Ella quería tener más

Algunos autores de TR nos hemos animado a escribir relatos sobre crímenes. "Ella quería tener más" de SPAZZ. Ambiciosa, joven... ella quería una vida mucho mejor que la que le ofrecía su madre y estaba dispuesta a todo.

Era la noche que Carmen estaba esperando. Su mirada, si es que alguien hubiese estado allí en ese instante y lugar, era terrible: Los ojos desorbitados y una expresión de miedo era lo que había en su cara, que la oscuridad se encargaba de ocultar. Cubierta solo por una camisa larga, que tapaba lo necesario, salió de su cuarto, buscando algo...

¿Cómo empezó todo?


Eran momentos difíciles. Carmen había terminado la secundaria hacía un año, y quería seguir estudios universitarios, como todo joven de su edad que ansía "ser un profesional y salir adelante", aunque eso solo sea pretexto para, más que nada, salir de casa y conocer gente.

Vivía prácticamente sola, pues la madre estaba casi todo el tiempo fuera de casa, en varios empleos mal pagados con los que podía pagarle, ajustadamente, los estudios escolares a Carmen y lo necesario para, más que vivir, sobrevivir.

  • ¡¡Pero mamá!!--

  • ¡Sabes que no puedo pagarte la universidad! ¡Con las justas pude pagarte el colegio!

  • Pero puedo pedir beca...

  • ¿Y si te la quitan por bajo rendimiento? ¿Ya no te acuerdas de cuando salías mal en el colegio?

Los pocos momentos que madre e hija compartían se centraban en el mismo tema: Carmen quería estudiar en una universidad particular, lo que implicaba pagar mensualidades que estaban fuera del alcance de ambas, mientras que la madre le insistía en que primero se busque un trabajo con el cual pueda ayudar al mantenimiento de ambas, con lo cual se liberaba de hacer un pago más a fin de mes, lo que les dejaría un poco más de dinero para el hogar, que últimamente hacía mucha falta...

  • ¡Si estudio en una particular voy a encontrar trabajo más rápido! ¡¡Hazme caso!!

  • Bueno, ya... Si quieres estudiar en una universidad particular, te quedas sin ropa y sin comida... ¿Eso quieres?

Discusión terminada, y hasta la próxima en que ambas se vuelvan a encontrar...


Llegó hasta una puerta. Abrió y la volvió a cerrar al instante. No era el lugar al que quería entrar, obviamente. Siguió su camino, tratando de llegar a donde se proponía.

Llegó al salón de la casa. Se sintió cansada y se recostó en el sofá, recordando nuevamente todo lo sucedido...


Habían pasado unos cuantos meses. La relación entre la madre y la hija se había deteriorado por completo, aunque no solo por las discusiones por el capricho de Carmen por sus estudios. Consiguió un trabajito en un pequeño restaurante de barrio, pero rápidamente se sintió incapaz de seguir con ello y abandonó. Lo mismo para otros varios pequeños empleos. No llegó a reunir ni para darse un gustito. Obviamente, su madre no soportaba la idea de que ella no aporte nada.

Todo ello impactó en las relaciones con sus amigos, para los cuales ya no era la chica alegre de siempre, sino la viva imagen de la frustración y el aburrimiento. No era la chica salida que siempre terminaba hablando de las fiestas del fin de semana, y su animosidad se le echaba de menos.

Incluso con su pareja, un joven que nadie sabía de dónde había salido, que le llevaba unos 5 años de ventaja y que era famoso en su barrio porque todas las chicas de allí habían pasado no solo por sus manos.

  • No, por favor... Hoy no... –La mano del muchacho rebuscaba bajo la blusa, tocándole uno de sus pechos.

  • No digas eso... Yo sé que te gusta esto.

  • Por favor, no... No me siento bien.

El joven metía la otra mano por debajo de la minúscula falda de Carmen, acariciando los muslos, acercándose descaradamente a la entrepierna, a la cual llegó rápidamente.

  • ¡¡¿Qué te pasa, idiota?!!

Dicho esto, le metió una sonora cachetada que le dolió más en el orgullo propio que en la mejilla. Se arregló rápidamente, antes de salir de la casa del muchacho.

  • ¡¡Se acabó!! ¡No me vuelvas a buscar más!

