Eli en la playa
Eli visita España. Va a conocer la proverbial hospitalidad local y a llevarse un buen souvenir
El farolillo brillante de la luna, muy arriba en el cielo, iluminaba una estampa de postal sobre el mar. La pequeña ciudad, antes pescadora, luego turística, siempre marinera, se bañaba con la luz del satélite plácidamente tumbada a orillas del pequeño mar, centro de la tierra cuando la tierra era pequeña y previsible, en tiempos de Homero.
Un murmullo de olas, escuálidas pero constantes en su batir, ponía banda sonora a la postal.
Veinte farolillos de colores alumbraban el modesto chiringuito, apenas una barraca con mostrador, y docenas de turistas, visitantes y vecinos, ocupaban las setenta sillas alrededor de un improvisado escenario sobre la arena. El equipo de música era elemental y los músicos, sólo dos, se esforzaban por suplir las carencias tecnológicas con su arte y la pasión con que lo ofrecían al público.
Unos metros más allá de la playa, el paseo, escasamente iluminado, era recorrido por una horda de paseantes nocturnos. Familias, parejas, grupitos ruidosos de amigos. Un muchacho en eslip era conducido por una caterva de hombres que anunciaban a todo el que con ellos se cruzaba que dejaría de ser soltero al día siguiente, Dios mediante. Los juerguistas pedían a las mujeres que transitaban por allí que firmaran en las gordas nalgas del novio con un rotulador rojo. Una mujer de cabellera muy negra y larga, que vestía un modelo de noche inapropiadamente elegante para la ocasión, fue requerida también a firmar y se detuvo.
La comitiva del novio alababa con gran énfasis el escote de la espalda de la mujer y sus bellos zapatos de talón que realzaban sus sobresalientes posaderas. Era una latina, sus rasgos y su piel lo denotaban, y más aún su precioso acento centroamericano. Venga les firmo, pero ya me dejan en paz, ¿vale?
Se separó del bullicioso grupo y se volvió hacia la playa, de donde le llegaba el son de una melodía conocida. Era una canción cubana y la estaban interpretando con una trompeta y una guitarra, aunque también había oído una voz quebrada y muy grave cantar el pegadizo estribillo.
"Y aunque tú me has echado en el abandono
Y aunque tú has muerto mis ilusiones..."
Se acodó a la balaustrada que daba directamente a la playa a escuchar y ver el espectáculo.
Dos hombres en el centro. Uno blanco, rubio, unos cincuenta años? Quizás menos. Manos de guitarrista, barba patriarcal. Concentrado en sus arpegios. El otro, negro. Alto, imponente, con sonrisa interminable de dientes inmaculados, trompeta en mano pero ahora canta y su voz resuena en el micro como un instrumento de viento.
"Sufro la inmensa pena de tu extravío.."
Elizabeth es latina y sabe de inmediato que el cantante es realmente cubano. No advertirá hasta unos minutos después que sus pezones parecen dos nueces y sabe que no es por el frío precisamente. Se saca los tacos y baja a la arena. Ahora se ha vuelto pequeña, al pasar junto al negro sobre todo, pero no le importa. Con su bolsito en una mano y los zapatos en la otra, busca una silla libre. Se sienta, la mesera se acerca y ella pide un gintonic. ¿Admiten visa?Por supuesto.
Sigue con interés la actuación.
Después de las lágrimas, el cubano toma un timbal y acompaña al rubito. La voz de éste es aterciopelada, aguda y timbrada a pesar de la edad. Canta un tema argentino, "Alfonsina y el mar". Muy apropiado al lugar donde se hallan..
¿Pasará por México el recorrido musical? De momento, como en Los Tres Caballeros, se ha detenido en Brasil. "Sousinho" es un tema triste, pero se vuelve alegre en la voz del caribeño, que pronuncia aceptable el portugués.
Y al final, casi como despedida, le llega el turno al Cucurrucucú. Cantan los dos, consiguiendo un contraste llamativo, aunque ninguno de ellos tiene la garra de Pedro Infante. Sin embargo, parece tan cierto, tan sentido... dos hombres, un joven y un maduro tirando a viejo, despechados..
