Ella, robot

Para los que todavía no acaban de fiarse de las nuevas tecnologías...

Desnudas e inmóviles, las androides esperaban alineadas en filas a que se decidiera por una de ellas. Resultaba difícil elegir entre tanta variedad: las había rubias, morenas y pelirrojas, y con todas las tonalidades de piel y de color de ojos. Además se sentía intimidado ante todos esos cuerpos desnudos...

-No sea tímido. Solamente son androides, y ni siquiera están conectadas. Mírelas bien –le recomendó el vendedor, un tipo alto y con aire prepotente bajo su bigote y su corbata–. Mire, aquí tenemos modelos clásicos. Puede usted elegir entre las actrices del Hollywood dorado: Marilyn, Rita Hayworth... Pero veo que es usted un hombre más joven y dinámico. Quizá prefiera algo más moderno. No hay problemas: tenemos reproducciones perfectas de las mujeres más sexys del momento. Actrices, modelos, presentadoras, etc. Todas están disponibles para usted.

No respondió y siguió mirándolas, sonrojándose entero. Estaban muy bien conseguidas y era muy tentador hacerse con la reproducción de una celebridad. Pero luego pensó que también podía resultar algo incómodo pasear por la calle con la replicante de Nicole Kidman...

-A ver, dígame sus preferencias y así podré ayudarle. ¿Qué color de pelo le gusta más?

-Morena... o quizás rubia. ¿Se puede tintar el pelo?

-No es recomendable: se puede estropear el color y la textura del pelo sintético. Además sabe que no se puede remojar la cabeza. Ya le he comentado antes que no podrá ducharse con ella

-Que sea rubia entonces. Los ojos podrían ser azules.

-Mire este catálogo y elija. – Y le acercó un catálogo con fotos de todas las tonalidades y tipos de cabello, color de ojos y de piel, forma de los labios, de la nariz, del cuello, etc.

Escogió tomándose su tiempo, porque era una compra importante. Al elegir los pechos, se ruborizó un poco cuando le señaló al vendedor la foto que había elegido.

-Ajá, la quiere con una buena carrocería, ¿eh? –bromeó el tipo, consiguiendo que se ruborizara todavía más-. Yo antes vendía automóviles y no hay mucha diferencia entre vender esto y lo otro, créame.

El vendedor le llevó luego entre las filas de androides. Era una sensación extraña la que producía moverse entre centenares de mujeres desnudas pero inertes. Por fin se detuvo el vendedor ante la androide elegida y quedó encantado. Pensó que había elegido la mujer más diferente a su ex que se le hubiera podido ocurrir. Ella era una mujer de un metro sesenta, pelo castaño y ojos oscuros, y la comparó con aquella mujer alta, rubia y de cuerpo perfecto. Algo vengativo, se sonrió para sí mismo... ¿Habría androides masculinos? Imaginaba que sí y pensar en su mujer entre una hilera de perfectos penes mecánicos casi le quitó la ilusión.

-Bien, si es tan amable, quisiera saber sus preferencias respecto a la personalidad –le dijo el vendedor, sacándole de esos pensamientos-. Es fundamental para que la programen nuestros informáticos.

Eligió una mujer cariñosa, sumisa y desinhibida. En cuanto al nivel de habilidades, le pareció que el nivel "complaciente" estaba bien. El nivel "zorra" podía resultar excesivo...

-Con esta mujer podrá cumplir casi todos sus caprichos. Menos sostenerla en brazos, porque las androides pesan unos ciento veinte kilos, y meterse en el jacuzzi con ella.

Por último, compró unos cuantos conjuntos de ropa: camiseta y vaqueros ajustados para ir por la calle, bikini y tanga para la playa, y lencería negra para andar por casa.

-En cuanto al pago, ya sabe que tendrá que pagar una letra inicial del veinte por ciento y el resto en cómodas mensualidades. Unos ciento noventa mil euros en total. Tendrá que esperar unas tres semanas para que la programen y hagamos los trámites administrativos: después será toda suya. –Y, con una sonrisa, le acercó el contrato.

