Elías y Lizzet (2)
Un esposo recién casado lleva una doble vida involucrado con la mafia, por calumnias de un enemigo es expulsado del circulo de un peligroso delincuente, le tienden una trampa y su peor enemigo se tira a su esposa como a cualquier puta.
Elías y Lizzet 2
Había terminado de ver el video en el que se apreciaba claramente como su esposo confabulaba con otros tipos para que la violaran, y no entendía por qué era que su esposo había planeado todo esto. Aún no sabía que su esposo estaba metido dentro de la mafia, aquella mafia que cobraba cupos por la seguridad de empresarios.
En eso, sonó el llamado de la puerta, era Antonio, quien volvía supuestamente para explicarle todo, ella lo hizo pasar, y le preguntó por qué, era que el tenía el video, y por qué era que ahora se lo entregaba ahora a ella.
Antonio, viendo el grado de vulnerabilidad de Lizzet, le dijo de que todo lo que había sucedido era porque su marido lo había deseado, y que todo lo que sucediera de ahí para adelante, sería por su propia voluntad.
Con la ira que tenía sobre ella, le dio un beso a Antonio en los labios, y le dijo: Bueno, si mi marido quiere verme como una puta, eso seré, seré la puta más puta que se imagine.
Antonio, sonrió porque había logrado su cometido, había logrado convencerla y mejor aún, ahora ella estaría dispuesta entregarse como una perra en su propia casa.
- Me parece muy acertada tu decisión Lizzet (dijo Antonio).
La abrazó y ambos se unieron en un gran beso. Al inicio fue algo soso, pero de pronto se le vino todas las imágenes a Lizzet de lo que había hecho con aquellas mujeres, lo que hizo con los hombres de Macetty, y por último cómo se la enculó aquel enorme pastor alemán, reventándole casi por completo su virginal ano.
Ya para esto Antonio se había apoderado por completo de sus dos senos, las había sacado de aquella blusa de botones que Lizzet traía puesta. Succionaba sus pezones y con las manos masajeaba sus enormes caderas. Estaba como devorándole los senos invadido por esa excitación de que se estaba cojiendo a la mujer de su enemigo en su propia casa. Lizzet era un manojo de gemidos, acariciaba el cabello de Antonio pegándolo a su pecho, como si se tratase del amor de toda su vida.
Pronto las manos de Antonio, ya habían levantado la falda de Lizzet hasta la cintura, y su mano luchaba para bajar aquella encantadora ropa interior de encaje, que esta mujer traía puesto. Después de un gran esfuerzo por fin, tenía a su victima completamente encuerada, la piel blanca de Lizzet estaba a la vista de aquel astuto enemigo que no solo quería destruir económicamente a su enemigo, sino en lo familiar y en lo personal.
Lizzet, estaba completamente excitada, tenía la vagina totalmente mojada, los labios vaginales sonrosados he hinchados, su clítoris totalmente expuesto para ser gozado, frotado ya sea con la lengua de Antonio, o con su pene, en fin, aquella vagina era deliciosa a simple vista, estaba totalmente abiertita, deseosa de ser penetrada en ese momento, estaba completamente emputecida aquella hembra, que ahora sabía que era capaz de hacer de todo con su cuerpo y disfrutarlo.
Antonio raudamente la puso de pie y le dio vuelta, de tal manera que sus nalgas de Lizzet quedaban a la altura de la boca de Antonio. Este sin más ni menos, empezó a acariciar sus piernas, su vagina, a pasar sus dedos por las fisuras de sus labios vaginales, a introducir uno y otro dedo, mientras sus labios besaban aquellas hermosas nalgas, las mordía levemente, y ella gozaba, sentía un gozo inexplicable saber que ahora si sería la puta de alguien, y esta ves sería conciente.
Pronto la lengua de Antonio empezó a recorrer desde esa hermosa vagina, hasta ese circulo enrojecido, ese asterisco dilatado, su ano. Estaba fuera de sí Lizzet, no pensaba en nada, simplemente sentía como su cuerpo respondía a tanta cochinada que le propinaba un extraño que ahora disfrutaba de su hermoso cuerpo.
Antonio en esa posición, tenía tres dedos dentro de la vagina de Lizzet, estas entraban y salían de ella, como penetrándola, ella no podía mantenerse de pie, sus líquidos chorreaban entre los dedos de Antonio, y en más de una oportunidad dejaba caer todo su peso sobre esa enorme mano que la penetraba por el mismo placer que era incontrolable. Era inconsciente, en ese momento de que era casada, de que Elías siempre fue correcto con ella, y del gran amor que ambos se tuvieron antes de casarse. Solo quería más y más sexo entre sus piernas.
Antonio como un perro sediento pasaba su lengua por entre sus nalgas, separaba con sus enormes dedos sus nalgas para darle varios lengüetazos a ese asterisco enrojecido y dilatado, su delicioso ano, pasaba una y otra ves su lengua mientras ella gemía de placer, gemía a no poder más y esto ambos lo estaban disfrutando.
En eso, la puso en posición perrito, y con su enorme pene la penetro en su vagina. Su sexo estaba completamente mojado, y en cada envestida salía pequeñas gotas fuera de su sexo, era puro sexo, era su sexo completamente dilatado y esa enorme verga penetrándola.
La cabeza de su pene, se paseaba, desde sus labios vaginales, hasta su útero. Y las embestidas terminaban en el pubis de Antonio, cada vez más sonoros, cada vez más violento. Ella sacaba la lengua de placer, y apretaba los labios, cociéndose ella misma los pezones y mordiéndose los labios con mucha fuerza.
La cogió de la cadera para poder poner ritmo a sus embestidas, cada una más bestial que la otra, colocó sus dedos en los labios de Lizzet, y esta empezó instintivamente a succionarlos cual mamadera se tratase.
La lengua de Lizzet paseaba por su enorme dedo como si de un pene se tratase, y las embestidas de Antonio se abría campo entre aquella hermosa vagina que chorreaba de placer, el liquido de ambos salpicaba por las piernas de Lizzet, chorreaba esa blanquecina sustancia a lo largo de su contorneada pierna, y el placer era evidente.
En eso ella empezó a gemir, a gritar, a morderse los labios, y oooh díos, se estaba corriendo la emputecida esposa, gemía y era su orgasmo, ese orgasmo prolongado que le quita por completo todas las fuerzas a una hembra como ellas, era un señor orgasmo, un orgasmo que la dejo sin fuerzas para mantenerse en pie, y se tumbo boca acabó en esa posición.
Antonio, aún tenía fuerzas, pues el todavía había terminado, saco su pene de esa deliciosa vagina, y lo acomodó a la entrada de su ano, ella sabía lo que seguía, a esas alturas, no era capaz de impedir nada, Antonio empujo esa cabezota de su pene entre ese delicioso asterisco, para acomodarse cada vez en lo más profundo que se pueda.
Dejó caer todo su peso sobre la espalda de Lizzet a la par que la penetraba por completo en su dilatado ano, ese ano que ya sabía lo que era tener una enorme polla de un pastor alemán, ahora era victima del taladrar de ese pene del enemigo de su esposo.
Antonio comenzó a moverse con violencia, cada vez más acelerado, y su cuerpo no pudo más, su mente quedó en blanco, era su lefa que salía dentro del ano de Lizzet. Al sacar su pene, la leche choreaba por su ano, y su pene estaba cubierto de esa sustancia, pastosa, mezclada con restos defécales y un poco de sangre. Fue violenta la penetración, se tumbo sobre la espalda de Lizzet, y le dijo que esto era el comienzo de una gran relación.
Continuara.