Ella, mi musa
Una pequeña experiencia...
Ella se desnudo ante mi mirada atónita, no podía dejar de ver el espectáculo de su figura despojándose de la tela que la aprisionaba. Su mirada demostraba el deseo que sentía de complacerme para saciar su propia sed, su rostro angelical, quien hubiese podido siquiera imaginar que detrás de esa mirada virginal se escondía toda una mujer llena de deseo y pasión, era quizás el atributo que mas me enloqueció cuando la tuve por primera vez. No habría querido estar en ningún otro lugar en el mundo, definitivamente perderme en las curvas de ese cuerpo era mejor que cualquier aventura. Soltó los tirantes de su vestido deslizándolos por sus hombros a un ritmo muy lento, poco a poco cayo la suave seda al suelo, permitiéndome mirar sin ningún impedimento sus pechos voluptuosos, suaves, firmes, sus pezones rosa erguidos, solo esa imagen desbordo en mi la pasión, sentí un calor inundar mi intimidad y esa sensación de humedad tan característica del deseo; deseo de ser tocada y tocarla, aun ahí inmóvil en mi posición sobre la cama, me sentí el espectador mas privilegiado, viendo la función en primera fila, solo para mi.
Subió a la cama sobre mi, trepándose, de inmediato la bese y me perdí en el perfume de sus cabellos, no fue un beso tierno, mas bien fue… rudo, apreté sus labios tan fuerte que tiro de su cabeza para librarse de mi, quería sentir su lengua en mi boca el mayor tiempo posible y hacerla mía en ese instante. Su cuerpo solo cubierto por su ropa interior y mi mirada, me sentí una depravada por lo que pasaba por mi mente, innumerables formas de hacerle el amor y unas ganas de tratarla rudo, tan frágil. Ya sobre mi su cabello caía por mi cara y mis manos descansaban sobre su trasero teniéndola encima, respingaba un poco sus nalgas para que yo mas le apretara, soltaba gemidos muy suavecitos, casi imperceptibles. Sin dejar de besarla, Baje la mano por su trasero hasta el punto mas bajo ese que se conecta con su vagina húmeda y anhelante de mis atenciones. Me arrodillé en la cama para desnudarme, sentía que la ropa me quemaba solo quería sentir su piel. Primero fue la franela, luego el pantalón que ella diligentemente ayudó a desabrochar, solo para tocar a su paso mi vagina por encima de la ropa interior, su rostro al sentir esa textura fue de asombro, como un visitante en un país extraño, la expresión de alguien que prueba algo nuevo, desconocido pero intrigante, su respiración cambió, y sus ojos siguieron de inmediato la posición de sus manos, se abrieron un poco mas y yo solté el cinto, finalmente mi pantalón cayó mientras que ella solo se limitaba a mirar expectante hasta que decidida deslizó su mano tocando mi vagina, ese contacto con su mano tibia me hizo suspirar y humedecerme aun más, paso la lengua por sus labios y me miro a la cara nos besamos, ya estaba desesperada la necesitaba más de lo normal, me quité la braga que usaba, quedé en completa desnudez solo para ella, me recosté de nuevo y ella sobre mi pasaba la mano tímidamente sobre mi vagina, sentía curiosidad pero a la vez su timidez la limitaba.
Tomé su mano la puse sobre mi bajando hasta mi vagina donde me masturbé con la misma, solo la pude mantener un corto tiempo así, ella se tiro sobre mi y nos besamos, yo hundía la lengua en su boca y chupaba sus labios como el mas dulce néctar, casi sin dejarla respirar, cuando se liberaba de mi solo gemía cuidando de no dejarle saber a los de la habitación de al lado que estaba inmersa en el placer del sexo prohibido, con alguien que nadie en su circulo aprobaría, su cara angelical, besé su cuello el olor de su piel me embriagaba de una manera sin igual, no hay ninguna otra mujer que me lleve a ese estado de éxtasis, la besaba, lamía y a veces solo sentía su piel, se sentó abierta sobre mi, hizo su cabello a un lado, y mirándome fijamente empezó a menearse yo la tomaba fuerte del trasero, y nuestras vaginas unidas un solo movimiento, baje los dedos acaricie su hendidura muy mojada, al principio pensé que le faltaba lubricación pero era un mar de pasión, la penetré con dos dedos, soltó un grito ahogado, y más se movía, frenética ya no le importaba gritar, entonces acaricié su espalda con la otra mano, le di un par de nalgadas, sus nalgas quedaron rojas, luego la acaricié, pase lentamente por su trasero y penetré su vagina con otro dedo desde atrás, se tiró sobre mi nos besamos, en su vagina entraban 2 dedos de una de mis manos y 1 de la otra que de paso acariciaba su trasero estaba a punto de estallar, así que saque una de mis manos, la acosté debajo de mi, ella me masturbaba, y yo la penetraba a un ritmo acelerado, sentía la mano humedecerse en ella, estaba a punto de llegar a mi orgasmo y ella también, aruñaba mi espalada, gritaba, y se movía desenfrenada, finalmente llegó ese momento tan deseado, la penetré con mas fuerza hasta que dejó de retorcerse y yo no pude contener un gemido, al estallar. Había pasado el momento que deseábamos y ella podía volver a tener esa expresión de chiquilla, indiferente pero en su interior siempre sabrá que se convirtió en mujer.