Firmó. No podría comprarse el coche nuevo ni hacer esas chapuzas pendientes por hacer en casa, pero valdría la pena. Acabó de rellenar los formularios y se marcho ansioso de que pasaran esas tres largas semanas de espera.

Ese día apenas tardó una hora en volver al concesionario, después de que le hubieran avisado por teléfono de que la androide estaba disponible y lista. El vendedor le recibió con una sonrisa y felicitándole por la compra, pero él no le miraba mientras le daba la mano, sino que sus ojos eran para ella, que le esperaba detrás del vendedor. Todavía no había sido conectada y no estaba desnuda sino vestida con camiseta y vaqueros: algo relativamente discreto para que pudiera llevársela, si es que una mujer así podía parecer discreta.

-Ahora debe colocarse delante de ella y quedarse muy quieto, durante un minuto, para que le examine y pueda retenerle sin problema en su memoria como su dueño. Esto es como el polluelo que ve a la gallina después de romper el cascarón y la sigue.

Acto seguido, el vendedor encendió los circuitos de la androide y ésta observó a su dueño durante un minuto de una forma que a él le hizo ruborizarse. Después le saludó con un sencillo "hola" que le traspasó. Tenía una voz preciosa, también elegida, que en absoluto parecía la voz fría de una máquina.

La cogió de la mano y salieron del concesionario. Él no acababa de creer que la mujer que se sentaba a su lado en el coche fuera totalmente suya. El tráfico estaba poco fluido y tuvo que detener el coche delante de un semáforo. A él le hubiese gustado que ella le desabrochase la cremallera, como en una película que había visto, y entonces...

-Lo siento, pero sería una grave infracción hacer eso mientras conduces por una vía pública. Estoy programada para respetar el Código de Circulación –dijo ella, adivinando lo que pensaba.

¡Joder con los de la Dirección General de Tráfico! ¡Es que estaban en todo!, pensó con cierto fastidio. En fin, ya tendría tiempo de disfrutar en casa...

Ella le sirvió la cena con cariño. No era capaz de realizar tareas domésticas más complejas, pero para él fue muy agradable sentarse en la mesa y esperar a que ella le colocara los platos y cubiertos mientras se cuidaba de inclinarse lo suficiente para que le viera bien el escote.

Desde luego la androide no necesitaba comer. Se sentó frente a él para observarle con una bonita sonrisa. Resultaba difícil empezar una conversación con una mujer artificial y se sentía algo intimidado, pero es que era muy agradable verla tan sonriente y con ese escote...

-¿Te agradan mis senos? –le preguntó de sopetón al notar su mirada vacilante pero ansiosa.

-Sí... –respondió él, atragantándose casi con la sopa de sobre (ni él ni ella estaban programados para cocinar nada más sofisticado).

-Puedes mirarme el canalillo mientras te sirvo –añadió servicial-, eso estimulará tus apetencias sexuales y te preparará fisiológicamente para el acto sexual. Mis pechos están recubiertos de piel orgánica y rellenos de una fibra que les proporciona una consistencia perfecta. Podrás comprobarlo esta misma noche, después de cenar, si deseas entonces que te proporcione entretenimiento...

-Ah... –respondió, incapaz de decir nada más.

La escuchaba atónito y tomándose las cucharadas de la sopa más deprisa, sin dejar de mirar el escote directamente.

-Vamos al dormitorio –le dijo él, al acabar la cena. No tenía por costumbre recoger la mesa y aquella noche no iba a empezar a hacerlo.

Ya en el dormitorio, la androide siguió siendo igual de obsequiosa:

-Puedo desnudarme para ti con programada lentitud para que tu pene empiece a enderezarse –le propuso, y se desnudó despacio para que él pudiera contemplarla maravillado. El pantalón vaquero, muy ajustado, cayó al suelo. También la camiseta...

¿Pero cómo podía ser un robot?, pensaba él. Aquélla era toda una mujer, un portento de curva hermosura. ¡Y cuando se quitó el sujetador! Eran demasiado perfectas, en forma y volumen, y mucho más reales que las de silicona, porque la consistencia de la carne había sido reproducida de manera notable... Bueno, eso había que comprobarlo. ¡Incluso se agitaban de forma natural mientras contorsionaba su cuerpo!

