Ella era así... capítulos 3 y 4

Les invita a su casa y el encuentro comienza un giro extraño...

CAPÍTULO 3

Con esta conversación había conseguido “distraer” mi exagerada erección y ya estábamos entrando en la lujosa urbanización en que Aniuska-ese era su nombre de guerra en la facultad-tenía su domicilio. Callejeábamos, seguidos de cerca por Pedro, por el interior de una urbanización plagada de impresionantes viviendas, todas de la más reciente arquitectura de calidad, sin exagerados esnobismos, casi sobrias… Ya eran las 20:30 pasadas y el día empezaba a despedirse. Esto acrecentaba, aún más, el aspecto solitario de las calles… ni un alma.

Nos detuvimos, finalmente, ante una puerta/cancela metálica que, ante un ligero toque del mando integrado en el volante, comenzó a deslizarse abriendo el paso a la suntuosa y, por supuesto, minimalista, vivienda de Ana. Al mismo tiempo y como por arte de magia, el alumbrado exterior se encendió, al unísono, a modo de bienvenida… no pude evitar mi gesto de sorpresa. Por el rabillo del ojo pude ver, casi intuir, la sonrisa autocomplaciente y satisfecha de Ana. Disfrutaba, sin duda, percibiendo el efecto que sus posesiones, su estilo de vida, producía en dos parias como, sin duda para ella, éramos Pedro y yo.

¡Por fin! Ya estamos chicos-dijo Ana saliendo de un brinco de su coche. Hogar, dulce hogar… Es curioso, pensé, estas urbanizaciones son como una fortaleza para los extraños (habíamos pasado, a la entrada, junto a un pequeño puesto de control con un guarda jurado que dedicó una enorme sonrisa a Ana y que, fruto del gesto que esta le hizo, no puso inconveniente alguno al Audi de Pedro), pero, si eres conocido, o entras de la mano de un conocido… estás en tu casa. El peligro se espera de fuera… jamás estará dentro y, eso, eso iba a ser otro claro error del que, sin duda, Pedro y yo esperábamos sacar provecho.

Los tres nos reunimos en un a modo de pequeño porche que marcaba la entrada a la vivienda. Ésta estaba rodeada por un cuidado jardín enmarcado por los muros de cerramiento a base de sillares de piedra y un enrejado metálico, sobrio, de cuidado diseño. En un lateral y más bien hacia el fondo de la parcela, que era generosa de sus dimensiones, se adivinaban la piscina y, cómo no, la pista de paddle. Todo el conjunto exterior se completaba con unas pequeñas edificaciones, seguramente destinadas a vestuarios, gimnasio, yakushiji… Y todas aquellas cosas que son estrictamente necesarias en este tipo de vivienda y urbanización.

Ana nos indicó someramente las instalaciones que hemos comentado y, como de golpe, nos dijo: bueno, chicos, creo que habíamos quedado en tomarnos unas copas ¿no? … Y sin más abrió la puerta para introducirnos en un impresionante salón-recibidor-pista de baile-“mil cosas más”...

-¿Os gusta? ¿Amplio y coqueto verdad?

Pedro rompió el silencio para indicar que había hablado con Marta que seguía atrapada en una tediosa reunión de la que no sabía cuándo podría zafarse… no creía que pudiera acercarse

-¡Vaya! ¡Qué faena!-exclamó Aniuska-me habría gustado tanto… bueno, otro día será… hoy os disfrutaré para mi sola, jejjeje

Mi cabeza volvía a centrarse en nuestro objetivo real. En aquello que, desde casi hacía un mes nos obsesionaba a Pedro y a mí. Mientras Ana ponía el equipo, jugaba con las luces y, acompañada por Pedro, preparaba las copas y algo de picar… yo la observaba en silencio, despacio, dejando que el deseo libidinoso se apoderara de mí, consciente, consentidor… paladeando, por anticipado, las extremas y placenteras sensaciones que esperaba disfrutar en breve. ¡Qué goce el domar y humillar aquella engreída zorra! ¡Qué placer su disfrute carnal! La trataríamos como a la puta, que bajo aquella cobertura de dignidad, sin duda era

