Ella, él y yo

Ernesto y yo tuvimos muchos problemas luego de dos años de relación. Nos separamos y ahora quería experimentar

Había estado ocupada toda la mañana con un evento al que la compañía iba a cubrir. Una boda de alta sociedad. Personas muy exigentes y un poco déspotas, pero Matías había aceptado el compromiso dos meses antes y ahora no podíamos echarnos para atrás. Cubriríamos la boda de una de las hijas del gobernador, desde mesa de frutas, coctelería, mantelería y por supuesto el banquete.

En ese tiempo era dueña de uno de los más importantes restaurantes gourmet de la ciudad, estaba por abrir la primer sucursal, un gran paso en mi carrera profesional.

Nos dedicábamos además de atender al cliente como lo desea, a cubrir eventos de todo tipo. Matías y yo éramos compañeros desde la universidad y siempre soñamos con tener un negocio juntos. Mi padre ayudó a que esto sucediera unos años más tarde de que regresara de viajar por el mundo. Ahora él descansaba junto a mi madre en Los Ángeles, mientras mis hermanos se hacían cargo del negocio familiar.

Justo ése día me sentía fatal, tuve insomnio durante toda la noche, más bien tuve mucho trabajo, todo debía salir a la perfección. Y ahora estaba en el restaurant preparando chessecake de zarzamora para mil personas.

A eso de las 4:00 p.m. estuvo todo listo y comenzamos a trasladar lo necesario al lugar del evento, la prensa yacía ahí. Debo reconocer que cuando por fin quedó todo en su lugar me sentí aliviada, aún faltaba el acto en sí, pero ya íbamos de gane. Esto podía significar mucho en  la vida del negocio.

Llegué hasta la barra y le solicité a Charly un mojito. En ese momento vi llegar un auto con dos personas, una mujer y un hombre, parecían a juzgar de lejos los fotógrafos, una vez que se acercaron no me quedó la menor duda. Comenzaron a instalarse, la ceremonia iniciaría pronto y los invitados comenzaban a hacerse presentes.

Transcurrió el acto sin complicaciones, Matías y Charly coordinaban todo. Fui un rato al restaurant y por la noche regresé a la fiesta, ya casi era hora de retirarnos.

La fotógrafa que vi al principio se acercó a Charly y le solicitó una copa de vino, él de inmediato la sirvió y ella le pidió una más, extrañado, Charly la sirvió con toda amabilidad. Me supuse era para su acompañante, acto seguido tomó una copa en cada mano y caminó en dirección a mí, extendió su brazo y me ofreció una copa

-Por el éxito del evento- me invitó a  estrechar la copa con la suya y así lo hice sin dejar de mirarle –que no hubiera sido gran cosa sin nosotras- prepotente, pensé.

La novia interrumpió nuestro brindis para solicitarle una fotos a mi acompañante, de la cual ni el nombre sabía. Se despidió de mí y caminó junto a ella. El vestido de la joven era hermoso, como era obvio llamaba la atención de todo mundo, y claro, era su día. Por su parte mi amiga la fotógrafa prepotente vestía unos jeans negros,  camisa blanca y chaleco azul. No sé por qué todos visten parecido.

Un poco más tarde Alondra se acercó hasta mí, agradeció a nombre de ella y su familia por hacer de su evento algo todavía mejor, como ella lo calificó. Mientras hablaba, Matías me tomaba por la cintura y me jalaba hacia él. Y yo no dejaba de verle, era realmente hermosa, creo que si la hubiera llegado a conocer antes hasta mi amiga hubiese sido.

Al final del evento, Alondra me pidió una cita para tomar un café, pues estaba infinitamente agradecida conmigo por la comida de su evento, a lo que yo respondía que no era más que mi trabajo. Me dio su tarjeta y quedé en llamarla.

Al llegar al restaurant a acomodar todo, me percaté de que Matías no estaba, quizá se fue a descansar, él se había desvelado conmigo toda la noche.

Dejé hechos los pendientes del restaurant y me fui a mi departamento a descansar un poco. Al llegar estaba el auto de Ernesto en el estacionamiento y supe que habría problemas. Me bajé del auto y subí al elevador. Al llegar al último piso lo encontré recargado y dormido en la puerta.

Me acerqué a su lado y traté de moverlo

-¿estás ebrio?- fue lo primero que le pregunté

-Hola nena, claro que no- dijo despertando. Se levantó y me miró fijo

-¿qué haces aquí?- pregunté tratando de ser lo más seria posible

-necesito hablar contigo…-

-Ernesto son las cuatro de la mañana, ¿no pudiste esperar hasta mañana?- dije molesta

-El amor no puede esperar nena, te amo- me tomó de la cintura

-Ernesto ya te dije que lo nuestro ya fue, ahora por favor vete- dije tratando de soltarme de sus brazos

-Dame otra oportunidad- me acercó hasta él y me besó en los labios

Dejé que me besara pero  no correspondí a su beso, luego se apartó de mí

-Estoy cansada Ernesto, te veo luego- lo hice a un lado y entré en el departamento.