Después se quitó las bragas y apareció un coño no menos perfectamente reproducido.

-Mis labios vaginales están diseñados para proporcionarte una sensación húmeda y sumamente placentera mientras soy penetrada por ti –le informó la androide, haciéndole sentir mucho interés…–. También puedo mostrarte algunas de la multitud de posturas y juegos disponibles en el software con que he sido programada.

Bien, resultaba un poco violenta tanta servicialidad, pero estaba entusiasmado con la idea de probar el software ese. Enseguida ella estuvo tendida sobre la cama, mostrándole unas tetas perfectas. Pudo comprobar que se habían esforzado con todos los detalles de su cuerpo: el culo era consistente y suave como el terciopelo, los pechos eran igualmente suaves y completamente reales. No podía encontrar defectos, ahora había que probar

-Además mi sexo dispone de un sistema de lubricación automá... ¡Ah!

Por fin callaba. La verdad es que tanta charla empezaba a serle algo molesta. Pero tuvo que reconocer que ese sistema funcionaba porque estaba bien húmeda para que pudiera penetrarla con gusto. Y ese movimiento de caderas perfectamente sincronizado...

-¡Ah, cómo me gusta! ¡Sigue!

¿Podía fiarse de su sinceridad? Qué importaba, también su ex fingía. Sintió una extraña sensación en la polla, como si vibrara de puro placer mientras se la meneaban. ¡Así que éste era el dispositivo vaginal! Pues no estaba mal, pero que nada mal.

-¡Sigue introduciendo tu músculo fálico más adentro! ¡Disfruto mucho!

Se sentía el hombre más vigoroso del mundo cuando ella jadeaba como si le quitaran el aire. ¡Y cómo meneaba las caderas para darle placer!

-¡Resultas un amante portentoso!

Esto era un poco exagerado… Gemía y jadeaba como si la estuvieran golpeando casi, pero le excitaba.

-¡AAAAH!

No pudo más. Se corrió como un campeón, sin dejar de sudar. La androide era un poco exagerada pero no recordaba un polvo semejante.

-¡Qué viril eres! –le dijo ella con la cara descompuesta-. ¡Por favor, déjame que proceda a realizarte una succión fálica!

¡Joder, ya podían haberse esmerado un poco más los informáticos de mierda con el lenguaje!, pensó. Serían la ostia programando pero de erotismo no sabían una mierda. De todas formas le apetecía mucho probar su capacidad "procediendo a realizar una succión fálica".

Estaba exhausto pero poco a poco iba animándose. Una mujer increíble iba a chupársela.

-Mi boca ha sido fabricada con un material flexible para ensancharse. Además dispone de otro dispositivo especial. Cuando te la succione, podrás comprobarlo.

Se tendió sobre la cama, muerto de curiosidad. Ella cogió el capullo y se lo metió en la boca, tragándosela hasta el fondo poquito a poco. A medida que iba entrando la polla, la androide subía y bajaba de forma perfectamente acompasada. Él no podía creerse que se la hubiera comido entera hasta rozarle los testículos con los labios.

Entonces sintió como si la boca de la androide envolviera su polla y la acariciara entera, masajeándosela y envolviéndola con sus jugos. Era como tenerla dentro de una bolsa que frotaba y masajeaba toda su piel. ¡Así que éste era el dispositivo especial! Nunca había sentido algo parecido y se corrió. Ella sorbió todo el semen.

Estaba rendido. Ahora sí que no podía más. Se fijó en que la androide no buscaba conversación ahora ni quería que la abrazara, sino que simplemente se echaba a su lado y le colocaba la cabeza sobre los cómodos pechos para que durmiese... Ésta sí era una mujer perfecta, se dijo antes de dormirse enseguida.

Al día siguiente la encontró en un sillón con un cable conectado al cuello. Durante las horas de la oficina, ella aprovecharía para recargar la batería. Y la verdad es que esas horas de oficina se hicieron muy largas para él, desesperado como estaba de volver.

