Eludiendo la rutina

Continuación de un pocillo de azúcar.

Tras el excitante primer día de nuestras vacaciones, las siguientes jornadas fueron igual de agradables. Al margen de la playa, nuestra actividad se centró en continuar intensificando las sorprendentes relaciones con Ana y en ocasiones también con Roberto, aunque éste con menor frecuencia, al estar casado y depender de compromisos familiares. Y así transcurrió la primera semana.

Pese a lo gratificante que resultaba aquello, me di cuenta de que estaba convirtiéndose en algo rutinario, con lo que corríamos el riesgo de que perdiese ese encanto que tienen las cosas inesperadas y prohibidas. Así se lo comenté a mi marido, y estuvo de acuerdo conmigo en que deberíamos buscar otras alternativas. Tuvo una iniciativa: desplazarnos a Barcelona y buscar entretenimientos en locales de ambiente liberal de aquella ciudad, idea que me resultó acertada. Por probar no perdíamos nada. El sábado a media tarde nos desplazábamos en coche, acompañados por Ana, que nada más enterarse de nuestras intenciones no hubo manera de sacárnosla de encima.

Al llegar a Barcelona, estuvimos cenando algo ligero en un mesón y después nos dirigimos a un Pub de la parte alta de la ciudad que Paco conocía por sus viajes y donde había pasado, según su confesión, momentos muy agradables practicando el intercambio de parejas junto a alguna amiga esporádica que había conocido. ¡El muy cerdo!.

Cuando llegamos al local, hubo que llamar a un timbre y nos abrió una mujer de unos 40 años; Se trataba de una pelirroja muy atractiva y elegantemente vestida. Era la relaciones públicas del local. Reconoció a Paco, a quien saludó tan efusivamente que llegué a la conclusión de que entre ellos había habido algo más que palabras.

Sara, que así se llamaba la relaciones públicas, nos pidió que la siguiéramos. La planta baja del local estaba ocupada por el bar, con sus correspondientes mesas y una pequeña pista de baile, pero ella se dirigió a las escaleras que había al fondo por las que se accedía a la primera planta. Después de rebasar unos cortinajes rojos, accedimos a una sala bastante amplia llena de mesas y butacas, iluminada por una luz tenue. Apenas había público. Solamente dos parejas, una de chicos jóvenes y otra de una edad similar a la nuestra.

Sara, muy profesional, adivinó que nos interesaba más el acercamiento con la pareja madura y nos situó en una mesa muy próxima. Mientras nos acomodábamos, un camarero vino a tomar nota de lo que íbamos a consumir y enseguida nos lo trajo.

Sara tuvo la deferencia de sentarse con nosotros y estuvimos charlando un poco de cosas superficiales. Paco y yo nos sentamos juntos, y Sara y Ana frente a nosotros. Yo le había echado el ojo a Sara, porque la verdad es que me resultaba muy atractiva y me apetecía tirármela, pero la presencia de Ana restaba posibilidades a que hiciésemos algo con ella. Éramos demasiados. Pero ese problema se encargó de solucionarlo la propia Ana, que de forma intencionada se había situado en la zona más próxima a la de la otra pareja, y cuando nos dimos cuenta la muy zorra ya estaba en plena conversación con ellos y casi de inmediato se disculpó con nosotros y fue a sentarse junto a la pareja. Agradecí interiormente la iniciativa de mi amiga, que me dejaba el camino libre para intentar algo con la relaciones públicas, que sin hacer nada por intentarlo estaba consiguiendo ponerme muy caliente, tanto que mientras charlábamos mi mano se posó sobre un muslo de mi marido y se dirigió hacia su entrepierna. Pese a la semipenumbra noté que Sara no perdía detalle de mi maniobra y me pareció ver un brillo de deseo en sus ojos. Sus piernas se abrieron lo suficiente para permitirme ver la parte interna de sus muslos, que eran rotundos.

En ese momento mi atención se centró en Ana y sus acompañantes, y comprobé sorprendida que la pareja se estaba besando apasionadamente, mientras Ana, arrodillada en el suelo, le estaba practicando una impresionante mamada al coño de la mujer, mientras con una mano masajeaba con entusiasmo la polla del hombre. La verdad es que no perdía el tiempo.

Animada por aquella visión, me dejé caer hasta posar la cabeza en el regazo de Paco, sin apartar la vista de los muslos de nuestra acompañante. Acerqué mi mano a la bragueta de mi marido, bajé la cremallera del cierre y metí la mano en el interior, alcanzando su polla. Estaba completamente empalmado. Saqué aquel tolete de su encierro y sin dudarlo me lo metí en la boca, iniciando una voraz mamada sin apartar ni un momento los ojos de nuestra acompañante, que nos observaba en silencio con un extraño brillo en la mirada.

