Ella me rebajó a ser una criada especial (2/3)
La protagonista de este relato continua degradándose temerosa de perder el trabajo tan necesario para poder pagar todo lo que adeuda, aún a sabiendas que es sometida contra su voluntad a realizar actos lésbicos en contra de su apetencia sexual.
Para poder seguir el hilo del relato aconsejo leer el capitulo 1.
Ella me rebajó a ser una criada especial a su servicio
- Sara….. La protagonista del relato.
- Marion Herberg…. Su jefe en la empresa.
- Sr Olsen…. Encargado del personal de la empresa.
- Lisa….. Joven dependienta de tienda, lesbiana.
- Candy…. Ejecutiva de otra empresa dependiente de la de Sara.
- Beatrice… Amiga lesbiana de Marión.
- Grace… Contable de la empresa donde trabaja Sara.
- Dra. Mortins… Psiquiatra a la que acude Sara para tratar de curarse.
- Bethy….. La recepcionista de la Dra. Mortins.
- Barbara Smit….. Vicepresidenta de la Compañía.
Capitulo 2.- Segundo paso: de oler bragas a lamer coños.
El resto del fin de semana estuve angustiada por la terrible sensación de que Marion iba a despedirme… Tal vez debería haber intentado hacer algo más para complacerla…. Estaba segura de que ella se había dado cuento de que todo esto no me gustaba y lo rechazaba... Pero era la verdad… No soy lesbiana.
El lunes por la mañana me encontraba tan alterada que estaba físicamente enferma... Caminé por la oficina buscando las caras de los otros empleados para ver si reaccionaban de manera diferente hacia mí… Yo era un autentico desastre en esos momentos.
A media mañana, Marion me llamó a su despacho... Yo estaba temblando como una hoja cuando abrí la puerta.
- "Escucha, Sara", dijo cuando entré en su oficina… - "Esta noche, he invitado a una amiga a mi casa… Te necesito para cocinar, servir y limpiar después... Hoy puede irte antes… Haz algo sencillo, como por ejemplo ensalada y un par de filetes… Cenaremos sobre las ocho."
No puedo explicar mi euforia... La sensación de alivio que sentí no se puede evaluar a pesar de que estaba de nuevo en sus manos… Esperaba que la noche sería una continuación de mi humillación, pero estaba demasiado aliviada para preocuparme... Y esto no era lógico.
Después de apresurarme a ir a casa para cambiarme y ponerme mi uniforme de sirvienta, llegué temprano a su apartamento... Recogí sus bragas sucias para lavarlas... Varios pares estaban todavía húmedos en la parte de la entrepierna... Los olfateé... Olían a secreción sexual, similar al olor de mis propias bragas después de las caricias con un hombre.
Antes de ponerlos en la lavadora, los olí de nuevo, sosteniendo la entrepierna contra mi nariz, inhalando profundamente... Mi reacción fue perturbadora... Lo que estaba haciendo no era normal… Rápidamente los tiré en la lavadora junto con su ropa de cama.
Volviendo a la sala, quité el polvo a todos los muebles… Estaba decidido a ser una buena doncella esta vez... No quería pasar otro fin de semana estresante.
Marion y su invitada llegaron alrededor de las siete... Me di cuenta de que habían estado bebiendo.
- "Prepáranos unas copas", ordenó Marion… "Martínis secos… Ah!... Por por cierto, he querido decírtelo antes... Quítate el sostén... ¿Por qué quieres ocultar esas hermosas tetas?... Deshazte de él... Ahora."
Con la cara roja de vergüenza, reaccioné sumisamente, deslizándome por el pasillo para hacer lo que me decían... Una vez que me quité el sostén, miré mi imagen en el espejo... Mis pechos se mostraban ahora claramente a través de la blusa trasparente de mi uniforme… Tuve que admitir que tenía unos buenos pechos... No quise pensar que iba a mostrarlos sin ningún tipo de pudor.
