Elisa, la Agente de la Propiedad Inmobiliaria

¿Una chiquita con cuerpo pecaminoso enseñandome una casa a solas...? Mmmmm... Demasiado tentador, ¿no?

Casi a finales de verano decidí vender mi casa y comprar una que estuviera al mismo tiempo más en la montaña y más cerca del trabajo. Por una parte, me gusta la tranquilidad de la montaña y por otro lado, necesitaba reducir mis gastos de gasolina, pues la casa donde vivía me obligaba a conducir una hora cada día hasta mi lugar de trabajo.

Comencé la típica búsqueda en periódicos, internet y a través de las inmobiliarias. Visité varias casas en venta por la zona que me interesaba pero, realmente, nada me llegó a gustar.

Todo cambió el día que contacté con una de las inmobiliarias por teléfono. Me contestó una voz joven de mujer.

  • Inmobiliaria La Cima, dígame.

  • Buenas, mira: estoy buscando casa por la zona donde estáis.

  • Sí, claro… ¿Me dices qué tipo de casa buscas, y tal?

Después de darle los datos, hicimos la cita para quedar en una gasolinera cerca del lugar.

  • Conduzco un Megane rojo- Me dijo.

  • Vale, yo llevaré un todo terreno rojo también.

Nunca imaginé que el encuentro iba a ser tan… grato

Tres días después, nos encontramos en la gasolinera, como acordado. Cuando llegué, el Megane rojo esperaba junto al dispensador de aire. Desde la ventana de mi auto, conseguí ver una melena negra de rizos definidos y brillantes. La conductora, de piel bronceada, al verme por el retrovisor, giro su cabeza y sonrió. Entendimos mutuamente quiénes éramos y abrimos sendas puertas para saludarnos.

Según me acercaba a su auto, vi cómo una chica joven, de no más de veinte años, diría yo, salía de él. Era de pequeña estatura y piel bronceada como ya he comentado. Vestía con zapatos abiertos y su minifalda vaquera dejaba ver unas piernas tersas, bien torneadas y brillantes. Pero lo mejor era su delantera. Un fino top de manguita corta, blanco a lunares azul marino y de generoso escote, dejaba medio ver y casi adivinar por completo unas tetas duras, sin sujetador, morenas, respingonas, redondas, de mediano tamaño y evidentemente postizas (lo cual no me parecía mal en absoluto). A este "set" ya extraordinario le acompañaba una carita de ángel encantadora: ojos negros de afilada mirada, nariz fina y unos labios de un natural color rojo oscuro adornados únicamente con brillo transparente. Nos dimos la mano, sonriendo.

  • Hola, ¿Raúl?- dijo.

  • Sí. ¿Elisa?-contesté.

  • Sí. Encantada. Voy a enseñarte una casa en

A la tercera palabra mi sentido del oído pareció desvanecerse, porque ya no oía nada de lo que me decía. Mis ojos pasaban de sus labios a su escote. Sus pechos me atraían como vértigo junto a un precipicio. Mi sentido de la vista se agudizó, y podía distinguir cada poro de la piel de tus senos morenos.

-…¿Me sigues entonces?- oí cómo decía de repente.

"Hasta el fin del mundo, cielo" pensé yo.

-Claro- me limité a decir.

Le seguí por una carretera comarcal hasta entrar en una urbanización, donde recorrimos un par de kilómetros, montaña arriba, hasta llegar a lo que parecía la última casa. Sinceramente, estaba convencido de que del Megane saldría una vieja fea y que todo había sido una fantasía. Pero no. Elisa seguía al volante y al bajar del coche pude volver a deleitarme con su cuerpo que la ropa únicamente cubría a medias.

Nos dirigimos a la casa, que estaba construida sobre la falda de la montaña y a la que se accedía por el piso superior y tenía dos pisos más inferiores. Elisa comenzó a mostrarme las habitaciones, comedor, cocina… Yo me perdía la mitad de las cosas porque cada vez que ella caminaba un paso por delante de mí, aprovechaba la oportunidad para admirar su cuerpo. Ella se dio cuenta de mis miradas que parecían halagarle, porque respondía con sonrisas y a mi parecer, miradas pícaras e insinuantes. Decididamente, se había comprado unas tetas para lucirlas, y disfrutaba de comprobar que cumplía su objetivo. Tras enseñarme los dos pisos inferiores, me precedió escaleras arriba de nuevo. Desde mi perspectiva, cuatro escalones más abajo, veía sus piernas hasta el infinito, sus muslos y el comienzo de sus nalguitas, duras y redondas, separadas por un tanguita blanco. Ella me miró de reojo y siguió su camino hacia arriba, sonriendo con seguridad.

Se podía decir sin miedo a equivocarse que Elisa era inexperta en la materia, seguramente nueva en el negocio, porque utilizaba constantemente términos equivocados y exageraba ridículamente los aspectos positivos de una casa que poseía pocos. A estas alturas, realmente ya me importaba poco la casa y mucho menos la profesionalidad de la agente y mi mente ya fantaseaba con sentir su piel. Así que decidí "atacar" en plan cabrón (normalmente no es mi estilo, pero no pensaba salir de allí sin tener a Elisa en mis brazos).

