Ella III

Capítulos X, XI y XII

Capítulo X

OLIVIA

Sentía sus labios recorrer los míos con ansia, no había tregua, era una danza apasionada por conquistar la boca de la otra, las manos rodaban por mi cuerpo y era recíproco, mis manos dibujaban su silueta deteniéndose con más ahínco en sus costados. La danza que nos envolvía hacía de este momento lo más pasional que recuerdo haber vivido. La conciencia me gritaba que era un error, uno de los peores, pero mi cuerpo pedía más y más, no quería separar este momento, no quería desprenderse del calor tenue de su piel, no quería separarse del brío de sus labios. No quería separarse de ella.

Los labios se movían a un compás desenfrenado, solo se oía el eco de los labios al chocar ahogado por algún que otro suspiro cercano al gemido. Yo, en mi interior, oía a mi corazón palpitante, en un ritmo más allá del rápido.

El beso, de la misma forma que empezó, acabó. Sin ningún tipo de explicación, ella se alejó rápidamente de mí.

SAMI

Me aparto, ¿Qué he hecho?, No entiendo el porqué de la situación, ni entiendo por qué quiero volver a caer hacia ella. De repente, oigo una voz.

Ricardo: ¿Chicas?

Sami: Hola, Rik.

Ricardo: ¿Cómo estáis?

Sami: Más o menos.

Ricardo: Y, ¿tú Oli?

Olivia: Igual que todos, tirando.

Vi como hacia un ademán con sus hombros y agachaba al mismo tiempo su mirada, la cual denotaba tanta tristeza, tanto dolor. En cuanto la vi me embriagó un sentimiento desconocido: ternura. Eso era lo que en un segundo se había convertido Olivia para mí: en una de las imágenes más perfectas de ternura.

Me quedé ensimismada, dirigía miradas furtivas constantes a Olivia, y siempre me quedaba detenida. El miedo a que Ricardo hubiese visto algo, estaba siendo alimentado con mis continuas miradas. Les oía hablar pero solo eran susurros para mí, no entendía nada, solo oía ruido.

Mi cabeza viajaba constantemente al tan reciente beso, no podía sacar a mis sentidos de él. Sabía que aquello no era lo correcto, pero por una vez en mucho tiempo, ¿Sentía algo?; No, eso no. El beso no ha sido un error, pero.... ¿Por qué no paro de pensar en él?   Y, ¿Por qué veo de otra forma a Olivia?

Olivia: Creo que me marcho a casa, Ricardo cuando sepas algo me avisas ¿Vale?, saluda a la madre de Vane de mi parte. Adiós chicos.

Ricardo: Vale, intenta animarte.

Olivia esbozó una sonrisa irónica.

Olivia: Lo intentaré.

Me miró e inmediatamente agachó la mirada, susurró un adiós y se marchó rápidamente.

Estaba totalmente a solas con Ricardo, siempre fue un gran amigo, por no decir el mejor. Y sabía perfectamente que algo no iba bien, que algo no cuadraba en aquella escena.

Ricardo: ¿Y bien?

Sami: ¿Bien qué?

Ricardo: ¿Qué ha pasado?

Sami: ¿Con quién?

Ricardo: Con la novia de Vanessa.

Sentí un escalofrío por la espalda, y sinceramente no sé si por el estado de Vanessa, o lo que le acababa de hacer a la mujer con la que he soñado durante años. La había engañado con su novia.

Ricardo: ¿Y esa cara? ¿Qué ha pasado?

Sami: Nada.

Ricardo: A mí no me engañas.

Sami: No te tengo que engañar. ¡No ha pasado Nada!

Ricardo: Mira Sami, no sé qué ha podido pasar, pero, déjame decirte algo, no vuelvas a hacer lo de siempre

Sami: ¿El qué Ricardo? ¿Qué hago?

Ricardo: Joder a Vanessa y largarte

Sami: ¡Tú sabes que no es así!; no entiendo a santo de qué me dices esto, no tienes derecho

Ricardo: Tú sabes por qué, y tengo todo el derecho del mundo

Sami: ¿Sabes qué? Me Voy. No tengo ganas de que me juzguen, ya he aguantado suficiente. Avísame cuando sepas el estado de Vanessa.

