Ella, Claudia (10. Sabrina y Lucía)

La segunda cita..

Capítulo 10. Sabrina y Lucía

Cuando regresé por la tarde a casa, en teoría de la universidad pero en realidad tras haber terminado mis tareas en casa de mi Ama encontré a mi madre acomodada en la mesa del salón examinando lo que parecía una inabarcable pila de documentos. Tras una hora en que mientras limpiaba la casa de mi dueña no había podido de dejar de pensar en lo que había visto mi mirada se dirigió casi al instante a su amplio escote, que casi me dejaba percibir sus bien conservados y seductores pechos…También me fije en que se había cambiado de vestido…

-Ya he llegado-dije a modo de saludo y tratando de evitar tener ese tipo de pensamientos ante ella, no fuera que pudiera notar algo raro.

-¡Hola, cariño!-me saludó, sin levantar la mirada ni dejar de trabajar-Supongo que has venido con hambre. Tienes un plato de macarrones en la cocina aunque puede que tengas que calentarlos en el microondas.

-Vale-asentí, pensando en que lo más prudente era ir a la cocina, comer y luego encerrarme a estudia en mi cuarto…Pero no pude moverme. Seguí contemplándola un rato mientras ella, aparentemente indiferente, seguía con lo suyo…Era mi madre y eso no podía cambiarlo nada pero, tras lo que había contemplado hacía poco más de una hora…No podía verla igual. Hacía ya un tiempo que, sobre todo por influjo de mi Ama, había empezado a tener fantasías incestuosas para con mi madre pero realmente hasta ese momento no las había considerado más que puro juego. Ahora, por el contrario, era como si al haber visto a mi madre con Jaime hubiera descubierto que era realmente “una mujer” y que más allá de morbosas imágenes cabía la posibilidad de que ella y yo…Había una pequeña parte en mí que aún se resistía, pero se había convertido en una minoría frente a los que ahora sólo se preguntaban cómo podría conseguir que mis deseos se consumaran...

-¿Quieres algo, cielo?-me preguntó finalmente mi madre, consciente ya de que seguía ahí “plantado”, sin moverme.

-¿Eh? No, mamá-me limité a responderle.

-Como te veo ahí parado…Ya sabes que si quieres decirme algo, puedes hablar libremente.

-Ya.

-¿Sabes? Hace un rato ha llamado Claudia. Hace unas horas que llegó el fontanero y que ha arreglado la cañería que se le rompió, por lo que está noche ya dormirá en su casa. Así que puedes recuperar ya tu cama, cosa que supongo te alegrará.

-Bueno,…-lo cierto es que, precisamente en ese momento, volver a dormir en la cama de mi madre después de lo de anoche y lo visto con Jaime…Era algo que me excitaba y me asustaba al mismo tiempo-Tampoco he estado mal estas dos noches-comenté.

-¿Ya no preferirías dormir en el sofá que conmigo?-preguntó, sonriendo.

-Claro que no, mamá. Eso fue una tontería.

-Me alegra oírlo-asintió, riendo-La verdad es que, después de tanto tiempo durmiendo sola fue un cambio agradable sentir a mi lado a mi niño. ¿O quizá ya eres demasiado mayor para ser mi niño?

-No, mamá.

-¡Menos mal!-se veía que estaba animada-Por un momento temí que hubieras crecido demasiado…O que lo hagas algún día y ya no me necesites.

-Siempre serás mi mamá-afirmé, en parte para animarla y siguiendo su juego.

-¿Y tú serás siempre mi niño?

-Claro.

-¿Mi dulce y lindo niño?

-Sí.

-¿Mi buen y obediente niño?

-Sí-repetí nuevamente, aunque extrañado por los adjetivos que había decidido emplear, aunque pronto parecerían cobrar sentido:

-Pues, oye, cariño. Lo cierto es que debo pedirte una cosilla.

-¿Si, mamá?

-Estoy está tarde muy liada. Necesito acabar esto hoy…Ahora, después de comer, ¿te importaría encargarte de la pasada diaria? Sólo quiero que quites un poco el polvo, pases la escoba y poco más. ¿De acuerdo, cariño? ¿Serás un buen hijo y me cumplirás esto?

-Claro, mamá-le contesté con naturalidad, acostumbrado como estaba ya a obedecer y limpiar tras sólo unos pocos días de experiencia con mi Ama-Cuenta con ello. Haré lo que me pidas.

-Gracias, cariño. Eres un sol-añadió antes de volver a concentrarse en sus papeles mientras yo iba a la cocina y me disponía a comer.

Lo cierto es que, mientras contemplaba pacientemente como se calentaban mis macarrones con queso me di cuenta con algo de extrañeza de que, por primera vez en lo que alcanzaba mi memoria, mi madre me había ordenado hacer algo…Bueno, su tono había sido amable y casi podía haber parecido que me pedía un favor, pero algo me decía que no… ¿Sería otro de los reflejos del cambio que mi madre parecía haber experimentado desde unos días a esta parte? Desde el primero, su interés por mi vida sexual y hasta ahora cada vez me iba recordando más a…No. Me corté a mi mismo los pensamientos. No podía ser nada de eso.

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El aroma de la carne asada me llegó apenas salí del baño. Lo cierto es que había sido una dura tarde. Tras limpiar la casa de mi Ama había tenido que ponerme con la mía propia y es que, al final, una vez que me había puesto a cumplir los deseos de mi madre está poco a poco se había ido acordando de tareas que convenía hacer y que me había ido arrojando sobre la espalda una tras otra. Con un “¡Venga! ¡A trabajar, mi niño!”, me había dado casi tanto trabajo como mi Ama el día anterior. Agotado y extenuado me encontraba cuando finalmente terminé, bañado en sudor, por lo que había tenido, ya sobre las ocho de la noche, que darme una buena y refrescante ducha. Y mientras el agua fría caía sobre mi cuerpo pensé, agotado, que al menos si hubiera sido un trabajo al servicio de mi Ama, era probable que ella me hubiera “recompensado”… Imaginando morbosamente como mi madre podría quizá recompensarme, me pregunté una vez más que interés tendría mi Ama al estimular en mí mente deseos incestuosos… ¿Era sólo para ver cuán pervertido podía ser, un mero entretenimiento o habría algo más? No lograda dar con una respuesta que me pareciera razonable ni tampoco me ponía de acuerdo en elegir cuál querría que fuera la correcta.

Mi madre, que había terminado su trabajo hacía un rato –o eso había dicho- estaba comenzando a cenar cuando entré en la cocina y me senté, como era habitual, frente a ella, donde ya tenía un plato preparado y servido.

-¿No hay nada como una ducha fresquita para quitarse el cansancio del cuerpo, verdad?-me preguntó, rompiendo el hielo.

