Ella, Claudia (3. La Prueba)
Un episodio decisivo que creo que me quedó bastante bien.
Capítulo 3. La Prueba.
Después de la fabulosa experiencia del domingo ya sólo podía pensar en ir a más con Claudia. Apenas una hora después de que saliera de su casa ya estaba impaciente en espera de que me volviera a llamar, deseoso de acostarme con ella y de me hiciera toda las perversiones que conocía... Ahora tenía totalmente claro que su “show” del viernes había sido totalmente intencionado y de que debía tener algún tipo de plan, un plan que implicaba sexo,..., y a mí. Estaba encantado. Aquella misma tarde me masturbé, con mayor inspiración gracias a sus braguitas, imaginando como la poseía en mil y una posturas... Me dije que era una cuestión de tiempo... Pero, ¿cuánto?
Extasiado por el primer encuentro pude esperar todo el domingo. Ella no volvió a llamar a nuestra puerta pero no me preocupé. Estaba seguro de que el lunes me la encontraría por la mañana y me diría algo sobre nuestro próximo encuentro. Pero estuve esperando poco más de dos horas con la puerta de mi casa abierta, apoyado en el marco por ver si llegaba desde el ascensor o salía de su apartamento, sin lograr verla. Casi llegué aquel día a clase y además con un gran calentón por haber estado imaginando como sería estar en la cama con Claudia.
Intenté consolarme. Lo más seguro es que me la encontrará por la tarde... Sí, me convencí. Después de clase, más tranquilamente, con tiempo, sería mucho mejor. Impaciente, volví casi corriendo a casa y el ascensor me pareció más lento que nunca... Apenas logré controlarme para andar con tranquilidad, pues no quería que me viera alterado... Pero en cualquier caso hubiera dado igual puesto que tampoco hizo acto de presencia. Pensé en esperarla como por la mañana, pero decidí que no. Ella sabía que a estas horas estaba solo en casa. Si quisiera verme llamaría. Así que esperé. Pero no vino en todo el día.
Lo mismo volvió a ocurrir el martes y el miércoles. Igual pauta de espera sin resultado. Y me sentía cada vez más caliente. Después de haberme sentido al borde de acostarme por primera vez con una tía ya no me satisfacía tanto masturbarme,..., aunque por supuesto no dejaba de hacerlo, siempre pensando en Claudia, en sus habilidosas manos, en su sensual boca, en sus tetas, en su culito y en su coñito, en el que estaba deseando explorar... No terminaba de entender que sentido tendría esta espera en ese plan que imaginaba que tenía... ¿Me ponía cachondo, me masturbaba y luego me dejaba sin haber llegado realmente a nada? Puede que fuera una especie de broma y que la tía fuese una madura que se divertía de los jovencitos probando a ponerles calientes para después dejarles sin poder desfogarse...
Precisamente en eso estaba pensando y en lo idiota que habría sido de ser así cuando, al salir el jueves del ascensor camino a mi casa tras volver de la universidad, una voz conocida me llamó:
-Hola, bebito.
Era evidente que sólo una persona me llamaría así. Me volví y allí estaba, apoyada contra la pared, llevando un sencillo pero elegante vestido rojo que no le alcanzaba las rodillas, terminando de fumar un cigarrillo, que al poco acabaría aplastado contra el suelo, bajo unos negros y altos tacones. Sólo por verla de nuevo y más de esa forma ya excitó.
-Hola-le devolví el saludo.
-Tengo entendido-dijo acercándoseme-Que mi bebito ha tenido fiebre estos días. Una extraña calentura.
Supuse que hablaba, claro está, metafóricamente. Ella extendió su mano, con el dorso hacia mí, como para tocarme la frente y ver mi temperatura. Pero en el último momento, cuando la tenía a dos dedos de mi piel la bajó bruscamente y sin pudor ninguno me la encontré palpándome el miembro, que terminó de ponerse duro bajo sus dedos...
-Y veo-continuó diciendo-Que es cierto.
-Sí-asentí... Estaba nervioso. Por un lado esperaba que fuera a llegar el momento de mis fantasías, lo que no dejaba de inquietarme al tiempo que me alegraba y por el otro la situación ahí, en medio del pasillo, donde cualquier vecino podría sorprendernos, también me hacía sentirme algo intranquilo.
-Sabía que pasaría-dijo, sin quitar la mano-Por eso te deje un,..., calmante. Seguro que lo has encontrado muy útil.
-Sí.