Me fui corriendo dejando a Ricardo con la palabra en la boca, y con mi conciencia totalmente negra. Llueve mucho más que antes, salgo corriendo hacia el coche, me meto dentro de él, miro por la luna, resbalaba agua, por un instante me sentí segura y tranquila, me apoyé en el asiento y me reconforté en él. Disfrute del sonido fuioso de la lluvia, estrellándose contra mi coche. En cada gota, oía un grito. En cada gota, me envolvía en mí pequeño submarino en un océano imaginario. Protegida de la tempestad, protegida del mundo, protegida de todos y de todos, menos de mí misma.  Una lágrima traicionera rodó por mi cara. La sequé, encendí el motor, y me dirigí a mi casa.

Iba lentamente por la carretera, cuando distinguí una figura que me resultaba bastante familiar, que andaba lentamente bajo la lluvia.

OLIVIA

Está lloviendo a cántaros, estoy totalmente empapada y no he andado ni cinco pasos hacia mi casa. La lluvia en cierto modo me beneficia, me aclara las ideas, algo. No sé qué he hecho, pero, en el fondo no me siento tan mal, cómo cabía esperar. He cometido un error, pero, en el fondo es el mismo que cometió Vanessa, y, ahora no se acuerda de nada.

Seguramente cuando despierte, no se acordará de mi como su novia, sino como de su mejor amiga. Solo recuerda a Sami. Sami, Sami ¡Sami!. Esa  mujer siempre se encuentra danzando por mi vida, antes la odiaba, hace dos semanas quería matarla. ¡Vane está así por su culpa! Aunque... también por la mía... Y ahora... ahora, ya no quiero tener ningún sentimiento hacia ella, ¡ya no puedo más! Me da, en parte, todo igual.

Oigo que un coche pita, se acerca a mi lado y reduce la velocidad, baja la ventanilla y veo una sonrisa conocida.

Sami: ¿Quieres subir?

Olivia: No gracias.

Sami: ¿En serio?, tus temblores no dicen lo mismo. Sube que te llevo, además creo que....

Olivia: ¿Deberíamos hablar? Sonrió irónicamente.

Sami: Si

Olivia: No, creo que no.

Sami: Olivia, no tengo segundas intenciones, simplemente quiero acercarte a tu casa. ¡Qué no muerdo!; antes sí, ahora no. Esbozó una sonrisa al mismo instante que yo me quedaba muda.

El comentario era de todo menos oportuno, bromea incluso en esta situación. Definitivamente, esta chica no está bien. Pero, tengo que admitir que el comentario me ha hecho gracia. Y, ¿algo más puede pasar?, no lo creo.

Olivia: De acuerdo.

Subí al coche, cerré la puerta y Sami puso inmediatamente el pestillo. Empezó a conducir en dirección opuesta a mi casa.

Olivia: ¿Sabes dónde está mi casa?

Sami: Si, sí que lo sé. –Dijo seriamente-.

Olivia: Pues parece que no sepas donde está, vamos en dirección contraria

Sami: Lo sé, vamos a mi casa.

Olivia: Yo no quiero ir a tú casa.

Sami: Me da igual, tenemos que hablar, y no pretendo hablarlo en un coche.

El coche paro en seco, Sami salió del coche y me tendió la mano.

Sami: Sal

Olivia: No

Sami: ¿Sabes dónde estamos? ¿Sabes llegar a tu casa?

La verdad, es que no sabía dónde estábamos ni cómo llegar a mi casa. Y por la cara que puso Sami, se me debió de notar.

Sami: Está lloviendo, no sabes dónde estás, y yo te ofrezco un lugar caliente y seco donde poder tomarnos una cerveza, creo que es un buen trato.

La miré con cierto fastidio, pero en verdad era una de las mejores opciones. Salí del coche.

Sami: Chica lista.

Sami me cogió de la mano, y subimos a su piso.

SAMI

Sentía que me seguía al subir las escaleras detrás de mí. Me hacía gracia la situación, para que mentir. Abro la puerta de casa y le hago una exagerada reverencia casi monarcal a la par que sonrió de medio lado a Olivia.

Olivia: ¡Qué servicial!- me mira irónicamente pero inmediatamente una sonrisa se dibuja en su rosto.