-Sí-respondí, escueto.

-Me encanta ducharme antes de irme a la cama-siguió diciendo ella-Sobre todo al final, pongo el agua fría y me encanta la sensación de frescor que deja…Más en verano que ahora, pero sigue estando bien todavía.

-Yo prefiero ducharme por las mañanas, para despejarme-comenté.

-También…-hubo un momento de silencio al estar claro que el “tema” estaba agotado-Y mañana, viernes. El día de tu nueva cita con Sabrina.

-Sí.

-¿Estás nervioso? Está vez será en su casa.

-Bueno, quizá un poco.

-La otra vez no te lo pregunté, pero supongo que fuisteis prudentes, ¿eh?

-Sí, mamá-contesté casi mecánicamente, aunque lo cierto es que, si hablaba de lo que creía que estaba hablando, lo cierto es que no.

-Como ya te dije: es pronto para que me hagas abuela.

-No te preocupes por eso, mamá-le contesté, intentando parecer menos inocente o tonto que en las demás ocasiones pero deseando que volviese a haber un cambio de tema.

-Si necesitas consejo ya sabes que estoy aquí para lo que pueda serte de ayuda.

-Gracias, mamá-asentí, sin sentir demasiadas ganas de preguntar sobre qué se estaba ofreciéndome a aconsejarme…La minoritaria parte de mi mente que seguía negándose a ver en mi madre no sólo a una mujer más sino a una potencial y deseable amante, lograba que siguiera sintiéndome, cuanto menos, un poco “raro” al escuchar o sólo imaginar a mi madre hablando de sexo.

-Esta es una conversación que, quizá, deberías tener con tu padre-siguió ella diciendo, en cualquier caso-Pero yo, como mujer, puedo darte algunos consejos para que los pruebes con Sabrina.

La imagen de mi madre, de rodillas y comiéndosela a Jaime, llenó por unos segundos mi mente.

-Gracias, pero de momento…-busqué las palabras más apropiadas-De momento me las he apañado.

-De acuerdo. Pero mi oferta sigue en pie: Al fin y al cabo “eso”, cuyo nombre no mencionaré para no incomodarte, no deja de ser una habilidad que puede aprenderse y mejorarse.

-Sí, gracias, mamá.

-No hay porqué darlas. Forma parte de mis deberes como madre o al menos así lo entiendo yo. Y sí, independientemente de lo que las demás madres tiendan a pensar o hacer-añadió, como intuyendo mis pensamientos.

Se hizo un momento de silencio, sobre todo porque no encontré nada que decir. Una parte de mí intuía o quería sospechar que mi madre acababa de ofrecerme algo más que unos meros “consejos”: una “clase práctica”, pero otra me decía que me lo estaba imaginando. En cualquier caso, seguí comiendo tranquilamente en silencio.

-Por cierto, mi vida. Tengo que decirte una cosa.

-¿Si, mamá?

-El sábado no estaré en casa gran parte del día. Los de la oficina vamos a visitar unas nuevas instalaciones de la compañía. Saldremos mañana al mediodía y volveremos un día después…Seguramente llegaré sobre la medianoche o la una, ya en domingo.

-Vale-asentí.

-Te he dejado pechuga con patatas en el frigorífico para comer mañana, pero tendrás que prepararte tú algo el sábado, ¿crees que podrás o te hago algo mañana?

-Puedo ocuparme de eso, mamá. No hay problema.

-Y otra cosa. Por lo dicho, mañana no podré llevarte a casa de Sabrina.

-Ah, sí.

-Pero ya lo he hablado con Claudia. Ella te llevará.

-¿Claudia?

-Claro, ¿por qué no? Cuando me ha llamado antes se lo he comentado. Según me ha dicho no tiene ningún inconveniente ni le supondrá mucho problema. También puede recogerte mañana por la mañana si lo necesitas igualmente.

-Ah. Bien.

-Hemos tenido suerte de que nos tocara de vecina, ¿eh?

-Mucha-asentí, pensando para mis adentros que más que la que mi madre se imaginaba.

-Me comentó que el sábado estaría todo el día en casa, así que si tienes algún problema ve a hablar con ella. Es de toda confianza y me ha prometido que te echaría un ojo.

-De acuerdo-asentí, sonriendo mentalmente al pensar que ojo “me echaría” mi Ama.

-En fin-zanjó mi madre la conversación tras mirar el reloj-No es que sea tarde, pero creo que los dos necesitamos estar descansados para mañana. Será lo mejor que nos vayamos a la cama.

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No sabía exactamente cómo, pero de repente me encontré acostado en una gran bañera, llena de agua cuya superficie era mayormente blanca por la pomposa espuma del jabón, con el cuerpo sumergido hasta el cuello…Estaba relajado, disfrutando del baño…Sin pensar en nada…El baño no era el de mi casa, dado que no teníamos bañera, pero me resultaba extrañamente familiar, conocido.

Un barco de juguete apareció de repente y, aunque era infantil, no dude en ponerme a jugar con él como si fuera un crío de ocho años. Y en esas estaba cuando, casi de la nada, apareció mi madre a mi lado. Llevaba un vestido que pensé podría haber reconocido en cualquier circunstancia: era el que llevaba cuando la había visto con Jaime…Ella se arrodilló junto a la bañera:

-¡Tan mayor y todavía con estos juguetes!-comentó, quitándome el barco y arrojándolo lejos-Mi niño ya tiene edad para otros entretenimientos-añadió con un tono insinuante que me pareció tremendamente irreal.

Sin decir nada más ella cogió una esponja que había sobre un pequeño estante junto a la bañera y, tras echarle gel de un bote, empezó a enjabonarme el cuello. Yo estaba quieto como una estatua, sin poder realmente moverme y tampoco decir nada…Mi madre, tras el cuello, sumergió su mano en el agua y siguió con su tarea…Sentí la esponja contra mi pecho, mi vientre…Y, finalmente, la vi emerger ante mi…La había soltado y había vuelto a la superficie.

-Debo dejar a mi niño limpio para su Ama, que este sábado lo quiere para ella solita.

-…-intenté hablar, pero me encontré como mudo, sin poder articular palabra.

