Ella, mi debilidad (parte 20)

Era peligroso seguir deseándola tanto, después de tantas cosas, había algo en sus ojos, en el gesto segura de sí misma, de sus labios que me indicaban que tenía que tener cuidado, pero como hacerlo si la mujer que tenía frente era la persona que más deseaba tener a mi lado en esta vida.

Han pasado un par de años desde la ultima vez que escribi, tal vez ya algunos ni me recuerden, estuve perdida tanto como mi inspiracion, pero he vuelto, y he aqui un nuevo capitulo, la continuacion de una historia que casi ya no recordaba, para los nuevos lectores, les invito a leerla desde un principio, saludos.

Paula:

La cena transcurrió tranquilamente, Claudia y Flor derrochaban su amor por toda la casa, mientras papá y doña Hilda disfrutaban cada momento juntos. Pasamos todos al living y con el calor de la chimenea recordé aquel momento de hace un par de horas, aun sentía vergüenza y al parecer fue notoria porque Claudia al instante me dijo al oído.

Claudia: hermana- susurrando-. Pareciera que tu temperatura corporal está un poco elevada.- mientras tocaba mi frente-.

Paula: no es nada, debe ser el calor de la chimenea.- dije mientras me tocaba la cara y ardía.-

Flor: eso, o son tus pensamientos cochinos.- dijo apareciendo con una botella de vino y tres copas-.

Paula: ¿y papá? – dije buscándolo-.

Flor: a los muy románticos los vi irse a afuera con dos frazadas y con otra de estas-. Apuntando la botella-.

Paula: Supongo se estarán despidiendo de su soltería, ¡bien por ellos! – Dije alzando la copa y chocándola con mis dos hermanas, aunque pensándolo bien en mis pensamientos suena rarísimo si lo digo así ya que ellas dos están juntas-.

Flor: no puedo creer que mañana sea el gran día, estoy tan feliz por ellos, sin duda se lo merecen-. Dijo a punto de llorar-.

Claudia: ¡ay mi amor! , ven aquí-. Abrazándola-. Pero, ¿sabes qué? No solo ellos se lo merecen, tú también y tú también -. Dijo apuntándome-.

Paula: igual tu-. Ya con los ojos aguados-.

Claudia: yo ya la tengo a ella-. Mirando a flor-. Pero, usted señorita debe perdonar.

Paula: - rodando los ojos con desagrado-.

Flor le dice algo al oído a Claudia que no alcanzo a escuchar, se rien y me miran.

Paula: prohibido secretearse en mi presencia-. Apuntándolas-.

Flor y Claudia: te amamos-. Entre risas-.

La noche paso entre risas y chistes por parte de Claudia, que como siempre era la payasa del grupo, íbamos ya por la tercera botella de vino cuando ya sentí que mi lengua comenzó a pesar, así que fui por mi último cigarrillo al patio y de ahí directo a la cama.

La noche como cada día hace más de un año fue entre pensamientos y recuerdos de ella, se me hace casi imposible no recordarla, cada beso, su piel suave y ese cuerpo tan desgraciadamente tentativo que tiene, esa mujer es sorprendente y maravilloso en todo sentido. Pensé en lo que me dijo Claudia, lo de perdonar, pero como puede ser tan fácil si cada vez que la recuerdo también se me viene a la mente todo lo malo que ella hizo, recuerdo aquellas veces que estuvo con el gran maldito imbécil de miguel y se me revuelve el estómago de solo pensarlo, no soporto la idea de que otro la haya tocado antes que yo, me da asco de pensar que estuvo casada con mi papá. Al final me quede dormida.

A la mañana siguiente desperté con el ruido de los preparativos, faltaban solo un par de horas para que aquellos tortolos al fin se prometieran amor eterno. Me di una ducha con rapidez y fui a ayudar en lo que necesitara Flor, que estaba a la cabeza de todo.

Paula: ¿y doña Hilda? – pregunté-. ¿Y Claudia?

Flor: arriba, organizándose, esta que muere de los nervios, me saco a mí de su habitación y dejo a Claudia con ella, que según tiene más paciencia que yo-. Mirando al segundo piso-.