Sami: Así trato a mis rehenes. Luego tengo que lidiar con Síndromes de Estocolmo y todo lo que le acompaña- ahora, ambas estallamos en carcajadas. Al menos he conseguido romper el hielo. La situación se des-tensa.

Olivia: Bueno… ¿y esas cervezas? Al menos no me dejes morir de inanición...

Sami: ¡ah sí!¡eso! Algo de picar.... - se muerde el labio sonriendo.

La verdad no parece la misma que cuando ha subido al coche, es como si de repente se hubiera relajado por completo y fuera la persona que seguramente enamoró a Vanessa.

La miro y no puedo resistir acercarme a ella.

Sami: ¿Y qué quieres de picar?- le digo con mi nariz tocando la suya.

OLIVIA

No sé qué tiene este apartamento pero me siento como en casa. Hacía mucho que no sentía algo similar. Su rostro, tan cercano al mío, todavía hace que tenga más razones para sentirme así.

La cercanía torna incluso insoportable. No aguanto más y le beso. Ladeo mi cabeza y hago que nuestros labios encajen a la perfección. Mis manos no pueden evitar tener vida propia. Rozo toda su silueta. Ella hace lo propio con mi cuerpo. Los suspiros salen tímidos pero incesantes.

La miro, y esta vez no tengo dudas.

Capítulo XI

SAMI

Nos besamos, las manos se confunden, nuestros cuerpos son torpes, nuestros pasos se dirigen al sofá, donde, simplemente nos dejamos caer. Se sube encima de mí, rodamos por el sofá y nos caemos al suelo. Me coloco encima de ella, me quita la camiseta, y me empuja hacia ella. Nos volvemos a fundir en un beso, mis manos ruedan por sus costados, ella me abraza por la altura del cuello. Juega con mi pelo. Yo juego con su cinturón. Seguimos besándonos, Olivia juega con mi sujetador, intenta desabrocharlo pero cambia de idea, baja sus manos y las pone en mi trasero, mientras tanto su boca pasa a mi cuello, el cual besa y muerde al mismo tiempo. Suspiro. Subo la mano por el vientre de Olivia, noto su suavidad, subo la mano y la coloco encima del sujetador, lo acaricio y lo apretó con suavidad y la respuesta de ella se traduce en una serie de suspiros.

Me gira suavemente, ahora estoy yo encima de ella. Seguimos besándonos frenéticamente, coloca sus manos a la altura de mis senos, comienza a jugar suavemente con ellos, coloca su boca a la altura del sujetador, y empieza a besar la piel que se encuentra cercana a él.

Se sienta acomodándome en sus rodillas, levanto su rostro y nos volvemos a fundir en un beso. Me estoy volviendo loca. Siento su respiración como si fuera la mía y sus manos se pegan a mi piel. Bajo mi mano por su vientre, desabrocho totalmente en cinturón e introduzco mi mano por debajo del pantalón.

Toco con la yema de mis dedos, su ropa interior, está mojada. Empiezo a dibujar suaves círculos ejerciendo un poco de presión. Olivia empieza a jadear, ya no son meros suspiros. Cierra los ojos, beso su clavícula, subo la mano e intento introducir mis dedos por debajo de sus bragas, de repente, abre los ojos me mira y rápidamente me empuja con delicadeza hacia atrás.

En este momento, tengo el pelo revuelto, estoy en sujetador, en frente de Olivia, que tiene los pantalones a medio bajar.

Olivia: Esto es ridículo.

Sonríe, yo hago lo propio. Tiene razón, mi respiración se tranquiliza lentamente. Mantengo mi sonrisa y la miro. Con el pelo alborotado, acalorada, está realmente hermosa. Es hermosa y demasiado atractiva. La vuelvo a mirar, me sonríe y me susurra

Olivia: En verdad, no estás nada mal.

Sami: Gracias, tu… tu tampoco.

Olivia: ¿Qué estamos haciendo?

Sami: No lo sé.

Vuelvo hacia ella, le acaricio el rostro, ella baja la mirada, coloco mis dedos bajo su mentón y subo su rostro, hasta que su mirada, choca con la mía.

Sami: ¿Qué pasa?

Olivia: Que no pasa. Sabes, ni siquiera me caes bien. Es más, hace dos días quería matarte y durante mucho tiempo, te he odiado.

Sami: Es recíproco.

Olivia: ¿Por qué hacemos esto?