  • ¡¡Vas a volver, puta!! ¡Ya vas a ver, no puedes estar sin mí!

El joven, herido en su orgullo, no soportaba ser humillado de esa forma por una chica. Quiso salir a acecharla, a enseñarle "quién mandaba". No pudo: Una frenada brusca con la motocicleta, sin llevar casco, a toda velocidad...

Ella no regresó ni para su entierro.


Sintió una humedad allí, mientras a su mente venían las imágenes del ya muerto muchacho. Pura ironía, no recordaba su nombre, pero sí las varias cosas que hacían en privado. No solo las caricias con las cuales solía "debilitarla", sino también la forma brutal en que la embestía, las varias poses que probaron. Ella chillando, pidiéndole más suavidad, pero él, a cambio, se volvía más salvaje.

No pudo evitar la tentación de masturbarse allí echada en el sofá, acariciándose, mientras seguía recordando.

Una vez que terminó de "divertirse", siguió repasando esas vivencias que la habían llevado a esta situación...


Fue un sábado. Su madre debía de llegar, como máximo, a las 8:00 PM. Ya eran las 11:00 PM y ella seguía sola en la casa, viendo lo poco que le ofrecía la paupérrima programación de la TV de señal abierta, aburriéndose como nunca. Pero tampoco podía negar que estaba preocupada por su madre... ¿Qué le habría pasado? Intentó llamarla al móvil, pero estaba apagado. Recordaba las últimas noticias: Mujeres asaltadas, violadas, asesinadas...

Tuvo miedo. Por primera vez en años, tuvo miedo. Ella, quien nunca le hizo ningún asco a ningún tema "fuerte", estaba asustada no porque podría quedarse sola en el mundo, sino porque si la mamá desaparecía, ¿quién le iba a sostener la vida? Tendría que resignarse a lo que sea, incluso a vender su cuerpo. De hecho, había barajado esa posibilidad, pero se veía al espejo y no era como aquellas chicas esculturales que solía ver en las revistas de jovencitas...

  • Si tuviera que meterme de puta, quisiera que sea de alto vuelo...

Por su apariencia, estaba cerca-al-imposible que ello suceda. Ni alta, ni esbelta, ni de ojos claros. Lo máximo que podría ser: Puta de la calle, por la que darían 2 monedas y ya, y con el riesgo de pescar alguna enfermedad...

  • No me gusta esta vida de mierda... Yo no debí nacer aquí...

Sus reflexiones se vieron interrumpidas por el ruido de un automóvil que se estacionaba frente a la casa, apuntando sus luces hacia la fachada. Lo vio, y se sorprendió de saber que no era un taxi. Y luego, oyó el ruido de las llaves dando vuelta en la cerradura, y vio a su madre entrando en la casa, visiblemente mareada y desarreglada.

  • ¡¡Mamá!! ¡¡Qué te pasó!! ¡¿Dónde has estado?!

  • Ay, hija... Fui a divertirme y ya... ¿O no puedo?

  • Es que pensé que te había pasado algo... ¿Y de quién era ese carro? Cuenta, cuenta...

  • Es de un amigo...

  • ¿Un amigo?

Hablaron poco, pero distendidamente. El tal amigo era conocido del administrador del lugar en donde la madre trabajaba. Por allí podría ella lograr un aumento de sueldo, o quizás un (inmerecido) ascenso...

Pasaron algunos días en los cuales la situación mejoró. Ahora la madre traía más dinero a la casa; no es necesario explicar de dónde.


Vio la foto de su madre sobre una mesita. Aún le sorprendía, luego de tiempo, el parecido que ambas tenían.

"¡Qué mierda de vida esa!", murmuró... "¡Qué tiempos aquellos!"


Carmen estaba sola en la casa, su madre le había dicho que el mencionado amigo pasaría por allí para dejar unos documentos importantes, así que no tuvo otra opción más que quedarse sola, escuchando una canción de moda en el ya viejo receptor de radio que tenía en su cuarto, bailando sola, imaginándose el día en que pueda hacerlo en una discoteca de moda, lejos, muy lejos de su cada vez más decadente barrio.

Sus movimientos y pensamientos fueron interrumpidos por el ruido del timbre, un ruido horrible que resonaba hasta el fondo de la casa, y que oírlo era de por sí, un fastidio. Seguramente era él, el mencionado amigo de la abundancia, la gallina de los huevos de oro de la madre.