-¿Creías que no lo sabía?-me dijo mi madre mientras sentía sus dedos rodear, bajo el agua, mi miembro…-Ella me pidió permiso y yo te entregué para que te gozara-añadió mientras comenzaba a masturbarme-Y ella a cambio me ha traído hombres a casa para que yo también disfrutara…No sabes a cuantos me he follado en tu camita, esa en la que dormías mientras olvidabas mis necesidades…Me hubiera gustado que también me vieras con ellos como me viste con Jaime…Pero hoy te toca…Estoy tan caliente que por fin me he decidido a cogerte como mereces…

Dijo, soltando mi verga y levantándose. Así, marcando su vestido, pude ver un marcado bulto que, al destapar, dejó a la vista una gran polla…Pero cuando estaba a punto de meterse conmigo en la bañera…

No sin algo de agitación me encontré de repente en mi cama, contemplando el oscuro techo de mi cuarto...El reloj de mi mesita apenas indicaba que era la una y cuarto. Había sido sólo un extraño sueño, cosa que realmente había presentido. La verdad es que no me sorprendió lo que había visto…No era el primer sueño erótico que tenía y no me pareció raro que tuviese una visión así después de varios días en que había fantaseado tan grandes ratos con mi madre. Pero de todos modos y mientras me arropaba de nuevo entre las sábanas, me dije, conociéndome, que ya tenía algo para distraerme durante todo el día.

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-Estás muy guapo, bebito-me dijo mi Ama cuando entré en su casa mientras le daba vueltas con la cucharilla a su café. Lo cierto es que me había arreglado de cara a mi cita-Te has arreglado bien para tu novia, ¿eh?

-Sí, mi Ama.

-¿Y ese libro?-me preguntó, al ver que llevaba uno bajo el brazo.

-Se lo voy a dejar a Sabrina…Le dije que era muy bueno y ella quería leerlo.

-Eso está bien-comentó mi Ama, dando un sorbo. Pero al ver que me quedaba de píe, añadió:-No hace falta que te quedes de pie-me señaló el sofá mientras se terminaba de tomar el café-Aunque en seguida nos vamos.

-Gracias, mi Ama-asentí, tomando asiento, mientras ella desaparecía rumbo a la cocina.

Lo cierto es que estaba nervioso. En menos de una hora estaría en casa de Sabrina y, aunque a ella ya la conocía y tenía muchas ganas de verla, no había estado nunca en su casa y siempre me sentía un tanto incómodo en los lugares que no conocía. De todas formas no había tenido mucho tiempo ese día para pensar en mi “novia”, como diría mi madre, sino precisamente en ese sueño que no dejaba de aparecérseme en cualquier momento…Yo me decía que era sólo un sueño…Pero tenía mi mente enmarañada y entre mi madre, mi Ama y Sabrina…Por un momento pensé que me estallaría la cabeza.

-Bueno-mi Ama volvió-Vámonos.

-Sí, mi Ama-dije, limitándome a seguirla en silencio. Lo cierto es que tenía la tentación de preguntarle por sus planes respecto con mi madre, pero no estaba seguro de que quisiera que supiera lo mucho que me había afectado y los deseos incestuosos que se habían despertado en mí…Andamos en silencio por el pasillo, bajamos en el ascensor y cruzamos el rellano para salir a la calle. El coche de mi Ama no estaba lejos.

-He oído-empezó diciéndome mi Ama, ya en el coche y mientras salía del aparcamiento-Que ayer tuviste un día atareado en casa, ¿eh, esclavito?

-Sólo un poco, mi Ama.

-Eso está bien-asintió ella-También estás haciendo un buen trabajo en mi casa. Estoy satisfecha.

-Gracias, mi Ama-dije, sinceramente sorprendido por esas inesperadas palabras.

-Mañana tengo una tarea especial para ti. Como tienes la casa libre, dado que tu madre estará fuera, la haremos allí. Por lo tanto quiero que este como los chorros del oro para cuando llegué. ¿Entendido?

-Sí, mi Ama-asentí.

-Bien-un breve momento de silencio-Y, dime, ¿qué tal con tu madre?

-Bien, mi Ama-respondí, conteniéndome para no preguntar por sus intenciones, sabiendo que estaba prohibido a pesar de que me moría de ganas.

-Lo cierto es que has empezado a cumplir para con tu madre, pero aún te faltan algunos pasos…

-Sí, mi Ama.

-Percibo que estás distraído con algo-dijo-¿Nervioso por tu cita con Sabrina?

-Un poco, mi Ama, pero la verdad es que hay otra cosa-respondí, con sinceridad, aunque no del todo seguro de estar dispuesto a contarle lo del sueño…Pero me dije que era mi Ama…Debía decírselo.

-¿Qué otra cosa? Cuéntamela.

-He tenido un sueño esta noche, mi Ama. Un sueño,…, erótico.

-¿Con tu madre, verdad?

-Sí, mi Ama.

-Lo esperaba-se limitó a afirmar, cosa que no me esperaba-¿Qué pasaba exactamente en el sueño?

Yo, un poco cohibido, se lo describí con todos los detalles que recordaba o que ella me sonsacaba con sus preguntas.

-Interesante…-murmuró cuando terminé de contárselo-Y excitante.

-Mi Ama…-empecé a decir, pero me corté…

-Di, esclavo. Me parece que hace ya unos días que quieres preguntarme algo. ¿Me equivocó?

-No, mi Ama.

-Pero tú sabes nuestras normas, ¿o las has olvidado?

-No, mi Ama. Las recuerdo. Nada de preguntas.

-No es sólo que no deba haber preguntas, es que no debes tener curiosidad sobre mis intenciones. Como esclavo debes limitarte a obedecer siempre y a seguirme fiel y ciegamente: porque soy tu dueña.

-Sí, mi Ama. Lo siento, mi Ama.

-Veo que necesitarás todavía algo de tiempo para terminar de comprender la verdadera profundidad de lo que significa la sumisión. Pero bueno, Roma no se construyó en un día.

-Sí, mi Ama-asentí, más que nada porque no sabía que decir…Sentía que la había decepcionado y me molestaba profundamente. Pero me sorprendió que se hiciese el silencio y que no mencionase un castigo. Pero preguntarle sería precisamente caer de nuevo en el mismo error. Ella no necesitaba que yo le recordase si debía o no ser sancionado.

-Mañana, como tienes trabajo en tu casa, te recogeré a las nueve-dijo de repente-A menos que me llames y me pidas más tiempo, en cuyo caso me pensaría concedértelo.

-Gracias, mi Ama.

-Dime una cosa. ¿Esta noche has dormido en tu cama?

-Sí, mi Ama.

-¿No te hubiera apetecido dormir otra vez con tu mamá o te dio un poco de cosa al pensar en los demás hombres que habrían compartido el lecho con ella?

-No pensé en eso, la verdad, m i Ama…La verdad es que la idea me pasó por la cabeza pero…No habiendo ninguna excusa para ello…

-¿Excusa? Esclavito, parece que no captas a tu mamita. Simplemente con que le hubieras dicho que te apetecía volver a compartir cama ella te habría dejado. O quizás no tenías tantas ganas, ¿eh?

-Tenía pensamientos divididos al respecto, mi Ama.

-¿Por dormir con tu madre? No veo que tiene de dudoso eso… ¿O es que tú querrías algo más, pillín? ¿O piensas que tu madre se intentaría aprovechar de ti? ¿Qué es?-concluyó, riendo.

