Ella, Claudia (4. Aprendiendo...)
El inicio de una esclavitud...
Capítulo 4. Aprendiendo...
La tarde de aquel jueves estuve encerrado en mi cuarto, pensando en ella y tocándome, no una ni dos, sino hasta tres veces. Mientras los excitantes y recientes recuerdos, que aún notaba casi como los viviera, de lo que había pasado en el baño de Claudia me inspiraban de sobra para masturbarme, también me inquietaban los nervios que sus palabras habían encendido... Ella me había dicho que sería su esclavo y, recopilando mis experiencias con ellas, intuía que era algo más de lo que mi morbosa mente podía imaginar y que hablaba de una esclavitud mucho más que “sexual” y “simbólica”.
Me era casi imposible pensar en las consecuencias de lo que acababa de pasar y en lo que ella podía hacer con las fotos que había sacado mientras mi imaginación volaba haciéndome sentir nuevamente en mi boca el sabor de su intimidad y el manjar de sus juegos... Y tampoco después, cuando el placer había brotado, podía concentrarme para intentar adivinar lo que me tendría deparado, aunque no sabría decir si de verdad era por falta de imaginación o más bien porque temía lo que pudiera pasarme realmente. A fin de cuentas, fantasías y erotismos a parte, ella era una verdadera desconocida. Y se había hecho con fotos muy comprometedoras...
No tardé en desistir e intenté concentrarme en cualquier otra cosa, revisando un trabajo de clase para distraerme y no pensar en ello, diciéndome a mí mismo que no valía la pena imaginar cosas. Pero lo que ella pudiera obligarme a hacer... Incluso mi madre, que por otro lado estaba acostumbrada a verme abstraído, pareció preocuparse cuando me vio más absorto de lo común durante la cena:
-¿Estás bien, cielo?-me preguntó.
-Sí, mamá-contesté.
-Te notó algo raro hoy-comentó.
-¿Eh?-pregunté, como si no tuviera idea de lo que decía-Estoy bien.
-¿Problemas con los deberes?
-No.
-Ya sabes que puedes contarme cualquier cosa.
-Ya-asentí. Lo cierto es que estaba algo extrañado por su repentino interés.
-¿No habrá alguna chica detrás de todo, no?
-No-dije, a duras penas conteniendo una delatadora sonrisa... Lo cierto es que sí era una “chica”, aunque pensé que no como mi madre la imaginaba.
-¿Sabes? La hija de una compañera de mi trabajo va a tu misma clase.
-¿Sí?
-Sí. Es una chica encantadora y guapa. Se llama Sabrina-hubo un breve silencio, que la hizo seguir hablando cuando vio que yo no iba a decir nada-¿Quieres conocerla?
-Bueno...-sinceramente no sabía ni que pensar ni que decir. Esta salida era completamente nueva, nunca antes mi madre había venido a mí con ocurrencias semejantes ni haciendo de celestina para buscarme novia-No sé...
-¿Es que no te gustan las chicas?-preguntó repentinamente, muy seria.
-¡Sí!-dije de inmediato, casi sin pensar.
-Bueno. Tranquilo. Si no fuera así, tampoco pasaría nada malo. Soy tu madre y te aceptaré como seas.
-Me gustan las chicas-dije. No sé por qué me había molestado tanto, pero quería dejarlo claro.
-¿Quieres conocer a Sabrina, entonces?
-...
-¿Sabes? Supongo que todavía no has tenido “esa” conversación, y lo cierto es que sería quizá más cosa de tu padre, pero no confió en lo que él te diga.
-Mamá...-empecé a decir, sin saber muy bien como iba a continuar.
-Estás en la edad. Es comprensible-me dijo, y yo no dejaba de sentirme algo incómodo, deseando sólo irme de allí y encerrarme en mi cuarto-Y supongo que estarás deseando catar a alguna para dejar de machacártela solito.
Sinceramente, me dejó con la boca abierta, mirándola como si no reconociera en ella a mi madre si no a una desconocida.
-¡Venga! ¿No pensarías que no lo sabía? No tengo ni que imaginarlo. Es lo normal a tu edad. Lo que me preocuparía sería que no lo hicieses.