Elizabeth nota que le salta una lágrima, pero es de risa. Vaya par de zonzos. Ella ya ha superado esa etapa vital. Ahora está mucho más allá de esas nostalgias. Quiere recuperar el tiempo perdido, veinte años desperdiciados. No del todo.. sus hijitas y su hijo.. Pero ahora quedan lejos. Aceptó este viaje como premio de la empresa. Es una semana, Barcelona, la Costa Brava, el Garraf. Unas aburridas reuniones con unos cien empleados de todo el mundo, escogidos por sus jefes entre los sesenta y siete mil quinientos veinticino que emplea la compañia. Pero cinco días completos de diversión. Un lujo. Quemará sus visas, ¡qué rejodidamente caro es rodo en Europa!, pero tendrá un hermoso recuerdo de lo vivido. Y lo vivirá, ¡qué carajo! Hay que vivirlo para recordarlo. Y es mejor lo primero que lo segundo...
¡Vaya vaina! Se olvidó de vivir. El concierto se acabó, lo nota al oír los aplausos y el murmullo de voces y el roce de pies sobre la arena.
Se acercó a la barra a pagar con su visa y le sorprendió que fuera el cantante barbudo quien se situara tras el mostrador a cobrar.
¿Te gustó el concierto?
Muy hermoso. Con esta luna y el mar... Ha sido una vivencia muy grata. Me alegro mucho. Chicos, podéis iros. Ya cierro yo .
Lo había dicho dirigiéndose a los dos muchachos y la chica que servían y que se apresuraron a marchar dedicando una sonrisa al que sin duda era el dueño del chiringuito.
A pesar de que muchos clientes les siguieron camino del paseo marítimo, un grupito reducido, dos parejas maduras, tres señoras de una edad, un par de jóvenes,..se habían quedado sentados formando un círculo informal alrededor del trompetista. Éste recogió los micrófonos, amplificadores y el resto del equipo de sonido y se sentó como un miembro más del redondel con unos bongos entre las piernas.
¡Venga, Jordi! un poquito más. Coge la guitarra, animó el cubano con aquel acento encantador a su colega.
Es tarde. Cuatro canciones y a casa..
Mentira podrida. Elizabeth se acabó volviendo a sentar al sexto tema. Ahora era todo más íntimo, bossa nova, boleros, alguna canción en un idioma desconocido, que debía ser catalán y otras en inglés y francés. Parecían spotify aquellos muchachos. Entre los dos reunían un repertorio interminable. A la décima canción, el llamado Jordi se levantó, pero fue para traer una botella de champán, al que llamaban allí "cava" ves a saber porqué, y una docena de copas de tubo de un cristal delicado que llenó y distribuyo, sin dejar a Eli fuera del reparto.
Siguió el concierto por media hora más y al final los espectadores empezaron a abandonar la playa. De pronto Elizabeth advirtió que se había quedado sola con los artistas. Había cerrado los ojos, concentrada en la música, saboreando su espumosa bebida, y cuando los abrió se encontró las sillas vacías, mientras Jordi y su amigo interpretaban para ella, en exclusiva, una versión muy lenta del tema más popular del mago de Oz, Over de rainbow.
Bueno, discúlpenme. Ya casi me dormí. Gracias por todo, dijo levantándose y recogiendo los tacos y el bolso .
Un momento , pidió el cubano, Hay una regla en este merendero.
Ah! sí? disculpen, no sabía...
Sí, confirmó el amo del bar. El último en marchar se da un baño con los músicos.
Jajaja, no me embromen, ni siquiera traje bañador..
No usamos bañador a estas horas, anunció el joven despojándose de su camiseta y mostrando un cuerpazo de anuncio, con unos abdominales trabajosamente esculpidos. Eli tragó saliva. Pedazo de macho, pensó.. Haremos algo, nosotros nos metemos ya en el agua y te esperamos allí.No puedo, ya les dije. No tengo...
Pero ya se habían alejado corriendo y riendo, como dos enormes niños, en dirección al mar.
El alcohol la invitaba a seguirles el juego, pero el sentido común le advertía de los riesgos. Son dos hombres enormes, pueden hacer conmigo lo que quieran si me desnudo, aquí solos, en una playa desierta, pero son tan guapos, tan dulces y sensibles, ¿qué mal pueden hacerme? Esto no es Ciudad Juarez. Por Dios, Eli. Esto es Europa, España. Aquí las niñas van solas por la calle en la noche, a las tres de la madrugada las he visto caminando a su casa de la disco.