De vuelta a la cocina comencé a servirles la cena… Mientras cenaban miré a la invitada desde la cocina... Tendría más o menos mi edad, unos veintidós años... Era guapa y no tenía nada que ver con la joven bimbo sumisa de los grandes almacenes que trajo la semana pasada.
Después de la cena, recogí todo cuando se pasaron al salón para hablar mientras tomaban una copa... Yo estaba presente cuando escuché mencionar mi nombre por lo bajo.
"Entonces, ¿qué pasa con esta nueva doncella tuya?", escuché a la invitada preguntarle a Marion… - "Es ella... Ya sabes."
"No, al menos no, por ahora", se rió Marion… - "Pero ya sabes cómo me gusta el desafío", dijo mirándome a los ojos.
Me sorprendió que Marion dijera eso delante de mí... En cualquier caso, confirmó lo que sospechaba… Ella iba a tratar de seducirme... Sabía que no había manera de que eso no pasara... Yo la dejaría hacer al principio pero tendría que poner un tope a ello.
Marion sentada en el sofá, mirándome directamente, me dijo:
- "Ven aquí, Sara... Quiero que mi amiga vea esas grandes tetas que tienes."
Ella era una perra sin tacto, pensé para mí misma… Me moví lentamente por la sala de estar hasta quedar de pie frente a ellas, mirando al suelo y con los brazos pegados al cuerpo.
Me sentí totalmente avergonzada cuando mis pezones comenzaron a endurecerse… No pude contener las lágrimas... Me pregunté hasta qué extremo me hundiría para mantener mi trabajo… Yo era una puta
- "Ven más cerca, perra", me dijo Marion.
Yo dudé, pero los fríos ojos azules de Marion me intimidaron… Bajé más la cabeza y me acerqué a ellas… Me estremecí cuando ella alargo la mano y agarró mis pezones, apretándolos y girándolos… Gemí de dolor, continuando llorando de humillación.
A través de los ojos llenos de lágrimas, observé cómo la invitada se estiraba y me tocaba la parte superior del muslo... De inmediato, aparté mi pierna lejos de ella.
- "Lárgate de aquí", siseó Marion, con asco en su voz... "Vete a casa."
Retrocedí, agarrando mi gabardina y salí corriendo del apartamento... En el pasillo, caminé nerviosa esperando el ascensor que me pareció tardar una eternidad en llegar.
Al entrar en casa, me senté en la oscuridad en mi sala de estar tratando de recuperarme y lloré hasta dormirme.
Por la mañana me desperté, todavía tumbada en el sofá… La vergüenza de la noche anterior volvió a inundarme... Pienso que no puedo continuar esta farsa con Marion, incluso si eso significa perder mi trabajo… No puedo continuar con el estrés que me embarga.
Llegué al trabajo con una nueva actitud… De alguna manera me convencí a mí misma de que si me enfrentaba a Marion, podría ganarme algo de respeto... Su trato hacia mí debería tener límites... Quería mantener mi trabajo pero había ciertas cosas que no estaba dispuesta hacer… Tenía que ser fuerte y hacerle saber eso.
Una hora después de llegar, entró en mi despacho, cerrando la puerta… Ver el ceño fruncido en su cara hizo que mi nueva actitud desapareciera rápidamente.
- "Me avergonzaste anoche", me escupió... - "Nunca más vuelvas a hacer eso."
No estaba preparada para su arrebato... Otra vez fui inmediatamente intimidada y me disculpé rápidamente.
- "Eso está mejor", me susurró ella… - "Sabía que serías una buena perra y me pedirías disculpas por lo de anoche."
Se movió alrededor de mi escritorio, deteniéndose directamente detrás de mí… Empujando sus grandes pechos contra mi cuello, me masajeó suavemente mis hombros… Y pronto sus manos se deslizaron hacia abajo por mi pecho, acariciando mis pezones.
