Ella y él
Antes de comenzar a volar, lo miró con sus preciosos luceros, y le dijo: -Mira cómo se corre una mujer.
Ella, llevaba meses sin ver a su novio, al que quería con locura. Él, no dejaba que su amor decayese. Cada noche la llamaba.
Aquella noche, Ella, estaba en cama, con la luz de la lámpara de la mesita encendida, Él, por teléfono, con voz viril le recitaba:
... Me gustaría ser suspiro de tus suspiros.
Me gustaría ser brisa en tus prados.
Me gustaría ser susurro de tus susurros
y darte un millón de besos apasionados.
Me gustaría ser tu arco iris de amor.
Me gustaría ser tu aurora al anochecer.
Me gustaría ser miel en tu boca.
Me gustaría ser fuego y hacerte arder.
Me gustaría ser el aire que respiras.
Me gustaría ser aliento de tu aliento.
Me gustaría, al entregarte mi querer,
hacer de ti poesía escrita en el viento.
Al acabar, Ella, que estaba sobre la cama en pijama, le dijo:
-Pensarás que soy una loca, pero la dulzura de tus palabras despiertan deseo en mí. Hagamos el amor, cariño.
Al otro lado. Él, que también estaba sobre la cama con el torso a descubierto, no sabría como hacerle el amor a su chica, como hacer que sintiera placer estando tan lejos de poder acariciar si quiera su cuerpo.
-¿Cómo?
-Por whatsapp. Por notas de voz. Oír tu voz me da placer, tanto como si me tocaras.
A Ella le sonó el tono del whatsapp. Lo cogió y volvió a oír la voz de su novio.
-¿Dónde estás y qué llevas puesto, cielo?
-En cama. Llevo puesto un pijama y por debajo solo unas bragas negras, casi tan pequeñitas como un tanga. ¿Y tú?
Él, se quitó los calzoncillos, y comenzó a acariciar la polla que aún estaba en reposo.
-También estoy en cama y no llevo nada encima. Quítate el pijama.
-Ya lo quité. Estoy en bragas. ¿Qué me harías, vida?
-Te besaría el cuello y bajaría besando tu espalda hasta llegar a esa parte donde la columna pierde su casto nombre. Levantaría tu pompis y lamería desde tu coñito hasta el anito, muchas, muchas veces. ¿Te gustaría que lo hiciera, princesa?
Ella, también empezara a tocarse.
-Si hazlo, hazlo. Me estoy empezando a mojar.
-¡Cómo me gustaría verte, nena!
Ella, tardó un ratito en contestarle. La respuesta fue una foto en la que la vio a boca arriba con las tetas al aire, unas tetas preciosas, que tan bien conocía y que tantas veces había disfrutado.
-¡Cada día estás más hermosa, mi vida!
-¿Qué más me harías si estuviese aquí conmigo?
-Comerte a besos desde tu boquita de fresas a tus pies, guapa.
-¿Y me harías mucho sexo oral, bollito?
-Hasta que me dijeses basta, gatita.
-Nunca te diría eso. Querría correrme en tu boca. Estoy cachonda, cachonda, cachonda. Mis dedos ya nadan en mis jugos.
-¡Ojalá pudiese ver tu coñito!
Ella, volvió a tardar un ratito en contestar. Apareció otra foto. Es vez vio en ella un lindo coñito totalmente depilado.
-¿Te gusta, alma mía?
-¿Qué si me gusta? La comería hasta ponerme ciego, y después te la metería y te haría el amor del modo que más te gustase, terroncito de azúcar.
-Duro, quiero que me des duro. ¡Dame duro, anda!
Él, oyó unos ruiditos, era como si estuvieran rascando algo.
-¿Qué estás haciendo, amor mío?
Volvió a tardar un poco más de lo habitual en contestar...
Apareció otra foto en la que se veían dos dedos cogiendo un clítoris grande y gordo. Él, se excitó hasta el punto en que le comenzó a latir la polla.
-¡Joder, yo ya me voy a correr!
Ella, quería que se corriesen juntos.
-¡No te corras, no te corras aún, cariño, no te corras, por favor.
Él, dejó de tocarse.
-Espero por ti, vida.
Al ratito...
-¡Ahora, ahora! ¡¡Dale con fuerza!!
El, la sacudió y se corrió soltando un potente chorro de leche.
-¡Aaaaaaaah!
Ella, al oírlo, exclamó:
-¡Qué rico, qué rico, qué rico, qué ricooooo! ¡¡¡Me corro, me corro, me corro!!¡ ¡¡Aiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!! ¡¡¡Ouuuuuuuui!!!
Al acabar, Ella, le preguntó:
-¿Te corriste bien, vida mía?
-Sí, me corrí dentro de tu coñito, preciosa.
-Me temblaron las piernas al correrme.
-A mí me temblaron hasta las cejas, morena.
Tres semanas después, Ella, estaba en la cocina de la casa de su novio, vestida. El, la besó, la cogió por las nalgas y la levantó en alto en peso, Ella, rodeó su cuello con sus brazos y su cuerpo con sus piernas. Él, le apartó el tanga azul para un lado y se la clavó hasta el fondo. Ella lo comía a besos, El, la penetraba con fuerza.
A los pocos minutos, la sentó en la mesa, Ella, se echó hacia atrás. Le quitó el tanga. Le lamió el coño mojado, le lamió y le dio pequeños mordisquitos al clítoris... pasado un tiempo, Ella, no aguantaba más.
-Si sigues me corro, vida mía.
Él, dejó de lamer, Ella, bajó de la mesa, le cogió la polla, la metió en la boca y se la mamó hasta ponérsela bien dura. Luego, Él, la arrimó a la pared. Ella se apoyó a la pared con las manos. Mordiéndole el cuello y magreándole las tetas le dio caña brava. Al no acariciarle el clítoris, Ella, tardo en sentirla de nuevo. Cuando la sintió, le dijo:
-Me voy a correr, cielo. Hazme el amor como al principio.
Al quitarle la polla, por el interior de los muslos de la joven bajaron dos regueros de jugo mezclado con aguadilla.
Él, la volvió a coger por las nalgas, la levantó en alto en peso y se la clavó hasta el fondo. Ella, volvió a rodear su cuello con los brazos y su cuerpo con las piernas. Ahora lo besaba con dulzura. Él, sentía sus tetas aplastarse contra su pecho... Al tiempo que la polla entraba y salía de su coñito. Ella, frotaba su clítoris contra la camisa de su novio...
Antes de comenzar a volar, lo miró con sus preciosos luceros, y le dijo:
-Mira cómo se corre una mujer, cariño.
Su coñito apretaba la polla cuando vio que a su novio se le cerraban los ojos. Sintió su leche calentita dentro, y ya no vio más. Comenzó a sacudirse... sus ojos quedaran el blanco... y voló, voló como una águila hacía las más altas cimas del placer.
Al acabar de correrse, le dio un delicioso beso con lengua, luego volvió a mirar a su novio, y le preguntó:
-¿Has visto cómo se corre una mujer, vida mía?
Él, le dio otro beso de esos que dejan huella, y poniéndola en el piso de la cocina, le respondió:
-No, cielo, he visto cómo se corre un ángel.
Quique.