No sabía que decir.
-En fin. No te voy a avergonzar más,..., por hoy. Pero le voy a plantear que venga a cenar el sábado o el domingo. Seguro que te gusta.
-Pero, mamá-pude al fin chapurrear.
-¿Qué?-me cortó-¿Crees que me extralimito?-rió-Un poco. Pero si no lo hago yo, ¿quién lo va a hacer? Ya veo que tú no.
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Aquella extraña conversación de sobremesa con mi madre me había logrado hacer olvidar, aunque me había parecido casi imposible, durante un momento, a pesar de lo tenso que me hacía sentir, lo que había experimentado aquella tarde con Claudia. Pero el efecto no fue muy duradero y ya al irme al acostarme no pude pensar en otra cosa que en lo que pasaría en la próxima ocasión en que fuese a la casa de enfrente.
Ni siquiera pude, esa noche, dormir del todo bien. Ansiaba que llegara el día, que corriese el tiempo para volver a verla lo más pronto posible y, por otro lado, quería todo lo contrario. Por un lado ella me había masturbado y me había hecho hacerle sexo oral, por lo que esperaba que la próxima fuese todavía más lejos,..., por otro, no sabía que me ordenaría. Ella tenía la sartén por el mango.
Me desperté a las seis de la mañana y no tardé en levantarme. Y eso aunque era viernes y no tenía clase hasta las once, pero no podía quedarme quieto. Intenté concentrarme en la lectura, pero eso sí, sentado junto a la puerta, por si escuchaba abrirse la del 3º B.
Me rondaban las mismas preguntas y dudas que ya me planteará la tarde anterior volvían. ¿Qué pensaría pedirme esa mujer, qué tendría planeado, para qué querría un esclavo? Lo único claro es que debería hacer lo que me ordenara, o mi madre vería un par de fotos, si es que no tenía más, muy comprometedoras. Y realmente, pensé, no era sólo que las viera mi madre. ¿Y si las ponía en la red? No quería ni imaginarlo. Y estaba seguro de que cuánto más me sometiera, más material tendría para mantenerme atado. No había salida más que la sumisión y tenerla contenta... Lo cierto es que era preocupante... Y me hubiera inquietado más si la morbosidad no me hubiera señalado el aspecto más,..., positivo.
Dos suaves golpes me sorprendieron. Llamaban a la puerta. Por instinto miré el reloj y vi que eran las nueve y cuarto, mi madre ya se había ido y estaba solo en casa. Técnicamente no tenía que venir nadie, por lo que supuse que sólo podía ser una persona. Y así era, al abrir, ahí estaba: Claudia.
-Saludos, bebito-dijo entrando.
-Buenos días-la correspondí al saludo y, recordando lo que había dicho ayer, añadí rápidamente-Mi Ama.
-Bien-asintió-Me gusta los que aprenden y se adaptan rápido-dijo sentándose en el sillón de mi madre, frente al televisor, en el salón-¿Hoy cuándo tienes clase?-me preguntó de repente.
-Hoy tengo sólo dos horas de clase, de once a una-le respondí, aunque no entendía la pregunta.
-Y tu madre, si no me equivoco, nunca llega antes de las siete, ¿verdad?
-Así es-confirmé, preguntándome cómo lo podía saber.
-Bien-asintió, más para sí que para mí-Dame tu llave-me ordenó de repente.
-¿Perdón?-fue mi respuesta inmediata.
Ella, como respuesta, se levantó y fue hacia mí. Instintivamente dí un paso atrás.
-Sigue y será peor-dijo, con un tono de voz repentinamente serio.
Quede quieto y, cuando estuvo frente a mí, sin dudar y como ya había adivinado, viéndola caer sobre mí, me cruzó la cara de un severo bofetón. Dos veces.
-Un buen esclavo debe asumir el castigo por sus faltas-me advirtió-Si no, éste se dobla.
-Sí, mi Ama-asentí-Lo siento, mi Ama.
-Bueno. Seré piadosa y no te lo tendré en cuenta-dijo volviendo a sentarse-Sólo porque al fin y al cabo es tu primer día.
