Ella era así... capítulos 1 y 2
Comienzo de la historia del encuentro entre antiguos amigos con un desarrollo no previsto...
CAPÍTULO 1
Ella era así. La gustaba sentirse observada deseada.
Trabajaba en el mejor despacho de abogados de Madrid, vestía correcta y elegante, con un punto sexi coqueta. Cuidaba su imagen
La seguíamos desde hacía tres semanas y hoy era el día. Queríamos disfrutarla a tope, sólo para nosotros haríamos una sumisa de esa zorra engreída.
Era viernes, el viernes anterior al puente de mayo, y sabíamos que podríamos disponer de ella, sin levantar sospechas, hasta el próximo miércoles-tiempo más que suficiente para nuestros propósitos-.
Era metódica en sus costumbres (una ventaja) y sabíamos sobradamente lo que haría esta tarde. Después de almorzar ligeramente, los viernes siempre sola, en un restaurante de postín próximo al despacho-la llamaban doña Ana y casi tocaban el suelo con la frente ante ella-volvería al despacho para ultimar cuatro detalles, tomar notas de la semana y preparar su agenda. Esta sencilla labor la realizaría despacio, casi con parsimonia, relajada, dejando que sus socios, asociados y meritorios fueran desfilando, despidiéndose y deseándola el consabido buen fin de semana doña Ana, Ana o Anita, según las variantes-incluso había un Aniuska del becario más irreverente. Al fin quedaría sola, sólo acompañada por Bea, su secretaria, que maldecía en silencio y disimulaba mirando fijamente a la pantalla de su ordenador
La hora de salida oficial eran las 19:00. A las 19:30, como todos los viernes, Bea recogería y se dirigiría al despacho de su jefa:
-Necesita algo más de mí, doña Ana
-Ah, Bea, no sabía que aún seguías aquí (mintió con descaro) no, no puedes irte, ya cierro yo, tranquila
-De verdad, doña Ana, no me importa
-No, no tranquila
-Bueno, hasta el miércoles doña Ana, buen fin de semana doña Ana
Bea es una chica morena, espigada, de unos 25/28 años, descaradamente sexi más apropiada como modelo de lencería de calidad que como secretaria de un despacho de abogados. Salió apresurada, con su minifalda roja, sus zapatos planos-también rojos a juego con su bolso-y su blusa blanca inmaculada a las calles madrileñas de ese final de mayo. Habría quedado con alguien o no tardaría en que alguien se acercara a ella. Se contoneaba, de forma innata, derrochando feminidad provocando deseos libidinosos, sin duda, en todos los mayores de diez años (en ellas también).
Bea se alejó y nosotros quedamos expectantes. Sólo quedaba ella, Aniuska, en aquel despacho A lo sumo en quince minutos la veríamos salir, bajaría-como siempre-al aparcamiento subterráneo donde, en una plaza nominal
Pujalte, Matas, Nervión y Asociados
Abogados
Dña. Ana Matas Quirós
le esperaba su BMW M3 rojo.
Ana es moderadamente alta (1,67/1,70), rubia, melena corta, ojos azules, un cuerpo de modelo top ten, unos senos proporcionados y un culo perfecto, incluso respingón una maravilla para sus 35 años. Soltera, sin compromiso, sin novio, sin relaciones tal vez, de vez en cuando, alguna esporádica y anónima para saciar el ansia
19:45 y Ana, como un reloj, salió del ascensor que acababa de llegar al sótano. Traje de chaqueta beige, casi crudo, blusa verde, todo de líneas sencillas, casi fosforito y algo traslúcida-enseñando sin mostrar-, medias crudas y zapatos y bolso del mismo tono que el traje. La falda, por encima de las rodillas una cuarta collar y pendientes de perlas sin pulsera ni reloj, ¿para qué?
Sentimos un latigazo en la entrepierna, respuesta automática al presenten armas que nos producía aquella mujer Nos intercambiamos una mirada de complicidad que, en silencio, equivalía al listos y en sus marcas todo estaba a punto.
Se acercó resuelta a su coche en un aparcamiento solitario y, como todos, escasamente iluminado su plaza, en una esquina, era especialmente lóbrega
-Hola, ¿Ana?
Se volvió sorprendida, pero segura, tranquila, sin mostrar la menor alarma
-Si Ana Matas y ¿usted?
-Juan Juan Marcos ¿no te acuerdas?
Pedro salió de las sombras a su espalda
-Y éste es Pedro, mujer ¿no nos recuerdas?
Se volvió hacia Pedro y, esta vez, si se pudo ver un ligero brillo de alarma en sus ojos
-Pues, la verdad, chicos no os recuerdo lo siento, pero prefiero no fingir
-Ana Matas Quirós, segunda de la promoción (porque el primero era hijo del decano) de la Facultad de Derecho de la Complutense te suena más ahora (dijo Pedro).
