Ella lo sabía pero no quería admitirlo (IV)

Esa mañana Bea recibe a su AMO que viene acompañado.

(Día festivo – Sesión Uno)

A la mañana siguiente  Bea se despertó  con un leve dolor de cabeza, después de la noche que había pasado. Era un día festivo por lo que decidió levantarse y darse un homenaje con el desayuno.  Se incorporó de la cama y se puso una  camisola fina larga blanca con leves toques de azul turquesa, un pelín vieja que le gustaba mucho.  Se preparó junto con el café unas tostadas con aceite y sal,  se sentó en un taburete con la mirada fija en el jardín, perdida, sin fijar en ningún sitio en concreto.

Tenía por delante un día totalmente libre pero no trató de pensar en que podía gastarlo pues sabía que tarde o temprano sonaría su teléfono y recibiría las instrucciones,  mientras esperaba aprovechó a ponerse guapa y arreglarse un poco.  Justo cuando terminó en el baño sonó el móvil, ella lo dejó sonar tres veces como debía y lo tomó  y sin decir nada se lo puso en la oreja y escuchó – “buenos días perrita, hoy es un buen día para hacer limpieza así que ya sabes mis deseos” – la llamada se cortó.

Bea sabía lo que debía hacer, se puso un tanga rojo debajo de la camisola y bajó al sótano de la casa, abrió la puerta de una habitación que estaba amueblada con una cama de matrimonio y suelo de tarima, rodeó la cama y se tumbó en el suelo en posición fetal y se puso a esperar.

Las esperas por el amo tenían diferentes duraciones, en ocasiones eran muy cortas y en otras ocasiones sentía sus músculos entumecerse. Para estas últimas ocasiones ella usaba un pequeño truco que consistía en alargar un poco la mano, apenas unos centímetros y con su dedo índice, dentro del tanga, comenzaba a masajear sus labios superiores rodeando el clítoris, muy despacito porque quería retrasar al máximo la oleada de placer.

De repente oyó como se cerraba la puerta de acceso a la casa, era un ruido muy leve pero tenía su oído perfectamente adaptado, sabía que su amo había llegado y que no tardaría en bajar a dar cuenta de ella. Contuvo la respiración por la excitación que le producía el hecho en sí mismo de la presencia del Amo.

Oyó como se abría la puerta de la habitación en la que ella estaba y cerró los ojos y se dispuso a sentir, no oía nada, ni sentía nada,  continuaba con los ojos cerrados, se había quedado con el dedo índice inmóvil entremedias de los labios totalmente húmedos, el instante se le hizo eterno hasta que por fin notó el aliento del Amo en su entrepierna, notó como sus pezones se endurecían y un rápido escalofrío le recorrió la espalda, lo que hizo que se le endurecieran aún más los pezones, el bello se le erizó.  Entonces notó como un apenas perceptible soplido caía levemente sobre sus mojados labios y su dedo, volvió a erizarse aún más, sus pezones estaban ya al límite, notó como le tomaban las manos y le ponían unas esposas que unidas a una cadena  tiraban de sus brazos hacia arriba, ella no opuso en ningún momento ninguna resistencia, se vio obligada a ponerse de pie según subían sus brazos, las cadenas continuaban subiendo hasta que se tuvo que poner totalmente estirada para poder tocar el suelo, cosa que apenas hacía con los pulgares de los pies únicamente, entonces las cadenas cesaron. Su cuerpo se quedó balanceándose por el  ajetreo de la subida, el silencio volvió inmediatamente, un fino paño de lino le rodeó los ojos, aunque ya estaban cerrados fueron tapados.

Volvió a notar el aliento del Amo, notó como su camisola subía lentamente por su cuerpo y era enroscada en las cadenas junto a sus manos, más silencio, luego alguien le bajó el tanga, hasta los tobillos pero no llegó a quitárselo, no era el Amo su respiración sonaba diferente. Unos dedos comenzaron a pasear por sus labios y su clítoris, sus pezones volvieron a ponerse de punta,  una lengua comenzó a chupar el pezón derecho, mientras los dedos sabios continuaban masajeando sus labios exteriores y su clítoris. De repente la cadena que la sujetaba por las manos volvió a subir, ella ya no podía tocar el suelo con los pies, estaba totalmente suspendida balanceándose, cuando de repente ese balanceo fue interrumpido por unas fuertes manos que la sujetaron por la cintura, el terror se apoderó de ella y en un instante sintió una enorme y gruesa verga en su interior,  estaba siendo follada por una bestia inmunda,  que no paraba de darle sacudidas, notaba como esa verga se le iba a salir por la garganta, cuando de repente las embestidas pararon de golpe y sintió como un enorme chorro calentito bañaba todo su interior. Se sintió sucia pero no se atrevió a pronunciar palabra, ni siquiera a intentar abrir los ojos.

Oyó nuevamente las cadenas, esta vez estaban bajando, por fin pudo tocar suelo, continuaron bajando se puso de rodillas y en ese preciso momento se pararon en seco las cadenas, antes de que pudiera percibir nada tenía la boca llena de verga, debía de ser la misma de antes porque apenas le permitía respirar, no paraba de entrar,  ya había pasado la garganta y entonces comenzó a notar en el resto de su cara los bellos púbicos del dueño de la verga. Una vez introducida toda comenzó a moverse, primero despacito, con cierto ritmo y después cada vez más rápido, más rápido hasta que soltó su cálido caldo en su garganta, tanto que casi se ahoga.

Nuevamente silencio, apenas se tragó todo el semen que la inundaba la boca intentó agudizar los sentidos para intuir que sería lo próximo que ocurriría, pero nada, no oyó nada ni sintió nada. Continuaba de rodillas y no se atrevía a mover un músculo, su propia sumisión comenzó a excitarla haciendo que se le volvieran a empitonar los pezones.

Era muy extraño que la dejaran atada así sin más, pero ella no era dueña de sí misma por lo que tampoco tenía derecho a opinar,  de repente intuyó a alguien cerca, muy cerca de ella, agudizó los sentidos al máximo, pero nada obtuvo por respuesta, sabía que había alguien lo presentía pero no podía certificarlo. De repente las cadenas comenzaron a bajar y ella fue tomando la posición fetal que le habían enseñado, una mano le liberó de las esposas pero sin embargo le dejó puesto el pañuelo en los ojos, no sabía que había pasado con su camisola pues había perdido referencia de ella y de su tanga tampoco sabía nada.

Hubiera jurado que había sentido un beso en un pezón pero a lo mejor fueron imaginaciones suyas, volvió a agudizar los sentidos, pero no logró ningún resultado. Entonces el móvil sonó encima de la cama, ella sin quitarse la venda de los ojos tanteó hasta que lo cogió y descolgó – “has estado muy bien gatita, puedes lavarte, mi amigo se ha quedado plenamente satisfecho, ya te avisaré”

Entonces ella se quitó la venda de los ojos, y la dejó encima de la cama, se dirigió al baño que estaba justo en la habitación de al lado y tomó un relajante baño de sales sin ninguna prisa y sabiendo que había cumplido con su Amo. Una sonrisa se dibujó en su cara, se sentía feliz.