-Gracias, mi Ama.
-Y ahora-tendió la mano hacia mí-La llave.
Supuse que sólo podía referirse a la llave de la casa, de la que guardaba mi copia en mi cartera. No sin dudas que intente que no viera, se la dí.
-Bien. Luego te la devolveré, esclavo-la guardó en su bolso, que había dejado en el suelo, a su lado-Cuando me haya hecho una copia.
¿Una copia? ¿Para qué? La idea de que me estaba metiendo en un lío y de los grandes empezaba a agobiarme.
-Dime, esclavo-dijo mirando a su alrededor-¿Quién se encarga aquí de la limpieza, de las tareas del hogar?
-Mi madre-respondí.
-Es lo que pensaba-se quedó callada, como pensativa-¿Y sabes quién se va a encargar de ellas en mi casa?
-Eh...-la respuesta parecía demasiado evidente-¿Yo?
-Muy bien. Cuando vuelvas de clase, ve directamente a mi casa. Te estaré esperando.
-Mi Ama...-no sabía como interpelarla-¿Puedo hablar?
-...-pareció pensarlo-Adelante.
-Mi Ama... Es que yo no sé,..., bueno, hacer las tareas...
-Aprenderás. Limpiar la casa de su Ama es tarea propia de sus esclavos, ¿o no te lo parece a ti?
-Sí. Me lo parece.
-Entonces, piensas bien-me miró, como analizándome y, de repente, cambio bruscamente de tema-Debo decir que ayer no lo hiciste nada mal...Teniendo en cuenta que era tu primera vez, pero eso también...lo aprenderás. Con práctica-me miró, la lujuria brillaba en sus ojos verdes-Con mucha práctica.
-Sí, mi Ama-me limité a asentir...Lo de la limpieza no me hacía mucha gracia, pero ella era capaz de excitarme con unas palabras en cualquier momento.
-Y ayer te fuiste de mi casa muy caliente, ¿verdad? Te aplicarías un remedio para esa...fiebre, supongo, ¿no?-su voz era insinuante.
-Sí, mi Ama-le respondí-Varias veces.
Ella sonrió, asintiendo, como satisfecha de haber obtenido la respuesta que esperaba:
-Dime-su mirada parecía ahora más que nunca escrutarme en busca de algo-¿Me deseas?
-Sí, mi Ama-le respondí, apenas logrando contener mi emoción...De nuevo quería imaginar que estábamos en el preludio de algo...
-Um...-suspiró levemente-Te imagino en tu cama, masturbándote, pensando en que son mis manos las que te llevan hacia el dulce orgasmo-su voz era sugerente, sensual-Y también un poco asustado, ¿no?, ¿que puede suponer la esclavitud?-se levantó y se acercó a mí, de frente, hasta que nuestros alientos casi se cruzaban-Puedes estar tranquilo. Soy dura y exigente, pero no pido nada que no se me pueda dar. Otra cosa sería imposible. Sírveme bien y no te arrepentirás de haberte sometido a mi voluntad-su mano se posó en mi entrepierna, que sólo necesitaba eso para terminar de endurecerse-Creo que esto es un “sí”-se inclinó un poco y me besó suavemente en la frente-Bueno-se separó, cogiendo su bolso y marchando hacia la puerta, dejándome con el calentón-No olvides nuestra cita, esclavo.
-No me olvidaré, mi Ama-confirmé.
-Más te vale-dijo saliendo y cerrando tras de sí con un portazo.
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Cuando finalmente me encontré de nuevo ante la puerta del 3º B tuve un nuevo estremecimiento. Llevaba varias horas, desde que Claudia se fuera de mi casa, ansiando que ese momento llegara y temiendo al mismo tiempo que lo hiciera. Seguían los mismos sentimientos contradictorios burbujeando en mi cabeza: el deseo por la experiencia sexual y el recelo ante las exigencias de una mujer que me tenía al merced de su chantaje.
