Ell mi anciana seductora, yo su niña

(Pencu1 es el mismo autor que Pencu, pero perdí mi cuenta) Era yo una joven solitaria y aquella mujer mayor, anciana ya me sedujo y me llevó a su cama.

ELLA “MI ANCIANA SEDUCTORA, YO “SU NIÑA”

Esta historia ocurrió hace muchos años.

Mi nombre es Lucía, por aquel entonces yo tenía 18 años. Era una chica normal, pelo moreno con media melena siempre recogida en una coleta, ojos claros, piel fina, delgada, con un pequeño culo que más que respingón era prieto y firme, con escaso vello púbico en mi sexo, la verdad es que era un coño bastante cerrado, no sé, como que se veía una línea como la raya del culo que separa las nalgas, pues algo parecido, sin sobresalir nada de mi vulva, estaban mis labios y la entrada de mi vagina bien tapados, pero que cuando me tocaba, me acariciaba, se veían bien mis labios vaginales y mi clítoris, se me hinchaban y cuando veía algún video porno en el móvil, me masturbaba con mi dedo y al final siempre me llegaba una buena cantidad de flujos que me gustaba restregar por mi coñito. Siempre me había parecido que lubricaba mucho.

Mis tetas en desarrollo, pensaba entonces, porque tenían forma de cono, pequeñas, erectas y acabadas en una gran areola y el pezón en la punta. Y digo que pensaba que estaban en desarrollo, porque con esa edad pensaba que les faltaba madurar, pero fueron pasando los años y las seguía teniendo igual, así que al final indagué por internet y vi que mis tetas eran tubulares, una malformación genética que hace que sean así, la suerte es que a mí siempre me han gustado.

Era una chica bastante solitaria, solía quedar poco con amigos y amigas. Muchas veces me iba sola a pasear por la ciudad, por aquellos barrios en los que nadie me conocía, me sentía más tranquila.

Aquella tarde estaba sentada en un banco de una plaza con juegos para niños. Me gustaba aquel sitio porque sólo había madres y padres y no pasaba mucha gente de mi edad. Estaba entretenida con mi móvil y llegó una mujer, yo ni la miré, pero al sentarse me dijo

-Buenas tardes, guapa

Yo entonces aparté mi mirada del teléfono y la miré para responderle:

-Buenas tardes.

Era una mujer mayor, vieja, una anciana, delgada, de pelo con media melena, algo ondulado, grisáceo blanco. Parecía que me hablaba, pero yo estaba con mis cosas, por lo que ella insistía:

  • ¿Qué tal? ¿Aburrida?

-No, no estoy bien.

  • ¿Ahí sola? ¿No vas con los amigos?, ¿con el novio?

Yo me quedé sin saber que decir, no la conocía y me iba preguntando:

-No tengo novio, ni quiero y amigos pues otro día

Se acercó a mi lado en el banco, me seguía hablando y no le hacía mucho caso, hasta que me dijo:

-Pues chica, con lo guapa que eres, no sé, no te veo bien sola

-No se preocupe, voy bien

-Pero si no tienes a nadie, no necesitas nada de… de eso, ya me entiendes…

Y no, no la entendía, nada de que, deeee ¿sexo?. Pues la verdad es que ni lo pensaba. No había tenido relaciones sexuales y aún me quedaba. La verdad es que tampoco tenía una sexualidad de gusto definido, quiero decir que entonces cuando iba por la calle me fijaba en los chicos y pensaba, que bueno está ese, pero me pasaba lo mismo con las chicas, las miraba y las veía atractivas, guapas… no sé, creo que si no había tenido sexo era porque mi carácter era solitario, porque la verdad me hubiese dado igual con un chico que con una chica, lo hubiese hecho si se me hubiese presentado la oportunidad.