- "Me alegra ver que sigues sin llevar sostén", me susurró al oído… - "Mmmm, tienes unas tetas maravillosas... Grandes y firmes, como las mías… Y mira,... tus pezones están erectos… Es una buena señal… ¿Te gusta que te los acaricie, ¿verdad?"
Traté de defenderme de la agradable sensación de su suave masaje… Pensaba que as mujeres que se tocaban entre sí no eran normales... No quería admitir sentir placer… Lo consideraba asqueroso y enfermizo... Gemí cuando ella suavemente pellizcó mis pezones... Mi cuerpo me estaba traicionando.
- "Por favor... Por favor, no lo hagas", supliqué débilmente… "No soy como tú y tus amigas... Por favor, deja de tocarme."
Ella apartó las manos.
- "Todavía eres un poco delicada pero todo llegará a su debido tiempo, no lo olvides... Por cierto, no llegues tarde este sábado... Voy a organizar una pequeña fiesta el sábado por la noche y necesitaré tu ayuda en la preparación."
Después de que ella salió de mi despacho, luché contra la necesidad de masturbarme, de calmar el calor entre mis piernas... Esto no era como yo pensaba y quería... No lo era, en absoluto.
No hablé con Marion el resto de la semana… El sólo hecho de saber que me necesitaba para su próxima fiesta atemperó mis nervios.
El sábado por la mañana llegué temprano a su apartamento... Lavé todos sus platos sucios y limpié y alisé la sala de estar.
Todavía estaba dormida cuando entré en su dormitorio… Entrando lo más callada posible, fui de puntillas al baño principal para recoger su ropa sucia… Ella estaba parcialmente descubierta, con su gran pecho completamente expuesto... Intenté apartar la mirada... No pude... Eran impresionantes, como el mío.
Después de recoger sus bragas, traté de salir en silencio de la habitación pero ella me escuchó.
- "Sara, ¿qué estás haciendo aquí?", me preguntó… - "Oh, ya veo… Vas a lavar mis bragas… Ven aquí un minuto... Quiero mostrarte algo."
Me acerque a su cama… Extendió la mano y me cogió una tanga de color blanco que yo llevaba en mi mano.
- "Mira qué sucia está", dijo ella, enseñándome la zona de la entrepierna para que yo la viera... "Me corrí en ellas, anoche... Al menos tres o cuatro veces... Estaban empapadas cuando llegué a casa… Huele aquí,... huele como son mis flujos."
Ella las sostuvo, burlándose de mí… Sólo pude pararme allí, con la cara roja, permitiendo su acoso.
- "Vamos, Sara", instó a ella... - "Olfatéalos... No me decepciones de nuevo… No empecemos el día contigo, enojándome."
Eso era lo último que quería hacer: enojarla... Me mantenía unida por un hilo en mi puesto de trabajo y por nada quería perderlo.
Me metí la nariz en sus bragas... El olor era fuerte, todavía húmedo... Cerré los ojos e inhalé.
- "Vamos, Sara... Puedes hacerlo mejor que lo has hecho... Toma una buena bocanada…. No tengas miedo de que te guste."
Me acerqué mucho más e inhalé profundamente.
- "Eso está mejor", me dijo... "Apuesto a que nunca pensaste que estarías olfateando las bragas de tu jefa… Lo hiciste y creo que lo disfrutaste... Quién lo hubiera pensado... En poco tiempo haré de tí una buena olfateadora de bragas."
De repente ella forzó la entrepierna de sus bragas entre mis labios separados... Debería haberme alejado y no permitir que ella me deshonrara así… Pero de repente me vi atrapada en la intensa intimidad sexual que nublaba la habitación… La deje que me la metiera en la boca... El sabor era agrio pero no amargo.
- "Chúpala, perra... Pruébame… Prueba el flujo de tu jefa."
Ella soltó la tanga y quedó colgando de mis labios… En un intento por complacerla, metí toda la zona de la entrepierna en mi boca... El calor de mi saliva intensificó el sabor... Finalmente había cruzado la línea que prometí nunca cruzar... Tal vez soy la puta que finjo no ser.