-Elisa, dime… Tú… ¿trabajas a comisión?

  • Pues… sí, claro.

-Ya… Y entonces… por la venta de esta casa te llevarías…¿cuánto?

-Mira, no estoy autorizada a

-Ssssshhhh…- le interrumpí poniendo mi dedo índice sobre sus labios-. Déjate de tonterías. Los dos sabemos que es mucho dinero. Seguramente unos tres mil euros sólo por enseñarme la casa, porque el resto se lo lleva tu jefe.

Asintió con la cabeza, mis dedos aún sobre sus labios.

-Y también sabemos los dos, que esas tetas no son tuyas, pero que a uno le ponen cardíaco. Y que te gusta provocar. Y que te miren. Y dejar saber que lo sabes. Y que seguramente te lo montarías aquí mismo conmigo sólo porque eres más caliente que una estufa. Pero

-Pero si tengo un aliciente… Ya sabes que a nadie le amarga un dulce- me respondió, para después lamerme dedo con la punta de su lengua

Sin mediar más palabra, sustituí mi dedo por mi lengua. Junto a la barandilla de la escalera que venía del piso inferior, su boca caliente se abrió para acogerla. Yo la hundí hasta lo más hondo y nuestras lenguas comenzaron a lamerse, devorándonos los labios. Mis manos agarraron su cintura mientras las suyas se pegaban a mi trasero, pegando así más mi cuerpo al suyo. Separamos un momento nuestras bocas para comprobar la cara de deseo del otro.

-Sé que morirías por hacerlo. ¿A qué esperas?- me dijo con la respiración acelerada.

Evidentemente, se refería a sus tetas. De repente las habría devorado. Pero realmente quería hacer lo que mi impulso me había dictado una hora antes en la gasolinera. Mirándolas de nuevo y deseándolas más que nunca, empecé a meter mi mano por el escote, entre teta y teta, apenas rozándolas, hasta que la metí suficiente como para poder coger una. Apreté despacio, tomándola en mi palma. Sentir ese pecho duro, suave y caliente terminó de ponerme a mil. Elisa cerró los ojos, suspirando. Sin duda le causaba extremo placer que adoraran sus tesoros. Lamí sus labios y ella respondió con calientes lametones hasta que me dijo: -cómemelas, nene

Estaba lanzada y yo daba gracias al cielo de que los dos estuviéramos tan decididos a seguir.

Subí su top acariciando su cuerpo menudo, duro y moreno hasta que la tela quedó sobre sus pechos. Me detuve a mirarlos un segundo. Sus pezones eran oscuros, pequeños y estaban erectos de placer. La visión ya sin tapaduras de sus tetas era impresionante. Me aboqué sin demora a uno de sus pezones. Lo lamí, con la puntita de mi lengua para después mordisquearlo, chuparlo y succionarlo entre los suspiros de Elisa. Ésta, abrió sus piernas para rodearme con ellas mientras yo seguía comiéndole los pechos y ella echaba la cabeza hacia atrás, disfrutando de una comida de tetas soberbia. Mi sexo, como imaginaréis, estaba a tope, duro, hinchado, refrotándose contra su entrepierna. Mi boca pasaba de un pezón a otro para después retorcerlos entre mis dedos mientras clavaba mi lengua en su boca.

-Lo estás gozando, ¿eh?- le dije.

-Joder, estoy empapada- me respondió sin pudor. –Eres un cabrón. Me tienes hecha miel-. Me agarró los huevos y parte de la polla por encima del pantalón –y veo que tú tampoco andas mal

-Eres una zorrita… Ya supongo que tu coño esta hecho agua, igual que tu boca.

Elisa entendió la indirecta enseguida. Sus manos se deshicieron de mi cinturón en dos segundos, para después abrir mi pantalón, dejándolo caer al suelo y al instante bajarme los boxers al mismo tiempo que se agachaba frente a mí. Agarró mi verga con fuerza y se la metió de golpe en su boca caliente. Exhalé un jadeo de placer infinito mientras mis dedos se enredaban en sus rizos. Como una desesperada, empezó a mamarme la polla. Chupaba y succionaba. Lamía para después volver a mamar. Todo esto mientras su mano me pajeaba sin tregua. Yo la miraba hacer, ahí agachada, comiéndomela como toda una experta.

Salí de su boca el tiempo justo para sentarme a su lado y sacarle del todo el top y la faldita vaquera poniéndose de pie. Su cuerpo pequeño, moreno y duro me volvía loco.

-Tienes un buen pedazo de polla, nene- me dijo- y exquisita

-Me alegro de que te guste, cielo. Baja aquí y sigue comiendo.

-Ja ja ja- rió abiertamente.- Con mucho… gusto… -dijo, mientras se tumbaba sobre mi en un 69. Se metió mi polla de nuevo en la boca, con ganas.