La anciana me miraba, estaba sentada a mi lado, rozándome y siguió preguntándome cosas, algunas intrascendentes y otras íntimas. Intentaba indagar cosas sobre mí, pero con cuestiones sexuales, sensuales, de eso me di cuenta después, claro, no en aquel mismo momento. Yo le iba respondiendo algunas, me parecía un juego morboso y me divertía. Aquella mujer tan mayor, estaba allí preguntándome cosas que nadie nunca me había formulado y la verdad es que no se porqué pero yo le respondía y creo que nunca le hubiese respondido a nadie más, no sé me atraía ese jueguecillo y también que no la conocía.

-Bueno guapa, que no te lo he dicho, pero me llamo Estela.

-Pues muy bien, yo me llamo Lucía.

-Pues eso que te decía, que disfrutes de la vida y de lo que tiene, que luego te harás mayor como yo y mira….

-Que dice, pero si está estupenda, mujer.

-Tú que me verás bien.

-Pues sí, lo que veo, es así- le decía yo por darle ánimos, no tenía otra intención.

-Hay!!, ¿lo que veo?. Mi niña, si tú te atrevieses, verías algo más… y yo encantada eh!

Yo me quedé sin saber responder. ¿Qué si yo me atreviese, vería algo más? ¿Qué más iba a ver yo? Estaba en aquel momento insinuándose. Y tanto, porque siguió:

-No te has de preocupar, vivo sola y en las casas de al lado no vive nadie y además no te conocerá nadie de aquí. Y sí, ya sé, igual te da reparo con una mujer tan mayor, pero mira, a mis 69 años aún tengo fuerzas y ganas de pasar buenos ratos con alguien tan guapa y joven como tú, ya ves.

  • ¿Pero…, me está….?

-Pero nada, que mira chica, te he visto aquí sola, tan guapa, que no te había visto nunca por aquí y eso que yo me voy fijando bien y, pues eso, te he visto bien guapa y he dicho, pues voy a hablar con ella y me pareces más guapa así de cerca y con muy buen tipo. Muy joven, eso sí. ¿Qué edad tienes?

-17

-Pues estás estupenda, así qué sin rodeos, si te apetece pasar un rato de alcoba con esta vieja señora, sólo tienes que seguirme a unos metros por detrás y te llevo a mi casa.

Ahí si me quedé sorprendida, callada.

-Me espero aquí sentada un poco por si te lo piensas, luego me iré, si me sigues, me alegraré mucho y si no, no te preocupes, puede que sea lo normal. Aunque he de decirte que sé que no te arrepentirías.

Pufff… Me acababa de proponer ir a, a… a tener sexo. Yo una chiquilla, con una mujer tan mayor. Repasé por mi mente, intentando imaginármelo, ¿cómo sería?, ¿cómo serían sus tetas?, ¿y su… su coño?, y las dos desnudas en una cama, ¿qué haríamos?, ¿qué querría que le hiciera?, ¿qué me haría a mí?

Preguntas y respuestas en imágenes imaginadas en cuestión de segundos y claro, algo sentí de atracción, de morbo, de la proposición, porque noté que mi sexo algo se humedecía y me entraba un cosquilleo del nerviosismo.

Ella me miró, sonrió y se levantó. Se fue caminando hacia la parte más lejana de la plaza hacia una estrecha calle. Yo no le perdí de vista y dudando en el último momento me levanté y con paso ligero fui hacia esa calle. Al llegar la vi al fondo, creo que ella me vio también de reojo, parecía que no quería girarse. Yo estaba nerviosa mientras la seguía. No estaba segura de lo que iba a hacer, en un par de ocasiones estuve a punto de darme la vuelta, pero había algo que me atraía hacia ella, a seguirla y a que pasara lo que fuese, fui respirando con relajación, si no me iba a dar algo. Me tranquilicé hasta que vi que se paraba ante una casa con una gran puerta de madera, antigua, la abrió y entró y me volvió el nerviosismo. Cuando me acerqué vi que estaba sin cerrar, y sin pensarlo entré y cerré. Ella estaba al fondo del ancho pasillo, me sonrió y me abrió los brazos como llamándome a su encuentro. Fui hasta ella, nerviosa.