- "Eso está muy bien, Sara", susurró… "Tal vez te gustaría también oler mi coño."
Sacudí mi cabeza vigorosamente, alejándome de ella.
- "Está bien... Está bien, por ahora… Sal de aquí y hazme mi desayuno."
Me apresuré a salir del dormitorio con sus bragas todavía colgando de mi boca... Me retiré al lavadero, depositando rápidamente las bragas en la lavadora… Luego fui a la cocina para preparar su desayuno.
Se sentó a la mesa del comedor leyendo el periódico mientras la servía.
- "¿Te acuerdas de Beatrice?", me preguntó… - "Ya sabes, la amiga que estuvo aquí el lunes por la noche... Ella estará aquí en breve para ayudar con los arreglos de la fiesta… Si estoy en el baño, ábrele."
No me gustaba su amiga, especialmente por la forma en que me había tratado… Tuvo una racha cruel conmigo, haciéndome llorar… ¡Y ahora iba a tener que pasar el día con ella!
Después de terminar su café, me dio más instrucciones.
"Cuando Beatrice llegue, puede que intente hacerte pasar un mal rato... No me avergüences como lo hiciste la última vez... Dale un capricho... Quién sabe, puede que también te deje oler sus bragas."
"No me gusta ella… Y, por supuesto, no quiero oler sus bragas."
"¿Por qué no, Sara?... Antes, parecías estar disfrutando oliendo mis bragas", me dijo burlonamente.
"No... No, no lo hice… Tú me obligaste hacerlo."
Sabía que mi protesta sonaba hueca y ella también lo sabía… Me fulminó con la mirada y yo incliné la cabeza, mirando al suelo.
- "Voy a tratar de ser amable con ella", murmuré.
Unos minutos después de que Marion desapareciera por el pasillo hacia el baño, sonó el timbre... Abrí la puerta de entrada de la casa... Cuando Beatrice entró en el apartamento, yo estaba guardando el último plato del desayuno.
- "Bueno… Mira quién está aquí", dijo con sorna... - "Y luciendo bien, también."
Se acercó a mí con audacia, extendiendo la mano hacia uno de mis pechos.
"Vaya… Qué interesante… No te estás apartando”, me dijo… - “¿Al final Marion te ha domesticado?... Por cierto, ¿dónde está ella?"
"Ella... Ella está en el baño," tartamudeé.
Ella continuó acariciando mis pechos por encima de mi blusa trasparente... Ella no tenía ningún respeto por mí... Me sentí sucia.
"¿Cómo era tu nombre?", me preguntó... "Lo olvidé."
"Sara."
"Sara, eh?... Vale… Deja todo y vamos al sofá y nos conocemos... Vamos... No seas tímida."
Lo seguí sumisamente.
- "Ven aquí... Quiero que te sientes aquí en el suelo delante de mí", me ordenó ella.
Estaba asustada, pero también había una sensación de emoción... La mujer era muy dominante, como Marion... Por alguna razón, estaba empezando a sentirme cómoda con mi sumisión.
Me deslicé hasta el suelo justo delante de ella... Ella abrió sus piernas lascivamente… Mis ojos fueron atraídos a su entrepierna.
"Eres una viciosa, ¿no, Sara?... Mirando así debajo de mi falda... ¿Qué ves, perra?... ¿Ves algo que te gusta?"
"Veo bragas amarillas", susurré… "Una bonitas braguitas amarillas."
Ella se dejó caer más abajo en el sofá, separando aún más sus piernas... De repente, Marion apareció detrás de mí.
"Ella es una oledora de bragas sucias, Beatrice... A mi nueva perra le gustan las bragas sucias", le dijo a su amiga.
"¡De Verdad!”, dijo Beatrice actuando como sorprendida... "Sucede que llevo las bragas sucias... ¿Qué te parece, Sara?... Tengo justo lo que te gusta… Adelante, perra… Huele bien mis bragas."
