Ellen y la señora Owens (4/4)

La llegada de la madre para reunirse con su hija es aprovechada por la señora dominante para ampliar su disfrute hasta unos límites inimaginables

Ellen y la Sra. Owens (4/4)

(Para poder entender el relato es necesario leer los cpitulos anteriores)

Capitulo 4.- La madre de Ellen la visita para quedarse con ella

La Sra. Owens contrariada miró a su amiga y le dijo:

  • "Estos anuncios de la tele nos interrumpen nuestra diversión."

Tras este comentario la Sra. Owens suspiró y le dio un golpe en el pecho a Ellen, haciendo que ella gritara... Su cara estaba roja y llena de lágrimas.

Miró a la Sra. Owens, rogándole que la detuviese ese juego horrible que le causaba tanto dolor... Ésta sonrió y le dijo:

  • "¡Todavía tenemos cuarenta y cinco minutos para el final!"

Ellen gimió de angustia... Su cuerpo era incapaz de soportar más esta tortura... La Sra. Owens miró a la Sra. Brock y sonrió maliciosamente, diciéndole:

  • “Quizás deberíamos cambiar un poco las reglas... Si alguien de la película besa, en lugar de meterte este consolador en tu culo, te desataremos, dejaremos de jugar y te llevaremos a mi dormitorio... ¿Qué te parece?”

Ellen asintió... Aceptaría cualquier cosa con tal de detener esta horrible experiencia.

La película continuó en la tele y con ello su tortura... Las pinzas que llevaba en sus pechos se las arrancaron después de escuchar un nuevo comentario sarcástico... El estómago de Ellen se puso más rojo cuando se volvió a  tocar la guitarra por recibir diez nuevos puñetazos.

Ellen continuó agradeciéndoles cada tortura que le daban hasta que, por fin, dos de los personajes se besaron... Ellen gritó de alegría, y la Sra. Owens y la Sra. Brock la desataron a regañadientes, la tiraron al suelo y la arrastraron a la habitación... Ellen se alegró de que esto hubiese terminado hasta que vio lo que aquí tenían reservado para ella.

La Sra. Owens y la Sra. Brock  se habían puesto enormes dildos, y estaban de pie ante ella con sonrisas en sus caras.

  • “Abre la boca, perra... La Sra. Brock te lo meterá en tu boca, y yo te lo meteré por el culo... Esperamos que te guste, puta... Hemos puesto un poco de salsa picante extra en estas pollas, sólo para ti.”

Ellen comenzó a gemir, y sacudió la cabeza cuando la Sra. Brock intentó meterle el grueso dildo de caucho en la boca.

  • "Querida, puta, ¿por qué eliges ser desobediente en los peores momentos?”, le dijo la Sra. Brock golpeándole la espalda y haciendo que su boca se abriera, lo que le permitió meterle el enorme pene.

Ellen se atragantó con eso... Era enorme y le quemaba la boca... Sin embargo, no tuvo más remedio que aceptarlo... La Sra. Brock estaba empujando tan fuerte como pudo, violando su boca y causándole enormes arcadas.

Por detrás de ella, la Sra. Owens le había separado las nalgas a Ellen, y estaba empujando su dildo en el ano de ella, antes de notar lo blanca que tenía la espalda... Le dijo:

  • “Puta... No podemos tenerte con el estómago enrojecido y la espalda blanca... Qué pensaría la gente... No te preocupes, tu Ama está aquí para solucionarlo.”

Cogió su pequeño látigo de colas y comenzó a azotar la espalda de Ellen, haciéndola emitir gritos sofocados al tener el dildo de la Sra. Brock metido en su boca... Ellen no esperaba sufrir esta agonía y comenzó a llorar de nuevo... Ser follada por dos mujeres después de ser golpeada y torturada por sus Amas no era lo que ella pensó que le ocurriría.

Estaba fatal... Su boca le ardía y como la Sra. Owens le metió la polla en el culo, ahora también le ardía el recto anal... Y mientras se retorcía, comenzó a sentir el dolor de los latigazos en su espalda... Las lágrimas rodaron por su cara... Fue horrible el sufrimiento que tenía.