-Nada de eso, mi Ama…

-Pues yo creo que sí.

-Digamos que lo quería y lo temía a la vez, mi Ama.

-De acuerdo-no sé porqué, pero sonreía ampliamente-Bueno. Ya estamos cerca.

Miré por la ventana. A pesar de mi costumbre, que en los viajes me hacía dedicarme más que a nada a contemplar el paisaje por la ventanilla, esta vez no me había fijado en ningún momento por dónde íbamos. Estábamos en ese momento en una zona de casas residenciales, con pequeños jardines que se percibían a través de las altas tapias de piedra. El coche de mi Ama se detuvo ante una puerta en la que estaba marcado el número diecisiete.

-Esa es la casa de tu novia-me dijo mi Ama.

-Bueno, mi Ama-no pude evitar decir, aunque me arrepentiría nada más cerrar la boca-Ella todavía no es propiamente mi novia.

Pero, en cualquier caso, mi Ama se limitó a sonreír y me indicó con un gesto que bajara, cosa que procedí a hacer.

-¿Sabes, esclavito?-me dijo, sin moverse-Esa no es una cuestión en la que puedas decidir. Ahora cállate, cierra la puerta y disfruta de tu cita.

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Una vez que el coche de mi Ama desapareció por la calle me dirigí a la puerta que me había indicado y, tras tomar aire, llamé al telefonillo que había junto a la verja, que franqueaba una alta tapia de rojizos ladrillos. Tuve que esperar unos segundos hasta que, en efecto, la voz de Sabrina, se escuchó:

-¿Sí, quién es?

-Soy yo-respondí-Federico.

-¡Ah! ¡Fede! ¡Qué bien que ya estás aquí! ¡Pasa!

Un chasquido me indicó que la puerta de metal se había abierto y procedía a entrar, cerrándola a mi paso. “Bueno”, me dije: “Ya no hay marcha atrás”. Intenté olvidar todo lo relacionado con mi madre y me concentré sólo en Sabrina, recordando la agradable cena del domingo y el excitante encuentro que habíamos tenido…Me dije que en esta ocasión sería mejor…Además, sin la presencia de mi Ama, sólo con ella, estaría más tranquilo. Cruce rápidamente el frondoso jardín por un camino de azuladas losas y me situé frente a la puerta de la casa. No parecía llegar ningún sonido desde el interior. Finalmente, alcé la mano y llamé. Pero iba a recibir la primera sorpresa de la noche:

-Buenas noches, Federico-la voz grave pero suave de Lucía me saludó cuando ésta abrió la puerta. Yo me quedé un momento sin habla, ya que había esperado que Sabrina estaría sola y no que me encontraría con su madre.

-Buenas noches, señora-le repliqué finalmente, queriendo ser educado.

-¡Oh! No hace falta tanta formalidad. Puedes llamarme Lucía. Y no te quedes ahí plantado, pasa-me invitó, apartándose ligeramente de la puerta.

Yo, un tanto coartado, entré en el recibir, al que se abrían varias puertas y del que subía una escalera que ascendía al segundo piso. No vi ningún rastro de Sabrina ni la escuché por ninguna parte.

-Sabrina ha subido rápidamente al baño-me explicó Lucía, cerrando tras mi paso-Bajará dentro de poco.

-Ah-me limité a exclamar a modo de asentimiento.

-¿Y ese libro?-me preguntó, igual que mi Ama antes.

-Lo he traído para prestárselo a Sabrina, que estaba interesada en leerlo-le expliqué.

-Es un gesto muy amable de tu parte-comentó ella-Pero no nos quedemos de pie aquí. Ven al comedor. La cena pronto estará lista.

-Sí-asentí. Lo cierto es que me sentía un tanto incómodo. Aquello no era para nada lo que yo había esperado ni para lo que me había preparado. ¿O puede que Lucía se fuera a ir después de la cena? Recordaba como Sabrina había insinuado algo respecto a la cama de su madre y me parecía más que imposible que hiciéramos algo así con ella delante… O puede que su madre hubiera cancelado los planes que tuviese a última hora… Pero, ¿por qué Sabrina no me había avisado? Podría haberme dicho algo aunque fuera al abrirme, por el telefonillo…En fin. Intenté dejar de preocuparme por cosas que estaban fuera de mi control. Lo que fuera a ser, sería.

Al comedor, donde me hizo sentar al lado de la cabecera de una inmensa mesa, llegaba el aroma de la comida a través de una pequeña ventana que conectaba la estancia con la cocina contigua. Era un olor que reconocí en seguida:

-¿Es lasaña lo que huelo?-le pregunté, superando mi timidez.

-Así es-sonrió Lucía-La he hecho especialmente para ti, ya que tu madre me ha dicho que es tu plato favorito.

-Sí, lo es-respondí, sinceramente agradecido y sorprendido.

-Y dime-Lucía pasó a la cocina pero su voz me seguía llegando-¿Qué tal está tu madre?

-Muy bien, gracias.

-Creo que estaba en el grupo que ha ido de visita a unas nuevas instalaciones de la empresa, ¿verdad?

-Sí. Me lo dijo ayer. Estará fuera hasta mañana por la noche.

-Algo así tenía entendido-volvió a entrar cargando una fuente sopera. Yo hice además de levantarme para ayudarla-No-dijo, tajante-Eres nuestro invitado. Siéntate-yo, sorprendido por su primer tono, tan duro, obedecí, aunque no sin agradecer en parte no tener que hacer nada-Esperemos que la sopa se enfríe mientras mi hija termina de arreglarse…Y eso que no vais a salir, ¿no? O eso me ha dicho ella, que vais a quedaros viendo un par de películas.

-El plan lo ha diseñado ella-le contesté-Pero algo así me dijo, sí.

-Aunque veo que tú también te has arreglado. Estás muy bien.

-Gracias-asentí-Un poco, porque tampoco es que yo dé para más-dije, modesto.

-¡Qué va!-me contradijo-Eres muy guapo. Y pareces simpático y agradable. Una mejor opción que los últimos con los que estuvo mi hija.

-…-no sabía exactamente como contestar a lo que suponía un gran elogio.

-¡Ah, finalmente has llegado!-dijo Lucía, mirando por encima de mi hombre. Me giré y allí estaba Sabrina…Yo realmente sólo me había puesto ropa algo elegante pero ella realmente estaba bellísima…Hubiera creído que íbamos a una gala de premios o a una importante recepción oficial o algo así…Su cabello moreno caía en una preciosa y reluciente cascada, sus ojos azules resaltaban más en su rostro por el maquillaje, como sus deliciosos labios…Pero lo que más me atrajo fue su vestido negro que, sin ser ajustado, se adaptaba e iba al compás de sus encantadoras curvas…

-Siento mucho el retraso, mamá-se disculpó ella con un sentido de pesar en su voz que, por un momento, me sorprendió-Hola, Federico-me saludó finalmente, acercándose.

