Ella... mi debilidad (Parte 11)
Paula: Si dije dejando caer mis brazos siendo imposible que otra mentira pudiese negar lo que cada poro de mí gritaba te quiero y quizás demasiado
3 Meses Después – Paula
Estoy sentada en la mesa de nuestro piso mirando como el amanecer aparece por detrás de los edificios, el ruido de la ciudad me hizo despertar demasiado temprano y agradezco no recordar lo que soñé aunque el sabor de haberlo hecho contigo es un gustillo en el paladar que el café no me pudo borrar, aparece fugazmente Claudia por la cocina y va directo a la ducha sin desearme un buen día, ¿pero qué digo?, ¿desearme un buen día?, ella y yo sabemos que estos tres meses han sido solo aguantando las ganas de perder el orgullo y la dignidad y volver arrastrándonos a ella, suspiro y agacho la cabeza en cuanto entiendo nuestra posición, me pongo de pie y camino al ventanal con mi taza de café en la mano, miro hacía la calle y ahí está de nuevo aquel auto que es el mismo que tiene Mónica, no se lo he querido comentar a Claudia por no parecer demasiado desesperada por algún resquicio de ella.
Claudia: ¿Qué miras? – me preguntó mientras aparecía en ropa interior secándose el pelo –
Paula: Nada – dije volteándome – no hace tanta calor como para andar así
Claudia: - Solo sonrió –
Paula: - Me giré para volver a mirar el automóvil intentando reconocer algún detalle que lo hiciese suyo y no de cualquiera –
Claudia: En serio, ¿Qué miras? – Preguntó otra vez, ahora acercándose al ventanal - ¿ese no es el auto de Mónica?
Paula: - La miré - ¿Cómo lo sabes? – pregunté mientras me alejaba -
Claudia: Por la patente – respondió dándose vuelta - ¿Hace cuánto que está ahí?
Paula: - Volví con su tazón de café - ¿hoy?, no lo sé, la vi después de que entraste a la ducha
Claudia: ¿Hoy? – Me volví a asomar por el ventanal, mientras ella me sonreía - ¿Qué hace Mónica aquí?
Paula: Ni siquiera estamos segura de que sea ella – respondí sentándome en la mesa -
Claudia: - Se sentó frente a mí – bajemos y averigüémoslo
Paula: No – dije enseguida –
Claudia: - Sonrió – que suerte tienes
Paula: ¿Por qué lo dices? – pregunté cuando ella se puso de pie –
Claudia: Viene hasta acá para verte – dijo mientras caminaba de vuelta a la habitación – no se atreve a hablarte, pero está aquí por ti
Paula: No compares, ojala ella me quisiera la mitad de lo que Flor te quiere a ti
Claudia: - hizo una mueca que no entendí muy bien – dudo que Flor me siga queriendo
Ella entró a la habitación y yo me quede ahí, miré mi reloj, las 08:53 A.M. volví a mirar el ventanal, el auto ya se había ido, supongo que era demasiado pedir que fuese ella pero la curiosidad me mataba y no pude aguantarme, aquel orgullo que siempre me caracterizo se fue tan lejos que le perdí el rastro en un segundo, toqué la puerta de Claudia.
Claudia: ¿Te decidiste? – preguntó enseguida –
Paula: - Solo coloque una cara de interrogación que ella disfruto –
Claudia: ¿Quieres ir a verla, verdad?
Paula: - Asentí - ¿cómo lo sabías?
Claudia: - Me abrazó – porque una de las dos tiene que ser la fuerte y volver ahí
Paula: - La separé – vamos a ir las dos Claudia
Claudia: - Entró de nuevo a la habitación y me cerró la puerta en la cara –
Paula: - La abrí de inmediato y me quedé en el marco de la puerta viendo como ella se volvía a meter a la cama – tienes que venir conmigo
Claudia: ¿Estás loca?, yo no tengo nada que ir hacer a esa casa
Paula: ¿Ver a Flor no es un motivo?
Claudia: Ella es el motivo por el que me mantengo lejos
Paula: ¿De verdad no quieres verla?
Claudia: - Se tapó la cara con el cobertor –
Paula: - Me senté en la cama – Con solo mirarla podrías darte cuenta si aún te quiere o no
Claudia: - Se acomodó en la cama dándome la espalda – ¿Quererme?, con todo lo que le dije eso es imposible
Paula: Bueno – dije mientras me colocaba de pie y caminaba hacía la puerta de la habitación – entonces quédate aquí con la duda viva
Salí de la habitación y me dirigí a la puerta la que abrí y cerré actuando mi falsa salida, volví despacio hacía la mesa, cuando la vi salir corriendo hacía la puerta abrochándose los pantalones
Paula: ¿A dónde vas? – pregunté –
Claudia: - Me miró – te odio – dijo mientras yo sonreía y ella se terminaba de arreglar –
Paula: ¿Me vas acompañar?