  • “¡Mírame, puta!... ¡Mírame”, le ordenó la Sra. Brock a Ellen mirándola con sus grandes ojos marrones.

Ellen notó por primera vez el mismo enojo en sus ojos, como los tenía la Sra. Owens cuando se enfadaba... Eso la hizo sentirse inferior a ella y por tanto le debía su sumisión total... Su pelo castaño le caía sobre sus hombros, y sus pechos, sostenidos ahora por su corsé de látex, se movían de lado a lado.

  • “¡Mira a tu diosa, puta!... ¡Mírala, coño blanco!”, le dijo.

Ella se rió de Ellen de nuevo, antes de correrse... La Sra. Owens también se estaba corriendo... Lo hicieron casi al unísono.

Ellen sintió que las dos Amas sacaron sus dildos casi al mismo tiempo y se desplomaron, agotadas sobre la cama... Se las notaba extremadamente cansadas.

La Sra. Brock volvió a sacar su cigarrillo y le dio una calada…

  • “Voy a invitaros a ver a mi puta... La pasé muy bien, Anne.”

  • No pienses en nada... Después de todo, las putas están aquí para ser utilizadas... Las dos se rieron a costa de Ellen, que estaba tendida en el suelo, goteando todo tipo de fluidos y retorciéndose de dolor... Por fin, volvió a ponerse a cuatro patas y levantó la mano débilmente.

  • "Sí... ¿Qué quieres, perra?", le pregunto la Sra. Owens que obviamente había perdido la paciencia con ella.

  • "Ama, me preguntaba si puedo irme ahora... Es tarde.”

La Sra. Owens se rió.

  • ¿Qué te hace pensar que puedes decidir si te vas o no?... Eso lo decido yo y te digo que vas a quedarte, puta.”

La cara de Ellen se contrajo de susto y dijo:

  • "¿Pero dónde dormiré?"

La Sra. Owens miró a Ellen, se levantó y la arrastró de regreso a la sala de estar... La tiró sobre el caballete, posicionándole sus brazos y piernas a él, pero sin atarla... Ella permaneció así por orden suyo.

  • “Este parece ser un lugar bastante bueno, puta... Y, para asegurarme que no vas a roncar durante la noche, te colocaré esto”, le dijo sacando una mordaza y metiéndosela en la boca a pesar de las protestas de Ellen.

  • “¡Aquí te quedas!... ¡Nos vemos mañana, puta!... ¡Ni se te ocurra moverte de la posición en la que estás!”

La Sra. Owens soltó una risita mientras se alejaba, apagando la luz y dejando a Ellen, cansada, golpeada y sollozando, para preguntarse si esta vida que estaba eligiendo era algo tan bueno después de todo lo que estaba sufriendo.

Le dolía la boca… Estaba tenido toda la noche una gran mordaza de pelota en la boca... Y postrada en el caballete no podía estar cómoda… Ella no habría podido sentirse cómoda incluso si hubiera estado en su cama de casa por lo castigado y magullado que tenía su cuerpo.

Ella no podía dormir y aproximadamente sobre las cinco de la mañana, adormecida, fue a la habitación de la Sra. Owens, donde dormía su Ama... Anoche se sintió violada, usada y todos sus derechos habían desaparecido.

Eran sobre las 10 h. de la mañana cuando la Sra. Owens despertó y sonrió fríamente cuando vio a Ellen postrada en el suelo.

  • “Zorra, pasaste toda la noche aquí, ¿verdad?”

Ellen asintió con la cabeza, con los ojos medio suplicantes... La Sra. Owens se levantó y se acercó a ella, sonriendo... Le palpó el pecho a Ellen, masajeándoselo  y riendo mientras Ellen gemía.

  • "¿Todavía estás dolorida de anoche, perra?"

Ellen asintió de nuevo.

  • "¿Te gustaría que te soltara?"

Ellen asintió pero la Sra. Owens le recordó que hoy era sábado y no trabajaba... Ella quería ir a su casa, ducharse y dormir.

