Ella, él y yo (2)

Un beso, Clauxs.

Amé a Ernesto con toda el alma, y aún sentía algo por él, una especie de cariño o algo así, pero ya no era lo mismo. Era buen tipo, vivimos juntos dos años, luego de un año de noviazgo justo saliendo de la universidad decidimos mudarnos juntos, al principio todo era felicidad, pero conforme fue pasando el tiempo la relación se fue desgastando.

Ernesto salía tarde del trabajo y se molestaba cuando yo tenía eventos que cubrir, al menos yo nunca le fui infiel, y creo que él a mí tampoco, pero un día luego de una pelea le pedí que se retirara de mi apartamento. Hacía ya dos meses de eso.

Bebí unas cervezas en la sala y luego me fui a dormir. Por la mañana me di un baño a eso de las 10:00 a.m. y salí corriendo al restaurant. Matías ya estaba ahí, era demasiado tarde pues abríamos a las 7 a.m.

-Buen día- saludé a todo el personal y me dirigí con los comensales que había para presentarme y ponerme a sus órdenes.

-Hola Sofi- recibí un cálido beso en la mejilla de Matías y comencé a preparar los alimentos que se solicitaban.

Si bien  Matías y yo éramos los chefs, por mi parte debía encargarme de todo lo administrativo del restaurant.

-Matt- susurré mientras cortaba vegetales –ayer fue quien-tu-sabes a mi departamento- pronuncié en tono de burla haciendo referencia a una conocida película juvenil.

-Y ¿qué pasó?- preguntó mientras seguía preparando aimentos

-Ya sabes, me pidió que regresáramos, y sabes que lo haría, pero igual terminaría-

-¿aún sientes algo por él?- cuestionó en tono serio

-Creo que nunca dejaré de sentir algo por él, pero ya  no lo amo, al menos no siento esa pasión loca que sientes cuando amas- dudé- quizá él se encargó de matar todo lo que había-

-Date una oportunidad con alguien más- Matt permanecía tranquilo en nuestra conversación

-Quizá-

Durante la jornada continué yendo y viniendo por el restaurant como ya era costumbre. Y poco a poco comencé a recordar como conocí a Ernesto.

Él iba en segundo semestre de arquitectura y yo estaba ingresando a primer semestre de gastronomía, era amigo de unas compañeras de clase y en algunas ocasiones entraba con nosotros a clases. Mi mejor amigo desde el primer día fue Matías, éramos inseparables, y de alguna forma lo seguimos siendo.

Fue hasta octavo semestre que Ernesto y yo cruzamos palabras, y fue por que era el cumpleaños de una compañera de clase y fuimos a un bar, ahí estaba él, la verdad no le tomaba mucha importancia, de hecho llegué a pensar que probablemente era gay.

Siempre vistió con ropa muy ajustada y se notaba que cuidaba de su apariencia, era muy delgado, aún conserva el cabello corto y ligera barba de tres días, la verdad siempre se veía muy bien, pero era como una amiga de mis compañeras, sin mucha importancia.

Esa noche bailé un rato con Matt, luego tuvo que retirarse por que su mamá había tenido una crisis asmática.  Así que me senté resignada a beber toda la noche, pero llegó Ernesto y me invitó a bailar, accedí y pasé toda la noche con él. Bailaba muy bien, en definitiva estaba más que convencida que era gay. Vestía un pantalón de mezclilla negro, camisa roja y zapatos negros.

Más tarde se ofreció a llevarme a casa pues había llegado en el auto de Matt, acepté y al llegar a mi departamento le invité una copa, ya íbamos algo ebrios, nos terminamos una botella de champán, y al levantarme del sillón para ir por otra botella me tropecé con una pluma que había en el piso. Ernesto enseguida me sostuvo en sus brazos, de no ser así me hubiera golpeado en la cabeza.

Éramos dos adultos, solos, a altas horas de la madrugada, ebrios, con poca capacidad de raciocinio, yo llevaba algunas hora deseando tocarlo. Lo miré fijamente y me atreví a besarlo, un poco por la situación, otro por que me sedujo su forma de bailar y algo más por que en verdad quería saber si era o no gay.

Ernesto me correspondió más que bien al beso, me tomó por la cintura y continuemos besándonos, me extasiaba esa sensación, no sé si era tanto alcohol, la excitación, la situación o todo junto. Me ayudó a incorporarme por completo pero sin dejar de besarme, lo conduje entre besos a la cava que tenía al lado de la cocina, a tres metros de la sala. Tomé otra botella de champán, y ahora fue el quien guió hasta la sala, me acomodó en el sofá y abrió la otra botella, sirvió dos copas y seguimos bebiendo entre besos, de repente tomó las dos copas vacías y la botella, me ofreció la mano y me condujo a mi habitación, sabíamos que pasaría, lo deseábamos.

Me recostó sobre la cama y dejó en el piso la botella y copas, me dio un beso fugaz en los labios y comenzó a dar pequeños besos en mi cuello, no podía más, estaba más que lista. Metió la una mano entre mis piernas y sentí que me mojé al instante, estaba desesperada por sentir su piel, lo alejé unos centímetros de mí y desabotoné su camisa, toqué su pecho firme y quise más, él hizo un ademán rápido y mandó la camisa al piso, subió mi vestido hasta la cintura y empezó a toquetear mi vientre.

Todo pensamiento respecto a su sexualidad  estaba despejado, quería estar con él, en todo sentido. Era una pasión extasiante.

Por la mañana desperté en sus brazos, no podía creer todo lo que había hecho, me levanté sin despertarlo y me metí a bañar. A medio baño cuando estaba despejando mis dudas llegó el y al verlo desnudo fuera de la regadera supe que quería más, esa fue la primera vez que tenía sexo con alguien en la regadera.

Todos esos recuerdos me entristecían de alguna manera, me hubiera gustado que las cosas regresaran a ser como antes, pero nada es así. Decidí que debía despejar mi mente así que emprendí camino a visitar a todos los proveedores del restaurant para pagar las cuentas de la semana.

A eso de las siete de la noche regresé al restaurant, era la hora en que servíamos muchas tazas de café y muchas donas y emparedados, Matt era muy buen repostero, en realidad era excelente chef.

Me gustaba atender a los clientes por que tanto Matías como yo pensábamos que la atención es algo muy importante en un lugar, y para muchas personas es algo clave en la elección del lugar. Así que en algunas ocasiones él atendía al público y en otras yo. Era como un control de estándar de calidad interno que pretendíamos mantener.

Entre tanto, decidí atender el área de repostería que en su mayoría siempre era para llevar, tomaba órdenes, cobraba y organizaba al personal.

Entre las personas que llegaban al lugar vi estacionarse un audi negro, y vi bajarse a una chica hermosa, Dios que hacía yo opinando así de una mujer… De verdad me cautivó. Cuando entró pude descubrir que era la fotógrafa del evento de la noche anterior, sentí mi cuerpo enrojecerse y mil sensaciones en mi estómago.