Miré a Marion de forma suplicante... Sus ojos, como siempre, estaban fríos y sin parpadear… Ella esperaba que yo hiciera lo que me decían... Y yo tuve una urgencia abrumadora de no disgustarla.
Traté de parecer reacia... Me enfermé por mi excitación... Estaba completamente humillada, pero Marion me había degradado tantas veces que me estaba entumeciendo.
Puse mis mejillas contra los muslos internos de Beatrice… Era vergonzoso estar cediendo a algo que juré que nunca haría... Respiré profundamente... Tenía razón, sus bragas estaban sucias... El olor era fuerte y picante… En realidad me estaba mareando.
Beatrice enredó sus dedos en mi cabello, acercando más mi cara a su entrepierna... Me estaba forzando como si yo fuese una víctima de violación... Sentirme utilizada e impotente para evitar sus caprichos sexuales enmascaró algo mi culpa, pero querer complacerla era una emoción nueva para mí… Acurruqué mi nariz contra su entrepierna, aspirando todo su olor femenino que emitía su coño.
Ella apartó la entrepierna de sus bragas y ví como una sustancia cremosa y blanca brotaba de su coño... No estaba preparada para esto… Tampoco estaba preparada para lo suculento que pensaba que era... Traté de alejarme pero ella sostenía mi cabeza firmemente... Continué inhalando profundamente, saturando mi sentido del olfato.
- "Prueba… Haz tu primera prueba de coño", me ordenó.
Yo dudé… Sabía lo que ella esperaba de mí… El mismo pensamiento de hacer esto, me repugnaba.
- "Hazlo, perra", escuché a Marion gruñir hacia mí… "Lame su coño, puta... Lámelo y haz que se corra en tu boca."
Me sorprendió el arrebato de Marion y el lenguaje asqueroso que utilizó... Pero aún lo más impactante fue que obedecí… Mi lengua se deslizó, tocando su raja rosa… Y luego, con una curiosidad espantosa, absorbí la sustancia cremosa que estaba segregando, metiéndola en mi boca… Fue absolutamente vil y repugnante... Me lo tragué.
Lo que siguió fue una pesadilla hecha realidad... Le lamí, bien lamido, el coño… ¡Yo, lamiendo las partes privadas de una mujer!.. Y fue emocionante, hacer que esta mujer fuerte y dominante mujer gimiera de placer… Marion, suspendida sobre mí, continuó insistiéndome.
Durante las siguientes dos horas me usaron, haciéndome hacer cosas tan repugnantes que pensé que estaría enferma... Pero, por el contrario, quedé atrapado en la perversidad de todo esto... Y después de mi orgasmo inesperado, no me importó lo que me hicieron o me obligaron a hacer… Finalmente me corrí muchas veces... Tantas veces que perdí la cuenta… Mi transformación fue completa... Yo era la perra de Marion... La línea que juré nunca cruzar, se desvaneció.
En el pasillo, posé frente a un espejo de cuerpo entero... No era un misterio cómo y por qué mi blusa estaba cubierta con manchas amarillas... Las manchas eran jugos que goteaban de las comisuras de mi boca... Había sucumbido totalmente a los avances de Marion y Beatrice y había hecho cosas que no creía que fuera capaz de hacer.
Mi propio cuerpo me había traicionado... El gran número de orgasmos que experimenté daría fe de eso... Mi vergüenza no disuadió mi participación y placer... De hecho, parecía mejorarla... No sabía cómo luchar contra eso, ni tenía ganas de hacerlo.
Fue el momento más duro de mi vida cuando ella me dijo que era mi dueña y que yo era su perra… Cuando ella me ordenó que me tocara abiertamente con los dedos delante de ella y Beatrice, lo hice de buena gana… Mis rodillas se doblaron y caí al suelo por el orgasmo tan explosivo que me provoqué... Entonces supe que era verdad... Yo era su perra y no había ningún deseo de contradecirla.