-Ven mi niña- me dijo

Al llegar a ella, me cogió de las manos, se acercó a mi cara y me dio un beso en los labios. Sentí sus labios, secos, arrugados posándose en los míos. Fue un beso corto, pero de mucha intención. Ahí supe, que no había vuelta atrás, y creo que, aunque la hubiese habido no la habría cogido. Estaba decidida a tener mi primera relación sexual con aquella mujer, con aquella anciana que me había seducido.

Me abrazó y me besó en el cuello. Me debió notar nerviosa porque me dijo:

-Ven cariño, vamos al sofá y tomamos algo, nos vendrá bien relajarnos un poco.

Así que allí fuimos. Yo me senté y ella fue a la cocina y al poco vino con dos vasos, hielo y un vino dulce, -para soltar tensión- dijo -y desinhibirnos.

Estuvimos hablando un rato, llenó dos o tres veces los vasos creo. Yo si noté que iba estando cada vez más relajada y hablaba más. Ella me contó parte de su vida, con guiños a momentos sexuales que había pasado, sin contarlo detalladamente, pero me parecía que lo hacía como para ir excitándome. Yo poco le podía contar, ya ves, ¿que alguna vez me masturbaba?, pues solo eso. Ella se interesaba por como lo hacía y yo le contaba un poco por encima. Solo contarlo me excitaba a mí.

Al cabo de un rato me dijo:

  • ¿Te apetece que nos vayamos a mi habitación?, mi niña.

-Sí, cuando quieras- le contesté yo.

Se levantó, me ofreció una mano, se la cogí y por un pasillo llegamos a su habitación. Amplia y con una cama de matrimonio a la que ella quitó el cobertor, dejando solo las sábanas.

Nos quedamos a los pies de la cama, se acercó a mí, me abrazó y me besó, un largo beso y en el que ya nuestras lenguas iniciaron el juego de la excitación. Me besaba buscando mi lengua con la suya, con morreos, con besitos, con dulzura y con fuerza. Me cogía de la cabeza para comerme la boca con desenfreno. A mí eso me excitaba. Llevó sus manos a mi cintura, cogió mi camiseta y la fue levantando, hasta llegar a mi cuello, yo le ayudé a quitármela. Luego desabotoné mis vaqueros y me los quité. Me quedé ante ella sólo con la ropa interior, unas braguitas blancas con tira roja y un lacito rojo en el centro y un sujetador negro. Me cogió de los hombros, me besó, llevó sus manos a la parte trasera de mi sujetador y lo soltó. Se retiró hacia atrás, yo me lo quité y lo dejé caer al suelo. Ella se apartó un poco más hacia atrás y me observaba las tetas.

-Que preciosidad de tetitas tienes, mi niña. Que tiernas parecen.

Mis tetas, pequeñas y erectas mantenían la firmeza, parecía que le señalaban con los pezones.

Llevó sus manos a ellas y cogió cada una con una. Empezó a acariciármelas, a sobármelas, las apretaba, parecía que las estuviese ordeñando y me acariciaba los pezones. Yo la miraba, miraba sus manos sobre mis tetas, me excitaba, me notaba humedecer. Ella me besó y fue bajando hacia mis pechos, primero uno y luego el otro me fue chupando los pezones, después recorriendo con su lengua la forma cónica de mis tetas, las chupaba, las lamía, las succionaba con la boca, jugaba con su lengua en mis pezones, que se habían puesto duros y parecía que habían doblado su tamaño. Se entretenía en saborearlos, mientras yo puse una de mis manos en su cuello, como para hacerle saber que me gustaba, que no parara. Los relamió y me dijo:

-Me gustan mucho tus tetas, su forma, su suavidad, su ternura.

A mi aquello, pues claro, me subió la moral, me alegró.