Lo de que fuera mi “Ama” y yo su “esclavo” podía parecer muy morboso en términos sexuales y no podía negar que alguna vez, por lecturas en páginas de relatos, había tenido alguna fantasía así, de ser sometido por alguna mujer. Pero tenía claro que Claudia iba más allá de hacer teatro en la cama. Ella quería someterme de verdad y por completo a su voluntad... No dejaba de tener su morbo, pero también despertaba mis recelos más profundos...Siempre me había gustado ser independiente, ir a mi bola, sin rendir cuentas, y ahora... Bueno, tampoco podía realmente elegir: Me había metido yo sólo en la boca del lobo y las fotos que ella tenía eran los colmillos.
Claudia no tardó en aparecer cuando finalmente cobré valor y llamé a la puerta. Su vestimenta me atrajo rápidamente, pues llevaba una blusa de tonos naranjas y verdes con un escote muy provocativo, acompañado de una minifalda que no le llegaba a las rodillas y que era igual de estridente. En cualquier caso, iba a saludarla cuando, tras cerrar la puerta a mi paso, me recibió con un severo bofetón.
-Has tardado mucho-se limitó a decir.
-Lo siento, mi Ama-me disculpé. Realmente no sabía por qué, había sido una respuesta mecánica, como si me hubiera movido un extraño resorte, aunque al segundo, pensándolo, no sabía la razón por la cual me dejaba tratar así... ¿Había tardado mucho?
-Antes que nada-empezó a decir-Ponte a cuatro patas ante mí.
Me sorprendió mucho su petición, pero sintiendo todavía el calor de su mano en mi mejilla, no dude en obedecer lo más rápido que pude.
-Bésame el pie-ordenó secamente.
¿Besarle el pie?... ¿A qué venía eso?... Pero supuse que era mejor obedecer y, además, me dije, tampoco era para tanto. Me incliné cerca de su pierna derecha, que acaba como la otra en una zapatilla que dejaba gran parte del pie al descubierto. Cumplí su orden y lo besé.
-Muy bien, bebito-dijo-Esta es una lección de “protocolo”. Es así como deberás saludarme desde ahora en adelante-yo iba a levantarme-Espera-me cortó-No te he dicho que puedas levantarte-me agaché de nuevo-Ahora-de un movimiento su pie derecho se descalzó y quedaron sus dedos al descubierto, dedos que ella no dudo en dirigir a mi cara-Lame.
¡Buf! Admito que no sabía si me daba más asco o más morbo la idea de lamerle el pie, y no es que pareciese especialmente sucio o poco aseado...Finalmente y sabiendo lo que me podía pasar si mostraba remilgo, el morbo se impuso. Acerqué lentamente la lengua y comencé a recorrer, primero la parte superior de sus dedos, luego las yemas, los intermedios,..., todo lo que quedaba a mi alcanza.
-Bien, bien-asintió ella-Ahora el dedo gordo, ¡a la boca!
A estas alturas ya no tenía dudas y me lo introduje al instante, rodeándolo con mis labios, recorriéndolo con mi lengua y succionando como si fuera un pezón. Me tuvo unos segundos así hasta que finalmente:
-Bien. Basta-ordenó-Puedes levantarte.
Me alcé inmediatamente, ansioso por saber que sería lo siguiente que me exigiría.
-Bien, esclavo. Hoy es tu primer día de aprendizaje.
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Lo cierto es que ella mismo me lo había dicho, pero hasta que no me llevó hasta el armario empotrado que había convertido en el almacén de los productos de limpieza, no me lo creí. Me había dicho que debería ocuparme de las labores domésticas de su casa y no había mentido. Yo, que nunca había quitado ni la mesa ni fregado un plato, me encontré de repente, bajo sus órdenes y su supervisión, manejando el plumero, la bayeta, la escoba y la fregona...Y me parecía agotador y fatigoso.
-Así no vas a terminar nunca, esclavo-me decía ella cuando me veía flojear demasiado o parar un momento-Y ya verás cuando lleguemos al baño.
Es cierto es que había un punto de excitación, pero realmente el agobio y el cansancio que se me fueron echando encima lo que me hacían desear era más irme a mi casa a descansar que irme a la cama con ella aunque me lo hubiera propuesto, cosa que por supuesto, no pasó. Su piso no era realmente grande, pero entonces me parecía inacabable.