Mientras Marion y Beatrice se duchaban juntas para la fiesta, me tendí en el suelo del baño de invitados y quedé adormecida por el agotamiento que llevaba después de tantas corridas... Olía a sudor y sexo… Tenía ganas de volver a casa para bañarme y meterme en la cama.
Me despertó alguien que gritaba mi nombre… Eché un vistazo a mi reloj… Los invitados a la fiesta debían llegar en menos de una hora… Marion me estaba llamando a gritos… Me apresuré en llegar a su habitación donde ella y Beatrice se vestían.
"He decidido que debes quedarte para la fiesta", dijo Marion… - "Vas a servir a los invitados para que tengan suficiente bebida... Ve a lavarte el uniforme y ponte lo más presentable posible."
"Yo no quiero estar aquí", protesté. "Y menos como sirvienta... Sería vergonzoso si conociera a algunos de tus invitados… ¿No podría al menos ir a casa y cambiarme?"
"Quieres decir para que puedas mezclarte con otros invitados", dijo Marion.
"Sí… Aun así ayudaría a servir bebidas", le propuse.
"Tú eres mi doncella, no mi amiga… Ve y lava el uniforme... Y toma una ducha que hueles como una puta", me dijo irritada.
Justo cuando pensaba que mi vida no podía hundirse más, Marion iba a expandir mi humillación... Ahora me iba a exhibir en su fiesta, llena de personas, algunas de las cuales podrían ser conocidas... Casi tuve un orgasmo con sólo pensarlo.
La blusa transparente estaba caliente de la secadora cuando me la puse… Mis pezones se pusieron tiesos de inmediato, sobresaliendo notoriamente… Mis pechos, claramente visible a través de la blusa transparente, me hizo sentir incómoda y sentirme como una zorra.
Al ser el primer lavado de la falda de algodón, ésta se encogió mucho... Ahora me quedaba más apretada y más corta, mostrando más mis muslos por encima de las ligas de mis medias, que antes.
Todas las invitadas eran mujeres... La mayoría de ellas parecían estar casadas si los anillos de boda eran una indicación de ello..
Entré en pánico cuando me vi a mi amiga Candy al otro lado del salón... Me sorprendió verla en una fiesta como esta... Ella esta casada y tiene dos hijas... Nuestra amistad se había distanciado un poco después de que ella se negara a contratarme debido a su temor a las represalias de Marion.
La amistad con Candy viene de atrás... Salí con su hermano durante varios meses... De hecho, ella me había puesto en contacto con él… Había estado en su casa muchas veces para cenar y otras cosas.
Me di cuenta, por su reacción, que se sorprendió al verme vestida de sirvienta... Yo estaba totalmente avergonzada.
"¿Qué demonios estás haciendo, Sara?" preguntó ella con asombro... "¿Es esta la idea de broma de tu nuevo jefe?"
"No, exactamente… Es más para mantener mi trabajo", le respondí.
"Wow... No puedes verte más guarra vestida que como vas ahora", dijo con una sonrisa divertida ante mi incomodidad.
Marion apareció de repente a nuestro lado.
- "Hola, Candy… Me alegra que hayas venido... Creo que conoces a mi nueva criada... ¿Qué piensas?... ¿No es una perra sexy."
Agaché mi cabeza vergonzosamente.
- "Sí… Se podrías decir exactamente eso", dijo Candy.
Marion alargó la mano y cogió mi pecho.
- "Los tiene bonitos, no?", le dijo a Candy… "Adelante, puedes cogérselos tu también, si quieres."
Me quedé atónita cuando Candy alargó su mano y me cogió un pecho, pellizcándome juguetonamente el pezón.
"Candy, por favor, no lo hagas… No soy lesb...", supliqué
"Siempre he admirado tus tetas", declaró Candy… "También tiene una boca bonita con labios suaves y carnosos... Siempre me han gustado sus labios", le dijo a Marion.