Yo me levanté y me dirigí a su encuentro, aunque no sabía muy bien como saludarla pero ella, tomando la iniciativa, con sus manos en mi cintura me arrastró hacía sí y fue directa a besar, uniéndonos por unos segundos en un profundo beso francés. Eso, en presencia de su madre, me sorprendió, pero no tuve fuerza de voluntad ni ganas de intentar impedirlo.

-Buenas noches, Sabrina-le dije, finalmente-Estás…-no me atreví a decir “preciosa” por sonarme demasiado “cursi” y “como un queso/bombón” u otra variante hubiera sido casi vulgar…Opté por lo común aunque no fuera suficiente descriptivo-Muy guapa.

-Gracias-asintió ella-Tú también.

-Sabrina-la llamó su madre.

-Me hago cargo, mamá-respondió ella que, pasando a mi lado, se dirigió rauda a la cocina.

Yo, no sabiendo del todo que hacer, me volví a sentar. Lucía, a su vez, había tomado asiento a mi izquierda, en la cabecera de la mesa.

-Espero que hayas venido con apetito, Federico-me dijo-Porque esta noche te vas a poder saciar.

Yo, no sé si era a esas alturas demasiado calenturiento, pero por un momento pensé que esa frase tenía doble sentido, sobre todo por lo que esperaba hacer después con Sabrina…Y oír eso en boca de su madre…Me regañé a mí mismo. No debía ver insinuaciones en cada esquina.

-La verdad es que sí-me limité a decir.

-Perfecto, entonces.

Entró entonces Sabrina desde la cocina, con una bandeja de lasaña y, tras dejarla en la mesa, volvió a la cocina y fue trayendo y poniendo la mesa para los tres –platos, cubiertos, vasos…

-Tendría que haber puesto ella la mesa con tiempo-me comentó Lucía-Pero se ha retrasado con lo de arreglarse tanto, aunque al menos ha merecido la pena, ¿no?-me preguntó con un tono que hizo seguir pensando que aquella familia no respondía  a los cánones que tenía entendido por normales.

-Sí-me limité a asentir.

-¿Tú ayudas a tu madre en casa?

-…-en un primer momento no supe que responder y temí que fuera a empezar un interrogatorio-Un poco-decidí ser modesto.

-Seguro que ayudas en todo lo que puedes-comentó-Y eres un buen hijo que echa una mano en casa y atiende a las necesidades de su madre.

-Hago lo que puedo-dije, intentando no pensar en las “necesidades” de mi madre según las consideraba mi Ama.

-Un chico modesto. Eso me gusta.

Sabrina finalmente terminó de poner las cosas y se sentó con nosotros.

-Bueno. Ya podemos empezar a comer-sentenció Lucía, abriendo “la veda”.

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La cena fue agradable y entre bocado y bocado y entre las copas, que vaciaron dos botellas de vino blanco, hubo una amena charla que se prolongó en la sobremesa. No era ni de lejos lo que había esperado, que había sido una cena menos formal y más animada y excitante sólo con Sabrina, como gran prólogo a un fogoso encuentro amoroso, pero dadas las circunstancias, que suponía ajenas a ella, no fue del todo lo mal que en un principio había podido temer. Lucía, además, trajo una baraja francesa y estuvimos un buen rato jugando…Pero el tiempo pasaba, las agujas sobrepasaron la medianoche y yo, aunque algo cansado, pensaba en si al final podría hacer o no algo con Sabrina…Desde luego estaba esperando que esta diera alguna señal al respecto, dado que yo ni me atrevería ni imaginaba como podía sugerir algo al respecto.

-Bueno-dijo en un momento Lucía-Es tan tarde que creo que ya tendrás que recoger y fregar mañana, cielo.

-Sí, mamá-asintió Sabrina de una forma que me recordó a mí al asentir ante una orden de mi Ama.

-Ahora, si queréis-siguió hablando-Podemos ver un rato la tele en el salón. A ver si están dando algo interesante.

Dicho y hecho. Nos levantamos de la mesa y fuimos hasta el amplio salón. Éste estaba plenamente a oscuras cuando entramos puesto que las cortinas estaban completamente corridas y las persianas del todo cerradas. Sabrina y yo nos sentamos en el sofá de dos plazas mientras Lucía se acomodaba en un sillón que había a su lado, todos de cara a la televisión que, desde el centro, presidía la estancia, en cuyas paredes se acumulaban diversos estantes cubiertos de cintas de video, películas, libros y todo tipo de figurillas y macetas.

Lucía encendió la televisión y fue pasando revista a los canales, aunque en ninguno se detuvo demasiado. Sin una palabra ni una explicación iba cambiando de uno a otro. Yo, que de entrada veía más bien poco la tele y desde luego nunca a esas horas me pregunté que estaría buscando. Lo dejó finalmente en una cadena local en la que en ese momento estaban los anuncios.

-Aquí puede que haya una buena película-dijo.

-¿A estas horas?-le pregunté.

-Tienes razón-dijo, sorprendiéndome por haber cambiado tan rápido de opinión-Y…Bueno, he de ir al baño-le tendió el mando a Sabrina-Sigue buscando a ver si encuentras algo que ver.

-Sí, mamá-asintió ésta, poniéndose a ello.

-Oye, Sabrina-le dije cuando, ¡por fin!, me encontré por primera vez solo con ella-La cena ha sido muy agradable y tu madre es encantadora-me miró y yo me bloqueé un momento-Pero ciertamente no es la cita que esperaba cuando quedamos…Y no es lo que tú me dijiste por teléfono.

-Tienes razón, perdona-se disculpó-Planeé sin tener en cuenta a mi madre. Pero no te preocupes-se acercó a mí, recostándose ligeramente sobre mi costado-Lo pasaremos bien antes de dormir-me guiñó un ojo-Eso te lo prometo.

-¿Le decimos a tu madre que estamos cansados y que nos vamos…a la cama?-puse una entonación especial en las últimas palabras.

-No-se negó, rotunda, aunque su voz pronto volvió a ser suave-Tú déjame hacer a mí y sigue la corriente cuando empiece.

Yo no sabía a qué se había referido con eso pero ella, mientras hablábamos, había acabado llegando a un canal para adultos. La pantalla se llenó de repente con el rostro de una delicada jovencita japonesa que le estaba practicando una felación al robusto miembro viril de un hombre de color. Sin pudor y probablemente para excitarme Sabrina se relamió los labios al observar aquella gran verga.

-Dime, ¿tienes o no tienes ganas?