Entre unas y otras, las indicaciones asépticas que me hizo y las demás instrucciones de cómo debía hacer las tareas, estaban tan ausentes de cualquier tono sensual y de cualquier palabra ambigua, que realmente me convencí por un momento de que lo que había parecido un juego sexual no había sido más que el cebo para tener un asistente gratis. Ella quería un esclavo, pero uno real, no uno sexual. Y con esas fotos que tenía... Lo cierto es que había sido idiota y me lo había ganado.
Pero no tardaría en ver, para mi regocijo, que esa impresión no estaba acertada. La primera señal fue cuando ella, estando en su dormitorio, que fue la estancia que dejó para el final, se tumbó en la cama mientras yo quitaba el polvo de las estanterías.
-Pasa bien el plumero-me dijo, vigilándome-Hay mucho polvo por aquí. Cubriendo muchas cosas.
-Sí, mi Ama.
-Y otras que lo necesitan...
-...-trague saliva, ¿sería esa insinuación el principio de lo que tanto deseaba?
-Yo misma, por ejemplo...
¡Oh, sí! Mi imaginación fue rápida: estando los dos en su dormitorio y ella acostada en su cama, prácticamente diciendo que necesitaba sexo... Era demasiado bueno para ser verdad. Decidí ir con cautela.
-¿Sabes lo que digo, bebito?-me preguntó con voz insinuante.
-Creo que sí, mi Ama-respondí, con cuidado.
-Necesito placer... Necesito una buena polla.
Mientras hablaba, casi susurrante, la mía ya se había alzado, ansiosa por lo que creía que sería, por fin, su primer gran momento.
-Y aquí tengo una que me satisfará-siguió diciendo. No sé como me contuve sin desnudarme y arrojarme sobre la cama.
Ella, mientras yo hacia esfuerzos por seguir con lo que hacía, se dio la vuelta y, girándose, se estiró hasta alcanzar la mesita de noche que había al lado de su cama. Con disimulo observe su entrepierna: unas braguitas blancas se dejaron ver un momento bajo los pliegues de su falda. Me volví a lo mío antes de que se volviera hacia mí.
-¡Y aquí está!
Aquí no pude contener la curiosidad y miré. Para mi decepción lo que “estaba” era un largo aunque fino consolador que debía haber sacado del cajón que ella empuñaba como un cetro.
-Este amiguito me ha sabido proporcionar grandes momentos de placer.
Eso dijo mientras se lo acercaba a la cara, como queriendo examinarlo lo más detalladamente posible. Yo había dejado de lado la tarea y me limitaba a contemplarla, esperando ver lo que pasaba... ¿Iría a usarlo delante de mí? ¿Querría o no que lo hiciéramos?...
-Um-murmuró de repente, como con un poco de disgusto-Tiene algo de polvo. Así no puedo usarlo.
Entonces me miró. No sé que vi en sus ojos, pero supe que pasaría algo que en principio no me iba a ilusionar precisamente.
-Bebito-me dijo-Deja lo que estás haciendo y limpia esto.
Yo no sabía que hacer, pero para que no pensará que no me movía, me acerqué a ella plumero en mano.
-No necesitas el plumero-me detuvo-Déjalo por ahí.
Lo deposité en la estantería y, llegando a la cama, me senté en el borde de ésta, al lado de Claudia. Ella, entonces, me acercó aquella imitación a la cara:
-¿Ves? Está algo sucia.
-Sí, mi Ama-asentí.
-¿Y sabes cómo se limpiaría mejor?
-No, mi Ama.
-Lo que mejor le viene es saliva-respondió-Saliva caliente, directa de la fuente.
¿Saliva? Dude un momento, pero enseguida vi lo que se estaba proponiendo realmente. ¿Quería que chupase su consolador?
-No hagas que piense que dudas, bebito-me dijo, sensual pero amenazante.
