Ella, Claudia (5. Una Profesora)

En el siguiente capítulo de la historia de Claudia no pude resistirme a dar un cameo a un querido personaje de otra historia...

Capítulo 5. Una Profesora

Aquel sábado me levanté con la sensación de haber descansado poco,..., y pensando en Claudia. De hecho, incluso había soñado con ella...Con ella dominándome, poniéndome a cuatro en mi misma cama...Lo cierto es que llevaba fantaseando sobre ella sin cesar desde el “espectáculo” que hizo en la cocina hacía ya más de una semana, pero al final me había encontrado con cosas que nunca hubiera sospechado, desde la lluvia dorada a la sodomía. Y lo cierto es que, un primer estupor aparte, había disfrutado todas y cada una de esas sensaciones hasta el último segundo...Las duras labores me parecían fastidiosas, y más lo de que me hiciera limpiarle el piso, pero era un precio que merecía la pena pagar.

Estaba, pues, de buen humor cuando entré en la cocina para prepararme el desayuno. Mi madre ya estaba allí, tomándose lentamente un café mientras hacía el crucigrama del periódico.

-¡Buenos días, cielo!-me saludó.

-Buenos días, mamá-respondí.

-¿Has dormido bien?

-Sí, ¿y tú?

-También-respondió-He comprado gofres de chocolate esta mañana. Están en la alacena.

-¡Ah!-me alegré, yendo por uno tras terminar de prepararme un café con leche-Bien.

Preparado el desayuno, me fui a sentar frente a mi madre, en la mesa de la cocina, y me dediqué un momento a darle vueltas al café para que se enfriase un poco.

-Dime-saltó de repente mi madre-¿Has pensando en lo que te dije?

-¿En qué?

-En lo de Sabrina.

-¡Venga, mamá!-le corté-¿No pensarás en serio buscarme novia, verdad?

-Bueno-sonrío un tanto maliciosamente-Yo pensaba en otra cosa, pero si te gusta mucho, ¿por qué no?

-Esto no es normal-sentencié. Realmente no sabía que pensar ni que decir...Últimamente mi vida estaba siendo, gracias a Claudia, poco normal, pero ese repentino interés de mi madre por mi vida sexual... ¿De dónde venía?

-Es normal que las madres nos preocupemos por nuestros hijos.

-Ya-concedí-Pero no sé de ninguna que le busqué,..., “eso” a su hijo.

-¿”Eso”?-repitió, sarcástica-Que pudoroso eres.

-Es que sólo te falta pagar a una para...-logré contenerme al final.

-Sabrina no es ninguna puta-me cortó, con un ligero tono de molestia en su voz que al segundo se desvaneció-Es una buena chica.

-¿La conoces?-le pregunté, sobre todo por ver si se alejaba todo nubarrón de la conversación.

-Sí-asintió-Como te he dicho, es la hija de una amiga. Y no sólo es una buena chica, simpática y agradable. También es muy guapa. Y muy extrovertida y lanzada-añadió-Que es justo lo que tú necesitas: Una chica firme que te pueda sacar de la apatía.

“Una chica firme que te pueda sacar de la apatía”... Casi pensé por un momento que se refería a Claudia, y es que era una descripción muy certera del efecto que ella, “mi Ama”, había causado en mí.

-Este sábado no puede-continuó hablando-Pero quizá mañana pueda quedar.

-¿Quedar?

-Contigo, para que salgáis, cenéis juntos, os conozcáis-enumeró-Para que hagáis el amor...

No me importó ya la temperatura del café. Vacíe la taza de un trago. Y es que tenía que salir de allí antes de que mi madre continuase por esos derroteros.

-Te has ruborizado, cielito-comentó con voz picara.

-Mamá, por favor.

-De acuerdo, de acuerdo-se rindió-No te “avergüenzo” más, cariño. Pero no hay que tener pudor para hablar de nada en familia. ¡Que hay confianza! ¿O no?

-Hay ciertos temas...

-Eso son tonterías, pero puesto que no quieres, dejémoslo por hoy.

-Gracias-dije.