Antes de pensarlo otra vez ya se había quitado el vestido y corría hacia el agua, los pezones tiesos y sus pequeños senos henchidos por la humedad del mar, y otras humedades saladas empapando su tanguita, el hilo dental entre sus nalgas, tan redondas y prietas, las que hacen parase a los hombres por la calle. Hubiera preferido una pantaleta más larga si hubiera sabido cómo acabaría la noche. Sus pies descalzos pisan ropa tirada a la orilla. Los pantalones de los cantantes... y eso eran unos bóxers. Están desnudos !
No importa, está oscuro. Ni los veo ni me ven. El agua está caliente, la arena blanda bajo sus pies. La mar es un manto negro hasta que la luna comparece de nuevo, apartando a empujones una nubecilla despistada para convertir con su brillo la superficie marina en un folio surcado de líneas, como cuaderno donde escribir una historia de pasiones estivales.
No nada muy bien, pero se atreve a bracear un poco. ¿Pero dónde se metieron? Da una voz, dos, a la tercera siente moverse el agua entre sus piernas. El cubano emerge ante ella, una doble hilera de blancura entre sus gruesos labios.
Viste? Está genial.
Sí, y la luna, es maravilloso.
El hombreton le coge la mano y la lleva hacia el fondo.
Espera no sé nadar mucho. Mejor me quedo aquí.
Yo te sujetaré y la sostiene por la cintura, la levanta fuera del agua entre risas y le lame un pezón al bajar. Repite con el otro.. Eli se crispa. Esto no era lo que esperaba. Pero de pronto la suelta y sale nadando. Ella está con el agua al cuello y regresa hacia la playa. El rubio aparece a su lado.
No te enfades con Alexey, ya sabes cómo son los caribeños,
No, no me enfadé, pero ne asusto tan hondo .
Ven , te sujeto, y le ciñe la cintura para acompañarla a zona más segura. Aquel tipo le inspira confianza. Lo mira de cara cuando la luna lo ilumina. De pronto le recuerda a Vigo Mortensen, con las barbas de Gandalf, un hechicero seductor, Merlín enamorado de la Dama del Lago.. Él le sonrie y la atrae hacia sí. Se besan, tímidos primero, apasionados después. La estrecha y Eli siente su excitación rozando su vientre. El alcohol y la luna hacen el resto. Se encarama a él y lo devora. Ya no tiene miedo. Lo abarca con los muslos muy pegada a él y el pene duro y juguetón frota su tanga. Él lo aparta y ya están follando, casi sin pensarlo. Sube y baja hundiendo la polla submarina en su coño húmedo. Entra y sale, entra y sale fácil. Demasiado fácil. Cinco partos dilatan mucho... Teme dejarlo insatisfecho, pero él la sigue besando, está excitado. De pronto saca su pene de la gruta y la gira para besarle el cuello, las orejas. Elizabeth quiere más verga y frota su culo contra ella. Pero una figura se alza de pronto. Alexey ha vuelto, riendo, excitado. Ve salir del agua un inmenso bastón, tal que escualo que la va a devorar. El moreno tira de sus pies y apunta su pepino de carne hacia la entrepierna. Ella gime de gusto al sentirse, ¡ahora sí!, muy, muy llena por dentro.
El guitarrista ahora dibuja arpegios y acordes con sus manos en las tetas sensibles de Eli, que se siente desfallecer con la lengua de uno en la oreja y la verga inmensa del otro en la vagina. Los dos apéndices la penetran con igual vigor. Mira la luna que la anima a correrse desde el cielo y empieza a culear con fuerza haciendo que Alexey la sujete ahora por las nalgas para no desenfundarse de ella. Las manos son enormes y sus glúteos se deforman por la presión, igual que sus senos. Se siente comprimida, empotrada, emparedada entre dos rebanadas de pan blanco y pan moreno. El primer orgasmo llega salvaje a sus ingles y trepa por su vientre, sus senos y su columna. La boca enmarcada de pelo la besa otra vez con pasión.
