Ella le espera impaciente

El entrega a su mujer. El amante se folla a los dos.

Ella le espera impaciente.

Ella le espera impaciente. Algo nerviosa. No hablan.

Él está sentado en el sofá. Más tranquilo. Con una copa en la mano.

Abre la puerta. Se detiene frente a él. Parece que duda un instante. Acerca su cara despacio, con timidez. Un beso en los labios. Suave. De saludo. Él sonríe y mira de reojo al marido.

Pasan al salón.

-. ¿Una copa?

Rechaza moviendo la cabeza de lado a lado.

La agarra por la muñeca y la lleva al dormitorio. El marido ni se mueve. Espera un poco. Tal vez un minuto después se levanta y les sigue.

Están de pie morreándose. Él lleva la iniciativa.

La abraza, la acaricia la espalda. El culo. La sujeta por las caderas. Se restriega contra su cuerpo. Cada vez más obsceno. La está haciendo sentir su sexo. A lo mejor está excitado.

Las manos suben por las caderas y tiran de la tela. Por fin se separa. Lento, recreándose en ello, desabrocha los botones.

Mira al marido. Quiere asegurarse que lo está viendo todo.

De vez en cuando, agarra uno de los pechos. No lo soba ni lo acaricia, lo agarra simplemente.

Vuelven los morreos. Vuelven los toqueteos a los pechos. Cada vez más intensos. Más violentos. Por encima de la tela. Por debajo dejando asomar el seno. Los soba. Los estruja. Por fin la suelta el sujetador y libera sus tetas.

No se atreve a romper ese momento “mágico”. Casi sin respirar contempla embelesado como besa a su mujer, como la soba impetuosamente los pechos. Es la primera vez que lo ve. Lo lleva deseando desde hace años. Le gusta.

El pezón se encabrita, se repliega sobre la aureola. Su pene se tensa.

Ve como ella está con otro hombre. Y como se deja tocar.

Ahora tocará lo de abajo. Solo suelta los botones. La falda cae sola. La hace girar sobre sí misma. La mira lascivo el culito. Las bragas apenas la tapan. Un buen magreo hace bailar sus carnes.

Sin dejar de morrease se desnuda el solo. No deja que ella le toque. Todavía no. Solo cuando está en calzoncillos permite que ella le sobe el paquete. Antes se lo ha hecho sentir. Se lo ha restregado a conciencia por el abdomen y acercado a su coñito.

Algo la ha dicho al oído.

Se baja el slip.

No es un aparato gigantesco. Diría que normal. Eso sí, parece muy duro. Está muy tenso. En ángulo recto con el cuerpo. No está depilado. Mejor. No, espera, los testículos si. Tiene afeitados los huevos. Es curioso.

No se molesta en quitarla las bragas, solo las bajar lo necesario para poder meter la mano y sobarla el coño. Un pequeño gemido. Le ve maniobrar la mano bajo la tela.

Acaba arrancándolas de un tirón seco.

La mira descarado el coño  y deja que los dedos se enreden en la melena. Mirándola a la cara deja que el anular se pasee entre los labios. Tímida, cortada baja la cara.

Sabe dónde se ha detenido y el por qué del pequeño espasmo de su mujer.

Se dejan caer sobre la cama.

El marido se acerca al borde y mira ensimismado como la soba por todos los lados, como va apoderándose del cuerpo de su mujer, como toquetea por todos los sitios.

No se corta. No tiene porque hacerlo. Las manos recorriendo la piel desnuda. Nalgas, tetas… y por supuesto su peludo coño.

Cada vez se va relajando más. Se la nota. Y se va entregando más a las caricias de su amante. Los dedos hurgan en la entrepierna, se meten en el coño. Juegan allí. Pellizcan el clítoris. Abren y se pierden entre los labios.

Por fin el primer jadeo.

Cierra los ojos y reclina la cabeza.

Ya está. Los pezones están de punta. Saca los dedos. Están húmedos, brillan. Se los muestra al marido. Quiere que sepa que su mujer se está entregando y está disfrutando. Los jadeos no son fingidos.

Separa las piernas sin que nadie se lo mande. Su coñito se abre más relajado. Los dedos entran y salen a sus anchas.

Ven aquí cornudo, le dice mostrándole de nuevo los dedos mojados.

-. Chupa el coño de esta puta, le ordena sin siquiera alzar la voz.

Ella ni se inmuta. Como si no fuera su coñito, como si no fuera ella la puta  a la que se refiere. Ni abre los ojos.

Obedece y lame los dedos.

Parece que le pide permiso con la mirada.

Asiente.

Rápido se desnuda y tira la ropa al suelo de la habitación.

Pero no le dejan subirse a al cama con ellos, solo debe mirar desde un lado. Por el momento…

Cuando se aproxima otra vez, completamente desnudo y empalmado, ve como la está masturbando mientras la boca se come, literalmente, las tetas. Muerde los pezones. Un pequeño gemido. Otro, otro… el primer orgasmo la sacude.

Sonríe burlón.

Ahora sí le permite acercarse.

-. Lámela el coño. Me voy a follar a esta puta.