Eh, Juan, no te quedes rezagado… sólo haré de cicerone una vez, ¡sube!-dijo Ana-mientras acompañada por Pedro ya estaba en la planta superior enseñando dormitorios, despacho, biblioteca, aseos… En la planta baja, además del inmenso salón sólo se ubicaban la cocina, también muy amplia, y un par de salitas… El servicio y las estancias dedicadas a lavado, secado y planchado se alojaban, sin duda, en el sótano como el aparcamiento.

Quería centrarme en nuestro objetivo y quería, también, que se centrara Pedro. Le notaba difuso, como distraído o… embrujado. ¡Por Dios! Acabaríamos tomando pastas y té con aquella zorra. Era inaudito

Al fin acabó la gira y volvimos al salón… ¡Preciosa, Ana, tienes una casa, preciosa, impresionante!-exclamó Pedro-. Aún no se si sobreactuando o absolutamente “agilipollado”

-Ana sí que está preciosa, dije, como pensando en voz demasiado alta… no te faltará quien te tenga “contenta” ¿no?

Ana se volvió hacia mí con una expresión entre halagada y ofendida, como si hubiese escuchado el piropo lejano (generalmente desde las alturas) y ordinario, chabacano, de un trabajador grosero y zafio

-Juan, ¿tanta confianza teníamos en la facultad?... no creo que te consintiera entonces estas expresiones y, desde luego, ahora sí que no estoy dispuesta a consentírtelas… me extraña no recordarte, pero si tu comportamiento era éste, no me extrañaría haberte olvidado inconscientemente, pero a conciencia.

La situación, claramente incómoda, me venía de perlas. Si Pedro estaba “agilipollado” o embrujado, o deslumbrado, o… ¡vete tú a saber qué!... o espabilaba ahora, o mejor nos íbamos y… hasta luego Lucas

-Ana, mujer, no es para tanto, terció Pedro, a la vez que intercambiaba conmigo una mirada en la que creí volver a descubrir cierta chispa de inteligencia.

-¡Sí!, sí lo es, ha sido un comentario grosero e impropio… ¿qué soy para él?¿un trozo de carne agradablemente dispuesta?¿un objeto para su disfrute… o el de cualquier otro piernas, cualquier paria, que se crea con derecho de pernada por llevar colgando entre sus piernas un torpe, feo y triste badajo?... ¡Hasta aquí podíamos llegar!¡Estoy harta de chulitos pretenciosos que ocultan su fracaso, su envidia y su impotencia tras un machismo light disfrazado de galantería chusca y, en el fondo, ofensiva!

CONTINUARÁ

CAPÍTULO 4

Ana estaba claramente fuera de sí. Mi comentario, sino perfecto, al menos claramente no se merecía la reacción tan brutal que ella había tenido. Era ya tiempo de actuar sin ambages, disimulos, ni tonterías… O hacíamos ahora lo que habíamos venido a hacer, o estaba claro que jamás tendríamos valor para hacerlo.

Como siempre me pasaba con Pedro, tendría que ser yo el que diera el primer paso.

-Mirar Ana, dije ya algo exaltado y molesto, ¡Estamos ya hartos, lo estamos desde hace años, de tus tonterías! Eras así de estúpida en la facultad y el tiempo, si te ha cambiado, no ha sido precisamente para bien.

Mientras iba diciendo esto, podía observar a Pedro absolutamente perplejo y a Ana entre sorprendida e iracunda. Aniuska, la princesa, la niña bonita, simplemente no podía creerse que esto le estuviese pasando a ella y… ¡nada menos que en su propia casa!

-Creo Ana, le dije, que es el momento perfecto para hablar de una vez claro. El encuentro casual del aparcamiento no ha sido en absoluto casual. Sabemos tus costumbres porque te hemos estado observando desde hace tres semanas y, francamente, las varías muy muy poco.