Paula: ¿estas preocupada por qué ellas dos estén a solas? -. Sonriéndole-. Tal vez solo quiere estar con su nuera sin tu protección. Mamá me enviaba a botar la basura cada vez que llegaba a presentarle a casa a alguna chica, cuando volvía, cada vez que lo hacía ya no estaban, ella las espantaba y me decía que habían tenido algún inconveniente y tuvieron que irse, hasta el día de hoy no sé qué es lo que usaba para amedrentarlas-. Dije recordando aquellas veces-.

Flor: eso no ayuda en nada, ¿sabes? -. Más nerviosa aun-.

Paula: la diferencia es que ninguna de esas chicas era como Claudia, ella es única y tú lo sabes. Todo va a estar bien, ¿si hermanita? -. Abrazándola-. Ya lo veras.

Seguimos hasta eso de las 11 a.m. afinando los últimos detalles. La boda era a las 13 p.m. así que nos quedaba arreglarnos a nosotras. Flor estaba más tranquila que hace un rato, más cuando vio bajar a Claudia por las escaleras con una sonrisa en el rostro.

Paula: te lo dije-. Pasando por su lado-. Vístanse que ya queda poco tiempo-. Les dije a ambas-.

El vestido que usaría era de un color verde oscuro, que combinaba con el color de mis ojos, con un corte en la pierna izquierda. Me maquille a penas un poco y ya estaba lista. Sentía los nervios crecer en mi estómago, no recordaba la última vez que use un vestido, ni siquiera sabia porque estaba tan condenadamente nerviosa.

En el pasillo de la habitación estaba Claudia esperándome con un smoking muy femenino para ser cierto, lucia preciosa. Nunca antes la había visto sin sus poleras de dibujos animados, en eso salió también Flor luciendo el vestido de encaje que le habíamos escogido, pero así tal y como la veíamos ahora no se comparaba en nada en como la habíamos visto en aquella tienda.

Paula: te ves hermosísima-. Dije admirándola-. ¿Qué opinas tú? – A Claudia-. Te corre la baba-. Burlándome de ella-.

Claudia: voy a decir lo mismo que cuando te conocí, que creo que tu belleza es un insulto para el resto de las mujeres, porque opacas a cada una de ellas-. Besándola-.

Paula: iré a ver al novio-. Dije dejándole un beso a ambas-.

Entre sigilosamente a su habitación, él estaba a perfumándose.

Paula: pues si doña Hilda no quiere casarse contigo va a ser porque apestas, te has echado el perfume completo ¿o qué?- dije burlándome-.

Papá: me tiemblan las manos hija, nunca había estado más nervioso en mi vida.

Paula: ¿ni siquiera cuando te casaste con ella? – Pregunte interesada en saber-.

Papá: eso fue diferente, si te voy a admitir que en algún momento estaba deslumbrado por ella, pero con el tiempo me fui dando cuenta que tal vez solo estaba enamorado de alguien que creí podría hacerme olvidar de Hilda, pero hay cosas que nos son imposible de cambiar, que son demasiado obvias, e incluso nuestro corazón nos reclama por necesidad lo que realmente queremos.

Paula: - suspiro-. Cuánta razón. – Sonrío con tristeza-.

La ceremonia fue tal lo esperado, papá y doña Hilda hacían una pareja preciosa, se puede ver que estaban destinados a estar juntos, es que solo de verlos te da esa sensación de paz y plenitud.

La fiesta estaba por empezar, flor iba de allá para acá, y yo intentaba ayudarle en lo que más podía, y bueno Claudia en la mesa acompañando a los novios, robándole besos a flor en sus idas y venidas. Cuando al fin paramos un rato pude beberme una copa de champagne tranquilamente, las chicas no paraban de mirarme divertidas, no entendía porque lo hacían pero lo supe instantes después.

Cuando la vi, pensé que solo era mi imaginación, pero no ahí estaba, tan bella como siempre, deslumbraba entre la demás gente, pensé en que no había sonrisa mas hermosa que la de ella, no solo estaba yo mirándola, muchas personas a mi alrededor también lo hacían, otras la miraban con deseo, pensando en quien sería el primero en llevársela a la cama, las mujeres la miraban con envidia, y yo, yo la miraba con el alma, como queriendo acariciar su cuerpo, flor llegó a mi lado y yo no fui capaz de escuchar lo que me decía, hasta que caí en que ya llevaba muchas palabras que solo veía en sus labios pero que no oía.