Ella sumisa se deja manejar. Deja que meta las manos bajo sus nalgas y la levante la cadera para poder hacérselo mejor.

-. No lo chupes, cornudo, lámelo.

Saca la lengua y da varios lametones de abajo a arriba. Como si fuera un helado. No, como si fuera un perro.

Ella jadea. Se agita. Se mueve perezosa sobre las sábanas.

-. Ahora esto, dice señalando con el dedo su polla.

Ella abre los ojos sorprendida.

Obedece sin rechistar. La polla se mete en la boca del marido cornudo. Le sujeta la nuca y atrae la cabeza. Hasta adentro, hasta asfixiarle.

La deja bien metida mientras mira a los ojos de su pareja. La mujer sigue viendo sorprendida como su marido se come, literalmente, toda la polla de su amante.

Una escandalosa bocanada de aire cuando se la saca de golpe.

-. Ahora los huevos... Sube despacio…

Chulesco sujeta la polla contra su abdomen. Se los ofrece. Con el escroto depilado parecen más grandes.

Con paciencia, como si le enseñara a hacer algo le va guiando. Le va enseñando cómo hacer una buena mamada.

  • Acerca tu lengua al culo… así…

Tiene que girarse, casi retorcerse entero para intentar llegar. No lo consigue, pero sabe que antes o después tendrá que hacerlo.

Vuelve a subir por el tronco y sus labios besan, rodean la punta del rabo. Sigue notándolo durísimo. No puede evitarlo. La mano palpa curiosa los testículos. Suavemente, con delicadeza, como le gustaría que se lo hicieran a él acaricia los cojones. Se les mima.

-. Te vas animando maricón…

Prefiere no ver la cara de su mujer mientras se la chupa.

De repente le interrumpe. Le aparta bruscamente.

-. Mira cornudo.

Coloca la almohada debajo de los riñones de su mujer. Abre obsceno los labios del coño. Su agujerito está a la vista. Acerca el capullo. Lo coloca. Se toma todo el tiempo del mundo. Y empuja.

No muy rápido. No muy lento.

Se la está haciendo sentir milímetro a milímetro.

Es curioso. Según se va la va metiendo sus pulmones se van hinchando. Solo expira cuando termina, cuando la ha metido literalmente hasta los cojones.

Se detiene unos segundos.

La saca casi hasta el final. Otra vez hasta adentro. Pero ahora el ritmo varía.

Ella le rodea con las piernas.

El marido ve desde el lateral como el culo sube y baja a distintas velocidades, a distintos ritmos. Y escucha ensimismado los jadeos, los susurros de placer de su mujer.

Tiene ganas pero no puede tocarse. Sabe que no le dejan. Ese es el pacto.

Se la mira. Está tremenda. Durísima. Gotea.

Tal vez la de su amante también esté goteando dentro del coño de su mujer.

Tiene los ojos cerrados. Jadea. Su cara lo dice todo.

-. ¿La oyes? Esta zorra se va a correr.

Unos cuantos empujones más y un cursi “no puedo más, me voy” sale de su mujer antes de comenzar a gemir escandalosamente. Es el primero de los orgasmos.

Mira atónito las caras de su mujer. Es cierto. Se está corriendo. Está  disfrutando con el pene de otro. Está gozando entregando su cuerpo a otro hombre.

Cuando termina, antes de que se “enfríe” se sale de ella.

-. Vamos Cornudo, te toca, ya tienes el coño usado.

Su polla está dura. No se ha corrido dentro.

Ansioso, impaciente se lanza sobre su mujer. Inquieto, nervioso, precipitado, como un adolescente que nunca ha follado mete su polla.

Busca esas nuevas sensaciones. El morbo, la curiosidad de saber qué sentirá al meter el rabo en el coño follado de su mujer.

Está caliente. Tal vez algo más húmedo. No podría precisar si más dilatado.

Su cara sigue igual. Los ojos cerrados. Como adormilada. Sumisa. Ni se molesta en abrir los ojos. Al fin y al cabo es solo otro pedazo de carne que se mete dentro de ella. Tal vez fuera la misma cara si se la metiera un tercer amante.

Piensa que en ese momento la da igual de quién sea la polla que la posee, que lo único que quiere es que no paren de follarla.

Ahora el que mira es el otro.

Le deja que de unos cuantos empujones, que se la folle un poco.

Una mano agarra sus cabellos y le vuelve la cara. Allí está otra vez el rabo de su amante. Su olor es distinto. Sabe por qué.

Mientras se folla a su mujer tiene que chupar de nuevo esa polla. También los huevos. Depilados. Suaves. Ya les conoce.

De vez en cuando, se la da a ella. El capullo pasa de boca en boca. Las lenguas se morrean con él en medio. Hasta que se cansa.

-.¿Te folla bien este cornudo?

Sonríe pero no contesta.

Sigue dando empujones. Está muy excitado.

Le nota detrás de él.

Un sonoro azote en las nalgas con la palma de la mano. Se detiene. Las rodillas separan sus piernas. Las manos abren las nalgas. Está caliente.

Sabe lo que va a pasar, sabe que le dolerá.

Nota como va entrando en él. Duele. Pero su polla se pone más tensa aun.

