Ella es mi amiga.

Después de todo el rechazo. Después de todos los intentos. Después de que lo logras... nada es igual.

Mientras almorzaban juntos se acordaron de los 5 años que se conocían. Recorrieron risas, alegrías, momentos extraños, abrazos, cumpleaños, más risas. Su grupo de amigos era excepcional. Y la única interrupción de la conversación durante las 3 horas que llevaban hablando fue por el tema de ellos dos. Aquel tema tabú.

Valeria era un año menor que Tomás. En verdad era algo menor que eso, pero de todas formas se llevaban un año. Ella había entrado hace un mes a la universidad a estudiar leyes. Tomás estudiaba medicina desde hace un año. Coincidían en el campus, pues estudiaban en la misma universidad. Pero por alguna razón no habían almorzados solos. Sí se habían encontrado con amigos, comiendo un emparedado por los pasillos; pero no solos. Es que estaba esa situación que los mantenía unidos y distantes. Tomás aún estaba enamorado de Valeria. Valeria quería a Tomás solo como un amigo. Eso es lo que ella le había dicho siempre; y ahora su novio (un año menor que ella), estaba en la provincia, aún en highschool, mientras ella almorzaba con Tomás. Tomás no quería aceptar que aún sentía cosas por ella. No quería dejar de verla. Prefería amarla en secreto, que dejar de ser su amigo.

Pero ahora todo era distinto. Javier estaba lejos, en la provincia. Y Valeria estaba ahí. Con él.

Quedaron para ir de copas, con más amigos, el día viernes.

Ese día, Tomás la pasó a buscar a la residencia donde Valeria vivía. Iba con Paulina, su nueva ami-novia. En el local se encontraron con otros amigos. Tomás y Paulina bailaban muy cerca, y se besaban en la oscuridad de la pista de baile, al ritmo del raeggeton, con movimientos sensuales y melódicos. Valeria observaba desde su asiento, mientras bebía un trago fuerte. Bien entrada la noche Paulina se fue con otros amigos, y Tomás, muy sobrio, se ofreció a ir  a dejarla. Valeria estaba algo ebria, pero no completamente borracha. Tomás, responsablemente, no había bebido ni una gota de alcohol. Seguramente, lo tenía claro, ella estaba celosa, y él tomaría partido de ello.

-         Vi que bailabas muy entretenido con Paulina – dijo Valeria con tono sarcástico.

-         Si – respondió Tomás captando el tono de celos de la voz de su amiga – Paulina es una mujer increíble. Sabe trucos que ni te imaginas.

-         ¿Te has acostado con ella? – exclamó tratando de disimular los celos Valeria - ¡pero si ni siquiera es tu novia!

-         Claro, pero podríamos ser novios – respondió Tomás - ¿acaso tu no te has acostado con Javier?

-         Sólo una vez, antes de venirme a la ciudad – confesó ella, dándose cuenta de que perdía el control de sus palabras.

Tomás no pudo evitar hacer un gesto de desprecio, entre sorprendido, amargado, celoso y muy molesto. Mantuvieron silencio hasta que llegaron a la casa donde Valeria vivía sola.

Cuando ella se trató de bajar del automóvil, trastabilló, por lo que Tomás se bajó a ayudarla.

-         Permíteme, no quiero que te dañes – dijo Tomás con un tono muy suave, como susurrándole.

-         Es-estoy bien – farfulló Valeria - ¿quieres pasar un rato?

-         Sólo para asegurarme que en verdad estas bien – respondió agudamente Tomás.

Todo estaba resultando como él quería. Adentro, ella se recostó en el sillón del pequeño apartamento. Estaba agotada, notablemente afectada por el licor. Tomás la ayudó a incorporarse, y con la excusa de dejarla en su habitación, la abrazó y la llevó hasta la cama.

-         No no no... – dijo Valeria separándose de él – Yo quiero seguir celebrando.

Fue a la cocina, y trajo dos vasos, y una botella de ron, una botella de cola, y hielo. A Tomás le volvió el alma al cuerpo. Cuando ella se separó de él tan bruscamente, pensó que se daba cuenta de sus intenciones.