Sami: No lo sé.

Ahora mismo, estaba igual de confundida que ella, cada vez que hablaba, cada vez que podía tener la mente un poco serena, me acordaba de todo. No quería acordarme más.

Sami: Supongo, que es para no pensar.

Olivia: Esto, no está bien. Lo sabes y lo sé

Sami: Acaso, ¿Algo ha estado bien en los últimos días?

Miro a Olivia, una lágrima vuelve a caer por su rostro.

Olivia: No. –Solloza-, nada.

En ese momento, noto como se quebranta y rompe a llorar. Sin pensar me acerco a ella, la cojo, del hombro me apoyo contra el sofá y la recuesto encima de mi pecho.

Sami: Tranquila, todo saldrá bien.

Olivia: ¿Cómo?, es imposible. Vanessa está en el hospital, no sabemos cómo está y mientras tanto, nosotras estábamos revolcándonos. Cuando, se supone que nos odiamos.

Sami: Yo ya no te odio.

Olivia para de llorar y me mira, confusa. Yo misma estoy extrañada de lo que acabo de decir. Pero es verdad, ya no la odio. No tengo motivos. Cuido de Vanessa y se enamoró de ella. Gracias a ella, Vanessa poco a poco se fue recuperando. Estoy enamorada de Vanessa. Pero, no puedo odiar a Olivia, no mientras las cosas, sigan así.

Olivia: Ahora no me dirás que quieres ser mi intima, ¿verdad?

Me rio, estrepitosamente.

Sami: ¡No!, pero, no tienes la culpa. Es más, tengo que decirte algo.

La levanto suavemente de mi pecho, le coloco un mechón de pelo, le acaricio la mejilla y la miro a los ojos, esbozó una sonrisa. Intento ponerme seria, pero un pensamiento cruza mi cabeza, y en vez de darle las gracias, digo otra cosa que no tendría que decir.

Sami: Francamente, besas de maravilla.

Olivia me mira extrañada, empieza a reírse, se pone la mano en la frente.

Olivia: Esto es de locos –continúa riéndose-, estás como una cabra, ¿Lo sabías?

Sami: Si, algo así me temía.

Se hace un profundo silencio entre nosotras, miro a mí alrededor. Mi camiseta está por ahí tirada, y veo que Olivia, de vez en cuando baja la mirada hacia mi sujetador.

Sami: ¿Te gustan?

OLIVIA

No entiendo nada, en verdad, ahora mismo creo que me encuentro bien. Estoy, dentro de lo que cabe esperar, bastante tranquila. Es el primer momento en varios días, que me encuentro moderadamente bien. El silencio se hace cada vez más profundo, no quiero pensar más en lo mismo. Empiezo a recordar, todo lo que me ha pasado con Sami en las últimas horas, primero el beso en el hospital, cuando en verdad, el único contacto que hubiese deseado hubiera sido mi puño en su cara.

Después, el paseo en coche, que acabó en su sofá comiéndonos a besos. ¿Me ha intentado pedir perdón hace un rato? ¿Me ha intentado consolar?, me acuerdo que sentía un profundo sosiego hundida en su pecho. Y, no puedo evitar volver a mirarlo. Ahí está, de repente reparo en que no lleva camiseta, y veo sus senos redondos recogidos en un perfecto sujetador rojo con puntilla. Es tremendamente atractiva.

Empiezo a lanzarle una retahíla de miradas furtivas. En este momento, Sami me atrae. Sí. Sami.

No puedo evitar excitarme al pensar en todos sus besos, en sus manos tocándome, en sus besos por mi cuerpo, en sus manos entre mí entrepierna y ver que la tengo delante, sonriendo y en sujetador.

Sami: ¿Te gustan?

Me quedo perpleja, las miradas no han sido discretas, quiero morirme de la vergüenza, no sé qué decirle, noto que poco a poco me pongo roja. Mientras me sonrojo, mi vergüenza se multiplica.

Sami: Pero, mujer, no te sonrojes.

Olivia: ¡No!, es decir, da igual déjalo.

Sami: No lo decía para que te enfadarás.

Sami intentó hacer un pucherito, pero su cara en vez de dar lástima era demasiado cómica.

Olivia: Pareces un besugo.