Yo no tenía más remedio que hacer lo que me decía, así que me incliné sobre ella, que dirigió la punta del juguete hacia mi boca. Nunca había hecho algo así y desde luego nunca me había imaginado, ni de lejos, ni con hombres ni nada perecido. Consolé a mis instintos heterosexuales con la idea de que lo que iba a chupar no era una polla de verdad, sino un trozo de plástico, con la misma significación que si lamiera su zapato.
-Venga, bebito-insistió ella-Sé que te va a gustar.
Pensé que esa sería su última advertencia “amistosa”, por lo que no me entretuve más. Acerqué mis labios a la punta del consolador, que se acercaba por el otro lado, hacia mí. Abrí los labios y dejé que ella lo introdujera entre ellos y era lo bastante fino como para entrar hasta más allá de la mitad del mismo.
Efectivamente. El tacto y el “sabor” que se percibían eran, como me había dicho, en el fondo no muy diferente de lamer la superficie de un zapato. Pero no era tan sencillo. Con un simple gesto de su muñeca, hacia delante y hacia atrás, me estaba introduciendo y sacando repetidas veces ese consolador cuya punta llegaba a mi garganta. Podía pensar lo que quisiera, como si quería imaginar que era un raro fetichismo, pero lo cierto es que ella me estaba follando la boca... Y es que, además, por mucho que me disgustara, lo cierto es que me parecía morboso, me gustaba...Me gustaba ser así,..., usado a placer por Claudia.
-Así, así-decía ella-Dale abundante saliva a mi amiguito. Eso es lo mejor.
De repente la sacó del todo y, dejándola frente a mí, esta vez alzada me dijo:
-Lo has hecho bien-asintió-Ahora, lame, recorre bien sus lados con la lengua.
En esta segunda ocasión no tardé ni dudé tanto. Al momento recorría con mi lengua aquella falsa verga, que no era lisa, sino que la recorrían fingidas venas y concluía en un abombado glande. Como un perro la lamía desde la base hasta la punta, una y otra vez, una y otra vez.... Ella no hablaba, pero lo que percibía de su mirada y de su sonrisa hablaba con toda elocuencia.
-Lo has hecho muy bien, bebito-dijo retirándolo-Está casi listo para dar placer su dueña-comentó y, acto seguido, le dio una rápida chupada...-Pero le falta algo. Le falta algo...-se me quedó mirando, como si le diese vueltas a algo-Bebito-se alzó y se acercó a mí, como si fuera a besarme-Quítate la ropa.
Realmente eran las palabras que llevaba esperando desde que había entrado en la casa. Apenas tarde un minuto en quitarme, casi arrancarme, toda la ropa y quedar como había venido al mundo...Con mi miembro erecto, deseoso de una acción que ya casi sentía en marcha. Pero mientras yo arrojaba casi sin mirar dónde la ropa, ella había vuelto a explorar en el cajón de su mesita y de repente, mientras yo estaba desnudo y de pie al lado de la cama, ella apareció también desnuda –no había visto cuando se había quitado la ropa- y con aquel juguete armado y atado su cintura con una especie de cinturón. Vi entonces claro que no era lo que yo pensaba...
-Bueno, bebito, creo que ya sabes lo que toca-me dijo sin más.
-Creo que sí, mi Ama-asentí...De hecho, casi estaba temblando... ¿Pensaba follarme, sodomizarme con aquel consolador? Por un momento hasta me temblaron las piernas...Imaginaba que eso dolería y aunque había visto en páginas de relatos historia sobre el placer que iba tras el dolor, lo cierto es que no tenía ninguna gana de probar.
-Inclínate sobre el escritorio-me ordenó, señalando a mi espalda.
Miré hacia donde apuntaba. Hay había un escritorio en el que antes no había reparado. Pero dude y me quedé quieto...Yo no quería, y aunque sabía lo que podía pasarme, me quedé clavado en el suelo...Notaba un sudor frío cayendo por mí frente...Ella se acercó a mí y yo intuía el bofetón, que no tardó en llegar. Pero después, y esto sí que me sorprendió, me acarició maternalmente las mejillas:
-Vamos, bebito-dijo-¿No pensarías que el esclavo es el que coge a su dueña, no?