-Ufff… como me ha gustado sentirlas en tu boca. Tu lengua en mis pezones, uffff – dije yo

Ella se apartó un poco y me hizo ademán para que le desabrochara la blusa. Yo me acerqué y fui quitándole los botones a la vez que nos besábamos. Se bajó la cremallera de su falda y la dejó caer, luego se quitó la blusa del todo. Yo sólo la contemplaba, allí ante mí, esa anciana, con arrugas y en sujetador y bragas algo anchas de color negro, con algo de encaje, que excitante.

Llevó sus manos a la espalda para desabrocharse el sujetador y se lo quitó. Al quitárselo, sus dos enormes tetas fueron cayendo por el peso. Eran grandes y las tenía muy caídas, de piel blanquecina y gran areola oscura al igual que los pezones, gordos y oscuros, Parecían de piel tersa y eso que el resto de su barriga tenía muchas arrugas. Y es que tenía algo de barriga, vestida no lo parecía. Llevé mis manos a sus pechos, ella puso las suyas encima y fue guiándome para que se las acariciara bien, para que le estirara los pezones.

-Ven, que esperan tu lengua y tus labios- dijo poniendo una mano sobre mi cabeza para que me acercara.

Puse cada una de mis manos sobre la base de cada uno de sus senos, los levanté un poco y me acerqué a chuparlos. Ummmm, la primera vez que chupaba una teta, la lamia, le pasaba la lengua con saliva por el pezón, me lo tragaba, lo succionaba, lo volvía a lamer. Ella me acariciaba la espalda y la cabeza. Fui chupando una y otra teta, fui jugando con ellas, fui disfrutando de tenerlas en la boca. Estuve un rato lamiendo y acariciando sus tetones

Sí, aquello me gustaba y mucho. Aquella mujer me estaba abriendo un mundo maravilloso.

Nos besamos y me llevó hasta la cama, nos tumbamos de lado, ella puso una mano sobre mi frente y acercó de nuevo una de sus tetas a mi cara, yo estiraba el cuello y la lengua para llegar bien, ella me besaba en la frente, con dulzura. Luego hizo que me pusiese boca arriba y se puso sobre mí, notaba todo su peso encima y sus pechos aplastando los míos, nos besábamos, me cogía la cara, yo no sabía donde poner mis manos, así que las estiré para abrazarla y acariciarle la espalda, notaba la rugosidad de su piel.

Ella fue bajando, yo respiré mejor al no tener todo su peso sobre mí, se detuvo en mis tetas y de nuevo empezó a lamerlas, se entretuvo un buen rato. Siguió su camino de besos por mi tripa y el ombligo, allí se puso de rodillas, bajó algo más la cabeza y me besó justo en la unión de mis braguitas con mi cintura. Se separó y empezó a acariciarme el coño por encima de las bragas, yo estaba muy mojada y pronto notó como mis bragas se empapaban de flujos vaginales. Me apretaba la tela para que se embadurnaran más. Yo no podía más, quería enseñarle mi pequeño tesoro. Así que flexioné un poco las piernas y fui estirando mis bragas hasta poder quitármelas, ella me ayudó, porque yo tenía dificultad en aquella postura. Ella se quedó mirando mi coño:

-Es, es… es el coño más bonito, más precioso, más divino, más atractivo que he visto nunca. Sólo mirarlo es excitante. Tan apretadito, cerradito, tierno, juvenil. Ma-ra-vi-llo-so.

Yo estaba tan excitada, que notaba que no paraba de mojarme y encima con esas palabras que me dedicaba, me excitaba aún más.

Puso sus manos sobre la parte interna de mis muslos y las separó con fuerza, yo para estar más cómoda flexioné mis piernas y así quedó ante ella mi coño, algo abierto y muy mojado. Sentí en ese momento y estando en esa postura, que se lo estaba ofreciendo. Sí, se lo ofrecí a ella.

