Elvira y su rutina
Una rutinaria historia para nada aburrida.
Elvira es una ama de casa muy ordenada y rutinaria.
Todos los días se levanta muy temprano, se baña y viste muy coquetamente. Va a la panadería a buscar medialunas para servirle el desayuno a su marido.
Como tan temprano el negocio aún está cerrado, ella entra por la puerta particular directamente a la cuadra, los tres maestros panaderos ya la conocen y saben que además de las medialunas ella viene a llevarse la leche de alguno de ellos, tienen una lista de turnos que cumplen rigurosamente, ella le chupa la pija con ahinco al maestro de turno, mientras los otros dos se pajean y la pajean a ella.
Satisfecha con la mamada se retira con las medialunas, regalo de la casa por supuesto, y el sabor de la leche calentita en la boca.
Pasa por la verdulería donde el dueño a verla hace una pausa en el ordenamiento de la mercadería para echarle un poderoso polvo en la tentadora y carnosa concha que alberga entre sus piernas Elvira. Luego de un hermoso orgasmo y toda la leche en su vagina, chorreandolé por las piernas se va con la bolsa de verduras, que ya está preparada de antemano, y las medialunas.
Antes de subir a su departamento hace una escala en la portería donde el vigilador nocturno la espera con la pija dura. Es el encargado de hacerle prolijamente el culo, cosa que enloquece a Elvira, devota del sexo anal. Acabado el polvo sube a su departamento ahora chorreando leche de sus divinos agujeros.
Cumplido el recorrido matutino hace el desayuno y se prepara para servirselo a su esposo. Se desnuda se higieniza la concha, el culo y la boca y le lleva el café con leche y las medialunas a la cama.
Lo despierta con un besito en la pija y de paso le da unas buenas mamadas, él reacciona rápidamente y la acomoda para chuparle la concha mientras ella se ocupa de su pija.
Los dos, plenos de calentura, se trenzan en un apretado acople, agigantado por las entradas y salidas del poderoso embolo en que se convirtio la pija de él. En determinado momento esta, la pija, cambia de ubicación y sigue su implacable pistoneo en el orto de Elvira, casi invariablemente explota dentro de él inundandolo con su abundante descarga de leche.
Logicamente siempre toma el desayuno frío pero con una cara de alegría y plenitud y el espíritu templado para afrontar la ardua jornada de trabajo con una profunda sonrisa en sus labios y cierta inflamación en la pija.
Ya sola Elvira remolonea un poco en la cama y aprovecha para juguetear con un consolador, regaló de su marido, metiendoseló en la concha y en el culo. Masturbada y en consecuencia menos turbada dormita un ratito y, ya recompuesta, se dedica a las tareas del hogar.
Pone todo en orden, es fanática de la limpieza y la armonía de las cosas y su casa refleja perfectamente esos gustos casi obsesivos.
Prepara la comida para el almuerzo. Aunque su marido no come en casa ella lo hace acompañada por el asistente de limpieza del edificio, que al terminar su horario de trabajo, y antes de retirarse a su casa, almuerza con ella y a la sobremesa se echan un furibundo y completito polvo. Dado el tamaño poco común de la verga del muchacho, 25 cm por lo menos, Elvira queda con sus partes algo irritadas pero satisfechas, esta situación la revierte con baños de asiento y preservativos llenos de cubitos de hielo metidos en su concha y su culo.
Por lo general toma el té con alguna de sus amigas, en su casa o en la de ellas. Coincidentemente todas sus amigas son lesbianas y aprovecha esa situación para vivir un momento diferente mamandose las conchas y las tetas mutuamente con la maestría con que sólo saben hacerlo las mujeres.
Si bien Elvira es basicamente heterosexual, no desestima la posibilidad de chuparse una buena concha ni que una mujer se la chupe con calidad a ella.
De vuelta en su casa, prepara la cena mientras mira en el televisor una de las tantas películas porno que integran la videoteca de su marido.
No le gustan los novelones ni los espantosos noticieros que pasan en la televisión y prefiere solazarse con un armónico acto sexual grabado. A veces revive la visión de algunos de los videos que ella y su marido hacen de sus propias garchadas y de fiestas que realizan con sus amigos. Esto la pone inquieta y hace que espere con ansiedad la llegada de su esposo. Lo espera con insinuantes ropas interiores fáciles y rápidas de sacar llegado el momento, sentada en el cómodo sillón que hay en el living y donde casi siempre a su llegada se echan el primer polvo de la noche, como aperitivo.
Precavida Elvira siempre prepara comida fria para la cena, para no tener que recalentarla en caso de que la cojida en su frenesí se extienda más alla de un tiempo prudencial.
Cenan charlando animadamente sobre los sucesos del día, a ella le encanta escuchar los problemas que él tiene en la oficina con los empleados y con los clientes y el relato de como se hace una linda paja a la media tarde espiando a una vecina prostituta profesional que sin el mas mínimo pudor, atiende a sus clientes con la ventana abierta y a él lo pone a punto de ebullición el relato de todos los polvos que se echo su mujer durante el día con sus distintos amantes.
Por lo general despues de comer se van directamente a la cama los dos insoportablemente calientes, y satisfacen con creces esas ansias cogiendo alegremente. Luego de dos o tres polvitos, depende de el grado de dureza que tiene la pija de su marido, se entregan abrazados entre sí con sus sexos inflamados por el roce a los brazos de Morfeo.
Invariablemente los dos duermen profundamente, y con seguridad sueñan con los angelitos esperando ansiosamente el día de mañana.
He aquí la agitada rutina de Elvira todos los días de la semana.
Los fines de semana tienen otra rutina pero se las cuento en la próxima.