A la vuelta, ella le recibió en ropa interior: bragas, media y ligueros, toda lencería negra para estar por casa. Fue toda una impresión y casi se le salieron los ojos. Durante su matrimonio siempre había soñado con algo así: volver y encontrar a una espectacular rubia en lencería y no a su mujer… Hasta le pareció que el arroz precocinado con gambas era el plato más sabroso del mundo.

Ese día se fue a la cama a las seis de la tarde. Había mucho software que probar y era demasiado para él

Llegó el fin de semana. Se creía el hombre más feliz del mundo y se dijo que quería que todo el mundo lo supiera. Un baño en la piscina le refrescaría y además sería ideal para que viesen el cuerpazo de su mujer, que todos le envidiaran.

Ella le propuso vestirse pero él le dijo que no era necesario: con bikini y tanga estaría mucho mejor.

-En ese caso puedo realzar mis pezones para hacerlos más llamativos.- Y no mentía, porque ahora sus pezones eran como dos pequeños botones que se destacaban bajo el bikini.

Disfrutó de la entrada triunfal en la piscina que esperaba. Todos, hombres y mujeres, se volvían para echar un vistazo a su acompañante. Muchos hablaban entre sí acerca de si sería una mujer auténtica o uno de esos nuevos prototipos de androides. Algunos hombres se atrevían a decir que a ellos sólo les interesaban las mujeres de verdad, pero dudaban viendo el movimiento tan natural y cadencioso de unas caderas que nadie sospecharía mecánicas.

Se sentía como un ganador. Ahora le apetecía un baño. Él fue quien se metió primero en el agua y esperó a que ella entrase. ¡Ah, ese momento en que ella empezó a bajar por las escalerillas, una a una y moviendo las mecanicas e insinuantes caderas! Y ese cuerpo tan maravilloso era todo suyo. Cables, metal y plástico, el hombre había creado a la mujer perfecta y era sólo para su disfrute y placer


A duras penas la policía conseguía mantener bien acordonada la piscina. Los familiares exigían entrar y cuando lo hacían, comenzaban los gritos y los lloros. Los psicólogos no lo tenían más fácil que los policías ayudándoles a controlar la situación.

Ni los propios policías habían visto algo semejante. La superficie de la gran piscina para adultos estaba cubierta de cadáveres flotantes. Hombres y mujeres, ancianos y niños, todos flotaban inertes boca abajo y con los brazos en cruz. Sólo había un cuerpo que no flotaba, el cuerpo de una mujer que yacía en el fondo de la piscina. Era normal que no flotara una mujer mecánica de ciento veinte kilos de peso

El hombre que había vendido a la androide estaba allí, pero ya no parecía tan confiando mientras declaraba a la policía:

-… ¡Se lo dije una y otra vez! ¡Le dije que los androides no pueden entrar en el agua por la corriente! ¡Se lo juro, tenemos especial cuidado! No sé cómo ha podido ocurrir

Los que habían visto la escena apenas habían podido describírsela a la policía, tan conmocionados como estaban. Había sido entrar aquella androide y empezar a soltar chispas. Todos los bañistas chillaban y temblaban mientras morían electrocutados en el agua.

Ella quiso ver enseguida el cuerpo de su ex marido. Primero había visto a la androide, a la que al fin habían podido sacar del agua. Sintió desprecio por esa espectacular muñeca… Aunque ya no era tan hermosa, ahora que sus ojos azules parecían estúpidos de abiertos como estaban. El tejido sintético de la cara estaba medio destrozado como el de todo el cuerpo. En una mejilla se había despegado hasta mostrar la superficie metálica. Los brazos parecían dos carbones.

Pero luego se compadeció de él viendo su cadáver. Al fin y al cabo, habían vivido juntos más de diez años. Él nunca había superado la separación. Sintió pena por él y hasta notó que las lágrimas corrían por su mejilla, las lágrimas que aquella muñeca mecánica nunca podría haber llorado por él.