Elevando sus fantasías
He notado que mi marido siente predilección por mi ropa interior, así que esta noche probará lo que más le gusta...
Estaba convencida de que a mi marido le producía un morbo especial la ropa interior femenina, porque últimamente me había llevado a la cama dos veces en plan aquí te pillo aquí te mato y las dos se había puesto como una moto, y no paraba de acariciarme las piernas, recorriendo mis medias una y otra vez, mientras su excitación crecía por momentos. Quiero decir que había sentido su pene especialmente duro esas veces, y la corrida había sido espectacular, lo cual era una clara muestra de que le gustaba que yo lo hiciese con las medias e incluso las bragas puestas, ya que en ambas ocasiones yo había terminado con las bragas empapadas, pero él no parecía que le estorbasen.
Llegué a esta conclusión no sólo por ese detalle, sino por otros dos que captaron mi atención: si yo tenía medias era porque él me las había regalado, ya que yo normalmente usaba pantys, y por otro lado una noche al levantarme al baño le pillé masturbándose mientras olía mis braguitas usadas. Nunca le dije nada porque era una situación embarazosa y al fin y al cabo las bragas eran mías, así que me volví a la cama y disimulé hasta que se durmió. Ese detalle me pareció curioso, e incluso me produjo cierto morbo. ¿Porqué se excitaría con mis bragas usadas?. Lejos de parecerme patético, me despertó la curiosidad.
Así que un día toqué el tema directamente, a mi manera. Me fui de compras y me hice con dos pares de medias blancas, de brillo, con su liguero. Me compré también varias bragas para completar el modelito. Cuando llegó por la noche, le noté cansado, pero sin embargo no me pasó desapercibida su mirada directa a mis piernas. Me había puesto unas medias blancas, con su liguero y unas braguitas rosas de satén. Él me dió un beso mientras me acariciaba el culo, bajando intencionadamente a mis piernas. Yo le corté para que no siguiese, porque tenía otros planes. Cenamos y él me contó sus cosas, como todos los días. Ya en el sofá, nos abrazamos y le dedicó generosas caricias a mis piernas, se notaba que le gustaban mis medias. Entonces me dijo:
- "¿Son nuevas?". Refiriéndose a mis medias.
Yo sonreí y le dije que me las había comprado para él. Al decir ésto, me subí la falda lo justo para enseñar el borde de las medias y el liguero, con toda la intención. Su reacción fué de sorpresa, y automáticamente, como un resorte, se incorporó y quiso explorar más, metiendo su mano por debajo de mi falda. Mis pezones se pusieron alerta inmediatmente, pero me contuve. Me fui hacia el dormitorio y él me siguió. Se tumbó sobre la cama esperando a ver el espectáculo de mi strip tease, al quitarme la ropa. Evidentemente le gustaba mi modelito. Yo empecé quitándome la blusa, y luego me bajé la cremallera de la falda, que se deslizó inmediatamente en dirección al suelo. Él no me quitaba ojo, y noté cómo palpitaba su entrepierna, se le estaba poniendo dura...
Cuando me quedé tan sólo con el sujetador y la braga, aparte del liguero y las medias, me recorrió de arriba a abajo y se vino hacia mi. Sus intenciones eran claras, no me había quitado ni los zapatos, pero le detuve en seco:
- "Cariño, cuando dije que esto me lo había comprado para tí, es así. Desnúdate".
Y diciendo esto, le empujé hacia la cama, me solté el sujetador, que cayó al suelo, luego me bajé las medias y cogiéndolo todo se lo tiré encima de su torso desnudo:
- "Si me quieres follar, tienes que ponerte esto".
Él me miró con extrañeza, y se quedó unos segundos pensando, así que yo me encerré en el baño para dejarle un poco de intimidad, esperando tener éxito en mis intenciones. Mientras me volvía para cerrar la puerta, pude verle oliendo mis braguitas, en las que había dejado ya algún rastro de flujos. Dentro del baño, saqué de un cajón otro par de medias, un liguero y unas braguitas rosas más claras. Me lo puse todo y me maquillé un poco antes de salir. Ya de pie frente a la cama, me encontré a mi marido cubierto por la sábana, y aunque disimulé, el hecho de que al verme así no se le notase el pene erecto marcándose bajo la sábana me hizo pensar que me había seguido el juego.
Al retirar la sábana, confirmé que me había obedecido muy dócilmente, y se había puesto mi ropa interior, que le sentaba bastante bien por cierto, ya que estaba depilado desde hacía algún tiempo. Sus piernas brillaban y bajo la braga casi no le cabía el pene, que ya se adivinaba a punto de escapar. Me acerqué a él y me senté sobre sus piernas, iniciando un magreo mutuo que me puso a mil, mientras notaba su pene duro como una piedra.
Nos fundimos en un sesentaynueve interminable, antes de que me viese en la necesidad imperiosa de liberar su pene de mis bragas y comérselo tragando hasta el fondo de mi garganta. Notaba sus jadeos que se mezclaban con mis gemidos incontrolados ya, a la vez que si mano se centraba en mi entrepierna, ya muy mojada, y deseosa de ser penetrada. Le acariciaba las piernas mientras cabalgaba sobre su pene, y eso le gustaba, porque nuestros ritmos iban a la par. Sentí la necesidad de susurrarle al oído cosas mientras me follaba:
- "Así que te gustan mis bragas, eh?. Te mola verme con medias". "No sabía que se te ponía dura vistiéndote de mujer, ¡preciosa!...".
Él estaba en trance, seguramente conteniendo el orgasmo, pero me respondió entre jadeos:
- "Acaríciame las piernas, cariño, hazlo por favor, mis pezones, síii, por favor...".
Entendí su necesidad y mientras me recreaba en sus piernas cubiertas de lycra blanca, le empecé a lamer los pezones a través de mi propio sujetador, para acabar mordiéndole suavemente cada pezón a través del fino encaje del sujetador. Se puso muy caliente, se le notaba porque nunca le había visto así. Su polla me abría sin piedad hasta el fondo de mi ser, y entendí que estaba cercano al orgasmo. Por mi parte, seguí echando leña al fuego, y no me separaba de su oído:
- "Eres una preciosa chica, me gusta follar con dulzuras como tú, siempre he tenido un lado lésbico". "Pero necesito que te corras, cielo, eres mi putita con polla, hazlo sobre mi, córrete ya...".
La reacción fué inmediata. El pobre no pudo más y volviéndome de espaldas, me cogió de la melena y me metió la polla en su boca. Yo sentí una arcada pero traté de estar a la altura y tragué como pude su polla, engulléndola casi literalmente. De rodillas sobre la cama, me aferraba a sus piernas, clavando las uñas para no resbalarme en sus medias. Él ahogó un gemido y entonces un chorro de esperma recorrió mi garganta, lo que me obligó a liberarme de su polla. Mientras parte de su esperma resbalaba por las comisuras de mi boca, sentí dos chorros más golpear mi cara, y resbalar hacia mis pechos. Él se masturbaba desesperadamente, soltando gotas que iban a parar a mis piernas, y a mi cuerpo. Ciertamente tenía la apariencia de una putita, como yo, pero me acababa de soltar una corrida impresionante. Cuando terminó, me dejé caer hacia atrás y sentí como las salpicaduras calientes sobre mi cuerpo me relajaban como un bálsamo, mientras sentía la satisfacción de haber cumplido una fantasía redonda.