La Sra. Owens caminó hacia Ellen y suspiró, acariciándole el pelo.

  • "Por supuesto, si yo lo tuviera que decidir, cada día sería sábado para ti... Todos los días, vendrías del trabajo a casa y aquí te tendría encadenada así como estás ahora, mi pequeña puta... Pero claro, para eso tendrías que estar dispuesta a aceptarlo.”

Se acercó a las manos de Ellen y se las soltó.

  • "Tendrías que estar dispuesta a quedarte aquí para siempre”, le dijo la Sra. Owens mientras le soltaba los brazos a Ellen, que cayeron agotados.... Luego le quitó las esposas de los pies y la pobre muchacha desnuda se quedó quieta en el suelo sin fuerzas para levantarse.

La Sra. Owens agarró la cara de Ellen y la miró profundamente a los ojos y le dijo:

  • "Tendrías que estar dispuesta a ser mi esclava"… Dejó caer la cara de Ellen y caminó hacia la puerta.

  • “Voy a salir una hora... Me gustaría que estuvieses aquí cuando regrese... Sería muy bonito que así fuera”... Con eso, cerró la puerta, dejando a Ellen sola en su apartamento.

La Sra. Owens le había dejado las cosas bastante claras... Era libre de irse si lo deseaba pues la puerta estaba abierta... Pero si ella decidía  quedarse, se sometería a ser su esclava.

Ellen analizó todoesto... Ser una puta era una cosa pero ser una esclava era otra cosa muy diferente… Miró su cicatrizado cuerpo y pensó en todo el dolor que había sufrido... Cada vez que había sido azotada, había sentido irse un poco de su dignidad... Pero había algo tan excitante en todo eso que estaba muy confundida.

Su coño lentamente comenzó a mojarse de nuevo… Ella sonrió con malicia... ¿Permitiría la Sra. Owens que se corriera en su apartamento sin su permiso? ... Probablemente, no... Aún así, ella tardaría una hora en volver... Tal vez una corrida rápida, pero pensó en la voz de la Sra. Owens, reprendiéndola, insultándola, riéndose de ella… A pesar de todo esto, comenzó a frotarse el coño para correrse.

La Sra. Owens regresó de las tiendas, en cierto modo ansiosa... Tenía muchas esperanzas de que Ellen todavía estuviera en su apartamento, demostrando que ella quería ser su esclava... Sin embargo, no estaba del todo segura... Ella colocó la llave en la cerradura y espero ver a Ellen arrodillada, esperándola.

No fue así... En cambio, para su sorpresa vio a una Ellen desnuda y dormida con dos dedos metidos en su coño... Bueno, al menos ella estaba ahí.

Ellen se despertó sobresaltada y fue a cubrirse... La Sra. Owens agarró un paraguas y la golpeó con él.

  • “¿Cómo te atreves a tocarte el coño sin mi permiso?... ¿Cómo te atreves incluso a cubrirte sin mi permiso?”, le gritó golpeando a Ellen de nuevo, furiosa pero también increíblemente excitada... Ellen, todavía adormecida por el sueño, se arrastró hacia la puerta, sin saber qué hacer.

La Sra. Owens golpeó su culo expuesto y la agarró del pelo.

  • “Ven conmigo, puta... Te voy a enseñar modales.”

Acercó a Ellen a una silla, agarró un poco de cuerda y la ató a ella... Le retorcía los pezones por diversión mientras la ataba a la silla... Ellen soltó un gritito, antes de sentir una fuerte palmada en la mejilla y una mordaza de bola, la misma que la de anoche, siendo empujada en su boca.

Estaba, una vez más, a merced de la Sra. Owens que caminaba alrededor de la silla, sonriendo mientras examinaba a su cautiva... Le acarició la cara lentamente y miró a los ojos de Ellen, que ahora estaban mirando al suelo.

  • "Mi pequeña puta, creo que mereces ser castigada por tu asquerosa actuación de masturbar tu coño y luego taparte.”