Ahora los gemidos de ella se mezcla con los gritos de él mientras su amante, ahora el amante de los dos, le da por el culo. Ha venido a eso. A follarse a los dos.

Lo sabe. Lo recuerda muy bien. Aquella noche quedó claro. “Si a mí me… pues a ti te…” y rápido, sin dudarlo, ansioso por entregar a su mujer contestó que sí. La cara de sorpresa. El silencio. La bofetada. Solo una palabra. Cerdo. La dijo cargada de desprecio. La salió de dentro.

La oyó llorar encerrada en el baño. Y él, en la puerta masturbándose frenético.

La llamada a media mañana al trabajo. Directa. Al grano. “¿Estás decidido?” Y no esperó respuesta, se lo confirmó el silencio. “Vale, pero ya sabes, si me entregas a otro tío, que sepas que no es solo por una vez. ¿Te lo has pensado?”. De nuevo el silencio fue el que asintió. No hubiera podido contestar.  Su polla estaba a punto de explotar. “Ocúpate de todo”. Tuvo que ir al baño. Y luego, todo volvió a la normalidad. Así sin más. Como si no hubiera pasado nada. El besito al volver a casa…

Hasta hoy. Hasta que llegó el día. Y ahora, empuja en el coño usado de su mujer. Cada vez más profundo. El amante también empuja. Pero en otro sitio. Cada vez le sodomiza con más fuerza. Su mujer trata de abrazar a los dos, atrayendo los cuerpos, juntándolos más.

Cada vez que el amante se la clava y le hace gritar, su mujer le acompaña con un gemido. Duele, pero el morbo es bestial. Le gusta.

Es como si su polla fuera la prolongación de la de su amante. Sí, es su polla la que invade el coño de su mujer, pero sabe perfectamente que es su amante el que se está follando a su mujer, el que la está perforando el coño.

Él solo es un instrumento.

El dolor. El placer. No puede aguantarlo. Grita cuando recibe un tremendo empujón que le parte. Pero la mezcla dolor – placer es morbosamente deliciosa. Irresistible. Adictiva. Desea que llegue el dolor para que de paso al placer. Desea que el placer de paso al dolor, porque luego vendrá más placer.

Mira el reloj. Apenas ha pasado media hora. En media hora su vida ha dado la vuelta. Ha entregado a su mujer. La ha visto gemir con otro hombre como una puta. Ya es un cornudo. Y le ha hecho chupar su polla delante de ella. Y por si fuera poco, ahora, le está sometiendo del todo. Sí, le está dando por el culo y lo que es peor, le está haciendo gemir de gusto.

Le supera. Ya no le importa nada. Sabe que le están follando el culo. Que ese tío se acaba de cepillar a su mujer. Es muy consciente de que su mujer le ha puesto los cuernos en sus narices, y que el mismo rabo que le está matando de placer, se la volverá a follar.

Y no solo esa noche. No. Un día, otro día, otro… No parará de follársela hasta cansarse de ella. Hasta secar sus huevazos. Seguramente se la devuelva preñada.

Da igual. Solo puede sentir placer y más placer. Y no quiere parar.

En un momento dado, la sujeta la nuca. Los dos se intentan morrear. Le apartan. Solo es un estorbo entre sus bocas.

Nota perfectamente como el rabo que le taladra se está endureciendo a cada instante. Pequeños botecitos, como latidos, pequeños espasmos dilatan aun más su dolorido ano.

-. Cornudo me voy a correr en tu puto culo.

Siente como se tensa en su interior. Un violento empujón. Una especie de bufido. Sabe lo que es. Sabe lo que pasará. Él hace lo mismo. No se mueve. Aprieta con todas sus ganas. Le empuja como si se la siguiera sacar por la boca. Y tiene esa impresión. Hasta cree que los huevos le golpean en su entrada.

Y pierde el control. Hubiera querido prolongarlo más, pero es el primero que se vacía. Gime. Grita con cada chorro. El rabo que le perfora no le deja salirse. Se aguanta, pero no puede. Le va a estallar la polla. Vuelve a gritar de placer. Y tiene que hacerlo. Se corre en el coño de su mujer. No es como el hubiera querido, pero se corre intensamente.

Siempre se lo había imaginado de otra forma. Sí. Él a un lado, mirando como su amante se la folla y él masturbándose. Soñaba con ese momento, con terminar derramándose sobre su cuerpo, sobre sus tetas.

A veces, soñaba con eyacular encima de su cara. O el no va más, hacerlo en sus labios, forzándola a que en el último instante abriera la boca. Muy peliculero desde luego. Pero el soñar es gratis.

De cualquier forma, lo que nunca hubiera ni sospechado, es que una vez llegado hasta aquí, se iba a correr mientras le daban por el culo. Si, jamás se hubiera imaginado con el culo reventado y corriéndose como un puto maricón, ensartado en el rabo del tío que le ha hecho cornudo.

Pero no le da tiempo a nada más. Una especie de gruñido a su espalda. Pequeños espasmos, como pequeñas sacudidas eléctricas. Luego, siente eso caliente y viscoso en su interior.

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