Elijo ignorarte
Hay un poco de todo lésbico, anal... Y la conclusión a la historia
Javier se dirige a abrir la puerta con la cabeza agachada y en lugar de ver un gato ve unas piernas. Alberto empieza a empegarse a Javier.
–Tenemos un gatito –observa Rosa–. Ven precioso –Alberto va hacia ella con la sonrisa en la cara.
–Esa zorra le ha marcado la espalda y el culo con un látigo –comenta Jorge.
–La duda –remarca Aitor– ¿Tamaño de la cola?
–Grande, no junta las piernas. Sea cómo sea, no lo veremos, sacarlo para volverlo a meter sería cruel, incluso para Javier –explica Juan.
–A mí me dio él y es desagradable que algo entre y peor cuando permanece.
–No he venido a haceros pena, no es mi estilo. Circe me ha pedido que tardara en correrme y no lo he hecho. Con esto se zanja el asunto, soy Billy el Niño. Vale más salir, no podría aguantar otro castigo, mejor dicho mi cuerpo no lo soportaría y encima no serían por mi culpa. Lo que llevo dentro es muy superior a lo de las chicas ¿Deseáis uno como el mío? Circe se ha quedado a gusto, ya sé como te sentiste Javi, lo siento.
–Alberto solo te acepto a ti dentro de mí –comenta Javier–. Y sabes las normas, esa vez se habrán de cumplir.
Salen del vestuario siguiendo a Alberto, Cris es la última y al ir a cerrar la puerta ve que dentro está María hecha un ovillo, llorando. Vuelve a entrar, cierra la blanca puerta y se dirige a abrazarla.
–¿Qué te pasa? –pregunta mientras le acaricia el empeine.
–Está así por mi culpa, se ha ofrecido en mi lugar –responde María abrazándola.
–¿Cómo? Me he perdido algo –comenta Cris con cara de sorpresa, mientras le va acariciando la pierna a María.
–Circe ha dicho que si tardaba más de dos minutos me daba con el látigo, si lo hacía en menos de tres él sería quien recibiría.
–Se puede decir que se ha sacrificado por ti, tienes razón –le acaricia el muslo.
–Yo no se lo he pedido –comenta María–. ¿Sabes que me estás excitando?
–Tu coño me estaba diciendo que podía más.
Cris acerca los labios a María y la besa mientras que con la mano derecha le acaricia el coño.
–Ayer tenías algo de pelo y hoy lo tienes suave. ¿Cómo es?
–Me han ayudado.
–¿Cuántos? –vuelve a interrogar Cris sorprendida.
–Dos, Javi y… –es interrumpida por la tos de Alberto que ha entrado.
–Miau. Un pelo, la pega de estar lamiéndote, ya salgo, recordad que la jefa ve y escucha casi todo del local –guiña el ojo y abandona el blanco vestuario para marchase moviendo la cola.
–La violación –Cris es interrumpida por un morreo de María, cuando para–. ¿La disfrutaste? ¿Soy la primera chica a la que morreas? –la excitación invade a Cris y no puede frenar el volver el beso.
Al separarse ve como la boca abierta de María se le acerca y la besa otra vez, mientras sus manos empiezan a jugar con sus pezones.
–Javi me ha dicho que es mejor con una chica que con un chico. Las chicas son más delicadas. ¿Quieres ayudarme a confirmarlo?
–Ni en mis mejores fantasías –dice Cris mientras recibe otro beso.
–Por cierto, mando yo –remarca María–. Soy nueva en esto, pero se muy bien lo que desea una mujer.
María la empuja para que quede recostada en un banco sin respaldo y se coloca de rodillas en el suelo su lado. Le da un pico en la boca, le muerde con suavidad el cuello, pasa la lengua entre los pechos, Cris jadea.
–Creo que lo estoy haciendo bien.
María le besa debajo de los pechos mientras coloca las manos encima de ellos y se los retuerce. Intenta que se crucen las miradas, pero no puede por las enormes tetas de Cris. La mano derecha deja de pellizcar el pezón y con las uñas va marcando la piel de Cris hasta llegar a la raja de esta.
–Estás húmeda –al irle pasando los dedos va notando como se tensa–. ¿Uno? Tranquila solo he empleado el indice, no es el final. No soy un chico.
Con la mano izquierda le vuelve a retorcer el pezón, baja la cabeza y pasa la lengua entre los labios mayores del coño de Cris. Ve el botoncito y lo empieza a lamer y a succionar.
–Sabes bien, me gusta.
Al succionar introduce un dedo en la vagina. Ella nota como la pared rugosa de dentro de Cris se tensa.
–Vas muy rápida, voy a intentar llegar a la docena –al expresar esta idea María sonríe.