Agarró el pelo de Ellen y golpeó sus pechos desnudos varias veces, para causarle dolor y que gritaba a pesar de llevar mordaza... De repente, la Sra. Owens se detuvo y susurró al oído de Ellen.

  • “¿Quieres ser mi esclava, Ellen?... ¿Quieres estar atada aquí todo el día para que te use cuando quiera disfrutar contigo?”, le dijo mientras le metía la lengua en el oído.

Ella no sabía qué decirle... ¿ Quería ser su esclava ?... Levantó la vista hacia la Sra. Owens, que poco a poco se estaba enfadando más, hasta el extremo de gritarle:

  • "¡Respóndeme, puta!"

Ellen la observó, admirando su belleza, y supo cuál era la respuesta... Ella no tenía otra opción porque además le gustaba como su Ama... Sin perder más tiempo, la miró a los ojos y asintió con la cabeza.

Con eso, la Sra. Owens dio un pequeño grito de alegría... Desató a Ellen y se puso delante de ella y le dijo:

  • “Te acepto como esclava... Ya eres mía y quiero que sepas  que no hay vuelta atrás por tu parte.”

Ellen había asumido por completo su condición de esclava pese a llevar poco tiempo viviendo como tal y ya no imaginaba otra forma de vida que no fuera la de servir con la mayor eficacia a su Ama, la Sra. Owens.

La idea de que la cediera o traspasaran a otra Ama, tal y como le había amenazado con hacerlo, la llenaba de temor por lo que trataba de ser lo más complaciente que podía ya que no quería que eso ocurriese.

Fue entonces cuando estando ya en un nivel de entrega total, una mañana, entre el numeroso correo que llegaba a la tienda le llego una carta de Redding... Era una carta de su madre.

En ella le decía que su padrastro, ahora a sus sesenta y tantos años, se había liado con un jovencito a quien doblaba la edad y a ella le había dicho que se marchara de casa o la molería a palizas.

Me contaba que se sentía sola y deprimida y había decidido venir a vivir conmigo durante un tiempo hasta que tuviese medios para mantenerse ya que nada tenía.

La noticia le causó un tremendo shock, primero por lo inesperado e impactante del cambio de gustos sexuales de su padrastro... Luego, tristeza por la forma con que estaba tratando a su madre desde hace años.. Y finalmente, ya más calmada, pensar como iba a solucionar el problema de que su madre se fuera a vivir con ella si no tenía casa ya que estaba de esclava de la Sra. Owens.

Por más que Ellen se devanó los sesos tratando de encontrar una solución factible no la encontraba... Ella no tenía casa, y tampoco tenia una vida privada y propia.

‘¿Cómo iba a decirle a su madre que su única hija se había emputecido hasta el extremo de perder sus derechos como ser humano y convertirse en una esclava al servicio de los placeres de una mujer, que la trataban como una perra?’, pensaba sin encontrar respuesta alguno.

No le quedó más remedio a Ellen que enseñarle la carta a la Sra. Owens, quien después de leerla detenidamente, le dijo que no se preocupara, que ya pensaría ella cómo solucionarlo.

Mas tarde le dijo que podría alojar a su madre en su apartamento durante un tiempo, dando a todo esto una apariencia de cierto grado de normalidad, explicándole que su hija, aparte de trabajar en una tienda ejercía de criada domestica en su casa y a cambio, ganaba un dinero y tenía el alojamiento gratis.

La idea le gustó a Ellen y la Sra. Owens la tranquilizó más diciendo que cuando su madre viniera, ella misma le hablaría para explicarle su trabajo y trataría de suavizar el asunto para que su madre no sospechara ni quedara defraudada con su hija.

Tras escuchar esto, inmediatamente Ellen se postró de rodillas ante la Sra. Owens y comenzó a lamerle sus zapatos como muestra de agradecimiento y devoción, aunque un nuevo y cierto temor comenzó a germinar en su cerebro.

Algo en el tono de voz y en la mirada le hacía presagiar que la Sra. Owens tenía algún plan o idea que desde luego no iba a compartir con ella pero que sin duda no presagiaba nada bueno para la inminente visita de su madre.