-De nada-replicó ella-Pero el domingo quedaréis-concluyó con tono imperativo.

.

.

Después del desayuno y de esa nueva charla extraña con mi madre, me puse a jugar un rato con la consola. El sábado siempre lo dedicaba al ocio, pero aquel, como el de la semana anterior, no era como los muchos que le habían precedido...Sólo jugaba para pasar el tiempo mientras esperaba la llamada de Claudia....No estaba seguro de sí debía esperar a que ella viniera o ir yo, por lo que había optado por la primera opción...Y si por ello me ganaba un castigo...Pues debería asumirlo...Recordando sus bofetones y sus azotes...Lo cierto es que no sólo no me entraban ganas de venganza ni ira, sino que incluso me parecía morboso dejar que me tratara así... ¿Y que pasaría hoy? El jueves me había hecho desembalar las pertenencias de sus cajas y luego hacerle sexo oral en la ducha, tras una sesión de lluvia dorada, y el viernes había tenido que limpiar su casa para luego ser sodomizado con un consolador.

No jugué realmente mucho. Al poco de ir dándole vueltas no tardé en encerrarme en mi cuarto, sacando de su escondite las braguitas que me había regalado, para masturbarme pensando en lo delicioso que sería poseer esa suculenta rajita...Seguro que era calentita y muy estrecha, para hacerse notar, aprisionadora, sobre cualquier verga que se aventurara en su secreto interior. Pero ella había dicho que son las Amas las que cogen a sus esclavos y no al revés...Bueno, pensé, quizá si hago muy bien lo que me dice, me ganaré el privilegio de penetrarla... ¡Um!

Estaba todavía tocándome, sin muchas prisas por acabar, cuando de repente alguien llamó a la puerta. Me quedé quieto al momento, a fin de escuchar, y no tardé en percibir los pasos de mi madre, que se dirigía a abrir. Al sonido de la puerta abriéndose le acompañó el sonido de una voz claramente reconocible:

-Hola, Susana-saludó Claudia a mi madre-¿Qué tal estás?

-Hola, Claudia-le respondió-Muy bien, ¿y tú?

-Con muchas cosas que hacer en casa-dijo en alta voz, cosa que entendí que iba dirigida a mí-Sólo vengo a pedirte, si tuvieras, algo de sal. Que con la mudanza tengo la cocina algo desabastecida.

-Claro-respondió mi madre-Espera un segundo.

Yo me levanté rápidamente y me asomé por el pasillo al salón justo cuando mi madre desaparecía en la cocina. Yo me dirigí hasta mi Ama y, no sin asegurarme que la puerta de la cocina había quedado cerrada, me agaché rápidamente para besar su pie y levantarme.

-Buenos días, mi Ama-le saludé, susurrando.

-Vete a tu cuarto-me respondió-Y cuando me vaya, dile a tu madre que sales un momento y ven directo.

-Sí, mi Ama-asentí, desapareciendo de nuevo por el pasillo, antes de que mi madre volviera de la cocina con un paquete de sal.

-¡Aquí tienes, Claudia!-oí a mi madre decir.

-Muchas gracias, Susana-le respondió ésta-Te debo una.

-Bueno, las vecinas debemos ayudarnos-replicó mi madre.

-Desde luego. Tú no dudes en pedirme cualquier cosa.

-¡Claro que no dudaré!-las dos rieron.

-Bueno, ¡nos vemos!-se despidió Claudia.

-¡Nos vemos, vecina!-concluyó mi madre antes de cerrar la puerta.

Después de eso me quedé en mi cuarto esperando tres o cinco minutos que me parecieron seis o siete horas. No quería que mi madre relacionase mi salida con la visita de Clara, aunque pensándolo racionalmente, sabía que no tenía razón para hacerlo aún cuando hubiera salido solo un segundo detrás de ella. En cualquier caso, esperé, y sólo cinco minutos después salí de mi cuarto y, tras decirle a mi madre que me iba a dar una vuelta, salí de casa y llamé a la puerta del 3º B.