Ella se fue agachando y empezó a besarme las ingles, besos suaves y dulces. Debía notar mi humedad, mi aroma. Iba pasando la lengua, sin tocar mi vulva. Llevó una de sus manos y con dos dedos empezó a acariciarme los labios vaginales, se mojaba los dedos y recorría mi coño. Su lengua fue justo a parar a mi clítoris, donde se entretuvo lamiendo con tan solo la puntita. Yo jadeaba, que placer estaba sintiendo ya. Bajó a chuparme ya todo el coño, pasaba su lengua desde la parte de abajo hasta mi botoncito que ya estaba hinchadito. Arrastraba mis flujos hasta él y lo relamía. Yo estaba respirando con parsimonia, con lentitud, gimoteaba y empecé a mover el culo, levantándolo con lo que ella metía su lengua en mi interior, recogiendo mis flujos, saboreándolos, y segura estaba que tragándolos. Me estaba comiendo el coño con tanta dulzura, que era lo más excitante de mi vida, más que cuando yo me hacía un dedo. Seguía chupándolo y me miraba, yo la miraba, para deleitarme en como me lo comía. Que imagen, aquella anciana entre mis piernas con su boca en mi coño, era tan placentero. Llevé mis manos a mis tetas y empecé a magreármelas, a la vez acompañaba moviendo mi culo para que ella me chupara cada centímetro de mi coño, su lengua y sus besos me enloquecían. Siguió chupando un rato, yo estaba que no podía más. Ya no jadeaba, ahora gemía, gemía de puro placer, así que ella debió notar algo porque metió dos dedos en mi coño y empezó un movimiento de metesaca, mientras su lengua chupaba mi clítoris en círculos. Yo me movía, ella chupaba y me metía los dedos, cada vez con más ritmo, cada vez con más placer, yo gemía con fuerza y sin poder descansar y alcé el culo, ella, remató succionando mi clítoris y noté como un escalofrío caliente me recorrió desde el culo por la columna hasta la cabeza y llegó a mis pies. Había tenido el mayor y mejor orgasmo, y con mucha diferencia, de mi vida. Noté como empecé a mojarme de forma abundante, me chorreaban flujos como una fuente, viscosos. Ella dejó mi clítoris que sabía que estaba muy sensible y fue a mis labios, a lamer parte de mis flujos, que caían hacia mi culo y llegaron a mojar la cama.

Ella se separó y mirándome con la cara mojada de mi interior me dijo:

-Bien te has corrido, bien!!

Yo no podía ni hablar, estaba recuperando la respiración. La miré, le sonreí y me mordí el labio inferior.

Ella seguía acariciándome el coño mojado, restregando mis líquidos por todo mi coño.

-Ummmm, ummmm…. Ha sido maravilloso, pero maravilloso, fantástico. Que gusto, me has dado el mayor placer de mi vida. Que maravilla de verdad. -le dije yo.

-Si es que tiene un cuerpazo que da gusto comer. Estás para comer enterita. Eres hermosa y así desnuda estás preciosa, pero preciosa de verdad.

Yo solo pude sonreír.

Ella se tumbó a mi lado, yo me acerqué y empecé a besarla con deseo, sentía mi sabor, el sabor de mi coño en su piel. Le besaba agradeciendo lo que me había dado, lo que me había hecho sentir.

Ella cogió una de mis manos y la llevó su barriga, yo empecé a acariciar su barriguilla metiendo los dedos en sus bragas, siguiendo la tela por la parte superior y al final metí toda mi mano y llegué a su sexo. Lo primero que noté es que no tenía ni un solo pelo. ¿Se había depilado o es que ya no le salían? Y lo que también noté es que era largo y como no, que estaba ya muy mojado. Le besaba mientras le acariciaba el coño y no podía resistir más, necesitaba verlo, admirarlo y sobretodo saborearlo y saber que se siente al tener un coño en mi boca, este pensamiento me excitaba mucho.

Me levanté e hice lo mismo que ella, empecé a comerle las tetas que caían hacia los lados, las recogía y apretaba con las manos y se las chupaba. Ella mientras se quitó con destreza las bragas, así que fui directa, me puse entre sus piernas, arrodillada y mirándola, le sonreí, ella me miraba y dirigí la vista a aquel coño.