-¡Qué es esto! Se trata de un robo, de un secuestro,… Es algo por encargo… (Mientras decía esto, Ana se iba excitando cada vez más, estaba como histérica).

-¡Tranquila, por Dios! Dijo por fin Pedro rompiendo el silencio que guardaba desde hacía varios minutos… Tranquilízate Ana, no te montes películas ni rollos raros. Como verás esto es mucho más sencillo que lo que parece. Tú procura estar relajada y todo irá bien, como en una reunión de amigos íntimos.

-Y, si hasta ahora no hemos sido íntimos y, desde luego, nunca lo fuimos… Te puedo asegurar que, quieras o no quieras, durante estos días vas a disfrutar de nuestra intimidad hasta límites que, ni siquiera ahora, eres capaz de imaginar.

-Ya que he empezado yo, Aniuska, seré yo también quien seguirá instruyéndote en el particular, formativo y excitante viaje que Pedro y yo hemos diseñado casi al milímetro para ti, a medida, durante este agradable puente de mayo.

-Como te conocemos, terció Pedro que, ¡por fin!, parecía de regreso de los oníricos lugares por los que hubiese estado vagando,… es conveniente que escuches con atención, que te enteres perfectamente del comportamiento que se espera de ti y que bajo ningún concepto, repitas las niñerías y comportamientos histéricos de los que acabas de hacer gala… Esto, sin duda, nos evitará a nosotros algunas ligeras molestias y, a ti, situaciones complicadas y enormes contrariedades

-Como síntesis “chabacana y chusca” de lo que acaba de decir Pedro, Ana, “en caso de violación, relájate y disfruta…”

Ana estaba roja, mas de ira que de vergüenza supongo, pero, extrañamente, mostraba una absoluta frialdad y autocontrol… seguía escuchando, sin contestar, sin replicar,… tan siquiera parpadeaba.

-Eres Ana una mujer sin duda trabajadora, inteligente, brillante… lo has sido siempre, también en la facultad,… pero también te arropan el engreimiento, la soberbia, la insolidaridad, el egoísmo, el profundo desprecio y la crueldad para quien consideras inferiores a ti o, sencillamente no son de tu camada, de tu grupo, de tu secta… eres todo esto, ya lo eras en la facultad-entonces con menor disimulo- y, además, eres una “trepa” absoluta, todo, cualquier medio vale-absolutamente cualquiera-con tal que doña Ana Matas Quirós consiga su objetivo… o su capricho

-Nosotros, añadió Pedro, podemos dar fe de todo esto entonces… y ahora. Has dejado muchos “cadáveres” a tu paso… pero, Aniuska, los cadáveres no roen sus deseos de venganza, de revancha, durante trece años… eso, como mucho, puede quedar latente, olvidado, enquistado… es preciso reanimarlo con violencia, emplear un auténtico revulsivo, como se actúa ante un fallo cardiaco, para revivirlos, resucitarlos… y eso Aniuska también supiste hacerlo con nosotros hace poco más de un mes. Despertantes nuestros fantasmas ya olvidados y ahora bailarás con ellos, con lo peor de nosotros

-No os entiendo, ¡Esto es una locura! ¡No puede ser ni real! ¿Es una broma pesada? ¿Es eso?... ¡Dios mío, estáis absolutamente perturbados, locos de atar! ¡Dejadme de una vez cabrones e iros de mi casa a la puta calle! ¡Dejadme de una puta vez con vuestras locuras!

-Eso que estás haciendo en estos momentos, eso precisamente es lo que Pedro te acaba de decir que sólo te acarreará situaciones muy muy complicadas, enormes contrariedades, sufrimiento inútil y más dolor del estrictamente necesario. Venimos, Ana, absolutamente determinados a hacer contigo lo que queremos hacer, venimos a disfrutar de ti-quieras o no quieras-y, cuatro gritos y dos insultos de una “niñata” mimada de 35 años, no nos van a hacer cambiar de opinión.

CONTINUARÁ