No tardó mi Ama en abrir la puerta. Por la forma en que me había hablado antes parecía estar molesta, y pronto me lo confirmó cuando, cerrada ya la puerta tras mi paso, me cruzó la cara de un más que severo bofetón.

-He tenido que ir a buscarte-se limitó a señalar, a modo de explicación-Que no vuelva a ocurrir.

-Mi Ama-empecé-Yo no sabía...-pero un segundo golpe me calló.

-No hables sin permiso, esclavo-me dijo, fría y cortante-Hoy tenemos una visita especial y no quiero que me dejes mal. Es una buena amiga mía y deberás mostrarte encantador, sumiso y obediente. ¿Entendido? No quiero ninguna tontería, te lo advierto.

-Sí, mi Ama-asentí, casi un tanto asustado por su actitud, aunque sin poder no preguntarme sobre quién sería esa “ella”.

-Además, ha venido por hacerme un favor-continuó diciendo, con un tono más suave-Ayer no hiciste muy bien tus labores-aquí tuve que contenerme para no protestar diciendo que era evidente que no, ya que nunca las había hecho-Por eso le he pedido a mi amiga que te enseñe. Ella ha trabajado en muchos hogares como criada. Es muy buena en su trabajo. Y también en otras muchas cosas, pero eso no importa ahora. Ella te enserará. ¿Queda claro?

-Sí, mi Ama.

No había terminado de volver a asentir cuando, por el pasillo, apareció la que era, según la evidencia, la “amiga” de la que hablaba. Era una mujer madura, calculé que no habría alcanzado los cuarenta, y bien conservada. Su pelo era corto y moreno, enmarcando un rostro de igual tez, con dos ojos negros, nariz respingona y carnosos labios. Su blusa y sus tejanos dejaban ver un cuerpo algo rollizo pero no obeso. Desde luego, cuanto menos, me parecía lo bastante atractiva como para fantasear con ella, aunque no fuera precisamente la típica veinteañera buenorra.

-He terminado de ver la casa-dijo aquella mujer-Y sí. Las he visto peores, pero hay mucho que mejorar.

-Me lo imaginaba-asintió Claudia-Y necesito que mi pequeño esclavito aprenda a hacerlo bien.

-Sí-afirmó la otra, no sé si de acuerdo o sólo solícita-Hay que educar bien a los esclavitos. Y yo sé cómo hacerlo.

El tono de aquella mujer no sabía si me ponía caliente o si me intimidada.

-Sé que lo dejo en buenas manos-dijo Claudia.

-Yo le daré una lección rápida. Si tiene cabeza para aprender, tus quejas desaparecerán en unos días, tras mi clase y cuando coja un poco de experiencia.

-Estoy segura-se dirigió hacia la puerta-Bueno, voy al,..., trabajo-me miró-Esclavo, obedécele como si fuera yo quien te diera las órdenes-miró a la mujer-Una vez más, muchas gracias, Rocío.

-No hace falta darlas-le respondió aquella-¿Para que están las amigas?

.

.

Ciertamente. No sabía si realmente había dejado muy mal la casa el día de ayer, pero ya desde que empezamos la “clase” adivine enseguida que aquella vez iba a ser mucho más cansada que la anterior. Aquella mujer, Rocío, tenía unas maneras que me parecían menos frías y más cercanas que las de Claudia, pero no por ello era menos exigente y dominante.

-Dime, ¿ayer fue la primera vez que te encargaste de las tareas del hogar?-me preguntó nada más empezar en la cocina, entre orden y orden.

-Sí, Señora-respondí, improvisando lo de “señora” ya que no sabía como debía tratarla, pero ella pareció o aceptar ese trato o no darse cuenta, puesto que no dijo nada al respecto.

-¿Habías visto a alguien limpiar?

-Bueno-pensé-Supongo que a mi madre alguna vez, pero nunca me fijé-respondí con sinceridad.

-¡Ah! Claudia te puso directamente a limpiar, ¿eh? Más o menos como estamos tú y yo ahora, yo indicándote que hacer y tú cumpliendo.

-Sí, Señora. Así fue.

