Ella ganó la apuesta

En las tres ocasiones que me había acostado con ella me había permitido que hiciese con su cuerpo todo lo que quisiera y sin rechistar en ningún momento. Sabía que se excitaba cuando la ataba a la cama y hacía que me suplicara que se la metiese hasta el fondo, pero aquel día todo cambió.

En las relaciones sexuales me gusta ser quien lleva la voz cantante y con esa chica no había sido diferente. En las tres ocasiones que me había acostado con ella me había permitido que hiciese con su cuerpo todo lo que quisiera y sin rechistar en ningún momento. Sabía que se excitaba cuando la ataba a la cama y hacía que me suplicara que se la metiese hasta el fondo, pero aquel día todo cambió.

-Pierdes la partida, así que tendrás que acompañarme al cine

-¿Para ver ese rollazo de comedia romántica?

-Has sido tú el que ha propuesto que nos jugáramos eso. Si no fueras tan malo jugando al ajedrez...

-Porque con estos tableros online me cuesta más, si estuviéramos cara a cara sería muy diferente...

-Lo dudo...

-Venga, doble o nada.

-Bueno, hay algo que me podría interesar. Si ganas no vamos al cine, pero si pierdes de nuevo serás mi esclavo durante dos semanas.

Acepté finalmente la apuesta y no tuve que ir al cine, pero porque ella tenía mejores planes que hacer conmigo durante esas dos semanas. Después de apagar el ordenador tras la dura derrota, no supe nada más de ella hasta dos días después cuando recibí un correo:

"Hotel Victoria. La habitación ya sabes cual es. Quiero que estés mañana allí a las 21:30, ni un minuto más ni un minuto menos. Te pasaré un antifaz por debajo de la puerta. Cuando te lo pongas te abriré.

Quiero que vengas descansado y cargado, así que tienes prohibido correrte. Pero quiero que vengas caliente, así que esta noche verás el vídeo que grabaste el otro día. ¿Te gustó hacerme sufrir y tenerme atada? Pues ahora va a venir mi venganza. Mastúrbate hasta que estés a punto de acabar, para un minuto y vuelve a empezar. Así hasta tres veces. Y cuidado con correrte porque lo sabré y lo pagarás caro"

La muy zorra parecía que lo había estado planeando todo durante estos días. Cumplí sus órdenes y me quedé con un calentón considerable y sin poder dormir pensando en lo que ocurriría al día siguiente.

Fui puntual y estuve en el hotel a la hora indicada. Una vez en la puerta di unos golpes y recibí el antifaz.

Ya lo tenía puesto pero la puerta no se habría y en cualquier momento podía salir alguien de una de las habitaciones y verme allí en una situación difícil de explicar.

-Has llegado un minuto antes de lo que te dije, tendrás que esperar un poco a que sea la hora.

Sentí un gran alivio al escuchar como se abría la puerta y accedí rápidamente.

-Desnudate.

Estaba nervioso y excitado por lo que me quité rápidamente la ropa hasta quedarme completamente desnudo. Fue entonces cuando escuche que cerraba la puerta. No me había dado cuenta pero me podría haber visto cualquiera.

Escuchaba sus tacones dando una vuelta alrededor de mí.

-Veo que esto ya se está poniendo bien duro.-Mientras empezaba suavemente a masturbarme me iba besando el pecho y el cuello hasta llegar a mi oreja y susurrarme:

-Hemos empezado mal. Cuando te he abierto la puerta no recuerdo haberte dado permiso para pasar.

-Lo sien...

-Calla, no quiero escuchar salir ni una palabra más salir de tu boca. Si abres la boca será para que utilices esa lengua que tanto me gusta.

Me cogió firmemente del pene como si de una correa se tratase y me llevó hasta la cama.

Se subió encima de mí y empezó a besarme mientras nuestros sexos se rozaban. Instintivamente levanté la mano para acariciar su culo.

-Tienes las manos muy sueltas, tendré que sacar las esposas.

Con las manos esposadas por encima de la cabeza siguió besándome mientras me masturbaba muy muy lentamente. A veces subía el ritmo durante unos segundos, pero de nuevo volvía a la lentitud anterior.

-No quiero que muevas ni un músculo. Tienes permiso para correrte si no haces ningún movimiento.

Noté su boca bajando por mi pecho, pasando por mi ombligo mientras su pelo azabache acariciaba mis muslos. Sentí su húmedo aliento en mi glande y más tarde la punta de su lengua pasando suavemente desde la base hasta la punta de mi pene. Finalmente la fue introduciendo toda en su boca para empezar una lenta mamada. Estaba muy excitado y me llevaba al límite, pero a esa velocidad me iba a ser imposible correrme, así que finalmente sin pensarlo si quiera moví mis caderas buscando placer.

-Te he dicho que no te podías mover... Si tú no quieres que te dé placer, pues ven y dámelo tú a mí.-Dijo mientras abría las piernas.

Con las manos esposadas y sin poder ver nada por el antifaz, fui buscando su entrepierna hasta empezar a hacerle sexo oral, mientras escuchaba sus gemidos.

-Lo estás haciendo muy bien, te voy dar un premio. Puedes masturbarte durante dos minutos y tienes permitido terminar. Si cuando suene la alarma no has llegado al orgasmo tendrás que parar en seco.

Las esposas dificultaban mis movimientos, pero empecé a masturbarme mientras continuaba con el sexo oral. Sus gemidos aumentaban y yo estaba a punto de correrme,  pero en ese momento sonó la alarma. Aunque bajé el ritmo, aún me costó unos segundos dejar de darme placer, pero lo hice para evitar un castigo y continúe trabajando con mi lengua hasta que ella obtuvo el orgasmo.

-Tumbate como estabas.

Tumbado como estaba y esposado, se subió encima de mí y me fue besando mientras se refregaba con mi cuerpo, pasándome sus pezones por la boca y rozando mi pene de tanto en tanto que estaba a punto de estallar. Yo buscaba su boca desesperadamente. Estuvo besándome durante cerca de 10 minutos mientras yo buscaba el mínimo roce para intentar darme placer. En ese momento con el calentón que llevaba me desató las manos.

-Puedes quitarte el antifaz.

Al hacerlo, allí estaba ella a cuatro patas sobre la cama, como un caramelo muy apetecible y fácil de conseguir.

-Ven y pon por la punta en mi coño, pero quédate así.

Me sentía como un perro al que le han puesto una galleta en el hocico y le obligan a mantenerse quieto. Sentí esa apetecible humedad y fui metiendo mi polla, pero ella me obligó a salir y mantenerme quiero como estaba. Al rato fue ella la que empezó a moverse lentamente, entrando y sacándosela a su gusto.

-Bien perrito, fóllame, pero simplemente podrás terminar cuando yo obtenga otro orgasmo.

Aumenté el ritmo, pero yo estaba más cerca que ella de llegar al clímax, así que a veces tenía que parar un poco para no descargar en su interior antes de tiempo. Finalmente escuché sus gemidos de placer y me dio permiso para correrme dentro de ella por lo bien que me había portado.

Cuando llegué al orgasmo caí rendido encima de ella aún con mi polla en su interior mientras le besaba el pelo y le susurre a su oído dándole las gracias por haberme dado ese regalo.

-Esto no ha terminado, aún me queda más de una semana.