-Caramba chicos han pasado doce años
-Trece para ser exactos, maticé, pero estás aún mejor, ¿cómo lo haces? ¿El matrimonio te sienta bien?...
-El matrimonio no, Juan, sigo soltera ¿vosotros?
Se estaba relajando, aquella zorra-tan segura de sí misma-bajaba torpemente sus niveles de alerta pronto sería nuestra, pronto estaría a nuestra merced aquellos desplantes, aquellas risitas con sus amigas, en la facultad, la iban a costar caro muy caro. Trece años de enconamiento, trece años con un odio aletargado que, casi por casualidad, despertó hace un mes. Pero, eso era otra historia ahora había que estar atento seguir minuciosamente, como a ella tanto le gustaba, el plan previsto
-Yo me casé, tuve dos hijos y me separé-dije-. Pedro aún está casado con Marta Figuerola, ¿te acuerdas de Marta?
-Sí, era una de mis amigas, creo que quedó décima o decimoprimera, ¿no?
-Sí, décima, dijo Pedro.
La conversación estaba llegando a un punto muerto poco quedaba por decir tal vez un me alegro de haberos visto, recuerdos a Marta ,a ver si quedamos un día y ya sabéis donde trabajo, llamad a mi secretaria luego, se iría rápido, como siempre
Pero esta vez, no. Esta vez disfrutaría un poco más de Pedro y Juan-los parias de la promoción del 94.
CONTINUARÁ
CAPÍTULO 2
-Bueno, empezó a decir Ana, me alegro un montón de haberos visto chicos. Hacía siglos que no recordaba los bonitos tiempos de la facultad, todos éramos jóvenes, alegres, despreocupados Lo esperábamos todo de la vida que nos quedaba por recorrer, estábamos llenos de ilusión y de enormes propósitos ¡Qué tiempos aquellos! ¡Qué recuerdos! Ha sido un bello momento que creo que saborearé durante todo este fin de semana.
Sí que ha sido agradable, dijo Pedro, recordar esos momentos después de casi trece años. Aunque francamente creo que aún no recuerdas ni siquiera quiénes éramos. Es así, ¿verdad Ana?
Ana trastabilló un poco, como sorprendida por la franqueza poco delicada de Pedro. Parecía otra, más insegura, más vulnerable -No, no es eso chicos Cómo has dicho, han pasado casi trece años, y, lógicamente, no pasan en vano. Seguro que no teníais esas entradas, esa barba recia, Esas arruguitas que nos salen a todos como cicatrices que va dejando el tiempo -
(¡Por Dios! que cursi seguía siendo, era imposible que cambiara lo más mínimo, seguía siendo la niñata insoportable que recordaba de mis años universitarios).
-Bueno Ana, dije, y si tomamos unas copas para celebrarlo Conozco un sitio agradable por aquí. Pedro y yo solemos encontrarnos allí para recordar viejos tiempos y hablar de los nuevos. ¿No te apetecería echar un ratito?
-Venga Ana, animó Pedro, será divertido recordar las antiguas travesuras, los viejos motes Y, a lo mejor, sólo a lo mejor y después de tres o cuatro copas consigues recordar quiénes éramos Juan y yo hace más de doce años. En que puesto quedamos, como vestíamos, que coche conducíamos
Ana dudaba, como sopesando (En realidad no tengo ni idea de quienes son y es curioso, a Marta sí que la recuerdo, pero a estos dos ). Sus ojos inquietos reflejaban su ligera sorpresa, su pequeña alarma, su natural desconfianza hacia las situaciones que no controlaba de forma completa (Por otra parte, ¡qué puede pasar!, son antiguos compañeros, uno está casado con Marta, son abogados como yo, tal vez incluso jueces, o notarios ¡Estoy paranoica!, tanta soledad y, además, sería terriblemente incorrecto...). Al fin pareció decidirse.-Mirad chicos, esto está muy cerca del trabajo y, a estas horas, todos los pub se llenan, no me lo toméis a mal, de una peculiar colección de ejecutivos a la caza casi preferiría, no sé, ¿queréis venir a casa?, tengo de todo y estaré más tranquila, más a gusto, si quieres Pedro puedes llamar a Marta para que se reúna con nosotros
Había picado, la lista de Ana Matas Quirós se estaba metiendo ella solita en la boca del lobo. Era incluso mejor de lo que habíamos podido pensar. Creímos que habría que animarla con unas cuantas copas y, luego, con la excusa de que no estaba en condiciones para conducir llevarla a su casa. Nos estábamos ahorrando unas cuantas copas y hora y media o dos de prolegómenos siempre aburridos y, posiblemente, repletos de ansiedad.
-Ana, dije, no sé, tal vez sea una molestia para ti, en un pub, en una cafetería, tú no tienes que preparar nada, es más cómodo para ti.