-¡Esta Claudia!-suspiró-En otras cosas es buena, pero tiene el defecto de que  a la hora de la verdad no quiere...mancharse las manos. Y a veces hace falta.

Dicho esto me quitó la bayeta y el cubo con agua que llevaba entonces en las manos.

-Está claro que tú, pobrecillo, no sabes muy bien cómo hacer estas cosas, pero es que antes de hacerlas hay que verlas. Es una forma mucho mejor de aprender. Pero Claudia no lo admitirá nunca, por eso, por lo que a ella respecta, sus esclavas podrán ser muchas cosas, pero no buenas criadas. No como las mías. ¿Sabes? Muchas de mis queridas esclavitas tampoco habían tocado una fregona en su vida, pero conmigo aprendían rápido. ¿Tú quieres aprender para tener contenta a tu Ama?

-Sí, por favor, Señora-respondí de inmediato, pensando que contentar a Claudia, “mi Ama”, supondría más experiencias calientes.

-Ese es el primer paso: Querer-asintió ella y, mirándome como si antes no me hubiera visto, pareció evaluarme-¿Hace mucho que conoces a Claudia?

-Conocí a mi Ama hace,...-calculé-Más de una semana, Señora.

-Avanza rápido-reflexionó ella en voz alta, más para sí que diciéndomelo a mí-Yo suelo tantear más el terreno antes de ir al abordaje. Claro que ella tiene ventaja por tener de antemano un pie dentro del campo.

Yo no entendía que estaba diciendo, pero cualquier cosa que retrasara el empezar a trabajar, me parecía bien.

-Bueno-dijo con tono de ir concluyendo aquella extraña disertación-Lástima que ya tienes dueña...Hubiera hecho de ti una excelente esclavita si te hubiera descubierto antes.

-Querrá decir esclavito, ¿no, Señora?-no pude evitar preguntar, extrañado.

-No. Esclavita-remarcó la a-No me debería atribuir todo el mérito, pero te diré, joven Federico, que mis habilidades de jardinera hacen florecer la feminidad de los que caen bajo mis cuidados, y de un Eduardo puedo obtener una Sandra, de un Sergio una Sonia y de un Agustín, una Silvia...Tú...-pareció pensarlo-Podrías haber sido, en mis manos, una encantadora Sabrina.

¡Sabrina! Lo cierto es que de su historia lo que más me llamó la atención fue ese nombre que dijo que me hubiera asignado...Eso me hizo recordar durante un segundo la cita que no sabía por qué, mi madre insistía en buscarme...Pero no tenía tiempo para ponerme precisamente a pensar en eso, ya que aquella mujer enseguida acabó con aquella especie de descanso.

-En fin-dijo-Tenemos que ponernos a ello. Y tengo una buena noticia para ti-la miré, quieto, en espera de lo que ella decía que era “una buena noticia”-Yo trabajaré y tú mirarás para aprender.

.

.

Rocío apenas necesitó para la limpieza de todo el apartamento la mitad del tiempo que yo el día anterior y haciendo casi el doble de tareas. Al ir viéndola no pude evitar agobiarme, pensando en que a partir de mañana sería yo quien tuviera que encargarme de todo...En todo el proceso ella apenas dijo nada, salvo alguna indicación muy puntual. ¿Y mi Ama? ¿Dónde estaría? Había dicho que iba,..., ¿al trabajo? ¿Qué trabajo? Bueno, que tuviera un trabajo no era nada precisamente inusual, pero lo había dicho de una forma,..., sospechosa. Eso o que yo ahora estaba suspicaz ante cualquier cosa.

-Bueno-dijo al terminar de fregar el sueño del baño, que era lo que se había dejado para el final-Eso era todo. Sólo queda esperar que se seque. ¿Te ha quedado claro?

-Sí, Señora-asentí. Me había quedado con una idea bastante precisa de cada paso, aunque la idea de tener que repetirlos yo...-Ahora me parece más fácil-comenté, por halagarla.

-Me alegra oír eso-respondió-Porque mañana no estará aquí para ayudare como hoy. Pero pareces despierto, por lo que no creo que tengas problemas.