-No, mi Ama-respondí de inmediato.
-Es el Ama la que toma a su esclavo a placer.
-Sí, mi Ama-dije, conteniendo la resignación.
-Así pues-siguió-Colócate y ábrete.
Con paso lento pero sin detenerme, finalmente me coloqué ante el escritorio y me apoyé en éste, abriendo las piernas lo máximo posible, dejando mi,..., mi entrada oculta a su alcance...De hecho, ella ya había merodeado en ese lugar cuando me masturbó, pero esto iba a ser muy distinto.
Claudia se acercó a mí por detrás y pronto sentí su cuerpo sobre el mío...Pensé que era así como normalmente las mujeres sienten a los hombres. Pero aquí yo iba a hacer el papel de mujer y Claudia el de hombre... Había algo morboso en eso... Sus manos fueron a mis nalgas y con un lento pero firme movimiento las abrió un poco...Dejando paso a su recio juguete, que no tardé en notar avanzar entre aquellas hacia mi orto.
Y no podía negarlo. La mía también estaba firme, recta... La idea de ser penetrado por una mujer con un consolador no dejaba de ser morbosa. Iba a ser la expresión más clara de mi sometimiento y la excitación que eso provocaba servía para nublar y hacer olvidar cualquier otra situación....Antes de que me hubiera rozado su punta pude casi verme follado violenta y activamente por Claudia mientras me llamaba de todo de puta para arriba... Me masturbaba mientras no dejaba de recordarme toda la sumisión que me iba a imponer... Era una locura, pero lo deseaba. La tenía dura y esperaba notar ya su falsa verga contra mi ano. Nunca había fantaseado con ello, pero ahora sí, lo quería.
Y no tardó en llegar. Al poco note la curva punta contra la entrada de mi oculta intimidad. Ella, pasando a agarrarme por la cintura, no se entretuvo con delicadezas sino que, asegurándose de que no me podía “escapar”, empujó con la suficiente fuerza como para introducirme de una vez al menos casi la mitad del juguete.
-¡Ah!-no pude contener una leve exclamación de dolor. Y, ¡Dios!, lo cierto es que me dolía de verdad, sentía como si me estuviese desgarrando o arrancándome un músculo o algo peor. Pensé que era imposible que hubiera gente a la que de verdad le gustara esto.
-¿Duele, bebito?-me preguntó con lo que me pareció casi ternura maternal.
-Un poco, mi Ama-respondí para que no me llamara blandengue.
-Es normal-asintió ella-Y ahora puede que aumente un poco.
Y sin más preámbulos siguió empujando con fuerza. Apretando los dientes para no quejarme ni gritar sentí su consolador penetrarme cada vez más, profundizando, taladrando por primera vez mis ya no vírgenes entrañas, adueñándose de ellas. El dolor aumentaba cada vez más y ya sólo podía pensar cuándo acabaría cuando de repente la note detenerse:
-¿Lo ves, bebe?-dijo de repente-Ya está toda dentro. No es para tanto.
Yo, dolorido por la sodomía, no estaba del todo de acuerdo...Pero al mismo tiempo había algo morboso en ello...Claudia, “mi Ama”, pensé, me estaba penetrando. Era como si más que a través de las tareas que me había obligado a hacer, fuera en ese momento de sumisión sexual cuando realmente me sentí auténticamente esclavo suyo. Y, de repente, su mano apareció en torno de mi preparado soldadito...
-Vamos a ir cogiendo ritmo-me susurró al oído.
Y, al tiempo que suavemente comenzó a masturbarme, también empezó el propio movimiento. Lentamente la fue sacando, dejándome sentir su falsa pero recia polla en todo su largo a lo largo de mi recto, para luego volver a insertarla hasta el fondo de un sólo movimiento.
Y sí, como en tantos relatos había leído, el dolor, al acostumbrarse mi recto a la intrusión, a la penetración, fue desvaneciéndose y el placer lo sustituyó.
-¿Qué me dices, bebito? ¿Te gusta?
-¡Sí!-no pude contener entonces un pequeño suspiro-Mi Ama.