Claudia: Solo porque sé que no puedes hacer nada sin mi
Paula: Claro – le dije riendo - ¿nos vamos ahora?
Claudia: - Asintió y tomó una gran bocarada de aire – sí, vamos
Paula: - Le sonreí – tranquila mujer, no vamos a la guerra
Claudia: - Me miró - ¿Tú crees que no?
Paula: - Lo pensé un poco mejor – creo que no lo hemos reflexionado lo suficiente – dije siendo ahora yo la insegura –
Claudia: - Volvió a suspirar – vamos – decretó jalándome del brazo -
Paula: ¿Vamos? – pregunté frenándola –
Claudia: ¿Vamos? – cuestiono ella esta vez -
Paula: Vamos – dije yo para terminar este teatro que nos hacía parecer retardadas –
Nos subimos a un taxi y llegamos en unos minutos, en los jardines estábamos ambas paradas tratando de encontrar la fuerza en un cuerpo lleno de debilidades, o quizás una que nos había traído hasta acá y al mismo tiempo nos había paralizado en su terreno, ellas.
Vimos el auto de Miguel y enseguida quise devolverme a casa, pensé en lo que podrían estar haciendo ellos dos, Claudia me detuvo, teníamos que ser fuertes, tenía que confrontarla, ahora más que nunca estábamos seguras que era ella quien había estado estacionada bajo nuestro piso.
Claudia
Yo di el primer paso, Paula necesitaba un empujón más para enfrentarse a Mónica mientras que yo sería abatida a la primera mirada de Flor, por lo tanto, lo mío solo era una misión suicida. Entramos, estaban en la mesa Miguel que no entendía muy bien que pasaba, Felipe que sonrió a media boca al vernos, Mónica que se paralizó en cuanto vio a Paula que venía a mi lado, Flor por su parte aparecía de la cocina botando al suelo el jarrón de agua, las dos nos miraban atentas, Mónica quiso hablar pero solo movió sus labios, no logró emitir sonido alguno.
Paula: ¿Podemos hablar a solas? – pregunto Paula –
Mónica: - Se puso de pie - ¿la oficina está bien para ti?
Paula: No – dijo enseguida – toda esta casa huele a mierda – dijo mirando a miguel – prefiero ir al jardín –
Mónica la siguió mientras que yo instintivamente corría donde Flor para ayudarla a recoger los vidrios del jarrón.
Claudia: ¿Estás bien? – Le pregunté mientras nuestras miradas se juntaban a una altura en el que los deseos de besarla fueron casi insoportables –
Flor: - Asintió mientras nuestras manos se encontraban en aquel trozo de vidrio que logro cortarme – iré por algo para curarla – dijo colocándose de pie –
Claudia: no, no, tranquila – dije tomando su brazo – estoy bien – me metí el dedo a la boca -
Miguel: - Aplaudió – ustedes dos no pueden ser más románticas – rio él –
Claudia: - Me giré - ¿no tienes nada más que hacer? – Me coloque en una pose pensativa para ironizar – por ejemplo pegarte un tiro
Miguel: - Sonrió – tranquila, quiero que seamos amigos
Claudia: Nunca – respondí enseguida mientras metía dentro de una bolsa los vidrios rotos –
Miguel: Para que veas que es verdad – se puso de pie y me quitó la bolsa – te diré lo que ha estado pasando mientras tu no estabas aquí – anudó la bolsa –
Claudia: No me interesa lo que han hecho tú y Mónica
Miguel: - Me dio una negativa con su dedo índice – me refiero a lo que ha pasado entre Flor y mi hijo – dijo apuntándolos – cuéntale hijo, que no te de pena somos todos adultos
Felipe: Papá, por favor – dijo él –
Claudia: - Miré a Flor y esta solo se limitó a ver el suelo –
Miguel: Ves – dijo él dejando la bolsa en el suelo – yo estoy de tu lado – puso su mano en mi hombro – no quiero que jueguen contigo – dijo intentando tomar mi mentón – te veo en la casa campeón – dijo él saliendo de la casa –
Felipe: Yo te puedo explicar… - dijo él –
Me aturdí por completo y me lance sobre él, se desplomo de la silla conmigo arriba lista para golpearlo pero su voz fue lo que me calmo o lo que simplemente paralizó aquella furia que me consumía.