Deja la mano que le presiona el pezón.
–El dedo está solito –introduce el dedo índice de la mano izquierda.
Se entretiene a poner un segundo dedo de la mano derecha, sin parar de moverlos introduce el segundo de la mano izquierda.
–Cabrona –jadea Cris.
Oyen unos aplausos desde la puerta y las dos miran.
–¿Cris me la chupas? –pregunta Javier mientras la erección le está creciendo–. Alberto estaba haciendo recuento y me ha dicho que viniera al vestuario a buscaros, creía que María tenía los ojos llorosos, no los muslos.
–Tengo las manos ocupadas ahora –María mueve los dedos dentro de Cris.
–Propuesta Cris, sales a fuera y disfrutas del cuerpo de María encima del escenario. Sé que le gusta controlar. Conmigo lo intenta.
–Muchas veces –comenta María mientras lo pone los dedos hasta los nudillos de la mano derecha y los mueve– y pocas lo consigo. ¿Idea tuya o de la Bruja del Norte?
–De ninguno de los dos –le guiña un ojo–. Está a punto de volver a correrse.
–Para –jadea Cris.
–¿Estás segura? –mientras sigue moviendo los dedos le muerde el clítoris y otra ola de placer la invade–. No llega haber entrado el aguafiestas y hubiera seguido.
–Tienes que currar un rato –María hace mala cara a las palabras de Javier.
–¿Me chupas la mano pequeñín? –pregunta María.
–Es un mote que no me gusta y os lo tengo dicho. Si lo hiciera tendría un largo problema –se mira la polla que empieza a crecer.
Cris no consigue desplazarse del banco y María sonríe al verla mientras se descalza para ir a ducharse con agua bien fría.
–Hemos sustituido a la virgen por un demonio adicto al sexo –observa Javier mientras cruza la puerta para irse.
María se ducha, mientras le cae el agua observa como Cris parece dormida y una sonrisa la invade, se encuentra satisfecha de la faena que ha realizado. Sale del vestuario y observa una sala con la mayoría de gente vestida todavía y con máscara le cuesta de creerlo. Ve que Javier entra en el despacho de la malvada Bruja. Quiere arreglar la situación, no le gusta observar a tanta gente vestida y sube al escenario.
–¡Buenas! –al haber cogido un micrófono, la voz retumba por toda la sala–. Al llevar las máscaras supongo que recordáis que hoy la lujuria está más permitida. Yo solo llevo zapatos. Os quería comunicar que he sido una chica mala –los clientes empiezan a mirarla–. Por los orgasmos que le he producido a una compañera se ha quedado dormida en el vestuario –observa como desde un rincón la mirada de Alberto la sigue–. Pienso que otra compañera, ya que no ha existido ninguna chica que me haya tocado, tendría que vengarse. Seguro que si dais alguna prenda como bote una de las chicas subirá y me hará gritar y no solo de placer –guiña un ojo.
Al acabar de decir estás palabras, mientras está bajando, muchos de los hombres asistentes se quedan en calzoncillos, pocas son las mujeres que quedan en ropa interior.
Cuando está abajo Blanca se le acerca.
–Las chicas hemos decidido que en primer lugar subiré yo –al escuchar a su amiga una sonrisa se le dibuja.
–¿Primer lugar? ¿Cuántas? –le entra el miedo.
–Cariño eso no puedo responderlo –le introduce la lengua hasta el fondo de la boca. Con una mano le acaricia el clítoris y con la otra le retuerce un pezón–. Él que lo sabe es el gato. Los clientes lo descubrirán al verlo, todos menos tú sabrán las cosas antes que sucedan. ¿Has decidido apuntarte?
–Lo he creado yo. No soy cobarde lo asumo –ante la respuesta de María, Blanca le coloca un precioso collar de cuero blanco con piezas de bisutería atado con una fina cadena de plata.
–Perrita, una vez arriba de cuatro patas. Él te estará controlando, no dejará que sufras daño sin placer.
Las dos suben al escenario, el público empieza a chillar. Ver que la que lleva la cola en el culo anda y la que va sin nada gatea les produce gracia.
Llegan a una cruz en forma de equis que hay en suelo. Blanca hace que María se tumbes y le sujeta los brazos, las piernas y le pasa un cinturón por la cintura.
–Se te ha acabado el hablar –María afirma con la cabeza, mientras le sujeta una bola en la boca–. No puedes decir no. Ya no verás más –le tapa los ojos con un trozo de tela–. Que empiece el juego.
Blanca pone su culo encima de la cara de María.
–¿Queréis verlo? María saca la lengua.
Al sacar María la lengua se encuentra con los pelos y la cola y la cara de asco la invade.