Saca la polla aún erecta de su vagina y se arrodilla en el agua para recuperarse. Los dos hombres la sostienen y la besan en el cuello, los senos. La acarician ahora con suavidad. Los tres caminan hacia la playa en silencio. ¿Qué viene ahora? se dice Eli para sí. No se han corrido ninguno de los dos. ¿Desea seguir? Ahora siente frío. Alexey la envuelve en un abrazo de oso que la reconforta y Jordi trae una toalla de su merendero. La seca y pone la toalla en el suelo, donde la tienden. Le quitan el tanga y la barba del guitarrista se pasea entre sus muslos muy pronto. Siente su boca en el coño, su lengua vibrar. Alexey se arrodilla y deja sus gordos testículos delante de la boca de Eli. Ella los lame, los chupa y masturba con las dos manos aquel calabacín palpitante. No se corre aún. ¡Qué aguante tiene el tío! Jordi la folla con tres dedos, ¿ o es toda la mano? La lengua vibra sobre el clítoris y le parece que está a punto de correrse de nuevo. Pero entonces los dos hombres se levantan, tiran de ella para ponerla en pie y es el moreno quien se tumba sobre la toalla. El otro la levanta en vilo, ella se sorprendre, teme un instante. La colocan sobre la negra polla , la ensartan.
De pronto no nota dulzura ni gentileza en sus acciones. La están usando, como un objeto, la manejan a su antojo. Siente la penetración, más profunda y lanza un gemido. Ahora está muy dilatada. Unas manos la empujan hacia delante, sobre el torso del cubano que no intenta besarla, No la mira. Mueve sus caderas con fuerza levantándola del suelo a cada embestida, Unos dedos exploran su ano, lo dilatan; una lengua lo empapa. ¿Qué pretenden? ¿Se han vuelto locos? Esperen, esperen, no podré con los dos. No, no...la sujetan y ya siente el pene, por suerte largo y delgado, insinuarse en su agujero, presionar y abrirse paso. ¡Los dos no, por favor, por favor! El hombre negro saca la mitad de su miembro y el otro entra a presión haciéndola gritar. Por suerte se turnan ahora para hundir en ella sus penes. Entra en el culo, sale en la vagina, ahora entra una en la vagina y retrocede dentro de su recto la otra.
Le viene el recuerdo del día que se masturbó con dos pepinos en la bañera de su casa. Estos obuses de carne son más calientes y gratos que los vegetales, pero por desgracia no los controla ella y de pronto los hombres se ponen de acuerdo para entrar a matar los dos a la vez y se siente morir. Su vientre se hincha, invadido por todas partes. No puede hablar., ni gritar o pedir auxilio. La están matando allí en aquella playa y sólo le queda dejarse masacrar, someterse a aquel tormento con la esperanza de que el dolor se vuelva placer.
Cuando los hombres se corren, lo hacen a la vez. Siente el alivio momentáneo de la salida de las pollas de sus vainas respectivas y la agonía de la nueva penetración. Los dos tubos de carne se hinchan y de deshinchan bombeando en sus cavidades su leche, dilatando lo que ya no se podía dilatar, haciéndola gritar entrecortadamente, casi cómicamente, al ritmo de la follada que ella no controla. Su corazón late a mil, parece que va a explotar y entonces, se para, uno, dos, tres segundos... es la pequeña muerte, y un orgasmo jamás sentido la recorre, desde los dedos de los pies a los cabellos. Clava las uñas en el pecho del cubano y solloza de placer. La levantan del suelo, la tienden en la toalla. Cierra los ojos. Duerme unos minutos, una hora quizás.
Cuando despierta, Elizabeth se encuentra con la luna que la mira socarrona, divertida por lo ocurrido. Ella busca a su alrededor a los profanadores. Los oye chapotear, como niños, con agua por la cintura. Los ve a la luz de la luna. Alexey y Jordi se besan con pasión en el agua. Se acarician uno a otro, la espalda, las nalgas, los penes enhiestos de nuevo. No miran hacia la orilla.
Fascinada, turbada por lo que ve, la mujer recoge su vestido, lleno de arena, su bolso y sus zapatos de tacón y abandona la escena. El tanga ha quedado enterrado en la playa sin duda. Se empieza a ver luz por el este. Pronto lucirá un nuevo día sobre el mediterráneo, aquel mar chiquito, como de estar por casa. Elizabeth se aleja. Espera encontrar el camino del hotel y que la dejen dormir doce horas seguidas por lo menos.
Este relato es un paréntesis de mi serie de Leonor en la categoría dominación. Espero que os guste. Estoy corrigiendo y ampliando el tomo 1 de las Tribulaciones de Leonor, añadiendo ilustraciones y dejándola como nueva. Si queréis un ejemplar en pdf, enviadme vuestros comentarios al mail. ¡Que lo disfrutéis!