Ella (2)
La hija de mis padres ha crecido, y ya no me pued contener cuando la tengo cerca.
Ella (2)
Sara me esperaba en la cocina con una sonrisa en los labios. Se había puesto una camiseta mía que le llegaba por las rodillas, haciéndola parecer una niña inocente. Esta imagen se transformaba al observar la redondez de sus firmes pechos de adolescente, y su culito respingón. Siempre me he considerado un hombre de tetas, pero es que era ver esa obra de la naturaleza y se me iban los ojos.
Ni que decir tiene que ya estaba medio empalmado. Otra vez. Después de haberme corrido en su boquita y en lo más profundo de su cuerpo. Mi pene reaccionó ante el recuerdo, pero en vez de estirarla de la coleta y hacer que apoyara sus manos en la encimera dejando su culo a mi plena disposición, cogí el café que ella me tendía, me senté en el sofá y le hice un gesto para que se acercara a mí. Charlamos un rato como hacía tiempo que no hablábamos. Le pregunté por las clases, por sus amigos y por si había algún chico especial en su vida.
-Sí –dijo con firmeza mirándome fijamente- ahora sí.
Entre unas cosas y otras se había hecho la hora de la comida. Quería cuidar de mi niña, así que le pregunté si quería ir a comer fuera. Ella, toda sonrisas, me contestó que sí.
No me lo pensé mucho y la llevé a un restaurante cerca de mi casa. Tenía cierta clase y ofrecía la intimidad que yo deseaba. Después de deslizar dos billetes de diez en la mano del camarero este nos condujo a una zona apartada del salón. Sólo estábamos al alcance de la vista de unas pocas mesas que ni siquiera estaban del todo llenas. Después de que nos dejaran la carta, el camarero se fue dejándome a solas con lo que de verdad quería catar.
-Estás muy guapa –le susurré a Sara al oído. Y era verdad. Se había puesto un vestidito veraniego bastante corto que parecía acariciar toda su figura. Le empecé a acariciar la pierna. –creo que no te ha gustado que no te follara esta mañana y estás intentando calentarme gatita. –dicho lo cual agarré el lóbulo de su oreja entre mis dientes y comencé a succionarlo suavemente.
-Mateo… -murmuró ella.
-¿Sabes qué más pienso? Que necesitas tanto que te folle que no puedes esperar y que si ahora mismo meto mis manos en el interior de ese trapito que llamas vestido y coloco un dedo en tu coño, no solo lo encontraré mojado, si no que estoy seguro que estará derramando tanta crema que tus bragas estarán completamente mojadas.
Dicho esto, subí la mano por su muslo hasta alcanzar su rincón secreto. Me sorprendió que llevara tanga y me calentó todavía más. Quería ver como ese trozo de tela se adhería a la suavidad de su coño depilado, como esa cintita tan estrecha se encajaba entre sus glúteos, protegiendo su otro agujerito.
-Por favor Mateo –susurró Sara.
-¿Por favor qué cielo? ¿Quieres sentir mis dedos dentro de ti? ¿Quieres que te masturbe en este restaurante en el que cualquiera que se fije un poco verá a un tocándote íntimamente? ¿Haciéndote llegar al orgasmo?
-¡Sí! –exclamó ella, ya que no me había esperado a su contestación y había comenzado a meter y sacar suavemente un dedo. Despacio le rodeé el clítoris con los dedos impregnados de sus flujos. Casi saltó de la silla.
Mis dedos comenzaron a seguir un circuito. Primero, se metían en su estrecha cueva, lo más profundamente que podían. Después los llevaba más arriba, y con los dedos resbaladizos jugaba con su botón, completamente hinchado, que anhelaba todas las caricias que yo pudiera darle. Al poco tiempo Sara empezó a respirar muy superficialmente, sus manos agarraban con fuerza el mantel, sus ojos se había puesto vidriosos, y sus pezones podían verse claramente deformando la tela del vestido. Yo me estaba excitando muchísimo, pero en aquel momento solo podía fijarme en ella.
En ese momento apareció el camarero para tomarnos nota. Saqué mi mano de debajo de la mesa, saboreé la esencia de mi niñita y encargué la comida para los dos, puesto que Sara ya tenía suficiente con intentar respirar con normalidad.
Una vez que el hombre se fue miré fijamente a esa preciosa ninfa y le ordené:
-Gatita, quiero que vayas al baño, te quites las bragas y me esperes.