Lo cierto es que, tras todo el día pensando, fuera con una u otra en sexo, no necesitaba mucho más para ponerme caliente y no tuve problemas para imaginarme enrollándome con ella en ese mismo sofá, pero el realismo pudo más y le sujeta las muñecas cuando ella fue directa a abrir los botones de mi camisa.

-¿Eso es un no?-me preguntó con voz lastimera.

-Tu madre está a punto de volver-le dije, pensando en que de repente había olvidado la situación-Vamos a tu cuarto-le propuse-Y verás si tengo ganas.

-No te preocupes por mi madre… ¿Crees que no sabe que nos enrollamos el domingo y que queremos repetir? Tranquilo. Me ha dado permiso.

-¿Qué te ha dado permiso?-le pregunté, atónito por sus palabras.

-Claro. ¿Tú a tu madre no le has pedido permiso?

-…-no sabía que decir, y es que lo decía claramente en serio.

-¡Ya estoy aquí!-se escuchó la voz de Lucía y yo, de repente, recordando la televisión, donde la chica ahora le lamía los testículos al otro, quise cambiar de canal, pero Sabrina me lo impidió-¿Qué estáis viendo?-preguntó, volviendo a sentarse en el sillón. Era una pregunta claramente retórica, por su tono y porque lo que estábamos viendo era inconfundible…Yo pensé que se enfadaría o que, por lo menos, se molestaría o algo, pero Lucía sólo sonrió y dijo:-¡Qué pillines que sois! ¿Eh, chicos?

-Un poco, mamá-asintió Sabrina.

-¿Viendo esto estaréis animados, eh?-desde luego, si Lucía, la madre de Sabrina y la relación que había entre las dos ya me había parecido, cuánto menos, curiosa, ahora la cosa parecía ir a más…

-Sí, mamá-Sabrina parecía usar el “mamá” como yo el “mi Ama” cuando me dirigía a mi dueña-Aunque Fede es un poco tímido-dijo, colocándose de rodillas sobre el sofá y con sus manos sobre mi pectoral, acariciándome el pecho por encina de la camisa.

-Entonces tendrás que tener más iniciativa para compensar-le dijo Lucía.

-Sí, mamá-asintió ella.

Yo, que no terminaba de entender cómo habíamos llegado a aquella situación, me deje hacer aunque los nervios me paralizaban, a pesar de que el morbo había hecho que tuviera una cada vez mayor erección. Sabrina se inclinó sobre mí y comenzó a lamerme la cara, las mejillas, los pómulos y la nariz, mientras procedió a desabrocharme la camisa. Aunque no podía verla notaba la mirada de Lucía fija en nosotros.

Me sentía, por lo tanto, un poco cohibido. Era cierto que ya me había acostado con  Leonor mientras mi Ama miraba, pero la situación me parecía distinta. Al fin empecé a moverme llevando mis manos a sus caderas, que acaricie por encima de su vestido mientras ella terminaba de desabrocharme el último botón de la camisa, que abrió para alcanzar mi pecho, que recorrió con sus manos, como masajeándolo. Todo mientras de fondo se escuchaban los morbosos sonidos de la chupada que la nipona seguía propinando en pantalla.

Se inclinó ella sobre mí y nuestras bocas finalmente se encontraron. Incitado por su ejemplo aunque no dejaba de hacérseme raro, decidí olvidarme de la presencia de Lucía y me comporté como si estuviéramos solos. Su lengua se metió en mi boca y jugó un rato con la mía mientras, llevándose las manos a los hombros, como llevada por ansiosas prisas, buscó empezar a bajarse el vestido. Yo ayudé a bajar la tela y pronto su vestido se quedo arrugado por la cintura, quedando sólo con el sujetador.

Éste no aguantó tampoco mucho y en seguida se lo quitó, arrojándolo a un lado y dejando sus firmes pechos a mi alcance. Ni corta ni perezosa, como pensando que no tomaría la iniciativa, tomó mi cabeza con sus manos y la llevó contra sus pechos, metiendo casi su pezón derecho en mi boca. Yo me deje hacer y, como un bebe que aún se alimenta de la leche de su madre, succione con mis labios y empecé a disfrutar de sus excitantes tetas.

-Así, así-me decía ella mientras me seguía apretando contra ella, como una vigilante madre preocupada de la nutrición de su bebe.

Pero sus manos no se entretuvieron mucho y, mientras yo seguía lamiendo sus pechos, que pasé también a acariciar y abarcar con mis manos, ella fue directa a mi pantalón. Desabrochó mi pantalón y pronto me había bajado la bragueta, pasando a palpar mi miembro por encima de la tela de la ropa interior, que no podía contener mi cada vez más firme excitación.

-Vamos, sácasela-le dijo Lucía, que se había levantado y acercado para ver mejor, a su hija-Quiero ver que tal la tiene.

-Sí, mamá-asintió Sabrina, siempre sumisa a los deseos de su madre.

Noté como sus dedos se introducían bajo mis calzoncillos, rodeando mi glande, que quedo al descubierto cuando su mano bajó la piel, en un primer movimiento masturbatorio. Su otra mano agarró el borde de la prenda y, aunque no pudo desplazarla, si lo movió suficiente para dejar mis partes al aire, yendo entonces directa a por mis testículos mientras su hermana, la diestra, empezaba a masturbarme. Yo me limitaba a disfrutar de sus “caricias” mientras seguía lamiendo sus pechos y sobre todo me centraba en sus pezones, que notaba como se habían endurecido con la lengua.

-No está nada mal-comentó Lucía-Déjame probar.

-Sí, mamá. Sabrina soltó entonces mi erecta verga, aunque su izquierda siguió acariciando desde abajo mis huevos.

Y entonces, eso ya era más difícil de ignorar, fue Lucía la que me agarró la polla. La madre de Sabrina se había arrodillado a nuestro lado para poder manejarla bien. Durante un momento la sostuvo firme entre sus dedos, con el carnoso glande sobresaliendo entre sus dedos, contemplándola como si la evaluara y en parte como una niña golosa que mira un suculento caramelo. Vi claro que Lucía iba a hacer algo más que mirar como su hija y yo hacíamos el amor. Igual que su hija antes comenzó a masturbarme. Sus dedos se notaban más firmes y apretaba con más dureza que ella, moviéndose al compás de un ritmo distinto que iba de entre movimientos suaves a movimientos rápidos, intercalándose casi como el día y la noche en el cielo.

Sabrina, entretanto, se había bajado del sofá y se había arrodillado junto a su madre. Entre las dos hicieron que alzará un poco el culito, lo suficiente para poder bajarme los calzoncillos y los pantalones, que no tardaron en quitarme tras los zapatos y los calcetines. Yo, mientras tanto, me había desprendido de la camisa y quedé recostado contra el respaldo, desnudo, decidido a dejarme en manos de las dos mujeres, madre e hija.