Le hice un gesto para que se aproximara a nosotros y no lo dudó. Se acercó y se arrodilló en el suelo, y su boca se unió a la mía, apoderándose de la parte inferior de la polla de Paco. El cabrón de Paco era un hombre afortunado, porque entre las dos nos estábamos esmerando al máximo para que se deshiciese de placer, y a tenor de los gemidos que exhalaba lo estábamos consiguiendo.

Una de mis manos se introdujo por el escote de Sara, y alcanzó uno de sus pechos. Eran de tamaño mediano, pero macizos; lo acaricié con suavidad para después coger el pezón entre mis dedos y apretarlo suave pero firmemente, incrementando poco a poco la fuerza del pellizco hasta que exhaló un profundo suspiro que reflejaba el placer que estaba sintiendo. Su boca abandonó las caricias que estaba prodigando a la polla de mi marido y buscó la mía, que la recibió encantada, mientras mi mano libre la sustituía en torno a la polla de Paco. Nos unimos en un profundo y húmedo beso, invadiendo nuestras lenguas las respectivas cavidades y siendo chupadas, ahora por una, ahora por la otra.

Un momento después las dos nos pusimos de pie y comenzamos a desnudarnos mutuamente, aprovechando para acariciarnos ante la agradecida mirada de Paco, que estaba disfrutando al máximo de aquella visión. Aproveché ese momento para comprobar que ocurría con Ana y sus eventuales acompañantes y pude ver que estaban ya completamente desnudos y Ana estaba sentada encima del hombre, con la polla enterrada en su coño, mientras que la mujer –un poco entrada en carnes pero con unas curvas poderosas-, arrodillada ante ellos, les propinaba una soberana lamida a la entrepierna de los dos amantes. La pareja joven, a la vista de los acontecimientos, se había cambiado de sitio, pasando a ocupar una mesa vecina a la de ellos y contemplaban fijamente todo lo que allí ocurría, aunque sin atreverse a intervenir, pero la excitación que les poseía había hecho que se estuviesen masturbando mutuamente. En conjunto era un cuadro de lo más morboso.

Tomé la iniciativa sobre nuestra situación. Me subí al sofá y me senté sobre la parte superior del mismo, justo encima de donde estaba sentado mi marido, a quien a continuación dije con una voz que se me antojó ronca:

-Quiero ver como te la follas-

Paco obedeció inmediatamente, tomando a Sara de un brazo la acercó a él e hizo que se situase de rodillas a ambos lados de sus piernas. Ella se dejó caer sobre su polla, que penetró en su intimidad sin esfuerzo alguno, y comenzó a moverse arriba y abajo. Yo soy una "voyeur" nata, pero la verdadera intención que me guiaba cuando busqué situarme en aquella posición no era solamente mirar como follaban, sino poner mi coño al alcance de la boca de Sara, propósito que ésta adivinó inmediatamente.

Dos dedos de la relaciones públicas iniciaron una invasión pacífica de mi coñito con mucha suavidad, que en unos instantes dejaron mi interior, ya previamente mojado, chorreando. A continuación sacó los dedos y los acercó a mi boca para hacerme probar mi propio sabor, y en ese momento comenzó a lamer los alrededores de mi coño, pero sin introducir la lengua en él. Quería hacerme sufrir un poco, y que desease tanto que me la metiera que me obligara a pedírselo por favor, cosa que logró.

Finalmente, me abrió bien el coño con los dedos y comenzó a pasar la lengua muy despacio por mis paredes vaginales. A esas alturas, el interior de mi coño estaba completamente encharcado, y saboreó mis flujos mientras yo oía el chapoteo de su lengua, que de repente profundizó más en mi interior e inicio un mete y saca como si me estuviese follando con ella.

Finalmente atacó mi clítoris, pasando la lengua alrededor de él, para luego atraparlo con los labios presionando con fuerza, y alternándolo con lengüetazos rápidos y pequeños mordiscos. En ese momento alcancé un orgasmo como pocas veces había disfrutado, y los gemidos entrecortados de placer se convirtieron primero en chillidos de histerismo y posteriormente salieron de mi boca toda clase de frases soeces e insultos. Tanto Paco como ella, quizás contagiados por mí, se corrieron simultáneamente, y casi sin respiro, ella se incorporó para salirse de la polla de Paco y metérsela golosamente en la boca. Yo hubiera limpiado gustosamente su coño de los restos de semen de mi marido, pero en ese momento me apeteció más centrarme en lo que ocurría a poca distancia de allí.

El hombre que se había estado follando a Ana ocupaba la misma posición, pero Ana ya no estaba encima de él, sino que quien lo hacía era la chica de la pareja joven, que definitivamente se había desinhibido y se movía furiosamente con la polla del desconocido en su interior. En cuanto a Ana, estaba arrodillada delante del chico más joven, que permanecía en pie, y le comía la polla con voracidad. La tercera mujer estaba en la misma posición que Ana, pero por detrás, y se afanaba en atacar con la lengua el culo del chico, cuya cara era fiel reflejo del intenso placer que estaba disfrutando.

