Elvira y su rutina (Final)
Final de una historia menor pero entretenida.
(Final de Elvira y su rutina)
La rutina de Elvira los fines de semana variaba un poco.
Por empezar, no se levantaba temprano ya que el sábado y el domingo desayunaban con las galletitas que el viernes, a la vuelta del trabajo, su marido traía de un comercio atendido por una señora entrada en años y en carnes muy apetecible que a esa hora cerraba y entonces el, prolijamente, le hacia el culazo con dedicación de artesano para beneplacito de ella que disfrutaba largando abundantes flujos por su concha que pacientemente recogia con su mano y se los chupaba, mientras su ojete recibia en pleno todo el vigor y la leche de la pija de Arturo, el marido de Elvira.
Luego de un desayuno rápido hacían un 69 livianito mientras esperaban la llegada de Favio, un amigo de Arturo con el que salían a correr por los bosques de Palermo.
Antes de ponerse los joggins para correr los tres hacían un sanguche donde Elvira cumplía el rol de jamón y terminaba con el culo y la concha rebosantes de la leche que largaban Favio y Arturo.
Luego de unas vueltas al trote volvían a la casa, sin la compañía de Favio, y luego de una refrescante ducha, con mamadas y polvo incluidos, comían unas frugales ensaladas y se recostaban a descansar un rato, pero separados para evitar encuentros sexuales ya que al levantarse a Elvira la esperaba el vecino del 5º B con el que tomaba el café con leche, el café en taza y la leche en pija, y se echaba un completo y febril polvo y a él lo esperaba la del 3º H, que era música y le encantaba hacer sonar la flauta de Arturo, a la que le sacaba unos sonidos incomparables hasta terminar en un "finale prolongato" que la dejaba de cama y con la boca llena de semen.
Como cuando volvían a su casa ya era de nochecita se duchaban de nuevo, separados, y se vestían para ir al club.
Eran miembros de un grupo privado de no más de 30 integrantes que con caballerosidad y espíritu divertido pasaban el rato jugando al entretenido juego de "Todos contra todos" hasta altas horas de la madrugada.
De vuelta en casa, agotados de tanto dar y recibir, caían rendidos y se dormían vestidos.
El domingo, al despertarse, tomaban un cafecito y enseguida se dedicaban a bajar las inflamaciones de sus lugares eróticos producidas por el abundante uso de los mismos durante la noche anterior.
Elvira se metía los consabidos forros llenos de hielo, uno en la concha y otro en el orto, tratamiento este que además de causarle alivio tambien le producía mucho placer porque ella se imaginaba que se la estaban cogiendo dos esquimales con sus duras pijas frias.
Arturo tenía una bolsa de hielo con un agujero en el medio por donde metía la pija y esta quedaba abrazada por el anillo frio y también tenía que meterse un forro con hielo en el culo porque en el club no había ningún tipo de discriminación y todos los agujeros eran llenados con gran espíritu democrático.
A él esto no le causaba mucha gracia pero lo aceptaba por una cuestión de cortesía societaria y porque las clavadas en su culo actuaban a modo de masaje de próstata y prevenían posibles consecuencias lógicas por el paso del tiempo.
Por lo general no almorzaban y a eso de la media tarde, cuando ya se podían sentar con cierta normalidad, merendaban un te con leche, algunas galletitas y despues, el resto del día cada uno se lo dedicaba a si mismo, haciendosé algunas pajas, por separado y con diversos elementos estimulantes.
Esto era beneficioso para su relación porque, al revés de muchos matrimonios, ellos estaban mucho tiempo juntos compartiendo fundamentalmente actividades sexuales y necesitaban algunos momentos de privacidad.
A la noche se juntaban a cenar, por lo general pedían una pizza, y luego se iban a la cama, donde si se echaban un polvito suave de despedida y se dormian para ponerse en condiciones parapr, al otro día, dedicarse a las habituales rutinas de la semana.