Flor: ¡PARA! – gritó ella –
Felipe: - Él solo se mantenía inmóvil en el suelo –
Claudia: Ni siquiera vales la pena – dije soltando su camisa –
Flor: - Intentó ayudarme a ponerme de pie –
Claudia: Puedo sola – me acerqué – ayúdalo a él
Felipe: Claudia por favor, deja que te explique – dijo él mientras se arreglaba la camisa –
Claudia: - Intenté caminar hacía la salida pero escucharlo me hizo hervir otra vez, por lo que retorne para ponerlo esta vez contra la pared - ¿Qué me vas a explicar pedazo de mierda?
Flor: Claudia, para – repetía ella mientras intentaba sacar mi brazo de su cuello –
Claudia: - Lo solté – que ternura la parejita – dije mientras me alejaba mirándolos –
Flor: Déjame explicarte – dijo mientras corría a la siga de mi –
Claudia: - Me voltee furiosa – ¡no tienes nada que explicarme! – le grité -
Flor: ¿También me vas a golpear? – preguntó con una mirada un tanto temerosa –
Claudia: - Me calmé y miré hacía un lado esquivando sus ojos - ¿Qué quieres? – le pregunté más calmada –
Flor: No me gusta cuando te pones así – dijo tocándome el rostro con aquellas manos poco delicadas que me llevaban a aquel cielo que se despejaba solo estando a su lado, quiso mantener su caricia pero mi enojo la detuvo –
Claudia: No me toques – dije asqueada pensando en lo que pudo haber pasado entre ella y Felipe –
Flor: ¿De verdad piensas que yo y el niño Felipe…? – calló avergonzada –
Claudia: ¿Que follaron?, eso fue lo que insinuó Miguel y lo que ustedes no pudieron negar – respondí mientras sus ojos suavizaban a la bestia que me contralaba -
Flor: - Negó con la cabeza – Don Miguel piensa que si paso, pero nosotros nunca, nunca – me juró con la mirada –
Claudia: ¿Y por qué mierda Don Miguelito piensa eso? – pregunté mientras mi enojo se transformaban solo en celos pasivos -
Flor: Fue un favor que Felipe me pidió – jugó nerviosa unos segundos con el paño de cocina – usted sabe que a él no le gustan las mujeres y me pidió que fingiera como si él y yo – calló otra vez – usted sabe
Claudia: ¿Y justamente tenías que ser tú? – pregunté mientras abría los brazos –
Flor: ¿Quién más podría ayudarlo?
Claudia: No sé – me cruce de brazos – cualquier otra mujer que no seas tú por ejemplo
Flor: - Ella sonrió por mi enojo –
Claudia: ¿Qué es lo gracioso? – le pregunté fingiendo seguir enfadada –
Flor: - Negó con la cabeza en signo de “nada” para luego cerrar los ojos e inhalar aire –
Claudia: ¿Te sientes mal? – pregunté mientras me acercaba -
Flor: - Negó otra vez aun con los ojos cerrados – extrañaba tu perfume
Claudia: - Me alejé – te regalaré uno
Flor: - Sonrió mientras tocaba las puntas de mi pelo –
Claudia: Y te daré un mechón de mi pelo, ¿te parece? – dije para hacerla sonreír –
Flor: No quiero las migajas de ti – dio un paso – te quiero a ti – dijo colocando su cabeza en mi pecho provocándome un miedo agónico a que mi corazón se saliera –
Claudia: Tengo que irme – susurre con los ojos cerrados –
Flor: - Negó con su cabeza aun en mi pecho mientras sus manos se aferraban a mi camiseta –
Claudia: Esto solo nos hace daño a las dos – dije separándola de mi – tu sabes que no podemos estar juntas
Flor: - Miró al suelo y solo se limitó a asentir –
Felipe: - Nos vio y se dirigió hacia la mitad del jardín - ¿lograste explicárselo? – le preguntó a Flor –
Flor: Si – me miró – que tenga un buen día señorita – fue lo último que me dijo para luego retomar el camino de vuelta a casa –
Felipe: ¿La vas a dejar ir? – preguntó –
Claudia: - Me acerque a él enojada otra vez – tu limítate a buscar otra mujer para que tu papá basuree insinuando que es tu puta – lo tomé de la camisa – no uses más a Flor, ¿entendiste? – lo solté e intente irme –
Felipe: ¿O qué? – preguntó desafiante –
Claudia: O te reventare – lo empuje - ¿No me crees capaz?
Felipe: Si, te creo bastante capaz – me empujo - ¿pero con qué derecho te tomas estas atribuciones?