Era grande, enorme comparado con el mío, largo, con los labios sobresaliendo, de color oscuro en la parte de fuera y rosado por dentro, mojados, brillantes y sin un solo pelo. Sí, ahora supe que se depilaba, nunca me lo habría imaginado, que siendo tan mayor se depilara ahí y la verdad es que quedaba precioso, lo acaricié y lo noté muy suave. Desde luego que yo el poco vello que tenía me lo iba a depilar.

Yo no paraba de mirarlo, ella me dijo

  • ¿Qué, te gusta?

-Es enorme, muy apetitoso.

Bajé mi cabeza y fui directa a besar su sexo. Un largo beso que me mojó los labios. Estaba lubricando así que saqué mi lengua y empecé a pasarla de abajo a arriba, recorriendo cada centímetro, cogiendo entre mis labios sus labios vaginales y estirándolos, repasando con mi lengua cada pliegue. Para mi era un coño grande y disfrutaba de cada lengüetazo que le daba, y me iba empapando la cara y dejándome un sabor agridulce de sus fluidos. Me entretuve en su clítoris que notaba ya hinchado. Lo besaba con mucha delicadeza. Empece a lamerlo. Luego volví de nuevo a recorrer su coño. Ella me iba diciendo:

-Si, mi niña, cómete este coño, cómetelo.

Yo seguía con pasión devorando su sexo con muchas ganas, me gustaba y mucho. Volví a su clítoris y empecé a estimularlo con mi lengua, pequeños movimientos de lado a lado, acariciándolo sólo con la puntita, mientras, llevé mi mano derecha hasta su coño, lo acariciaba, magreaba. Estaba tan mojado que mi mano resbalaba con suavidad, le metí el dedo corazón y el índice y al ritmo de chuparle el botoncito movía mis dedos, entraban y salían de su vagina. Ella continuaba:

-Así, así, pequeña, comete este coño, que es todo para tí, mi niña. Para tí, Aggg, Aggg.

A mí me gustaba oírla, me excitaba. Cogí un ritmo decidido y no paraba, ella apretaba sus manos cogiendo las sábanas, gemía y balbuceaba

-Mmmmm, Mmmmmm, asíiiii, Ahhhgggghhh, Ahhgggghhh. Ufff, Ufffff, Mmmmm

Seguí aumentando el ritmo, pero manteniendo la cadencia, sin dejar de chupar su clítoris y meterle los dedos, notaba que estaba poniéndose a punto porque cada vez movía más las piernas, eso me daba más motivos para seguir igual, a pesar de que llevaba ya un buen rato amorrada a su coño. Chupaba y chupaba, noté como me apretaba la cabeza entre sus piernas y con las manos en mi cabeza, me la apretaba con fuerza contra su coño, no podía casi respirar, seguí chupando y de pronto noté como si tuviese espasmos, aflojó sus manos y sus piernas, yo no dejé de chupar. En mis dedos y mi mano, noté su corrida, levanté un poco la cabeza y miré como de su vagina salía un fluido algo espeso y blanquecino. Sin pensarlo bajé mi cara allí y recogí un poco con la lengua. No sé, tuve el impulso de que debía probarlo, de que necesitaba saborear su orgasmo y lo que me ofrecía. Recogí un poco y me lo tragué. Sinceramente no tenía buen sabor, amargo y que se me quedó como cogido en la garganta, pero lo tenía que probar.

Me quedé de rodillas, ella me miraba mientras jadeaba, intentando decir algo. Yo seguía acariciando su coño, restregando su corrida por todo su sexo, sin llegar a su clítoris, que sabía que estaba demasiado sensible. Al final me dijo:

-Ha sido maravilloso. Me has dado uno de los mejores orgasmos de mi vida.

Yo desde luego que pensaba que exageraba, pero me gustaba oírla y quien sabe, a lo mejor era verdad, en fin.

-Me ha gustado mucho saborear tu coño. Te lo digo de verdad.