La Sra. Owens fue quien se encargó de recoger a su madre en la estación de autobuses y de informarle sobre los cambios que se habían producido en la vida de su hija... Ella, mientras tanto, la esperaba en casa vistiendo casi por primera vez un flamante uniforme de doncella francesa.

Su madre compartiría el dormitorio con ella y mientras se instalaba le confesó la grata impresión que le había causado la Sra. Owens y la suerte que tenía de haberla encontrado.

Naturalmente, Ellen le seguió la corriente... Sabía que la Sra. Owens podía ser muy agradable cuando las circunstancias lo requerían, aunque por dentro pensaba que pasaría si su madre se enterase de lo que ella hacía.

Los dos primeros días transcurrieron con normalidad e incluso Ellen lleguó a pensar que todo saldría a pedir de boca y su madre acabaría su visita y se marcharía a casa de una prima suya, con laque había contactado, sin sospechar nada.

Pero al tercer día, cuando Ellen lleguó a casa, se encontró a su madre en la cocina, con un delantal y rodeada de cacerolas… Al verla le dedicó una sonrisa y antes de que pudiera preguntarle nada le explicó que ella había querido agradecer la hospitalidad de la Sra. Owens ocupándose de hacerle la cena.

Me comentó que había mantenido una larga conversación con la Sra. Owens, y que incluso estaba barajando la posibilidad de quedarse indefinidamente a vivir aquí, pues según le dijo a su hija, la Sra. Owens amablemente le había ofrecido el puesto de cocinera.

Naturalmente, Ellen trató de disuadirla con todos los argumentos que se le ocurrieron hasta que su madre le dijo que ahora ella no tenia a nadie salvo a ella y ninguna obligación le esperaba en Redding... Ante la reticencia de Ellen a tal idea, su madre le preguntó porque quería que se marchara.

La disyuntiva era muy difícil... Por un lado pensaría que su hija quería librarse de ella y, por otro, que descubriera -si se quedaba- su verdadera condición en la casa.

A Ellen ni siquiera se le pasó por la cabeza la idea de que la Sra. Owens quisiera esclavizar también a su madre, como en realidad tenía pensado hacer desde el mismo momento en que supo de su llegada, aunque esperaba verla a ver si era de su agrado.

El hecho que lo reveló todo sucedió al día siguiente... Ellen estaba terminado de vestirse para ir a la tienda a trabajar cuando escuchó unos fuertes exabruptos e improperios que venían de la cocina.

Al parecer su madre había ido a preparar los desayunos y, en la cocina, se había topado de bruces con una joven totalmente desnuda con dos consoladores metidos en sus agujeros... Era Jaylin, la esclava de la Sra. Brock, que había llegado temprano y estaba preparando desayunos.

Al parecer la Sra Owens había ‘ olvidado ’ comunicarle a su madre que vendría su amiga la Sra. Brock a almorzar y ésta enviaría antes a su ‘doncella’ para preparar la comida de ambas.

Al poco de llegar Ellen a la cocina y antes de que pudiera abrir la boca oyó los pasos apresurados de la Sra Owens que sorprendida por los gritos, o lo más seguro, esperando oírlos, se había puesto una ligera bata semitransparente y se acercó a la cocina para ver que pasaba.

De inmediato su madre se encaró con la Sra. Owens, pidiéndole todo tipo de explicaciones y amenazándola con denunciarla a la policía por el trato que le daba a la chica.

Estuvo varios largos y tensos minutos expresando su indignación hasta que poco a poco fue perdiendo fuelle y energías… Ese fue el momento elegido por la Sra. Owens para poner las cartas sobre la mesa.

Le explicó de la manera mas cruda y con todo lujo de detalles la verdadera condición de su hija en la casa, y que por ella podía ir a la policía o a donde mejor le viniera en gana.

Nada iba a conseguir pues tanto la chica como Ellen teníamos firmados contratos perfectamente legales y estábamos allí libremente y sin ningún tipo de coacción, y éramos pagadas generosamente por nuestros servicios, lo cual era completamente cierto.