Claudia: No la metas en tus mierdas Felipe, no es su culpa que no tengas las bolas para enfrentarte a tu padre
Felipe: Si, eso es verdad, no tengo las pelotas para enfrentarme a mi padre, ¿Pero tú?, tu ni siquiera tienes los ovarios para hacerla feliz
Claudia: Tengo mis razones
Felipe: En algún momento pensé que lo hacías por ella, para mantenerla a salvo, pero solo lo haces por ti.
Claudia: - no pude decirle nada –
Felipe: Eres una puta egoísta y lo peor es que mientras tú piensas en ti, ella hace lo mismo – se alejó – solo piensa en ti
Él tenía la razón, hoy más que nunca los demonios del miedo me habían enjaulado muy lejos de aquellas alas que me llevarían a la gloria con ella, me senté ahí mismo, no podía dar un paso más, saqué de mi pantalón un cigarrillo que prendí sin darme cuenta que lo que se consumía realmente era el tiempo que podríamos compartir.
Paula
Ella sentada en la cabecera de mesa era ahora un recuerdo que el presente me daba la oportunidad de revivir, estaba Miguel a su lado, él solo sonrió o eso fue lo que vi de reojo, mientras Felipe miraba a Claudia de una manera extraña, Flor apareció unos segundos después para reconocer a Claudia, botó al suelo aquel jarrón lleno de agua haciendo que todos nos paralicemos en una escena donde inmóviles todas nos mirábamos deseando que fuera verdad, que estábamos frente la una de la otra, vi sus labios y estos se movieron, creí que me había hablado pero al parecer nadie oyó nada, tomé fuerzas de un tanque de reservas y hable.
Paula: ¿Podemos hablar a solas? – pregunté nerviosa -
Mónica: - Se puso de pie enseguida - ¿la oficina está bien para ti?
Paula: No – dije de inmediato – toda esta casa huele a mierda – dije mirando a miguel – prefiero ir al jardín –
Mónica: - Me siguió hasta el jardín y luego se adelantó para caminar hasta la piscina – siempre me siento aquí a rememorar lo que paso
Paula: ¿Lo que pasó conmigo o con Miguel? – pregunté –
Mónica: - Sonrió con un toque más de tristeza que de arrogancia - ¿Viniste para esto?
Paula: No, la verdad es que vine a pedirte algo
Mónica: Pídeme lo que tu quieras – dijo ella tentándome al cruzar las piernas –
Paula: Quiero que dejes de vigilarme
Mónica: ¿Vigilarte? – preguntó ella con arrogancia –
Paula: Si, vigilarme – respondí - ¿Crees que no sé qué eres tú la que se estaciona debajo de nuestro piso?
Mónica: - Rio divertida – lamento decepcionarte pero no soy yo
Paula: Es el mismo auto – le respondí un poco confundida ya que parecía bastante convincente –
Mónica: - Levantó ambos hombros - te habrás confundido – se puso de pie y camino hacía mi – quizás me extrañas tanto que me imaginas en todos lados
Paula: Estas loca – dije dándole la espalda alejándome de ella –
Mónica: Lo admito – dijo ella acercándose – debo estar loca, porque yo si te imagino en todas partes – me dijo mientras su aliento golpeaba mi cuello –
Paula: Yo solo vine a decirte eso, pero si no eres tú entonces me disculpo – dije intentando escapar otra vez –
Mónica: - Me tomó del brazo – no quiero tus disculpas – me acerco a su cuerpo - ¿Solo viniste a eso?
Paula: Si – respondí mientras intentaba zafarme –
Mónica: ¿Acaso no me extrañabas? – Dijo mientras besaba mi cuello – porque yo si
Paula: - Perdí las fuerzas en cuanto sus labios tocaron mi cuello –
Mónica: Si, pídeme perdón Paula – besó otra vez mi cuello – pídeme perdón por enamorarme así y luego abandonarme – beso otra vez un poco más abajo – pídeme perdón por todas las noches en vela – beso más abajo – por todo lo que he llorado – dijo besando mi hombro izquierdo para luego mirarme y pegarme con fuerza a su cuerpo – pídeme perdón Paula – se acercó a mi boca – por pensar que te dejaré ir otra vez
Beso mis labios el tiempo suficiente como para dejarme sin aliento y para colapsar aquel lugar donde el deseo era evidente por la humedad, me dio unos segundos para recuperar el aire pero volvió al ataque con aquella electricidad que recorría con locura cada rincón de nuestros cuerpos, era exquisito sentir como nuestras lenguas se encontraban en la mitad de aquel pasillo donde un beso se transformó en algo más como adueñarse de la otra, escuchamos el auto por lo que me separé de inmediato, al contrario de ella que solo volvió a retomar la postura y en aquella posición me hizo caminar hasta quedar escondidas detrás de unos arbustos – Yo no vine a esto – fue lo que salió de mi boca mientras ella lamía y relamía mi cuello - ¿Y a que viniste mi amor? – Me miró mientras una de sus manos se metía debajo de mi camisa – Para – dije volviendo a la cordura o a la locura ya que lo que decía era todo lo contrario a lo que deseaba.