No entendí sus comentarios… Ella no era como Marion... Estaba casada... Tenía hijos... Vivía con su marido en una casa magnifica.
"Ve y atiende a otro invitado", me ordenó Marion... - "Y recuerda, estás aquí para complacerlos... ¿Entiendes?"
"Sí", gemí sumisamente.
"Es difícil de creer esto… Dime Marion... ¿Ella comería mi coño?", escuché horrorizada a Candy comentar mientras me alejaba.
Durante la siguiente hora, cualquier invitada me palpó y apretó mis pecho y pezones y también me acarició y pellizcó mi culo… Algunas, incluso fueron lo suficientemente audaces como para deslizar sus manos por debajo de mi falda corta y quedaron sorprendidas al comprobar como tenía de empapadas mis bragas.
Candy me hizo una señal desde el otro lado del salón indicándome que quería otra bebida... Cuando se la entregué, me agarró del brazo y me apartó… Acercándome a ella me susurró al oído.
"Lo he aclarado con Marion... Vas a venir a casa conmigo esta noche."
"¿Qué?... No lo creo… Cuando salga de aquí me voy a casa", le dije.
"No… Vas a pasar el resto del fin de semana conmigo… Nos iremos dentro de una hora... Estate lista", me ordenó.
Se alejó, hablando con otra invitada... Vi a Marion al otro lado del salón y me dirigí hacia ella.
"¿Qué le dijiste a Candy?", pregunté, tratando de parecer sumisa... - "¿Me estás prestando a ella?"
Sí... ¿Tienes algún problema con eso?"… Me contestó con arrogancia.
"Sí... No soy una esclava y quisiera irme a casa... Estoy muy cansada... Llevo aquí todo el día", protesté dócilmente.
"Tu día no ha terminado hasta que yo lo diga… Te iras a casa con ella... Y además, harás todo lo que ella quiera que le hagas... ¿Lo entiendes?", me dijo con altivez.
Entendí… Tenía dos opciones... Desafiarla y perder mi trabajo o hacer lo que ella me ordenaba que hiciera.
"¿Lo entiendes?", repitió Marion.
"Sí, entiendo", dije sin vueltas.
Candy me hizo un gesto cuando estaba lista para irse… Agarré mi abrigo y la seguí de cerca detrás de ella.
Me sentí incómoda, sentada a su lado en su coche... Aparentemente las muchas bebidas que había ingerido hizo que se atreviera a conducir con una mano y acariciase mis muslos con la otra... Fue la vergüenza máxima… Ser tratada como una puta obediente por alguien a quien consideraba una amiga.
Traté de hacer una pequeña charla con ella.
"¿Dónde están Jerry y tus hijas?", le pregunté al entrar en la casa a oscuras.
"Pensé que lo sabías… Jerry y yo nos divorciamos el año pasado… Mis dos hijas están ahora con su padre", me explicó ella.
Me quedé impactada... Había hablado con ella cuatro o cinco veces a la semana, incluso tomamos una copa después del trabajo y nunca me mencionó el divorcio... La última vez que vi a sus hijas, tendrían doce y catorce años.
La seguí a través de la casa hasta su dormitorio... Para tener treinta y tantos años y ser madre de dos hijas, no parecía haber afectado a su cuerpo pues lo tenía apretado y voluptuoso... Como Marion, ella lo escondía debajo de trajes de negocios conservadores.
¿Te das cuenta qué tipo de perra zorra eres, Sara?… Con este comentario me dejó claro que ya no éramos amigas… Nuestra relación iba a cambiar de inmediato. Sin embargo, esto no le dada el derecho a hacer comentarios tan crueles sobre mí persona.
"N ... No soy ninguna zorra… Nunca lo haría si no fuera por la necesidad de trabajo... ¿Cómo puedes pensar una cosa tan terrible de mí?", le contesté.