Mientras la Sra. Owens proseguía con sus aplastantes argumentos pronunciados con voz tranquila y sin levantar apenas el tono de voz, Ellen vió como la expresión de su madre iba transformándose de amenazadora a alarmantemente preocupada para acabar reconociendo la derrota nada más empezada la batalla mientras su hija Ellen, impotente y avergonzada, era testigo muda de los acontecimientos.

  • “Y al extremo al que han llegado las cosas, me temo Molly que sólo tienes dos opciones: despedirse ahora de tu hija y abandonar inmediatamente este apartamento o callarte la boca y cumplir eficiente y sin chistar con tus obligaciones de cocinera y de lo que yo disponga también a partir de ahora hacer contigo.”

Ante los aplastantes e irrefutables argumentos, la madre de Ellen, incapaz de reaccionar, le lanzó una breve mirada cargada de pena, vergüenza y derrota y casi como una autómata, incapaz de reaccionar, tratando aun de asimilar las duras palabras de la Sra. Owens, hizo ademán de acercarse al fogón a retirar el cazo de leche que empezaba a hervir peligrosamente.

  • “Un momento, Molly... Si vas a quedarte como cocinera, ya sabes el uniforme que lleva el servicio en este apartamento… Así que  ¡Desnúdate!”, le dijo fríamente con un brillo en sus ojos que anunciaba claramente su victoria sobre la madre de Ellen.

Ella, incapaz de reaccionar, y ya derrotada del todo, lentamente, y con las manos temblándole empezó a quitarse sus ropas, prenda a prenda, ante la atenta mirada de la Sra. Owens que estaban disfrutando de la situación.

Nada más se bajó la bragas y su vagina quedo a la vista de todos, la Sra. Owens clavó la puntilla con su crueldad y sadismo habituales, y ya sin ningún disimulo, comentó:

  • Mucha indignación y reparos has estado poniendo y ahora resulta que tienes todo el coño depilado, guarra.”

Mientras tanto, la madre de Ellen, con la cara roja como un tomate, mostró su aun atractivo aunque gastado cuerpo y quedó completamente desnuda en medio de la cocina.

Ellen no quiso esperar más y dijo:

  • “Con su permiso me voy a la tienda, Sra. Owens… Dejo a mi madre en sus manos.”

Y salió de la cocina tratando de asimilar el nuevo rumbo que había tomado la vida de ambas desde apenas hacia unos segundos.

Ese día a Ellen la jornada de trabajo se le hizo eterna… Era incapaz de concentrarse en su trabajo porque pensaba una y otra vez en su madre, y en como se había dejado enredar.

Pero sobre todo, pensaba a que cosas la estaría sometiendo la Sra. Owens a su madre, pues conociéndola cómo la hacía sufrir en su carne desde hacía varios meses, sabia de lo que podía llegar a ser capaz aquella despiadada mujer carente de toda moral.

Finalmente terminó la larga jornada y nada mas llegar a casa, Ellen se  dirigió con pasos apresurados a la cocina… Estaba deseando ver como se encontraba su madre... Cuando cruzaba el salón vio a la Sra. Owens recostada en su sillón favorito leyendo una revista de cotilleos.

  • ¿Adonde vas tan rápido, puta?, le dijo la Sra. Owens a Ellen, aunque sin duda sabía de antemano mis motivos.

  • Vv-voy a la cocina, mi Ama, a prepararle el servicio de comida... No quisiera que se retrasaran ni un segundo la hora prevista de su cena”, le contestó Ellen medio tartamudeando rogando que su pobre argumento la convenciera mínimamente, pues ambas sabían el verdadero motivo de su prisa.

La Sra. Owens se me quedó mirándola en silencio, sonriendo levemente con su característico gesto entre malvado y divertido... De sobras sabía el motivo del nerviosismo de Ellen y sin duda disfrutaba enormemente con la situación.

  • “Esta bien, perra… Sigue con tus obligaciones, pero antes quítate esas ropas tan poco apropiadas y ponte tu habitual uniforme de perra.”