-Bien-retiró finalmente su mano y se dirigió hacia la puerta de su piso. Yo, aunque no me dijo nada, la seguí-Tienes más trabajo en mi casa-dijo sin volverse mientras sacaba las llaves y la abría.
Me disgustó un poco oír eso, pero me consolé pensando que si lo hacía era casi seguro que sería bien recompensando. Cuando entré tras ella me encontré el apartamento casi en el mismo estado en que había quedado el domingo cuando me marché.
-Lo primero que quiero que hagas-dijo nada más cerrar la puerta-Es llevar cada caja a la habitación correspondiente, que es la que está escrita en ellas. Luego tendrás que vaciarlas y colocar las cosas en los estantes y muebles que ya hay puestos. Ninguna tiene nada valioso ni frágil, pero no quiero oír que se te cae ninguna o algo semejante o tendrás un castigo. Ahora estás a prueba.
-¿A prueba?-no pude evitar preguntar.
-Sí-respondió-Hasta ahora me has parecido aceptable. He pensado que puedes valer, así que tengo que probarte.
-¿Para qué?-volví a interrogarla.
Un repentino y doloroso bofetón fue la respuesta que recibí. Me sorprendió tanto que estuve a punto de caerme al suelo. Me llevé la mano a la mejilla golpeada y la miré, sorprendido... No sé si era porque todavía no me lo creía o porque en cierta forma me excitaba, pero no sentía las lógicas ganas de devolverlo... Simplemente que quedé callado.
-Preguntar de más-dijo a modo de explicación-También está sancionado. Ahora ponte a trabajar.
-Sí-asentí, acercándome a la primera caja, que en un lateral llevaba escrita la palabra “cocina”.
-Espera, bebito-me detuvo-Quítate la ropa.
Yo la miré sin entender a qué venía eso. ¿Aún no había empezado y ya quería “recompensarme”? Me parecía imposible. Pero no tarde ni un segundo en ver que lo decía firme y seriamente. Temiendo que decidiera que necesitaba otra sanción me empecé a quitar la ropa y a dejarla sobre el sofá, al lado de mi mochila: el suéter, la camiseta interior, los calcetines, los pantalones y los calzoncillos. Los zapatos los dejé en el suelo... Temblé un segundo debido a un escalofrío, aunque el suelo era menos molesto de lo que había temido. Entonces, el flash y el ruido de una cámara de fotos me sorprendieron. Mientras me desvestía ella había cogido, no sabía de dónde, una cámara y me había echado una foto. Además era una vieja polaroid y enseguida salió la imagen.
-Que bonita foto-comentó-Ahora, a trabajar, bebito.
-Sí-asentí, poniéndome ya a ello.
Lo cierto es que, si el domingo fue cansado subir y entrar las cajas en su apartamento, la labor de ir llevando cada una de ellas a la habitación y luego ir sacando su contenido y ponerlo mínimamente ordenado, no se le quedaba ni mucho menos atrás. Tener que hacerlo desnudo le añadía dificultad, teniendo que recorrer el apartamento pisando las frías losas cubiertas de polvo con las cajas contra mi piel... Pero era morboso cuando iba a por otra caja al salón sentir como Claudia, que estaba leyendo un libro sentada en el sillón, me miraba y casi sentía su lujuria recorriendo mi cuerpo... El hecho de estar siendo claramente usado y de sentirme dominado así, sobre todo con esa “sanción” que me había impuesto, me excitaba más de lo nunca habría imaginado.
Como ella había dicho no había nada destacado en los objetos de las cajas. La mayoría eran cosas comunes, desde los productos de baño como botes gel y champú hasta un cenicero y una lamparilla para la mesita del dormitorio. En algún momento se me pasó por la cabeza que encontraría ropa, sobre todo interior, o incluso juguetes eróticos...Pero nada de eso. Si tenía de esas cosas y mi imaginación me decía que sí, no las traía en esas cajas. Resultó pues una tarea larga, pesada y aburrida, pero la esperanza de una compensación me daba ánimos. Por eso cuando, vaciada la última caja, me quede plantado frente a ella en espera de lo que decidiera, pero sin decir nada por temor a molestarla, me sentí inquieto cuando, muy seria, levantó la vista de lo que estaba leyendo y dijo:
-Has tardado mucho.
-Lo siento-me disculpé, temiendo que hubiera perdido mi premio.
-Recoge las cajas. Ve guardando las pequeñas en las grandes y haz que ocupen el mínimo espacio posible, amontonándolas en un rincón en el que no molesten-ordenó-Pero sin perder tanto tiempo.
-Sí.