Me eché a reír, me dio un ataque de risa y no paraba de reírme ante la perplejidad de Sami. De repente, algo blando impactó en mi cabeza, ese proyectil rebota y cae al suelo. Sami me había lanzado un cojín. Inmediatamente, voy a por él y se lo tiro.

De repente empieza una batalla de cojines, Sami se coloca detrás del sofá y se prepara todo un arsenal de cojines, que me empieza a tirar. Mientras tanto, yo corro por su salón, con mis pocas reservas. Ya no me quedan cojines que lanzar, la miro.

Sami: ¿Te rindes?

Pongo las manos encima de mi cabeza, y me acerco lentamente hacia ella, en este momento, mi cabeza se llena de imágenes de sus besos, de ella sobre mí, jadeando, suspirando, gimiendo. Cierro los ojos. En cierto modo, me da miedo, que pasé algo más, peor estoy terriblemente excitada, jamás había deseado tanto a alguien. La miro, no quiero rendirme a este absurdo y divertido juego. Coloco mis manos alrededor de mi costado.

Olivia: ¿Cuáles son las cláusulas de rendición?

Sami: Pues veamos, me encuentro en una indiscutible posición de vencedora. Supongo que deberás de pedirme perdón y retirar tu ofensa del “besugo”.

Intento hacer una aproximación al lenguaje de un contrato de paz.

Olivia: Simplemente retirarla. Y, ¿ya está?.

La miraba con gran lujuria y picardía.

Sami: Supongo que sí. Aunque deberías de ofrecerme algún tipo de compensación.

La miro, sonrío, acerco mis manos a los extremos de mi camiseta y lentamente los subo, me quieto la camiseta y la lanzo.

Sami se queda parada, boquiabierta. Vi un extraño fulgor en sus ojos.

Sami: No me refería a eso, pero, no está nada mal.

Fue caminando hasta donde se encontraba ella, la abrace por la cintura, la senté en el respaldo del sofá, bajé lentamente delineando con mis dedos sus piernas, separé sus muslos, besé su vientre desnudo, ella cerró los ojos.

Aproveché el instante y le estampé un cojín en la cara, con demasiada fuerza. Por qué del impacto cayó hacia atrás del sofá. Rebotó en él y cayó al suelo, golpeándose en la cabeza. Emitió un pequeño grito.

Inmediatamente fui corriendo hacia ella.

Olivia: Perdón, perdón, perdón, perdón, perdón.

Se veía con una mueca de dolor, pero también con un cierto aire de enfado. Mientras tanto se frotaba repetidamente la cabeza.

Olivia: Lo siento muchísimo, yo no quería…

Sami: Tienes mal perder ¿eh?, que pasa que me quieres dejar a mí también en el hospital o que.

Me quedé petrificada, en ese instante me acordé de Vanessa. Sami enseguida se dio cuenta de su error e intentó enmendarlo.

Sami: No digo, que luego se colapsa el Sistema Sanitario y… y… mierda, lo siento mucho Olivia.

Olivia: No te preocupes.

Reinó una vez más un profundo silencio. Se interrumpió por el sonido de un rugir de tripas. Nos echamos a reír.

Sami: Creo que ahora sí que te voy a tener que dar de cenar. Elige, Chino, Italiano, Americano…

Olivia: Lo que prefieras

Desde el suelo, me miraba.

Sami: Elige usted, que para eso, en el último momento ha ganado la batalla.

Olivia: Nunca subestimes a tu rival

Sami: Entonces, la victoriosa Olivia, puede a modo de satisfacción, elegir el menú para la cena. Eso sí, el vino y la película, lo elijo yo.

Olivia: ¿Película?

Sami: Si, mientras saboreaba el polvo de la derrota, he pensado que si quieres, podemos pasar la noche aquí, hasta que tengamos alguna noticia, por tu cara, parece ser que hace días que no duermes, y como vives en el hospital… Si quieres puedes estar aquí, hasta que digan algo, podemos no sé, pasar el rato

Olivia: ¿Juntas?, no creo que sea buena idea. Tú has visto la que hemos armado en un momento.

Sami: Estás olvidado que la lesionada soy yo. Además, ¿no te lo has pasado bien?

Olivia: La verdad es que sí. Gracias.

Sami se levantó, me miró y sonrió.

Sami: No me las des, pero, dame mi camiseta, por favor.

