistes en juergas ocasionales. Sin duda era algo más.

Le había conocido en contexto académico durante una charla gracias a amigos en común; él era profesor de Universidad, estudiaba un doctorado en filosofía y de vez en cuando daba ponencias internacionales. Curiosamente Ema era traductora. Tuvo que pasar un mes para que la llamara y solicitara su ayuda. Según el señor M, necesitaba apoyo con el idioma inglés.

Sin embargo, a pesar de Ema ser muy distraída, tan ingenua no era y entiende que alguien como él, producto de su enorme manejo con las letras, dispondría de algún conocimiento idiomático.

¿Era esta una movida intencional del señor M?

El misterio entre conocerle y no a la vez, le intrigaba desde hacía tiempo. Lo que daba rienda suelta a sus delirios más desenfrenados; de ahí que fantaseaba con él cada tanto, de alguna forma su halo enigmático le parecía un puzzle digno de resolver y ella era de ideas fijas.

Mientras contemplaba su propia silueta frente al espejo, sintió la apetencia de remover la penúltima pieza de ropa que le cubría. De forma pausada, desabrocha el sujetador y encoge los hombros para dejar caer libremente sus pechos generosos. Se mira de pies a cabeza una y otra vez pensando en lo que podría ofrecerle al señor M, pero más importante aún:

¿gustaría él recibir el honor?

Las posibles respuestas a tamaña disyuntiva le estimulaban ferozmente. Ema respira hondo; lleva el brazo derecho sobre su cuello y cierra los ojos: comienza a necesitar el contacto de la piel.

- “Tómame” -

susurra con los ojos a medio abrir. Implorando la viva imagen del hombre por quien anhela ser depredada.

De pronto sus piernas se recogen en señal de saciedad. Ha llegado la hora de hacerse cargo de cada pensamiento indecoroso.

Ema danza del espejo a la cama donde se deja caer boca arriba a torso desnudo. Las yemas de sus dedos se deslizan suavemente desde la frente de su rostro hasta detenerse en la boca; con la que juega dibujando la comisura de sus labios imaginando que son los de él. El sólo pensar en cómo le devora la boca le estremece e instintivamente su pecho se contrae mientras muerde la empuñadura de su mano.

Con la otra mano, continúa su recorrido bajando lentamente desde su abdomen hasta localizar su sexo por encima de la braga. Siempre le ha parecido más interesante partir complaciéndose sobre la tela antes que pasar directo al escondite.

De a poco comienza a palparse al son de sus 3 dedos principales que, como es costumbre, saben cómo hacer el trabajo. Preliminarmente, estos serpentean con suavidad de abajo hacia arriba recorriendo la superficie de su vulva de forma reiterada hasta quedar varados en la perla del placer. Es aquí donde aparece el semblante del protagonista de sus fantasías; en ellas, éste se le aproxima con una lascivia desbocada.

Ema ha comenzado a ensoñar nuevamente.

Ya con los dedos bien situados, da rienda suelta a la fiebre moviéndolos en forma circular de izquierda a derecha presionando sobre la zona cada tanto.

- “Tómame, tómame, tómame…” -

clama uno a uno más agitadamente que el anterior.

Dentro de su fantasía, él se muestra con un temple firme aunque lejano, como si esperara que ella cayera rendida ante sus encantos previo a dar el primer paso. De alguna forma, en su imaginación, ella trataba de ser consecuente con la personalidad de M, a quien no puede leer fácilmente.

Ema percibe cómo la temperatura va subiendo paulatinamente hacia sus mejillas. La mano que yacía empuñada, ahora la utiliza para juntar sus pechos realzándolos para así recogerlos con una sola mano, la que usa para magrearlos sin compasión.

Uno de sus puntos débiles, sin duda eran sus pechos. Según ella, nadie ha podido brindarles tanto placer como ella misma. ¿Podría él revocar esta situación? este tipo de incógnitas endurecían sus pezones, los que comenzaban a protestar por atención.

El señor M resultó ser todo un depravado y como este era su mundo onírico, no habían ataduras que restringieran su imaginación. M tomaba las riendas dominando el cuerpo de Ema a merced de sus instintos más bajos. Ella no puede más que rendirse frente a la idea de entregarsele. De pronto siente la necesidad de hablarle a esta figura invisible.

- “Hazlo así cariño, no pares…” -

respira aceleradamente al retratarle enterrando la cabeza entre su busto.

Mientras frotaba su sexo humedecido sobre la ropa interior, con la otra mano coge su pecho izquierdo masajeándolo en círculos para después exprimirle con la palma completa.

- ”¡Siiii, asíii! lo haces tan bien, bebé…” -

para estas alturas Ema figura amamantandolo como si fuera un animal hambriento. Es así que comienza a pellizcar sus pezones tironeándolos hacia arriba con vehemencia hasta dejarlos caer una y otra vez. En cada repetición suelta en un gemido voraz incrementando la velocidad con la que frota su sexo palpitante.

Ema restriega cada vez más enérgica su dedo corazón sobre su clítoris, a estas alturas, todo su cuerpo tiembla en un acto que pareciera incontenible.

Casi en trance, comienza a caminar hacia la cima.

- ¡Así como voy, creo que..! -

tuerce el gesto al verse interrumpida por la vibración del teléfono que indicaba un nuevo mensaje. Es del señor M.

Prácticamente como por invocación, el chico de sus fantasías le responde a su mensaje. Entre la respiración intermitente y un acalorado aturdimiento, Ema de inmediato deja lo que estaba haciendo para revisar el móvil con los dedos humedecidos.

“Claro, en eso quedamos, ¿no?

Nos vemos a las 19 hrs

Te espero, no faltes

Matteo”

-

Frío pero cálido a la vez, ¿eh?

  • reflexionaba acerca de la forma de comportarse de M.

Con los ojos dilatados y su entrepierna pegoteada al borde del estallido, Ema prefiere guardar este fulgor para así probar suerte en unas horas más. No perdía nada al intentarlo.

Ahora su estrategia sería el jugar a la par con el señor M sobre esta frivolidad abrasadora que envuelve cada interacción entre ellos. Se levanta con el pecho enrojecido y unas bragas viscosas para continuar con su tarea inicial de escoger vestimentas.

- “Creo que también tendré que escoger nuevas bragas” -

esboza bajo una risilla picaresca.