Me apresuré a hacer lo que decía, cosa que afortunadamente no era difícil al tener las cajas vacías todas en el salón. Pensaba que si lo hacía lo bastante rápido estaría lo bastante satisfecha como para no mandarme a casa con la calentura con la que me había encontrado junto al ascensor.
-Has mejorado tu rendimiento-se limitó a comentar cuando terminé-Aún hay cosas que hacer, pero-miró el reloj de su muñeca-Por hoy no te voy a retener más.
¿Y eso qué quería decir? ¿Me iba a mandar a casa así, sin más? Estuvo un rato sin decir nada, limitándose a leer, y yo no me atreví a preguntarle. Finalmente, como si se acordara de repente de que estaba ahí dejó el libro a un lado y se levantó.
-Lo cierto es que lo has hecho bastante bien-dijo, no sé si tanto para felicitarme como reflexionando en voz alta, el tono de su voz era neutra-Parece que no tengo nada que reprocharte.
Yo no estaba seguro de por qué lo decía ni de si me estaba insinuando algo... Ella se acercó a mí y con voz insinuante me preguntó:
-¿O puede que se me haya pasado algo?
-No estoy seguro-dije, dudando de que es lo que ella querría oír.
-Probablemente-afirmó ella-Por eso lo mejor es una sanción preventiva. ¿No te parece?
-Sí-asentí.
-Espera aquí-dijo antes de desaparecer en dirección a la cocina.
¿Una sanción preventiva? Parecía que no iba a ser, en esta ocasión, un mero bofetón o de lo contrario no habría necesitado ir a por algo. ¿Qué podría ser? No tuve mucho tiempo para pensarlo, en seguida la vi volver con una especie de pala de madera. Era relativamente pequeña, pero aún así era mayor que una mano y, aunque su grosor también era poco mayor, desde luego parecía recia.
-Apóyate contra la pared, bebito-me dijo-Ya imaginas como debes hacerlo.
Desde luego que lo imaginaba. Y también que eso iba a ser más molesto que un bofetón, pero realmente no tenía opción,..., un momento, ¿no tenía opción? Lo cierto es que ni siquiera quise pensarlo detenidamente, sólo me puso de cara a la pared, apoyado en mis brazos y dejando bien al alcance las nalgas...
Lo primero que noté fue su mano. Me las acarició lentamente un momento antes de, cogiéndolas con las dos manos, estrujarlas.
-Me gusta-dijo-Aunque pronto estará algo más coloradito.
Se apartó un poco y quedo detrás de mí, a un lado. Yo tomé un poco de aire y espere el primer golpe... Que no tardó en llegar.
-Uno-dijo.
Lo cierto es que dolió bastante y es que ella, si bien es cierto que no golpeó con toda su fuerza, también lo es que no se quedó corta. El golpe fue seco y rápido, pero duro. Y ese “Uno” me indicó que no iba a ser el único... Y así fue. Un segundo, un tercero, un cuarto y hasta un vigésimo le fueron, uno a uno, con la misma intensidad, sucediendo, dejándome un culito dolorido y colorado. Tuve casi que morderme los labios para contenerme en el momento de los golpes y no quejarme, cosa que supuse que no le gustaría.
-Si este bebito no se porta bien-dijo al final-Los azotes se multiplicarán. Pero por esta vez, voy a ser compasiva y lo voy a dejar aquí.
-Gracias-dije.
-Así es-asintió ella, satisfecha-Debes ser un bebito bien educado. Te conviene que te consideré bien.
Se me quedó mirando un momento mientras yo pensaba que quizá hoy no obtendría nada de lo que quería. Pero entonces dijo:
-Antes de irte-la esperanza volvió a mí durante un instante-Deberías darte una ducha. Coge tu ropa y vamos al baño.
No estaba seguro de que se estaría proponiendo, pero el plural del “vamos” me sirvió para mantener viva la esperanza de que pasaría algo. Además estaba el hecho de que el domingo me había mandado al baño justo antes de llevarme a su cama...
-Bueno-dijo cuando llegamos-Ve metiéndote en la ducha y echándote un poco de agua. No hace falta que te laves la cabeza de forma que usa sólo el gel para el cuerpo.
-Sí-asentí.
-Cierra la puerta para abrir el grifo-me siguió diciendo mientras ya estaba poniendo el primer píe dentro del plato-Y abre para enjabonarte.
¿Abrir para enjabonarme? ¿Es que quería mirar, hacerlo ella misma? Me imaginé sus manos, cubiertas de espuma, recorriendo calientes mi cuerpo hasta detenerse en el miembro que ya conocían... No podía saber si era algo así lo que quería, pero desde luego me dije que la razón me iba a gustar y me iba a aliviar del esfuerzo acometido.