  • ¿Hola, tú eres Carmen? Tu mamá me dijo que te diera unos documentos...

  • ¿Usted es Antonio?

  • Ah sí, sí... Pase.

Antonio, que se llamaba el amigo de la madre, era un señor ya entrado en años, unos 55 más o menos pero que, a pesar de todo, se mantenía con una buena apariencia que cautivaba a chiquillas y señoras. Y la madre de Carmen no fue la excepción... Ni tampoco ella misma.

Pensó rápidamente: ¿Y si lo hacía quedarse un rato más? ¿Por qué no darse un gustito con ese señor tan guapo y con dinero, todavía? Pensó que, seguramente, si se juntaba con él, le daría uno que otro incentivo... Sería cuestión de ver...

  • Bueno, yo solo venía a dejar este sobre y me iba.

  • ¿Está apurado? Si quiere puede quedarse un rato a esperar a mi mamá... –Pura excusa.

  • Ah, bueno, gracias...

  • Le acompaño, si quiere.

Se sentaron los dos juntos, en un sofá algo viejo.

  • Y bueno... ¿Qué relación tienes con mi mamá? –Se hizo la tonta, pero quiso saber qué se traía Antonio entre manos

  • Bueno, ella es una buena amiga mía, no creo que--

  • ¿¿Tan buena amiga es que la traes en tu carro a las 2 de la mañana??

  • Esteee... Yo...

Se hizo un breve silencio en la sala. Pillado el tío. Finalmente, ella se decide:

  • ¿Vas a ser mi nuevo papá? Yo nunca conocí a mi papá, mi mamá dice que está muerto, pero no sé...

  • Pues no lo sé... Depende de si ella quiera algo serio...

Y otro silencio...

  • ¿Te gusta mi mamá?

  • Pues sí... Es muy bonita. ¿Sabes? Te pareces mucho a ella.

  • ¿Sí?, Oye, y qué te parece ella cuando... Ya sabes, cuando están juntitos y solitos.

  • ¿Qué dices?

  • Estamos en confianza, ¿no? Mira, no se lo digo a nadie, ¿sí?

  • Bueno, no sé qué decirte...--

  • Ya bueno, no importa... Más bien... ¿Te hubiera gustado sentirla más joven? –Ataque directo, lo tenía encerrado

  • ¿Más joven? ¿Cómo así?

Rápidamente, Carmen se sentó sobre Antonio, casi como montándose sobre él, pero con la ropa aún puesta, pero notando ya la dureza del bulto que Antonio tenía allí debajo.

  • Si tú dices que yo soy como mi mamá... ¿No te gustaría probar lo mismo a lo que ella fue?

  • Pues--

De un beso en la boca, lo silenció, mientras se deshacía de su blusa, invitándole a probar de sus pechos, no tan grandes pero firmes. Antonio se olvidó inmediatamente de todo y empezó a manosear a Carmen a su entero gusto, le subió la minifalda, para pasar a masajearle las nalgas, haciendo que ella suelte algunos gemiditos de placer. Al mismo tiempo, ella restregaba su entrepierna contra el paquete de su maduro amante, provocándose una excitación que iba creciendo, y que amenazaba con salirse de control...

  • Aquí no, vamos adentro...

Fueron juntos hacia el cuarto de la joven, adornado con pósters de cantantes, actores, ídolos adolescentes que formaban parte de sus fantasías secretas, con los que se imaginaba compartiendo la cama a la hora de dormir. Esta vez, esos muchachos de plástico podían irse a pasear.

En el acto, Carmen se desnudó y quedó expuesta ante Antonio, quien no perdía detalle de la escena que la muchachita le estaba dando, sobre todo cuando le bajó los pantalones y empezó con una mamada que le hizo recordar tiempos gloriosos. Ver la boquita de la nena metiendo y sacando el señor miembro con unos ánimos que no los veía en una chica desde hacía mucho tiempo lo excitó aún más.