Impulsada por su madre, que le rodeó con su brazo izquierdo, Sabrina se acercó a mi verga, haciéndome notar al poco su respiración sobre mi glande, que ya exhalaba unas primeras gotitas…

-Venga, tu novio estará ansioso ya-le dijo Lucía.

-Sí, mamá.

Sin esperar más Sabrina abrió la boquita para recibir mi polla que, dirigida por la diestra mano de su madre, apuntó hacia ella. La otra mano de Lucía, en la cabeza de Sabrina, la hizo avanzar hasta que toda mi verga se introdujo en la boca de su hija, hasta que noté la punta de mi polla casi entrando en su garganta…Por un momento no pudo respirar y casi vi lágrimas en sus ojos…Y yo, entra tanto, en la delicia máxima de sentir mi mástil sumergido en su divina, calurosa y húmeda boquita… ¡Oh!

Finalmente Lucía permitió a su hija respirar tras haber dejado mi firme mástil brillante y cubierto por su saliva. Aquella se acercó entonces y, como si fuera mi polla un helado, comenzó a recorrerla a grandes lametones, desde la base hasta mi glande. Sabrina se unió al poco a su madre, por el otro lado. Así, las dos compartían mi polla…Empecé a respirar agitadamente...No era ya la primera vez que la chupaban pero lo cierto es que entre las dos me estaban haciendo conocer un placer mucho mayor del que había experimentado hasta ahora…Mis manos fueron a sus cabezas, con un poco de corte en el caso de la de Lucía, y comencé a acariciar sus bellas melenas mientras me la seguían devorando…Nunca en mis fantasías me había imaginado alto tan morboso y excitante.

-Sabrina-le dijo de repente Lucía-Dame saliva en este dedo-le ordenó, presentándole el índice de su mano izquierda.

-Sí, mamá-asintió su hija, dejando un momento mi polla para lamer su dedo, que al poco la madre debió de considerar listo, pues se lo retiró para que volviera a lamer mi mástil.

Entonces supe para qué era lo del dedo aunque lo cierto es que era fácil de adivinar. Mientras ambas seguían provocándome espasmos de placer con sus ágiles lenguas el índice de Lucía se introdujo entre mis piernas y buscó mi entradita posterior, que no tardó en encontrar… Un agudo y punzante dolor, como el de un pinchazo o poco más grave, me recorrió durante un segundo el cuerpo cuando noté como su dedo entraba en mi culito.

-¡Oh!-no pude evitar gemir.

-¿Qué, Federico? ¿Te duele que te meta el dedito o quieres que mi hija me acompañé?

-Lo segundo-contesté sin dudar, aunque imaginé que el dolor, que aún no se había desvanecido del todo, aumentaría.

Sabrina, por su parte, no tardó. Y tras ser preparado su dedo por la boca de su madre, se posicionó junto al primero y, en mi entradita, presionó hasta meterlo… ¡Oh! Mi entradita sufrió al ser rota por los dos dedos, que pugnaban por el espacio y que se empezaron a desplazar a un mismo ritmo adentro y afuera. Así las dos conocían mi culito y me la lamían al compás. Empecé a jadear y pensé que pronto no iba a aguantar más e iba a acabar. Pero Lucía se dio cuenta y, tras detenerse, contuvo a su hija.

-Espera, mi niña, creo que tu novio iba a acabar.

Yo me sentía un poco confuso dado que había pensado que me llevarían entre las dos al orgasmo:

-Pues la verdad es que creo que estaba ya cerca-admití.

-Todavía es pronto, querido-me dijo Lucía-Sabrina y yo queremos que hagas algo primero.

Ambas se levantaron. Sabrina con el vestido por la cintura, arrugado; Lucía vestida completamente todavía. Ésta se puso tras su hija y empezó a acariciar, abrazándola, su vientre…Sabrina cerró los ojos y disfrutó de las caricias de su madre, que se arrodilló detrás de ésta mientras la iba desnudando, terminado a sus pies, que Sabrina levantó para que pudiera quitarle del todo tanto el vestido como las braguitas…Así la hija quedó expuesta ante mí, mostrándome sus encantos, unos encantos que su madre, en pie de nuevo tras ella, volvió a acariciar…Las manos de Lucía amasaron los senos de su hija y luego acariciaron su conchita mientras, desde atrás, le besaba el cuello…Sabrina se relamió los labios y soltó un leve suspiro cuando los dedos de su madre abrieron su rajita, poniendo ante mis ojos su carnoso interior.

-¿Lo quieres, verdad?-Lucía claramente se refería al coñito de su hija, a la que hizo avanzar unos pasos hasta que estuvo parada justo ante el sofá-¿Te apetece relamerlo, comértelo?

-Sí, Lucía-respondí, sin apartar mis ojos de la rajita que ésta abría y cerraba con sus dedos.

-Ya casi somos familia-me dijo ésta-Tienes mi aprobación. Puedes llamarme mamá.

Increíblemente no había recordado mis fantasías para con mi madre al ver como lo hacían Sabrina y Lucía pero la referencia de ésta última sí que me hizo pensar rápidamente en mi querida madre… ¿Si Sabrina y Lucía podían…Mi madre y yo también? Pero en ese momento no tenía tiempo para pensar en ello.

-De acuerdo, mamá-dije, conforme a sus palabras.

-Así está bien-aprobó-Ahora ven a por este conejito, que te mueres de ganas, mi nenito.

No le hice tener que repetir esa orden y, sentándome en el borde del sofá y tras fijar mis manos en las nalgas de Sabrina me sumergí en su entrepierna. Mi lengua fue directa entre los dedos de Lucía y se introdujeron entre las rosaditas entrañas del conejito de Sabrina, que busqué penetrar todo lo posible.

-Mientras sumerges tu lengua en mi niña-me instruyó Lucía-Juega con tus dedos en su colina de Afrodita.

Nuevamente seguí sus deseos y mis dedos gordos se encontraron justo sobre el monte de Venus de su hija, que presioné mientras no dejaba de recorrer sus labios con mi lengua, pasando sobre los dedos de su madre. Sabrina, entre una y otro, empezó a gemir suavemente, pero no se estuvo mucho más tiempo quieta y pasiva. Sus manos fueron hacia atrás y alcanzaron los muslos de su madre. Su derecha subió y la vi buscar la entrepierna de Lucía, que se agachó ligeramente para que los dedos de su hija alcanzaran sus braguitas.

-Mi niñita es traviesa, ¿eh?-le dijo.

-Sí, mamá-respondió ella.

Lucía retiró las manos del coñito de Sabrina, dejándome a mí sólo, y procedió a quitarse el sencillo vestido que llevaba. Así pude comprobar que los dedos de Sabrina no habían podido alcanzar las braguitas de su madre porque no llevaba.