–Me ibas a dar un beso negro, comienzas de una forma fantástica. Como estás tan predispuesta voy a pedir que te levanten.
Aitor y Juan suben al escenario, estiran una cuerda haciendo que María quede de pie atada en cruz.
–Gracias chicos, si os vuelvo a necesitar os llamo. ¿Habéis visto que cuerpo más precioso posee nuestra ex–virgen? –el público se pone a chillar–. Mirándolo con detalle está muy desnudo, le tendríamos que poner algo. ¿Un abrigo?
–No –responden gritando los clientes.
–Por lo que veo no la queréis con ropa –expone Blanca–. Pues os comento que ir con ropa interior es similar al bañador –al decir esto las mujeres que casi no se habían sacado la ropa se la quitan y se juntan más a los hombres desnudos–. Pensaba en ponerle un vibrador –la gente grita y Alberto desde el fondo sonríe.
Blanca se dirige a la estantería que hay en el fondo del escenario, toma un huevo vibrador y se lo introduce en la boca.
–Toc–toc –Javier llama a la puerta del despacho de Circe.
–Pasa –le dice una voz femenina.
Cuando él entra en el despacho la observa hablando por teléfono y que le hace el gesto de que vaya al sofá. Javier no sabe cuánto rato está esperando, se aburre. Mira a Circe y logra imaginarla sin ropa, ya que no desea que la erección le baje.
Cuando ya ha pasado un largo rato, casi eterno para Javier.
–¿Puedo saber a qué has venido?
–Hola señora Circe, he venido por dos motivos. El primero –se mira su erecto pene– me dijo que usted me lo solucionaría en lugar de las chicas, el segundo ya que hoy es el día de cobro y me han designado representante sustituto, Alberto está ocupado. Quería pedirle si me daría los cheques.
–Sustituto, el titular debe de tener miedo de verme a solas luego del último encuentro. Los sobres están encima de mi mesa. Tienes que prometerme que no se los darás hasta finalizar el turno.
–No disponen de tiempo para abrirlos. Mi otro motivo…
–Ese será más divertido y no tan burocrático –se desabrocha la cremallera y el vestido cae al suelo, dejando ver el impoluto cuerpo de Circe, con sus grandes peras, sus pezones perfectos y tiesos, sus aureolas tirando a pequeñas.
–¿Qué le sale del coño? –pregunta Javier mientras está agradecido por la vista.
–Lo que llevaba ya antes –Circe se sienta en la mesa con las piernas abiertas–. Quítamelo –Javier se acerca y mueve la mano derecha–. Con la boca.
Él traga saliva, la malvada Bruja Buenorra le ha pedido que le coma el coño. Piensa que eso puede ser peligroso, puede entrar en no bosques misteriosas, bueno en un desierto misterioso. Baja y empieza a lamerle los labios mientras le va repartiendo pequeños besos. Circe se tumba encima de la mesa y no ve como trabaja, disfruta. Él que se lo está tomando muy a pecho le introduce la lengua en la vagina, intentando no darse con el vibrador. Le hace gracia notar que cada vez que su lengua lo toca vibra. Oye jadeos y se anima. Toma la cuerda del vibrador dejando la mitad al aire libre.
–Tengo que moverme –comenta entre jadeos, cuando nota las manos de Javier en las caderas.
Él sonríe y se coloca de pie entre las piernas de Circe.
–Estás preciosa –se le aproxima y con la punta de su duro miembro se lo vuelve a introducir–. Gracias por darme libertad –con la polla le va acariciando el clítoris.
–Tu libertad durará menos que mi placer.
Javier traga saliva «sacrificio por la causa», le empieza a dar suaves mordiscos en un pezón.
Laura se quita el vibrador de la boca y el público grita más a cada paso que da en dirección a María, le pasa los dedos para separarle los labios y se lo introduce.
–No lo recordaba tienes prohibido correrte, el que manda se quiere divertir contigo –María afirma con la cabeza–. ¿Hay alguien dispuesto a utilizar el mando para que falle y sea castigada? –varios hombres desnudos se ofrecen y acaba pasando el mando a uno de ellos.
Blanca vuelve a la estantería y coge varios objetos. Enseña al público una fina cadena dorada, los hombres empiezan a reír, las mujeres se asustan. Ella se pone de cuclillas entre las piernas de María, por como se retuerce cree que el vibrador está a máxima potencia. Empieza a tocarle el clítoris y se lo va estirando, al final cuando está bien excitada se lo pinza.
–¡Ah! –Un fuerte grito de dolor ha salido de la boca de María.
–Al subir has aceptado la placentera tortura –expone Blanca mientras le va pellizcando y estirando los pezones.