Abrí el grifo y, ansioso, busqué acabar lo antes posible, aunque al principio el agua salió bastante fría. Aún así y pese a que tardaba en salir la caliente no quise esperar y empecé a lavarme los píes... El agua salía bastante sucia, como es natural, tras haber ido descalzo por toda la casa... Del resto no había, por suerte gran cosa, por eso pude ir más rápido, sobre todo al no tener que lavarme la cabeza. El agua fría no había ido bien para la erección pero estaba totalmente excitado pensando en lo que Claudia querría hacer en la ducha... Pensé incluso que se metería conmigo y lo haríamos ahí mismo, dos cuerpos unidos bajo el agua... Pero cuando corrí la mampara ella seguí ahí como antes, no se había desnudado como para meterse. Iba a preguntarle si debía enjabonarse ya cuando ella dijo:
-Ponte de rodillas.
Yo no supe en un primer momento para que debía hacerlo, pero lo hice, acomodándome como pude al borde de la ducha. Ella se acerco hasta que casi estaba encima de mí y entonces se fue subiendo lentamente el vestido... Vi ir apareciendo sus muslos y,..., su entrepierna. No llevaba ropa interior y me encontraba pues casi con su coñito frente a mi cara... Nunca había visto uno con mis propios ojos y menos tan cerca... Me llegaba como un olor intenso que ya había conocido por sus braguitas y que me trajo a la memoria todas las ocasiones en que había imaginado esa rajita que ahora tenía a mi alcance.
Ella avanzo, dejando caer la zapatilla de su pie izquierdo y luego extendió esa pierna hacia la ducha de forma que su entrada quedaba casi en mi nariz, un poco por encima de mis labios... Yo ya pensaba estar seguro de lo que quería, pero no era lo único. Estaba pensando si debería empezar por mi cuenta o esperar sus órdenes cuando dijo:
-Abre la boca, bebito. Abre y traga.
Apenas lo hice no tuve que esperar mucho más para ver sus intenciones. De su coñito brotó, como de una fuente, un intenso chorro que cayó directo a mi boca. En seguida me reboso de un líquido algo ácido, caliente y de un sabor muy extraño... No tardé en imaginar que era pero de todas formas obedecí y comencé a tragar todo lo que podía aunque era mucho lo que caía y me desbordaba la boca, cayendo por mi cuello y mi pecho... Lo cierto es que la lluvia dorada nunca había sido una de mis fantasías, pero ahora el morbo era lo suficiente como para que no dudara en cumplir sus deseos con mucho afán.
-Muy bien-la oí decir-Quiero ver como te llena la boca, como tragas y tragas y aún así se sale...
Y así era y si hubiera terminado poco después creo que no habría podido seguir. Aún seguí terminando de tragar y tenía por toda la boca restos de su caldo, empañando mi gusto y mi olfato con su olor, cuando dejo de salir, aunque no cambió de postura.
-Ahora-dijo-Límpiame.
No necesité para saber que quería. No sin estar un poco nervioso saque la lengua y la dirigí a su rajita, que además estaba completamente depilada. Iba a ser la primera vez que probará un coño y estaba nervioso, no podía hacerlo mal si quería que ella estuviera contenta...
Pasé suavemente la lengua a lo largo de sus labios, de abajo arriba. Aún quedaban algunas gotitas que tome de paso... El olor era como el de las braguitas que me dio el domingo pero claro, mucho más intenso,..., sentí mi verga endurecerse a marchas forzadas mientras di las primeras lamidas.
-Venga-me animó-Tienes que dejarlo todo bien limpito.
-Sí-asentí.
Con más decisión que antes volví a sumergirme entre sus piernas, que me acogieron bien abiertas. Su entradita aparecía húmeda no ya sólo por el primer caldo, sino por los primeros jugos de su excitación que se mezclaron en mi lengua en un morboso cóctel. Movía la lengua primero sobre su rajita, todavía no atreviéndome a buscar presionar para entrar, y luego, sin dejar de atender la línea principal, quise conocer la piel de alrededor. Su dedo entonces apareció, como guiándome, sobre lo que reconocí que debía ser su monte de Venus.