Paula: Si, sí. -la mire-. ¿Qué hace ella aquí? -pregunte-.

Flor: Yo la invite. -dijo naturalmente-.

Paula: ¿Y papá que piensa de todo esto?

Flor: El me dejo por supuesto, entre ellos ya está todo solucionado.

Paula: ¿Y a doña Hilda?

Flor: bueno, mi mama es mi mama, ella perdona hasta lo más grande-Dijo-. Bueno a lo que venía, quería decirte que te buscan en el jardín.

Paula: ¿Quién?

Flor: No lo sé, una tipa que dice que tiene algo para papá, en realidad no le entendí mucho.

Paula: ¿Y por qué no la atendiste tú? ¿Por qué tengo que ir yo? -Dije impacientándome-.

Flor: Porque yo estoy con el asunto del buffet, Ya anda tú, que te esperan. -Y se fue-.

Que fastidio, ¿Por qué tener que ir hasta el jardín? ¿Por qué simplemente no lo trajo hasta aquí y ya?

Me dirigí al jardín, donde realmente no había nadie, espere unos segundos y nada, saque un cigarrillo, lo encendí, le di la primera aspirada y el relajo llego a mis músculos.

Acabe el cigarrillo, y cuando estaba por entrar me la encuentro de frente y ahí entendí que había caído en la trampa de flor, que ella lo había tramado todo para que yo me quedara a solas con ella.

Paula: ¿Qué haces tú aquí? -pregunte sorprendida-.

Mónica: Solo quiero hablar contigo, tan solo déjame explicar, necesito que me escuches, ya que no pudimos hablar aquel día. - dijo impidiéndome el paso-.

Paula: yo, yo… no tengo nada de qué hablar contigo Mónica, los hechos hablaron por si solos, todo fue un engaño tuyo, eso nos quedó claro a todos.

Mónica: Por favor- dijo tomándome del brazo-No puedo leer tu mente, pero creo saber lo que estás pensando, solo te pido un momento, uno nada más para explicarte todo. - Me dijo con tristeza-.

Ella ya no fingía como antes, o talvez nunca lo hizo, así que tomé ese momento como un regalo y me senté en aquella banca en la que estábamos al lado de ella paradas como dos idiotas.

Paula: Empieza ya, antes de que me arrepienta. -dije cruzada de brazos-.

Ella solo se sentó a mi lado, respiro profundamente 3 veces, las conté porque no podía dejar de mirarla.

Mónica: Me he equivocado toda la vida paula, me equivoque al hacerte daño a ti, al casarme con óscar porque era mi única salida, me equivoque al quitarte a tu papà, a ti y a tu mamá, no te voy a negar que sabía lo que hacía, y lo hacía porque era una mala persona, hasta que te conocí, tu llegaste a cambiar mi vida, a cambiar mis decisiones, llegaste a revolver mi interior, hiciste que sintiera lo que hace mucho no sentía, tú me reviviste.

Te contaré una historia, esta era una niña de tan solo 18 años, que vivía con sus papas, tenía un novio, un día llego a su hogar y se lo estaban quitando, le estaban arrebatando todo lo que habían construido, los desalojaron, se quedaron sin nada, se lo llevaron todo, porque su papa tenía unas deudas con unos tipos, su novio la dejo por lo mismo, a esa niña se le partió el corazón a temprana edad, al tiempo sus papas murieron, ella se ganó la vida limpiando baños, haciendo camas, creo que no hubo un oficio por el que no pasara. Un día un señor de bastante más edad que ella la vio, simplemente la vio, y se enamoró de ella, le prometió la mejor vida si se casaba con él, ella no se lo pensó, era ingenua, y el hombre convincente, al tiempo después cambio, y no volvió a ser nunca más aquella niña buena, nunca más.

Era peligroso seguir deseándola tanto, después de tantas cosas, había algo en sus ojos, en el gesto segura de sí misma, de sus labios que me indicaban que tenía que tener cuidado, pero como hacerlo si la mujer que tenía frente era la persona que más deseaba tener a mi lado en esta vida, ¿cómo podía ignorar que el tiempo no había hecho más que mejorar la perfección en ella?

Mónica: estoy aquí por una respuesta urgente.

Paula: por favor no me digas que necesitas mi perdón porque eso ya está trillado.

Mónica: no, te necesito a ti.

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