Luego de que bebieran muchos vasos de ron-cola, Tomás le dio un beso. Ella se lo respondió, y se besaron larga y tiernamente. Ya habían comenzado, y ahora no iban a parar.

Se fueron desvistiendo de a poco, mientras se acariciaban y besaban. Tomás tenía un leve sentimiento de culpa, pero era lo que quería. Lo que quería desde hace mucho tiempo. Cuando estaban desnudos, se fundieron en un abrazo interminable, besándose ininterrumpidamente. No llegaron hasta la habitación. Hicieron el amor ahí, en el sillón.

Cuando él la penetró se dio cuenta de que era virgen. Le había mentido en el auto. Ella sangró un poco, y emitió un sonido de entre placer y dolor. Estaba un poco más gordita de lo que Tomás se la imaginaba, pero olía maravilloso, como una mezcla entre mujer y perfume francés. Tomás se dio cuenta en ese instante, al sentir los fluidos de su compañera en su pene que no se había puesto condón. Pero ya era demasiado tarde, la estaba poseiendo con todas sus fuerzas.

Valeria sintió una pequeña molestia en cuanto él la penetró por primera vez. No estaba pensando correctamente, pero sí sabía que le había mentido acerca de su virginidad. El dolor rápidamente fue reemplazado por un gran placer. Jamás se le ocurrió que el sexo superaría con tantas creces sus expectativas.

Alcanzaron un ritmo constante; él estaba arriba, llevando el control, enseñándole a su amiga todo lo que sabía. Valeria se sentía en el olimpo. Aunque le dolía, el placer que sentía era muy fuerte. De todas formas, Tomás estaba siendo muy gentil con ella. Sus movimientos de vaivén, suaves, mientras la besaba, la abrazaba, la tocaba. El roce de sus cuerpos le producía sensaciones insospechadas.

Antes de eyacular, Tomás decidió salir de ella. Sacó su pene, ante los gemidos de Valeria. La besó, y le dijo suavemente que se volteara. Ella, adormecida por el tono de voz de Tomás, sumado a todo el alcohol que había ingerido esa noche, hizo caso sin protestar. Lo siguiente sí que le dolió. Tomás le introdujo su enorme pene en el ano sin avisar. El dolor ahora era insoportable, y Tomás parecía haber perdido toda la gentileza. Lo hacía de una manera salvaje. Entonces, el dolor desapareció de pronto, dando paso a una sensación extraña en Valeria. No se dio cuenta del cambio, sólo se dio cuenta de que los gemidos de dolor ahora eran de placer. Y eran grititos cada vez más fuertes. Estaba llegando a un orgasmo. Tomás estaba apunto de irse, el sudor del cuerpo de Valeria lo ponía a mil, y eyaculó entre los gemidos de ella, mientras le amasaba los senos, grandes y blandos, como si se los quisiera arrancar.

Fue en ese instante, cuando los últimos chorros de semen le llenaban la cavidad a Valeria, quien no dejaba de gemir, cuando a ella se le escapó un nombre. Fue fuerte y claro.

-         ¡No pares, no pares Javier!

Tomás lo escuchó y se detuvo como congelado. Se dio cuenta de que Valeria nunca estuvo ahí. Estaba mentalmente con Javier. Todo lo que pensó, entre enojado y arrepentido, hizo que el calor se le pasara de inmediato. Se comenzó a vestir mientras Valeria sonreía y se revolcaba en el suelo. Ella no se dio cuenta del error. En verdad ella no se daba cuenta de nada. Una vez vestido, le dio un último beso a Valeria. Esperaba que en verdad fuera el último. Esperaba que ella no se acordara de nada al día siguiente. Pero sería difícil, pues los rastros de su encuentro estaban por todo el apartamento.

Ya verían que hacían al día siguiente. Antes de irse, Tomás dejó una píldora del día siguiente en la mesita de la entrada. Sabía que Valeria sabría qué hacer; sólo por si acaso.