Ella, él y yo

La primera vez de una pareja con un tercero. una situación caliente e inesperada que me sucedió hace ya un año en Buenos Aires.

Nunca imaginé que algo así podía pasarme a mí, pero me sucedió. Y esto no es un relato más, sino la necesidad de exteriorizar una de las experiencias que cambiaron mi vida para siempre. Fue en Buenos Aires, en noviembre, cuando el verano se acerca.

Hace ya un año de esto, pero la sensación de esa primera vez, la conservo como si hubiera sucedido ayer. Es que en realidad, ayer sucedió, pero por vigésima vez en lo que va de este años.

Alejandra y yo, éramos una pareja caliente, pero heterosexual. Hasta la noche que conocimos a Sebastián, nunca habíamos experimentado otro sexo que no fuera el de siempre: ella y yo. Pero en aquella reunión inesperada en el colegio de mi hijo, la vida nos cambiaría ciento ochenta grados.

Sebastián era un hombre alto, de cabello negro, con cara de hombre recio, aunque al empezar con él, descubrimos que era muy simpático. Ese día vestía un traje oscuro y lo acompañaba su esposa, una rubia elegante y fina que a los diez minutos de conocernos se fue porque, según dijo, "tenía mucho que hacer".

Al término de la reunión, Sebastián nos invitó una copa y fuimos, hasta el momento sin imaginar cuántas cosas pasarían.

Durante la charla en el bar, Seba nos contó que su esposa las cosas no andaban bien y que pensaban en separarse, para luego confesarnos que, en realidad, los problemas habían comenzado por las fantasías insatisfechas de él.

Alejandra enseguida se interesó por el tema. Tomó de un trago el whisky que le quedaba y se tiró con su cuerpo hacia delante mostrando un interés descomunal por la charla. Según me contó horas más tarde, en ese momento ya estaba mojada y por la entrepierna le corría un río de jugo sexual.

Yo por mi parte, aún no había entrado en clima, pero no faltaba mucho. Seba se tiró a la pileta sin salvavidas: "Me gustaría hacer un trío con una pareja porque creo ser bisexual", dijo.

Ale y yo nos quedamos mudos, encendimos un cigarrillo cada uno y pedimos otra vuelta de whisky. Seba se río al ver la sorpresa, que causó, en nuestras caras. Realmente no sabíamos cómo volver a hablar después de tamaña confesión. Pero Seba nos sacó del paso al preguntarnos si no nosotros no teníamos ese tipo de fantasías. Yo iba a decir que no, pero inesperadamente, Alejandra se me adelantó y dijo que "sí". Mi corazón había empezado a temblar aceleradamente y empecé a golpear el piso con los pies.

"Muchas veces soñé con ver a Maxi (yo) con otro hombre para luego sumarme a ellos", dijo Alejandra sin importarle en lo más mínimo mi sorpresa y, claro, mi miedo súbito. Seba sonrío y nos preguntó si no queríamos conocer un departamento que había visto para mudarse cuando se separara de su esposa.

Alejandra, astuta y decidida, dijo que no había problemas y que si no se enojaba (Seba, claro) ella le daría algunos consejos para una decoración no muy costosa. Media hora después estábamos en el departamento tomando whisky, oyendo música chill out y fumándonos un porrito, riéndonos de cualquier cosa.

Seba dijo entonces que tenía calor y se quito la camisa, yo hice lo mismo, pero sin imaginar cuál era la intención, que, tácitamente, manejaban Ale y él. Mi esposa, entonces, se paró y riéndose a carcajadas dijo que no sabíamos quitarnos la ropa, que "éramos patéticos", y le dijimos que nos mostrara cómo había que hacerlo.

Sin darnos cuenta, Alejandra empezó a desabrocharse la blusa lentamente y a mover las caderas, luego, con mucha delicadeza, dejó caer su pollera y se quedó bailando así en medio de la habitación. Seba y yo la mirábamos con la boca abierta y mudos. Estaba hermosa y sexy, con su diminuta braguita blanca, su blusa color salmón desabrochada y sus zapatos de taco, mientras sostenía en una mano el vaso de whisky y en la otra el porro que al final apagó en el piso, para invitarnos a bailar con ella.

Bailamos los tres riéndonos sin arriesgarnos mucho a tocarnos, pero Ale cogió la mano de Seba y la llevó a mi pene que explotaba de excitación, mientras ella empezó a besarme en la boca.

Sebastián me tocó la pija por encima del pantalón, a la vez que ella empezaba a desabrochármelo. Luego Ale y Seba me lo fueron quitando lentamente. Bailamos unos minutos más así, hasta que mi esposa me sacó el boxer de seda y empezó a chuparme la pija despacio, a la vez que le tomaba la mano a Seba para invitarlo a hacer los mismo.

Inesperadamente me encontré con mi pija en dos bocas que no dejaban de chuparme con una dedicación increíble.

Luego Seba se separó un momento y se desnudó por completo. Ale y yo lo miramos y él empezó a hacerse lentamente una paja mientras Ale se metía la mano por debajo de su braguita blanca y yo le sacaba la blusa y el sostén.

Así, los tres desnudos, nos fuimos a la cama y empezamos a tocarnos entre los tres en una orgía desesperada de sabores, pieles, jadeos y olores que nos marearon hasta explotar de calentura.

Lo que siguió después fue en todas las direcciones: Ale penetrada por delante y por detrás por Seba y yo, Ale penetrada por Seba a la vez que yo lo penetraba a él, y, si bien, en esa primera oportunidad no me atreví a ser penetrado, terminamos Ale y yo, con nuestras bocas, sacándole toda la leche a Seba que acabó gritando, mientras mi esposa me besaba en la boca jugando con la lechita de Seba.

Fue increíble, y real, sobre todo real.