Elvira la criada luchadora Ep. 1º
Elvira es una sirvienta ninfómana y pegona que disfruta violando a su jefe cada vez que éste la agrede sexualmente.
Elvira era la criada de Don Julián desde hacia tres meses y también era su amante. Era una andaluza de piel morena, de un metro ochenta y cuatro de estatura, cabellos muy negros y fascinantes ojazos oscuros. Sus brazos eran fuertes como los de una campesina y sus pechos eran gordezuelos y generosos como su soberbio trasero. Elvira era también la cocinera, y lo cierto es que tenia un ligero sobrepeso, pero era una verdadera maquina en la alcoba, especialmente en los juegos que al señor le gustaban, que solían consistir en luchas duras y sucias donde la robusta criada y su atlético patrón rodaban por los suelos arrancándose la ropa y forcejeando con todas sus fuerzas, empleando tanto tiempo en meterse mano como en pegarse hasta la extenuación física y sexual.
Al principio las luchas eran fingidas y juguetonas, pero amo y sirvienta estaban muy igualados físicamente, eran duros y muy competitivos, de manera que pronto estaban peleando con todas sus fuerzas y cuanto mas competitivas eran sus impúdicas peleas, rodando por los suelos furiosamente, totalmente desnudos, mas intenso era el orgasmo posterior. Las reglas eran pocas, solo las indispensables para no hacerse verdadero daño. Los uniformes de servicio no le duraban mucho a Elvira, que siempre había sido muy pegona y solía iniciar las peleas para excitar todavía mas a su patrón, pero que luego se cerraba en banda como una tímida doncella, de manera que don Julián tenia que tomarla como se tomaría un castillo, suponiendo que no fuese la criada la que domase al señor, ganando así un día de sueldo según el pacto convenido, mas la satisfacción de cabalgar la cara del señor y obtener de él un maravilloso orgasmo de la victoria.
El día de su cumpleaños, Julián decidió celebrarlo con una buena pelea con Elvira, y sin previo aviso le saltó encima. La morena estaba sacando un montón de periódicos viejos para tirarlos y cayó encima de ellos, con el señor encima, tirándola del pelo para darle la vuelta y besarla.
¡Estupendo! Pensó Elvira. ¡Otro uniforme a la porra! Menos mal que los paga el jefe.
El amo y la sirvienta forcejearon frenéticamente, desgarrándose la ropa mientras rodaban por los suelos entre una nube de hojas de periódico. Julián le metía mano por el escote para sobarle los pechos mientras que Elvira le tiraba de los pelos y le daba rodillazos en el estómago. Al cabo de un par de minutos Elvira, que era una moza fortachona y descarada, estaba montada encima de su patrón, inmovilizándole y aplastándole la cara con los pechos mientras rozaba rítmicamente sus braguitas contra el ‘paquete’ de su jefe para masturbarse. Julián se encabritaba bajo el robusto cuerpo de su tetuda doncella como un caballo salvaje, intentando desmontarla mientras le tiraba de los pelos y le arreaba en las costillas. Todo eso solo sirvió para que Elvira se excitase todavía mas hasta correrse como una yegua en celo, uniendo el éxtasis de su cuerpo al éxtasis de su victoria física sobre su jefe macho. Comenzó a frotarse más deprisa todavía contra la virilidad de su vencido adversario hasta correrse de nuevo un par de minutos después. Insaciable, se quitó los jirones que todavía conservaba de sus ropas, hasta quedar gloriosamente desnuda sobre el tendido cuerpo de Julián, al que desvistió también y acto seguido se montó de nuevo sobre el rozando sus cuerpos desnudos todo lo que podía, sintiendo el delicioso roce de la piel contra la piel hasta que al cabo de unos pocos minutos se corrió de nuevo, entre suspiros de placer.
Sudorosa y magullada, pero satisfecha, Elvira se alzó triunfante sobre su patrón, alzó los brazos en señal de victoria y le puso un pie sobre el miembro viril. Luego se encamino hacia su cuarto para buscar algo que ponerse. Entonces Julián, viendo que se marchaba, le dijo: ¡Eh, morena! ¿Y yo que?
¿A mi que me cuentas? Respondió la criada. Yo ya voy servida.
¡Pero yo no me he corrido todavía!
Ese es tu problema, nene. Has perdido, ¿recuerdas? Ah, por cierto, me debes un día de sueldo.
La respuesta de Julián fue embestirla y tirarla al suelo. Al cabo de cinco minutos, Elvira había vuelto a correrse y Julián le debía a la criada otro día de sueldo. Julián se fue a la cama aquella noche en ayunas y de muy mal humor. Para su sorpresa, Elvira estaba allí, en su dormitorio, medio desnuda. Julián, sonriendo picaramente, quiso meterse en la cama con ella, pero Elvira le rechazó a patadas.
¡Búscate otro sitio, mariconazo! ¡Esta noche duermo yo aquí!
¡Pero esta es mi cama!
Te fastidias
¡Oye mona, que yo soy el patrón y tú la empleada! Respondió Julián, tirando de las sabanas.
Bueno, pues si de verdad soy tu empleada, empléame para algo... si es que todavía eres lo bastante hombre para emplearme! Dijo la criada, abriendo mucho las piernas, como si le invitase a proceder. Su jefe no se hizo de rogar pero ella le recibió de nuevo a patadas, impidiéndole entrar en la cama.
Julián le saltó encima y lucharon en el colchón y muy pronto en el suelo, donde el limitado espacio les estorbaba para maniobrar. La lucha se convirtió en un duelo de pura fuerza donde el amo de la casa intentó establecer de nuevo la tradicional supremacía masculina en este terreno, pero Elvira era una verdadera tigresa, tan alta y robusta como su patrón. Ambos estaban desnudos, empapados en sudor, sus cuerpos estrechamente entrelazados en el limitado espacio entre la cama y la pared. Al cabo de un rato y tras considerable esfuerzo, Julián comenzó a tomar el control de la pelea en el plano físico, pero Elvira se impuso en el plano erótico, logrando mediante hábiles frotamientos y palabras sucias susurradas al oído que Julián se corriese antes de poder penetrarla. Entonces ella le agarró de los pelos, le arrojó sobre la cama y se tumbo encima, inmovilizándole y estrujándole hasta que se rindió.
Me debes TRES días de sueldo, nene. Y ahora, ¡A cumplir! Y dicho esto, la salvaje morena se arrimó a su patrón para que este le hiciera el amor con dulces besos y tiernas caricias hasta que reunió Julián energías suficientes para copular de nuevo, con ella encima, por supuesto.
Al día siguiente, Julián se despertó sintiendo los dedos de su sirvienta jugueteando con sus genitales, mientras le besaba en el cuello y se rascaba contra el como una gatita mimosa.
Zorra, musitó el, entre un beso y otro.
Y a mucha honra, pedazo de capullo, respondió ella. Querías una autentica zorra para follar y pelear, para ponerte cachando, pero soy demasiado zorra para ti porque te puedo. Querías una zorra, no una zurra. Te creías que eras un lobo salvaje y que podías zurrar a la zorra, pero no eres más que un perro sarnoso.
Y dicho esto, se lo folló otra vez.