Haciéndole una reverencia Ellen se dirigió, rápidamente, con pasos apresurados a su dormitorio y se desnudo completamente… Conocía de sobras a su Ama y ésta había sido muy concreta al decir ‘ uniforme de perra’ en vez de ‘uniforme de criada”.

Además, ahora que su madre ya conocía la verdad sobre su condición de esclava no hacía ninguna falta mantener las apariencias.

Cuando Ellen entró en la cocina, el espectáculo que ofrecía su madre era todavía peor que la imagen preconcebida que una y otra vez a lo largo de la mañana había imaginado en su mente.

Su madre estaba de pie frente a la cocina con las piernas muy abiertas, y un poco flexionadas debido a los consabidos consoladores que la Sra. Owens le había metido en sus respectivos agujeros y que un revelador zumbido indicaba que los había puesto a toda potencia.

Debido a ello su madre no podía mantenerse quieta y estaba inmersa en una especie de tembleque continuado, encadenando un orgasmo tras otro desde Dios sabia cuanto tiempo, sin duda varias horas como mínimo… Muestra de ello era los constantes flujos de fluido vaginal que le chorreaban sin cesar por la parte interna de sus muslos hasta los pies donde empezaban a formar un pequeño charquito.

Además mostraba su culo completamente repleto de numerosos surcos entre rojos y amoratados por los numerosos varazos a los que había sido sometida.

Ellen supuso acertadamente que su madre habría gritado y se habría quejado mucho, cosa que desagradaba a la Sra. Owens… Muestra de ello era la mordaza en forma de monstruosa bola que llevaba insertada en su boca casi a punto de desencajarle la mandíbula y de donde numerosos chorretones de baba le daban un aspecto totalmente indefenso y desvalido.

Completaban la desalentadora imagen dos enormes pinzas metílicas de cocodrilo que pellizcaban, seguramente muy dolorosamente, sus poco acostumbrados pezones, que se veían hinchados apuntando hacia abajo debido al peso de las disciplinas.

Ellen hubiera querido abrazarla y consolarla de algún modo, pero la Sra. Owens tenia terminantemente prohibido toda demostración de efusión entre las esclavas... El mas mínimo contacto físico e incluso pronunciar la mas mínima palabra, sería motivo más que suficiente para castigarlas

Así que Ellen se quedó de pie frente a ella mirándola fijamente y tratando de transmitirle su pesar por haberla abocado a la situación en la que ahora se encontraba y ya de forma irreparable e irreversible.

Lo más terrible de todo es que aun sabiendo Ellen como se habían desarrollado los hechos, si ahora pudiera volverse atrás seguramente volvería a actuar exactamente igual pues estaba fascinada con este tipo de vida que la Sra. Owens le daba y del que no quería renunciar.

Experimentaba un extraño bienestar siendo constantemente humillada y utilizada como un mero objeto sexual sin voluntad alguna.

Ellen trato de consolarse a mi misma pensando que quizá hubo heredado los instintos masoquistas y sumisos de su madre y que ambas, poco a poco, se acostumbrarán y disfrutarán con esta nueva forma de vida.

Por otro lado la incorporación de su madre al servicio de la Sra. Owens redujo mucho sus obligaciones y castigos porque ahora eran dos para atender todos los caprichos de su Ama.

También el ritual matutino sufrió cambios, ya que ambas se despertaban a la misma hora, no en vano dormíamos juntas en un pequeño camastro que había sustituido a las dos camas y no les quedaba mas remedio que dormir estrechamente abrazadas como si fueran dos amantes.

Ambas mujeres, al levantarse, rápidamente se dirigían al dormitorio de la Sra. Owens y se hacían receptoras de sus necesidades fisiológicas matutinas.

La primera vez que la Sra. Owens meó en la boca de su madre, Ellen no podía dar crédito al grandísimo nivel de degradación al que la estaba sometiendo, provocándole arcadas que afortunadamente pudo controlar ya que si hubiera vomitado, sin duda le hubieran hecho limpiar todo el estropicio con la lengua y recibir un duro castigo por ello.