Capítulo XII

Sami fue camino de la cocina, para elaborar lo que iba a ser mi petición “comida italiana”. En el camino hacia la amplia cocina de alto diseño de Sami, me di cuenta de que su casa era enorme.

La casa poseía un espíritu industrial, grandes techos, vigas a la vista, grandes paredes de ladrillos y grandes ventanales. El salón poseía una perfecta combinación entre ese diseño industrial armonizado con pequeños detalles en negro, blanco y gris. Había algunos cuadros, varios libros de Historia desparramados por las estanterías, diversas esculturillas y cosas que no sé muy bien que eran.

Mientas Sami buscaba entre los armarios, lo que iba a ser la cena, yo me detenía curioseando.

Sami me gritó algo desde la cocina. Mientras mi curiosidad iba aumentando.

Sami: Macarrones, ¿Te sirve?

Olivia: Si, si, perfecto, tengo demasiada hambre.

Sami se rio desde la concina

Sami: Tanta actividad, es mala si no hay comida en el estómago

Me sonroje. Aún me costaba asimilar, todo lo que nos había sucedido. Me costaba asimilar que estaba en su casa, curioseando entre sus cosas, y en breves ocasiones me deleitaba con su cuerpo.

Olivia: Correr por el salón es agotador

Sami: No me refiero a eso.

Llegue a la cocina, y la vi tras una mesa alta de acero, ahí estaba, con una coleta, con una olla, mirando un paquete de macarrones. Me apoyé en la puerta con las manos y me recosté en ella.

Olivia: Sami, te puedo hacer una pregunta.

Sami:  Si es fácil y la puedo contestar.

Olivia: ¿A qué te dedicas? ¿Qué has hecho todo este tiempo?

Sami se quedó parada

Olivia: Por curiosidad –añadí-

Sami: Soy historiadora clásica y arqueóloga, este tiempo lo he dedicado a viajar, acabé embarcada en una expedición de arqueología. Fue divertido.

Olivia: ¿En serio?

Sami: Si claro.

Olivia: ¿Clásica?

Sami: Si, ya sabes, romanos, griegos, mesopotámicos, babilonios, persas, hititas. Esa clase de gente.

Me miró y sonrió.

Olivia: Debe de ser divertido estar por ahí desenterrando cosas.

Sami: Por supuesto, además se te queda un morenito, que luego eres la envidia de todas las pijas.

Ambas nos reímos. Me acerqué a ella, y me coloqué tras su espalda

Olivia: Huele muy bien, tiene muy buena pinta.

Sami se giró, con un cucharón en la mano

Sami: No mejor que tú.

Se colocó delante de mí, me miro y me beso. Fue un beso fugaz, un breve instante. Me quedé perpleja.

Olivia: ¿Qué haces?

Sami: Esto

Volvió a besarme, esta vez, el beso fue más intenso y más duradero.

Olivia: No ya, sé que me estás besando –dije mientras me apartaba-, la cuestión es por qué.

Sami: Serías buena historiadora entre la curiosidad y las constantes preguntas

Olivia: No desvíes el tema

Sami: Te beso, por qué, la estratagema de la camiseta no me ha gustado absolutamente nada, y ya que he perdido, intento buscar una pequeña fortuna en mi derrota.

Olivia: Besándome

Sami: No, retándote.

Olivia: ¿A qué exactamente?

Sami: A que me busques tú.

Se giró, apagó el fuego y se volvió a girar.

Sami: Si la señorita me acompaña, podemos sentarnos en la mesa que la cena en breves, estará servida.

Sami me cogió de la mano, y me condujo entre los pasillos de esa enorme casa a un salón, donde había dos sillas colocadas frente a frente, los platos ya colocados y dos velas.

Olivia: ¿Cenita romántica?

Sami: No, por favor, cena para hablar de los acuerdos del fin de guerra, las negociaciones se deben de hacer como Dios manda. Espera que traigo la comida.

Al rato, Sami apareció con un gran bol humeante de macarrones gratinados y con dos copas de vino en la mano. Dejó todo encima de la mesa, y se dirigió a un estante en el que reposaban plácidamente los vinos.

Sami: ¿Cuál te gusta más?

Olivia: No entiendo de vinos.

Sami: Elige un color, blanco, rojo u oscuro.