Pero no terminó hasta sacarle todo el semen. Una vez que lo tuvo "bien armado", hizo que Antonio se eche en la cama. Lentamente, lo fue montando hasta que sus cuerpos chocaron. Entonces, Carmen se empezó a mover sin parar, como si estuviese poniendo a prueba la experiencia de su amante. Y no la defraudó. La cama rechinaba con los movimientos casi salvajes que ambos hacían, amenazando con romperla.

  • Dímelo, dímelo... ¿¿Quién te lo hace mejor? ¿¿Quién??

  • Tú, obviamente... Carmen... ¡¡Qué rica estás!!

Estuvieron mucho tiempo en ello, probando varias poses sobre la cama, que aguantaba increíblemente el peso de ambos cuerpos y las fuerzas que ambos hacían con sus movimientos. Incluso, Antonio se dio el lujo de explorar analmente a la muchacha, algo que ella tenía reservado para muy pocos de sus amantes, y algo que él no probaba desde hacía años...

Tuvieron que ser bastante cuidadosos con los gemidos. Casi silenciados, por temor a que los vecinos se den cuenta, y se vuelva un chisme de mercado.

Cuando terminaron, ambos habían quedado exhaustos sobre la cama, tendidos, pero conscientes de que tendrían que ocultar su relación.

  • ¿Vas a volver por mí?

  • Sí, no te preocupes. Mañana a la misma hora, ¿te parece?

  • Sí, sí... Te espero.

Antonio salió de la casa, y dejó a Carmen durmiendo sobre su cama, enfundada en un olor a sexo que envolvía el ambiente, como dejando constancia de lo que allí había sucedido. Ella solo esperaba a que regrese, a ver si podría sacarle algo para algún capricho...


Repasó con la mirada el salón. Decidió que esa era la clase de vida que se merecía, y no la miseria que pasaba junto con su madre. Se enorgulleció, incluso, de haber logrado llegar hasta donde estaba, a pesar de haber hecho ciertos "sacrificios"...


  • ¡¡Me tienes harta!! ¡¡A dónde te vas hasta tan tarde, ¿se puede saber?!!

El haberse enrollado con Antonio le había permitido obtener, a veces, algunos regalitos suyos sin que nadie se enterase de ello. Ello le había permitido ya no tener que depender de si había dinero o no en casa cuando quisiera darse un capricho. Eso sí, a veces Carmen se pasaba del límite y creía ya tener su propia vida.

  • ¡¡¿A ti qué te importa?!! ¡Es mi vida y hago lo que me da la gana!

  • ¡¡Soy tu madre, no me hables así!!

  • ¡Y acaso yo te decía algo cuando llegabas con tu amiguito a las 3 de la mañana!

  • ¡Niña igualada! ¿Qué te crees, ah?

  • ¡¡Basta ya, me tienes cansada con tus reglas!!

  • ¡Es mi casa y aquí mando yo! ¡Si no quieres obedecer, te largas, ¿entiendes?! ¡¡Te largas!!

  • ¡¡Sí, pues, me largo ¿ya?!! ¡¡Me largo de aquí, ojalá no vuelva a verte nunca!!

Dando un portazo, Carmen se marchaba de su casa, quizás definitivamente, o quizás no... Tomó el móvil que Antonio le había regalado para comunicarse sin tantas complicaciones y marcó su número.

  • ¿Qué pasó, amor?

  • Nada, es que la vieja me quiere botar de la casa.

  • ¿Y eso por qué?

  • No, es que está molesta porque salgo a divertirme y ya. ¿Acaso no puedo? Mira, si no te molestia, ¿puedo irme contigo?

  • Bien, bien... ¿En dónde estás ahorita? Te recojo ahora mismo.

  • No, mira... Vas mañana al parque que está a la vuelta y de allí nos vamos, ¿sí?


Carmen lo tenía casi todo. Ropa de marca. No había necesitado prepararse para ingresar a ninguna universidad. No necesitaba ser profesional, consideraba. Todos los caprichos que ella quería, solo con pedírselos a Antonio... ¿Y la madre?


Carmen volvió a casa, y abrió la puerta sin hacer mucho ruido, para que su madre no se diera cuenta.

  • Que no me vea la vieja –Murmuró.

Pasó cerca del cuarto en que estaba su madre. Ella estaba encerrada, seguramente lamentándose de lo que acababa de suceder, o llamando a alguien para desahogarse.

Carmen se dirigió a su cuarto para dormir, pero antes de que pudiera entrar...