Juan te aseguro que no es ninguna molestia, tampoco se trata de organizar el gran banquete, tomaremos unas copas, pondremos música, charlaremos Tal vez incluso un par de chicos tan galantes y educados me echen una mano preparando las copas y los aperitivos, ¿no os parece? Y, si se anima Marta, seremos un par de chicas.
Por supuesto que te echaremos una mano, dijo Pedro, y es muy posible que Marta se anime.
Más de una mano, pensé yo, y no creo que nos convenga que Marta esté.
Bueno, indiqué resuelto, creo que debemos organizarnos El sitio que hemos elegido para estar de charleta es de lo más inhóspito. Como Pedro y yo hemos venido en el mismo coche, yo te acompañaré en el tuyo y Pedro nos seguirá con el suyo, ¿os parece?
Si veis que me pierdo, dijo Pedro, me puedes orientar llamándome al móvil Soy algo torpe en esto de la conducción.
Me dirigí con Ana hacia su coche, fingiendo, lógicamente, que no sabía hacia cual de todos los que allí había nos dirigíamos. Poco a poco nos acercamos a su plaza. Su flamante coche era absolutamente adecuado y coherente con su estilo de vida. Chica triunfadora que, tras dos años de becaria en algún despacho de la ciudad, y ayudada por la influencia de la multitud de amistades, conocidos y familiares que atesoraba había conseguido hacerse un hueco en el prestigioso despacho de Pujalte y Nervión. A los tres años ya era asociada y dos años después, en una de las más fulgurantes carreras que se que recordaba en la ciudad, había adquirido la condición de socia del despacho. Sólo siete años después de acabar la carrera había conseguido ser socia de Pujalte, Matas, Nervión y asociados (lógico cambio de nombre del despacho). Muchos matarían por conseguir esto tras quince años de duro trabajo.
Caramba, dije, veo que la vida no sólo te ha tratado excelentemente en lo que se refiere a tu aspecto físico. Plaza reservada, BMW de ensueño, socio del bufete No sé cómo has conseguido escaparte del matrimonio, me lo tienes que contar, y lo digo muy en serio Ana.
Ella esbozó una sonrisa, absolutamente hipócrita, y se limitó a recordar el tópico de algo de trabajo, mucha mucha suerte y eso de estar en el sitio adecuado en el momento adecuado y enterarse adecuadamente (esto último de clara cosecha propia).
Entramos en el coche en el que empezó a sonar de forma automática música clásica, suave, un popurrí más bien. Encendió el contacto, maniobró con precisión y agilidad y, casi sin darnos cuenta, ya circulábamos por Castellana. Pedro nos seguía a cierta distancia en su Audi.
Ella iba atenta a la conducción, sin decir palabra. Yo aprovechaba para pegar un repaso general a su aspecto. La falda, al sentarse y por los vaivenes de las piernas en los pedales, se había subido más que generosamente y mostraba, con todo lujo de detalles, y casi hasta la parte superior de sus muslos, unas bellas y torneadas piernas. Las ligas de presión de sus medias se dejaban entrever. Más arriba, entre la chaqueta completamente abierta, asomaba la blusa algo traslúcida de un alegre verde. Uno de los botones, descontroladamente suelto sin duda, hacía el escote más amplio y mostraba la parte superior de un sujetador del mismo verde y, esta vez, prácticamente trasparente.
Esta contemplación me hizo volver a sentir aquel latigazo en la entrepierna y, sin poder controlarlo, sentí el tímido comienzo de una completa y apoteósica erección. Era preciso que distrajera mis pensamientos con alguna conversación banal (Pedro, pensé mientras le observaba a cierta distancia por el retrovisor, se lo está perdiendo pero, tampoco tiene estos problemas).
Bueno, Ana, ¿a dónde nos llevas exactamente? No nos has dicho ni dónde vives, aunque estoy seguro que una princesa como tú tendrá un palacio a su disposición como el que se merece.
Sonrió nerviosamente y, utilizando aquella caída de ojos que ya la hizo célebre en la facultad, me dijo suavemente: no comencéis a alargarme continuamente, os aseguro que mi vida es absolutamente cotidiana y normal, llena sobre todo de trabajo, reuniones, clientes, preparaciones, Rutinaria como la que llena la mayoría del tiempo en cualquier despacho de abogados, vosotros lo sabéis de sobra.
Luego se giró levemente y me espetó: oye, por cierto, Juan ¿a qué os dedicáis Pedro y tú? Tampoco me habéis dicho nada
Ah, nuestra vida sí que es absolutamente rutinaria, yo soy el juez de primera instancia en un juzgado de, como lo diría de mierda y Pedro, a él le va algo mejor, trabaja como abogado en la Agencia Tributaria. Como ves nada rutilante y casi diría que podemos dar gracias.
Tampoco es para decirlo así, son ambos trabajos muy dignos, y, al fin y al cabo, vivís ejerciendo el derecho, tal vez más tu Juan que Pedro.
CONTINUARÁ