Fui hacia él y primero lo rocé un poco rápidamente con la punta de la lengua, luego fui jugando a su alredor, con él, y finalmente mis labios se apoderaron de él como de un pezón que succioné. La oí gemir levemente y su otra mano se posó en mi cabeza, buscando presionarme contra ella. Llevado por lo que consideré una forma de decirme que profundizara en ese camino seguí con ello, presionándolo con mi lengua, rozándolo levemente con los dientes, dándole abundante saliva... Creía que lo estaba haciendo bastante bien para ser mi primera vez y sus suaves pero audibles gemidos me lo confirmaban.
Bajé un poco y me deslicé nuevamente por su rajita. La mano que antes me había indicado el camino ahora me acompañó y dos de sus dedos, como conserjes, se introdujeron en su puerta, que quedó expuesta a mis incursiones. No tardé en volver a seguir la senda que me señalaba y exploré sin dudar la cavidad que se me ofrecía, intentando entrar todo lo que podía en ella, penetrándola con la lengua... Note el calor de su interior al sumergirme en ella y mis labios y mi boca se empezaron a llenar, lenta pero inexorablemente de sus crecientes jugos...
-He pasado demasiado tiempo...-la oí decir entre abundantes suspiros.
Sus piernas empezaron a temblar ligeramente y, como agua de una fuente, como nunca había imaginado, brotaron sus jugos llenándome la boca y empapándome casi toda la cara mientras finalmente de los suspiros brotaba un rotundo gemido.
-¡Muy bien, bebito!-su mano en mi cabeza se había cerrado como un puño y casi me tiraba del pelo-¡Sí! Así me gusta...
Con todo no había dejado de rebanar con mi lengua su rajita y su rosado botón mientras bebía sediento el nuevo néctar que me ofrecía.
-Tómatelo todo, mi bebito.
Así lo hice, tomando y repasando con mi lengua cada centímetro de piel y carne que podía alcanzar mientras ella me acariciaba casi con ternura maternal.
Estaba tan absorto con ello que me sorprendí cuando repentinamente se retiro. Me quedé un poco descolado, tanto que ni siquiera pensé entonces en sí ahora me iba a tocar disfrutar un poco a mí. Me limité a observarla: ella me había dado la espalda y se estaba arreglando el vestido y poniendo los zapatos. Yo iba a preguntarle algo cuando de repente se volvió y...
Otra foto salió de su polaroid y tras la cámara vi claramente una excitante sonrisa, a la que acompañaron luego sus brillantes ojos verdes, que estaban chispeantes.
-Menuda foto-comentó-Mi bebito cubierto por todos mis jugos, ¡um!... Me gusta.
Yo estaba completamente a cien y esperaba lo que debía continuar.
-¿Sabes qué son estas fotos?-me preguntó de repente.
-No-contesté.
-Son nuestro contrato.
-¿Contrato?
-Sí. El que dice que a partir de ahora serás mi esclavo y me obedecerás sin rechistar a cada orden que te dé.
Estaba patidifuso. ¿Chantaje? No me lo había esperado... Además de que no tenía sentido, ya estaba a su merced... No pude evitar decirlo.
-La verdad es que no hacía falta. No lo necesitabas para tenerme.
-¿Dices que hubieras sido mi esclavo de habértelo pedido?
-Probablemente.
-Pero hay un problema.
-¿Cuál?
-Yo no pido las cosas. Yo las ordenó.
Lo cierto es que estaba incluso más excitado que antes.
-A partir de ahora te dirigirás a mi como tu Ama. Cualquier otra cosa será sancionada. Claro que siempre puedo enseñarle las fotos a tu madre.
Esa mención me hizo estremecerme y ella lo notó.
-¿Estamos, pues, de acuerdo?
No tuve ni que pensarlo.
-Sí-asentí, y añadí-Mi Ama.
-Sabía que optarías por la opción correcta. Ahora termina de ducharte y vete a tu casa. Supongo que tendrás cosas que hacer y no quiero que las descuides.
Eso me decepcionó un poco, ¿debía irme así?, ¿sin haberme corrido?, ¿ni siquiera me iba a masturbar? Ella pareció leerme la mente:
-Si estás muy cachondo deberías masturbarte-dijo-En tu cama.
-Sí, mi Ama.
-Yo soy la que debe ser satisfecha, esclavo, no tú.
-Sí, mi Ama.
-Pero-empezó a decir, como para calibrar el efecto de ese esperanzador “pero” en mí-Sí sigues demostrándome que puedes alcanzar un nivel...-pareció evaluarme-Aceptable, entonces tendré en cuenta tus necesidades.... Puedo ser muy maternal, si creo que mi bebito lo merece.
-Me esforzaré, mi Ama.
-Sé que sí.