  • ¿Regresaste? ¿No que te ibas? –La madre provocaba con esas palabras.

  • Me quedo a dormir, no te hagas ilusiones.

  • Vas a volver, ahora te haces la valiente, pero seguro que luego vuelves llorando--

  • ¡¡Ya basta, ¿sí?!! ¡¡No me molestes!!

Carmen empujó con violencia a su madre hacia el piso, tratando de demostrarle que no era ninguna llorona. Se intercambiaron golpes, insultos y gritos.

  • ¡¡ESTAS LOCA!! ¡¡VIEJA LOCA!!

Los insultos se prolongaron por unos minutos más, hasta que Carmen, fuera de sí, le reventó un vaso de vidrio en la cabeza a su madre. Aprovechándose de que ella estuviera tratando de limpiarse de los pedazos de vidrio roto, se dirigió a la cocina por un cuchillo.

Regresó increíblemente rápido y, antes de que la madre pudiera darse cuenta de lo que estaba por venirse, Carmen ya la estaba atacando sin miedo. Uno, dos, tres... Las puñaladas se sucedían una tras otra. Estuvo un buen tiempo hundiendo el cuchillo en lo que ya era un irreconocible cadáver, sin sentir asco ni miedo de lo que sucedía.

Luego de unos minutos, se dio cuenta de lo que había hecho. Mejor dicho, de lo que NO había hecho, que era matarla sin rastro. Vio sus ropas y el piso manchados de sangre. El cuchillo y varias cosas más con sus huellas. Tenía que eliminar las evidencias. Sin pensarlo dos veces, arrastró el cadáver de su madre hacia una especie de patio pequeño, en donde había una vieja cisterna en desuso.

Sacó fuerzas de donde pudo y logró abrir la tapa de la cisterna, y luego arrojó allí el cuerpo, junto con el cuchillo filoso que había utilizado. Luego de taparla, se desvistió y quemó sus ropas en un rincón del patio, junto con un montón de ramas secas y basura para disimular. Finalmente, limpió esforzadamente el piso, como nunca lo había hecho antes. ¡Listo! A su parecer, había limpiado la evidencia.

No durmió. Durante esa noche, se dedicó a hurgar entre las cosas de su madre. Encontró una caja con 2000 dólares dentro y se la llevó consigo, junto con algunas ropas que le envidiaba. Todo lo puso en una mochila, y esperó al día siguiente, cuando Antonio la recogió sin preguntar nada.

Su nueva vida había empezado.


Nunca nadie logró enterarse de lo que hizo con su madre. El caso, como en la mayoría de casos, estuvo un tiempo en la comisaría y luego pasó al archivo.

Y desde entonces han pasado 5 años... Todo este tiempo, ha vivido a expensas de Antonio, como la reina que siempre quiso ser. Pero ella quiere más. Ya lo convenció de ser su única heredera, y ahora que ha conocido a aquel muchachito en el club... Antonio ya no le sirve más.

Antes de que pudiera intentar algo, la puerta de la casa se abrió, y apareció Antonio, con una pistola en una mano y una terrible expresión en la cara.

  • ¡¡Maldita zorra!! ¡¡ Vas a morir!!

Por más que se haya visto con el muchachito a escondidas, Antonio terminó enterándose de todo. Ya había ajustado cuentas con él, ahora solo faltaba resolver el problema con Carmen...

Sin perder tiempo, Antonio se abalanzó sobre Carmen y le golpeó la cabeza con el arma, tratando de debilitarla. Intentó ahorcarla, pero sus fuerzas no le resultaron suficientes.

Pero, como una revelación, surgió la cisterna de la casa. Logró llevarla, a rastras, hasta allí, y luego de abrir la tapa, la metió de cabeza.

Y mientras ella se dirigía, irónicamente, a un lugar como el que ella había utilizado para ocultar a su madre, se lamentó. Vio que Antonio llevaba guantes y su arma, un silenciador. No dejaría evidencia alguna de haberla matado.

Antes de terminar de caer en el nivel de agua, solo pudo pensar una cosa...

"Perdóname, mamá..."

Apenas terminó de pensar en ello, dos disparos terminaron con su vida.

Y es que ella quería tener más, pero terminó perdiéndolo todo... Incluso la vida.