-Vente aquí, que tengo ganas de besarte, mi niña

Me tumbé a su lado, ella se giró y cogiéndome de las mejillas empezó a besarme. Relamía mis labios, me morreaba, me metía la lengua hasta lo más hondo de mi boca, me mordía los labios, lo atrapaba con los suyos. Como me gustaban esos besos.

Nos quedamos allí tumbadas desnudas. Yo pensaba en que me hubiese gustado haberlo grabado. Tener un video para poder volver a ver cada momento de nuestro excitante encuentro.

Estuvimos un buen rato, relajadas, hablando de los momentos vividos, del sexo, de lo bien que lo habíamos pasado, como me había seducido. Ella me llamaba su "niña", yo le dije que para mi ella era mi "anciana seductora". Nos reímos y así nos quedamos "La anciana seductora y su niña"

Al final nos levantamos, ella se puso una bata, sin nada debajo, mmmm que excitante. Yo me puse las bragas y cuando iba a ponerme el sujetador, ella se acercó, me puso la mano en mi sexo, encima de las bragas y empezó a apretarlas y restregarlas contra mi coño. Ufff, pensé en que quería empezar de nuevo.... estaba muy mojado, así que enseguida se mojó la tela e incluso su mano. Me dijo:

-Me gustaría que me regalaras tus braguitas.

-¿Éstas?, están usadas, sucias.

-Sucias no, con tu humedad interior.

-Sií, claro que te las regalo. Pero ¿cómo me voy sin bragas chorreando que estoy?

-Te doy unas mías, espera.

Y se fue a la cómoda a buscar unas para darme, mientras yo me restregaba bien las bragas por el coño para que se mojaran aún más.

Llegó con unas amarillas, con algo de encaje y algunas transparencias. Me quité las mías, se las dí y se las llevó a la nariz, yo me quedé mirándola:

-Me encanta tu olor de juventud, mmmmm

Yo no dije nada, me puse las bragas que me acababa de dar. Me venían algo grandes, ella tenía las caderas y el culo más grandes que yo, pero bueno, no iba suelta.

Me acabé de vestir y me fui hacia la puerta, ella me acompañó:

-Ya sabes donde vivo, esta casa estará siempre abierta para ti, como yo. Cuando tú quieras, vuelves. Yo te estaré esperando.

Yo me acerqué, le besé y le dije:

  • Me ha gustado mucho todo lo que me has dado, lo que me has hecho y, como no, hacértelo a ti. Me has abierto una puerta y no es solo esta. Gracias.

-De gracias nada mi niña, que lo que me has dado tu a mí...

Nos besamos de nuevo, con pasión. Luego abrí y salí. Ella cerró la puerta.

Lo primero que hice fue mirar el número de la casa, luego en la esquina mirar el nombre de la calle, me lo apunté en el móvil, porque si no, no sabría volver. Había llegado allí siguiéndola y sin fijarme por donde iba. Ahora tenía que llegar a la plaza para situarme. Me costó un poco pero finalmente llegué.

Volví a casa, caminando y pensando en lo ocurrido. Cómo me había seducido, y como yo había aceptado a tener sexo con una mujer tan mayor, tan vieja. No sé, me parecía a la vez extraño y muy excitante y desde luego el rato con ella en la cama fue brutal, maravilloso, superexcitante, supersexual para mí. Volvería, pero segurísima estaba de que volvería.

Llegué a casa y me fui a la ducha, lo primero que hice fue coger mi cuchilla de las piernas y me depilé el coño. Sabía que a ella le iba a gustar. La verdad es que así parecía más tierno aún.

Estuve un buen rato bajo el agua, acariciándome el coño, imaginando que eran las manos arrugadas de mi "anciana seductora". Después de cenar me acosté y como no podía dejar de repasar cada momento pasado con aquella mujer, me levanté, me puse las bragas amarillas que me había dado y empecé a acariciarme con suavidad, me masturbé pensando en ella y después, me dormí, satisfecha, con sus bragas puestas y mi mano en el coño.