"Desde hace mucho tiempo que he querido follarte", me dijo sin aliento, mirándome con los ojos hacia arriba y abajo... - "¿Alguien te ha dicho alguna vez que tienes una boca preciosa?... Solía estar celosa de mi hermano, sabiendo que probablemente le estabas chupando su gran polla todas las noches... ¿Tengo razón, Sara?... ¿Él no se ha follado esos deliciosos labios tuyos?... ¿Le permitiste que te la metiera hasta la garganta?
"¿Qué quieres de mí, Candy?... Si estás tratando de humillarme, te digo que lo has logrado… Toda esta conversación, para serte franca, me resulta repugnante… No quiero escuchar más... Probablemente debería irme… Y, francamente, no me importa lo que le digas a Marion… No quiero seguir con esta conversación estúpida contigo."
"No irás a ninguna parte, perra", dijo con una severa sorpresa… y se acercó a mí… - "Harás lo que te digo, cerda... Ahora mueve tu culo hasta la sala de estar… No he terminado contigo."
Nunca había visto este lado de ella, tan dominante y exigente... Algo se agitó dentro de mí... Obedecí dócilmente, yendo rápidamente al salón, en donde me indicó que me sentara en el sofá junto a ella... Haciendo gestos obscenos con la lengua, abrió las piernas y comenzó a acariciar su entrepierna.
- "Marion me dice que te gusta oler bragas sucias. ¿Te gustaría oler mis bragas, Sara?"
Yo continuaba sorprendida... Ella era lesbiana, igual que Marion... Había mantenido bien su secreto durante años... Ahora sabía lo que esperaba de mí, pero no me importaba... Yo sólo quería irme a casa.
- "Baja aquí y huele mis bragas, perra”, me gritó señalando su coño.
Me asusté de su repentino arrebato y de su arrogancia… Me retorcí en el sofá, consciente del repentino calor que apareció entre mis piernas.
- "Ponte de rodillas entre mis piernas para olerme bien el coño y prepárate a lamérmelo bien en cuanto te lo pida hasta que me corras, cerda", me grito de nuevo.
Sentí que mi humillación aumentaba por momentos... Obedeciendo, me bajé del sofá y me arrodillé entre sus piernas... Ella era tan severa y exigente que no podía oponerme... No tenía otra opción.
Ella tenía razón... Sus bragas estaban sucias... Se deslizó más abajo en el sofá y sus piernas abiertas me dieron un completo acceso a su aroma de coño maduro… El olor era muy fuerte... Me revolqué en un vergonzoso placer con mi nariz presionada contra su cálida y húmeda entrepierna.
- "Mastúrbate… Hazlo, perra... Hazte el dedo... Quiero ver como te corres", me ordenó.
Mi mano se deslizó debajo de mi falda corta mientras continuaba oliéndole su coño... Me abrumó la repentina necesidad de complacerla... Estaba deseando que me ordenara comerle su delicioso coño rosado.
Podía sentir que me acercaba al orgasmo... Estaba atrapada por mi ardiente lujuria y en cuestión de segundos una secreción de flujo brotó de mi coño, goteando de mis dedos hasta el suelo alfombrado... Mi cuerpo sufrió un espasmo incontrolable... Me sentí esclavizada a mi imaginación pervertida.
En ese momento, Candy me agarró de mi pelo y aplastó mi boca contra su entrepierna… Apartando a un lado sus bragas, le lamí vigorosamente su coño hasta que su flujo cremoso fluyó en mi boca hambrienta… Gorgoteé la sustancia espesa y pegajosa que casi me asfixia por la cantidad que expulsó y que se metía en mi estómago a través de mi garganta... Y de nuevo, me corrí otra vez.
Finalmente llegué a casa a las cinco de la mañana del domingo… Me dejó agotadísima… Me quedé en la cama todo el día… Me desperté con un dolor de cabeza y una depresión completa... Pensé en tomar una caja entera de aspirina… Por suerte yo era cobarde y no lo hice.
Continuara.....