-Este es uno de mis momentos favoritos-dijo sin dejar de follarme, cada vez más rápida y duramente-Cuando estrenó el culito de mi esclavo y le hago jadear al ser cogido como una putita.
¡Dios! Me sentía follado y poseído como nunca lo había imaginado ni en mis más pervertidas fantasías...Y me gustaba. Y ella, de verdad que iba cada vez más rápido, casi llegue a sentir que era una espada de fuego la que me devastaba y ocupaba el culo, como si fuera de repente a atravesarme y a cortarme en dos...
-¡Oh, mi Ama!-como si hirviera mi vientre por su fuego y el vapor no pudiera ser contenido por la garganta, no pude dejar de jadear, primero suavemente, pero luego con claros gemidos, casi, como había dicho ella, como haría una puta... De hecho, me sentía un poco puta jadeando al ser follado por Claudia... Y eso también me gustaba...
-¡Sí!-dijo ella-No te contengas, bebito. Sé lo mucho que gozan los esclavos follados por sus Amas y pronto tú lo sabrás también.
-¡Sí, mi Ama!-me encantaba oír esas guarradas.
-Está es la primera vez que te cojo-me dijo al oído-Pero podrás ganarte muchas más cogidas. Voy a romperte muchas veces este culito que tienes.
-¡Sí, mi Ama!
-Jadeas como una linda putita a la que le gusta que la follen.
-¡Sí, mi Ama! ¡Sí!-notaba ya la llegada del orgasmo y empecé a estremecerme. ¡Oh! Nunca lo había sentido tan intenso, tan pleno...
Ella detuvo la penetración y, moviéndome un poco para que mi polla quedara por encima de la mesa, aligeró la masturbación... No aguante mucho más y, con una gran suspiro de placer llegué al orgasmo... Sentí como un temblor, como un extraño calambre que me recorriera el cuerpo de pies a cabeza, ah... Puede ver perfectamente los borbotes salir rápidos y firmes, cayendo sobre el escritorio de Claudia, sobre el que se fue dibujando una gruesa línea blanca que iba desde la mitad de la mesa al borde en que estábamos, una línea de espesa leche...
-¡Uh, bebito!-me dijo-Te has corrido como un campeón. Lo has hecho bien...
Aún estuvimos un momento quietos. No sé que haría ella, pero yo disfrutaba de aquel momento de relajación, con el consolador aún clavado hasta el fondo, su mano aún rodeándome la empequeñecida verga, la respiración pausada y la mente vacía tras el gran momento, con su cuerpo, cálido y suave contra el mío.
Finalmente, se retiró lentamente, sacándomela y dirigiéndose a sentarse en la cama. Yo me quede de pie, apoyado contra el escritorio. Algo dolorido, pero satisfecho.
-Bebito.
-¿Sí, mi Ama?
-Limpia la mesa y ya puedes marcharte por hoy.
-Sí, mi Ama-dije volviéndome, justo a tiempo de verla ya sin el cinturón y lamiendo el consolador...Recorrí con la vista su cuerpo desnudo. Me hubiera gustado quedarme más tiempo, pero sabía que lo más prudente era obedecer. Iba a ir a por la bayeta cuando ella saltó:
-¿A dónde vas, bebito?
-Por la bayeta, mi Ama-respondí-Para la mesa.
-Para eso, esclavo, tienes la lengua.
-...
-Vamos, quiero ver como lo haces.
No tuve elección. Volví hacia el escritorio y me incliné sobre la superficie...El olor ya conocido del semen me alcanzó nada más inclinarme...Lo cierto es que alguna vez había tenido curiosidad por probarlo, pero nunca había tenido ni pizca de ganas de hacerlo cuando me corría... Pero ahora no podía elegir...
Tuve que ir lamiendo los espesos borbotones de mi propia corrida...El sabor era algo ácido y algo acuoso. Nada que me pareciera especialmente bueno, pero tampoco asqueroso. Ella no dejo de mirar mientras lo hacía, al tiempo que lamía el consolador...
-Muy bien-dijo cuando termine-Por hoy has completado tus labores.