-El gusto…- abrí sus nalgas y aparté el tanga, dejando su coñito mojado al descubierto- …es mío.

Hundí mi boca entre sus nalgas, alcanzando su conchita con mi lengua, que separó sus labios fácilmente. Realmente estaba mojada la muy

Nos devoramos mutuamente, gozando al máximo. Mi lengua lamía sus labios, su clítoris hinchado. Su boca engullía mi verga hinchada mientras no dejaba de pajearme. Estábamos ya sudados, jadeantes, encendidos.

-Fóllame ya, estoy que no aguanto. Me corro viva- dijo de repente.

Se dio la vuelta y en cuclillas sobre mí, a horcajadas, me agarró la polla y la llevo a su coño. Se sentó de golpe y mi sexo entró a fondo, hasta que sus nalgas se sentaron sobre mis huevos. Ella dio un grito y yo un rugido de placer. Me cabalgó como una valkiria. Tomó mis manos y las llevó a sus tetas. Las masajeaba, las apretaba, mientras ella subía y bajaba haciendo resbalar mi émbolo dentro de su cilindro perfectamente lubricado. Mojó sus dedos chupándolos en su boca para después hacerse un dedo, frotándose el clítoris como una posesa al tiempo que mi verga entraba y salía de ella. Nuestros sexos chapoteaban, sudados, mojados por sus fluidos.

-Estás hecha una gata en celo, cariño- le dije.

-Una gata no, una zorra- respondió ella.

-Eso mismo.

-No pue-e-e-do evita-a-ar ser ta-a-an putaaaaaa…. Mmmmmm….- dijo cerrando los ojos y se mordió el labio inferior. Empezó a convulsionar y jadear de forma grave en un claro orgasmo, tremendo, interminable.

-¿Buen orgasmo, no?- pregunté.

-No te jode- dijo- he tenido una corrida bestial… Con una polla así… Pero ¿sabes qué? Quiero más. No sabes bien lo zorra que soy.

Se levantó, haciendo que saliera de ella. Sus muslos estaban mojados, chorreantes. Apoyó sus codos en la barandilla y me ofreció sus nalgas.

-Joder… Estás de buena que te rompes. ¡Qué culito mas delicioso!- Le dije.

-Tranquilo bebe- respondió- Quiero que me folles DESDE detrás, no POR detrás. O sea, que no me la metas en el culo. Aún no te conozco. ¡Ja ja ja!

-Lo que tú digas, corazón

Encajé el capullo en su coñito empapado y la agarré de las caderas. De un empujón la penetré de nuevo hasta el fondo.

-Dale caña, estoy que me corro otra vez.

Empecé a culear, bombeando mi polla dentro de aquella nenita caliente y fogosa. La follaba sin piedad, duro.

-¿Así?- pregunté, acelerado.

-Así mismooo… -dijo con la voz entrecortada por los golpes de mi embestida.

Mis muslos chocaban contra sus nalgas a un ritmo delicioso. Sentí como empezaba a mojarse más aún, así que le agarré de la melena fuerte, tirando de ella, echándole la cabeza hacia detrás.

-Córrete, putita

Y vaya si lo hizo. Convulsionó de nuevo, jadeante, casi gritando en aquella casa vacía. Desnudos al final de la escalera, follando sin tregua.

-Ufffffff…. Allá voy, nena- le dije, anunciando esta vez mi corrida.

En medio segundo, Elisa sacó mi polla de su coñito, se arrodilló, me agarró la polla bien fuerte por la base y me pajeó para hacerme terminar sobre ella. Meneaba mi verga con furia, sin descanso, apretándola con fuerza. Mis primeros chorros de semen cayeron con fuerza sobre su cara, sus mejillas, sus labios. Abría la boca recibiéndola en su lengua. Después dirigió mi polla a sus tetas divinas y se las bañó con los últimos disparos de mi semen. Su otra mano jugaba con la lefa que es esos momentos cubría de forma morbosa su cara y sus pechos mientras me miraba, encendida. Me arrodillé a su altura y nos comimos la boca, aún medio cardíacos los dos.

-Joder, cielo, eso si que ha sido un polvazo- dijo ella. Follas muy bien.

-Me gusta asegurarme de que no soy yo el único que disfruta, eso es todo- respondí.

Sacó de su bolsito unas toallitas húmedas y se limpió el semen. Yo me estaba poniendo otra vez malo, pero se nos hacía tarde a los dos, así que no hubo tiempo para más. Nos vestimos y salimos de la casa.

-Bien, pues ya me dirás si decides quedarte con la casa- comentó.

-Claro, durante esta semana te llamo y te digo algo definitivo- repliqué, al tiempo que veía cómo ese cuerpo de escándalo que acababa de follarme subía al coche para después enfilar carretera abajo.

La casa era un completo desastre y evidentemente le llamé tres días después para decirle que no me la quedaba. La muy cachonda me contestó –bueno, pues si tengo alguna otra casa que te pueda interesar… ya te lo diré y podemos ir a verla… y a probarla tú y yo

Y colgó el teléfono dejándome con una erección monumental.