Ella se levantó inmediatamente y se dirigió al baño. A los cinco minutos la seguí. Afortunadamente no había nadie en el baño de mujeres. Sara estaba al lado de la pila, con su tanga en la mano.
-Muy bien, cariño.
Me acerqué a ella y cogí las bragas que me tendía. Mi erección me dolía de la presión que estaba haciendo en los vaqueros, y sin poder resistirlo más coloqué mis manos en sus hombros, y la empujé suavemente hacia abajo. Ella, como una niña buena, entendió al instante lo que quería que hiciera. Sin más dilación se sentó sobre sus rodillas, y con algo de torpeza me abrió la cremallera, bajándome, a continuación, mis calzoncillos y mi pantalón. Mi polla saltó libremente, reclamando su atención. Sara la cogió y pasó lentamente su lengua por el glande, rodeándolo y llenándolo de saliva.
Cogiéndola de la cabeza la insté a que se tragara más de mi miembro, y así lo hizo. Abriendo la boca avanzó hasta alcanzar casi la base de mi verga. Con una mano agarró suavemente la base, mientras con la otra comenzó a acariciar mis testículos. Tuve que hacer fuertes esfuerzos para no correrme en el momento, porque en ese instante Sara comenzó a deslizar mi polla por su boca. Noté como mi glande casi tocaba su garganta, mientras que ella, con su lengua, recorría todo el tronco del pene. Intenté acelerar sus movimientos moviendo su cabeza más rápido. Cuando ya sentía que no podía contenerme más Sara rodeó el glande y lo aspiró con fuerza.
Cualquier resistencia fue inútil, empecé a correrme como un loco, llenando su garganta con mi semen. Cuando finalmente retiré mi miembro de su boquita vi cómo se resbalaba un poquito de mi esencia por la comisura de sus labios. Con todo el cuidado del mundo recogí el semen con un dedo y lo esparcí por sus pezones, que estaban increíblemente erectos. Sara gemía por la necesidad de correrse.
Cogiéndola de la cintura, la subí al lavabo del baño y le abrí las piernas.
-Sara –le dije- tócate para mí, déjame ver cómo llegas al orgasmo con tus deditos.
Ella no esperó más y metió tres dedos en su canal, que ya goteaba de necesidad. Con un suspiro lanzó la cabeza hacia atrás mirando el techo. Rodeó su clítoris con dos dedos y rápidamente empezó a convulsionar. Lanzó unos cuantos gemiditos hasta que se quedó quieta y vio cómo mi móvil la estaba grabando.
-Tío ¿Pero qué haces?
Era la primera vez que la veía tan cabreada e intenté aplacarla.
-Mira Sara, es probable que después de este fin de semana no nos podamos ver con tanta frecuencia como me gustaría, y yo necesito un pedacito de ti cariño. Si tengo que masturbarme porque no estás a mi lado, prefiero tenerte aunque sea solo a partir de la pantalla del móvil.
-Mateo –me dijo ella seriamente- ahora mismo yo necesito estar contigo. Cuando estoy a tu lado soy otra, no me da vergüenza hacer nada, ni liberar a un yo que escondo con los demás. Contigo puedo ser yo misma al cien por cien. No voy a renunciar a esto.
No podía creer lo que me estaba diciendo, así que la abracé fuertemente.
-Yo tampoco mi niña, ahora mismo no puedo separarme de ti.
-¿Podrías devolverme ahora mis bragas?
-No, estas me las quedo de recuerdo –dije mientras inspiraba su olor y me las metía después en el bolsillo de la chaqueta.
Volvimos al restaurante y comimos. No paraba de reírme con ella, de ver como agitaba su precioso pelo castaño y como le brillaban sus bonitos ojos. El tiempo se me pasó volando y cuando salimos de allí eran más de las cinco. Dimos una vuelta por la ciudad, sonriéndonos con la mirada, cómplices de un secreto que solo compartíamos ella y yo. Sabía que al final aquella relación no podía consolidarse, pero me daba igual, era mirarla y dejar de pensar en nada que no fuera ella.
Íbamos caminando por la calle, cuando un chico de unos veinte años que iba corriendo se paró y le dio dos besos. Se quedó hablando con ella mientras le ponía una mano en la cintura.
Me entraron ganas de cogerle por esa cresta ridícula que llevaba y estamparlo contra el árbol más cercano. Me acerqué para marcar mi territorio cuando el muy capullo me miró y le preguntó a Sara.
-¿Es tu padre?