-Sí, Señora. Gracias, Señora.

-Y dime, ¿cuándo viste por primera vez desnuda a tu Ama?

-¿Cómo?-aquella pregunta me había dejado realmente sin habla.

-La pregunta es sencilla: Contesta.

-Pues,...-no sabía si debía contestar o no.

-¿No has oído a Claudia? Debes obedecerme cómo si fuera ella. Y si eso te supone un castigo,..., pues lo asumirás como un buen esclavo.

-Fue,..., fue el viernes pasado-expliqué-Bueno, realmente no la vi desnuda completamente. Yo estaba en la cocina y ella en la suya. Yo la veía desde mi casa, a través de las ventanas...Ella se quitó la parte de arriba de la ropa, y,..., se echó agua...-mi explicación, además de ser algo apresurada, también denotaba mi nerviosismo a la hora de mencionar ciertos tema.

-¿La parte de arriba? O sea, que le viste las tetas a Claudia.

-Eh,..., sí.

-¿Y te las ha dado a probar?

-No, Señora.

-¿Y su rajita? ¿Qué me dices de eso?

-Eso sí lo he...-me fije en que había salido respondiendo demasiado rápido, lo preferible era decir algo más neutro-Lo he probado, Señora.

-Creo que algún esclavito se está sonrojando-comentó, burlona.

-Sí, Señora-agaché la cabeza, intentando disimular.

-Pero explícame bien eso que has mencionado antes-insistió-¿Qué es eso de que “se echó agua”?

-Ella cogió un vaso y fue derramando el agua sobre sus hombros-le conté-Y ésta caía hacia delante, sobre el pecho, y ella se acariciaba mientras hacía esto.

-¡Ah! Entiendo... ¿Y te pusiste calentito?

-Sí.

-¿Y te tocaste después?

-Sí.

-Sigue contándome. Aparte de a mal limpiar su piso ayer, ¿te ha hecho hacer más trabajos?

-Bueno. Tuve que subir varías cajas cuando se instaló aquí, y luego desempaquetar cada cosa y ponerla en su sitio.

-Pero cuéntame las cosas más interesantes-me instó, sentándose algo recostada en el sofá, al tiempo que dirigía visiblemente una de sus manos a acariciarse la entrepierna por encima de la ropa-Las cosas más calientes. Siéntate a mi lado-me señaló el sitio libre que quedaba a su lado-Y dime hasta el último detalle hasta dónde ha llegado contigo.

No estaba seguro de que a mi Ama aquello le hubiera parecido bien, pero como Rocío había señalado, no tenía opción. Era, o un castigo seguro por no cumplir con sus órdenes de obedecer a su amiga o un castigo probable por cumplir esas órdenes en caso de que le disgustara...Técnicamente, mi juicio racional me señalaba lo injusto de tal decisión, pero había otro algo que lo veía morbosamente lógico. Optando por el segundo, me senté al lado de Rocío y pasé a relatarle lo mejor que pude las distintas escenas que había tenido con Claudia: cuando me masturbó en su cama, cuando me tuvo de rodillas en la ducha y cuando me cogió junto a su escritorio...Ella escuchaba atenta, sin dejar de acariciarse...Incluso había abierto la cremallera del pantalón y sólo una blanca y fina tela quedaba entre sus dedos y su... ¡Dios! Entre lo que estaba relatando y el verla así...Concentrado en fijarme en lo que hacía al limpiar no me había vuelto a volver a observarla a ella, pero ahora, sin poder intentar ni disimular, recorrí su cuerpo...Sus pechos se percibían duros, grandes y bien formados...Respiraba lenta pero agitadamente...Incluso su piel, quizá por la tez morena, me parecía traspirar calor y pasión, despertando del todo mis primarios instintos...Ella también me miraba y en sus ojos vi lujuria y dominio.

-Ahora estás cachondo, ¿verdad?-realmente no necesitaba preguntarlo, yo me limité a asentir-Pues bien. Sácatela.