Llamé la atención de Sara y de mi marido para que nos acercásemos más a ellos y disfrutásemos del espectáculo, que era realmente electrizante, cosa que hicimos, aunque yo lo que realmente tenía entre ceja y ceja era algo que todavía no había hecho: meter mi lengua en el precioso coño de Sara.

Nada más situarnos junto a los que tanto estaban disfrutando, que ni se percataron de nuestra presencia, el más joven intensificó la expresión de placer de su rostro y se vació en la boca de Ana, que no dejó escapar ni una gota, aunque fue solidaria y se acercó a la otra mujer, compartiendo el jugo masculino en un tórrido beso. El joven, agotado, cayó desmadejado sobre el sofá más próximo.

Ana y la otra mujer siguieron besándose, y poco a poco acabaron tendidas en la moqueta, haciendo un 69.

La chica joven tuvo un intenso orgasmo, y se salió de la polla del hombre para recuperarse. Al quedar libre éste lancé una mirada a Sara, que me entendió perfectamente, y nos dirigimos hacia él. Paco todavía no estaba recuperado de su reciente orgasmo. El desconocido era un hombre alto y fuerte, con pinta de camionero. No era demasiado atractivo, pero a cambio tenía una polla más que respetable. Sara se tendió en el sofá cuan larga era, y pidió al hombre que se agachara sobre su boca. Así lo hizo, de espaldas a ella, y Sara cogió los huevos con la mano y los acercó a sus labios, introduciéndolos uno a uno en la boca para después lamerlos golosamente con su lengua. La polla estaba en ristre. No era muy larga, pero sí muy gruesa y coronada por una gran cabeza. No lo dudé. Me tumbé boca abajo en el suelo delante de él y me la metí en la boca, mientras veía a pocos centímetros las maniobras de Sara con sus huevos y sus ojos, que me miraban entrecerrados con el vicio reflejado en sus pupilas.

El hombre estaba en la gloria, disfrutando de aquellas dos bocas que lo devoraban. Pero no pudo resistir por mucho tiempo el intenso placer que sentía y se derramó dentro de mi boca, que almacenó su interior el abundante producto de aquella corrida.

El hombre se retiró, y aproveché para acercar mi boca a la de Sara, que la entreabrió, permitiendo que le traspasara la carga de leche que llevaba en la mía, para después unir nuestros labios en un apasionado beso, mediante el que terminamos de compartir el semen de aquel desconocido.

Después mi boca comenzó a descender lentamente por la piel de mi nueva amiga, saboreando cada centímetro, deteniéndome en aquellas zonas donde la intensidad de sus gemidos se incrementaba. Finalmente llegué a su coñito, que abrí delicadamente con los dedos, admirando su color sonrosado. rezumaba flujo que recogí con mi lengua. Recordando le extraordinaria lamida que me había proporcionado ella, quise corresponderle y mi lengua invadió todos los rincones de su coñito, intensificando cada vez más los lengüetazos para que el placer que ella sentía se fuese incrementando. Los chillidos que emitía atestiguaban que lo estaba haciendo bien, y enseguida le llegó un intenso orgasmo, pero no por eso paré, sino que sorbí su clítoris con mis labios y comencé a jugar con él, provocando en Sara una cadena de orgasmos continuados.

Yo estaba situada de rodillas, a cuatro patas y Sara tendida de espaldas. Desde mi posición vi como alguien se sentaba sobre la boca de ella: era la chica joven, que ofrecía su coño a Sara para que se lo comiera, cosa que ésta aceptó sin dudar.

De repente di un respingo, al notar que alguien abría mis nalgas con los dedos y una lengua se posaba en el agujero de mi culo, comenzando a lamerlo. Volteé la cabeza, para comprobar que era Ana quien me estaba haciendo aquel beso negro. La punta de su lengua pugnaba por invadir mi interior, introduciéndose cada vez más. No tardé en estallar en un nuevo orgasmo, que como si fuera contagioso se produjo casi al memo tiempo en la chica joven, gracias a la hábil lengua de Sara.

Me fijé en los tres hombres. Estaban en pie frente a nosotras, mirando atentamente todo lo que hacíamos, mientras la desconocida madura, arrodillada frente a ellos, se afanaba por chupar sus pollas y menearlas con sus manos alternativamente.

Terminamos poco después, todos completamente agotados pero tremendamente satisfechos con la experiencia vivida, que decidimos volver a repetir en los próximos días.

Cuando regresamos pasaba de las cuatro de la mañana. Mientras el coche circulaba por la autopista, íbamos comentando todos los pormenores de la velada que habíamos pasado y todos estuvimos de acuerdo en calificarla de extraordinaria y que estábamos dispuestos a repetirla, pero sin olvidarnos de otras cosas. Todavía quedaba tiempo para seguir disfrutando de unas vacaciones que al menos en mi caso, estaban siendo las mejores de toda mi vida.