Definitivamente iba a estamparle su cara de niño bonito contra la pared, pero Sara me cogió del brazo suavemente.
-No, no es mi padre. Nos vemos Javi.
-Vale, adiós preciosa, intenta venir a la fiesta del viernes.
Dicho esto el imbécil se fue y le pregunté, más celoso de lo que querría reconocer.
-¿Quién era ese capullo?
-Javi, un amigo de clase.
-Un amigo los huevos, ese quiere follarte.
-¿Te vas a poner así? ¿Tienes quince años?
-Es obvio que no tengo quince años –le contesté furioso- porque si no, no me confundirían con tu jodido padre.
Empecé a volver, enfadado a casa, mientras Sara iba detrás de mí.
-Mateo, no te enfades por favor.
Al cabo de unos minutos llegamos a mi casa y subimos al ascensor. Sara continuaba diciéndome que no estuviera enfadado, que había sido todo una tontería, cuando el ascensor de repente se paró.
-Perfecto, y ahora nos hemos quedado encerrados.
-Vale, así podrás explicarme por qué estás tan molesto.
-Mira Sara, no me gusta que haya tanta diferencia de edad entre nosotros, ni que me consideren tu padre, ni que un capullo retrasado se piense que puede ponerte la mano en la cintura como si fuera tu novio.
-Bueno Mateo, la verdad es que Javi y yo estuvimos saliendo una temporada.
-¿Te lo tiraste? –era lo único que necesitaba saber.
-No, pero…
-Ah, así que le tienes ganas, quieres que te la meta en ese coño depilado que llevas. –estaba iracundo- ¿Pensabas en él cuando te follaba hasta dejarte sin respiración, cuando te tragabas todo mi semen?
-Mira Mateo, estás sacando todo de contexto.
-A ti sí que te voy a sacar de contexto. –en un momento la cogí del escote de vestido y de un fuerte tirón se lo arranqué, rompiéndolo.
-¿¡Pero qué estás haciendo!?
-Borrando al imbécil ese de tu mente.
Hice que recostara su espalda sobre mi pecho, y la cogí con fuerza de los pechos. Todo lo que hacía se reflejaba en el espejo del ascensor.
Estiré fuerte de sus pezones hasta que comenzó a gemir, implorante. Hice rodar sus pequeños brotes entre mis dedos, y cuando supe con exactitud que estaba excitada bajé mi mano hasta su sexo. Le separé las piernas a pesar de que ella se resistió un poco al principio y sin ningún tipo de delicadeza la penetré con tres dedos, y en el momento que supe que estaba lo suficientemente mojada me bajé los pantalones y se la metí de un solo golpe. En el espejo podía observarse como mi miembro desaparecía en esa cueva rosada. El clítoris, hinchado, sobresalía de su escondite y su precioso coño, suave y brillante, tragaba con hambre toda mi verga, la cual relucía por los fluidos que se escapaban de su vagina.
Sara tenía los ojos cerrados, y cogiéndola con fuerza de la mandíbula, le susurré.
-Abre los ojos zorrita, y mírate en el espejo. Miran como disfrutas como una auténtica zorra de MI polla. Como te brillan los ojos suplicando más.
Gimiendo como una loca hizo lo que le ordenaba. Le tapé la boca con la mano para que nadie nos oyera, y deslicé la otra mano hasta llegar a su culo, metiendo un dedo en su ano. Sara abrió mucho los ojos, sorprendida, pero yo continué taladrándola con fuerza. La sacaba un poquito y luego se la metía toda entera hasta el fondo. A cada golpe Sara gemía más. Fui metiendo el dedo poco a poco en su agujerito trasero.
El momento en que se lo metí enteró, coincidió con una arremetida especialmente fuerte y Sara comenzó a correrse como una loca. Al notar las contracciones de su estrecha vagina, que me apretaba como un sedoso y mojado guante no pude aguantarlo más, y también comencé a convulsionar, depositando todo mi semen en lo más profundo de su coño.
Cuando recuperamos la respiración Sara apoyó suavemente su cabeza en mi hombro y me dijo.
-Si yo ahora solo puedo pensar en ti Mateo.
Después de una follada tan violenta no me esperaba el golpe de ternura que me asaltó y suavemente le rodeé la cabeza, mientras una combinación de su crema y mi semen bajaba por sus piernas y me manchaba el pantalón.
…
Continuará
Espero que os haya gustado, por favor, no dudéis en comentar.
Gracias por leer mi relato. :D