Su madre no acababa de adaptarse a su condición de esclava y a sus obligaciones en la casa, por lo que la Sra. Owens decidió se encargaría de domarla y enseñarle como debía comportarse.

Ellen, lejos de aliviarse sintió un escalofrío de temor por su madre, pues sabía con creces que la Sra. Owens podía ser muy dura y cruel con ella.

Y efectivamente, cada día después del trabajo, encontraba a su madre con algún cambio, bien en su físico, por marcas de latigazos recientes, hematomas y moratones de diferentes intensidades y colores, quemaduras de cigarrillo en las partes mas intimas y sensibles, y también cambios en su forma de comportamiento.

Sus ojos estaban más hundidos y en su rostro se cernía una sombra de resignación y aceptación… No era raro verla postrada de rodillas comiéndole el coño o el culo a nuestra Ama, tratando de aplicarse al máximo en darle placer mientras ella le daba duros azotes en el culo y espalda con su corto e inseparable látigo con el fin de lograr de ella, la mayor sumisión y entrega posible.

Una vez más Ellen fue la gran beneficiada de los suplicios de mi madre, pues la Sra. Owens se encontraba tan ocupada ideando nuevas formas de humillarla y romper su maltrecha autoestima que se olvidó, al menos por unos días, de hacerla blanco de sus degenerados instintos.

Aunque a veces se le ocurrían perversos juegos en los que las hacia participar a las dos juntas, como las carreras de perras a cuatro patas por el apartamento con un enorme pepino metido en el culo, a modo de rabo, y con el consiguiente castigo para la perdedora -que casi siempre era su madre-, pues a pesar del parentesco y el amor que sentía la hija por ella, una esclava debía demostrar siempre su espíritu competitivo, y sabía que el castigo por dejarme ganar sería todavía mas doloroso y cruel que el habitual.

También la Sra. Owens disfrutaba mucho forzando a madre e hija a mantener relaciones lésbicas e incestuosas, lo cual les ordenaba hacerlo con mucha frecuencia... Ellas eran dos esclavas sin más voluntad que obedecer y agradar los deseos de su Ama.

Al cabo de unas semanas, su madre estaba tan emputecida sino más que su hija Ellen… El durísimo tratamiento a que había sido sometida por el Ama había dado sobradamente sus frutos... Su madre aceptaba cualquier vejación y degradación con más docilidad que ella y hasta el observador mas avezado diría que disfrutaba con ello.

La madre de Ellen había alcanzado tal sensibilidad mental y física que se corría con poco tocamiento que le hiciera la Sra. Owens... Impresionaba ver a aquella madura pero atractiva mujer completamente desnuda, desvivirse de tal manera por su Ama y someterse a sus depravaciones y tormentos de manera tan apasionada y dócil.

Sin duda la Sra. Owens era una experta y había hecho un trabajo de primera... No era de extrañar que madre e hija la adorasen.

Un viernes por la noche, la Sra. Owens citó en su apartamento a un experto en piercings, que las agujereó al estilo tradicional, es decir, con una aguja calentada al fuego y sin ningún tipo de anestesia... Les puso piercing en todas sus zonas mas erógenas y sensibles: pezones, labios vaginales, clítoris, ombligo, y lengua, e instaló en cada agujero unas anillas en oro y acero inoxidable, de diferentes tamaño y grosor según la zona.

A partir de ese día y siempre que le apetecía, la Sra. Owens, antes de acostarse, las unía de las anillas de ambas con unos pequeñísimos mosquetones, lengua con lengua, pezón con pezón y clítoris con clítoris, lo que les obligaba a ‘ dormir ’ estrechamente abrazadas y donde a menudo terminaban excitándose tanto que se corrían hasta cuatro y cinco veces durante la noche.

Y así transcurrieron los días, semanas y meses hasta que un día apareció una amiga de nuestra Ama y ante ellas, le hizo un pago efectivo por su madre y se la llevó... Desde entonces se han visto poco, no han hablado nada entre ellas y han hecho entre ellas todo lo que se les ha ordenado.

Así transcurre nuestro nuevo estilo de vida, elegido voluntariamente por madre e hija.

F I N