Esa orden me pillo algo desprevenido. El caldeado ambiente lo estaba prácticamente “anunciando”, pero me sorprendió que fuera tan directa. Pero, tras el primer momento de desconcierto, obedecí, bajándome el pantalón y la ropa interior hasta los tobillos. Mi mástil no estaba todavía del todo erecto, pero no le faltaba mucho. Ella se inclinó un poco para alcanzarlo y lo rodeo suavemente con sus dedos, acariciándolo, antes de terminar de agarrarlo y comenzar lentamente a masturbarme.

-Tu amiguito no está del todo listo-comentó-Pero es algo que puede arreglarse.

Yo no dije nada, me quede callado y cerré los ojos, a fin de concentrarme en la sensación de su mano, firme, acelerando sus movimientos. Mi verga se endureció rápidamente bajo la aumentante presión de sus dedos. Cuánto más rápido agitaba mi mástil más apretaba, hasta que un ligero dolor pareció más la sensación de placer. Dudé entonces, temiendo que ella, como mi Ama el domingo, fuera sólo a tocarme. Pero ella pronto la despejó.

-Muy bien-dijo, pasando a desabrocharse los botones de la blusa. La tela fue abriéndose y dando paso al color de la carne y a dos bien formados y grandes pechos. Lo hacía lentamente, como para deleitarme con el “show”, e igual de pausada fue al terminar para quitarse tanto la blusa como el sujetador...Y sus dos tetas quedaron ante mí como dos melones en el mercado. Ella se las acarició suavemente...Me tenía a cien-¿Te gusta lo que ves, eh?

-¡Sí, Señora!

-Ven-me indicó, yo me acomodé en el sofá para inclinarme sobre ella, que con sus manos rodeo suavemente mi cara y, casi con tacto maternal, me condujo hasta uno de sus rosaditos y duros pezones-Venga, bebito. Toma del pecho de esta mamaíta.

Me encantó que me dijera eso y desde luego no necesitaba más invitaciones. Rodeé con mis labios su pezón, que empecé a acariciar y a recorrer con mi lengua. Me centré en eso en un principio, pero pronto quise abarcar más...Intenté abrir más la boca, como queriendo tragarme entero aquel gran pecho, y saboreaba con mi lengua cada centímetro de su piel. Ella con su mano derecha acariciaba mi nuca mientras con la izquierda llevo mi propia mano a su otro seno, donde acaricié su suave piel, amasándolo, jugando con el pezón.

No sé cuánto tiempo estuvimos así: yo encima, rodeado por sus brazos, que me acariciaban, mientras disfrutaba de sus pechos, y ella recostada, acogiéndome y dejándome hacer como una madre a su niñito consentido.

-No te cansas, ¿eh, bebito?-dijo al cabo. Yo me detuve y alcé un poco la cabeza, pensando en protestar, pero ella con un dedo cerró mis labios-No es un reproche, bebito-me dijo, adivinado lo que pensaba-Pero es que aún queda juego. ¿O no quieres probar más cosas?

-Claro que sí, Señora-respondí rápidamente.

-Ve quitándotelo todo, bebito-me ordenó.

Dicho y hecho: al segundo ya estaba mi ropa dispersa por el suelo. Ella, mientras me desvestía, se tumbó en el sofá, agrupando los cojines bajo su cabeza. Cuando terminé de desnudarme, me atrajo sobre ella... ¿A dónde estaría dispuesta a llegar? La idea de penetrarla, de meterla era... ¡Uf! Estaba apoyado sobre ella, y su mano se introdujo entre nuestros cuerpos para volver a rodear a mi amiguito. ¡Uf! Volvió a masturbarme, esta vez rápidamente desde el principio...Su otra mano, en mi nuca, me hizo inclinar la cabeza lo suficiente como para besarnos...Sus labios parecieron querer devorar los míos mientras su lengua entre con fuerza en mi boca. Era la situación más morbosa y excitante que había vivido nunca.

-Avanza un poco, bebito-me dijo.