Olivia: oscuro.

Sami: Pues tinto será. Ahora vamos con la edad.

Olivia: Que sea crianza

Sami se giró sorprendida, hacia mí.

Sami: La señorita es fina

Acto seguido cogió uno de esos vinos, los descorchó y sirvió bebida y comida. Encendió las velas y se sentó.

Durante la cena no cruzamos mucho la palabra, estamos demasiado ocupadas. Cuando la cena tocó su fin, nos encontrábamos hablando de trivialidades mientras disfrutábamos del vino.

Olivia: Estaba exquisito

Sami: El qué de todo.

Olivia; El vino y la cena.

Me incliné sobre la mesa, mientras me acercaba a ella, ella hacia exactamente lo mismo.

Olivia: Y la compañía –susurre-.

SAMI

Desde que Olivia ha entrado por la puerta de mi casa, parece que la pena se ha disipado, me he reido más con ella que en todo el tiempo que llevo fuera de casa. Quiero acercarme a ella, me tiene cautivada.

No quiero seguir como hasta hace dos semanas, no quiero más rencor ni por mi parte ni por la suya. Dudo que me quiera perdonar, pero creo que está poniendo de su parte para que podamos llevarnos, simplemente eso, llevarnos.

Después de su última frase, me atrevo a preguntarle algo que lleva rondándome la cabeza.

Sami: Te puedo hacer una pregunta

Olivia: Dispara

Sami: No sé cómo preguntártelo, pero, ¿Eres virgen?

Olivia se atragantó con el vino, me miro sorprendida.

Olivia: ¿Cómo?, por qué narices preguntas eso.

Sami:: No, es curiosidad, bueno, cuando antes, ha pasado lo que ha pasado –me vinieron al instante todas las imágenes de lo sucedido, yo encima de ella, su boca en la mía, mi mano en su sexo-, te has apartado, cuando la cosa, iba a más.

Olivia bajó inmediatamente la mirada.

Sami: No quiero incomodarte, no hace falta que respondas. No he dicho nada.

Olivia: Sí, sí que lo soy. Bueno, por lo que respecta a las mujeres.

Sami: Me alegro de que me hayas detenido pues.

Olivia: ¿Por qué?

Sami: Supongo que no es la mejor ocasión para, bueno, para acostarte con una mujer. Y menos, que sea yo, la afortunada. La primera vez, debe ser especial.

Olivia se me quedó mirando extrañada.

Sami: ¿Por qué me miras así? ¿No soy un extraterrestre?

Olivia; No, es que me resulta raro, que tú, bueno, que tú digas eso.

Sami: ¿Por?

Olivia: Yo pensaba que tú eras más vivalavirgen, una picaflor.

Sami: ¿Yo?, no. Bueno, no del todo.

Olivia: Ósea que tu primera vez fue, totalmente bucólica y especial.

Sami se rio

Sami: Si, creo que se podía decir que sí. Bueno olvidándonos de los típicos nervios.

Olivia: No pensaba que fueras así.

Sami: Ya ves, soy una caja llena de sorpresas. Sami, hablando de sorpresas, quiero preguntarte algo.

Olivia: Dime

Sami: Ya que esto es una cena de paz. Quiero pedirte, bueno rogarte, o preguntarte, si crees que podemos firmar una tregua.

Olivia: Tranquila, no volveré a lanzarte otro cojín en lo que me resta de vida.

Olivia levantó la mano con un gesto serio como si estuviese jurando por todo lo sagrado. Me reí.

Sami: No. Me refería a una tregua entre nosotras. Sin gritos, sin odio. ¿Me entiendes?

Olivia: Si, te entiendo.

Olivia se quedó meditando por un instante, me miro, sacudió la cabeza y se acercó más a mí en la mesa.

Olivia: Si acepto, se debe de firmar, ¿verdad?

Sami: Bueno, no es necesario, pero si te apetece.

De repente, Olivia, me acarició la cara, se levantó de la silla y me besó.

Olivia: Firmado.

Me levanté de la mesa. Me acerqué a Olivia, puse una mano en su cintura, y la otra mano acaricio la suya, ella agarró mi mano. La miré a los ojos.

Sami: Gracias.

Me incliné y la besé.

___________________________

Comentad y Valorad. Muchas Gracias. Besos a todas.