Paula: - Camine unos pasos mientras que ella frustrada se quedaba en el mismo lugar – perdón – dije arreglándome la ropa –
Mónica: No tienes por qué disculparte, supongo que no nos sentimos igual – dijo ella sin darse la vuelta para mirarme –
Paula: No es por eso – dije tomándola del brazo impidiendo que se fuese de mi lado –
Mónica: - Se giró - ¿entonces?
Paula: - Escuche la voz de Claudia e instintivamente jalé a Mónica detrás de los arbustos otra vez –
Mónica: ¿Entonces?, ¿Qué es? – dijo arreglándome el cabello mientras nuestros cuerpos se fundían en por la cercanía –
Paula: ¿Qué quieres que haga o piense si te encuentro con Miguel almorzando como si fuese tu marido?
Mónica: - Rio aun aferrándose a mi cintura – ¿estas celosa?
Paula: - Me zafé – ya quisieras tu
Mónica: ¿Entonces?
Paula: Nada – me cruce de brazos y suspire como si estuviese aburrida de su compañía cuando era lo que hoy me hacía sentir viva otra vez –
Mónica: Paula… - la miré porque no supe reconocer aquel tono de voz - ¿Tu…? – Por primera vez esa voz dejo de ser potente y se transformó en una melodía de súplica que derritió mi corazón - ¿Tú me quieres?
Paula: Si – dije dejando caer mis brazos siendo imposible que otra mentira pudiese negar lo que cada poro de mí gritaba – te quiero y quizás demasiado
Mónica: - Se intentó acercar pero aquellos brazos que antes liberé la obligaron a tomar distancia – ¿Qué pasa?, tú me quieres, yo te quiero – me miró queriendo llorar -
Paula: - Asentí con la cabeza gacha – lo sé y no lo niego, pero el amor no siempre es suficiente
Mónica: - Me abofeteo - ¿entonces para que viniste? – preguntó entre lágrimas –
Paula: Porque este amor que siento por ti quema – dije tomándole los brazos – quema tanto que no me deja dormir – dije mientras se me escapaban un océano de lágrimas – y a tu lado aquel ardor se calma
Mónica: Entonces no te vayas de mi lado – suplicó otra vez –
Paula: Te tengo tanto miedo – confesé siendo incapaz de mirarla –
Mónica: Quédate conmigo – dijo ahogada en llanto – déjame demostrarte que he cambiado
Paula: No puedo – dije mientras mis piernas flaqueaban obligándome a caer de rodillas –
Mónica: ¿Por qué? – Dijo cayendo conmigo - ¿Por qué Paula? – preguntó otra vez mientras me abrazaba –
Paula: - Me refugie en su cuello – porque si me enamoro de ti no habrá vuelta atrás
Mónica: Enamórate de mí, te lo suplico Paula – dijo ella sosteniéndome en sus brazos o quizás sosteniéndose en mi cuerpo –
Paula: - Me zafé llena de dolor de su calor - ¿Acaso no te das cuenta? – Pregunté mientras nuestros ojos empapados de dolor se reconocían tras esa capa de lágrimas – yo me moriría si tu vuelves a fallarme, me moriría Mónica – repetí mientras dejaba mi dignidad en un charco bajo sus pies - me moriría sin ti.
Mónica: - Volvió a abrazarme y yo no pude negarme – vuelve a Chile Paula
Paula: - me quede en silenció intentando escuchar una explicación tras esos sollozos –
Mónica: Estar aquí solo te causa dolor – me abrazó con más fuerza – vete a Chile y olvídame mi amor
Paula: - me separé otra vez de su cuerpo - ¿Pero… Y la casa?
Mónica: - Negó con la cabeza – Aunque nunca más te vuelva a ver, quiero que te vayas sabiendo que no hay nada más importante para mi… Que tú
#Pronto se acerca el final, espero que este capitulo sea de su agrado, como siempre agradezco sus visitas, valoraciones y comentarios... Besos y cariños a todos... S.-