Obedeciendo, me alce y avancé, puesto de rodillas, sobre ellas, mis piernas alrededor de su torso. Ella colocó mi polla entre sus tetas, que estrechó sobre ésta, como si quisiera aplastarlo... ¡Um!

-Ya verás lo acogedores que son mis pechos, bebito-dijo.

Empezó a mover sus pechos arriba abajo, sin dejar de apretar. Entre sus calurosas y duras tetas mi polla me hizo experimentar aún más placer que cualquier masturbación. Ella se inclinó para alcanzar con su lengua la punta y, cuando el vaivén de sus pechos se la acercaba, no dudaba en lamerla... ¡Aaaah! Cerré los ojos y me agarré al respaldo del sofá. ¡Dios! Me sentía a punto de estremecerme de placer... Había fantaseado muchas veces, pensando en follar, pero nunca me había imaginado algo así...

Aquella cubana, sin embargo, no duró mucho. En seguida pareció querer ir a más y, moviéndose para cambiar de posición, de repente la encontré casi debajo de mí. Sin decir ni una palabra, se introdujo de una vez mi polla en su boca y me hizo sentir su lengua recorriendo mi glande y su aliento alrededor de mi mástil. Parecía querer hacerme experimentar cada vez más fuertes experiencias, como si quisiera ver cuánto aguantaba. Desde abajo, tenía sus ojos fijos en los míos sin dejar de chupármela...Su lengua recorría de arriba abajo mi verga, haciéndome sentir bien el húmedo calor de su boca... Una de sus manos acarició mis testículos... Y sí. Entre lo caliente que estaba y los placeres que me había hecho descubrir, no tardé mucho más en correrme...Apenas pude decir unas palabras para advertirle, pero ella en cualquier caso no se apartó y me hizo terminar en su boca...Sentí los borbotones de mi semen brotar directos sobre su lengua y la note tragar...Un hilillo de leche sobresalió de entre sus labios... Pero ella no dejó de chupar, incluso cuando ya había acabado, hasta que me dejo la polla completamente limpia.... ¡Buf! El placer me había hecho estremecerme, sintiendo como una pequeña corriente que me recorriera todo el cuerpo, casi paralizándome, permitiéndome sólo sentir el orgasmo en la plenitud de la eyaculación.

-No ha estado mal, esclavito-dijo, sonriendo, antes de recogerse con la lengua ese hilillo.

-Veo que os habéis divertido-la voz de Claudia sonó de repente.

Me giré rápidamente. Mi Ama estaba en la puerta, pero no la había oído ni abrir ni cerrar la puerta. Rocío no pareció afectada por su llegada, pero yo me puse bastante nervioso. Claudia fue hasta una mesilla que había al otro lado de la pared y dejó allí un paqueta, volviéndose luego hasta nosotros, que seguíamos igual.

-Espero que hayas atendido en la lección, esclavo-me dijo.

-Sí, mi Ama.

-Por hoy puedes irte.

-Sí, mi Ama-dije levantándome y recogiendo mi ropa lo más rápido que podía para vestirme.

Rocío, sin embargo no se movió. Me contempló mientras me vestía.

-Lástima-repitió-Qué gran esclavita habría hecho de ti.

-Rocío...-dijo Claudia.

-¡Era broma!-le respondió ella-¿Has traído eso?

A modo de respuesta, Claudia abrió el paquete que había traído y sacó otro paquete...Miré de reojo mientras terminaba de ponerme los zapatos...Era de un sex-shop, y, si no me equivocaba, se trataba de un consolador de dos puntas...El paquete era fino, pero muy largo... ¿Sería para usarlo ellas dos?

-Tardas mucho en vestirte, ¿eh?-la voz que me recriminaba, para mi sorpresa, era la de Rocío, que finalmente se había levantado.

-Ya he terminado-dije.

-Mañana a las diez-me señaló mi Ama como toda despedida.

Me dirigí hacia la puerta. Hubiera querido quedarme aunque fuera a mirar, pero no quise molestar a ninguna de las dos...Cuando cerré la puerta tras de mí, lo último que pude ver a las dos mujeres, de pie, fundidas en un profundo beso...