–¡Ah!¡Ah! –María grita dos veces y Blanca se pone a reír mientras ve como le caen las lágrimas.
–Estás cadenita le queda preciosas –la toma y la estira, más lágrimas adornan la cara de María–. Al estirar la cadena se le tensan las tres puntas –observa como Alberto va subiendo al escenario–. Esto solo se hará daño si estiro, hubieran sido con pesos y tendría un dolor de forma constante. Nuestro gatito –se fija en la parte posterior–, rectifico ex-gatito decide subir. Voy a dejárselo a él, ya que la ex-virgen ha sonreído.
Una vez ya está arriba se dirige en dirección a la cruz, Blanca se aparta porque no quiere ser arrollada, considera que tiene un paso firme. Primero le desata las manos, luego los pies, se coloca delante suyo y le desabrocha el cinturón, dejándose caer María en su pecho. No puede remediar jugar con la cadenita produciéndole varios jadeos.
Javier mientras muerde los pezones de Circe con una mano le saca el consolador.
–He notado lo que has hecho, si te das prisa en follarme no habrá consecuencias.
–¿Clemencia? Alberto se alegraría si se entera.
Javier se queda sorprendido no hay castigo, está arriba y no se lo esperaba, se piensa divertir mucho. Ve los sobres encima la mesa y la bombardea con fuerza, con el temor de ser la última vez que ve a su querido pequeño amigo.
Alberto se sienta en el suelo y hace que María se siente mirándolo. Al tener ella las piernas abiertas le saca el vibrador y le quita el antifaz, mientras continúa moviendo la cadenita de forma suave.
–Lo siento, es la segunda vez que me salvas de este escenario.
–La primera te salvé, en la segunda te he puesto yo. No esperaba que te pusiera tanto y te produjera tanto miedo una chica, hacía poco te habías comido un coño –María le regala una risita y se coloca encima de su miembro, con un suave movimiento se lo introduce y empieza a moverse.
–Ellas no tienen lo tuyo que hay en mi interior –al escuchar estas palabras Alberto estira la cadena con dureza–. ¡Ahhhh!
–Me habías hecho creer que no disfrutabas con el daño. Me ha alegrado que esta vez la hayas introducido de un solo golpe. ¿Virgen o viciosa?
–Viciosa de ti, eres mi ángel.
Al escuchar la última palabra se la quita de encima para poder levantarse e ir al despacho de Circe.
Javier no para de moverse, quiere correrse de una forma rápida. Circe cada instante que pasa se deja hacer más, tiene menos fuerzas.
–¿Qué me estás haciendo? No me gusta que me controlen –pregunta Circe asustada.
–Yo nada, los de fuera lo están logrando.
La puerta del despacho empieza a arder, de entre las llamas sale Alberto sin ninguna quemadura.
–Me has hecho andar por un valle sombrío acompañado de la muerte, pero te has equivocado al querer hacerme miedo soy el hijo de puta más grande y los que dejo que me conozcan me temen. Javi sácala y gírala, si vas a fuera hay una rubita dispuesta.
–Define mejor –recalca Alberto.
–Rubia natural –ante las palabras de Alberto, Javi coge los sobres se dirige hacia las llamas que desaparecen para que pase y vuelven a aparecer.
–Ahora que has perdido tus seguidores, tu fuerza y tus poderes eres mía y lo voy a disfrutar te aseguro que a ti no te gustará, pero no creo que lo cuentes.
Recordemos que Circe esta cara arriba en la mesa, Alberto la gira, deja que las piernas le cuelguen sin fuerzas de moverse. Le da una sonora torna en la nalga derecha.
–Y sin látigo –Circe quiere huir, pero no tiene fuerzas para marchas–. Yo no cometeré el mismo error que tú. Recuerda lo que no te mata te hace más fuerte.
Alberto introduce la polla sin miramiento por el ano de Circe, esta quiere gritar pero al no lograrlo se pone a llorar.
–Ahora puede entender lo que me hiciste –bombardea con fuerza–. No cometeré el mismo error que tú. He aprendido, he superado al maestro.
–Quería que fueras mi pupilo –explica entre sollozos–. Ella te hace humano.
Alberto aumenta el ritmo y al descargar el cuerpo de Circe se quema en un momento desde dentro. La llama de la puerta se apaga y puede ver al otro lado a María.
–Estaba preocupada mi amor –Alberto realiza una cara rara al escucharlo–, Javi ha intentado follarme. No le he dejado, solo tú puedes –Alberto arruga el morro y ve detrás de ella a Javier afirmando.
–Estás despedida, Javier tiene el sobre con tu sueldo. Te hubieras puesto de rodillas y declararte como mi sumisa y continuarías trabajando.
El infierno a cambiado de dueño