-Pongámonos un poco más cómodos-dijo entonces Lucía.

Fue hasta el sofá y se sentó en uno de los extremos, abriéndose de piernas para que una fuera paralela al respaldo y la otra cayera hacia fuera. Sabrina, despegándose entonces de mí, fue a recostarse de lado en el sofá, pasando a sumergirse en el coñito de su madre, que comenzó a lamer con energía mientras buscaba con sus dedos el culito de Lucía. Ésta, con un gesto, me señaló la conchita de su hija, al que yo fui, colocándome de rodillas en el suelo ante el sofá.

Estando perpendicular a la rajita de Sabrina me costó más lamerla, pero no me corté a la hora de seguir haciéndola gozar y, mientras mi lengua y mi diestra iban de su rajita a su monte de Venus, mi izquierda buscó su culito con uno, dos y hasta tres dedos…Así seguimos un rato en que la habitación fue presidida por los cada vez más intensos gemidos de Lucía hasta que, finalmente, la vi alcanzar el orgasmo en la boca de su hija…

-Bien, mi niña-logró decir aunque su voz sonaba algo entrecortada-Ve con tu amigo mientras yo voy a por algo.

¿A por algo? No tenía ni idea de a por qué iba pero, con cuidado, se levantó del sofá y, desnuda como estaba excepción de los zapatos, se dirigió a la puerta y desapareció de la habitación. Pero no tuve tiempo de pensar a dónde habría ido Lucía, pues Sabrina me cogió de los hombros y me levantó, tirando de mí, para que quedara recostado con ella en el sofá…

Aparte del puro placer físico realmente me sentí cómodo con ella en esos momentos. Los dos desnuditos en el sofá, uno al lado del otro, abrazándonos y besándonos apasionadamente, disfrutando del cuerpo del otro, sintiendo el calor y el sudor ajenos en la propia piel. Su diestra entretanto agarró mi verga y me masturbó rápidamente, como para asegurarse de que la tenía al máximo, mientras me seguía metiendo la lengua.

-Bueno…Es hora de que me cojas como a una putita, mi cielo-me espetó sin más.

Y sin más me tumbó boca arriba, que yo me seguí dejando hacer como un muñeco y, situándose encima, condujo mi verga a su estrecho coñito, que se abrió al paso de mi polla. Fue fantástico sentir nuevamente como su delicioso conejito, cálido y húmedo, albergaba mi miembro…Sentía su carne apretar mi palpitante miembro mientras ella, cerrados los ojos como para centrarse en el placer, me lamía el lóbulo de la oreja… ¡Ah!

Así, quieta sobre mí, con mi polla clavada hasta el fondo de manera que notaba casi sus labios con mis huevos, estuvo un rato. No la insté a moverse, gozando de esa especie de sensual “entrega”. Y al poco comenzó a moverse, con mi ayuda, al principio despacio y luego más rápido según nos adaptamos a la posición. Yo jadeaba y ella comenzó a gemir suavemente con una voz que me sonaba a canto divino…

En ese momento sentí algo en el sofá y, cuando miré, contemple que era Lucía. No la había oído al entrar pero pude notar que llevaba algo puesto por la cintura… ¿Qué era?

-Ya veréis-nos dijo a los dos mientras se posicionaba.

No sabía lo que era todavía, pero Sabrina fue la primera que lo sintió. Vi como cerraba los ojos y, aunque no podía saberlo con certeza si lo intuí. Su madre la había empezado a sodomizar con un consolador…

-¡Oh, mamá!-gimió en una mezcla de dolor y placer...

Pero yo no tendría que imaginar mucho tiempo que es lo que Sabrina estaba sintiendo, pues al poco noté también como una dura punta aparecía entre mis nalgas… ¿Cómo era posible? Me pregunté…Pero antes de que pudiera siquiera pensar en resistirme la punta de aquella falsa verga rompió el cerco de mi culito y, sin más procesamiento, entró devastadora en mi culito…Por poco no grite de dolor ante aquella inesperada intrusión…

-¡¿Qué?! ¿Os gusta mi doble mástil?-nos preguntó Lucía-¿Eh, bebitos?

-¡Oh, sí, mamá!-contestó Sabrina, que era doblemente penetrada…

Yo al principio no estaba seguro y sentía mi culito ardiendo por aquel duro falo que Lucía me había metido sin más, pero el placer que sentía cogiendo el chochito de Sabrina me compensaba y pronto a ese placer se sumó el de la sodomía…

-¡Oh, mamá!-gemí yo también…

-¿Qué? ¿Te gusta que te follé a la vez que a mi hija, eh?

-¡Sí!-respondí...

-Desde luego sí que eras una buena opción para mi pequeña-siguió diciendo.

No le respondí, centrado como estaba en gozar de estar cogiéndome a Sabrina mientras su madre me sodomizaba…Por un momento no pude evitar pensar como habría sido esa escena si en lugar de Lucía hubiera sido mi madre…Mientras oí los gemidos de placer de Sabrina, que no tardó en alcanzar el orgasmo, me imaginé a mi madre de rodillas y follándonos a los dos…Creo que esa idea fue definitiva para que yo también llegará al canto de cisne del orgasmo…

-¡Ah, ah! ¡Voy a terminar!

Cuando anuncié que iba a terminar, rápidamente  Sabrina se levantó y Lucía se apartó. De pie las dos, a mi lado, me hicieron sentarme rápidamente en la posición en la que había estado cuando me la había comido las dos, cosa volvieron a hacer…Las lenguas de las dos me recorrían la caliente polla y Sabrina, ansiosa, empezó al poco a masturbarse…Mis jadeos eran cada vez más rápidos y la eyaculación no se hizo esperar mucho más… ¡Ah…!

Brotaron con fuerza los borbotones de espeso y caliente semen, cayendo con fuerza sobre la cara de Sabrina, que había apuntado mi verga hacia sí. Mientras yo gozaba del orgasmo, exultante y cansado, cubierto de sudor, Lucía pareció dejar de momento que su hija se quedase con toda mi corrida. Sabrina tenía semen esparcido por su frente su nariz, sus mejillas y sus labios. Pero no iba a ser sólo para ella. Su madre, mientras su hija se relamía, empezó a lamer su cara, reclamando su parte, y cuando entre ambas hubieron acabado con la leche que había en la cara de Sabrina, vinieron a mi ya flácido pene, en busca de repelar hasta la última gota…Yo, que respiraba pausadamente, descansando, mientras me estremecía con las últimas gotas de placer de sus últimas lamidas, no pude dejar de comentar:

-Parecéis insaciables.

-No lo parecemos. Lo somos-me replicaron las dos a la vez, riendo después por la coincidencia.